05. SWEET DIZZY

OST: Toothbrush by DNCE

La mejor manera de evitar un desastre es no hacer nada. Siendo justos, Park Jimin sabía que estaba condenado a convertirse en el invitado borracho y solitario de la boda de su primo.

Desde su puesto, recostado contra la improvisada barra de la recepción, podía escrutar a sus anchas a la multitud que cercaba a un ruborizado Taehyung antes de la acostumbrada ceremonia del ramo.

Era increíble cómo mujeres y donceles casi se atropeyaban por conseguir el arreglo floral que podría profetizar su futuro. Como si unos narcisos presos en cintas de seda color lavanda pudieran asegurar el éxito.

Qué fórmula estadística justificaba aquello, qué por ciento de veracidad podía apoyar esa teoría.

La respuesta era clara y concisa: ninguna. Él podía sentirse orgulloso de estar libre de tal hechizo. Nunca se enamoraría y mucho menos compartiría una ceremonia como la de hoy. Sería el eterno tío solitario del grupo.

El genio marginado desde su rincón privilegiado, libre de dramas y pataletas como parecía ser la norma entre los enamorados.

Sí, por siempre libre y solitario...

Pensó Jimin y un puchero se construyó en sus abultados labios. El ramo finalmente encontró a un joven castaño de complexión atlética que solo atinaba a refunfuñar cuando era obvio que no creía en esa patrañas.

Quizás bajo el suave arrullo del alcohol aquel panorama le sonaba más soso que si estuviera sobrio. Jimin sonrió en dirección del encargado de la barra y pidió otra copa.

Nunca en sus veintisiete años se había embriagado, pero sabía que nunca era demasiado tarde para experimentar. Así que encogiéndose de hombros dejó que las cosas tomaran su lugar.

Dos horas después, cuando de la boda solo quedaban tenues huellas en los terrenos del parque, un joven doncel enfundado en un traje de noche escarlata, arrastraba los pies por el pasillo donde se suponía quedaba su habitación.

Una sonrisa tonta adornaba su rostro congestionado. Allí donde las pequeñas pecas adornaban su delicada nariz o el rímel de la sombra de ojos se había corrido, confiriéndole una apariencia casi hechicera a su mirada.

Jimin no tenía idea de cuál era su aspecto o su torpe cometido hasta que sus manos arremetieron con la puerta equivocada.

Mirando su reloj de pulsera, justo del otro lado del ruido que estuviera haciendo quién sabe cuál desquiciado, Min Yoon Gi talló sus ojos para comprobar que pasaban las tres de la madrugada.

Su hijo dormía plácidamente en la habitación contigua, donde su nana de turno lo había dejado horas después de iniciada la recepción.

Él mismo había comprobado que su bebé seguía en brazos de Morfeo unos minutos atrás, dada la costumbre del menor de despertar a media madrugada para pedir su biberón, aun cuando tuviera casi cuatro años. Otro mal hábito del que Yoongi se responsabilizaba por ser padre soltero.

Por eso aquellos golpes salidos del infierno lo obligaron a abandonar la calidez de las sábanas y recuperar los lentes que solía usar en casa.

Despeinado y al borde del malhumor nunca pensó encontrarse con aquel chico bajo el umbral de su habitación de hotel. Mucho menos podría predecir lo que vendría después.

—Yoonie... te encontré...

Cantaurreó Jimin en un tono evidentemente ebrio antes de echarle los brazos al cuello al más pálido. Yoongi fue lo suficiente rápido para estabilizar al chico rodeando su estrecha cintura con un brazo antes de cerrar la puerta tras ellos.

—Por Dios... ¿Cuánto bebiste?

No podía dejar de preguntarse aquello mientras Jimin seguía tarareando pegado a su oído. Yoongi miró por acto reflejo al final de la habitación, en específico hacia la pequeña puerta entreabierta que le comunicaba con el espacio de su hijo en el hotel. Si Jun decidía despertar ahora estaba perdido. Maldita sea.

—No lo sé muy bien, quizás el equivalente a un litro o algo más ¿Cuántos mililitros tiene una botella de champán con dos Cosmopolitan?

El rostro congestionado de Jimin apareció a centímetros del suyo. Con lentitud Yoongi pudo apreciar que aquel estado solo intensificaba lo obvio.

Los atractivos rasgos del menor, sus curvas apoyadas sobre su cuerpo, su esencia personal que le recordaba al olor de la ropa recién lavada o el hecho de que le mirara los labios con tanta intensidad serían su perdición.

—Necesitas una ducha y tanta cafeína como puedas soportar...

—Hummm...

Jimin asintió pero lejos de hacer el intento de escapar del abrazo forzado que compartían solo se apretó más contra el cuerpo ajeno.

—Sabes... creo que por primera vez no estoy molesto por algo que hice mal—Yoongi estaba a punto de protestar y cargarlo en vilo hasta el sofá de la habitación mientras intentaba conseguirle un café, o en su defecto prepararlo, Jimin tenía otra ideas en mente—Mañana diré que tuve el mejor sueño de mi vida...

Sonrió antes de plantarle sus de por sí sonrojados labios al mayor en la boca. Yoongi se puso rígido. No creía que aquel chico que conociera casi veinticuatro horas atrás en la terminal del aeropuerto y con el que había tenido una pequeña desavenencia en la fiesta, fuera el mismo que ahora le besaba torpemente.

Menos aún que él se pudiera sentir como un volcán dormido ante sus caricias inexpertas. Por unos instantes el mundo dejó de girar a su alrededor. Los cristalinos ojos de Jimin resplandecían debajo de una mirada entornada cargada de promesas. Promesas que a Yoongi no le hacían desde casi cuatro años.

Aún intentaba recordar que se trataba del primo del esposo de Taehyung, que ahora eran parte de la misma familia, cuando Jimin entreabrió sus afrutados labios para darle la bienvenida.

Yoongi se sintió al borde del precipicio, pero lejos de imponer distancia aceptó la invitación trastabillando hasta encontrarse con el borde del sofá y dejar que Jimin cayera sobre su regazo.

Le tomó delicadamente por la nuca, allí donde los mechones oscuros acariciaban la cálida piel, solo para tener un mejor acceso. Jimin balbuceó algo inteligible mientras se apresuraba a darle la bienvenida a la húmeda lengua del rubio.

A esas alturas Yoongi había dejado en modo automático a su cerebro y le hacía más caso a la demandante excitación creciendo entre sus piernas. Un volcán dormido siendo impactado por un meteoro. Park Jimin solo le estaba ofreciendo su boca mientras hacía malabarismos sobre su regazo para no caerse del sofá.

Debía ser coherente, debía recordar el estado del chico en lugar de beber de sus labios como un maldito náufrago en el desierto. Debía parar, aprovechó que el joven sobre su regazo tomaba aire entre un nuevo beso y el otro para murmurar cerca de su oído.

—Cariño, estás demasiado ebrio. Necesitas ducharte para despejar...

Era todo un logro hablar tanto, más cuando la respiración le fallaba debido a las últimas acciones. El embotado cerebro de Jimin parecía opinar todo lo contrario mientras lo tomaba por el cuello de la playera del pijama y lo volvía a besar.

—Mgh... Jimin... estás... me estás volviendo loco, cariño...

No iba de bromas y quizás el roce de los muslos del pelinegro sobre su masculinidad fueron lo que lo hizo detenerse. Con la mirada perdida intentó procesar lo que ocurriría si seguía azuzando a Yoongi o quizás fue la arcada que cerró su garganta lo que lo hizo parar.

A trompicones, sin saber qué camino sería el correcto, Jimin vislumbró la tercera puerta de la habitación y vaya que tuvo puntería de decorar la tapa del váter con su vómito en lugar del rostro de su anfitrión.

Los sonidos nauseabundos que nacían en su garganta le avergonzarían después, cuando estuviera algo consciente. Cuando no percibiera unas manos grandes y cálidas sujetando su cabello o acariciando su espalda confortablemente.

Pasaron algunos minutos más hasta que pudo vaciar el contenido de su estómago, lo suficiente para incorporarse con la rodillas pegadas al pecho sobre el frío piso del cuarto de baño e intentar respirar.

La capa de sudor frío que cubría su cuerpo o las lágrimas nacidas del esfuerzo de pasar aire a sus pulmones después de expulsar más de una vida, solo habían conseguido reforzar su atractiva vulnerabilidad, una que consiguió que cierto rubio de ojos color ámbar sonriera de manera imperceptible.

—Creo que pasarás del café después de eso. Quédate quieto...

Yoongi lo señaló antes de tomar una toalla y empaparla con agua del grifo. Jimin cerró los ojos y trató de concentrarse en el humano acto de inhalar y exhalar. La habitación le daba vueltas hasta que la dulce humedad de la toalla estuvo sobre su frente.

Con una paciencia digna de admirar Yoongi le refrescó el rostro hasta deshacerse del incómodo cierre del traje que traía el pelinegro, consiguiendo que respirara mejor.

—Te ayudaré a ponerte en pie. Vamos, cariño, solo un poco más.

Jimin balbuceó algo incoherente pero cooperó todo lo que pudo mientras el más pálido le sacaba una manga y luego otra para liberar su torso de la presión del ceñido tejido del traje.

Yoongi se repitió que no debía mirar la desnudez ajena como si se tratara de un exótico postre. Respiró profundo y cuando solo le restaba sacarle los zapatos al más joven prefirió cargarlo en vilo hasta el dormitorio.

El cambio de temperatura despertó momentáneamente a Jimin, que solo podía constatar la presencia de una cabellera de rizos dorados al extremo de la mullida cama.

—Mhmm... tengo frío...

Se quejó como un niño pequeño al tiempo que Yoongi terminaba de sacarle los zapatos y los calcetines. Gracias a Dios no traía lencería o el mayor hubiera terminado de combustionar, el sencillo bóxer de color negro era lo único que cubría su dorada piel para satisfacción y martirio de los sentidos ajenos.

—Tranquilo, te traeré una de mis playeras y un analgésico. Algo me dice que después de esto le tomarás respeto al alcohol.

—Hummm...

Aún perdido en la niebla de la ebriedad y el agotamiento, Jimin se miró las manos hasta que el confortable nido de almohadas bajo su espalda se impuso a su tozuda idea de comprender algo.

Por muy privilegiado que fuera su cerebro, él solo podía arrojarse bajo las suaves sábanas y cobertores mientras inhalaba el delicioso aroma a loción después del afeitado de Yoongi.

Loción después del afeitado con tonos cítricos y almizcle. Suspiró complacido y hubiera caído en un agradable sueño si no percibiera cómo alguien tiraba de su tobillo izquierdo.

—¿Qué?

Murmuró frotándose el rostro. Una figura envuelta por las sombras de la habitación insistía en que se sentara. En automático, el roce de la fresca franela pasó por la sensible piel de sus brazos, consiguiendo que el vello de su nuca se pusiera de punta.

Intentó abrir sus ojos más allá de las dos ranuras azules que resplandecían bajo los tonos grises de la luz de la mesillas de noche. No lo consiguió, así que tuvo que resignarse a ser tratado como un niño pequeño hasta el momento que le administraron alguna bebida energética con una pastilla que cometió el error de masticar.

—Está amarga...

—Lo sé, cariño, pero te ayudará con el dolor de cabeza de mañana. Listo, ya puedes dormir.

Articuló aquella voz grave que tenía la impresión de conocer de toda la vida, y si no lo hacía, pues le gustaría grabarla para combatir su regular insomnio. No recordaba ser tan dependiente cuando sus manos buscaron la suave tela de una playera. Quizás la de un pijama por lo acolchonado del tejido.

—No te vayas, duerme conmigo.

Casi no podía reconocer su voz. Perdida en un murmullo trémulo, casi incoherente, mientras escuchaba la respuesta entrecortada de su víctima. Jimin no sabía hasta dónde podía llegar o cuál era su poder hasta que la cama se hundió a su lado. Se acurrucó inmediatamente, como un gato mimoso que reconoce la caricia de su dueño.

Yoongi permanecía rígido como una barra de acero a su lado. No sabía dónde colocar sus manos sin codiciar aquel cuerpo, mucho menos qué decirle a su mente para que dejara de recrear fantasías pasadas de tono.

Jimin estaba ebrio, adorablemente ebrio mientras dormía con la mejilla apoyada sobre su pecho y las piernas enredadas entre la suyas.

Casi con temor a despertarlo, los dedos de Yoongi liberaron su rostro de aquellos mechones rebeldes hasta acariciar una generosa mejilla. Un suspiro cansado terminó venciendo aquel sentimiento que le agarrotaba los músculos y hacía quedar como un idiota.

Inhaló la mezcla de restos de alcohol, perfume y suave lavanda que llegaba desde el cuerpo bajo su barbilla y se prometió no darle más vueltas. Sus labios rozaron la sien ajena antes de caer en un plácido sueño. En la mañana tendría todo el tiempo del mundo para arrepentirse.

🎧ACRÍLICO🖌

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