III. ¿La Cura?

-La gente suele creer en los cuentos de hadas, en las ilusiones que nos pintan desde que somos unos críos. Nos cuentan historias de finales felices y sobre todo...nos leen sobre la malvada villana que quiere separar y hacerles la vida imposible a todos y todas -Dice ella y se ríe como resoplando -Es tan irónico...

-Tu...

Se gira y creo ver de nuevo sus ojos, pero los tiene cubiertos bajo unos lentes oscuros.

Estoy aturdido a un punto máximo.

Hacía tan solo unos minutos estaba sumido en mi pintura y ahora ella está aquí como una gran ilusión hablando sobre cuentos y princesas.

¿Qué intenta decirme?

-No tienes que asustarte, no te hare daño...al menos mi parte sensata no lo hará - vuelve a hablar y se baja de la ventana entrando a mi estudio, invadiendo un lugar que nadie conoce-Son muy buenas -Giro la cabeza y observo como señala una pintura inspirada justo en ella; es la mitad de su boca y sus ojos de perfil - ¿Sueles pintar sobre las cosas que te suceden?

-Aun no entiendo qué haces aquí -Expreso sincero y anonadado -Pensé que no querías verme.

-Me llamo Eleonor -dice ignorando mi duda.

Sus hombros se mantienen relajados debajo del satén de su camisa pero su barbilla y la mueca extraña que hacen sus labios me hace creer que no está cómoda presentándose ante el hombre que dice ser un extraño.

Niego divertido y me pongo al lado de ella frente al lienzo.

Desde este momento, supe que todo sería igual de difícil que al principio de hablarle; que los cuentos que ella me relataba nada tienen que ver con su persona o eso es lo que yo creo.

Que la manera en la que me mira es única e irrepetible.

Que cada risa que me regala inconscientemente es un regalo especial.

Que los días en los que esta callada es en donde más le gusta que pinte cuadros a diestra y siniestra.

Eleonor es...misteriosa y no del tipo que es una chica con un pasado típico de película, su pasado es mucho más profundo, mucho más oscuro inclusive y a mí me vale un cuerno.

Esta prendado hasta la médula.

Prendado de tal manera que mi abuela no entiende qué hace o quién me hace estar de esta manera.

Prendado como cuando una persona ama a otra ciegamente y sin tapujos.

Si, ese es el término correcto.

Las veces que estamos juntos es absorbentemente raro. Ella no se acerca a mi más de la distancia permitida y siempre está tapada.

No como una monja.

Nunca una mujer me ha parecido tan atractiva debajo de tanta tela; es elegante y delicada con cada movimiento.

A pesar de que tiene una figura muy delgada yo la encuentro extremadamente sexy y no de manera pervertida; la encuentro sexy cuando se le marca un hoyuelo en la cara, o cuando se ata el cabello con una cinta.

La encuentro sexy cuando me habla sobre la vida y sus contradicciones tan poco comunes. Cuando cierra los ojos a las doce del medio día ante el sol, es sexy con tan solo estar a mi lado acompañándome.

Ella solo es muy interesante y me alegra saber que solo yo he logrado escucharla sin que ella tenga miedo de hablarme.

Me dice las cosas con claridad y sin tapujos y siempre me pone a pensar sobre la próxima ocurrencia del día que saldrá de sus labios sonrosados, con esa voz suave y fuerte a la vez.

Hay veces en que estamos acostados en el césped un poco húmedo por la neblina y la lluvia o que nos escapamos un rato al jardín de su abuela, unos kilómetros lejos de la propiedad de su familia y vemos el espectáculo que las luciérnagas nos brindan

«Esa noche fue magnífica»

Nunca he visto algo así. Eleonor se transforma en algo nuevo todos los días a través de mis ojos y esta noche no pudo ser menos distinta.

-Sabes, cuando tenía quince años, mi abuela me trajo a este lugar a la noche para pedir un deseo -me cuenta ella recostada a un lado de mí.

Esta noche no lleva más que un vestido sin mangas y esta descalza, dice que la tierra húmeda la hace sentirse más relajada.

Yo me he sorprendido al verla pero quito esa expresión al ver su mirada temerosa porque fuera a juzgarla o repudiarla; le ofrezco mi mano y una enorme sonrisa para calmarla.

- ¿Se puede saber qué deseo pediste? -le pregunto.

Su cabeza baja hasta sus brazos que tienen un color purpura, se acaricia la piel como transmitiéndome su deseo y yo no puedo estar más contrariado con su decisión. Pienso que esas marcas tan extrañas la hacen ser la mujer especial que es.

En parte estoy equivocado.

-Hagamos una cosa -propongo enderezando mis músculos sobre el césped. Me quedo sentado y la animo a sentarse igual que yo, viéndonos ahora frente a frente, casi rozando nuestras rodillas.

- ¿Qué se te ocurre?

-Ambos digamos nuestro deseo más profundo y cuando sea media noche soplamos un pétalo de una flor al aire.

-De acuerdo, empieza tu -acepta ella, entrecierro los ojos acusándola de pilla y relato con seriedad.

-Yo, Teo Meller; deseo con gran intensidad poder besar a Eleonor Ducke, besar cada parte de su cuerpo, besar cada una de sus bellas marcas moradas y adorarla con veneración profunda. Besar su alma y hacerla sonreír cada minuto en que nuestro amor dure -termino y escucho como su respiración se acelera tan solo un poco más de lo normal.

El reflejo de la luna me da un indicio de sus ojos que brillan incrédulos por mis palabras. Sin embargo eso no la detiene a decir su deseo.

- Yo, Eleonor Ducke; deseo tanto pero tanto a Teo Ducke...Deseo cada parte de su persona, deseo amar cada día más lo que hace por mí, deseo no sucumbir a la oscuridad que me acecha día y noche y poder seguir sonriendo junto a este hombre tan valiente.

Todos sus deseos son susurrados y por primera vez desde que mis padres murieron derramo una lagrima de alegría.

Alegría por sus dulces y dolorosas palabras.

«Aquella noche no quise darme cuenta de lo que me decía era una realidad tan cercana y dolorosa como una flor marchita y muerta por dentro. Una realidad que perturbaría todas las semanas especiales que habíamos tenido.»

Una realidad que se manifiesta dos días después cuando Eleonor deja de ir a nuestras escapadas furtivas.

-Si sigues aporreando el pincel contra el lienzo me temo que se nos acabara rápido el material mi niño -murmura mi abuela esa tercera mañana en que no recibía respuestas de la señorita Eleonor.

Exhalo hastiado y suelto el pincel dándole la razón a Mimí. No puedo seguir con esta angustia. He llamado a su casa e incluso me he tomado la molestia de hablar con una de sus hermanas cuando acompañé a mi abuela al mercado pero ella no quiso comentarme nada.

Decido que debo hablar con alguien de esto, ese alguien es mi adorada abuela.

-Mimí.

-Dime Teodoro.

Tomo mi tiempo para hablar.

Estamos afuera en el estudio que mi abuelo había creado al aire libre, así mi abuela se entretiene regando sus matas y jugando ajedrez conmigo de vez en cuando.

Me siento en el sillón frente a ella, que está analizando una jugada muy comprometida entre una torre y el caballo.

-Cuando estabas de novios con mi abuelo y te molestabas por algo ¿Cómo lo resolvían? -Expongo, ella dejó el juego y me puso atención.

- ¿Algún problema de faldas mi niño?

-La verdad no creo que sea un problema, pero ni siquiera sé qué hice para merecerme la ley del hielo -digo rodando los ojos.

-Haber ¿quién es la afortunada? -Pregunta con voz picara.

-Eleonor Ducke.

Al momento de decirlo ella solo asiente un poco sorprendida. Frunzo el ceño sin comprender su expresión.

-Te voy a contar una historia Teo pero quiero que antes de hacer cualquier pregunta o enojarte, tomes en cuenta lo delicado que es.

-Está bien -acepto confundido.

¿Qué puede ser tan grave para que mi abuela hable sombríamente?

-Hace muchos años; cuando el pueblo apenas era agua, tierra y no había sido habitado, existieron Beate y Astrid; un humano común y corriente y una bruja condenada a muerte por su condición, impropia de esa época. Sé que suena a cuento barato pero esto sucedió de verdad. Tu bisabuelo fue amigo de Beat Ducke, un hombre muy bien parecido y que desafortunadamente se había enamorado de una bruja que la sociedad desestimaba.

-Pero, no entiendo ¿Qué era lo que hacía?

-Allí es donde voy...ella fue condenada a muerte y Beat estaba devastado por esa noticia, su esposa estaba maldita y no sabía cómo detenerlo, hasta que encontró la cura. Una cura que luego les valdría a ambos la vida de su hija.

- ¿Cuál era la cura?

-El acónito.

- ¿Acónito?

-Sí, el acónito era la única planta que crece en el pueblo casualmente, por eso antes no había sido habitado, hasta Astrid y Beat.

«La flor era una especie hermosa pero venenosa si no se sabía usar y a pesar de que Astrid era bruja nunca había usado sus poderes; los uso esa vez, teniendo una visión de ella siendo curada por esa especie y así sucedió; según tu bisabuelo todo volvió a su cauce. Beat y Astrid empezaron a vivir su vida aquí en el pueblo, construyeron la propiedad que es ahora de sus bisnietos y formaron su familia, tuvieron dos hijos; Constanze y Beat II, todo iba muy bien hasta que a los cinco años Constanze empezó a tener reacciones fuera de lugar, sus ojos que habían sido alguna vez marrones ahora eran de un morado tan fuerte que la cegaba a veces.»

«Su condición empeoró cuando comenzó a comportarse muy malvadamente a los nueve años; ambos padres debían soportar sus malos tratos y su odio irascible a todo el que se le acercara. Astrid ya no sabía qué hacer; hasta que un día encontró a Constanze con un cuchillo en la mano matando a un lobo siberiano que pasaba por su jardín, la mamá horrorizada salió corriendo a contarle a su esposo pero su hija no la dejó y también la mató.»

«Fué una noticia que asoló a Beat y que hizo a Constanze sumirse en un silencio por tres meses, se alejó y encerró en su cuarto sin ver a su padre y su hermano que no comprendía mucho de lo que había sucedido, pero se preocupaba por la consternación de su hermana que se estaba matando de hambre a penas a los nueve años. Hasta que después de esos tres meses encerrada salió un día con el cuerpo muy delgado y una sonrisa en el rostro; evitó las preguntas o miradas de su papa y trato de pasar una tarde amena con su familia.»

«Tu bisabuelo estaba ahí ese día y vió como Constanze reía y hablaba con todos, volvía a ser la niña que era antes de que todo aquello pasara. Ya a las seis tu bisabuelo con Beat y su hijo recogieron todo para pasar a tomar café; no querían darle peso al cuerpo débil de Constanze.»

«Al volver afuera, al jardín donde ella había matado al lobo y a su madre, yacía muy tranquila y con una sonrisa triste en el rostro. Había fallecido con los brazos abiertos y dos cartas en la mano derecha. Beat Ducke no sabía qué hacer; solo lloraba por su hija muerta, a la cual le sobresalían rosetas moradas y azules oscuras por todo el cuerpo hasta alcanzar sus ojos abiertos y sin vida, que habían vuelto a ser marrones dejando solo pequeños puntos de morado.»

«Pasaron los días y tu bisabuelo siempre cruzaba el lago desde la ciudad hasta el pueblo para cuidar de que no les faltara nada a Beat y su hijo; le mostraron las cartas que Constanze les había dejado y el las leyó anonadado por tan extraña historia. Lo que la niña había tenido en su corta vida era grave para las siguientes generaciones de los Ducke; la flor que había curado a Astrid había matado a su hija, es decir que la planta en conjunto con la antigua maldición de muerte de Astrid, envió un golpe que transformó a su hija en un monstruo malévolo y ruin. Ambos, padre e hijo, siguieron su vida y fundaron el pueblo... Beat murió y dejó a su hijo a cargo; quien fortaleció ese espacio de tierra tan grande, hizo que las flores fueran plantadas en todo el jardín de la propiedad y también firmó un convenio con el jefe de esa época para que la leyenda fuera contada en el castillo.»

«La tragedia quedó en el pasado por varios años según cuentan. El pueblo crecía y Beat hijo ya estaba casado; sabiendo que en cualquier momento lo que su hermana había tenido seria traspasado a alguno de sus hijos o nietos. Ya estaba en el gen familiar y era más fuerte que cualquier sangre buena, más fuerte que cualquier persona que habitara en el pueblo y el mundo entero.»

Mimí deja de hablar haciendo que parpadee aturdido.

No cabe en mi mente nada de lo que me ha contado y la verdad no le hago caso a lo de no enojarme. Salgo de ahí como propulsado por un motor, volando hacia la entrada de la galería.

- ¡Teo! ¡Espera! -Grita mi abuela desde el jardín.

No le hago caso y arranco mi coche a toda velocidad.

Ella me va a escuchar así tenga que entrar por la ventana de su cuarto.

¿Cómo no podía haberme dicho algo?

Al menos me merezco eso después de todo lo que hemos pasado.

Llego al otro extremo y lo más rápido que puedo pongo en marcha el coche.

La propiedad de los Ducke queda al final de la colina, lo sé porque ya he hecho el recorrido con Eleonor.

Esta constaba de veinte kilómetros de hectáreas llena de las condenadas flores a las cual no he tomado en cuenta antes. La casa se encuentra a lo último con su halo habitual de misterio e imponencia.

Al ver a la hermana menor de Eleonor piso el pedal hasta causar un chirrido, asustándola.

- ¿Dónde está?

Es lo primero que digo.

-Señor Meller, le pido que se retire -murmura, nerviosa.

-No me voy a ir de este maldito lugar hasta que ella me explique todo ¡Me engañó!

La chica que no tiene la culpa de nada simplemente se da media vuelta y entra a su casa cerrando la puerta.

Paso mis manos por el cabello tratando de calmar mis ganas de caer todo a golpes. No me entiendo y no la entiendo a ella. Solo quiero borrar cada cosa que hemos hecho y volver a mi vida normal.

- ¡¡Que quede muy claro que no me iré hasta que salgas de tu escondite a hablar conmigo Eleonor!! -Grito con todas mis fuerzas mirando hacia la ventana de la que se supone es la mujer que me vuelve desquiciado.

֍֍֍

-Joven, le pido que se retire si no quiere que llame a la policía.

Alzo la vista y me encuentro a su madre parada con rictus a unos pasos de donde yo estoy.

Llevo toda mi vida ahí a mi parecer.

Ya el sol se ha escondido y el cielo ha oscurecido hasta dejar el sonido inconfundible de los grillos al anochecer.

Su madre tiene cierto parecido pero apuesto lo que sea a que Eleonor es la única de sus hermanas que se parece a su padre, que al parecer está muerto.

- ¿Ella no piensa hablar conmigo señora? ¿No me merezco aunque sea una explicación?

La mujer solo suspira y niega un poco divertida.

-Una explicación quería yo antes de que mi hija se convirtiera en eso que es... Ella ya no sabe cómo controlarlo. Le pido por favor que se aleje de mi hija; usted sabe que le puede hacer daño y ella también, por eso se aleja de manera tan abrupta.

-No me importa lo que ambas piensen, esperare.

-Pero jo...

-Madre -la interrumpe alguien que esperaba desde hace horas -Deja, yo hablo con él.

La señora duda reacia por unos minutos pero se recompone y se va en silencio.

Ahora que la tengo en frente no sé qué decir.

No se ve distinta ahora que estamos bajo la oscuridad pero su voz filosa me hace recordar a Constanze.

-Te tienes que ir, pones tenso a mi abuelo.

-Han...pasado tres desgraciados días Eleonor y lo único que me dices es que me tengo que ir, con un cuerno tú y yo vamos a hablar -ratifico igual de filoso.

-Si piensas por un momento que me importa que te quedes aquí afuera a la intemperie, estas equivocado. No lo hagas más difícil y lárgate antes de que suceda algo mayor.

- ¿Qué puede suceder? ¿Vas a apuñalarme con un cuchillo como hizo Constaze Ducke con aquel lobo y con su madre? -La reto y ella no se inmuta ante mi conocimiento sobre el tema.

-No, puedo dejarte morir como a mi padre. Una muerte lenta y cruel que no deje rastro.

A pesar de que habla sin una pizca de cariño yo tampoco me inmuto y me acerco a ella todo lo que me permite.

-Si crees tú por un segundo que lo que dices va a hacerme sentir diferente al respecto mis sentimientos, estas mal Eleonor. Yo te amo; con o sin esta condición, cruel o no, buena o no yo te amo y eso no cambia de un día para otro.

- ¿No cambia? Entonces ¿Por qué tengo unas ganas horribles de hacerte daño Teo? Querría ser tan valiente como Constanze que se mató a si misma pero no puedo porque algo dentro de mi me dice que puedo aguantar solo un poco más. ¿Sabes por qué Constaze murió a los nueve años? Porque dejó de recibir todo ese cuidado que una flor necesita, se marchitó en su propia maldad hasta hacer que sucumbiera. A mí no me importaría hacer lo mismo.

- ¿Y ahora por qué es diferente?

-Porque también me di cuenta de que Te amo ¿No me has escuchado todos estos días? ¿No escuchaste mi deseo? Desearía ser más valiente para seguir amándote pero no puedo, no puedo con este dolor que tengo entre pecho y espalda -Dice abrazándose a sí misma- Odio cada parte de mi cuerpo y mi alma, odio a Astrid y a Beat por evitar una muerte que tenía que pasar si o si y me odio a mi por sobre todas las cosas porque en cualquier momento puedo terminar matándolos a todos sin piedad alguna, ya lo hice con mi papa quien dice y no lo haré con alguna de mis hermanas o mama, peor...contigo.

«Te juro que entendí su dolor que raramente también se había vuelto el mío. Entendía lo mucho que la necesitaba o lo triste que me hacía saber que ella me lo había advertido incluso antes de conocerla como la conocía.»

Agarro un pedazo de la manta que tiene sobre sus hombros; es de un material poco conocido, pero me sirve para dejar en claro mi punto.

Trazo un camino imaginario entre su piel y mi dedo.

La manta hace como de pared, dejándome tocar su corazón que palpita diferente al de un ser humano normal.

-Nada importa más que lo que ambos sentimos ¿De acuerdo?

- ¿Y si te lastimo? -sigue ella; mirando mi mano que ahora descansa sobre su corazón, que late a través de la manta acelerado.

-Correré el riesgo por tan solo pasar un minuto más a tu lado meine Liebe (mi amor) -finalizo en alemán entrelazando nuestras manos, imaginando que la manta no está de por medio.


***

N/A

¡Hola!

Oh por dios, creo que a nadie le esta gustando :c

Bueh, a mi si me esta gustando, en especial este capitulo, a veces mi romántica interior sobresale. Sera que me quedare sentada a esperar que los fantasmas de wattpad se animen a comentar que les gusta o no de mi historia.

Bueno, no sigo hablando, chaito.

-Marie Colmenares

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