4.2 La libertada de un inicio
Han escuchado la frase de "estar en el lugar equivocado", pues Rayan lo estaba viviendo justo en ese momento mientras estaba recostado en la superficie dura de una banca de metal, detrás de las rejas de una celda en una comisaría cercana a donde vive. No era su primera vez en un lugar como ese, de hecho, fue por andar haciendo disturbios en lugares públicos que se ganaron una noche con los oficiales. Esa vez se la merecían porque fueron realmente culpables, pero ahora, simplemente se trataba de una enorme equivocación de la cual no saldría tan fácil hasta que decidieran tomar su declaración de los hechos.
El problema en todo esto era que había varios detalles a tomar en cuenta: una pelirroja con un arma punzo cortante llena de sangre, un hombre en el suelo de su casa con una puñalada en el estómago, mucha sangre en el piso de la cocina, una chica en shock que no articulaba palabra alguna, al menos no coherente y luego estaba él un ajeno a toda la escena que llegó en el momento justo para detener a Pia de cometer más locuras. Podría resumir el reporte de los oficiales de esa forma, incluso los habían tratado como criminales buscados por ser asesinos en serie. Tenía manchas de sangre en su ropa, otra en la mejilla derecha, que fue la que tocó el suelo cuando los esposaron mientras los retenían contra el suelo.
Cuando entró a ese apartamento esperaba encontrarla encima de alguna de sus hermanas, dándole de golpes por un mal entendido, pero se encontró con la escena más desconcertante y sangrienta de su vida. Podía cerrar los ojos y ver aún el charco de sangre ensuciando todo a su alrededor, las quejas del hombre estaban grabadas en su cerebro repitiéndose como una tonada de esas de comercial que no puedes sacar de tu cabeza; esto era peor que eso porque le hacía revolver su estómago. Cansado de darle vueltas al asunto se sentó en su lugar frotándose el rostro, irritado de no poder pegar un ojo en todas esas horas.
En la otra celda se encontraba Pia en un panorama no mejor que el de él, tenía la mirada perdida mientras se abrazaba a sí misma, encogida totalmente. ¿Qué habría pasado si él no llegaba en ese momento? ¿Pia hubiera apuñalado más veces a ese hombre? Probablemente sí, ¿era una mejor situación esta? Definitivamente. Solamente que preferiría no estar metido en ese lugar. Las voces de uno de los oficiales se hicieron presente, el tintinear de un llavero hacía eco en las paredes y todo fue más claro en el momento en el que se paró frente a su celda y comenzó abrir la puerta. Su ceño se frunció en confusión ¿Por qué le estaban esperando a que saliera?
—Sal de ahí chico, no tenemos toda la noche para tomar tu declaración – el oficial lo miraba de forma severa esperando que reaccionara y se levantara de su lugar – andando hijo no tengo toda la noche.
Rayan volteo a ver hacia la pelirroja, pero esta no se había inmutado en lo absoluto, no estaba prestando atención a su alrededor. No la quería dejar sola en ese estado tan inusual y al mismo tiempo demasiado correcto. Si quería salir de ahí tendría que declarar lo sucedido y con suerte lo dejarían con una libertad pagada o bien no salía de ese lugar. Se puso de pie lo más decidido que pudo, el oficial se hizo a un lado extendiendo unas esposas frente a él; Rayan obedeció a la orden silenciosa para que se las colocaran, el metal pesaba y sobre todo era frío al contacto con su piel, le molestaba el ajuste, pero eso era algo de lo que no podía quejarse en ese momento.
La humillación de ser llevado a empujones por el pasillo fue algo que se prometió jamás volver a vivir por lo que le restaba de vida, si era que salía de ese lugar y no ingresaba a una cárcel. El oficial lo llevó hasta un escritorio donde se encontraba otro de sus compañeros que estaba en su computador tecleando algunas cosas; el lugar estaba demasiado desordenado con papeles, expedientes, tazas de café sucias y algunas envolturas de pastelillos. Apenas dio los últimos pasos para acercarse al lugar cuando fue bruscamente situado en la silla de metal.
—Todo tuyo, la chica ya dio la declaración solo falta la versión de él para corroborar la información – un medio gruñido a forma de respuesta fue lo único que recibió antes de retirarse y dejar a solas a ambos.
—¿Cuál es tu nombre completo hijo? – el oficial ni siquiera le dirigió la mirada, solamente estaba en su computadora como si se tratase de la cosa más asombrosa de la historia. Le parecía la pregunta más tonta de la vida, Rayan veía sus documentos de identificación en la mesa, estaba claro que ya lo había por lo menos buscado entre los archivos y registros.
—Rayan Maelick – más repiqueteos toscos se escucharon, demasiados para solamente escribir su nombre en la máquina.
—Dime hijo, ¿Qué hacías en ese lugar? Tenemos la declaración de la chica, pero ahora necesitamos la tuya. Una versión que concuerde con los hechos relatados.
Rayan se acomodó lo más que pudo en esa incómoda silla recordando los hechos que interesaban en ese preciso momento. Relató que se dirigió al apartamento porque quería algo de comida, luego había escuchado que las vecinas del lugar mencionaban una clase de pelea o discusión familiar proveniente del hogar de la pelirroja motivo por el cual acudió lo más rápido que pudo. Al entrar al lugar fue recibido por Leah en un estado no muy diferente en el que los oficiales la vieron. Pia por su parte sostenía el cuchillo de forma nerviosa y cómo el hombre trató de atacar de nuevo y ella simplemente trató de defenderse de nuevo.
El oficial nada más se limitaba a asentir sin dirigirle la mirada, anotando en una libreta algunas cosas, cada que escuchaba algo de interés estrujaba su labio inferior con sus dedos para luego escribir sus ideas. Al finalizar la historia por fin recibió una mirada seria, analizándolo, escaneándolo. Lo vio hacerse hacia atrás en el respaldo de la silla y llevó sus brazos por detrás de la cabeza.
—Así que el hombre que estaba en la cocina fue el primero en atacar y las chicas solamente se defendieron – Rayan se limitó a asentir como respuesta, parecía más una confirmación de sus palabras y no una pregunta – según la chica ese hombre era su padre, que tal parece solamente es el padre de una de las dos y de ahí todo el caos. ¿Estabas enterado de la situación?
—En absoluto señor. Si es quien dice solamente conozco las historias por parte de mi amiga. Además de las veces que ha llegado al complejo haciendo escándalos en la madrugada por haber bebido de más.
—Bien, esto es lo que haremos – el oficial se enderezó en su lugar y cruzó las manos sobre el escritorio – saldrás libre de esta, realmente no hay algo que te incrimine con los hechos. Haremos los papeleos y saldrás por la mañana.
—Y ¿Qué hay de mi amiga? Ella no tuvo la culpa que el tipo enloqueciera.
—De eso nos encargaremos nosotros, por ahora no quiero que hables con ella porque entonces podría usarse en tu contra ¿queda claro?
—Pero...
—Bojórquez, quita al chico de aquí y llévalo a la celda. Cuida que no hable con la chica – el oficial estaba dispuesto a llevarlo de regreso tomándolo del brazo para ponerlo de pie – alto, pensándolo mejor déjalo esposado en las bancas hasta que su salida esté lista.
Fue bruscamente escoltado hasta unas bancas de madera donde estaban otras dos personas esperando su turno de tomarles testimonios. Al menos este oficial había tenido la delicadeza de no obligarlo a tomar asiento en ese lugar simplemente le dijo que esperase en el lugar. Por primera vez en toda esa noche tan larga pudo respirar tranquilo, exhalando todo el aire que sus pulmones tenían contenido, sentía pesado el pecho luego de liberarse de su equivocación. Cerró los ojos por algunos segundos sintiendo los párpados pesarle gracias a lo relajado que estaba su cuerpo, luego de tanta tensión.
—¡Rayan! – el casi grito lo hizo espabilarse el poco sueño que lo estaba invadiendo. Comenzó a buscar con la vista quién lo estaba llamando, hasta que vio una chica de cabello negro junto a dos adultos acerándose; definitivamente estaba teniendo una especie de visión extraña de la madre de Pia con el padre de Owen y Leah, como si fueran una familia, esos tres parecían un retrato de familia – ¿Qué te dijeron? ¿te hicieron algo? ¿van a hablar con Pia?
—No lo sé. Es decir, me interrogaron para saber lo que pasó y me dejaron ir porque no tengo mayor aporte al caso y solamente estoy esperando que hagan el papeleo para mi salida.
—Entonces no sabes nada sobre mi hija – la mujer que estaba frente a él era una versión de unos veinte años a futuro de Pia, mismo cabello pelirrojo, ojos verdes, silueta delgada, quizá unos centímetros menos en cuanto altura, pero definitivamente el parecido era demasiado – contesta.
—Mila no te alteres, mantén la calma.
—No me pidas que me calme Spencer, tengo una hija en la cárcel, otra casi violada, un maldito hijo de puta responsable de todo esto en fuga y yo no creo poder más con la situación.
—El hombre de la cocina... - murmuró Rayan llamando la atención de los tres – él es el padre de Pia ¿cierto? y su esposo.
—Casi mi ex esposo, estoy tratando de hacer los papeles del divorcio. Pero sí, me refiero a él. Tú sabes algo sobre lo que sucedió.
—Lo último que vi fue que se desangraba en la cocina, dijeron que llamarían a una ambulancia o algo así.
—¿Ambulancia?
—Mila, que tal si lo llevaron al hospital más cercano.
—Campo Alto es el único que es cercano en esa zona – abrió los ojos en sorpresa al comprender lo que decía Spencer, su respiración comenzó a ser errática, las manos le sudaban y muchos escenarios pasaron por su mente – necesito mi teléfono. Mierda no lo tengo aquí, Spencer préstame el tuyo.
—¿Llamarás al hospital para preguntar por él?
—No específicamente al hospital – tomó el aparato en sus manos temblorosas tratando de recordar el número de teléfono y lo tecleó con agilidad para luego llevarlo a su oído escuchando los timbres, hasta que escuchó la voz al otro lado de la línea – Riven escúchame soy Mila. Necesito que me hagas un favor enorme, recuerdas los expedientes que llevé al área de control antes de irme, tú estabas ahí para el cambio de turno ¿cierto? – hizo una pausa escuchando lo que le decía la chica al otro lado de la línea hasta que obtuvo lo que necesitaba – ¿aún los tienes? Si es así puedes leer los nombres por favor, creo que hubo un mal registro y necesito corroborar.
Esperó por la respuesta sintiendo ansiedad. Nunca esperó que la respuesta le helara la piel, su respiración se cortó, un pitido se instaló en su oído y casi termina soltando el aparato. La voz al otro lado de la línea le preguntaba si seguía ahí, insistiendo por una respuesta de lo que estaba sucediendo, sin embargo, Mila no pudo articular mayor palabra. Como acto reflejo volteó hacia Spencer que la veía con expectativa, preocupado por su extraña reacción, Mila cortó la llamada sin realmente terminarla.
—Mierda...
Los pensamientos sobre la muerte varían de una persona a otra, dándole una perspectiva diferente de acuerdo a las experiencias vividas. Quién no ha escuchado la frase de "ahora está descansando. No habrá más sufrimiento por el que deba pasar", pero el dolor de la pérdida es uno que prevalece hasta que cicatriza y solo queda un recuerdo doloroso. La muerte de uno mismo ocurre cuando nos perdemos a nosotros mismos, desconfiamos de todo lo que nos representa, no sabemos quién se esconde detrás de la máscara porque cuando retiramos una hay otra que oculta una nueva identidad hasta que nos perdemos en un sinfín de sin rostros. Como si nos convirtiéramos en una Matrioshka, esas muñecas rusas que esconden en su interior una más pequeña hasta que llegas al centro.
Amaia fabricó cada máscara especialmente para ocultar cada una de sus inseguridades, construyendo una personalidad fuerte, pero al mismo tan frágil de dañar, por eso ella diría que siempre estaría agrietada con fisuras que dejaban escapar un poco de la esencia original de ella en conjunto con lo negativo que no le beneficiaba. Vio su vida pasar como una película de cinta. Se preguntó si esa sonrisa dulce que tenía la pequeña niña castaña, esa que se podía apreciar en una fotografía que tenía su padre en un portarretrato de su estudio, sería suficiente para darle una especie de paz; esa que con el paso del tiempo se opacó con susurros en su oído de voces atroces que la hicieron presa de sus propios miedos irracionales, fueron sutiles como una serpiente al acecho, incluso si quisiera escapar de su prisión estaría lista para atacar.
"Aléjate de mí, aléjate, aléjate, por favor. Tengo miedo"
"Alguien, por favor sálvame"
"Por favor, sálvame"
Esa dulce voz ahogada entre sollozos seguía dentro de sí misma pidiendo a gritos ser salvada por alguien más, alguien que le diera paz. El miedo, terror, pánico, todo continuaba repitiéndose incluso si trataba de huir, las mentiras la ahogaban en un océano inmenso dejándola en el fondo, sintiendo la presión aprisionarla en su propio cuerpo, sin escapatoria, siempre en una constante carrera por liberarse. Implorando que alguien más encontrase esa parte inocente de ella misma la cual podía liberar de todas esas bestias que la acorralaban, esa otra entidad que le devolviera su sonrisa.
Si el cielo y el infierno libraran una pelea en la tierra, ella estaría en el medio de la batalla colapsando con cada golpe. Rogaba por salir de ese infierno, se sentía incapaz de escapar del sufrimiento. Los gritos de su propia voz interna eran arrebatadores, estremecedores y desgarradores, un alma castigada por las propias llamas que la consumían. Entonces sintió frío entre el calor abrasador, apagando sus emociones, congelando todo a su alrededor. Dando pasos lentos y tambaleantes, sus pies descalzos esparcían algo diferente a lo que conocía; no comprendiendo lo que sucedía se dejó guiar hasta donde se encontraba aquella pequeña niña angustiada porque alguien la salvara.
"Estoy atrapada en una mentira"
"En una realidad que no es la mía"
"Sálvame, por favor, sálvame de esta mentira"
Lie...
¿Realmente quería rescatar ese ser perdido?, ese Yo que deambulaba por pasillos oscuros, como un alma errante. Seguía queriéndose de esa manera, ¿se amaría todos los días a sí misma cuando lo encontrara? Sin importar que las voces la atormentaban intentando hacerla titubear de sus decisiones sus pasos se volvieron más firmes, sus oídos eran sordos ante el sabotaje, sus ojos veían luz al final del túnel. Las paredes se recubrían de nuevo, tenía miedo sí, pero no la detenía, al contrario le daba coraje para seguir.
Seguía siendo la misma Amaia de siempre, la que ocultó, la misma de antes, estaba ahí frente a sus ojos extendiéndole los brazos para recibirla, con alas desplegadas botando y rompiendo la mentira que dejó crecer cada vez más hasta cubrirla en capas asfixiantes que estaban tratando de tragarla completamente. Ahora el frío calmaba el dolor y cuando la luz llegó a su ser lo dejó de sentir, las cadenas dejaron de pesar, dejó que la envolviera atrayéndola a todas esas imágenes, recuerdos con su padre, su pasión por la danza, el cariño que sentía por los chicos, el amor que sentía emanar desde lo más profundo de su corazón por el rubio que le robó más de un suspiro y el aliento. Pero por sobre todo encontró esa razón para salvarse a sí misma, no necesitaba a alguien ajeno, era ella quien debía darse cuenta.
—¿Es normal que se vea tan tranquila en ese estado? – esa voz le traía calidez a su pecho. Conocía ese tono de voz de preocupación, como cuando se caía durante el paseo de la tarde mientras corría y regresaba a casa con un raspón nuevo en sus rodillas – dijeron que despertaría una vez estuviera estable.
—Señor, comprendo su preocupación, pero debe entender que en este tipo de situaciones involucra mucho el agotamiento del paciente – la enfermera vio con tranquilidad al hombre frente a ella tratando de brindarle calidez en sus palabras. Tenía unas ojeras prominentes y no se había quitado de ese sillón desde que ingresó la chica – posiblemente el sedante que se le aplicó aún esté haciendo efecto. En muchas personas depende de su fuerza el despertar antes o después.
—Los puntos en sus muñecas ¿Cuándo se los quitarán? – la voz de la mujer que estaba al lado de la ventana le llamó la atención. No había pronunciado palabra alguna desde que entró a limpiar las heridas y cambiar los vendajes – es la segunda vez que le cambian las vendas, pero veo que aún siguen abiertas las heridas.
—Fueron heridas un tanto profundas me temo que tardaran en cerrar y cicatrizar. Posiblemente en unas semanas – terminó de ordenar los implementos que había utilizado en su carrito y les brindó una sonrisa antes de retirarse.
Ambos adultos tenían cuatro días de estar en esa habitación de hospital, rodeados de enfermeras sonrientes que los veían con lástima, algo que Leonor detestaba porque esas personas no sabían cómo se sentían ellos realmente, incluso ella podía decir que no tenía la mínima idea del sentir de Charlie. No sentía remordimiento realmente por los eventos pasados, en realidad estaba confundida por las decisiones extremas que había tomado Amaia en ambas ocasiones. Ahora ya no era una adolescente a la cual se le haría de menos sus emociones porque no tiene conocimiento del entorno. Tampoco mencionaría que se trataba de una exageración de sus emociones junto con los acontecimientos, quizá y solo quizá cabía la posibilidad que todo lo que pasó hace años se acumuló como una bola de nieve llevándola a esta reacción.
Por su parte Charlie se dejó caer de nuevo en ese sillón que lo ha contenido durante las noches de desvelo y se ha llevado todos sus ruegos para que por fin despierte su pequeña. Volteó la mirada para dirigirla hacia su esposa, la mujer que se suponía con la que pasarían los buenos y malos momentos hasta el final de sus días, esa que días atrás le dijo que nunca estuvo de acuerdo con esto, que le mintió para no quedar embarazada, le había prácticamente obligado a estar en ese lugar ¿seria suficiente tortura para la mente de Leonor saber que era su culpa el estado de Amaia? ¿Era egoísta no querer ser el único padeciendo de algún modo la situación? Al menos podía decir que cuál fuera la razón se quedó durante esos días. Leonor sintió la mirada penetrante sobre ella y le devolvió la mirada, una confundida, expectante por saber lo que pensaba, pero no decía.
—Charlie. Creo que es momento de hablar.
—¿Te parece un buen momento para hacerlo? – la vio con el ceño fruncido, su voz había salido ronca, raspándole la garganta por su falta de uso en todo ese tiempo.
—Sí, es el mejor de los momentos, antes que despierte Amaia y nos pueda dar una explicación de lo que ocurrió – se acercó con pasó decidido hasta donde se encontraba él, tomando asiento a su lado. Le tomó la mano y comenzó a dar caricias en forma de círculo con el pulgar – tenemos que estar fuertes para ella. Tienes que ser su pilar para que no decaiga y para eso hay que aclarar las cosas.
—¿Qué quieres hablar?
—Sobre lo que dije...
—Escuché todo lo que tenías que decir ese día, podemos por favor no tocar ese tema frente a nuestra hija. Dime algo que no me hayas dicho.
—Tienes que saber que lo único que quería era verte feliz. Tú querías un hijo, pero yo no lo veía necesario ¿sabes, por qué?
—Lo ignoro totalmente.
—Cuando mis hermanos construyeron su propia familia los hijos fueron un factor desgastante para la familia. Mi hermano mayor vivía entre deudas, peleas y ni siquiera nos visitaba. Mi madre se volvió insoportable luego de la muerte de mi padre hostigándolo para que llegase a casa y él siempre terminaba discutiendo para que lo dejara en paz.
—Tu madre siempre ha sido un dolor de cabeza cuando se trata de sentirse sola – le dijo dando una risa cansada, recordando lo intensa que podía ser la mujer.
—Luego mi otro hermano embarazó a su pareja y terminó en una disputa legal por su hijo, no lo conocemos, pero la mujer le sacó dinero todo el tiempo, el chico ahora debe ser mayor de edad, no tengo idea de dónde esté ahora porque nunca nos relacionamos. Al final me di cuenta que los hijos realmente no son eso que pintan bonito para completar una familia también la destruyen. Yo no quería eso con nosotros, no quería perderte, me negaba rotundamente a que eso sucediera.
—Pero no me ibas a perder si no teníamos un hijo en esos momentos – Charlie por fin la tomó entre sus brazos sintiendo la necesidad de protegerla y consolarla, o quizá él era quien más lo necesitaba y se aferró al único cuerpo que podría darle un poco de calor desinteresado – solamente debías ser sincera conmigo, no decirme que lo intentarías. Te torturaste todo este tiempo y nos llevaste a un abismo profundo porque tú te sentías mal. No pensaste en nosotros realmente.
Los sollozos de Leonor se escucharon por la habitación, se sentía la peor persona de la historia, más aún comprendiendo que Charlie le recalcaba aquellas palabras que Spencer en su momento también le dijo. Actuó egoísta, su enojo era simplemente un reflejo de lo frustrada que se sentía consigo misma y no sabía cómo canalizarlo de la manera correcta. Había lastimado al amor de su vida quien en vez de gritarle por sus acciones estaba abrazándola, conteniéndola, dándole caricias y uno que otro beso en su cabello.
—Entiende que con todo esto me hiciste daño, a ti y a nuestra hija.
—Estaba molesta.
—Eso no es excusa para tu forma de actuar – la despegó de su cuerpo con dificultad ya que Leonor trató de aferrarse a él. La vio con su cara roja, lágrimas brotando por montón de sus lagrimales, la nariz roja y constipada, mientras hipeaba buscando un poco de aire. Con sus pulgares le quitó algunas lágrimas de sus mejillas y se acercó a darle un beso en su frente quedándose ahí – por algo somos pareja, si piensas diferente tienes que hablarlo para que no haya malos entendidos como estos que traen arrepentimiento por veinte largos años.
—¿Me dejarás?
—¿Por qué te dejaría?
—Por mentirte.
—No somos ningunos niños Leonor, no voy a salir huyendo. Estamos casados desde hace más de veinte años, esto es un problema que se puede solucionar porque el amor que siento por ti puede más que el dolor que siento.
—Perdóname.
Leonor volvió a abalanzarse sobre él buscando consuelo y un perdón, no quería quedarse sin Charlie, pero se había dado cuenta que lo alejó completamente con cada una de sus acciones. Todo el tiempo se engañó a sí misma diciendo que Amaia le robaba la atención de su esposo cuando todo el tiempo ella contribuyó a que esa atención fuera disminuyendo y volviéndose un agotamiento emocional para Charlie, lo drenaba totalmente de su afecto, pero ella no hacía nada para llenar ese tanque de nuevo, nada más absorbía y seguía consumiendo. Dar y recibir de eso se trata el amor, ella solamente era recibir todo el tiempo.
—Creo que no solamente a mí le debes pedir perdón.
—No le pediré perdón a mi madre por alejarme de ella.
—Me refería a nuestra hija.
—Ah, sí, eso...
—¿Eso?
—No tienes que decirme lo que ya sé, es algo que... entiendo que debo hacerlo.
—Bien, ahora necesito que te quedes aquí un momento. Iré por un café y quizá algo de comer.
Charlie se puso en pie dejando a su esposa con una cara de desconcierto, pero él debía salir un momento para poder asimilar lo que ocurría en esos momentos. Leonor no satisfecha con la reacción de su esposo también se puso de pie y le tomó de la muñeca, sujetándolo para que no diera un paso más allá de la puerta de esa habitación. Antes que Charlie preguntara qué sucedía la respuesta le llegó en forma de un beso, un tanto rudo, tosco, descuidado e inesperado. Era solamente el contacto de los labios ajenos con los propios, él mantenía los ojos abiertos por la impresión, pero Leonor los tenía cerrados esperando una reacción, sin moverse; entonces él correspondió con un leve roce, con movimientos lentos, suaves, amoldándose a la forma de los ajenos. El agarre en su muñeca fue liberándose poco a poco, mientras que él aprovechaba a llevar sus manos a la cintura de ella, sintiendo las curvas bajo su tacto, el estremecimiento y las caricias en su espalda.
Mientras el silencio llenaba la habitación el sonar de la máquina que controlaba los latidos de Amaia se hizo más constante en los oídos de la chica. Sentía su cuerpo pesado, tanto que no había una coordinación para enviar señales a cada parte, quería moverse, pero su falta de fuerza se lo impedía. Los párpados le pesaban un poco, haciendo que se le dificultara el abrir los ojos. Sus largas pestañas fueron como cortinas corriéndose para abrirle paso a la luz, una que la dejó cegada por algunos segundos, en los cuales parpadeó acostumbrándose al brillo de la bombilla blanca que estaba en el medio de la habitación junto con la luz natural que entraba desde la ventana a un lado de la camilla.
Llevó su vista hacia abajo notando la sábana blanca impecable que le cubría el cuerpo, a un lado se encontraban unas máquinas junto con una bolsa de suero que goteaba el líquido que iría en un recorrido hasta su cuerpo. Viajó con la mirada el camino hasta donde se encontraba el conducto notando cómo terminaba en su brazo. Sus antebrazos estaban cubiertos por unos vendajes, dolieron al momento de intentar moverlos. Sus labios estaban resecos, al igual que su garganta, se le dificulto acumular un poco de saliva para lograr tragar y lubricar toda la anatomía de su boca. Cada dolor, pesadez, resequedad y entumecimiento le dejaron en claro algo, estaba viva. No solamente porque estaba despierta, ella misma se sentía viva, viendo la luz al final del oscuro pasillo; las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.
Buscó a su alrededor algo que la hiciera sentir como en casa o por lo menos esperando su regreso y lo encontró al girar la cabeza. Sus padres estaban teniendo un momento de reconciliación muy afectuoso con el que hacía mucho tiempo no veía. Sumergida en la calidez y queriendo ser parte de todo aquello abrió la boca, pero nada salió, remojó sus labios con la poca saliva que su boca produjo y tragó para volver a intentarlo.
—P-papá... mamá – murmuró a duras penas. Su voz salió en un tono demasiado bajo, tanto que pensó que no la habían escuchado y más lágrimas se apoderaron de ella, haciéndola sollozar. Acción suficiente para llamar la atención de ambos adultos.
—Princesa – Charlie tenía los ojos bien abiertos en sorpresa comenzando a cristalizársele por ver a su pequeña despierta. Se soltó del agarre con Leonor y prácticamente corrió al encuentro con Amaia, acariciando sus mejillas rosadas – ¿estas bien? Estoy aquí – se interrumpió en ese momento volteando a ver a Leonor que estaba un tanto insegura si acercarse a la camilla como lo había hecho él. Le extendió la mano para llamarla de forma silenciosa y esta no dudó más – estamos aquí contigo pequeña, te estábamos esperando.
—¿Los dos?
—Sí Amaia, ambos estábamos esperando por ti – le contestó Leonor sintiendo un nudo en su garganta que le dificultó el poder seguir hablando.
Charlie las abrazó tan fuerte como queriendo volver a unir cada pedazo de su familia, llorando y agradeciendo por tener otra oportunidad de verla viva. Amaia sentía la calidez del abrazo como el mejor Deja vu de su vida, algo que había anhelado se estaba haciendo realidad, sentirse bienvenida, esperada, amada y sobre todo viva. Con ansiedad por vivir, por buscar a los chicos y agradecerles por estar a su lado. Tener frente a frente a Iham y decirle de una vez por todas lo que provocaba en ella al estar a su lado, porque él le recordaba que era importante como persona, no era un objeto, no una cara bonita, era alguien.
"Vive Princesa Peach, solo así se sanan las heridas del corazón"
La paciencia es conocida como la capacidad que tienen las personas de soportar o tolerar situaciones molestas, irritantes o que representan una adversidad con tal de conseguir un objetivo deseado, o de hacerlo de una manera deseada. Las personas tenemos un límite de esa capacidad y aquellos que la tienen más desarrollada soportan condiciones extremas de una forma más equilibrada, es decir, controlando sus emociones y sabiendo esperar, perseverando en una conducta más maleable. "La paciencia es una virtud Sander" esa era la frase de su abuela cuando algo lo agobiaba. Pero a estas alturas estaba al borde de tirar todo por el caño, al carajo la paciencia y su estúpida serenidad, hasta las personas como Sander tenían su límite, él lo había alcanzado.
Luego de horas de espera en aquella sala, fue un alivio el saber que Aiden estaba fuera de peligro, lo llevarían a observación por unos días y luego lo trasladarían a una habitación donde se le podría visitar como a cualquier paciente dentro del hospital. Pero nadie le dijo a Sander que el lugar tendría restricciones estúpidas en cuanto a horarios y personas que tendrían el acceso a realizar dichas visitas. Había pasado cuatro días desde entonces, solamente tenía el consuelo de tener a Iham completamente despierto para que le diera todos los detalles de cómo se encontraba, ya que, el pequeño detalle de la mentira familiar les permitía tanto a los padres del rubio como a él ser los únicos en ingresar a la habitación.
—¿Qué te preocupa ahora hijo? – la dulce voz de su abuela lo sacó de sus pensamientos quejumbrosos por la situación de sus amigos. Se sentía el peor nieto porque debería estar feliz por tener a ambos abuelos sanos y salvos en casa, pero en vez de eso no dejaba de pensar en lo que sucedía – no has tocado la comida.
—Lo siento abuela, estoy pensando en los chicos y eso no me tiene tranquilo.
—Bueno – la mujer mayor tomó asiento en la silla al lado de él, suspirando del cansancio que estaba sintiendo en esos momentos – comprendo que te sientas así, pero no es bueno que dejes de comer por eso. Si no te alimentas correctamente enfermaras – esa era la frase que utilizaba cuando era pequeño, más específicamente luego del fallecimiento de sus padres – la comida es amor que cura desde dentro, lo sabes.
—Es que no puedo pensar en comida, sí sé que los chicos están en situaciones tan difíciles.
—¿Qué es lo que sabes hasta ahora?
—Iham salió del hospital hace dos días sin riesgos. Rayan dijo que lo hicieron pasar una noche en la cárcel gracias a que evitó que Pia hiciera una locura más grande con su padre, aunque ella aún está esperando a que un juez vea su caso.
—Eso es ridículo, ella no hizo nada, todo fue en defensa propia contra ese monstruo.
—Lo sé abuela, pero yo no hice las leyes – suspiró cansado pensando en lo injusta que era la situación de Pia. A pesar de tomar su declaración al estar implicada con el arma del caso tenía culpa por utilizarla. Estupideces sin sentido – Además, Aiden está en observación aún.
—Pero dijiste que lo habían pasado a una habitación de visitas.
—Sí, pero solamente pueden pasar familiares.
—Entonces, ¿Por qué el niño rubio ese puede verlo? ¿ellos son familia?
—No abuela, simplemente dijeron que eran como una especie de hijo adoptado para que les dieran información y demás cosas con él. Por cierto, su madre parece que es otro problema sumado a la ecuación. Hablo de la verdadera madre de Aiden.
Sander no podía creer lo que le había contado Iham respecto al tema de la madre de Aiden. En el momento que el señor Sorni llegó al apartamento del castaño se encontró con una escena muy tétrica que le heló todos los sentidos; había murmullos, sonidos extraños y uno que otro sollozo. Cuando inspeccionó el lugar se encontró con Avi llorando en medio de la cama de una habitación oscura. Casi entra en una especie de crisis cuando se acercó a hablar con ella, no respondía a su llamado, solamente se encogía en el lugar temblando como borrego a medio morir, pelo lo que verdaderamente lo alarmó fue ver una enorme mancha de sangre en las sábanas; sin importar las quejas y los débiles golpes, la tomó en brazos para llevarla al hospital. Solamente se tranquilizó al mencionar que Aiden lo había enviado con ella, fue como si se tratara de un interruptor automático para que se tranquilizara.
Al llegar al hospital parecía ser una paciente muy conocida en el lugar, pero por lo que llegó era algo totalmente diferente y alarmante. Ni bien entró al área de emergencias fue atendida por enfermeras. Se compadecía de Aiden al tener que lidiar con ella, ahora más que nunca, esperaba que el castaño no tardara mucho en despertar y que la familia de Iham lo acogiera para cuidarlo, posiblemente tendrían que ir en paquete junto a Avi.
—¿Qué hay de Amaia?
—Ella...
La conversación se vio interrumpida por el sonido de llamada del teléfono de Sander quien sin perder más tiempo lo tomó entre sus manos, ver la pantalla iluminada con ese nombre le devolvió la sonrisa y las lágrimas se le acumularon en una demostración de emociones encontradas. Con dedos temblorosos deslizó para contestar.
—¿Hola?
—San...
—Boni...
Según algunos teóricos todas las personas tenemos una construcción de la personalidad desde una edad muy temprana, pero esto nada más es el conjunto de los rasgos psíquicos que conforma la mente de un individuo, para explicar de una manera simple se reduce al patrón emocional, comportamental, también en cuanto a sus actitudes, las creencias que se irán formando con el pasar del tiempo y los hábitos. Esas pequeñas peculiaridades que hacen ser a una persona la persona que es. Sin embargo, eso no solamente queda ahí, no nos quedamos en una etapa infantil con nuestras personalidades, es algo cambiante, fluctuante, adaptable e incluso el primer mecanismo de defensa que tiene la mente para protegernos. Es por eso que muchos tienen ciertas actitudes en lugares específicos o con personas en concreto.
Para Aiden se podría definir como su etapa más crucial a la edad de quince años, cuando sentía que realmente no tenía nada en un mundo tan basto, grande, lleno de cosas por conocer, explorar, ver y alcanzar, pero que realmente nunca lo pudo saber hasta que llegó a su vida un rubio de una con complejo de abuelo cascarrabias que le enseñó una pasión por la música. Entonces se volvió egoísta con el mundo, con lo que le rodeaba, con las personas, lo que era de él era solamente para él y lo que era del resto, él también lo quería. Por eso no podía imaginarse una vida donde no fuera así, no quería regresar a ese sentimiento de vacío, donde su presencia era como la de un fantasma, era un algo y no un alguien.
El calor de un hogar le hizo entender lo que era sentir amor y cariño, tener sentimientos de hermandad, agradecía inmensamente a Iham por tenerlo en su vida, quizá lo único que omitiría sería el momento raro e incómodo cuando se sintieron confundidos por la sexualidad de cada uno, descubrieron que solamente era admiración mutua luego de un intento de acercamiento más íntimo. Fue durante una tarde mientras hablaban de la falta de parejas que tenía Iham, una cosa llevó a la otra haciendo que el juego de decir que posiblemente serían gays se volvió serio, no resultó para nada bien. El intento de "experimentar" los dejó con un revoltijo en el estómago y lo enterraron en una tumba de recuerdos bochornosos que no saldría a la luz. Pero gracias a todas esas experiencias tenía emociones que lo hacen ser él, sentirse él.
Así que en el momento de saber que Iham podría morir y luego de esa horrible pesadilla donde él mismo moría, no quería quedarse de brazos cruzados, se negaba a no poder hacer nada para estar con el rubio que tanto le brindó por años, aunque sea de forma figurativa. Sin embargo, la culpa lo invadió en el momento de querer decidir quedarse en ese lugar, recordó que tenía cinco amigos más que lo estaban esperando, tenía a Owen que era como ese primo molesto que siempre los cuidaba, a su estilo. Aiden lo podría denominar como esos amigos que te dicen: "no consuman drogas, a menos que me invites para poder cuidarte y tomar video de las estupideces que haces". También estaban Rayan y Sander los verdaderos responsables del grupo que lo aconsejaban constantemente. Amaia era esa hermana mayor, que se comportaba como la menor por sus actitudes, pero que al mismo tiempo era muy escandalosa y por último estaba Pia, Dios no podía soportar estar lejos de ella era como su polo opuesto del imán que lo atraía siempre a estar juntos, se cuidaban mutuamente, se molestaban, se reían, compartían tardes o noches enteras hablando de todo y nada. En serio que podía decir que era su mayor motivo de sonreír, todos eran su verdadero inicio, el punto de partida.
No podía soportar verlos mal, notar que estaban tristes o molestos con algo porque él trataba de devolverles esa felicidad con sus comentarios o bromas, su propia actitud despreocupada era una forma de hacer que el humor del resto siempre se mantuviera en el mejor de los ánimos. Pero cómo se suponía que haría eso si él no estaba mejor, ahora lo comprendía.
Entre la oscuridad y la nebulosa de sus pensamientos comenzó a sentirse más real, su garganta estaba seca no podía ni siquiera tragar saliva porque su boca no producía lo suficiente para eso, en su nariz había algo que le hacía cosquillas y al mismo tiempo se le hacía molesto, eso era lo que hacía que su tráquea se mantuviera totalmente seca, por alguna razón se sintió asfixiado de tanto oxígeno. Sus oídos captaron un Pip de una máquina al principio era constante y luego de algunos segundos, conforme él iba tratando de despertar se iban haciendo más rápidos, quizá solamente era la percepción de él ante su propia ansiedad; sus párpados pesaban y con dificultad logró abrirlos.
Lo que sus ojos percibieron era algo que no le traía tranquilidad en absoluto, había salido de la oscuridad para encontrarse con más oscuridad, de un lugar desconocido, no sabía en dónde estaba. Trató de levantarse, pero en el primer movimiento su cuerpo reclamó con un dolor punzante que lo dejó más que quieto en su lugar; la cabeza le dolía, las costillas le dolían, la pierna izquierda le dolía, respirar le dolía, podría decir que sentirse vivo le dolía. Intentó mover su cuello y se encontró prácticamente inmovilizado con un objeto que lo mantenía en su lugar. La camilla en la que se encontraba lo tenía en una posición medio recostado.
—¿D-dónde... estoy? – murmuró apenas, más como un pensamiento en voz alta, para no sentirse tan solo en esos momentos.
Con la vista trató de encontrar algo o alguien en ese lugar que apenas le dejaba ver a su alrededor por la falta de luz, pero que gracias a la iluminación de las máquinas podía ver ciertos objetos, las lágrimas casi se le salieron en el momento en el que divisó un sillón a unos cuantos pasos de donde se encontraba. Una cara malhumorada, con el ceño fruncido entre sueños, cabellera desordenada, hecho un ovillo en el incómodo sillón le hizo saber que no estaba solo.
—Iham... - volvió a murmurar tratando de despertar al rubio. Se sentía inútil en esos momentos porque su voz apenas salía de su garganta. Carraspeó un poco para aclararse la voz y así poder hablar más alto – Iham.
Unos balbuceos fueron la única respuesta que recibió por parte del contrario, sabía que Iham tenía el sueño ligero, solamente debía esforzarse un poco más para lograr despertarlo. Suspiró profundo tratando de encontrar su propia voz en todo eso.
—Iham... hey abuelo... despierta...
—No molestes.
—Despierta abuelo.
—¿Aiden? – murmuró Iham logrando despertar apenas. Realmente no fueron los llamados de Aiden lo que lo despertaron, la realidad es que apenas, cinco minutos antes comenzó a sentir sueño y recién empezaba a caer ante el cansancio cuando escuchó la voz de alguien. Se reincorporó con lentitud mirando entre la oscuridad la silueta inerte en la camilla – debo estar enloqueciendo por la falta de sueño.
—Eres demasiado joven para tener demencia abuelo.
—¡Aiden! – Iham se levantó de inmediato al escucharlo hablar, tanta fue su impresión que se enredó con la pequeña manta que lo intentaba cubrir del frío de la noche; comenzó a mover sus piernas de forma desordenada que casi cayó de cara al suelo, la risa ahogada y dolorida del contrario le hizo saber que no estaba soñando, realmente estaba despierto – maldito mocoso. ¡Sabes cuánto tiempo llevas ahí!, ¿tienes idea de lo que nos hiciste pasar?
—Tuviste más suerte que yo por lo que veo, a mí me duele todo.
—No tendría que dolerte nada, supongo que los analgésicos dejaron de hacer efecto, llamaré a alguna enfermera.
—No me dejes solo.
—No seas llorón, además lo iba a hacer desde el botón que tienes aquí – se acercó hasta la camilla para encontrar el control para llamar directamente a las enfermeras de turno si sucedía algo – ¿Cómo te sientes?
—Como si me hubiera aplastado un camión.
—Pues casi – se frotó la barbilla no sabiendo muy bien cómo preguntar lo siguiente – Aiden, ¿Qué es lo que recuerdas?, lo último.
—Iba corriendo, escapando de unos sujetos que le hicieron daño a mi madre – abrió los ojos en sorpresa recordándola. Eso lo hizo querer moverse de nuevo, grave error al volver a sentir cómo su cuerpo era dominado por un inmenso dolor: la cabeza le palpitaba y el resto era una punzada constante. Apretó los dientes en un acto reflejo esperando que todo se desvaneciera o al menos disminuyera.
—Oye tranquilo, sin movimientos bruscos, no eres Superman. Además de que tu madre me encargue, bueno más bien mi padre lo hizo, pero ese tema lo tocaremos después de acuerdo. Ahora sigue.
—Lo último que recuerdo es ir corriendo por la calle, me topé con alguien que estaba en mi camino, no lo vi realmente, pero me empujó lejos y eso me hizo desviarme. Recuerdo una luz, luego...
—¿Luego?
—Nada, solo desperté aquí.
Iham suspiró entre aliviado por saber que estaba vivo contando la historia y nostálgico porque por un momento pudo sentir cómo perdía a la única figura de hermano que tuvo. Fue difícil para él escuchar que casi muere por el accidente que tuvieron, el tipo que había chocado su auto fue el que impactó contra el cuerpo de Aiden. No sabía mucho más que eso y le enfurecía, pues el tipo casi se dio a la fuga cuando tuvo la oportunidad.
—Iham, tú sabes algo de lo que pasó.
—Algo así. Tuviste un accidente, alguien fuera de control fue el que te provocó todo eso, según los rumores de los que estuvieron en el lugar, después del impacto contra el vehículo, te estrellaste contra el pavimento y rodaste unos cuantos metros. Tienes dos costillas rotas, tienes partida la tibia de la pierna izquierda, dicen que tuviste suerte que no tocara una vena y te desangras, tendrás una cicatriz de guerra gracias a tu caída – el ceño fruncido de Aiden fue suficiente interrogante para entender que pedía una explicación – el hueso rompió la piel cuando te arrastraste contra el suelo y por si no lo sabias pareces una momia de la cabeza con una enorme venda, tienes ocho puntos del lado izquierdo. ¿Cómo es que estas vivo?
—Supongo que fue suerte.
—¿Sí?, pues casi haces que mamá se infarte del susto.
—¿Hablas de tu madre?
—Es la tuya también en estos momentos.
—El viejo truco de la familia, siempre funciona – por algunos segundos olvidó el dolor y se dejó llevar por la risa, pero esta se apaciguó cuando su propia realidad lo atacó con un balde de hielo – Iham, ¿Cómo está mi madre?, dijiste que...
—Ella está... bien, luego podrás verla supongo. Si no es que ella se escapa de nuevo para buscarte.
—Mierda.
—Sí, mierda. Lo bueno es que parece que es amiga de las enfermeras porque la conocen de años.
Aiden sonrió al saber que estaba en el hospital que lo vio nacer, crecer, llevar a su madre en crisis en reiteradas veces y ahora era él la víctima que necesitaba ser atendió, qué irónico, quería tener atención por un momento, pero nunca se imaginó que la vida se la daría de esa forma. Debe tener cuidado con lo que desea de ahora en adelante. Al menos podía estar tranquilo que su madre estaba viva, en alguna habitación.
—Un momento... ¿Por qué está mi madre en el hospital aun? ¿Cuántos días llevo aquí?
—Relájate mocoso, por ahora necesitas descansar y no preocuparte de más.
—No entiendes...
Unos toques en la puerta interrumpieron la discusión en la que se habían metido ambos chicos, sin esperar respuesta una de las enfermeras entró a la habitación encendiendo las luces notando una escena un tanto extraña pues todo estaba a oscuras antes que ella entrara, sin embargo, todo eso se disipó en el momento que vio al paciente de la camilla despierto.
—Veo que despertaste de tu largo sueño.
—Dice que le duele la vida.
—Ya lo creo – sonrió con calidez viajando su vista hacia la bolsa de suero que estaba conectada al brazo derecho de Aiden – traeré algunos analgésicos para que baje un poco el dolor y puedas descansar.
—Es una broma, acabo de despertar y quieren que vuelva a dormir.
—Cállate mocoso.
—Es bueno que hayas despertado, pero necesitas descansar para que tu cuerpo se recupere. Regreso en unos minutos ¿de acuerdo?
—Gracias enfermera.
—Y por favor chicos no griten, sus voces se escuchan en todo el pasillo despertaran a los otros pacientes.
Con ese leve regaño los volvió a dejar a solas, Aiden se sentía incómodo al no poderse mover y la posición no ayudaba mucho, pero tenía que relajarse, debía intentarlo al menos, dejar que lo cuidasen por unos minutos y luego él podría regresar a su vida normal. Mientras tanto Iham solo quería mantener la compostura para no alarmar a Aiden, realmente su madre estaba bien, solamente la estaban controlando por todo lo que estaba sucediendo con ella, o ellos.
La enfermera interrumpió sus pensamientos y ninguno de los dos pronunció palabra alguna dejando que hiciera su trabajo, colocó los medicamentos, tomó notas de los signos vitales, evaluó los vendajes y luego de una sonrisa cálida se retiró. Aiden apenas podía mantener los ojos abiertos luego de diez minutos se sentía agotado, demasiado drogado para su gusto, pero al mismo tiempo cálido por saber qué podía dejar de ser el que protegía a todos.
—Aiden, ¿alguna vez pensaste que podrías ser un buen hermano?
—Te tengo a ti como una figura de hermano mayor, aún no me has dicho si soy bueno o no en el papel del hermano menor molesto – sonrió apenas, sus fuerzas se estaban goteando, casi no abría los ojos, posiblemente lo habían sedado de nuevo o simplemente era el efecto de hormigueo en su cuerpo lo que le estaba arrullando para caer en un sueño profundo de nuevo.
—Y ¿Qué opinas de ser algo como un hermano mayor y no el molesto niño menor?
—Todos ustedes son mayores, no puedo ser eso.
—Aiden... - trató de volver a llamar su atención, pero la respiración profunda y acompasada del castaño le dejó en claro que se había quedado dormido o al menos estaba más inconsciente – creo que tendrás un hermano al cual cuidar.
Aiden no pudo responder, pero esa frase se le grabó en el inconsciente. ¿a qué se refería Iham con que tendría un hermano? ¿su madre estaba embarazada? ¿era todo resultado de la violación que tuvo ese día?, no podía ser así porque para saber ese tipo de cosas tenía que pasar más tiempo. Quería despertar y que le respondieran todas sus preguntas, pero su cuerpo estaba cansado, tanto que no reaccionaba ni siquiera para mover un dedo.
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Segundo capítulo del final subido para ustedes..... que nervios. Seguimos juntos en esta montaña rusa de emociones
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