3.2 Copos de nieve, avalanchas inminentes.

De nuevo lo invadía aquella oscuridad que no dejaba de perseguirlo, girara a donde girara, no importaba el camino que tomara seguía topándose con paredes altas difíciles de atravesar, callejones sin salida. En su boca podía sentir la humedad del ambiente, pero su garganta se sentía seca dificultándole el tragar saliva, podía percibir un olor extraño proveniente de todas partes se filtraba entre sus fosas como un leve cosquilleo, se sentía familiar y aun así le desagradaba. Lo único que le acompañaba en aquel silencio insoportable era su respiración agitada, el constante goteo del agua que asumió venía de alguna parte del techo, pero por más que viera hacia arriba no encontraba más que oscuridad absoluta. Ni siquiera veía sus manos frente a él.

"Tienes que despertar"

"Sé que estás ahí, no te rindas"

Esa frase se repetía cada vez que cerraba los ojos como si se tratara de un mantra impuesto por aquellas voces que le repetían que debía despertar, de verdad que eso era lo que más deseaba. Quería saber si al abrir los ojos se encontraría rodeado por los chicos, sonriéndole; con Iham posiblemente a punto de darle un buen golpe por el susto que los hizo pasar, quizá Rayan estaría a un lado en uno de esos sillones leyendo un libro diciendo que todos actuaban como unos niños, a lo que Aiden respondería de forma dramática y ofendido que no es ningún niño para que esté insinuando eso, Pia lo abrazaría y estrujaría sus mejillas diciendo que era inevitable no decir eso al verlo tan adorable, mientras tanto se escucharía la risa inconfundible de Sander sin privarse que sus ruidosas carcajadas invadieran la habitación y al mismo tiempo estaría Amaia pidiéndole a Iham que no moleste al convaleciente, y por lo menos deberían esperar algunas horas para ella misma gritarle, haciendo sus berrinches.

Se sentía cansado mentalmente, porque estaba metido en un bucle interminable de su realidad que no paraba de cambiar, como si su propia mente le recordara los escenarios dolorosos de su pasado que ignoró al ser tan pequeño e inconsciente de su propio entorno. Era como una tortura pasar por cosas que no recordaba. Quizá eran producto de su imaginación debido a los medicamentos que utilizaron para sedarlo y en vez de darle dulces sueños le estaban trayendo pesadillas de las cuales quería no saber más. Sus manos comenzaron a hacerse puños en búsqueda de percibir su propio cuerpo, la sensación era hormigueante, pero ahí estaba su piel rozando, las uñas punzando sus palmas y la calidez de las mantas cubriéndolo, ¿mantas? ¿calidez? no, no, no, no podía estar pasando de nuevo. Y no quería que sus sentidos percibieran algo, pero era muy tarde, demasiado tarde.

—Estoy cansada de toda esta situación Spencer, me siento confundida – la inconfundible voz de su madre le hizo reaccionar de su profundo sueño. Sintiendo pesados los párpados, su cuerpo se encogió aún más bajo el calor que lo cubría, removiendose perezosamente – me ahogo entre estas paredes que has construido entre nosotros.

—¿Confundida? ¿Acaso he hecho algo para confundirte?, dime una cosa Daria en algún momento te he tratado mal como para que me digas que no estás contenta con lo nuestro.

—Ese es el problema, hace años que no hay un nosotros – alzó la voz desesperada con las lágrimas al borde del colapso, Daria estaba cansada de callar y vivir en una relación que dejó de funcionar, al menos para ella fue así – nos hemos vuelto distantes.

—En ningún momento te he dejado.

—Ya no convivimos Spencer, te veo con suerte una hora al día cuando voy por Owen o cuando llegas a casa, pero todo el tiempo estas en tu estudio. Ya no compartes la cama conmigo.

—Cada noche estoy contigo.

—¡Dormir a mi lado no significa que la compartas! Ya ni siquiera tenemos relaciones, no me tocas, no me ves, no hablamos.

La discusión se estaba saliendo de control a tal punto que un pequeño niño de cinco años, que estaba durmiendo plácidamente bajo sus sábanas, despertara con el corazón acelerado. Tardó un poco en orientarse, enfocando poco a poco la vista para darse cuenta de lo que había a su alrededor; se trataba de su habitación, no la actual, era la misma que tenía en la primera casa con sus padres, rodeado de juguetes, peluches, algunas figuras de acción, un pequeño mueble donde estaba su televisor conectado a la consola de videojuegos, un balón de fútbol y su pequeño desorden.

—¿Es porque conociste a alguien más? – se escuchó la voz profunda de su padre, se notaba molesto, lo reconocía porque era el tono que utilizaba cuando no guardaba los juguetes en la clínica infantil –. Se sincera conmigo y contigo misma, acaso merezco esto Daria.

—No estoy conociendo a nadie.

—¡No! Y el tipo que te ha traído a casa las últimas semanas ¿Quién es? Un espejismo acaso, ¿una alucinación que formaron mis paranoias? – la sorpresa en el rostro de Daria le hizo enfurecer aún más, él podía parecer un desinteresado en su relación, pero todo el tiempo estaba al pendiente de su esposa y su hijo. El hecho de que pasara metido en el trabajo no significaba que se desentendiera, y que Daria dijera que ese era motivo suficiente para su comportamiento le dolía –. No estoy ciego Daria. Sé que durante las últimas semanas no te has llevado el auto, has salido "tarde del turno" todos estos días y para colmo, siempre viene alguien a dejarte, exactamente la misma persona.

—Robert no tiene nada en todo esto.

—Así que, es él – confirmar que estaba siendo reemplazado por alguien más era el golpe más bajo que haya sentido, su pecho se comprimió en un dolor punzante pensando una y otra vez ¿en qué pudo haber fallado? –. Creo que merezco una explicación de todo no crees.

Owen por su parte había victima de la curiosidad, saliendo de la comodidad de su cama para acercarse hasta la puerta de la habitación contraria, estaba entreabierta lo cual hacía mucho más fácil que las voces se escucharan claras en todo el pasillo, aun así, ninguno estaba modulando su tono y tampoco eran conscientes que tenían un pequeño que en vez de estar durmiendo a unos cuantos pasos de su zona de guerra, que en cualquier momento podría despertar gracias a los gritos, se encontraba al lado de la puerta espiando. En serio él no quería estar más tiempo en ese lugar torturando más su mente, dándose cuenta que sus padres no fueron felices desde mucho antes, era un golpe muy fuerte ahora que estaba más que consciente de todo.

—No hay explicación Spencer – suspiró cansada y desvió la mirada pensando en la elección de sus próximas palabras, durante esa tarde había caído bajo los encantos de la tentación que representaba Robert con sus buenos tratos, su atención y escuchándola, no estaba dispuesta a dejar su matrimonio por un malentendido. Enterraría todo eso que apenas comenzaba en el fondo de sus recuerdos, ocultaría los nuevos sentimientos y eso le evitaría cometer una estupidez como la que había hecho esa tarde en el auto del joven doctor – él nada más es un amigo.

—Claro, sabes cuántas veces he escuchado eso en terapia, personas diciendo no quiero dejar mi relación porque me siento conforme ahí – se cruzó de brazos y alzó una ceja, era increíble que Daria no pensaba un momento en la desventaja que se encontraba con él, cualquier argumento no válido sería derribado – en eso me convertí, en tu estúpida zona de confort.

—No es así.

—Sí lo es, te haré una pregunta Daria ¿quieres divorciarte? ¿te gustaría separarnos? ¿Qué tomemos un tiempo para despejar tus pensamientos? No aguarda, esta es mejor – le miró aún más serio, amenazante mientras acortaba la distancia entre ellos dos, poniéndola nerviosa - ¿estás confundida por lo que sientes? ¿Quieres aclarar las cosas para que tomes una buena decisión? – no pudo seguir con su interrogatorio pues se vio interrumpido en el momento en el que sintió un ardor extenderse por su mejilla.

—No permitiré que me sigas tratando de esa forma – Daria le había dado pase libre a sus lágrimas luego de esa explosión de emociones, se sintió acorralada porque Spencer tenía razón en cada una de sus preguntas y no quería contestar ninguna. El rostro de Spencer tenía una expresión neutral como si se estuviera controlando, haciendo que reaccionara, dándose cuenta que la relación estaba en un punto de quiebre, ese donde se estaban faltando el respeto con una simple acción – yo... no quiero estar más aquí. – entró en pánico, huyendo de la responsabilidad de sus actitudes abrió la puerta encontrándose con el peor choque de una realidad diferente – Owen... - murmuró asustada.

—Yo... - murmuró Owen frotándose el ojo derecho con su mano, tratando de acostumbrarse a la luz proveniente del interior de la habitación – tuve una pesadilla – dijo lo primero que se le vino a la mente que podía ser mínimamente creíble por parte de un niño – no quise escuchar nada – envuelto en dudas y queriendo saciar su sed por conocer eso que había ignorado en su momento cometió su segundo error en la noche - ¿se van a separar?

Los ojos de ambos adultos se ampliaron en sorpresa por la idea que había salido de los labios de su hijo. Apenas tenía cinco años como para comprender que la discusión de ambos padres iba en un declive de la relación. Daria en su afán por brindarle seguridad lo tomó en brazos y volvió con él hasta la cama, bajo la atenta mirada de Spencer, él sabía que uno de los mayores miedos de los niños es que sus dos figuras de protección se separen, así que escuchar esa simple pregunta fue suficiente para olvidar el enojo que estaba sintiendo con su esposa. Observó como ella lo tenía entre sus piernas, abrazándolo y diciendo palabras de consuelo.

Con pasos tambaleantes Spencer se acercó hasta ellos mirando fijamente a Daria como si pidiera permiso para invadir el espacio que habían construido ganándose una sonrisa rota y un asentimiento por su parte. Los abrazó de una forma tan reconfortante que sentía como su propio ser agrietado se volvía a unir.

—Está bien si se separan, porque no es bonito verlos discutir – Owen solamente trataba de hacerles entender a ambos que estaba de acuerdo con lo que sucedería, pues en su realidad ese había sido el final. No es como que recordara esa situación con anterioridad, pero no importaba en ese momento en el que estaba en el calor de ambos solamente buscaba darles paz a sus mentes perturbadas – estaré bien.

—No mi pequeño, papá y mamá solamente estaban teniendo una conversación – Daria lo abrazó con mucha más fuerza buscando un consuelo en ello y no para dárselo al pequeño que estrujaba entre su cuerpo –¿no es así cariño?

—Por supuesto que sí – suspiró más relajado entendiendo y leyendo entre líneas lo que trataba de decir – esto es solamente una conversación que ya dejamos en claro cómo nos sentimos – le besó la sien a Daria, dejando unos cuantos segundos antes de bajar sus labios como si se tratar de un pacto silencioso cerrado – lo siento por no prestar atención – le susurró al oído a Daria, haciendo que más lágrimas cayeran – soy un tonto, pero no quiero que sientas que no me importas, ustedes dos son mi único motor para trabajar tanto.

—Será mejor que arropemos a Owen de nuevo, es un poco tarde para que esté despierto – Spencer asintió como respuesta, los soltó de su agarre y se puso de pie alzando al pequeño en sus brazos – vamos juntos.

Ambos salieron de la habitación cuidando de la pequeña unión entre ellos, esa que sellaría más su unión, entendiendo con unas simples palabras que, no solamente a ellos estaba afectado su comportamiento, sino también a su hijo. No querían que repercutiera de forma negativa y tanto Daria como Spencer estuvieron de acuerdo en que sus prioridades debían volver a estructurarlas, porque se seguían manejando como si estuvieran solos aún, no se habían dado a la tarea de incluir realmente a Owen en la ecuación.

Spencer se encargó de dejar bien arropado a Owen quien lo miraba con una cara de desconcierto, esta no era una actitud que recordara de ambos padres, no había ninguna escena como padres unidos que lo consintieran por las noches, ambos le dieron un beso en las mejillas haciéndolo sentir incómodo y con una sonrisa se despidieron de él apagando la luz. Una vez solo en la oscuridad de su habitación se sentó de golpe, esto no era parte de él, pero ¿Por qué se sentía tan bien? Se sentía egoísta ¿Qué estaba sucediendo realmente? Cada vez se sentía menos él.

Dicen que el agotamiento mental es peor que el físico porque no existe un interruptor mágico que apague tus pensamientos cuando te ves abrumado por un sinfín de pensamientos acosadores, había escuchado a Spencer mencionar muchas veces sobre medicamentos que daban eso, pero sin una prescripción válida no los obtendría. Su cuerpo tenía pequeños espasmos, junto algunos temblores, no por la corriente de aire que corría en el ambiente sino más bien, por las repercusiones en su cuerpo. Hacía mucho tiempo que se había agotado físicamente y lo único que la mantenía cuerda era su mente. Entre sus manos sostenía una taza humeante de café matutino, o al menos era un intento del mismo, así como ella era la imagen falsa de un cascarón viviente.

—Mamá, Mia no quiere darme mi peluche – escuchó el grito de su segunda hija sacándola de su trance, regresándola a su realidad, llena de roles adquiridos por obligación, la pequeña rubia corrió hasta abrazar sus piernas restregando su rostro.

—Reah, no pelees con tu hermana.

—Pero ella me quitó mi peluche.

—No es cierto mami, ella no quiere recoger sus cosas del suelo – pronto divisó una segunda cabellera rubia con ojos verdes corriendo hasta ella para abrazar su otra pierna sin importarle que su hermana se encontraba a un lado tratando de empujarla.

—Niñas compórtense, es muy temprano para estar peleando entre ustedes – cansada de la misma situación las trató de separar de su cuerpo obteniendo dos pucheros pronunciados y luego algunas provocaciones entre ellas sacándose la lengua – no hagan eso. Les dije que arreglaran su habitación, tengo que irme al trabajo y no han desayunado aún.

—¿Te llevarás a Pia? – preguntó la pequeña Mia con sus ojos expectantes, su hermana menor era callada, pero problemática, no le gustaba seguir las reglas de la casa en la que siempre las dejaban provocando que la vecina ya no aceptara cuidarla.

—Sí hermosa, me la llevaré conmigo al trabajo. Necesito que cuides de tu hermana ¿sí?

—Sí mami – eso no le parecía para nada a Mia, porque en su pequeña mente lo que significaba que Pia fuera con su madre al trabajo era que tendría la atención de ella durante todo el día, se sentía celosa - ¿puedo ir mañana contigo?

—No mi amor, sabes que tú tienes escuela y yo no puedo estar al pendiente de las tres, porque tendría que llevar también a Reah – eso le parecía aún más injusto a Mia, ¿Cuál era ese privilegio que tenía Pia para ser la única en irse con su madre? – ahora termina de vestirte, desayunen y directo con la señora Laínez.

Un asentimiento fue lo único que obtuvo de la pequeña antes de verla irse a través del pasillo para obedecer a lo que le había mandado, observó a Reah que aún estaba a su lado y con un gesto también le indicó que debía hacer lo mismo, la pequeña a regañadientes hizo lo que en silencio se le pidió. Ahora solamente le quedaba un pequeño desastre pelirrojo que nunca se levantaba temprano, pero que era su responsabilidad tener listo si no quería llegar tarde al trabajo, aunque Spencer le haya dicho que no tenía problema en el caso de que se retrasara.

—Pia, es hora de levantarse amor – murmuró mientras movía un poco el bulto que se encontraba debajo de las sábanas.

—No.

—¿No? – sonrió divertida de la situación que se repetía todas las mañanas desde hace una semana –. Tienes que levantarte pequeña para acompañarme al trabajo.

—No quiero.

—Bien no me dejas opción – alzó las sábanas descubriendo a la pequeña pelirroja hecha un ovillo, la cual se encogió más al sentir el choque de temperatura entre el calor y el frío del exterior. Mila la levantó de la cama escuchando sus quejas, ignorándolas por completo, afortunadamente siempre le daba un baño en la noche a todas las niñas, así que por las mañanas solo tenía que pelear para que se vistieran – tienes que comer un poco, cambiarte e irnos.

—Pero hace frío

—Por eso te abrigaré muy bien para que no tengas frío – le dio un beso en su mejilla, cosa que la pequeña no le agradaba mucho, de hecho, a su hija menor no le agradaba en absoluto el contacto físico, como ella.

Pia había sido su última hija, luego de un intento fallido para no tener más hijos con Robbie. En el momento en el que consiguió un trabajo pensó seriamente en dejarlo, pero su plan no salió como esperaba. Se había colocado un Dispositivo Intrauterino para evitar más embarazos y resultó en un total desastre; su cuerpo no lo aceptó de la mejor forma, haciéndola pasar por días dolorosos, hasta que en la consulta con su médico le dio la noticia que su cuerpo estaba rechazando el dispositivo, tendría que retirarlo y dejar que su cuerpo descansara un tiempo para buscar uno que se adecuara mejor.

Para su trágica historia fue tiempo suficiente para que Robbie abusara de ella en muchas ocasiones logrando embarazarla, por supuesto que ese no era el fin de su esposo, él solamente buscaba su placer y lo que logró fue una bebé pelirroja, una copia idéntica de Mila, no solamente en lo físico, sino también en actitudes. Pia era totalmente rebelde, no le gustaba recibir mucha atención, se rehusaba a tener muestras de afecto como abrazos o besos y si lo hacía solamente eran bajo sus términos, para ser una pequeña de tres años su temperamento era muy fuerte.

Incluso ella se encargaba de escoger su ropa, no le gustaba que Mila la vistiera de ciertas formas y mucho menos que le hiciera peinados extraños como a sus hermanas. Mila solamente quería que su pequeña no perdiera esa actitud nunca, para que nadie se aprovechara de ella y si estaba a punto de caer en algún engaño, se encargaría de advertirle de las malas decisiones.

Cuando sus tres hijas estuvieron listas para salir regresó a su habitación para sacar su bolsa, el sonido de un ronquido le erizó la piel, Robbie aún se encontraba desnudo en la cama. Le dio asco saber que la noche anterior no pudo hacer nada más que callar. Afortunadamente para ella, el estado etílico en el que llegó la libró de algo más porque en el momento en el que intentó tomarla de nuevo cayó dormido encima de su cuerpo, con dificultad logró quitarlo y escabullirse a la habitación de sus hijas para dormir abrazada a sus pequeños cuerpos. Ahora esa imagen le causaba un revoltijo en su estómago; salió casi corriendo del lugar tomando a las tres niñas y realizó su rutina de todas las mañanas; dejó a las mayores con una de las vecinas, mientras que ella salió a su trabajo con la menor.

—¡Mila! – escuchó una voz justo detrás de ella al salir del edificio, la reconocía perfectamente así que una sonrisa se instaló en su rostro para encarar a la chica – ¿ya van al trabajo?

—Hola Avi, así es. Nos acompañas hasta la parada.

—Claro, es justo a donde voy – la miró con sus ojos brillosos, era una chica muy dulce y alegre, aunque en ocasiones también parecía tener una máscara que ocultaba su tristeza sobre todo cuando veía a Pia – Hola pequeña.

—Hola Avi – murmuró Pia, era una de las pocas personas de la que dejaba que le acariciara el cabello cuando la saludaba, incluso le tomaba de la mano.

—Te ves muy feliz hoy Avi, sucede algo especial hoy.

—No en realidad, simplemente es un bonito día para recordar.

—¿Recordar?

—Sí.

—Puedo saber qué es eso tan especial que recuerdas con tanta alegría – la observó con una sonrisa, notando como sus manos iban poco a poco a su vientre y terminaba por abrazarse, el brillo de su mirada se fue opacando hasta reemplazarlo por una cristalización que con rapidez quiso evitar – es algo malo o se trata de tu madre.

—No, ella no es el motivo de mi recuerdo – le sonrió de vuelta como si ya hubiera recobrado el auto control de su dolor – simplemente es especial este día porque me recuerda que siempre tengo a alguien que me cuida todo el tiempo.

Mila hizo silencio analizando las palabras de la chica, Avi apenas tenía diecisiete años o casi los dieciocho, le recordaba mucho a ella cuando salió embarazada de Mia, tan llena de vida, pero la diferencia era que ella siempre parecía tener una mirada melancólica bajo una sonrisa que ocultaba algo más. Quizá la idea que su madre la abonadora tan pequeña era parte de su malestar o el hecho que su abuela fuera la única familia que conocía lo que hacía que pareciera tan frágil en ciertos momentos.

—Mila, puedo hacerte una pregunta.

—Claro Avi, lo que quieras.

—¿Eres feliz siendo mamá? – realmente esa pregunta nunca había pasado por su mente – es decir, no te arrepientes de serlo en algún momento. Por ejemplo, que tú pensaras en haber hecho algo para no serlo.

—Avi, tú estás... - sus sospechas y miedo se reflejaron en la chica de inmediato y para su sorpresa los ojos de Avi se llenaron de lágrimas, era un mal momento para ese tipo de charlas, pero se encontró aliviada en el momento en el que Avi negó.

—No, es solo que a veces te veo tan triste con tus hijas, no piensas que son tus pequeñas y por eso tienes que ser feliz.

—A veces no todo es felicidad en la maternidad.

—Cuando no la tienes también es muy triste – dijo de forma melancólica y antes que Mila respondiera algo más el autobús que la llevaría a la escuela hizo su aparición en la parada – ese es el mío, nos vemos Mila y adiós Pia.

—Adiós Avi.

La situación le había parecido super extraña porque la chica pasó casi un año fuera del complejo y hacía poco que había vuelto, sus preguntas a veces la podían incomodar porque siempre se dirigían al tema familia. De igual forma decidió no dejar que le afectara y esperar su transporte. Su trabajo le permitía tener a Pia tranquila durante el día, Spencer dejaba que jugara con los juguetes de la clínica infantil, a menos que tuviera alguna sesión era libre de utilizar todo. Definitivamente su vida no era fácil y muy pocas veces se dejaba derrumbar, pero justamente esa tarde no lo soportó más. El sonido del teléfono de la recepción resonó en la sala y ella lo levantó de inmediato.

—Clínica de Bienestar y Salud Mental, muy buen día en qué podemos atenderle – dio su saludo habitual esperando la respuesta del otro lado de la línea.

—Hola Mila – la voz animada de Daria resonó al otro lado de la línea

—Hola Daria.

—Ay, pero qué saludo más triste, parece que acabas de salir de alguna sesión con Spencer ¿sucede algo?

—Solamente estoy cansada.

—Por eso estás susurrando

—No, es solo que tengo aquí a Pia que está durmiendo su siesta.

—En serio, ¡qué bien! Yo voy para la clínica ahora con Owen, te parece si salimos y en lo que los niños comen un helado conversamos.

—No lo sé.

—Vamos, es medio día y estoy aburrida en mi día libre. Además, se nota que necesitas hablar.

Daria solía pasar mucho tiempo en la clínica cuando tenía sus días libres, prefería pasar una tarde hablando con Mila a estar en casa. Además del hecho que, en un inicio Mila cuidó mucho tiempo a Owen. Durante el primer año que estuvo trabajando para Spencer fue testigo de los constantes disgustos que tenían ambos, luego un día como por arte de magia parecían una pareja feliz con un hijo. Envidiaba esa actitud, quería saber cuál había sido el secreto para ahora estar tan unidos. Aunque pensándolo mejor no estaba segura de querer tener algo así con Robbie.

—De acuerdo te espero entonces.

—Perfecto, llego en unos minutos – antes de cortar la llamada Daria recordó algo importante – por cierto, dile a Spencer que saldremos a almorzar juntas.

—De acuerdo.

No había terminado de colgar la llamada cuando se escucharon unas voces por el pasillo, era Spencer y uno de sus pacientes. La rutina normal de un simple agradecimiento e informar cualquier inconformidad en el transcurso de esos días. Spencer se quedó un momento sonriéndole a su paciente hasta que lo perdió de vista y luego dirigió su vista hacia ella.

—Es medio día, aún no estás lista para comer – indagó Spencer al verla tan tranquila en su lugar, cuando normalmente estaría corriendo de aquí allá con su hija pidiendo comida - ¿Pia no vino hoy?

—Está durmiendo, pero no la he despertado porque Daria llamó.

—Espero que no piense en robarte por toda la tarde.

—Dijo que solamente sería un almuerzo, helado para los niños y conversar.

—Encárgate de dejar todo listo para los pacientes de la tarde – le sonrió divertido entendiendo que sí se la robaría el resto de la tarde – afortunadamente hoy canceló el paciente de las dos, así que solamente tendré dos más.

—Canceló un paciente, eso es raro.

—Bueno era su primera cita, no es como extraño que se arrepientan a última hora. Así que tranquila ya sabes cómo es esto.

—Siempre evitando hablar del problema cuando lo tienen en frente

—Justo así – la señaló con una sonrisa antes de perderse por el pasillo, dirigiéndose hacia su oficina – será mejor que despiertes a Pia, para que no esté de mal humor y disfrute del almuerzo, y la tarde.

Mila en serio agradecía que su jefe fuera tan comprensivo, la verdad es que en un inicio era muy complicado, pero luego todo se relajó bastante, haciendo un ambiente de trabajo mucho más relajado para ella. Durante su embarazo incluso le dio más tiempo de maternidad, por petición de Daria por supuesto, pero eso no quitaba la oportunidad que tuvo de estar en casa y con un sueldo estable que entraba en su cuenta sin falta.

—Mila estás lista, muero de hambre y tengo a Owen en el auto.

—Casi, solo tengo que despertar a Pia.

—Pues andando, no tenemos todo el día, solamente la tarde – le sonrió ampliamente dejando en claro que su plan sí involucraba pasar el resto del día juntas – iré con Spencer en lo que despiertas a Pia. – decidida se dirigió a la oficina de su esposo y tocó dos veces evitando interrumpir de más. Cuando escuchó un "adelante" sonrió de nuevo para entrar con muchas expectativas de un recibimiento romántico – hola cariño – se escabulló por la oficina, notando a Spencer del otro lado de su escritorio, el cual rodeó y con agilidad se sentó en su regazo quitándole los lentes y por fin robándole un beso.

—Hola para ti también – le sonrió dándole otro pequeño beso y volviendo su vista a sus bitácoras –. Escuché que te llevarás a Mila el resto de la tarde.

—Estoy aburrida, además no te tendré hasta la noche.

—Bien, solo hazme un favor.

—¿Cuál? - sus ojos brillaron en expectativa del pedido que recibiría de Spencer, quizá se trataba de retrasarla un poco porque le esperaría una sorpresa o bien le diría que tenían una cena especial en un restaurante. Pero sus ilusiones se vinieron abajo en el momento en que el hombre abrió la boca.

—Llévalas a casa. Y luego tú y yo podemos cenar en casa.

—De nuevo en casa.

—Sí, de nuevo. Apenas es miércoles no pienses en salidas

—Para mí no hay días de la semana solamente días libres – colocó sus brazos sobre su cuello y comenzó a dar besos en todo su rostro, bajó hasta su barbilla dando pequeños mordiscos esperando provocar algo más, pero solo obtuvo que la alejaran – por qué no hacemos algo diferente.

—Quizá el viernes Daria.

—Ese día aún estaré de turno.

—Entonces cuando no lo tengas – la miró solamente para asegurarse que su falta de agarre se debía a que entendía la situación y no para encontrase con una mirada de decepción – prometo que lo compensaré, pero sabes que entre semana no puedo.

—De acuerdo no importa, quizá alguien más en la calle quiera darme la atención que tú no quieres darme.

—No trates de manipularme así – la jaló de la muñeca en el momento en el que intentó levantarse de su regazo para volver a dejarla sobre sus piernas – tengo una idea. Regresa un poco tarde – le dio un beso en su mejilla – yo compraré la cena de tu restaurante favorito – le dio otro beso en la frente – conversamos un rato – uno más en su nariz – nos daremos un baño y te haré mía una vez estés más relajada.

—Eso me gusta más – sonrió ampliamente, sostuvo sus mejillas dándole un beso que intentó alargarlo entre suaves caricias con los propios, pero todo fue interrumpido por el mismo Spencer que la alejó con suavidad - ¿sucede algo?

—Se te hará tarde para ir con Mila y asumo que Owen estará en el auto – Daria lo observaba como confundida por las acciones que tomaba, Spencer acarició su pierna no de una forma que insinuara algo, sino más bien como una excusa para alejarla – además no es correcto que hagamos esto aquí.

—Tienes razón, me están esperando fuera – le sonrió de manera melancólica y se levantó de su regazo solo para darle un beso en la sien, retirándose de su lado hasta llegar a la puerta. Daria hubiera esperado una despedida más cálida, a él tomándola de nuevo para besarla apasionadamente o quizá el típico cliché donde la detiene en la puerta, en cambio encontró a su esposo inmerso de nuevo en papeles – nos vemos cariño, te amo.

—También te quiero cariño – murmuró Spencer sin quitar la vista de los papeles del escritorio.

Ambos al encontrarse solos suspiraron nostálgicos, pensando en lo mal que estaban ellos como pareja, ninguno estaba totalmente satisfecho con sus vidas porque no tenían los mismos gustos o necesidades. Daria moría por tener más contacto físico para demostrar su afecto y Spencer lo hacía por medio de acciones, comprarle comida, estar al pendiente de llevarle sus cosas al hospital o bien estar siempre disponible para ella, pero ninguno era el tipo de lenguaje del amor que el otro esperaba recibir.

El tiempo es el mejor aliado para sanar las heridas del pasado y al mismo tiempo el peor enemigo cuando lo que queremos es olvidar muchas vivencias que nos duelen, esas experiencias que nos atormentan en el momento menos esperado, cuando estamos a punto de dormir, cuando estamos en la soledad aparecen para traernos a la memoria la vergüenza, la pena o el dolor que pasamos. Para Eugenia, la abuela de Sander, ese era el caso desde hace algunos meses, esa tarde se encontraba sentada, como de costumbre, en una banca del parque al que solía llevar a su nieto para que se distrajera. Durante las últimas semanas había sido muy difícil que el pequeño saliera de casa, apenas volvía a sonreír con pequeños espacios de diversión y ella solamente quería traerle paz a su pequeño corazón, el cual se rompía cada noche que no tenía el calor de sus padres.

Esa tarde parecía ser aún más nostálgica que las otras, estaba corriendo el aire frío de la primavera, esa que debería traer nueva vida ahora era testigo de su oscura aura donde ni la belleza de las flores traía paz a su pobre alma. A lo lejos podía vigilar a su nieto que estaba sentado en uno de los columpios, mirando el suelo de forma cabizbaja, balanceándose hacia adelante y atrás.

Por su parte Sander escuchaba a los otros niños jugar, pero no tenía los ánimos para ser parte del juego, extrañaba sus tardes en familia, ver a tantos niños con sus padres o en su caso más próximo con sus madres le dolía provocando que sus lágrimas salieran.

—Owen, vamos al columpio.

—No corras, Pia te puedes caer.

—Oye ese niño no está usando el columpio. Quítalo.

—Pia no seas grosera – la regañó Owen, tenía de conocerla o de convivir con ella apenas unas horas y ya quería taparle la boca con una cinta, si en la adultez no tenía filtro de pequeña era una molestia caprichosa. Pero tenía el consuelo de verla en esa etapa con sus mejillas rosadas, su cabello pelirrojo largo y suelto, como siempre, eso le daba una probada de su realidad, una pequeña gota de agua en ese desierto que aliviaba su soledad – espera tu turno niña caprichosa.

—No soy... - hizo un silencio ante la falta de conocimiento de la palabra que utilizó el contrario, en su lugar un puchero pronunciado se asomó en sus labios, cruzándose de brazos – solo quiero el columpio.

—Disculpa niño – se atrevió Owen a entablar conversación con el pequeño que estaba ajeno a la discusión entre ellos; cuando alzó la mirada notó que estaba llorando, así que cambió lo que iba a preguntar sacando a flote su preocupación, por el contrario - ¿te encuentras bien? – el niño se mordió el labio inferior y no contestó la pregunta.

—Owen no quiere.

—Aguarda Pia. Niño ¿Por qué lloras?

—Porque perdí a mi mami y papi.

—¿Te perdiste? – preguntó Pia pensando que se había separado de ellos, como cuando ella lo hacía con su madre en el supermercado. Por su parte Owen no tenía un buen presentimiento que ese "perdido" sea el mismo que pensaba Pia.

—¿Quieres decir que no están? – el pequeño solamente soltó a llorar mucho más y asintió levemente – oye, ¿Cuál es tu nombre?

—Sander... - murmuró apenas el niño, haciendo que Owen se sintiera peor, no quería toparse con los chicos en sus peores momentos, pero ahí estaba con Pia en su etapa de niña caprichosa y con Sander llorando por la pérdida de sus padres.

—Owen yo quiero el columpio – chilló Pia impaciente por no entender la conversación que tenían ambos niños, buscando nada más su felicidad y queriendo quitar el obstáculo para alcanzarla.

—Sander, te importaría prestarle el columpio a mi amiga. Si quieres te puedes quedar aquí y podemos...

—No importa, ya no quería jugar de todos modos – se bajó con lentitud para ceder el espacio para la pequeña pelirroja, que rápidamente pasó a su lado tratando de subir – ¿quieres que te ayude a subir?

—Sí – Sander la alzó un poco y al observar esto Owen llegó con ellos para hacerlo entre los dos, dejando por fin feliz a la niña – empújame.

—Sander, tu mami y papi se fueron ¿no es así?

—Sí... - murmuró de nuevo Sander comenzado a empujar un poco el columpio con la pelirroja que exigía atención para que su petición se cumpliera – hace un tiempo mi mami enfermó y ya no regresó del hospital.

—Lo siento mucho, pero tienes a tus abuelos...

—¿Cómo sabes eso? – preguntó Sander extrañado por lo mencionado, no conocía al niño frente a él como para que dijera algo así, mientras tanto Owen se dio una bofetada mental por haber dicho algo que no debió.

—Es que tú abuela... - comenzó a ver hacia las bancas con desesperación para buscar a la mujer, él recordaba que Sander mencionaba sus salidas al parque con su abuela luego de la muerte de sus padres, así que solo estaba asumiendo que estaría por ahí – ella te acaba de llamar y está por allá. Se nota que es grande.

—Oh, sí, mi abuela es la que está por allá – volteó totalmente para poder señalar a la mujer en la banca la cual al notar que era observada por su pequeño alzó la mano para saludarlo y brindarle una sonrisa cálida pensando que por fin estaba entablando una amistad con alguien luego de meses.

Los niños siguieron conversando un poco, Owen cuidando de no mencionar nada más que lo necesario, escuchando la historia triste de un niño de cinco años al perder a sus dos padres. Mientras en el columpio se escuchaban las risas por parte de Pia pidiendo ir un poco más alto. Owen creía que Sander tendría el consuelo de encontrar a Amaia en unos cuantos años, cuando se inscribiera en la escuela de baile junto a él, encontrando en ella ese alguien a quien proteger. Qué equivocado estaba.

Mila escuchaba atentamente la conversación de Daria donde mencionaba lo extraña que se sentía en ocasiones con Spencer, se sentía bien, pero ella decía que podría estar mejor, que en ocasiones se sentía culpable por pensar que merecía más, algo diferente, incluso imaginaba escenas con otra silueta. Para Mila no eran más que quejas sin un fundamento porque notaba la forma en la que Spencer trataba a Daria, algo que ella deseaba tener. Obviamente no quería a Spencer, bueno o quizá sí, pero solo en ciertos momentos, cuando sentía una chispa diferente entre ellos.

—Mila estás escuchando.

—Sí, claro que escucho.

—Lo siento, eras tú la que estaba mal y no he parado de hablar de mis inconformidades ¿Quieres hablar un poco?

—Responderías algo sinceramente.

—Claro, siempre lo hago.

—Hace unos meses – mordió su labio inferior buscando en su mente las palabras correctas para mencionar sus dudas – ¿tú y Spencer estaban mal, cierto?

—Oh... bueno.

—No respondas eso, fui muy impertinente por meterme en su vida, ignóralo en serio, no digas nada.

—Mila tranquila, no pasa nada – le tomó de las manos para tranquilizarla – me sorprendiste con tu pregunta porque no pensé que te darías cuenta de eso, pero quién mejor para notarlo que la persona que pasaba todo el tiempo ahí. Bien por dónde empiezo – dijo dando pequeños golpes en su barbilla con su dedo, como si estuviera pensando las cosas, cuando realmente lo que sucedía por su cabeza era que no había pasado desapercibido el interés de Mila por su relación – estábamos mal porque no nos comunicábamos como pareja. Ya sabes cómo es ese hombre con el trabajo siempre metido entre papeles y yo quería atención.

—Pero, tú también tienes un trabajo absorbente – se detuvo un momento al pensar en lo ridícula que sonaba esa excusa por parte de una persona que exigía atención que no brindaba – él también podía pedir un poco de comprensión de tu parte.

—Bueno mi caso es diferente, entiendes. Tienes que ser médico para entender cómo se maneja todo o ser muy comprensivo para no pedir más de lo que se te puede dar.

—Entonces tú le pedías algo que no le dabas y por eso estaban mal.

—¿Qué?, no, eso no es así – Daria se sintió atacada de cierta forma por las palabras de Mila, la estaba tratando como si fuera una persona egoísta cuando era todo lo contrario, solamente buscaba más atención de su pareja en los momentos que tenían para ellos – la situación era simple, que no nos comunicábamos y eso causaba desacuerdos.

—Y ¿Cómo arreglaron eso?, porque de un momento a otro pareció que mejoró todo.

—Lo hablamos como los adultos que somos – claro que no le diría que casi sale corriendo a los brazos de otro buscando consuelo y lo que encontró esa noche fue una segunda oportunidad en los brazos de su hijo y esposo. Se removió un tanto incómoda en su lugar porque a pesar que todo estaba bien, para ella no era feliz del todo, pero no se quedaría pasando por ese momento sola haría que Mila también sintiera un poco así. Por eso estaba pintando el panorama muy hermoso, notando que la contraria cada vez se encogía más en su lugar – ¿Por qué el interés? Tienes problemas con el padre de las niñas.

—Algo así... - comenzó a frotarse los brazos recordando el tacto áspero pasar por su piel, subiendo y bajando por todo su cuerpo. Un estremecimiento se hizo presente de solo pensarlo – solo quiero... solo busco no sentirme así.

—¿Cómo?

—Usada.

—Déjame decirte algo Mila – se atrevió a extender su mano hacia la mejilla de ella para darle un poco de consuelo – deberías dejarlo, tienes un trabajo con el cual sostener a tus hijas. Créeme cuando te digo que podrías salir adelante sin problema, pero no te quedes sufriendo en un lugar donde no te aman.

—Es por eso que te envidió – murmuró Mila dejando salir por fin una lágrima, ganándose una mirada de confusión por parte de Daria y antes que esta interrumpiera ella siguió – tienes a alguien que te ama, él daría la vida por ustedes. Por eso no lo dejaste ¿cierto? Porque él es ese lugar donde refugiarte, te protege y te ama.

Daria no pudo decir absolutamente nada, estaba en shock al pensar que Mila envidiaba aquello con lo que ella no estaba conforme, ¿eso la hacía una mala persona o a Mila alguien que se conformaba con poco porque nunca recibió lo que merecía realmente? A pesar de su bruma ella nada más le dedicó un asentimiento en respuesta dejando que la contraria descargara todo con sus lágrimas.


No muy lejos de ahí una chica castaña con una sonrisa melancólica y lágrimas acumuladas en sus ojos iba caminando por la vereda con un pequeño ramo de margaritas. Las subidas y bajadas de emociones para Avi era muy fuertes siempre, nunca se había sentido tan sola como la vez en la que entendió que la vida siempre pone obstáculos para todo, dependiendo de uno mismo cómo actuar. Para ella era muy difícil no sentirse en lo más bajo con un poco y en lo más alto con otro poco.

Pero en ese preciso momento estaba llena de emociones que la mareaban en un subidón; pasó por el parque cercano a su instituto donde siempre estaba lleno de la risa de los niños. Una cabellera pelirroja llamó su atención notando que Mila estaba conversando de forma animada con otra persona. Su conversación de la mañana la había dejado pensando en que no todas las mujeres quieren una maternidad y otras solamente viven en la idea de lo que pudo ser. 

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Hola queridos Lectores, espero se encuentren muy bien, esta es la primera parte de este capítulo, pronto tendrán la otra parte. Estoy pensando seriamente en quizá actualizar casi seguido. Aún no me creo hasta dónde ha llegado la historia, pronto tendrá sus 2K de lecturas y no puedos estar más agradecida con todos por esas vistas. 

Nos vemos hasta una próxima actualización. 

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