2.6 La teoría del caos

La vida da un sin de vueltas como si de una ruleta rusa se tratase, en ocasiones los tiros pueden ser tan certeros tan cargados de caos que todo puede estallarnos en la cara y así como el aleteo de una mariposa en Tokio puede convertirse en una Tormenta en Nueva York, esa sería la forma más práctica para entender que, una vez que decides tomar una decisión diferente a lo que el destino te podría brindar solo será la puerta al caos inminente que se desatará, no en un presente sino en un futuro próximo. Entender que la vida humana es como un juego de decisiones, pero más complicado, es por esto mismo que el destino no solamente tiene un final escrito, aunque tengamos dos opciones por tomar, siempre se desprenderán mil ramas más de una misma decisión porque conllevará a otras repercusiones, creando así una red de la cual solamente nos enredamos más y más.

Durante la infancia de Sander sus padres fueron su mayor tesoro, hasta que se le fue arrebatado de la peor forma, y no es como que eso fuera a cambiar. Su padre se accidentaría por efectos ajenos de sus propias decisiones y su madre moriría por su poco interés en luchar una batalla que creyó perdida, una acción egoísta al pensar que no existía nada más luego de perder a su esposo. Lo cierto es que era un secreto bien guardado, que ni siquiera su familia más cercana como sus padres o su hijo se enteraron del porqué su condición empeoró cayendo en picada.

De niño recordaba cómo su abuela lo llevaba al parque luego de la muerte de sus padres, y le encantaba escuchar la historia de cómo salvó la vida de una castaña a la cual se había aferrado para cuidarla siempre. Al menos eso fue lo que su abuela le recordaba siempre que pedía la historia de Amaia, un precioso ángel al que debía cuidar hasta de sí misma. Sin embargo, entre sus buenos recuerdos, existía un gran vacío dejado por la mujer más importante de su vida. Cosas que no recordaba al cien por ciento, pero que su abuela los atesoraba en su corazón como una caja fuerte que aguantaba con cada golpe.

Julio 20 de 1996...

Durante los últimos años sus preocupaciones variaban entre la estabilidad de su hogar con su esposo trabajando todos los días y la constante de velar por su pequeño nieto de cuatro años. Su hija trabajaba todo el día así que ella desde que supo que había quedado embarazada se prometió que cuidaría de ese pequeño todo el tiempo. Sus otros hijos estaban casados y vivían en el extranjero o a horas de camino, así que cuando su hija menor se casó, su mayor miedo era perderla también, para su sorpresa no fue así, incluso se volvieron más apegadas.

Dicen que cuando una madre e hija son distantes durante los primeros años de vida, una vez se separan se vuelven más unidas, un tanto irónico, pero la más grande de las verdades. Existe una simple explicación para este comportamiento en particular, y no es más que al tener su espacio propio las personas aprenden a extrañar lo que les hace sentir seguros, un apego muy normal y que se fortalece con la confianza. Su hija se vio aterrada en el momento en el que quedó embarazada, sintiéndose acorralada sólo pudo recurrir a su única salvación en esa nueva etapa, su madre. Eso estaba bien porque ahora Eugenia Carson disfrutaba el tener a su hija, yerno y nieto casi todos los días compartiendo como una familia más unida a pesar de las adversidades.

Aunque cada arcoíris es el producto de una tormenta, este no iba a ser la excepción, la etapa de felicidad que estaban viviendo se les iba a esfumar como si se tratase de un sueño ligero. Así fue como lo sintió ella esa tarde que su hija llegó envuelta en un mar de lágrimas, sin consuelo que le aliviara el dolor que estaba sintiendo por dentro. Se había estado sintiendo muy mal durante las últimas semanas y decidió ir al médico luego de mucho insistir. Su cansancio extremo lo había asumido a mucho estrés debido a las horas extra en el trabajo, pero cabía la posibilidad que ese cansancio fuera por otra pequeña razón, el comentario de Eugenia insinuando que se parecía a los síntomas que tuvo con Sander la llenó de un brillo que se apagó, como una pequeña llama luchando contra la tempestad que se le vino encima.

Sus esperanzas que fuera agrandar la familia se vieron desplomadas en el momento en el que sus análisis de embarazo dieron un negativo rotundo, para dar un diagnóstico peor aún. Lupus, esa palabra se repetía en su cabeza desde el momento que lo pronunció el médico. Recordaba al hombre hablar, pero no escuchó ni una sola explicación; incluso se levantó del consultorio por inercia sin pensar en nada más que llegar a casa y refugiarse en los brazos de su madre. Justo donde se encontraba en estos momentos, mientras la mujer le brindaba caricias en su espalda, sin obtener una respuesta de ella.

—Hija no has parado de llorar desde que entraste a casa – se le estrujaba el corazón de sentir como el cuerpo de su hija se encogía cada vez más hasta hacerse un pequeño ovillo, sus puños se aferraban al agarre de su blusa buscando algo a lo que mantenerse sujeta a realidad – me duele el corazón de solo verte así, dime mi niña ¿Qué sucede? – la tomó de las mejillas limpiando las lágrimas que seguían cayendo, ni siquiera se molestaba por lo húmeda que había quedado su ropa por los fluidos provenientes del llanto incontrolable.

—Mamá tengo miedo – logró articular entre sollozos ahogados que le dificultaban hablar. Sentía como el nudo en su garganta no la dejaba ni siquiera respirar, sus fosas nasales estaban totalmente congestionadas, sus ojos ardían, pero eso no la detenía de llorar con amargura, su pecho se oprimió en el primer intento de siquiera pronunciar lo que sucedía – ¿qué voy a hacer?

—Explícame mi cielo, me estas asustando – su madre no daba crédito a lo que veía y se sentía tan desconcertada al ver cómo se volvía a esconder en su pecho aferrándose aún más que antes – sucedió algo en el trabajo – ella negó, restregando su rostro el cual se rehusaba en sacar de su escondite – le pasó algo a Lian.

—No... no, mamá – se separó un poco, pero solamente lo suficiente para levantar la vista para observar la imagen borrosa de quien la protegía entre sus brazos – recuerdas que fui al médico porque no me estaba sintiendo bien.

—Sí mi amor, yo te dije que los síntomas eran parecidos a cuando estabas embarazada de Sander y te negaste rotundamente a ir – una sonrisa involuntaria salió de sus labios al pensar que esa posibilidad estaba confirmada en estos momentos - ¿fuiste al médico?

—Hubiera preferido mil veces no haber ido.

—Es porque nuestras sospechas se confirmaron acaso – una emoción la invadió llenando su pecho de amor puro, pensando que posiblemente su hija estaría esperando otro bebé y este sería un episodio más de crisis por la noticia justo como sucedió en su momento – es porque Lian insinuó algo sobre no tener otro hijo es eso

—No – la sonrisa que tenía su madre se borró de inmediato con esa palabra y la cambió por una mueca de confusión, ¿Por qué era tan difícil dar malas noticias? Si fuera una noticia como la que se imaginaba su madre hubiera sido menos complicado, pero cómo le explicas a una persona que estás enfermo de algo que no tiene cura.

—Estás asustada porque sientes que es muy pronto – ella volvió a negar y a su madre se le estaba terminando la paciencia, no sabía cómo consolarla y el hecho de su silencio acompañado de desgarradores sollozos no ayudaban en nada – cielo dime entonces ¿Qué es?

—Tengo Lupus mamá – con la poca fuerza que le quedaba pudo soltar la frase más dolorosa, seguida del tiro de gracia – estoy enferma, me voy a morir.

—¿Qué dices? – la soltó de su agarre estando en shock total por lo que había escuchado, no fue tanto el nombre de la enfermedad lo que la conmocionó, sino lo último ¿Su hija iba a morir? - ¿Por qué dices que vas a morir? No, no si estas perfecta solo te sentías cansada.

Dicen que la primera etapa al saber que estás enfermo es la negación y el fatalismo inminente de pensar que estás atravesando por algo totalmente nuevo que pone en riesgo tu vida. Es tan difícil para la persona afectada como para el resto de allegados aceptar que alguien está enfermo o muriendo por alguna enfermedad. Eugenia no entendía nada del porqué su hija decía que iba a morir, se negaba rotundamente a aceptar algo como eso.

—Eloise tu no vas a morir hija.

—Sí lo haré mamá y no sé qué hacer, me siento perdida en estos momentos. El doctor comenzó a decir que era una enfermedad degenerativa. Que iba a empeorar, que las medicinas solo me darían una calidad de vida para sobrellevar la enfermedad – Eugenia dejó de escuchar lo que decía su hija, era demasiada información para tan poco tiempo, no terminaba de digerir algo, cuando su hija tartamudeaba otra cosa más – mamá estás escuchándome.

—¿Eh?

—Digo que no sé qué hacer ahora, Sander está muy pequeño y si empeoro – llevó sus manos a su rostro – no nos alcanzará el dinero para las medicinas, o las consultas con los médicos.

—Eloise, esto se va a solucionar ya lo verás – no sabía ni siquiera lo que estaba diciendo en esos momentos, pero no encontró más palabra de aliento – saldremos adelante como la familia que somos, no están solos, nos tienen a nosotros.

—Son demasiadas cosas encima mamá. Tenemos el alquiler de la casa, incluso estábamos pensando en comprar una, ahora eso va estar más que descartado. Lo arruine todo.

—Aguarda un minuto – la detuvo en su balbuceo incoherente, podía aún no aceptar que estaba enferma, que traería mucha inestabilidad, pero culparse por algo así no – tú no tienes la culpa de nada.

—Soy yo la que está enferma y muriendo mamá – rompió el contacto con su madre y se alejó respirando pesadamente – gastaremos dinero en mí para que sobreviva cuando todo ya está perdido, es una batalla contra la corriente. Solo estaré retrasando el fin que ya conozco.

—No vas a morir Eloise entiendes – alzó la voz tomándola de los hombros para sacudirla un poco, tenía que hacerla reaccionar se estaba tirando ella sola al pozo del vacío y apenas empezaba la batalla – tú no morirás.

—¿A qué se refiere señora Eugenia? – la voz de su yerno interrumpió la discusión en la que se habían envuelto en pocos minutos, ambas mujeres observaban al hombre que estaba parado en el marco de la puerta con el ceño fruncido - ¿Eloise?

Estuvieron tan metidas en su discusión que no se percataron del momento en el que sonó el timbre, mucho menos de cuando un pequeño castaño salió corriendo al encuentro de su padre para abrirle la puerta, se había entretenido un poco saludándolo, pero eso no evitó que al entrar en la cocina de donde provenían las voces alteradas de ambas mujeres escuchara claramente la última frase que dijo su suegra. Aún sostenía al pequeño entre sus brazos mientras se aferraba a su cuello escondiendo su rostro entre el cuello y su hombro; su pequeño era lo único que lo anclaba a estar tranquilo y pensando con la mente fría. No iba a, ponerse a gritar como desquiciado pidiendo una explicación frente al menor.

—Lian... – su voz sonó quebrada y ahogada aún gracias a que el nudo en su garganta volvió a acentuarse, quiso moverse hasta su encuentro, pero sus pies estaban fijos en su lugar. La mirada de su esposo estaba rogando por una explicación, y ella solo pedía no tener que explicar de nuevo todo, aunque era totalmente inevitable –. Puedo explicarlo.

—Por favor – habló dolido, triste, se sentía destrozado por la fuerza de las palabras que escuchó, no es como si luego de un día de trabajo quisieras encontrarte con la escena del amor de tu vida siendo víctima de una muerte inminente, una muy lenta y dolorosa – merezco una explicación de todo esto.

—Creo que yo llevaré a Sander a la habitación – tomó al niño entre sus brazos, el cual no puso mucha resistencia para irse con su abuela – ustedes necesitan privacidad para hablar.

—Muchas gracias señora Eugenia – era un agradecimiento que englobaba mucho, el hecho de llevarse a su hijo de la escena y que les diera su espacio.

—Papi prometiste que jugaríamos – la voz de su niño le destrozó, pero debía ser fuerte por él en estos momentos, él era el pilar fuerte que no tenía por qué mostrarse débil. Así que con una sonrisa rota y una dulce caricia tranquilizó el puchero del pequeño.

—Prometo que lo haremos, ahora ve con la abuela, en seguida llego contigo.

—Bueno – eso no lo convenció del todo, pero su abuela ya lo tenía entre sus brazos llevándolo hacia la habitación, diciéndole que ella jugaría con él en lo que su padre llegaba.

Mientras tanto en la cocina el ambiente se volvió más tenso, el aire se hizo pesado dificultando el respirar, era eso acaso o la incertidumbre de no querer saber lo que realmente estaba sucediendo. Eloise se mordía el labio inferior muriendo de nervios por la reacción de su esposo, si bien ya había escuchado una parte de la verdad, era obvio que le pedirían una buena explicación. Lian se acercó a ella con su mirada perdida, por dónde empezaba, no estaba seguro de querer escuchar.

—Eloise.

—Lian.

Ambos se interrumpieron al mismo tiempo, esto parecía un deja vu de cuando decidieron ser pareja y ambos hablando al mismo tiempo, una vieja costumbre de ellos; en los momentos importantes siempre terminarían haciendo lo mismo sonriéndose de forma cálida para luego correr a los brazos contrarios, pero en esa situación ambos necesitaban ser consolados, por el contrario. El silencio incómodo se volvió a instalar entre ellos, las miradas fijas parecían que se estuvieran retando para ver quién rompería el hielo de la situación.

—¿Por qué tu madre dijo que morirías? – no resistió mucho más con esas palabras en su cabeza dando vueltas, tendría que cobrar renta si no las dejaba salir – Eloise ¿Qué sucede?

Fue como activar un interruptor en la mujer quien se volvió a derrumbar frente a él, las piernas le fallaron para seguir de pie, algo que no pasó desapercibido tomándola entre sus brazos de inmediato, la sostuvo con todas sus fuerzas, conteniéndola de sus sollozos ahogados, casi no rodaban lágrimas por sus mejillas eso le hacía pensar que tenía horas llorando como para haberlas gastado todas. Le destrozaba el alma sentir su cuerpo temblando de manera incontrolable. Podía ser fuerte ante el resto de personas, pero ella siempre sería su mayor debilidad.

—Lo siento Lian – al parecer era el día de arrepentirse de todas las acciones de su vida porque no podía soltar nada más que arrepentimientos – lo arruiné todo.

—Eloise no entiendo. Por favor necesito que me digas lo que está sucediendo.

—Estoy muriendo prácticamente – se rio sin la menor de las gracias, a este punto estaba entrando en la fase de ira – arruine todo, nuestra vida, la de nuestro hijo, la mía, la de mis padres y todo porque voy a morir.

—¿De qué estás hablando? – tomó su rostro para verla a los ojos, se notaba tan molesta y triste que no entendía si las lágrimas eran de una emoción o la otra - ¿Por qué dices que arruinaste nuestra vida? ¿Por qué dices que estás muriendo?

—Tengo Lupus – la palabra estrella del día como si fuera un buen augurio diciéndolo a los cuatro vientos – lo que quiere decir que moriré.

—Eloise eso no es cierto, existen tratamientos y procedimientos para tratar la enfermedad.

—Eso solo me dará una calidad de vida Lian, tengo que tener varios chequeos, medicamentos específicos. Mi cuerpo se irá deteriorando con el tiempo. Ni siquiera tenemos dinero suficiente para eso.

—Saldremos de esto Eloise no dejaré que mueras así de fácil. Tenemos que luchar por nuestra familia. No tires todo al vacío sin antes haber luchado la batalla contra esto.

—¿Qué vamos a hacer Lian? – sonaba más a un pensamiento y no porque estuviera buscando una verdadera respuesta por parte de él - ¿Qué pasará con Sander y contigo?

—Por eso debes aferrarte a la vida mi amor tienes una razón para luchar – la abrazó mucho más fuerte escondiendo su rostro en su pecho – no te preocupes por el dinero, conseguiré otro empleo mientras tú puedas seguir trabajando. Les pediremos a tus padres que nos dejen mudarnos aquí para quitarnos el peso del alquiler – le repartió besos en su cabeza acercándola más a su cuerpo – estaremos bien mi amor.

Esa noticia no fue más que el inicio de una lucha familiar por mantener a flote a Eloise en cuanto a su enfermedad, nunca dejó de trabajar porque eso representaba una fuente de ingreso económico y mientras la enfermedad no le impidiera hacer las cosas no se dejaría vencer. Tenía el apoyo de su madre, un esposo amoroso que no la dejaba caer ni en sus peores momentos y un hijo por el cual daría su vida, sin dejarse perder en la batalla. 

 Con el pasar de los meses, comenzó a entender que si en algún punto de su vida moriría por alguna complicación de la enfermedad se arrepentiría en sus últimos días por no compartir lo suficiente con su familia. Así que con el fin de quitar un poco la tensión que invadía la casa, decidió que sería una buena idea salir al parque con su hijo, su esposo y en ocasiones con su madre quien siempre estaba dispuesta a acompañarlos para cuidar de su pequeño si surgía algún imprevisto.

Aquella tarde como muchas salieron al parque, tenía la suerte que su esposo no regresó tan tarde del trabajo así que estuvo de acuerdo en acompañarlos para jugar un rato con su pequeño y disfrutar un momento en familia. Estando en el lugar su madre solía sentarse en una de las bancas alejadas de los juegos infantiles, mientras les observaba como familia, le gustaba ver la dinámica que tenían. Eugenia le conmovía tener la imagen de los tres conviviendo felices en esas tardes, por lo que siempre mantenía su distancia. Aun así, le gustaba observar alrededor porque el ambiente siempre era animado gracias a las risas de los niños.

La visión de una mujer en particular le hizo levantarse de su lugar, estaba respirando entrecortado mientras se doblaba en su lugar. Sus instintos se activaron haciéndola pensar que, quizá necesitaba ayuda, así que sin pensarlo mucho fue a socorrerla de inmediato.

—¿Se encuentra bien? – llegó a su lado para sostenerla por un momento, no respondía y parecía que se estaba ahogando – ¿le sucedió algo?

—No... no... no respiro – dijo entrecortado, la voz le pareció familiar, pero su rostro estaba mirando hacia abajo, incluso las respuestas sonaban más pensamientos en voz alta – no respiro... me hace falta el aire.

—Tranquila – trató de enderezarla y al entrar en contacto con el frente de su cuerpo una curva notable la sobresaltó, estaba embarazada. La mujer alzó la vista y por un momento se vieron con detenimiento. La recordaba de una de las tantas veces estando en el parque, le había parecido una persona muy asustada en ese momento y ahora la imagen que le brindaba no era para nada alentadora – eres tú.

—¿Es usted? – la vio con desconcierto, sería mucha coincidencia encontrarse con la misma persona en el mismo lugar. Aun así, la ayudó a caminar con dificultad hacia una de las bancas donde parecía estaban sus cosas.

—Tranquila, cielo, tienes que relajarte toma asiento – de nuevo ahí estaba ese tono de voz cálido, no la conocía y era la segunda vez que la trataba así reconfortándola con unas cuantas palabras – no le hará bien a tu bebé si sigues así, toma un poco de agua – le acercó una botella, la cual estaba pensada para el pequeño de su nieto, pero esto se trataba de una emergencia. La mujer la tomó dando pequeños sorbos, sus manos temblaban y su respiración entrecortada le dificultaba el tomar del líquido – respira, trata de tranquilizarte. ¿Por qué estás tan alterada, cielo?

—¿Por qué me ayudó? – sonaba rudo y frío para alguien que acababa de ayudar, pero era comprensible su reacción, el de estar a la defensiva, no sabía qué le sucedía así que podría tomarlo como una acción negativa en vez de una ayuda – es decir, gracias. Lo siento si fui impertinente y grosera. Yo solo no esperé que alguien notara que estaba...

—¿Que te encontrabas mal?, cariño nadie es lo suficientemente invisible como para pasar desapercibida – colocó su mano sobre la pierna de la embarazada, a diferencia de hace unos meses se veía adorable con esa imagen maternal con sus mejillas un tanto más rellenas, aunque no podía decir que ella gozara de la mayor de las felicidades en su rostro, así que no quiso abordar tan rápido el tema.

—Al parecer yo, sí lo soy – soltó de forma ácida, no era un buen augurio y menos la forma despectiva en la que miró su vientre abultado antes de recostarse en la banca – siento que no soy yo misma en estos momentos, solamente soy esto.

—Es normal que cuando estás embarazada la atención se la lleve tu bebé, pero no por eso dejas de ser persona y menos tú misma.

—No para mí, lo único que es escucho es, no hagas eso por el bebé, no hagas aquello por el bebé, come esto por el bebé, ve al médico por el bebé – las lágrimas comenzaron a salir de inmediato se notaba que eso le molestaba aún más pues quitaba cada gota salada de una forma poco gentil de su rostro, era normal que una mujer en su estado le afectase las cosas en sobre manera, las hormonas hacían estragos en el cuerpo de cualquier mujer – siento que me estoy perdiendo a mí misma con el pasar de los meses, convirtiéndome alguien que no soy lloro por todo, me enojo por cosas sin sentido, luego quiero comer todo lo que tengo enfrente, al mismo tiempo me veo y soy una pelota que se hincha con el aire que respiro.

—Ya sabes qué será – dudó por un momento si responder a la pregunta porque no quería sentirse ahogada de nuevo en preguntas, pero qué más daba si la única persona ajena le preguntaba algo como eso, así que asintió – te digo algo, ellos sienten cuando su mami se siente mal. Así que si tú no te encuentras bien este pequeño de aquí....

—Es una – dijo en seco – es una bebe lo que tendré.

Hacía unos días que se había enterado que el bebé que esperaba era una niña, no le dijo a nadie porque desde hacía semanas que todo mundo la hostigaba preguntando qué sería para llevarla de compras y no podía estar en más desacuerdo con pasar horas pasando de tienda en tienda viendo cosas que no le traían emociones positivas. El día de su chequeo mensual decidió ir sola, el médico le preguntó si le gustaría esperar a saber hasta que estuviera su esposo presente, a lo que ella respondió con un "da igual" la noticia llegó sin emoción alguna. Tampoco se lo había dicho a Charlie, porque se sentía traicionada cada vez que él comentaba algo de su embarazo a su familia, así que solamente ella lo sabía y ahora la mujer mayor que tenía a un lado.

—Bueno esta pequeña de acá es la única que en estos momentos te entiende, están las veinticuatro horas del día juntas compartiendo no solo los alimentos, también tus emociones.

—¿Ella siente lo que yo? – la volteó a ver con una ceja alzada, sonaba algo muy fuera de lo que venía escuchando porque hasta cierto punto estaban hablando de ella y no de la bebé, cuando en otras ocasiones siempre se trataba de lo que sentiría la bebé – quiero decir sabe que estoy molesta con ella.

—No lo sabe como tal, pero lo siente – le sonrió de forma cálida – estas enojada con ella porque te ha molestado durante los últimos meses.

—Demasiado.

—Bien no te preocupes por eso ahora, estás en tu derecho de enojarte – de repente un pequeño castaño corrió hasta donde se encontraban sentadas abrazando a la mujer mayor sacándole una sonrisa automática – estos pequeños nos vuelven quienes no somos cuando están dentro.

—No es un poco mayor para tener un hijo de esa edad – era bastante duro por su parte la forma en la que se refería a su nieto, pero Eugenia lo tomó con gracia sacándole una sonrisa sincera – ¿dije algo divertido?

—Este es mi nieto Sander, saluda cariño. – el niño se sonrojó de forma tímida escondiéndose un poco contra su abuela, lo cual le llamó la atención a Leonor se veía por así decirlo adorable con sus mejillas regordetas y rosadas, tenía el flequillo mojado posiblemente por el sudor al estar jugando.

—Hola señora - aún en su timidez el niño soltó su pequeño saludo.

—Soy Leonor, pequeño, no me digas señora.

—¿Lenor?

—Buen intento – sonrió ladeado para el pequeño, le enternecía la imagen que le estaba dando, tanto así que la pequeña persona en su interior decidió que era buen momento para hacer acto de presencia. Aún no se acostumbraba a que se moviera de forma tan brusca y eso le dolía, sacándole una queja por lo bajo, se llevó una mano hasta la zona por inercia en lo que se relajaba – no de nuevo.

—¿Qué tienes ahí? – señaló el pequeño con su dedo justo en su vientre, el cual había llamado su atención desde que llegó al lugar solo que era muy tímido para preguntar - ¿duele? -preguntó al ver la cara de dolor de Leonor.

—Solo un poco pequeño.

—¿Te duele la pancita porque comiste mucho? – volvió a preguntar, estaba en esa edad donde quería saber todo y sus razones – por eso tienes así tu pancita.

—No mi amor – le sonrió su abuela, derritiéndose de amor como efecto de la inocencia del pequeño – ahí dentro se encuentra un pequeño bebé.

—¡Un bebé! Te comiste un bebé – para la mente de Leonor escuchar aquello fue refrescante porque durante todos esos meses sentía que a quien se habían comido era a ella, así que la risa no la pudo controlar.

—No, amor, ella va a tener un bebé. Recuerdas que mamá dijo que tú estuviste en su panza antes de nacer, pues Leonor tiene a su bebé aquí dentro – fue inevitable no tocar el vientre de ella, lo había evitado durante todo el tiempo, pero no lo soportó más, las embarazadas tenían eso que te instaban a dejar caricias en el vientre para sentir una pequeña parte del bebé que está en su interior – ven Sander siente.

Eugenia le tomó la manita a su nieto para que logrará sentir los pequeños movimientos del ser que estaba dentro, el niño se asombró tanto que quitó su mano. Pero luego notó el movimiento por sobre la ropa y la curiosidad pudo más que el pequeño susto que había tenido con anterioridad.

—Se mueve – sonrió hacia su abuela – se mueve mucho.

—No tienes idea de cuánto amaría que ella no lo hiciera tanto.

—¿A-ma-ia? Así se llama.

—De hecho, no tiene nombre, no lo he pensado hasta ahora. Amaia... – murmuró, fue más un pensamiento en voz alta, había sonado bonito cuando el pequeño lo deletreo. Le gustó esa idea. De pronto se sorprendió porque el menor se acercó a su vientre para abrazarla colocando su mejilla y pegando su oreja lo más posible como si fuera a escuchar algo.

—Hola Amaia – dijo colocando su boca en su vientre casi como si estuviera buscando hablar con ella – me llamo Sander – la bebé comenzó a moverse de nuevo esta vez con mayor intensidad sacándole un siseo bajo, sin embargo, no hizo nada para quitar al pequeño – abuela mira se mueve cuando hablo, ¿ella puede salir a jugar conmigo?

—Aún no mi amor, está muy pequeña, aún no está lista para hacer eso ¿cierto? – buscó la respuesta en Leonor quien asintió –. Vez, incluso cuando pueda salir será muy pequeña.

—Tengo que esperar – abultó sus mejillas haciendo un puchero con sus labios, lo hacía ver más adorable – pero no quiero esperar. Ella quiere salir.

—¿Y tú cómo sabes eso?

—No, no, yo lo apoyo – dijo Leonor divertida de ver la escena – nunca se había movido tanto como hoy así que supongo que es posible, verdad Sander.

—Ella me lo dijo.

Ambas mujeres se vieron, automáticamente sonriendo, la inocencia del niño había aliviado los pesares de Leonor, quien había llegado luego de intentar tener una sesión de terapia de emergencia, entrando en crisis al no obtener un espacio, salió del lugar molesta porque le atemorizaba todo el tema de no sentirse ella misma, el tema del parto que, aunque faltaban unos meses, su suegra, cuñada y madre se habían encargado de estresarla diciendo que era la experiencia más maravillosa mientras contaban los horribles dolores que pasaron por horas.

—Cuando Amaia esté lista ¿puedo jugar con ella?

—Mi amor la bebé no se llama así.

—Me gusta el nombre que le puso – le sonrió, se sentía tranquila, a gusto por primera vez en mucho tiempo a pesar de haber sido ella quien decidiera dar ese paso por complacer a su esposo era la menos beneficiada – déjelo en serio lo consideraré como el nombre para ella.

—Señora Eugenia – la presencia de un hombre la hizo tensarse cubriendo su vientre por inercia e instinto de protección. Aunque ella se negara a proteger a la bebé su inconsciente mantenía todos los mecanismos de defensa alerta - ¿Qué tal? – la saludo al notar su semblante tenso – disculpen por interrumpir, pero Eloise comenzó a sentirse mal deberíamos regresar a casa.

—Claro Lian ahora vamos – le sonrió y el hombre sin más se alejó del lugar para darles su espacio de nuevo y acercarse a su esposa – Sander despídete de Leonor.

—Adiós Leonor – se acercó de nuevo a su abultado vientre para abrazarlo lo más que dieron sus pequeños brazos – sal pronto Amaia te quiero – colocó sus labios en un tierno piquito y le dio un beso.

Luego de eso salió corriendo aún con las mejillas rosadas por el sonrojo. No le dio mucho tiempo a Leonor para reaccionar y despedirse del pequeño. Lo observó irse junto a sus padres para esperar a su abuela.

—Cuídate Leonor y recuerda que esa pequeña es tu mayor compañía en estos momentos.

—Gracias señora Eugenia ¿cierto?

—Sí cariño – volvió a acariciar su vientre abultado sonriendo con calidez – cuídate Amaia no molestes tanto a tu mami.

Esta historia entre las diversas variantes no cambiaba, Sander había conocido a Amaia desde antes de nacer; él le había dado un nombre a la chica con quien compartiría una hermosa amistad a lo largo de los años. Sin embargo, existían dos enormes variantes entre ambas realidades y es que dentro de la primera de todas Leonor no volvería a ver a Eugenia o Sander ya que se mudaron luego de que naciera su hija. Charlie había enloquecido en palabras de ella al enterarse que sería una niña y el resto de familiares no se quedaron atrás, comenzó a tener a su cuñada, madre y suegra en su hogar todo el tiempo, así que en un grito desesperado logró convencer a su esposo de mudarse lejos de su familia por su paz mental y se alejaron de todo.

Mientras que en la alteración de la realidad construida por las segundas oportunidades todo había cambiado. Al encontrarse por segunda vez con Eugenia no fue porque estuviera sufriendo un colapso en el punto de una crisis, sino más bien había regresado a ese lugar con la ilusión de encontrarla de nuevo ahí. La conversación fue muy diferente porque todo empezó por agradecerle en el momento por la mejor decisión de su vida, luego todo surgió con naturalidad cuando llegó Sander. El aura que la invadía era de felicidad en vez de mal humor y tristeza.

Incluso cumplió con su promesa de volver con ellos para que la conociera y desde ahí se habían vuelto muy cercanos ambos niños. Compartían una mejor relación entre madre e hija gracias a la ayuda de Eugenia. Incluso en el momento más duro de la mujer al perder a su hija se apoyaron y Leonor se convirtió, como una hija adoptiva para Eugenia. Así que la relación entre ambos chicos había sido muy cercana casi como de hermanos porque pasaban juntos la mayoría del tiempo.

Es por eso que, cuando salía con Amaia era como estar con su hermana menor, siendo la mayor de las razones para que Leonor no enloqueciera por estar tanto tiempo fuera. Ninguno de los dos sabía que la chica había confundido el amor fraterno, por uno romántico, así que en el momento en el que ella se aventuró a casi besarlo, sintió como si su hermana menor se acercara a él. Además, hacía años que su corazón le pertencia a alguien más, fue la decisión más difícil el tener que romperle sus ilusiones, pero era lo mejor antes que seguir adelante con eso.

Amaia se aferraba a su torso, no había pronunciado palabra alguna en todo el camino. En su cabeza aún rondaban las palabras de aquel chico loco que los trató de convencer una y otra vez que ya se conocían. Igual las cosas quedarían claras una vez que se volvieran a juntar; debía estar perdiendo la razón si estaba pensando en juntarse de nuevo con esas personas, aunque algo le decía que eran de fiar.

—¿Tú crees que sea seguro el reunirnos mañana? – la castaña rompió el voto de silencio que se había autoimpuesto luego que salieron de aquel lugar llamando su atención y salir del trance de sus pensamientos – es decir, me siento extraña luego de todo lo que nos contó ese chico.

—Yo me siento igual – alzó la voz para que le escuchara a pesar de estar en movimiento aún – pero sabes algo, siento que nos puede dar respuestas mañana que esté más calmado.

—Parecía un lunático salido del psiquiátrico – se rio de solo recordar cómo el rubio lo callaba en cada que podía y desviaba la conversación, para evitar que se sintieran incómodos, ese pensamiento le sacó una media sonrisa haciéndola suspirar había notado las miradas intensas de Iham hacia ella, pero en ningún momento la hizo sentirse cohibida, le agradó tener ese tipo de atención se sentía diferente – a pesar de eso, yo digo que son agradables.

—Se siente...

—Familiar ¿cierto? – terminó la frase sintiéndose a gusto por el sentimiento, una sonrisa amplia se asomó en sus labios, aunque luego de un silencio, imágenes extrañas se hicieron presentes en su cabeza. La confundían porque le afectaban muy fuerte. Se sentía aprisionada, como si le faltara el aire, pero también algunas imágenes rojas muy borrosas le causaban escalofríos, simultáneamente existían risas y complicidad – San.

—Dime Bonita.

—¿Tu madre te quiso poner Natalia si hubieras sido niña?

—¡Qué! – soltó una carcajada ante la idea de la chica – No Amaia, jamás pensaron ese nombre para mí. No que yo lo recuerde o que lo hayan mencionado. ¿Por qué la pregunta?

—Tengo la sensación que en algún punto te he conocido con ese nombre.

—Lo dices por lo que mencionaron los chicos en la cafetería – no obtuvo respuesta alguna, más que un silencio.

Sander suspiró pensativo en el fondo el nombre le sonaba familiar, pero no por el hecho que así lo hayan querido llamar. Sabía que su nombre hubiera sido Haelyn en dado caso se tratara de una niña, su abuela se lo contó en una de las tantas anécdotas para guardar en la memoria a sus padres; además de las muchas veces que su abuela le mencionó que, quizá de ser una niña hubiera sido diferente todo, quizá ni siquiera se llevaría tan bien con Leonor siendo que él prácticamente quien le brindó un nombre a Amaia. Aunque tenía en su mente imágenes horribles con la chica en una horrible crisis. Sentía que su corazón se estrujaba pensando que Amaia pudo haber pasado por algo malo y la interrogante de ¿realmente quiero saber si todo esto es real?, no le traía paz.

—San – volvió a romper el silencio la castaña – me rechazaste porque te gusta alguien más ¿cierto?

—Amaia no es momento para eso, lo aclaramos ¿o no?

—Quiero saber si existe una razón como esa también – la conocía tanto que, aunque no podía verla sabía que estaba haciendo un puchero con el ceño fruncido – entiendo que no me quieres de esa manera porque soy como tu hermanita ¿cierto?

—Amaia nos conocemos desde hace muchísimo tiempo así que, sí eres como mi hermana.

—No me mientas Sander, conozco cuando evades un tema, dame tan siquiera el crédito de decir que te descubrí en tu intento de ocultarme algo así.

El castaño no habló, estaba totalmente atrapado en su verdad, se conocían demasiado bien que el único aspecto en el que se había descuidado era al no darse cuenta que la chica estaba viéndolo con ojos diferentes. Al fin se estacionó frente a la casa de la castaña, se quitó su casco y esperó a que ella bajara para así acompañarla hasta su puerta. Ya era la segunda vez que bajaba de la motocicleta así que no tuvo muchas dificultades logrando salir ileso y sin golpes.

—Es por la chica de la cafetería ¿cierto? – la pregunta era en un tono afirmativo, lo había descolocado tanto que casi cae con todo y motocicleta – al parecer no me he equivocado.

—Amaia de dónde sacas esas ideas – se rio de forma nerviosa, no podía ser que supiera eso, él jamás habló al respecto y era por esa misma razón que Amaia encontró una posibilidad de establecer una relación. Sander sentía el sudor en sus palmas, quería que su voz sonara lo más relajada posible, pero sonaba como un niño ocultando una mentira - ¿de qué chica hablas?

—La que nos llegó a sacar de la cafetería – sonrió sin poder evitar sentir la satisfacción de haberlo descubierto – es muy linda y la veías como idiota cuando la otra habló diciendo que debíamos irnos. Parece del tipo descarada y manipuladora.

—No sé a qué te refieres – fingir demencia era la mejor opción para evitar hablar del tema. Además, qué había sido eso de decir que Reah era del tipo manipuladora y descarada.

—Pero a ella no la había visto en los turnos de la mañana, es por eso que solamente vas por las noches a comprar un café.

—Amaia basta – para estas alturas agradecía la poca luz que le daba privacidad a su rostro ruborizado, al ser descubierto de su razón por ir a esa cafetería en específico y a esa hora – yo no...

—Dime cuántas veces te ha sacado solo porque te le quedas viendo por horas sin cruzar palabra, esperando como un tonto a que tu única oportunidad de tener una conversación sea porque prácticamente es obligada a sacarte del lugar – Amaia se sentía frustrada de pensar que su mejor amigo era ignorado por ser tan tímido, ¿Por qué los chicos lindos tienen que ser tan tontos? Así como existen chicas que se fijan en el típico bad boy, habían Sander's en el mundo fijándose en chicas que los ignoran, comenzó a avanzar hasta la entrada de su casa riendo como una niña, mientras Sander la perseguía – a puesto que te ve como un acosador, ya hasta te tiene confianza.

—¿Por qué piensas eso de mí?

—Se notó muy cómoda dirigiéndose a ti una vez que nos escoltaban hacia la puerta, te veía como si fuera una conversación común entre ustedes, mientras tú te disculpabas ella simplemente le quitaba importancia – alzó ambas cejas cuando lo tuvo de frente, es estaba desquitando de una forma muy cruel el dolor que tenía en un pecho, pero todo cambió al darse cuenta de la actitud del chico, sorprendiéndose en el acto - ¡Oh por Dios San!

—Amaia no grites quieres, despertaras a tus padres – trató de callarla colocando su mano sobre su boca, pero todo terminó mal, pues al momento de entrar en contacto ella lamió su palma causándole cosquillas y asco por la acción repentina – ¡Hugh! Pareces una niña haciendo ese tipo de cosas.

—Tú pareces un adolescente miedoso porque lo han descubierto – rio un poco bajo consciente que si seguía haciendo escándalo se ganaría una llamada de atención por despertar a sus padres. Quienes estaban tranquilos sabiendo que tardaría un poco en llegar, gracias a un mensaje que les envió en el momento que Owen llegó con ellos, al estar con Sander era su pase VIP para estar fuera, así que si rompía el hermoso silencio de la noche tendría que dar explicaciones – Al menos sabes ¿Cómo se llama? ¿le has pedido su número? ¿han cruzado palabras? Y no hablo del momento cuando recibes tu orden de café.

—Sí hemos tenido una que otra conversación, es una chica muy agradable. Y no le he pedido su número porque no tenemos ese tipo de confianza.

—Bromeas ¿cierto?, cómo pretendes conocerla si no le pides su número. Y el nombre de ella es.

—Su nombre es Reah.

—Lindo nombre para la rubia de ojos verdes que se robó el corazón de mi crush de adolescencia.

—Harás que muera de vergüenza justo aquí.

—Supéralo ya, tú no fuiste rechazado por la tarde.

—Eso fue un golpe bajo.

—El hecho de no mencionarlo no cambia el que lo hayas hecho y eso está bien para mí – se acercó a él y le dio un beso en la mejilla, tenían esa costumbre desde hace mucho así que no fue incómodo a pesar de la situación – nos vemos mañana, por favor no pienses que son chicos malos, démosle una oportunidad al lunático.

—Bien solo porque tú quieres hacer esto – le sonrió ampliamente, pocas veces la veía tan decidida a hacer algo o conocer a más personas, podría parecer la chica extrovertida con muchos amigos, pero era todo lo contrario – descansa bonita. Saluda a Leonor y Charlie de mi parte.

—Lo haré, tú también saluda a tu abuela.

Con esa última vista de la chica entrando segura a su casa podía respirar tranquilo, se sentía tan vulnerable en estos momentos, como si lo hubieran visto desnudo. El día había sido pesado, sentía que había violado su privacidad en algún punto porque él conocía donde vivía anteriormente, hasta que se mudaron a la nueva casa. No era como que se pasaran metidos en la casa del otro, de hecho, la mayoría de veces donde se veían era de camino a la escuela, en el parque y por último en la academia de baile. Le había mentido sobre la dirección en su expediente porque en realidad la información se la brindó su abuela.

Subió a la motocicleta, no sin antes revisar la hora en su teléfono, sonrió ampliamente por saber que aún tendría tiempo suficiente. Encendió su vehículo y lo puso en marcha aprovechando la falta de tráfico en las calles por la hora. Sabía qué atajos tomar para no perder la oportunidad que estaba por aprovechar. Definitivamente el hecho que Amaia se le declarará le dejó en claro que era un total cobarde al no arriesgarse. Divisó la calle que daba hacia la universidad y su objetivo claro, la cafetería. Todavía había luces, lo que quería decir que apenas estaban haciendo el inventario.

Con todo el valor que pudo juntar durante el camino estacionó de nuevo la motocicleta y quitó con precisión el casco, era ahora o nunca. No había un mañana para dejar las cosas para otra ocasión, pudo ver a la rubia despedirse de un chico y comenzar a andar junto con otra chica. La escuchó reír, probablemente de algo que estaban discutiendo con su compañera. "Habla idiota" se repetía mientras veía como poco a poco se alejaban de donde él se encontraba, estaba como anclado al suelo.

—¡Reah! – alzó la voz asustando a ambas chicas que atravesaban el estacionamiento, el cual estaba en total oscuridad, así que la imagen de un hombre alto acercándose a ella no fue agradable. Haciendo que su amiga sacara el gas pimienta listo para utilizar y salir corriendo – Hola.

—¿Sander? – dijo una vez lo reconoció al estar cerca evitando que fuera rociado por aquel líquido que lo hubiera dejado en el suelo quejándose por el ardor en los ojos - ¿Qué haces aquí? Es un poco tarde, no lo crees.

—Reah lo conoces – le susurró su amiga tratando de zafarse del agarre que le lastimaba la muñeca.

—Sí, es Sander – la volteó a ver en complicidad dándole una mirada para que entendiera de quién se traba.

—El chico que pide un café y se queda hasta tarde.

Lo cierto es que su forma de expresarse acerca de él no estaba muy lejos de la verdad, se había ganado su fama por sus propias acciones, pero quién lo podía culpar era la única forma de estar cerca de la chica sin que pareciera extraño porque siempre tendría una buena excusa para pasar muchas de sus horas libres en ese café.

La primera vez que vio a la rubia que le robó el aliento fue en la universidad, cuando buscaba información para unas clases, casi termina siendo atropellado por todos al quedarse en el medio del pasillo observando embobado a la chica que estaba revisando la cartelera de actividades y horarios de atención de las oficinas administrativas. Recuerda que tuvo el impulso de preguntarle si necesitaba ayuda, pero su intento se vio frustrado por otra persona que tuvo el valor de acercarse a ella y apoyarla en lo que buscaba.

No tenían las mismas clases ni por asomo, pero siempre la encontraba en la biblioteca haciendo sus tareas, estudiando o bien utilizando las computadoras del lugar para realizar los trabajos e investigaciones de sus cursos. Fue ahí donde empezaron sus primeros intentos de acercarse a ella, obviamente nunca se atrevió a dar un paso más cerca, ya que siempre tendría a alguien rodeándola preguntando si quería salir, a lo que se negaría rotundamente con una sonrisa, para luego levantarse. Llegó incluso a pensar que podría acercarse cuando le robaban esa aura de tranquilidad intentando otras cosas, pero entonces ¿él se convertiría en algo peor que esos tipos? Es decir, siempre oculto de su vista observándola como todo un acosador, como los buitres esperando la hora de la muerte de un animal.

Una tarde, luego de salir de exámenes, decidió que necesitaba un poco de cafeína en su cuerpo, se encaminó hacia la cafetería que quedaba cerca de la universidad donde lo atendió una simpática pelirroja con una sonrisa amplia y simétrica; lo gracioso fue que la chica no tenía filtro incluso para dar su opinión de su mala elección de café, tampoco se contuvo en darle su opinión de cuál sería mejor. No supo la razón del por qué se quedó tanto tiempo ese día, pero lo agradece, ya que en el cambio de turno descubrió que la rubia que lo traía loco estaba en esos horarios trabajando de medio tiempo. Le quedó más que claro al escuchar una pequeña discusión entre la rubia y la pelirroja donde mencionaba cómo había dejado la caja registradora y los pendientes del final de ese turno. Parecía ser su primer día así que le estaba explicando con pinceladas simples lo que debía hacer.

Desde esa tarde decidió que su horario favorito para tomar café sería en el turno nocturno, esperaría a que la chica terminara de estudiar para ir a su trabajo, al cual casualmente llegaría él luego de unos minutos, pediría cualquier café y se quedaría solamente para observarla. Cuando por fin se animó a hablar con ella eran conversaciones cortas como preguntar por su día, si el clima estaba muy fresco, si estudiaba y le gustaban sus clases; temas banales con tal de tener un poco de acercamiento.

En una primera realidad todo su encuentro no tuvo cambios, con la diferencia que la pelirroja a quien conocía muy bien se convirtió en una de sus mejores amigas, tanto que cuando descubrió que la rubia era su hermana se tuvo que contener de la idea de ser más cercanos. Vamos, era hermana de su mejor amiga, es como un código el no estar con los hermanos de tus amigos. Así que se condenó a una vida de observar desde lejos, conocer más de ella a través de los relatos de Pia y conformarse con la poca interacción en el café. Sin embargo, en esta línea no se había acercado a ella por el simple hecho de cobardía total. Pero no más, ese día le habían dado el impulso final para arriesgarse totalmente. Con la mejor de sus sonrisas decidió que no estaría ajeno a la conversación de ambas chicas, menos si el tema principal era el chico raro que se sienta en una mesa hasta que lo sacan, es decir, él.

—Ese mismo – soltó Sander, lo estaban dejando fuera de la conversación de la cual era el titular y actor principal – lo siento si las asusté.

—No, no para nada raro que un tipo se acerque como loco corriendo desde la oscuridad – el humor era la mejor herramienta para bajar los mecanismos de defensa que la amiga de Reah tenía, su actitud provenía de ciertos encuentros con los hombres por las noches – te salvaste de una rociada de gas pimienta.

—Gracias por eso.

—Agradécele a Reah – la señaló con un movimiento de cabeza pues sus manos estaban ocupadas, en una aún sostenía el bote de gas pimienta y la otra era sujetada por Reah, comenzaba a ser molesto – puedes soltar mi muñeca, comienza a doler con tus uñas incrustadas en mi piel.

—Lo siento.

—Bueno si nos disculpas nos vamos. Mi auto está por ahí, hasta una próxima noche Sander.

—Espera Reah – ahora era ella a la que sostenían de la muñeca para evitar que se fuera – me dejarías que te lleve a casa.

—Yo... - observó a su amiga como pidiendo auxilio, quien no fue de mucha ayuda haciéndole un gesto y encogiéndose de hombros, quedaba claro que no se metería, estaba en ella la decisión – sí claro, porque no.

—Segura Reah no es problema llevarte a casa.

—Prometo que no le haré nada en serio.

—Si eso dicen todos los violadores y terminas en un callejón gritando por auxilio.

—¡Dios Amber! estaré bien ¿de acuerdo? – no se sentía del todo segura y ese comentario no ayudaba, sin embargo, había aceptado porque sentía cierta cercanía con el chico.

—Está bien – no muy convencida comenzó a alejarse del lugar – hasta mañana Reah.

—Descansa – alzó la voz viendo como su amiga se iba con dirección a su auto – bien ¿Por qué la repentina necesidad de venir a media noche por mí? No te habías ido con tus amigos cuando los saque.

—Sí, de hecho lo hice, fui a dejar a mi amiga a su casa incluso.

—Tu amiga la castaña que toma Té de Matcha porque no le gusta el café – era divertido para Sander ver cómo las mujeres tenían pequeños detalles para recordar a otras mujeres y más aún la forma en cómo lo mencionaban – sí la recuerdo. Por cierto, a la próxima no traigan al lunático que gritaba y se levantaba de la silla como si el mundo se fuera a terminar.

—Entendido, lamento el escándalo que armó – rascó su nuca algo avergonzado de pensar la forma en la que entró el pelinegro al local dando gritos. Ahora entendía mejor a Iham cuando lo terminaba callando, muy posiblemente sintiéndose avergonzado del comportamiento de su amigo – es un poco extrovertido y se emociona contando anécdotas eso es todo.

—Entiendo no es la primera vez que hacen escándalos en la cafetería, pero sabes me gusta que mis turnos sean más tranquilos – comenzaron andar, ella siguiendo a Sander y él caminando por inercia en dirección contraria donde se encontraba su motocicleta – oye si pretendes llevarme a casa tienes, aunque sea una bicicleta. No me malinterpretes, pero es tarde para ir caminando.

—¡Qué! Oh, no yo tengo una motocicleta.

—Pues, ¿en dónde está?

—Estamos yendo en dirección contraria de hecho, lo siento me distraje y solamente te estaba siguiendo.

—Tú me seguías a mí – una risa sarcástica salió sin filtro alguno – yo estaba siguiéndote a ti.

Era cómica la situación, los nervios lo habían traicionado al punto de no ser consciente hacia dónde estaban caminando. Una vez dieron la vuelta para acercarse al lugar pensó que durante el camino no podría hablar, y cuando llegaran a su casa tampoco se le daría la oportunidad así que era ahora o nunca.

—Reah de hecho vine hasta aquí por ti.

—Eso lo sé – los ojos se le ampliaron en sorpresa, ¿ella sabía que la buscaría? – no me hagas esa cara tú mismo me lo dijiste hace unos minutos recuerdas. Querías irme a dejar a casa ¿no?

—Oh, sí claro eso – tonto se dijo a sí mismo, no era como si la chica fuera a saber cuáles eran sus verdaderas intenciones – pero, quería hablar contigo. Sé que no nos conocemos mucho y que soy un completo desconocido para ti – las manos comenzaron a sudarle, sentía como si los grados en su cuerpo hubieran subido a pesar que el clima era fresco – no sé cómo decir esto.

—Eres tierno cuando te pones nervioso Sander – si se estaba burlando de él, hubiera sido todo menos molesto Sander lo vio como una oportunidad para acercarse más a ella – siempre haces eso con las manos cuando estás ansioso ¿quieres invitarme a salir acaso?

—¡¿Salir!? – casi lo había gritado, lo tomó desprevenido el comentario, en realidad eso era mucho mejor que solamente pedir su número y pedirle una oportunidad de conocerse - ¿te gustaría? Digo ¿te gustaría salir conmigo?

—Claro, porque no. Eres un chico muy dulce. ¿Pedirás mi número? – le alzó las cejas, a lo que el chico asintió de forma tímida – de acuerdo préstame tu teléfono lo anotaré – sin perder tiempo por aquello que se arrepintiera lo sacó y se lo dio. Reah anotó su número, al mismo tiempo que llamaba a su teléfono, mostrándole que era verdaderamente el suyo – bien listo ya tienes mi número para registrarlo y yo el tuyo.

—Gracias – susurró viendo su teléfono con una sonrisa tonta que no pasó desapercibido para la rubia – Reah... me darías una oportunidad para conocernos. Me refiero a que, tú sabes no nada más una salida – suspiró frustrado por no encontrar las palabras correctas y más porque su cerebro parecía congelado como para funcionar medianamente bien – lo que quiero decir es que me gustas y mucho.

—¿Yo te gusto? – así tan de repente lo había dicho, se sentía extraña por el hecho que hacía unas horas había estado en una cama precisamente con el chico escandaloso del café, algo totalmente descarado de su parte hacer como si no le conociera, tan pequeño era el mundo como para que ambos estuvieran en el mismo lugar durante su turno y que casualmente terminaba siendo amigo del chico dulce.

Si lo pensaba fríamente no estaba en nada serio con Owen y luego de su teatro loco no estaba segura de querer ser parte de ese mundo. Pero Sander era diferente, era un buen chico que siempre le preguntaba que tal su día o trataba de meter conversación de lo que fuera. Podía darse una oportunidad para conocer a una persona como él, incluso podría llegar a formar algo lindo. Recordó que en varias ocasiones lo vio solamente estar en su asiento de siempre observándola y dándole sonrisas tímidas. Aunque esa tarde se había llevado una sorpresa llenándola de una sensación de celos, al ver como entraba con una chica muy linda, jamás había llevado a alguien al lugar, se sintió como si invadiera su lugar y ni siquiera eran algo.

—Y qué hay de tu linda amiga la castaña, no se molestará porque estas saliendo con ella y conociendo a una mesera del café.

—Ella es una buena amiga mía nada más eso – se animó a romper con la distancia entre ellos sintiendo cómo su cuerpo daba pequeños temblores, podía ser el frío o los nervios que le atacaban – la única que me interesa eres tú. ¿Qué dices, me darías una oportunidad?

—No lo sé, no me considero una chica fácil de conquistar ¿sabes? – podía estar considerando la idea de salir con el chico, pero eso no significaba que no presionaría para ver hasta dónde estaba comprometido con eso de salir con ella – no es como si ahora fuera caer en tus brazos porque dices que te gusto.

—Por supuesto que no es así – ahora si se estaba arriesgando de más, atreviéndose a tomar la mano de la chica y jalandola solo un poco más hacia él – es por eso que pido una oportunidad.

—Bien – mordió su labio inferior sin quitar su vista de la contraria, quería besarle porque existía cierto magnetismo entre ellos. Sin embargo, no se dejaría llevar por sus impulsos, todo tenía su tiempo y el de ellos apenas empezaba a correr – ahora me puedes llevar a casa.

El castaño sonrió derrotado sabiendo que ahí se había ido su oportunidad de besarla, no es como que a la primera puedas conseguir un beso, no era una de esas películas románticas que le gustaba ver a su abuela donde los protagonistas luego de unas palabras se besaban apasionadamente. Esto era la vida real, iba a hacer las cosas bien, quería que fuera al ritmo de la chica. Le extendió el casco extra y subió para colocarse el propio. Encendió la motocicleta esperando a que subiera.

—¿Sabes dónde vivo? – era una buena pregunta, la respuesta era que no, así que lo tendría que guiar.

—No, me tendrás que guiar.

—De acuerdo – se quedó pensativa por un momento, no es que fuera una chica con dinero y el lugar donde vivía podía darle un poco de pena al ver que el chico parecía ser de una familia humilde, pero no de esas que habitaban junto a ella. Se volvió a morder el labio, pensativa por decirle a dónde se dirigían, el sonido del motor la alertó que esperaba sus indicaciones – conoces el complejo de apartamentos por Campo Alto.

—Sí tengo una idea del lugar – asintió brindándole una sonrisa a la chica quien aun con el casco en la mano lo veía pensativa – sube se hará más tarde.

Sander no la estaba juzgando de ninguna forma cuando le dijo el lugar, eso la tranquilizó, normalmente cuando lo mencionaba le hacían una cara de miedo, la zona no era de las más seguras y el lugar tenía fama de ser donde las familias pobres vivían, así que cualquier compañero de la universidad le haría una mala cara, discriminándola.

Aprendió desde el primer año que esa información no la daría, a menos que fuera puramente necesario como en el caso de Amber quien se ofrecía a llevarla a casa cuando tenían que hacer inventarios.

Incluso cuando conoció a Owen en el momento que le preguntó dónde vivía para llevarla a casa siempre evitaba el tema. Era el niño rico con bonito auto, hijo de mami y papi que no tenía que trabajar para pagar sus gustos, salidas y gastos de la universidad. Esa relación no daría frutos porque siempre se sentía menos que el chico, así que cuando le pidió salir solo en plan amigos no le pareció mala idea. Luego habían dormido unas cuantas veces, muchas de hecho, lo que había elevado su autoestima en el momento que pasó de ser una diversión de una noche a más de una semana, pero considerando todo el entorno del pelinegro era claro que no encajaba con él.

El repentino movimiento la hizo aferrarse al cuerpo frente a ella, no es que nunca se haya subido a una motocicleta, simplemente no estaba lista para el momento en que empezó a caminar. Tampoco escuchó cuando Sander le preguntó si estaba lista y ante su falta de respuesta el chico lo tomó como nerviosismo. Durante todo el camino estuvieron en silencio. Viajar en la noche le daba una vista diferente de las cosas y más si era en una motocicleta, sentir el viento pegar contra su cuerpo y la velocidad subiendo le llenaba de adrenalina. Su diversión se vio interrumpida cuando Sander le pidió un par de indicaciones cuando estuvieron cerca de llegar. Con eso último llegaron frente a la entrada del complejo y ella con agilidad bajó, para luego quitarse el casco.

—Gracias por traerme Sander.

—A ti, por permitirme venir a dejarte – se quitó su casco ya que la careta hacía que no se le escuchara con claridad – descansa.

—Gracias, tú también.

—Nos pondremos de acuerdo para nuestra cita, te parece.

—Claro estaré esperando tu llamada o bien podrías animarte a tener una conversación conmigo en la cafetería.

Con un ademán se despidió y comenzó su camino para entrar a su edificio, dejando al chico con una sonrisa amplia sin poder creer la suerte que tuvo esa noche. Para esas horas todo se encontraba en silencio a diferencia de la actividad que mantenía el día. Incluso el eco al subir las rampas del edificio daba cierto ambiente tétrico que podría ponerle los nervios de punta a cualquiera, tanto silencio le abrumaba y cualquier sonido se amplificaba. Por fin llegó a su puerta y comenzó a rebuscar en su mochila las llaves, como era de esperarse todas las luces estaban apagadas, entró casi a hurtadillas tratando de no hacer ruido. El apartamento era pequeño y cualquier ruido podía escucharse en las habitaciones.

Al iniciar el pasillo hacia las habitaciones, escuchó unos murmullos, provenientes de la última puerta la cual pertenecía a la de sus padres. No esperaba que estuvieran despiertos tan tarde, probablemente se encontraban discutiendo, quiso ignorar con todas sus fuerzas lo que estaban diciendo, pero le fue imposible cuando una risa nerviosa salió a relucir ¿acaso sus padres estaban haciendo lo que creía? La idea quedó descartada en el momento que escuchó "Descansa Spencer, nos vemos mañana" ¿Quién era ese tal Spencer? Y ¿Por qué su madre se reía como adolescente enamorada al teléfono? Sus manos picaban por tomar el pomo de la puerta y abrirla en el acto, pero se contuvo. Era la vida de su madre no tenía derecho a meterse ahí. No es como si viviera la mejor relación con su padre, así que, si estaba sucediendo algo como un amorío con su madre y el tal Spencer, prefería guardárselo como una posible suposición hasta que la verdad fuera desvelada.  

________________________________________________________________________________

Hola a todos mis queridos lectores, un nueva semana, nuevo capítulo encontrando más enlaces dentro de esta historia. Espero se encuentren muy bien todos. Pasando a lo importante el dto curioso de esta semana se lo lleva nuestra preciosa Amaia.

El nombre femenino Amaia es una variante del nombre vasco Amaya y significa "la hija deseada" o "final feliz", ya que hace referencia al feliz momento de tener una hija tan ansiadamente buscada y con tanto amor concebida. Si hablamos del significado del nombre: "Aquella hija largamente deseada" es muy contradictorio en un aspecto de la historia. Como bien se habrán dado cuenta sus padres son dos polos opuestos, y a pesar que Leonor no la deseaba, el pequeño Sander encontró el nombre perfecto para quien sería una de sus mejores amigas.

En fin eso es todo por esta semana, nos estamos leyendo personitas hermosas, recuerden mantenerse saludables.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top