2.3 La llave de los secretos
Nota: Easteregg al final del capítulo
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Cuando intentamos cambiar alguna pieza clave de nuestro destino, la vida misma se encarga de alguna forma encontrar su propio equilibrio y control de cómo deben ser las cosas, algunos componentes en la ecuación cambian de sitio, pero conservaran su propia esencia original para no dejar de lado la familiarización que tenemos con el resto de personas. No podemos simplemente tirar las piezas del juego y reemplazarlas con nuevas, siempre serán las mismas, colocadas en distintas posiciones, así todo sigue conectado entre sí, más enrevesado o paralelo al original, pero siempre con el fin de la sobrevivencia del equilibrio natural.
Y es que tenemos que entender que, cuando pensamos que todo está bien, siempre existirá un pequeño obstáculo, no todo pude ser blanco o negro, constantemente estarán esos matices grises que te harán pensar las cosas dos veces, dependerá de tus decisiones el cómo afrontar las situaciones, eso indicará hacia cuál de los extremos caerás, si en un fondo sin retorno o una cima con una nueva vista para tu vida.
Esa simple explicación reflejaba el por qué Mila la madre de Pia pasó los últimos años de su vida cuidando de sus hijas, para ser más específicos de su última hija. Amaba a las cuatro por igual como todas las madres sin preferencia alguna, sin embargo, existía una razón especial por la que con Leah mantenía una mayor conexión madre e hija. Durante su embarazo la pasó en las peores condiciones, casi la pierde en dos ocasiones gracias a los malos tratos de su esposo Robbie, cuando se enteró del embarazo se negó rotundamente, incluso le había casi exigido abortarla porque su situación económica no era de las mejores estaban bien con tres hijas, pero una boca más que alimentar sería agregar una carga "innecesaria". Esa discusión fue el primer paso para que todo se saliera de control, la había tomado del brazo por la por la fuerza para luego lanzarla lejos de su vista luego de escupir palabras de odio. Se vio sometida a tanto estrés que la pobre criatura amenazaba con salirse, obligándola a mantener un reposo absoluto.
A pesar de toda esa situación, aquel ser era su única compañía, le recordaba constantemente que no estaba sola, así que la pequeña se ganó su corazón por la forma en la que se aferró a la vida. Cuando nació la bebé, no era para menos el que llamara la atención en la familia, tenía el cabello oscuro al igual que sus ojos, a diferencia de sus hermanas que tenían el pelo rubio o pelirrojo, con los ojos verdes o azules. Una niña singular sin duda alguna; su esposo desconfío desde el primer segundo que la vio en sus brazos y la pobre excusa de parecerse a su abuela daba mucho para hablar, es por eso que no se alejaba de ella, seguía cuidándola todo el tiempo, a los ojos del resto de personas era la consentida del hogar, solamente debía batir un poco las pestañas y hacer carita de cachorro abandonado para que su madre le cumpliera algún deseo.
No era de extrañar que sus otras hijas no la llevaran de la mejor forma, pero eso no le importaba siempre protegería a su pequeño tesoro y eso era lo que estaba haciendo en esos momentos, la menor le había pedido que la llevase con sus amigas, se juntarían en el centro comercial y luego la llevarían de regreso a casa. Así que sin pensarlo mucho ambas salieron de casa para pedir un taxi y encaminarse hacia el dichoso lugar. Afortunadamente una de sus hijas mayores le había dado dinero para pagar los gastos de la casa así que tenía suficiente para el viaje de ida, de esa forma no verían mal a su pequeña por llegar en autobús el resto de amigas, ella ya se las arreglaría para irse de regreso a su casa antes que su esposo llegara después del trabajo.
Se bajaron del vehículo que las transportaba y le pagó la cantidad que pedía el piloto por el viaje, definitivamente no era nada barato atravesar toda la ciudad en taxi. La acompañó hasta el interior notando el lujo del lugar, se podía ver que era de esos centros comerciales donde va la gente con dinero, que se pasan de tienda en tienda; claro que le había dado el resto de dinero a la menor porque no dejaría que la avergonzaran sus amigas si ella no podía comprar algo, pero ese lugar sobrepasaba sus límites económicos definitivamente.
—Mamá justo enfrente están las chicas – la sacó de su trance la menor, señalando el lugar con su dedo índice un grupo de chicas que le saludaban desde las gradas eléctricas – si quieres desde aquí puedo ir sola, te veo más tarde en casa.
—Ten mucho cuidado Leah – le acaricio la mejilla viéndola con adoración – siempre avísame si sucede algo ¿de acuerdo?
—Sí mamá, no tienes que preocuparte de más.
Con una sonrisa en el rostro la chica se alejó de su madre, la vio irse junto con el grupo de chicas que parecían muy emocionadas al estar juntas, ya podía hacerse una idea de las anécdotas que le contaría su hija al regresar a casa. Se sentía tan ajena a ese mundo que por un instante se permitió dar una vuelta por el lugar, sentir cómo era pasearse por aquellas vitrinas de ropas finas, zapatos de marcas, joyas y accesorios. Una de las tantas tiendas de joyerías llamó su atención, en la exhibición de temporada se exponían los nuevos modelos de sortijas de compromiso. Un suspiro nostálgico salió desde lo más profundo de su pecho, a pesar de que se había casado muy joven jamás tuvo un anillo con un diamante bonito con el cual poder presumir con sus amigas o unas sortijas de matrimonio que compartir con su esposo, que representarán esa unión de "amor". Es más, el único diamante que tuvo, lo empeñaron cuando estaban mal económicamente, se trataba de un anillo de oro con una piedra pequeña, pero lo suficientemente valiosa como para obtener algo de dinero, el mismo perteneció a su abuela se trataba de una herencia familiar, claro que su querido esposo prometió comprarle uno más bonito solo para ella cuando fuera el momento, cosa que nunca sucedió.
Con ese pensamiento provocándole un nudo en la garganta y las lágrimas amenazando con desbordarse de sus ojos se dio la vuelta con rapidez para alejarse de la tienda, no percatándose que a unos pasos de ella estaba pasando otra persona, topándose con un cuerpo fornido que casi la hizo caer al suelo por el impacto contra el mismo. Su ropa había quedado manchada con café, por no decir que su piel ardía por el contacto con el líquido caliente que se derramó en su brazo y la mayor parte en su pecho; escuchó que la otra persona también se quejaba por lo mismo. Se sentía torpe, lo que le faltaba causar un accidente a uno de esos ricos con sus trajes hechos a la medida, su voz profunda le hizo saber que se trataba de un hombre, además del hecho que una mujer no la habría casi botado.
—Disculpe, fue mi culpa no debí atravesarme en su camino de esa forma – se excusó tragándose su orgullo como si se tratase de una braza ardiente que atravesaba su garganta. Ella tenía la culpa de botar el café, no tenía razón de sentirse así.
—No al contrario yo estaba distraído en el teléfono y no veía mi camino – esa voz se hizo más clara en su mente evocando recuerdos que la estremecían, así que sin más alzó la vista hacia la persona que estaba frente a ella; se quedó congelada en su sitio, sin saber cómo reaccionar. No esperaba volver a encontrarlo, no después de evitarlo a toda costa – ¿Mila? – preguntó el hombre, al parecer no era la única impresionada por el reencuentro accidental.
—Hola Spencer – fue lo único que pudo articular gracias al caos dentro de su nublada mente. Debía parecer una retrasada por la forma como le estaba mirando – discúlpame por botar tu café, en serio no debí atravesarme de ese modo.
—No hay problema, de hecho, agradezco que haya sucedido, de lo contrario no tendríamos esta conversación en estos momentos – y ahí se encontraban de nuevo, en el medio del pasillo de un centro comercial, mirándose como dos adolescentes enamorados que un día perdieron a su amor de verano, porque realmente eso fue lo que sucedió entre ellos, algo tan breve y a la vez infinito que se reproducía en sus mentes como una promesa, con el deseo de volver a encontrarse – te ves hermosa.
—Bromeas cierto – no tenía una vestimenta que dijera estoy a la última moda y su moño mal hecho era un claro grito de "soy un ama de casa que no se dedica tiempo a sí misma" – soy un completo desastre y comparada contigo. Es decir, solo mírate parece que saliste de una conferencia internacional, yo podría ser considerada quizá como la señora que limpia tu casa.
—Deja de menospreciar tu apariencia – entre ambos la tensión era palpable, ninguno daba un paso más cerca del otro, pero su lenguaje corporal gritaba por tener la cercanía que en un momento hubo, seguía ahí quemándoles la piel, picando en las palmas de sus manos, el ansia por sentir ese contacto. Si las miradas hablaran y el cuerpo tuviera acciones autónomas de lo que le indica el cerebro no estarían parados uno frente al otro sin hacer nada.
—Quieres dejar de verme así me estás poniendo nerviosa.
—Lo lamento, no te había visto en años. Nunca respondiste mis mensajes o mis llamadas – la acusó rápidamente recordando las veces que fue ignorado a pesar de querer contactar con ella – y encontrarte aquí, así sin más es impresionante.
—Claro, ninguno de los dos lo buscaba en realidad. Yo no esperaba encontrarme contigo en este lugar derramando tu café encima de ti o de mí – evadió totalmente el tema de las llamadas que nunca contestó huyendo como una cobarde, arrepintiéndose una y otra vez de ese día que le dio su número de teléfono. Jamás pensó que realmente el hombre intentaría buscarla, luego de ignorar magistralmente sus llamadas – de hecho, vine aquí con mi hija menor para que se juntara con sus amigas.
—¿Viniste con Pia? – claro que la pregunta le heló la piel, el hombre conocía un poco de su historia familiar. Durante el tiempo que estuvo laborando junto a él se enteró de su "último embarazo", obviamente pensaría que estaría junto a Pia, ya que no sabía que tuvo una hija más. Al notar su falta de respuesta y viendo el pánico en sus ojos decidió alivianar el ambiente entre ambos antes de seguir presionándola – qué te parece si como compensación por ignorar mis llamadas hace años tomamos un café juntos.
—De hecho, estaba por irme, no es necesario que hagamos este tipo de cosas.
—Por favor me lo debes por el café que nunca tomamos esa vez, además del que acabas de tirar.
Era una batalla perdida desde el momento en que su cuerpo decidió responder con un asentimiento sumado a una pequeña sonrisa tonta. Llevaban años sin verse y no porque las cosas terminaran mal realmente, bueno desde cierto punto de vista sí lo fue, ella no tuvo el valor de hablar las cosas claras. Cómo decirle que en verdad si estaba casada y que su esposo sí estaba con ella. Spencer pensaba que era una madre soltera a cargo de tres niñas. Solamente rogaba el no tener que dar explicaciones de las mentiras que un día dijo, este solamente sería un encuentro casual que no pasaría de ahí, terminarían de saldar su deuda por el café caído y se largaría como alma que lleva el Diablo, sin mirar atrás de nuevo, como lo hizo antes.
Durante todo el camino se mantuvieron en silencio, ella solamente se limitaba a seguir los pasos de Spencer, no sabía a dónde la estaba llevando y muy probablemente pediría solo un vaso de agua, porque no podía costearse nada de aquel lujoso lugar. Entraron llenándose inmediatamente los pulmones de aquel agradable olor, todo el ambiente estaba impregnado con el aroma a café recién molido, no como el que tenían en casa que era deshidratado, ese se trataba de café real, hervido y concentrado.
—Bien ¿Qué deseas tomar? – le preguntó Spencer con una sonrisa cálida, se habían detenido a unos pasos frente al mostrador donde la cajera esperaba con una sonrisa falsa a que ellos se acercaran a pedir algo.
—Un vaso de agua estará bien.
—¿Qué? No seas modesta Mila, escoge algo del menú – le señaló el enorme tablero donde enlistaba los diferentes tipos de café y algunos combos de comida, los precios eran ridículos para una taza de café con un pan. Además, no sabía qué era un Mocaccino, Latte o un Expresso y ¿Qué rayos se suponía que era un Macchiato?, era como si estuviera leyendo otro idioma por no decir que el resto de bebidas no podía ni pronunciarlas – si no te apetece un café puedes pedir una bebida fría son muy buenas.
—Es que no sé cuál elegir, hay demasiadas opciones y yo apenas entiendo el café – Spencer le vio esbozando una sonrisa ladeada, le parecía particular la forma en la cual esa mujer podía ser fascinante, siempre fue así de transparente cuando se veía intimidada por algo que desconocía. Su naturaleza inocente y directa era el mayor de sus encantos – tampoco tengo dinero para pagar algo como esto.
—¿Quién dijo que tú tendrías que pagar algo? Dije que te invitaría a un café, y si no sabes por dónde empezar o escoger entonces vayamos a lo básico. ¿Te gusta el café con leche o puro? – parecía como pez en el agua, la pregunta hacía más fácil la decisión.
—Con leche estaría bien – respondió tímida, no por el hecho de sentirse avergonzada de la forma como le estaba explicando cómo elegir un café, sino más bien, porque el decir que ella tomaba café con leche en su casa significaba una forma para que el café abundara un poco más. Por supuesto que ese sería un secreto el cual guardaría con recelo para ella.
—Ves no fue tan difícil – le sonrió, su tono de voz era calmado justo como lo recordaba cuando le explicaba cosas estando en la clínica – ahora que te parece si tú buscas un sitio donde sentarnos y yo pido el café.
Se limitó a asentir, esto parecía un sueño, era justo como la primera vez que habían salido juntos a un lugar para comer después del trabajo, siempre la hacía sentir como una mujer valiosa y cuándo le veía podía sentirse deseada realmente. Un escalofrío recorrió su cuerpo por los recuerdos que hicieron acto de presencia, causando que se ruborizara hasta la punta de sus orejas. Con una sonrisa traviesa saliendo de sus labios decidió distraer su mente buscando una mesa dónde poder sentarse tranquilamente; en el lugar había dos barras con unos bancos altos, así como algunos sillones con mesas al centro, se decidió por uno de esos espacios donde solamente había dos sillones.
Tomó asiento inspirando profundo, relajando sus hombros tensionados, miró a su alrededor encontrándose con un ambiente variado entre personas trabajando con sus computadoras, otros en una especie de reunión de trabajo, algunas parejas compartiendo el café de la tarde y uno que otro solitario que ocupaban los espacios de la barra. Con la mayor de las discreciones divisó la figura del hombre que había dado vuelco a su vida hace tantos años y que ahora vivía como un reencuentro de película romántica cliché. El rubor en sus mejillas se hizo presente de nuevo, haciendo que bajara la mirada un tanto avergonzada.
—Veo que escogiste el lugar más cómodo, normalmente escojo las barras porque siempre estoy de paso y solo, más la segunda – dejó el número que indicaba su orden sobre la mesa y tomó asiento en el sillón libre.
—¿Y nuestros cafés?
—Los están preparando por eso traje este número, se tardará un poco la orden.
—Ya veo.
—Bien Mila hablemos un poco ¿Qué ha sido de ti los últimos años? – esa frase parecía tan de terapista como si tuviera un chip incrustado en el cerebro para ser tan directo al preguntar algo, no podía tan siquiera esperar a tener el café para que ella pudiera mantener ocupada su boca en algo más. Ese hombre podía ser tan insistente cuando se lo proponía – la última vez que te vi, dijiste que tenías algo importante por decirme y ya no tuve una respuesta.
—La verdad no lo recuerdo, es que ha pasado tanto tiempo desde aquello – era una gran mentirosa, solo hacía bien una cosa, agregar más engaños a su lista frente al único hombre que la había tratado bien, le estaba haciendo daño a la persona que se llevó una buena parte de ella, al mismo tiempo convirtiéndola en una ladrona sin él tener conocimiento – mejor cuéntame sobre ti.
—En realidad mi vida no ha cambiado mucho, lo único bueno que puedo sacar de todo es que mi hijo y yo nos hicimos más unidos – Spencer sabía que no le estaba hablando con la verdad había estado evitando temas de forma descarada, lo peor del caso era que se lo estaba haciendo a él que se gana la vida leyendo a las personas cuándo evitan hablar de un tema porque no quieren afrontar su realidad, se prometió no meter su profesión con Mila desde hace mucho tiempo, pero cuándo una persona te rehúye es imposible que no saques a flote tus propias herramientas. Entendía que primero tendría que romper el hielo con algo para hacerla sentir cómoda y eso haría – de hecho, incluso la relación con su madre mejoró notablemente, aún no podemos estar en una habitación solos por más de media hora, pero logramos hacer mejores acuerdos para asegurar el crecimiento de Owen.
—Eso es genial, siempre te dije que debías hablar con él para explicarle lo que sucedía con ustedes para que comprendiera, los niños se dan cuenta la mayoría del tiempo lo que pasa con sus padres – bingo había encontrado su entrada, era pequeña, pero siempre el tema de los hijos era buen inicio o bien hablar sobre un tercero – la última vez que lo vi casi no lo reconocí tendría unos doce años tal vez, sí, porque Pia tenía nueve para ese entonces y la menor tenía cuatro – eso había salido del inconsciente totalmente, ni siquiera se dio cuenta de la mala jugada que su inconsciente le hizo.
—¿Así que tuviste otra hija? – estaba fuera de su clínica tenía todo el permiso para impresionarse y reaccionar como le diera la gana, más si se trataba de la mujer que se robó sus sueños durante tanto tiempo, pensar que alguien la había tomado como suya le sacaba de sí, esto significaba que tenía otra persona, una que había ocupado ese lugar que quería, no más bien, que debía ser de él – aguarda dijiste que tenía cuatro años en ese momento.
—Yo... yo... bueno sí, es decir no – las palabras salían atropelladas de su pensamiento y se convertían en un torbellino sin sentido al salir de su boca – digo sí tengo una hija menor.
Listo había soltado media bomba nuclear en el medio de un café por la tarde como si estuvieran hablando del clima y ella se estuviera riendo porque acababa de suceder un tsunami que arrasó en algún lugar del planeta, así de incoherente como sus pensamientos era esa situación, porque era justo como se sentía en el momento que Spencer la miraba incrédulo.
Él pensaba que no tenía esposo, gracias a su falta de sortija de matrimonio, ella nunca se lo negó cuando él dedujo que no lo tenía por la falta de una alianza. Quería que la tragara la tierra y la escupiera muy lejos de ahí, o en su contraparte que jamás la expulsara llevándola hasta el centro de la tierra. Spencer estaba a punto de hablar cuando fue interrumpido por una chica muy sonriente que les llevaba sus cafés y unos pastelillos que eran parte de su orden, agradecía al cielo por la interrupción, aunque claro nunca debes escupir hacia arriba porque la tierra tiene gravedad y el impacto puede ser mayor. Y vaya que lo fue, como un enorme balde de agua fría.
—¿Mamá? – lo que le faltaba, la cereza del pastel su hija en el mismo lugar, tan pequeño era el lugar como para escoger la misma cafetería, no bastaba con que el mundo fuera un pañuelo para encontrarse con un viejo amor, ahora también su reducido espacio se había limitado aún más - ¿Qué haces aquí? Pensé que estarías en casa.
—¿Ella es tu hija? – habló impresionado Spencer, no era para menos que la sorpresa fuera en esa magnitud. Su hija era como ver un espejo del hombre con el que estaba sentada.
—¿Estás espiándome acaso?
—¿Cuántos años tienes? – preguntó sin más filtros el hombre, ganándose una mirada de confusión por parte de la chica. Mila se encogía cada vez más en su lugar pensando en todas las posibilidades de salir huyendo, Leah se caracterizaba por ser espontánea y siempre responder a las preguntas que le hacían. Sin embargo, no contestó a la pregunta del extraño hombre, en su lugar dirigió la vista a su madre.
—Mamá responde ¿Por qué sigues aquí? Y ¿Quién es este hombre? Me mira como un bicho raro.
—Lo puedo explicar sí – mencionó mientras su vista iba de uno al otro, ambos pelinegros le estaban acusando con la mirada pidiendo una explicación de toda la situación – yo no te estaba espiando, él es un buen amigo mío a quien encontré y decidimos tomar un café.
—¿Solo un buen amigo? – enarcó una ceja, Spencer aún estaba boquiabierto sin dar crédito a lo que veían sus ojos. Definitivamente o se estaba volviendo loco o se trataba de su hija - ¿Cuál es tu nombre?
—Leah.
—Hermoso nombre – le extendió la mano para estrecharla con la de la chica, quien veía el gesto de forma renuente, pero decidió responder - ¿Cuántos años tienes?
—Tengo diecinueve años, bueno los acabo de cumplir.
—Spencer yo...
—Estoy hablando con Leah.
—Esto es realmente extraño, debo irme con mis amigas, están esperando por mí. Te veré en casa mamá – dijo la menor soltándose del agarre de Spencer quien no le quitaba la vista de encima – gusto en conocerle Spencer.
—El gusto fue mío Leah.
Fue más como un murmullo perdido en el aire, se sentía feliz por una extraña razón, es que ¿Quién le aseguraba que era su hija? Y en respuesta casi automática su mente contraatacó ¿Quién en su sano juicio diría que no? Solo era de mirarlos juntos, mismo color de cabello, facciones similares de cara, ojos oscuros y sin mencionar que era una versión femenina de él, ni siquiera Owen tenía esa similitud con su persona. Las cuentas en su mente concordaban, podría apostar hasta su nombre que era su hija. Mila le dijo una vez que sus hijas eran rubias como el padre de ellas a excepción de su hija menor que en ese momento era Pia, la cual le dijo que era idéntica a ella. Así que los rasgos físicos no mentían en lo absoluto, la genética no miente y menos cuando se presenta de forma tan descarada como lo hacía con la menor.
—Es mi hija ¿cierto? – volteó a ver a la mujer que era un manojo de nervios en su lugar removiendo sus manos una y otra vez – Mila necesito que me digas la verdad, las cuentas no fallan y lo sabes mejor que nadie. Era esto lo que querías decirme todo este tiempo – ni siquiera levantaba la vista, encogiéndose cada vez más en su lugar – responde por favor – su tono era suplicante, tomó la barbilla de la mujer para alzar su rostro y así poder verle a los ojos.
—Spencer, no te puedo mentir más creo que está más que claro – si la bomba había arrasado con todo a su paso qué más daba hablar sobre lo que era obvio a la vista – Leah es tu hija.
—¿Por qué nunca me lo dijiste? – estaba dolido, tenía una hija de la cual se había perdido toda una vida, no es como si siempre hubiera tenido el deseo de tener más hijos, no después del intento fallido que fue su matrimonio, pero con Mila todo cambiaba – esta decisión egoísta no fue justa ni para ti ni para mí, entiendes eso.
—Te crees que no lo pensé un millón de veces el decirte – relamió sus labios como un tic nervioso producido por el estrés, aprisionó su labio inferior pensándose en si seguir hablando era correcto, su cuerpo no lo soportaría más estaba al borde del colapso – durante muchas noches me recriminé el no haberte dicho, pero no podía, simplemente fui cobarde. Tenía también a las niñas.
—Yo pude haberme hecho cargo de ti y de mi hija – la mención de solamente ellas dos la molestó porque no esperaba que tomara en cuenta a sus otras hijas, pero no las iba a abandonar.
—Es que acaso no entiendes que tengo otras tres hijas en las cuales pensar, te piensas que iba a salir corriendo en tu encuentro para vivir una vida en familia con nuestra hija.
—Me habría hecho cargo de todas con tal de que fuéramos felices juntos, siempre te lo dije, que me dejarás ser parte de tu vida, les hubiera dado una vida mejor a todas.
—No entiendes Spencer – el nudo en su garganta se había acentuado en su totalidad, no podía aguantar más las lágrimas. En serio que no era tan sencillo solo escapar con él – no es tan fácil.
—Claro que lo es... déjame siquiera acercarme a ella lo merezco, tengo el derecho como su padre – le sostuvo el rostro entre sus manos para que no apartara la vista de él – mírame y escúchame con atención, no te dejaré sola, no intentes apartarme esta vez. No seas egoísta con nosotros, no de nuevo por favor. Tomemos esto como un nuevo inicio, es una nueva oportunidad que nos brinda la vida – eso solo provocó que más lágrimas incontrolables salieran de sus ojos, haciendo que se le encogiera el corazón, le destrozaba el alma ver a esa mujer que amaba con tantas heridas haciéndola llorar de esa forma - ¿Por qué lloras? – la abrazó a su cuerpo, escondiéndola sobre su pecho – no llores por favor. Te verá Leah y pensará que te he hecho daño – eso solamente empeoró las cosas. No era bueno para consolar a nadie en consulta no se le permitía hacerlo, solamente dejaba que la persona desahogara todo su dolor, pero no estaba ni en su clínica y Mila no era un paciente.
Esa mujer había sido su talón de Aquiles, su mayor debilidad haciendo que siempre actuara con forme a sus impulsos, así que sin pensarlo más se puso de pie tomando la mano de Mila tropezando un poco con la mesa frente a él, sin embargo, eso no lo detuvo de su acción principal, no dejaría ni permitiría miradas fisgonas, en él estaba el protegerla. La acercó a su cuerpo abrazándola para cubrirla con su brazo, a los ojos del resto de personas solo estaría aferrada a su cuerpo hasta que llegaran al auto. Con agilidad atravesó el comercial hasta llegar al estacionamiento. Sacó su llave para quitar el seguro y así abrir la puerta del copiloto; casi no opuso resistencia cuándo notó que estaba por subirse al auto y él no estaba para perder tiempo, en ese momento el interior del vehículo era el mejor refugio para estar tranquilos solamente ellos dos.
Puso en marcha el auto porque les llamarían la atención al estar en el estacionamiento sin bajar o irse del lugar, sería muy sospechoso. Un silencio un tanto tenso e incómodo se instaló en el interior, ninguno de los dos estaba por romper el silencio. Luego de meditarlo por varios minutos escuchando como los sollozos de la mujer a su lado no cedían estaba más que seguro que no obtendría más palabras, al menos no en ese estado, así que Spencer tomó la iniciativa.
—Te llevaré a casa si lo que necesitas es pensar las cosas.
—No necesito pensar nada Spencer, no puedo huir toda la vida y menos cuándo todo explotó en mi cara.
—¿Entonces me dejaras acercarme a mi hija? – silencio de nuevo, no era su parte favorita en terapia, mucho menos aquí donde trataba de mantener una conversación civilizada – Mila necesitamos resolver esto como dos adultos, prometo darte apoyo en todo lo que necesites de aquí en adelante, pero no puedo hacer nada si solo te dedicas a estar callada. Tenemos que comunicarnos para entendernos, no te escondas en un caparazón como las tortugas.
—¿Acabas de compararme con una tortuga?
—Es lo que pareces en estos momentos, te digo que me haré cargo y lloras. Trato de hablar contigo y haces silencio. Estoy tratando de solucionar esto porque nos involucra a ambos y lo que haces es evadir el tema.
—No hago tal cosa – respondió a la defensiva por las acusaciones del contrario.
—¡Sí lo haces! lo estás haciendo justo ahora – alzó la voz, exasperado, era increíble que le quisiera ver la cara de idiota – no sabes que puedo leer tu lenguaje corporal, Mila vivo de esto, veo esto cada día. Paciente tras paciente que no se abre a hablar de sus problemas, que prefieren evitar a toda costa enfrentar el verdadero conflicto yéndose por las ramas todo el tiempo.
—No tienes que tratarme como uno más de tus pacientes – alzó la voz ella también al sentirse atacada ante la explosión de Spencer – no estamos en terapia y yo no soy una más de esas tantas personas que pasan por tu clínica.
—Tienes razón, tú eres la mujer que amo – una confesión muy fuerte en el peor de los momentos para Mila, y todo lo contrario para Spencer – entiende que no puedo evitar el ponerme de este modo si no me permites llegar a ti de una u otra forma.
—Dijiste que me amas – murmuró la mujer.
—Sí Mila, yo te amo. Por eso estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por ti, por tus hijas, por nuestra hija – giró su cabeza para por fin mirar a la mujer a su lado que a pesar de estar con las mejillas manchadas por lágrimas secas se veía como el más hermoso ser que sus ojos habían visto, no se sentía merecedor de tanta pureza – ahora dime ¿qué quieres hacer?
—Quiero que me lleves a casa por favor
—Bien, ¿en dónde vives?
Mila se limitó a darle indicaciones de dónde vivía; durante el camino cruzaban miradas que decían todo lo que sus bocas no pronunciaban. Spencer había dicho que la amaba, que estaba dispuesto a cuidar de ella y sus hijas, le había pedido que dejase que se acercara a Leah, si decidía darle entrada en su vida qué costo tendría, uno muy elevado al parecer. ¿Qué haría ahora? Robbie era su esposo desde hace veinticinco años, ella era una vil rata cualquiera que, aun teniendo un matrimonio, que, aunque no fuera del todo funcional, estaban juntos. Vivía en un enorme engaño, si le decía a Spencer que en realidad todo el tiempo tuvo contacto con su esposo se enojaría de seguro, había tomado bien la noticia de su hija, pero nada le aseguraba que reaccionaría igual al momento de decir que estaba casada.
Se había sumido tanto en sus pensamientos que no se percató el momento en el que el auto se detuvo hasta que sintió el tacto de la mano de Spencer sobre su pierna, hacía tiempo atrás habían tatuado esas caricias en su piel con una tinta invisible, que no estaba a la vista, pero se sentía como quemaba con el contacto.
—Solo piensa lo que hablamos ¿de acuerdo? No seas tan egoísta en esta ocasión, y si se te hace fácil serlo contigo misma, piensa que también lo estás siendo conmigo y con Leah.
—Lo pensaré – tenía que salir corriendo de ese auto lo más rápido que podía, pero fue detenida de nuevo por el contacto de la mano ajena evitando que se fuera, la mirada suplicante de Spencer le hacía maldecir para sus adentros – lo prometo.
Ahora si se aventuró a salir del auto guardando la compostura lo más que podía, solo había dado unos pasos alejándose de aquel amor y ya comenzaba a sentirse vacía, extrañando el calor en su pecho que solo había sentido cuando estaba junto a su hija. Spencer no se permitiría dejarla ir solamente así con agilidad salió del auto, en unas cuantas zancadas llegó hasta ella y tiró de su brazo para tenerla frente a frente, acunó su cara con su mano libre y con lentitud como quien pide permiso fue acortando la distancia entre ambos, quedando tan cerca que sus alientos rozaban en el rostro contrario, mirándose a los ojos esperando el momento en el que uno de los dos diera el paso que los arrojaría a un profundo abismo. Siendo ella quien rompió el espacio restante para rozar sus labios, era tierno y se podía sentir el calor en sus corazones regocijándose por tan ansiado momento.
Spencer no perdió más tiempo en corresponder el beso con movimientos lentos que apenas y daban caricias en los labios ajenos. Fue corto, pero suficiente para dos corazones que rogaban por un encuentro así, que les permitiera quitar la pausa que habían dejado hacía tanto tiempo donde de la noche a la mañana desaparecieron del lado del otro. Lo que para algunos se trató de milisegundos, para el resto del mundo era tiempo suficiente para fragmentarse una vez más colocando las piezas del tablero en sus posiciones iniciales.
En esta realidad fragmentada Owen recordaba a los chicos perfectamente en sitios que nunca habían estado juntos, porque en esa realidad sus caminos no se cruzaron de la misma forma, se habían convertido en mejores amigos con Iham alejándose de la línea de unión entre los otros. El resto seguía unido en cierta forma, eran como una línea paralela tan cerca del otro, pero sin tocarse, sin interactuar lo suficiente, no existía un elemento común que uniera a los siete como había sucedido la primera vez.
A diferencia de Owen, los chicos tenían una vida relativamente normal, teniendo atisbos de lo que fuera un cruce de sus realidades y la que estaban viviendo. Quizá esa era la razón por la que conocía a Reah y no a su hermana, siendo que su familia vivía dentro de un caos en su hogar. En un segundo fragmentado si Owen se hubiera detenido a voltear su vista hacia el frente no se habría perdido de vista la silueta con cabellera pelirroja entrar a la misma cafetería donde trabajaba la rubia, aunque eso solamente aceleraría las cosas.
—Reah te buscan en el mostrador – le avisaron a la rubia mientras se cambiaba la ropa común por su uniforme.
—Si se trata de un chico pelinegro raro y alterado, no estoy. Dile que me tragó la tierra o me cayó un costal de café encima – comentó de mala gana, no estaba de ánimos para soportar más comportamientos raros.
—De hecho, se trata de tu hermana – eso no era mejor que tratar con el pelinegro y sus extraños comportamientos. Eso solo significaba problemas como un golpe en los bajos que ella como mujer no tenía, pero que su hermana se encargaba de romperle – dice que es urgente.
—Claro todo tiene que ser a su tiempo, por eso todo es urgente – se ató el cabello en una coleta alta para colocarla en un moño. A pasos pesados se fue acercando al mostrador, para encontrarse con la silueta de la chica viendo a su alrededor - ¿Qué haces aquí? No es muy temprano para estar molestando a otras personas.
—Hola para ti también hermana – habló sarcásticamente la pelirroja frente a ella – necesito que me hagas un favor.
—Déjame adivinar quieres dinero.
—Exacto, ¿tienes un poco?
—Se lo di a mamá para pagar los servicios de la casa, no tengo nada de efectivo en estos momentos – soltó tan rápido que no se percató que acababa de darle carta blanca a la chica de ir a su casa para causar un alboroto y pedir dinero a su madre – ni se te ocurra ir a casa.
—Muy tarde hermana, gracias por la información – se dio la vuelta para salir lo más rápido que le era posible, aunque una idea maliciosa cruzó por su cabeza así que detuvo su andar para encarar de nuevo a su hermana – ya sabía que no tendrías dinero, solo necesitaba saber dónde estaba para tomarlo – le lanzó un beso volador y ahora sin esperar más respuesta salió por la puerta corriendo hacia la parada de autobús.
La verdadera historia del dinero no era tanto una necesidad de vida o muerte real, aunque disfrutaba sacar de sus casillas a su hermana, pero obvio que no dejaría pasar la oportunidad de obtener dinero fácil para satisfacer sus propias necesidades. Se estaba tomando un descanso de los trabajos de medio tiempo, luego que la echaran del último por encontrarla hablando por teléfono con su hermana menor, era realmente una emergencia y el cabeza dura de su jefe no escuchó palabra alguna que tenía para excusar su supuesta falta en horarios laborales. Aunque la inexistencia de empleo solo la había afectado a ella, pues todos sus ingresos los gastaba en sí misma, no estaba por aportar nada a la casa, incluso compraba sus propios alimentos para que nadie le reclamara por mantenerla, pero ahora que no tenía esa libertad estaba más que limitada.
Sus padres no eran los mejores, pero podía decir que se hacían cargo de ella junto con sus tres hermanas, en realidad su madre se había quedado en casa luego de tener a su hermana menor. Su padre tenía un pequeño taller donde pasaba la mayor parte del día, la semana, el mes y el resto del año. Trabajaba sin descanso, al igual que sus hermanas mayores, aunque la primera se haya ido de casa hace un año con el idiota de su novio, hacia un poco más llevadero el hecho de tener una boca menos en casa.
Ella junto a su hermana Leah ya estudiaban en la universidad lo que implicaba un gasto medianamente bajo y al mismo tiempo no porque su hermana tenía una dichosa Beca que extendía la institución, así que por la única que pagaban cierta cantidad de dinero para los estudios era ella. Solo llevaba dos años en ese lugar intentando seguir el paso a sus compañeros, aunque eso estaba por cambiar, no le gustaba en lo absoluto los cursos, los profesores, compañeros, más bien la carrera completa había sido un total fiasco en su intento de tener estudios superiores.
Estaba pensando seriamente en dejar de lado las clases y mudarse de forma independiente, ya que su trabajo le daba un ingreso fijo adicional a los pequeños trabajos extra que tenía, pero ahora todo se veía saboteado por una simple llamada que terminó por cortarle las alas que le hacían saborear la libertad. Subsistía de pequeñas entradas, aunque esas no le aseguraban nada al final del mes, ni siquiera en la quincena, con suerte le daría para la semana, definitivamente eso no sería suficiente para pagar un alquiler, comida, servicios y sustentar sus gustos personales.
Sus pensamientos divagaban en un sinfín de problemas por arreglar, específicamente con su familia, era experta para que los conflictos recayeran en ella con solo abrir la boca dando su opinión. Ahora no tenía oportunidad de decir que se iría de casa, lo cual la ataba de manos y pies, le agobiaba la idea de estar estudiando algo que no le gustaba en lo absoluto, se había equivocado al escoger, el dilema era cómo lo decía en casa ahora que no sería independiente. La clara idea era mudarse y una vez estando fuera del alcance de las opiniones de casa sería sencillo hacer lo que quisiera con su vida. Su teléfono comenzó a sonar sacándola de su mundo interno y regresándola a la realidad.
—Hey ... - contestó de forma inmediata al ver el nombre en la pantalla – necesitas algo.
—Llegó tu pedido nuevo – se escuchó la voz del chico al otro lado de la línea – estoy cerca de tu casa dejando otros paquetes, ¿estás cerca?
—A buena hora se te ocurre aparecer Félix – un problema más agregado a su lista del día qué más podía faltar para que su día se llenara de disgustos – estoy fuera, ni siquiera me encuentro cerca.
—Me haces perder tiempo bonita.
—Y tú me haces perder la paciencia, pero de eso no se habla – se agarró la cabeza pensando en una solución fácil y rápida – podrías venir por mí.
—Te crees que soy tu chofer.
—No... - trataba de aferrarse a que su idea fuera suficiente para que el chico no se negara – pero tengo el pago de la mercancía pasada. Qué dices, entra dinero, sale dinero, es un buen intercambio – un gruñido bajo más un suspiro exasperado se escuchó del otro lado, cruzó los dedos para que su estocada final funcionase agregando un poco más de presión – lo quieres o no.
—Bien – soltó en tono seco, no estaba del todo a gusto con ser sobornado por la chica, pero no podía quedarse sin el dinero – solo dime dónde encontrarte.
—Cerca de la universidad, en la parada de autobús para ser más exactos.
—Ni se te ocurra moverte del lugar entendiste.
—Soy una estatua, prefieres que sea como la de La Libertad.
—Mejor como la Venus del Nilo
—Y esa ¿Por qué?
—No tiene brazos... te dejaré atada de manos y brazos en el momento que intentes escapar.
—No me muevo entendido
La línea se cortó dejándola con un escalofrío recorriendo su espina dorsal, aquella advertencia podía ser tomada a broma entre ellos o bien como algo serio, así que no tuvo de otra más que esperar sentada en la pequeña banca de metal de aquella parada, su cuerpo se encogió al entrar en contacto con el frío metal, al menos se ahorraría el pasaje de ida a su casa, aunque regresaría más tarde de lo que esperaba. Si lo pensaba mejor no había una buena razón para regresar a casa temprano nadie la estaba esperando, y prácticamente solo la utilizaba como un lugar de paso para dormir bajo un techo con un colchón y mantas que le abrigaran por las noches.
Su madre no se preocupaba por ella, ambas se habían cansado de discutir constantemente la una con la otra sobre el comportamiento de la pelirroja; así que no es que tendría unos brazos cálidos para recibirla y preguntarle qué tal en su día como le pasaba a su hermana menor, la niña perfecta de la casa, casi no salía y era la adoración de su madre. En el caso de su padre el hombre pasaba todo el tiempo fuera, pero tranquilo de saber que su mujer lo estaría esperando en casa con una comida caliente y quien sabe, si estaban de buenas una buena sesión de sexo marital, que solo satisfacía al hombre, un hermoso final familiar.
Claro, si las cosas no fueran en picada desde el más alto de los pedestales desplomándose toda la nube de ilusión que se había formado en el hogar no estaría considerando el salir corriendo de ahí en la primera oportunidad que se le presentara. Los padres de Pia mantenían una relación casi por convivencia. Ninguno sabía sobre la vida del otro, cada uno tenía conocimiento de lo necesario que hacía el contrario en el día a día. Se guardaban secretos, escondían mentiras, aunque algunas eran tan descaradas que pasaban frente a sus narices, claro que el orgullo se anteponía para cegar a la verdad.
Una motocicleta negra se estacionó frente a ella en la parada de autobús, no tenía que pedir muchas explicaciones de quién era porque cuándo el chico se levantó la visera del casco quedaba muy en claro de quién se trataba. Con un movimiento de cabeza le indicó que subiera atrás, así que resignada se levantó de la banca y comenzó a acercarse para colocarse detrás de Félix.
—¿Qué no estabas de vacaciones de la Universidad? – se burló de ella mientras está subía a la parte de atrás. Una sonrisa maliciosa se asomó en sus labios dando vía libre a su pequeña broma soltando un poco el freno, haciendo que la chica se aferrase de más a él, sacándole una carcajada – eres demasiado lenta.
—Imbécil pude haberme quemado con el escape o con el motor – levantó su pierna izquierda tomando impulso con la derecha para así por fin estar arriba de la motocicleta – no te rías hablo en serio.
—No podías haberte quemado, a lo mucho se hubiera dañado tu pantalón y una leve rozadura en la piel.
—Prefiero mantener mi piel libre de rozaduras gracias.
—Entonces vete caminando.
—Ya estás aquí ¿no? – enarcó una ceja, mientras acercaba su cuerpo al de Félix y recargaba su peso en la parte de atrás aferrando su agarre, no se arriesgaría que este hiciera de nuevo una locura sin ella estar medianamente agarrada de algo – ahora llévame a casa.
Conocía a Félix desde hacía unos cinco años casi, desde que se mudó al complejo de apartamentos donde ella también vivía. Lo descubrió vendiendo droga una de esas tardes en que salía de casa para distraer su mente, fue tentador ver cómo se le hacía fácil al chico intercambiar un poco de aquella hierba por dinero, así que luego de una amena plática, se hicieron algo así como socios; ella vendería en la universidad y él trataría con el proveedor, ambos ganaban porque estaban en territorios alejados, si algo afecta y genera disputas entre dealers es el hecho que otro llegue a robarte la clientela. Por eso en las temporadas de vacaciones la pelirroja se veía escasa de ventas porque solamente algunos tenían su contacto como clientes frecuentes.
Al llegar la motocicleta se detuvo en una calle cercana del complejo de apartamentos a unos simples metros, distancia suficiente para pasar desapercibidos, Félix se estacionó esperando a que la pelirroja bajara mientras que él quitaba su casco acomodando su cabello revuelto, la razón de su actuar no era por nada más que el evitar que los vieran juntos, si eso llegaba a pasar pensarían que se trataba de su novia o algo por el estilo y definitivamente las cosas no podían estar más alejadas de la realidad. No era conveniente que los involucraran porque podrían utilizarlo en su contra y el mensaje en su teléfono indicándole de un nuevo trabajo se lo dejaba más que claro.
—Espera aquí ya regreso con lo que te dije.
—Déjalo, tengo que ir a entregar otro paquete, cuando regrese por la noche te llamo para que me lo pases.
—¡Oye! Y mi paquete qué – estaba jugando con ella ¿cierto? La había, casi amenazado con amordazarla si se escapaba del lugar para ahora quedarse sin su mercancía, no le importaba sino le daba el dinero, pero el paquete representaba ingresos para su bolsillo – en serio no tardo nada.
—Hablo en serio fresa salvaje, debo irme, pero tu paquete está aquí – abrió el cierre de su chaqueta con cuidado y se detuvo a observar a la chica que le esperaba con mirada expectante - ¿Dónde lo piensas esconder?
—En mi chaqueta por supuesto, solo deja me la quitó de encima – comenzó a sacarse la prenda con rapidez; se acercó al chico de forma que parecía más una despedida amorosa que un intercambio de mercancía ilegal – estaré al pendiente del teléfono para darte el dinero.
Félix sólo le brindó una media sonrisa y arrancó la motocicleta, haciendo que Pia se apartara con rapidez, abrazando su chaqueta a su pecho. Debía correr hasta llegar a su casa para poder esconder su nuevo lote de mercancía y no podía arriesgarse a que alguien más lo viera se lo robarían de inmediato. Cruzó la calle hasta la entrada a paso rápido, no tenía tiempo que perder.
Al llegar a la entrada de su edificio notó que en el siguiente se encontraba una silueta muy familiar con el rostro decaído viendo hacia la nada, conocía al chico muy bien porque fue uno más de los niños que creció en el lugar y su vida no era de perlas que digamos. Suspiró maldiciendo para sus adentros, no tenía por qué importarle la vida de otros, pero ahí estaba caminando directamente hacia el castaño, con cada paso que daba la imagen se hizo más clara, tenía un horrible golpe que se extendía en toda la superficie de su pómulo, su labio inferior estaba partido con rastros de sangre aun y la mirada ida daba a entender que ese pequeño encuentro acababa de suceder.
—Hey, Aiden – llamó la atención del chico una vez estando frente a él, no recibió mayor respuesta por parte del castaño más que una mirada fija. Parecía desconcertado teniendo a alguien llamándolo para algo más que no fuera referente a problemas, aunque la pelirroja no le inspiraba desconfianza como el resto de personas de ese complejo - ¿Qué te pasó en la cara? ¿te metiste en problemas de nuevo?
—No exactamente – suspiró bajando la mirada al suelo y encogiéndose en su lugar. Tenía que verse fatal como para llamar la atención de la chica más antisocial de aquel lugar – ¿se ve muy mal?
—Bueno parece que entre la pelea a la que te enfrentaste no saliste ganando precisamente – comenzó a tomar lugar junto a él abrazando su chaqueta contra su pecho - ¿tu madre no te ha visto cierto? – una negación fue su única respuesta, no era que el chico fuera malo, al contrario, parecía de esos que no se meten con nadie y termina golpeado por defender a otros, la pregunta aquí es quién era esa persona que se había desquitado con el castaño, Aiden no tenía amistades, se la pasaba solo todo el tiempo – ¿tu madre está en casa?
—Aún no regresa, tengo que esperarla para arreglar algunos asuntos.
—Y es necesario que la esperes aquí como si se tratase de una niña regresando tarde de la escuela, por favor es una adulta no se le va a perder el camino a casa – una risa sincera salió de los labios del chico, negando repetidas veces con la cabeza.
Pia entendía que la madre del chico no era precisamente la favorita del barrio, por esa razón muchos en el edificio no se acercaban al castaño. Eso sin contar las innumerables veces que armó escándalo porque su pequeño bebé estaba extraviado, acusando a todos los vecinos de haberlo secuestrado, para que horas después apareciera el niño en casa, creándole la fama a Aiden como el hijo rebelde que escapaba todo el tiempo y a la madre como una irresponsable. Sin embargo, había algo que no le cuadraba en aquellos rumores, porque ella siendo una escapista de primera jamás se topó con el castaño fuera del complejo, era más común ver a su madre regresando de madrugada en un estado un tanto comprometedor.
—Créeme quisiera que actuara como el adulto responsable entre los dos.
—Y qué adulto es responsable de sus hijos en este estúpido lugar – habló con molestia, ellos siempre terminaban siendo los adultos o los responsables de sus padres en ese lugar. Eran niños que les tocaba madurar antes del tiempo para aprender a cuidarse solos – Si ella está metida en problemas no metas la cara para defenderla literalmente – eso le sacó una risa sin gracia al chico al lado suyo – es en serio no te has visto en un espejo acaso, tienes que revisarte esa herida en el labio y desinfectarla.
—Pensé que solamente estaba hinchado por el golpe – por inercia elevó su mano hasta el área que sentía inflamada, hacía unos minutos la había tenido adormecida, ahora con el tacto le causó un pequeño cosquilleo y ardor.
—Niño tienes sangre en la mitad de la boca dudo que no te hayas dado cuenta que lo tienes partido – definitivamente no tenía tacto para hablar con el resto de personas. Aunque tenía que admitir que le agradaba saber lo transparente que era la pelirroja – deja de hacer ese puchero con el labio, pareces un niño haciendo rabieta.
—No soy un niño al que debes cuidar.
—Pues compórtate como adulto entonces, porque con esa cara de borrego a medio morir... – interrumpió sus palabras al ver los ojos brillosos, le gritaban ayúdame a pesar que el exterior se viera duro y a la defensiva, quería que dejara de hacer esas muecas que le parecían tiernas, por alguna extraña razón moría por estrujarle las mejillas – Andando – se levantó del sitio esperando que el contrario le siguiera.
—¿A dónde exactamente?
—Dijiste que tu madre no está ¿cierto? – el chico dio un asentimiento lento en respuesta; estaba confundido porque nadie se le acercaba a hablarle, su madre era un enorme problema del cual todos querían alejarse. Conocía a la pelirroja de algunas ocasiones que cruzaban palabras, pero nada del otro mundo – Bien entonces no te molestará llevarme a tu apartamento.
—¿Qué? Oye espera, para qué necesitas que te lleve allá – era una locura jamás llevó a una persona a su apartamento, de qué iba aquella extraña auto invitación, no solamente había sido un día como patada en el trasero, para terminar con la tarde más rara de su corta vida – no entiendo a dónde quieres llegar.
—Relájate niño no te violaré o algo por el estilo – sabía que su selección de palabras no fue la mejor cuando el chico tenía un dilema entre reír o mantener un semblante serio tomando en serio su expresión – ¿tienes un botiquín en casa?
—Sí... - afirmó dudoso no porque lo tuviera sino más bien por el hecho que no era un botiquín sencillo precisamente y en su casa había mucho más que vendas, pero decidió terminar su oración – lo tengo, eso qué tiene que ver con tu propuesta anterior. Además, ya te dije que no soy un niño al cual debes cuidar, tengo veintiuno ¿sabes?
—Huy disculpa señor anciano, felicidades eres legalmente todo un adulto responsable en el resto del mundo – burló por la actitud a la defensiva que había tomado – ahora si ya terminaste tengo que curarte esa herida y en mi casa no tengo los implementos, así que, andando, tú guías el camino hasta tu hogar.
Se sentía extraño que una persona ajena se preocupara por él, normalmente en su vida, la relación con su madre, él era el adulto responsable que la sacaba de cualquier problema, también quien recibía los golpes, literalmente hablando. Su madre parecía haberse quedado atrapada en la adolescencia cuando salió embarazada. Vivían en el complejo desde toda la vida, de hecho, el lugar se lo habían dejado a la madre de Aiden cuando murió su bisabuela, era lo único seguro que tenían en sus vidas a parte de los constantes problemas.
Dentro del edificio nadie se metía con ellos por el simple hecho que etiquetaban a su madre de loca, no estaban tan fuera de la verdad, vivían en un constante ir y venir de emociones podía estar muy eufórica con muchas energías tanto así que hablaba demasiado rápido o bien dejarse caer en el agujero más profundo de la depresión. Recordaba que cuando era pequeño esos momentos de euforia le parecían divertidos porque jugaban por horas, salían de casa hasta altas horas de la noche, aunque en muchas de esas ocasiones terminaba alejándose de ella y se extraviaba, así que aprendió cómo regresar solo a casa luego de las repetidas veces que se perdió en el parque. Cuando llegaba a la puerta de su casa resultaba que su madre ya estaba ahí, o bien podía pasar fuera de la puerta hasta la mañana siguiente.
En su contraparte existían momentos que odiaba con todo su ser, era como si le diera un bajón de azúcar, esa sería la forma en que describiría el actuar de la mujer. Se encerraba en su habitación y no salía durante horas, ni siquiera para comer, eso para un pequeño niño era complicado porque sus horarios de comida no los cumplía, se convirtió en alguien independiente desde muy pequeño su comida favorita de ese tiempo eran las rodajas de queso y galletas porque era lo único que tenía a su alcance.
Con forme fue creciendo se topó con muchos más problemas por esos bajones y actitudes de su madre, pues recurría a lastimarse o bien a drogarse en exceso. En ambos casos casi le cobra la vida llegando muchas veces a emergencias, donde siempre la revisaban a ella, por los golpes que tenía en el cuerpo y a él por ser menor de edad, siempre mentía con que su padre era el responsable de eso, realmente era para lo único que agradecía el mencionarle porque nunca lo conoció así que podría decir cualquier cosa del hombre que no le afectaría, el que otro cargara con la responsabilidad le había facilitado las cosas en muchas ocasiones.
Aunque con forme pasó el tiempo él también terminó con uno que otro hematoma, sus golpes no eran porque ella se los provocara de primera línea, jamás le levantó una mano a lo largo de su vida, al contrario, siempre lo amó muy a su manera; el problema recaía cuando llegaban a pedir el dinero de la droga que no había pagado su madre, en muchas ocasiones resultaba herido por el hecho de meterse en problemas con esa gente para defender a su única familia.
Obviamente al no tener un empleo pues recurrió a lo único que podía hacer pequeños trabajos que saldaran las cuentas pendientes, sin embargo, ya se había cansado de eso lo que provocó que se ganara una buena golpiza y esa era la razón por la que estaba ahora siendo seguido por la pelirroja que decía querer curar sus heridas se sentía extraño; así que sí el tener a una persona interesada en cuidarlo o que le preguntará si se encontraba bien era un suceso extraño.
Llegaron a la puerta del apartamento y comenzó a buscar sus llaves no era difícil de ubicarlas ya que eran muchas en un mismo llavero, normalmente él siempre cargaba con todos los juegos porque su madre era un desastre, la última vez que le dejó una copia para que entrara por su cuenta la casa terminó hecha un desastre.
—Es aquí dónde vives – preguntó la pelirroja observando todo a su alrededor. Conocía que los apartamentos de ese edificio eran pequeños, pero en el lugar casi no había nada, apenas un sillón de dos plazas, una televisión vieja, los gabinetes de la cocina no tenían puertas, tampoco se veía que tuvieran muchas cosas dentro, un pequeño comedor, le hacía ver más espacioso eso era todo a primera impresión – parece que vives solo.
—Bueno mi madre no es precisamente la mejor amueblando la casa, y se hace lo que se puede con el poco dinero – murmuró rogando para que no preguntara cosas como en qué trabajaba su madre, estaba harto de escuchar decir que era una prostituta barata – puedes sentarte en lo que busco el botiquín.
—Te acompaño – volteó a verle de inmediato, ni de loca se quedaba sentada en ese lugar lúgubre – además tengo que ver que sí tienes lo necesario para sanar tu herida.
—Créeme de eso es de lo único que no tienes que preocuparte – habló mientras comenzaba su camino hacia su habitación, sacó de nuevo sus llaves para poder abrir la puerta ante la atenta mirada de la chica. Lo cual le hizo pensar, si ella no tuviera que compartir la habitación definitivamente dejaría con seguro antes de salir a cualquier lugar, sus cosas estarían a salvo todo el tiempo el chico tenía sus privilegios en cuanto a privacidad – podrá faltarnos comida, pero no medicina.
Abrió por fin la puerta para adentrarse del todo a la habitación, el ambiente era muy diferente al de fuera, se notaba que nadie más que él tenía acceso. Estaba iluminado y sin aquel ambiente tenso; tenía las cosas necesarias: una cama de una plaza, una pequeña mesa de noche, un escritorio, un mueble pequeño de gavetas y el closet empotrado que tenían todas las estructuras del lugar. Incluso parecía limpio, como si el torbellino que arrasó con el resto de la casa no hubiera alcanzado esa habitación.
—Siento que no estoy en el mismo lugar al cual entré hace unos minutos – soltó sus pensamientos al aire, era demasiado para dejarlo en su mente rondar - ¿Qué sucedió...?
—El botiquín está aquí, creo que tiene lo necesario – la interrumpió el castaño sacando un maletín con más implementos médicos de los que hubiera esperado, tenía vendas, alcohol, jeringas y agujas nuevas, una liga, tijeras quirúrgicas, hilo médico, gasas, curitas de todos los tamaños. El chico la observaba mientras rascaba su nuca como esperando a que saliera corriendo – ¿todo en orden?
—¿Acaso te drogas? ¿Te haces daño y aprendiste a curarte tú mismo?
—¿Qué? ¡No! – abrió los ojos sorprendido por la deducción de la chica, aunque no le parecía tan descabellado tampoco estaba muy alejada de la realidad, aunque sí de la persona por la que realmente estaba todo eso ahí – esto es para uso personal nada más, ya sabes por emergencias.
—Por emergencias dices – tomó las tijeras del maletín alzándolas, arqueó una ceja viéndolo no muy convencida, las únicas tijeras que había en su pobre botiquín de emergencias eran de esas de uso libre, las normales ¿no? Las arrojó de nuevo al maletín y comenzó a sacar lo que utilizaría – en casa solo tenemos alcohol y curitas esto es demasiado. Igual no tengo mucho tiempo para interrogarte, siéntate comenzaré a curar tu herida.
El chico obedeció de inmediato observando con detenimiento los movimientos de la chica al colocar alcohol en una bolita de algodón; se acercó con lentitud a su rostro y comenzó a dar leves toques sobre la abertura del labio la cual empezó a escocer a los pocos segundos de estar en contacto con la carne expuesta sacándole un siseo involuntario. Aun así, se aguantó todo el tiempo.
—Listo, con eso bastará – se quedó estática viendo con detenimiento el rostro de aquel chico, le pareció lindo y tierno incluso se permitió perderse en cada detalle de sus rasgos. En su boca se encontraban dos lunares llamativos, uno debajo del labio inferior y el otro en el superior del lado derecho, que pena que ahora eran opacados por un golpe.
—¿Viviré? – habló con gracia el chico al percatarse del silencio en el que se encontraban, se sentía cohibido al ser observado con tanto detenimiento. La chica hizo un sonido afirmativo comenzando a dejar las cosas que utilizó en su lugar. – no me lo tomes a mal, pero ¿Por qué me curaste?
—Me parecías un triste cachorro abandonado el cual quería ser cuidado, así que no me resistí – sonrió ampliamente – además no podía dejar que esa cara tuya se estropee por una herida no tratada luego de una sesión de golpes como esa, ten cuidado para la próxima.
—Seguro – su sarcasmo le hizo ganarse una mala mirada por parte de la pelirroja – tú también tienes que tener cuidado con eso – señaló la chaqueta de la chica que había dejado sobre la cama, la cual dejaba ver ligeramente el paquete – si fuera tú no lo expondría tan a la ligera, créeme mi labio entiende eso.
—No es asunto tuyo – tomó el bulto con recelo – tú también estás metido en esto ¿eh?
—Mi madre siempre está metida en problemas así que hago pequeños trabajos para librarnos de algunas deudas. Aunque en ocasiones hace enojar a la gente equivocada y...
—Y tú terminas con el ojo morado y el labio partido.
—Exacto.
—Es por ella que tienes todas estas cosas en casa ¿cierto?
—Es un poco torpe así que siempre tengo que utilizar el botiquín – sí claro torpe con ella misma, por eso todos los utensilios de la cocina estaban escondidos en su habitación al igual que todos los medicamentos.
—Y las jeringas son para...
—Inyectar.
—¿Droga?
—¿Qué tienes tú con la droga? – alzó la voz por la insistencia de la chica de insinuar que era para eso – es para medicamentos.
—¿Cómo cuáles?
—Sedantes.
—No estoy muy segura si eso es bueno o malo en mi posición – la risa del chico comenzó a resonar por toda la habitación.
—¿Por qué dices eso? – se secó una falsa lágrima mientras sostenía su estómago.
—Quizá por el hecho de que puedes sedarme y desaparecerme con mucha facilidad.
—Buen punto, pero que quede claro que tú te ofreciste a entrar a mi casa.
—Caí como una estúpida oveja en las fauces del lobo – otra carcajada más resonó en el lugar, esta vez la pelirroja también lo acompañó su risa era escandalosa y pegadiza – ya en serio ¿Por qué necesitarías sedantes en casa?
—Mamá tiene ciertos momentos críticos donde es mejor tenerla tranquila.
—Entiendo – dijo pensativa – me enseñarías a inyectar sedantes me serviría de mucho.
—Y dices que yo soy el peligroso aquí.
Tanto el castaño como la pelirroja se sentían a gusto el uno con el otro, tanto así que en el momento que quedaron en silencio fue muy cómodo para ambos estar nada más compartiendo de un momento agradable alejados y ajenos a su realidad. Era extraño cómo se podían sentir tan familiarizados con una persona desconocida sus interacciones eran limitadas nunca se había dado esa apertura porque cada uno se encontraba ocupado no notando la existencia del contrario.
—Por cierto – interrumpió el silencio el castaño levantándose por fin de la cama para guardar el "pequeño" botiquín - ¿Cuál es tu nombre? Es decir, tú conoces el mío, lo que me parece extraño ya que no tenemos mayor relación de algún cruce de palabras, pero yo no sé tu nombre.
—Mi nombre es Pia – dijo la pelirroja dejándose caer en la cama del chico – de hecho, conozco tu nombre porque alguien me lo dijo – no le diría que se lo había dicho Félix, que tal si, había sido él quien le provocó esos golpes al chico, se sentiría mal de solo ser relacionada con quien le hizo daño.
El chico se recostó a su lado quedando a una corta distancia uno frente al otro, el espacio era reducido, pero cómodo por el ambiente creado entre ambos. Sus miradas se conectaron de una forma reconfortante, algo que habían deseado cada segundo de su vida, el sentirse en su hogar. Pia llevó sus dedos al cabello del castaño para quitar un mecho que se atravesaba en su rostro, apenas rozó con su piel la yema de sus dedos, pero fue suficiente para causarle un cosquilleo que le recorrió el brazo y se expandió al resto de su cuerpo causándole un escalofrío.
Por un milisegundo su realidad se detuvo mientras se observaban fijamente el uno al otro, por su parte Pia veía todas aquellas veces en las que cuidaba de Aiden como un niño pequeño que necesitaba ser protegido, imágenes de ellos abrazados para dormir juntos en el baúl de una camioneta se le hacían memorias nostálgicas que llenaron sus ojos de un brillo acumulando lágrimas que amenazaban con salir, su pecho se oprimió al sentir que le habían quitado una parte de su vida la cual aún quedaba en el fondo de sus memorias.
Aiden no era ajeno a los mismos sentimientos compartidos de la chica frente a él, sentía una calidez invadiendo su interior y al mismo tiempo un vacío asfixiante, en alguna parte de sus recuerdos existían risas, cariño, afecto, protección, calor de un hogar ajeno que era como suyo. Sus ojos también comenzaron a llenarse de lágrimas las cuales no retuvo por mucho tiempo, su pobre corazón anhelante no soportaba más heridas, podía sanar las físicas, pero las que se encontraban en su interior seguían sangrando. Pia quitó las lágrimas traviesas que caían por las mejillas del castaño, tenía razón era un niño el cual buscaba desesperadamente sentirse protegido y no ser el protector.
—Oye – susurró la chica dejando por fin escapar las gotas saladas de sus ojos, mojando el costado de la almohada en la que apoyaba su rostro - ¿Por qué lloras?
—No tengo idea, solamente me llené de un sentimiento tan extraño que no lo pude retener – su sonrisa se ensanchó al sentirse aliviado, el gesto era tierno para los ojos de la pelirroja observando la forma en la que arrugaba su nariz. Era contradictorio el estado de ambos porque mientras una sonrisa atravesaba sus labios las lágrimas seguían recorriendo sus rostros.
—Pero mira nada más que bonita sonrisa tienes, pareces un conejito arrugando así la nariz – sonrió Pia mientras seguía en su tarea de quitar cada lagrima que salía de los ojos ajenos, llevó su pulgar hasta donde se encontraban los lunares y rozó la yema en ellos.
—"Son como la contraseña que abre tus secretos" – recitaron los dos al mismo tiempo, sus corazones se aceleraron sabiendo que esas palabras ya las habían mencionado.
Era como estar viviendo en un deja vu de una vida que en esos momentos no les fue concedida por algún acto egoísta de la vida o el destino. Ninguno de los dos se movió de su lugar, solamente se quedaron mirando al otro. Pia juntó su frente con la de Aiden en un acto tierno sin otras intenciones, nada más por sentir la cercanía del otro, se sentía como un lugar seguro del exterior que estaba hecho un caos. Tanta tranquilidad entre ambos creó una burbuja que almacenaba cada respiración, cada recuerdo que aparecía en sus mentes como una película.
Realmente no eran los únicos que observaban una vida robada a través de sus memorias, en ocasiones las personas llamamos a la muerte la peor de las ladronas, robando el tiempo de los que más amamos, aunque es una vil mentira, en realidad la muerte tiene su propia línea marcada. La vida por el contrario es quien lucha contra la corriente que le arrastra sin cansancio, y cuando es reclamada un alma antes de su tiempo, ambas fuerzas se debaten en un juego de tira y afloja, para saber quién ganará una vez más. Al final la fuerza de voluntad es la que indicará de qué lado caerá la balanza. Así como damos vida podemos arrebatarla.
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Muy buenas personita, espero te haya gustado este capítulo y como siempre hayas notado los pequeños detalles ocultos. Nuestros chicos comienzan a juntarse poco a poco y es cuestión de tiempo para que se presipiten las cosas.
El Easteregg de esta semana y muy posible de la próximas es: el nombre de los chicos tiene un significada, es decir, cada nombre fue elegido acorde con el personaje. Hoy tenemos a Pia, lo haré en el orden Paraíso.
Pia su signigicado es, que se caracteriza por ser una mujer de buen carácter, la cual se muestra generalmente alegre y optimista. Necesita estar rodeada de gente, ya que le agrada mucho el contacto con las personas.
Posee una fuerte voluntad y logra muchas cosas de índole espiritual pero también material. Necesita buscar el crecimiento interior, por lo que siempre está buscando grandes realizaciones, ya sea ayudando a quienes lo necesitan o simplemente escuchando a la persona necesitada.
Espero les haya agradado este dato curioso, no vemos en la próxima actualización.
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