2.2 La Máscara, La Sombra y La persona
He decidido dejar pequeños eastereggs al finalizar de cada capítulo, cosas que me gustaría compartir con ustedes que siempre estuvieron ahí escondidas. Ahora les dejo con la lectura.
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La mente de cada persona es un mundo interno tan frágil de fragmentar que puede colapsar con la menor de las fuerzas, a partir de episodios que nos marcaran de por vida, con el fin de evitar el dolor crea pequeños lagos mentales que nos protegen de aquello que nos dañó. Suele ocurrir que, podemos tener una desconexión afectando la conciencia, la memoria, la identidad, la percepción del Yo que habitualmente suelen estar integradas para formar un solo ser.
Puede que, de acontecimientos traumáticos nos fragmentemos en miles de realidades distinta, impactando gravemente, como los asteroides al estrellarse con la luna dejando cráteres, creando vacíos en la mente, provocando que no tengas ningún sentimiento, como si las emociones quedaran en un embalse. O puede que sea todo lo contrario, que la mente traiga a la memoria aquellos sucesos una vez más, dejándolos salir a la luz, causando pensamientos, sentimientos o comportamientos que solo salen de la nada, sintiéndote dominado por las emociones que parecen no tener sentido en el momento en el que ocurren esas subidas y bajadas extremas que se da de manera tan abrupta.
En cualquiera de los casos, te encuentras en el limbo donde te sientes como un pasajero en tu propio cuerpo en lugar de ser el conductor de tu vida, como estar en el modo avión. A esto se le conoce como una disociación, y ocurre un pequeño síntoma llamado despersonalización que hace referencia a experiencias físicas, sentimientos de extrañeza o falta de familiaridad respecto al Yo que está en el plano, el propio cuerpo. Puede ser leve como en los momentos de ansiedad, como cuando la mente se desconecta del cuerpo un momento "blind" o en blanco.
Pero, cuando estas en un momento donde realmente estas desconectado de tu cuerpo es cuando desearías que solamente fuera ese momento blind. Al menos es sería el pensamientos de muchos, no para Iham claro, era lo que menos podía pedir en esos momentos donde se sentía, estaba tan familiarizado con el lugar en el que se encontraba, con los sonidos, los aromas, la sensación, incluso su propia desconexión, si tan solo su mente terca colaborara un poco en la realidad todo estaría en otro punto de vista, pero no era así. Estaba sentado en un enorme sillón de terciopelo rojo, la habitación que le rodeaba era redonda, como una recepción de un elegante teatro, con parales de madera con detalles tallados, algunos espejos en las paredes y frente a él un piano de cola, con una partitura en blanco.
Cuando estas al borde de la muerte en varias ocasiones de tu vida, te acostumbras a encontrar tranquilidad en lo que el resto de personas huyen, haciendo de lado que en algún punto sucederá, solo debes aceptarlo. Iham lo había aceptado, sabía que estaba más con un pie del otro lado que en la tierra. Miró las teclas gastadas por el paso de los años que no eran más que una representación de sí mismo, sus dedos tocaron algunas notas al azar, solo dejándose guiar por la tranquilidad que le estaba invadiendo en esos momentos, acompañado del lento retumbar de un latido. Nunca fue bueno para expresar con palabras lo que sentía, se cerró a los sentimientos desde muy pequeño ¿Eso le molestaba? En ocasiones, ¿trataba que fuera diferente? Sí, siempre que estaba con los chicos mostraba su mejor lado, ese que se esforzaba por sacar de la pequeña caja de madera donde había encerrado todos sus sentimientos y emociones.
—No crees que el compás está muy lento – esa voz era conocida por él. Con ese toque masculino distorsionado con un tono femenino, había pasado mucho tiempo desde que lo escuchó así de claro – supongo que no estás haciendo nada para que sea diferente.
—No existe nada que yo pueda hacer para que cambie, lo intenté todo y nada se solucionó.
—Soy testigo de eso, al menos disfrutamos del placer y satisfacción de la música, pero ¿a qué costo? – de nuevo esa otra voz tan conocida igual de masculina y femenina distorsionada, pero con mayor demanda. Una que por mucho tiempo le hizo dudas de sus propios gustos – oye deja de culparme por eso, el chico era lindo en su momento.
—Creo que podías hacer algo más, que dejarte llevar por esta Sombra los últimos meses tenías niñera para los medicamentos.
—Hay que admitir el chico es único, ¿lo dejarás solo?
—Está pensando de forma egoísta por eso no actúa con la razón, sino irracional.
—A mí no me eches la culpa, yo solo dije que tenía que vivir su vida lo más normal posible, sin morir por tener relaciones sexuales o agitarse por sentir emociones fuertes.
—Supongo que lo de vivir, me lo tomé muy en serio no creen – rio sin la menor gracia, esa discusión sonaba muy familiar. Por eso no le ponía el mayor de los cuidados.
—Recuerdas lo infeliz que eras y que me dejabas salir todo el tiempo para explotar en cualquier lugar, eran tiempos hermosos.
—Eran tiempos de construcción propia nada más Sombra.
—Eso me hizo crecer y aprender a guardar mis emociones, se burlaban de mí todo el tiempo – contratacó Iham recordando los duros años de infancia que vivió.
—Eres un maldito hipócrita contigo mismo, sabes perfectamente que no era por expresarte que todos se burlaban.
—No recuerdo que haya sido por algo diferente.
—Apoyo a Sombra esta vez...
Es que acaso ese era el momento para que esos dos se pusieran de acuerdo por primera vez para tocarle las pelotas, él sabía perfectamente por qué le molestaban, cuál fue el verdadero motivo para encerrarse en su burbuja y decidir no salir hasta años después que volvió a confiar en alguien. Suspiró pesado, ignorando ambas voces molestas, ese no era el momento ni el tiempo para esas discusiones estúpidas. El marcador de tiempo comenzó a ser más lento aún.
—Vaya tarde de mierda, y tú que querías hacerte el héroe tapando el sol con un dedo.
—Aiden debe estar muy preocupado te encontró fuera del complejo de apartamentos estacionado de esa forma, supongo que ahora tendremos un sermón del chico y de tu madre – ese "tendremos" sonaba a manada, él era el único que se tragaba todas esas discusiones – sabes muy bien que no eres el único que las recibe, aunque Sombra no esté muy de acuerdo con que te reprimas a decir palabra alguna, su instinto de supervivencia fue lo que te mantuvo a flote – cierto olvidaba que no se podía guardar nada para él mismo en esos momentos.
—Aun no escucho un maldito gracias instintos por salvarme el culo.
—¿Tengo que agradecer por eso?
—Bueno si no fuera por mí seguirías encapsulando tus emociones y si no fuera por el Ego no te habrías permitido abrirte hacia los demás – esta conversación volvía al punto de inicio de nuevo, es que acaso querían que recordara esos tiempos donde solo pasaba desconsolado por ser diferente, en su maldita vida de niño se la había pasado llorando en los brazos de su madre, y ahora querían que recordara lo que había vivido como si no lo tuviera siempre presente – Aiden tenía razón pareces un anciano inconforme con la vida. Me agrada el chico.
—Creí que esos sentimientos los habíamos aclarado Sombra – habló burlescamente aquella voz de la razón, en ocasiones tenía humor, algo que desarrolló con el tiempo, su última construcción.
—Que puedo decir, a ti también te agrada admítelo. No puedes negar que gracias a eso estamos aquí.
Una sonrisa torcida se instaló en su rostro con aquellas palabras que evocaban muchos recuerdos. Sus dedos volvieron a las teclas del piano comenzando una melodía que cualquiera consideraría nostálgica, eran notas oscuras, un reflejo claro de cómo se sentía al respecto de lo que estaban discutiendo. Cerro sus ojos y la película comenzó poco a poco a relucir en su memoria, una lágrima traviesa salió para resbalar a lo largo de su mejilla y terminar su recorrido en el teclado. El último acorde resonó en la sala causando un sonido tan distorsionado como estridente; llevó su mano al lado izquierdo de su pecho instintivamente como una forma de disminuir el dolor que se expandía en su ser, el acto de presionar aquel recorrido sobre su delicada piel, sus dedos reconociendo ese camino casi invisible que atravesaba su cuerpo, la memoria de su tacto siempre le traicionaba porque así como sus manos reconocían cada acorde para tocar los instrumentos, le traían a la memoria todo ese dolor que tuvo alguna vez.
Enero 14 de 2002...
Cuando se inicia una vida existen demasiadas incertidumbres, al momento de formar una familia en lo único que piensas es que se mantenga a salvo, tener todo saldado o medianamente controlado para no caer en demasiados imprevistos. Christian Sorni era un esposo amoroso y un padre increíble con su pequeño hijo de cinco años. Luego de casi perder a sus dos razones de vivir se había vuelto muy sobreprotector, así que la idea que su hijo comenzaría la etapa de escuela no le convencía mucho. Conciliar el sueño le fue imposible en casi toda la noche pensando en que no podría proteger a su hijo de las miradas que tendría.
Ambos esposos tenían la ilusión de formar una familia tan pronto como se unieron en matrimonio, habían planificado durante mucho tiempo su vida tanto así que cuando se casaron lo hicieron totalmente estables en una casa propia y con empleos que les brindaban una estabilidad económica. Cuando por fin comenzó su viaje como familia, se llevaron muchos tragos amargos. El principal fue saber que su pequeño milagro recién nacido tenía su corazón fuera del pecho, una malformación que ocurre en un 5,5% de cada 100 millones de nacimientos. Algo no muy común, lo que implicaba que al poco tiempo tendría que ser sometido a un quirófano para reacomodar su corazón dentro de la cavidad torácica dejándolo marcado de por vida.
Muchas personas al ver aquella cicatriz se impresionaban, así que con el único fin de protegerlo de las miradas fisgonas preferían no mostrarla o comentar lo sucedido. Ahora que estaba en una nueva etapa él conocía el ambiente escolar así que su latente molestia radicaba en eso, incluso había recibido educación en casa por las dificultades que tenía ¿Por qué había decidido su esposa inscribir al niño en un colegio ahora? Le carcomía el pensamiento de culpa cuando las ganas de impedirlo llegaban a él, de solo recordar la cara de ilusión que tenía su pequeño cuando le comentó que en el lugar estaba una enorme piscina donde recibiría clases para nadar. Esperaba que los niños no fueran tan crueles con él, porque sabía que a esas edades no tienen filtro para hablar sobre algo nuevo y muchas veces o la mayoría no miden lo que dicen.
Así que ahí estaba él con un debate mental, observando el sueño placido de su esposa ¿Cómo podía dormir tan tranquila? ¿no le importaba que el niño regrese llorando? Habían tenido una discusión hacia unas horas donde él estaba en contra de eso y ella dormía como si nada fuera a suceder en menos de dos horas. Cansado de atormentarse se levantó de la cama con cuarenta y cinco minutos de anticipación a su hora normal para levantarse, dirigiéndose a tomar un largo baño. Sus pensamientos se aclararon conforme las gotas de agua resbalaban por su cuerpo, lo iría a dejar él mismo, no dejaría solo a su hijo, se aseguraría que todo estuviera en orden una vez entrara al lugar.
Por su parte Lynn Sorni no era tan ajena al tema como lo pensaba su esposo, pero no estaba dispuesta a alejar a su hijo de relacionarse con otros niños solo por su miedo a que todo resulte mal, ellos tenían que aprender a soltar a su pequeño, así mismo, que él aprendiera a estar con otros niños de su edad. Era su pequeño copito de nieve, lo más preciado para ella, pero no dejaría que sus miedos terminaran afectando a su hijo. No tenía mucha relación con niños porque sus primos eran mayores; y la idea de tener más hijos fue descartada luego de muchos intentos fallidos, varios abortos espontáneos, y por último el traumático embarazo de su pequeño, era demasiado riesgoso para su cuerpo tener otro bebé, así que cuando el niño pedía un hermano con quien poder jugar se le partía el alma al recordar su deseo frustrado de tener otro hijo. Sus pensamientos fueron interrumpidos al escuchar la puerta del baño abrirse de nuevo.
—Despertaste temprano... - murmuró la mujer mientras se reincorporaba quitando la pereza de su cuerpo, viendo a su esposo con la toalla sujeta a su cadera, rebuscando en los cajones del closet – aún falta mucho para que vayas a trabajar.
—No podía dormir así que decidí levantarme – no le había dirigido la mirada desde la noche anterior y se notaba la tensión entre ambos, su relación no era así, siempre resolvían las problemáticas juntos – has visto mi corbata azul, ya le di vueltas a todo el cajón y sigo sin encontrarla.
—¿La rayada o la lisa?
—Lisa... - la mujer se levantó de la cama para acercarse a su esposo y alejarlo del desordenado cajón, y así buscar la corbata perdida encontrándola sin mayor dificultad - ¿Cómo haces eso?, yo la busque justo en esa esquina
—¿Por qué usaras la corbata azul? – se sentó a la orilla de la cama mientras observaba como su esposo se colocaba una camisa celeste, ese no era un buen pronóstico. No era malo que escogiera esos colores para trabajar, pero solo faltaba que también sacara su traje azul marino, el cual no tardó en hacer acto de presencia - ¿Por qué el gusto monocromático de hoy? Normalmente me pides que te dé mi opinión de cómo combinar tu atuendo.
—Es con lo que me siento cómodo.
—Ya lo sé, ese es el traje, camisa y corbata que usas cuando no quieres hablar conmigo o te encuentras molesto y no quieres que discutamos – el hombre lanzó un suspiro pesado, su esposa lo conocía muy bien. Las ventajas de llevar una relación con una buena comunicación de pareja es que se conocen ambos, lo cual también era un contra cuando no querían hablar de un tema o estaban molestos – sigues molesto conmigo porque Iham entrará al colegio hoy.
—No estoy molesto contigo cielo, se me hace difícil el pensar que no podré protegerlo – su esposa lo abrazó por la espalda de forma cálida para intentar confortarlo, mientras él peleaba para hacerse el nudo de la corbata. Liberándolo de su batalla perdida, Lynn tomó la prenda y comenzó a hacer un nudo simple en el cuello de su esposo, brindándole una caricia en su pecho una vez terminó su tarea, no podía estar molesto con esa mujer que le brindaba luz a su vida, se inclinó para darle un tierno beso, fue breve, pero reconfortante, la aferró más entre sus brazos acortando más la distancia y juntando sus frentes – en casa puedo protegerlos a ambos, no quiero que hagan sentir mal a nuestro hijo solo porque se ve un poco diferente. Me emociona que vaya a la escuela para hacer nuevos amigos, que aprenda nuevas cosas e incluso que quiera estar en la clase extra esa de natación...
—No pasará nada malo, sé que eres nuestro león protector, pero entiende que esto será algo bueno – el ceño fruncido y la mirada para nada convencida de su adorado esposo le hizo tener que pensar en algo más – usará una camisa en la clase para que nadie note que es diferente.
—De acuerdo me convenciste – le sonrío ampliamente al ver lo fácil que había sido eso. Ciertamente no solamente fue la mención de la prenda extra, sino más bien que ambos estaban más abiertos al tema, luego de expresar de forma civilizada su preocupación. Satisfecha con eso, se colocó de puntas para alcanzar sus labios y dejar un tierno beso – quizá deba considerarlo un poco más, solo para ganar otro más de esos.
—Iré a despertarlo, aún tiene que darse un baño, cambiarse y desayunar. Tengo que asegurarme que lleve todos los cuadernos.
—Detén tu mente abrumada ahí, una cosa a la vez cielo – le brindó un beso en la frente y frotó sus narices en un gesto muy íntimo de ellos cuando alguno estaba preocupándose de más – tú ve con el niño, yo me encargo del desayuno y la mochila.
Esa era su dinámica de pareja para solucionar las cosas, el hablar con tranquilidad, dividirse las tareas del hogar y con su hijo, sin descuidarse a ellos mismos como esposos. Con un asentimiento más relajado su esposa salió de la habitación con dirección a la de su hijo, la cual quedaba al final del pasillo. Abrió la puerta con mucho sigilo, para hacer lo que más disfrutaba, ver a su pequeño copito de nieve hecho una bolita bajo las sábanas.
—Copito de nieve – susurró la mujer, era más como si no lo quisiera despertar cuando la idea principal era todo lo contrario – Iham despierta es hora... - el pequeño cuerpo comenzó a removerse debajo de las sábanas mientras hablaba entre balbuceos de no querer despertar – mi amor tienes que levantarte, hoy es tu primer día de escuela lo olvidas.
—¡Es hoy! ... - salió de su escondite de un salto un pequeño niño de piel pálida, con sus mejillas rosadas y un desastre de cabellos revueltos con el cual amanecía siempre. Estaba abrazando su león de peluche mientras saltaba en la cama por la emoción - ¡Es hoy! ¡Es hoy mami! Señor león hoy conoceré muchos niños con los que puedo jugar.
—Iham no saltes tanto en la cama te puedes caer mi amor – el susto de ver a su pequeño dar saltos tan cerca de la orilla le sacaba a flote el instinto protector. El niño dejó de saltar, rebotando por última vez sobre la cama – ahora arriba y a la ducha, papá está haciendo el desayuno así que date prisa o encontrarás fría la comida.
—Papá siempre hace pan tostado con mermelada para desayunar, eso no se enfría mami – su hijo tenía razón, quizá la emoción del momento tierno con su esposo le hizo olvidar que no era precisamente un chef, y que su conocimiento en comida se reducía a unos huevos, cereal y pan tostado con mermelada.
—¡Escuche eso pequeño revoltoso! – la voz de su padre invadió la habitación, las risas no se hicieron esperar cuando el hombre lo abrazó con el fin de hacerle cosquillas – no te gustan la comida que hace papá. Te enseñaré una lección entonces.
—No... no... no más papá... no puedo respirar – el pequeño se removía entre el fuerte agarre de su padre, mientras su madre no se perdía ni un solo fotograma de la escena adorable de sus dos hombres protectores, porque, aunque su hijo solo tenía cinco años era igual de protector que su padre, al final ambos eran sus leones guardianes.
—Deja a mi hijo león gruñón – se unió a la pelea de cosquillas en la cama, quedando como una víctima más del hombre con un ataque de cosquillas directo a ella.
—El señor león y yo te protegeremos mami – dijo el niño abalanzándose de nuevo sobre ambos padres junto con su peluche, el cual le habían regalado cuando tenía tres años, su peluche era especialmente hecho para él porque tenía un cierre que atravesaba el pecho el cual, si lo abria se encontraba un pequeño corazón de peluche guardado en su interior, lo hacía sentirse protegido y para nada diferente - ¡Roar... Roar! Deja a mamá... Iham y yo la protegeremos de ti papá león – jugaba el pequeño rubio haciendo la voz de su peluche.
—Está bien me rindo... no puedo pelear contra el señor león – soltó a su esposa quien todavía trataba de regular su respiración – bien tendremos que darnos prisa antes que se nos haga tarde, me cambiaré mi camisa y mamá cocinará un rico desayuno para ti.
—Disculpa, no se suponía que lo harías tú.
—Dije que me rendía amor, ahora iré a bañar a nuestro hijo y tú nos preparas un rico desayuno.
Sin esperar o escuchar las quejas de su esposa levantó al niño en sus brazos con dirección al baño. Al cual luego de asearlo, cambiarlo y peinarlo de forma cool, lo llevó a la cocina, sabía que su esposa era la mejor al encargarse de la comida de ambos, por eso no le sorprendió ver un plato de frutas, un omelette de queso con jamón, amaban todo lo que llevara queso, podía faltar el jamón en su desayuno, pero el queso no, un poco de yogurt, jugo de naranja para su hijo y café para él.
Luego del buen desayuno, muchos besos y abrazos por parte de la mujer más importante para ambos, iniciaron su camino hacia la escuela. Iham había decidido que dejaría al señor león en su casa, para así sorprenderlo con una historia emocionante al regresar de su primer día. Además, su fiel acompañante y él tuvieron una seria discusión unas noches antes, porque el señor león decía que no podría protegerlo de los otros niños, pero el pequeño rubio estaba seguro que nadie le haría daño, eso era lo que le decía su mami, ella no le mentiría con algo así. Además, tendría la clase de natación donde podría disfrutar de jugar en el agua y lo mejor de todo conocería más niños.
El auto de su papá se estacionó frente al edificio que conoció junto a su mami, al fin había llegado el día tan esperado, sus ojitos no daban crédito a lo que veía, eran más niños, no solamente grandes, sino también pequeños. Lleno de emoción tomó su mochila y bajó el auto, con su preocupado padre detrás de él.
—¡Hey! pequeño revoltoso, no vuelvas a salir corriendo así. Te llevaré adentro junto con tu maestra y los otros niños ¿de acuerdo? – el pequeño asintió, mientras su padre le tomaba de la mano para entrar finalmente al lugar. Había muchos niños corriendo en un patio gigante, donde justo en el fondo estaba un enorme árbol con lugares para sentarse, "ese sería un buen lugar para comer" pensó. A travesaron un largo pasillo hasta llegar a una habitación con mesas, sillas, muchos niños y una mujer que le sonreía a su papá, eso no le agradó mucho.
—Tú debes ser Iham ¿cierto? – la mujer se puso a su nivel mientras él se escondía detrás de su papá, los adultos no le daban miedo, pero siempre lo trataban diferente cuando hacían ese tono de voz cantado – ven conmigo, te diré dónde te puedes sentar. No se preocupe señor Christian, lo cuidaré muy bien, y me encargare del asunto de la natación.
—Se lo agradezco señorita Eliana, mi esposa pasará por él cuando terminen las clases – ahora dirigió su mirada a su pequeño quien se aferraba a él, tenía que ser fuerte, estaba dejando un pedazo de su vida en las manos de una completa desconocida – bien pequeño nos vemos para la cena ¿sí? Se obediente a lo que te diga la maestra – se acercó más a su hijo para susurrar en confidencia con él – no olvides usar la camisa extra que puse en tu mochila cuando tengas natación ¿de acuerdo? – el niño asintió causando mayor tranquilidad en su padre.
Un día de escuela, para un pequeño de cinco años que no estaba acostumbrado a un ambiente como un salón de clases fue aburrido, no podía jugar con los otros niños cuando quería, no se podía levantar de su lugar sin antes preguntar, los callaban todo el tiempo y lo peor de todo no podían comer cuando les dio hambre. Todo mejoró a mitad de la mañana cuando dijeron que tenían un tiempo libre para comer y jugar, así que con los niños de su salón jugó mucho olvidando por completo el comer hasta que casi el final del receso que todos se sentaron a devorar sus refacciones. Luego de un día largo y raro la maestra mencionó su segunda actividad favorita, los llevarían a la piscina para su clase de natación, eso sí le emocionó.
Una vez listo con su pantaloneta de baño y su camisa puesta, salió emocionado por meterse a la piscina, le enseñarían a nadar como lo hacía su papá en las partes profundas, si aprendía a nadar, su mami no tendría que quedarse en la orilla cuidándolo. Un tanto agitado por haber corrido, llegó hasta la enorme piscina donde se encontraban otros niños, alumnos de su salón de clases y otros más grandes. El profesor estaba explicando a los mayores qué ejercicios hacer de su lado de la piscina, mientras los más pequeños no se alejarían del límite de la red que marcaba el inicio del área profunda.
—Profesor podemos entrar a la piscina con ropa – un niño se acercó al hombre – usted nos dijo que quitáramos todo en los vestidores y ese niño de allá tiene puesta una camisa – señalando al pequeño rubio.
—Oye tú niño– alzó la voz el profesor mientras todos los niños empezaban a entrar dentro de la piscina – tú el rubio con camisa – esa fue la forma de identificar al pequeño, obviamente en el momento de decir niño todos iban voltear a verlo, sin éxito de llamar la atención del rubio con camisa – no le dije que todos se quitaran la ropa antes de entrar al agua.
—Es parte de mi ropa para la piscina.
—Quítate esa camisa, no es apta para entrar al agua.
—Pero mi papá dijo que la usara cuando estuviera en natación.
—Tu padre no manda en la escuela, el profesor soy yo, ahora necesito que te quites esa camisa – no es que hubiera problema si usara una camisa especial para el agua, pero la que usaba el rubio era ropa normal la cual arruinaría, el hombre ya había tratado demasiadas veces con madres histéricas que le reclamaban porque sus hijos utilizaban su ropa para entrar al agua, no le apetecía estar escuchando más reclamos así que tenía que utilizar su poder como autoridad dentro del establecimiento – rápido no tenemos toda la tarde. Quítala aquí no hay necesidad que te regreses a los vestidores.
El pequeño rubio dudoso de las palabras de su profesor estaba teniendo un debate en su cabeza, él sabía que tenía que obedecer a todo lo que sus papás le dijeran, pero también le habían dicho que tenía que obedecer a los profesores mientras estuviera en la escuela. Él quería entrar a la piscina, así que comenzó a subir su camisa dejando a la vista su barriguita de bebé. Obviamente eso no fue lo que llamó la atención del resto de personas que estaban en el lugar; gracias a que su piel era demasiado pálida la enorme y rosada cicatriz que atravesaba su pequeño pecho destacaba demasiado, causando sonidos de impresión.
—¿Qué te pasó ahí? – señaló un niño que lo veía desde la orilla de la piscina.
—Es mi cicatriz de cuando era bebé.
—Yo no tengo algo así – dijo otro niño sin quitarle la vista al rubio que, cada vez se sentía más nervioso.
—Niños no hay tiempo que perder, empecemos con la clase – comentó el profesor, estaba impresionado de ver la enorme cicatriz, por el tamaño y posición asumía que era una operación a corazón abierto, esto sería difícil, no tenía ninguna información si el niño podría sobre esforzarse para realizar ejercicios, tendría que poner mayor cuidado en él.
Sopló el silbato para indicar las instrucciones de hacer ejercicios de patadas junto a la orilla sin quitar la vista del pequeño rubio. Todos los niños acataron la orden de sentarse en la orilla y meter solamente los pies para empezar a dar patadas. Como siempre, era común que los más pequeños jugaran o discutieran en dónde se sentarían, esto dejó de ser divertido cuando al pequeño rubio lo comenzaron a hacer de lado o no dejándole un espacio libre, evitando que tomara un lugar fijo.
—Profesor no quiero estar a la par de ese niño – levantó la mano uno de los niños para llamar su atención.
—¿Cuál es el problema?
—Dice que no tenía corazón cuando era bebé y por eso tiene esa cosa aquí – señaló su propio pecho, haciendo que el rubio a su lado se cohibiera cada vez más.
—Pero eso no es algo malo como para no querer estar con él.
—No quiero estar con él, puede ser contagioso. No quiero quedarme sin corazón como él.
Ante los comentarios, el pequeño rubio sacó sus pies de la piscina y salió corriendo hacia los vestidores para ocultarse dentro. Él solo había contestado lo que le preguntó ese niño, no le dio tiempo de explicar nada porque comenzó a decir cosas feas, ni siquiera le dejó decir que él si tenía su corazón dentro de él. Se encogió lo más que pudo abrazando su cuerpo mientras lloraba. Su profesor llego minutos después, luego de pedir a su asisten que controlase a los pequeños de la clase. Lo cubrió con una toalla y se acuclillo para estar a su altura, le dijo que no tenía que llorar por eso porque su cicatriz no era algo malo, que era un niño especial y muy fuerte, más que sus compañeros. Esas palabras no fueron del todo un consuelo para el pequeño rubio, siempre los adultos le decían palabras así, lo trataban diferente, él no quería eso. Entendió que ahora su profesor también era otro adulto más que le trataría distinto al resto.
Cuando su madre llegó a recogerlo lo atacó con muchas preguntas de cómo le había ido, si le gustaba su salón de clases, que tal le parecían los niños y sus profesores, si había aprendido cosas nuevas, pero el niño no respondía a nada desde que subió al auto de su madre; solamente agradecía que el señor león estuviera en el asiento trasero para abrazarlo y sentirse protegido.
—¿Qué sucede mi copito de nieve? ¿no te gustó la escuela? – su madre se estaba preocupando al ver el rostro decaído de su pequeño a través del retrovisor – quieres contarle a mamá lo que pasó hoy – el niño negó abrazando más el peluche. Esto no podía estar pasando, le había prometido a su esposo y convencido a sí misma que nada malo pasaría, ahora tenía a su pequeño en la parte trasera del auto con sus labios abultados, aferrándose a su peluche de león – sabes que mami está aquí para escucharte siempre.
—Mami... ¿es malo ser diferente? – soltó por fin el niño, se notaba que fue algo que le dio muchas vueltas para decirlo porque lo dijo sin pensarlo más.
—¿Por qué lo preguntas mi amor?
—Mis profesores me dijeron que soy especial por ser diferente.
—Eso no tiene nada malo copito de nieve, siempre te lo hemos dicho con tu papá que eres muy especial.
—Yo no quiero ser especial.
—¿Por qué no?
—Porque entonces soy diferente, no quiero serlo.
Eso era algo nuevo, esperaba que fuera algo malo como problemas con sus compañeros, pero suspiró en alivio por saber que no había pasado nada más allá. Al llegar a casa su niño se encerró en su habitación para jugar un poco y no dijo más sobre la escuela, ni siquiera cuando su padre le preguntó que tal había ido todo, nada más respondió con un "bien" pero no sonreía, eso era extraño, él no era alguien que pasara con su cara triste a menos que no estuviera bien porque se sintiera enfermo. La rutina nocturna fue normal hasta la mañana siguiente, que el pequeño rubio no se levantó como el día anterior, al contrario, renegó un poco por tener que ir. Cuando le preguntaron la razón solo contestó que quería seguir durmiendo. Su padre lo llevó a la escuela, pero no dejó que lo llevase hasta el salón de clases, lo cual le pareció extraño, aunque no lo quiso presionar mucho, solamente se limitó en llevarlo hasta la entrada y ahí se despidió de él con la misma promesa de verse de nuevo en la cena.
Al llegar a la puerta de su salón tomó una inhalación profunda y asomó solamente su cabeza por la puerta con el nerviosismo latente en él. La noche anterior había escuchado a sus papis decir que estaba extraño, y que quizá la razón era la escuela, su papi había mencionado sacarlo, esa no le pareció una mala idea, pero al hablarlo con el Señor León este le dijo que debía intentarlo una vez más. A pesar de la promesa que hizo el miedo lo invadió comenzando a dar algunos pasos hacia atrás, topándose con su maestra y otros niños que solamente lo empujaron a entrar más rápido. Entonces fue testigo de las miradas extrañas que tenían todos los niños sobre él, estaban susurrando cosas, diciendo lo extraña, fea o rara que era su cicatriz, eso fue así hasta que tomó asiento en su lugar. A un lado de su mesa se encontraba un grupo de niños hablando.
—Aléjate de él, puede ser contagioso lo que le pasó.
—Mi mami dijo que quizá solo se lastimó.
—La mía dijo que lo tenía que tratar bien.
—¿Por qué lo tienes que tratar bien?
—Quizá sea poque de verdad no tiene corazón y come el de otros para tener uno – se escuchó un suspiro asustadizo de parte del grupo mientras veían con miedo al pequeño rubio que se encogía más en su lugar, él no hacía eso, además tenía su corazón no necesitaba algo como eso.
—Entonces es como una cajita vacía sin corazón.
Ese solamente sería el inicio de días enteros donde los niños se burlarían de él, alejándose como si portara una enfermedad contagiosa, los profesores tratándolo diferente porque era especial, se había corrido la voz entre ellos que el niño tenía condiciones distintas al resto, habían preguntado a los padres para tratarlo de manera correcta, pero eso solo empeoraba la situación convirtiéndose en un estira y afloja, los niños se alejaban o molestaban, mientras que los profesores le recordaban que no se preocupara. Pasaba sus recesos llorando en algún cubículo de los baños porque era el único lugar donde lo dejarían tranquilo, nadie le había hablado que no fuera para preguntar si él era el niño que comía corazones o bien para gritar que no querían estar al lado de la cajita vacía.
Si eso era así ¿por qué un niño con cabello oscuro se asomaba en sus recuerdos?, no él no había hablado con nadie, tampoco recordaba tardes de juegos en otra casa, la tarde en la que lloró en los brazos de su madre cuando no soportó más lo que sucedía en la escuela, era borrada por su primera visita a la oficina del director junto a otro niño que lo defendió de los insultos. Poco a poco su mente adulta fue atrapada en una película de memorias que jamás había visto o vivido, no tenía lógica. Estaba regresando a el momento dentro de aquella sala frente al piano de cola. ¿Por qué lo invadían recuerdos que no eran suyos? Él estaba seguro que nada de eso último pasó en su infancia, ahora todo estaba distorsionado como mezclado entre sus recuerdos creados y los actuales que se metían como un virus borrando todo aquello.
Nunca estuvo apuntado en una universidad de música para ser compositor, él había rechazado todo eso ¿cierto? Si eso era así entonces ¿por qué recordaba estar fuera del país durante tanto tiempo? no, no, no eso era algo que hasta ahora había aceptado, porque Aiden le convenció de hacerlo, en sus planes estaba el llevar al castaño con él con una beca muy buena. Ahora que lo pensaba mejor ¿realmente se llevaba tan bien con él para hacer eso? No, no era así ¿Quién era ese tal Alvin? Ese era el nombre del chico ¿no? ¿cierto? Algo estaba mal.
En los juegos de ajedrez siempre existe una jugada maestra, la cual te permite derrotar al oponente, lleva mucha lógica, práctica, análisis y sin duda una mente capaz de divisar todas las posibles jugadas del otro. Para Owen en esos momentos se sentía como el jugador de las piezas negras del tablero de ajedrez, su contrincante era el tiempo, que amenazaba con avanzar haciendo estragos a su paso "Tic-Tac, Tic-Tac" era un lenguaje molestó para el pelinegro que seguía pensando en cómo podría arreglar las cosas.
En su mente estaba la respuesta, sabia con certeza que, durante los últimos meses Iham había estado enfermo de nuevo, empeorando con cada débil latido que su corazón se esforzaba por dar. Si la conversación con aquellas voces era real y de acuerdo a los sucesos con aquel mosaico, el cual se encontraba frente a él en estos momentos, él podría hacer algo para evitar que Iham tuviera ese accidente que lo envió al hospital. Solamente tenía que encontrar un origen que lo llevase a la fuente del problema, pero según los dos sucesos anteriores solamente tendría un total de cuarenta minutos antes de regresar.
Su mente no parecía estar consciente en el momento que llegaba al recuerdo origen así que se las tendría que idear para encontrar una forma de aterrizar más rápido, como un ancla que trae la mente al aquí y ahora, ¿Cómo es que sabia eso? ¿su padre le había enseñado eso? Su cabeza dolía, lleno de confusión entre los nuevos recuerdos donde tenía más herramientas psicológicas que utilizó Spencer en todas las sesiones que tenían. Así que sí, existía una cosa que se llamaba ancla, un gesto, algo así como un botón que podía utilizar en su propio cuerpo, se instalaba en el inconsciente cuando una persona sufre de algún trauma o crisis de ansiedad, así como el cuerpo es el transmisor que expresa el dolor de la mente, puede llegar a ser el emisor de un mensaje directo que traiga la consciencia del momento.
El problema era, cuál elegiría para esa tarea, era como cuando estipulabas una función específica en la computadora que se encargará de hacer lo que necesitas. Debía ser algo fácil, pero conectado con la persona, ¿Qué podía ser eso que lo conectaba a Iham?, a pesar de ser amigos de años, su mente en esos momentos no colaboraba en encontrar un movimiento especifico que le recordara a su amigo. Se perdió viendo el piano construido con el mosaico de vidrios, y ese fue su ancla, el rubio tenía una manía de pianista estar haciendo como si tocara ciertas teclas, lo hacía inconscientemente cuando estaba pensativo, ese sería su botón ancla, ahora solo quedaba instaurarlo en él mismo.
Comenzó relajándose y visualizando a su amigo haciendo el gesto, haciendo que de manera inconsciente el movimiento en sus dedos se hiciera presente, lo repitió un par de veces, ahora solo debía encontrar una parte de su cuerpo especifica la cual tocar. Volvió a la imagen de su amigo dándose cuenta que lo hacía siempre en su barbilla, si estaba frente a Iham y hacia eso su mente copiaría el movimiento porque lo reconocería causando así la activación del botón, siendo un reflejo del contrario. Era un genio definitivamente.
—Bien genio ahora ¿Cuál es tu plan? – aquella voz arrastrada volvió a hacer acto de presencia – aun no tienes un punto de origen, no pensaste en eso ¿verdad? – debía admitir que algo de razón tenía – no la razón no la manejo yo recuérdalo no soy tan arrogante.
—¿Cuál podría ser el origen para evitar todo?
—Solo piensa en un momento cuando todo estaba bien.
La luz llegó a su mente gracias a sus recuerdos, existía un momento en el cual el rubio se alejaría de todo eso. Recordaba que en un punto de su adolescencia el rubio tuvo una recaída, la primera en mucho tiempo, aunque se encontraba borrosa esa parte podía ir ahí, porque justo después de eso le habrían ofrecido estudiar en una escuela prestigiosa de música, la cual rechazó sin explicación alguna, no entendía la razón de eso porque todo estaba muy borroso como si él no hubiera sido participe de ese momento, pero a la vez sí. Aún era confuso entender las imágenes aglomeradas que querían ser protagonistas todas a la vez.
Respiró profundo colocando toda su concentración en encontrar ese momento justo, mientras que inconscientemente iba haciendo el gesto con los dedos, poco a poco la realidad comenzó a sentirse irreal, incluso a sentir como si su cuerpo no estuviera ahí se sentía extraño; escuchaba el sonido de la gota de agua caer de nuevo, eso lo hacía entender que estaba sucediendo de nuevo, pronto estaría en el recuerdo origen, aunque no sabía si era el que quería.
Octubre 18 de 2012...
Cuando eres un adolescente sientes que no eres comprendido por el mundo de los adultos, te encuentras en un limbo de emociones para encontrar tu propio lugar en este mundo, así que tomas carreras con finales inciertos todo el tiempo, no eres un niño, pero tampoco eres un adulto. Comienzas a descubrirte a ti mismo, preguntarte quién eres, porque es el momento, en el cual los adultos deciden presionar las "pequeñas" de mentes de los jóvenes hostigando con preguntas de ¿Qué quieres ser cuando seas mayor? ¿ya pensaste qué carrera seguirás? ¿tienes que definir lo que quieres?
Es que, era tan difícil detenerse un momento a pensar en todo aquello que perturbaba la mente de los adultos, acaso resultaba imposible ponerse en el lugar de un adolescente que se tiene que enfrentar, no solo a una sociedad con expectativas, sino que a ellos mismos por encontrar una definición de ¿Quién soy YO? Demasiada presión con la cual cargar sin que te expliquen cómo llevarla, es muy fácil hablar de cómo no soportas "un poco" de presión, pero ellos tampoco saben cómo lidiar con sus problemas.
Owen se encontraba saliendo de casa de su padre, por su cabeza pasaban todas estas ideas, no estaba listo para elegir una carrera en la universidad, con mucha dificultad había escogido una carrera de bachillerato como para que ahora le estuvieran agobiando para saber qué seguiría más adelante. Es que acaso era tan fácil para el resto de personas planificar su vida completa, porque para él era la cosa más difícil, no terminaba de escoger algo cuando le preguntaban más a futuro.
Su padre le había comentado que sería buena idea seguir Psicología, no le parecía tan mala idea, pasaba mucho tiempo metido en la clínica con el hombre y le llamaba mucho la atención el estudio de la mente, pero no quería ser igual a su padre. Ni hablar de estudiar para ser médico como su madre y padrastro, su estómago no daba cabida para ese tipo de estudios del cuerpo humano, la mente le parecía menos perturbador, aunque igual le parecía aterradora por todos los trastornos que podía llegar a padecer una persona. Estaba indeciso entre cuál le sacaba más escalofríos, aunque ganara la que fuera no escogería ninguna.
Un mensaje por parte de su padrastro le avisó que estaba cerca de la casa, eso significaba que tendría que esperarlo más tiempo del que ya llevaba ahí; no es que su padre tuviera algo en contra de su padrastro, pero la relación era tensa, limitando las interacciones a lo menos posible, ambos hombres tenían sus diferencias, así que compartir un hijo lo hacía mucho más difícil. Aunque por su parte no le afectaba el hecho de tener separadas ambas vidas, pues desde los cinco años estaba dividido en dos familias con diferentes dinámicas, qué más daba una separación agregada a su lista. La camioneta de su padrastro se estacionó justo enfrente de él y sin perder más tiempo se subió.
—¿Qué tal todo Owen? – lo recibió de forma animada el hombre. El chico apenas estaba colocándose el cinturón saliendo de su mundo caótico para darle una respuesta convincente a su padrastro.
—Podría estar mejor supongo.
—¿Supones? Sucedió algo que quieras comentar.
—No es nada Robert, solamente papá con sus discusiones raras.
—Bueno si te sirve de consuelo, Spencer siempre tiene discusiones muy raras – trataba de apoyarlo un poco, ya le era difícil que no fuera su hijo y ahora tenerlo atravesando la adolescencia lo hacía ser aún más ermitaño, hermético, un total iceberg porque solamente mostraba una parte de él y el resto lo escondía – tu madre dijo que te llevara al hospital.
—Sí, hoy sale Iham y le prometí que estaría con él para cuando le dieran el alta – el nombre resonó en su mente haciendo luces como si se tratara de un mensaje en clave morse, sus dedos se movieron delicadamente sin percatarse realmente de sus acciones, pero sin ser realmente efectivas de su fin absoluto – últimamente ha estado muy deprimido.
—Bueno es normal, el chico tuvo un colapso por culpa de un defecto cardíaco, no debe ser fácil para él aceptar algo así.
—¿Mamá te comentó lo que le pasó?
—No específicamente, conoces a tu madre siempre guarda el secreto profesional entre sus pacientes, pero al parecer si es algo que se puede tratar con medicamentos – el hombre volteo a ver a su lado al chico, se notaba desconcertado, aunque no sabía muy bien si era por el simple hecho de que su amigo colapsó o había algo más - ¿sucede algo?
—Iham no me ha dicho nada de lo que pasó realmente, me dijo que le preguntara a mamá.
—Adivino ella no mencionó nada – Owen negó con la cabeza sintiéndose molesto porque el rubio había sido su amigo desde toda la vida y que no tuviera la confianza para decirle qué sucedía le tocaba el orgullo – creo que Iham está actuando de manera reservada para no preocupar al resto de personas que le rodean.
—Supongo que tienes razón, cuando llegué a visitarlo la primera vez no quiso ni verme, le pidió a su madre que me dijera que estaba cansado.
—Es normal, quien querría tratar con sus amigos y familia mientras está en una camilla de hospital, cuando en realidad tendría que estar pensando cómo escapar de casa para salir con sus amigos y tener citas con chicas.
—¡De qué hablas!, yo soy su único amigo y ni se te ocurra mencionar chicas frente a mamá o enloquecerá de nuevo.
—Yo solo decía – reía divertido de solo recordar a su esposa enloqueciendo porque su pequeño bebé era grande y le gustaban las chicas – no te atormentes por correr, solo vive tu vida en el momento que estas justo ahora, no tengas miedo a equivocarte porque todos cometemos errores – esas palabras fueron refrescantes para Owen, tenía la idea que ya las había escuchado de su padrastro, pero era la primera vez que se las decía, aun así sonaban muy familiares – eso sí, en el momento que embaraces a alguien ese error no es tan fácil de resolver. Te recomiendo no pasar por esos momentos críticos tan pronto.
—Ni siquiera llego a tener una novia como para embarazar a alguien – el rubor en su rostro subió hasta sus orejas, era vergonzoso que su padrastro hablara con tanta libertad del tema sexual, aunque también era liberador saber que tenía una persona con la cual expresarse de esos temas, pero el hombre escogía los peores momentos. Se encontraba preocupado por su amigo y su dilema de juventud, como para pensar con otra cabeza – por este tipo de cosas no llevaré a ninguna chica hasta asegurarme que es la indicada, saber que no se asustará con los padres que tengo.
—No puedes escapar de lo inevitable, los padres nos preparamos para este momento con ansias, así como los nuestros lo hicieron con nosotros.
El camino siguió entre conversaciones vergonzosas de Robert contando anécdotas de sus conquistas pasadas, su mayor logro que hacía relucir su orgullo era la vez que una de las chicas que le gustaba lo escogió sobre otro, el simple hecho de ser escogido como primera opción no era el motivo exacto para enaltecer su logro. Todo se reducía al momento donde su rival se trataba de un estereotipo de chico de gimnasio y él no tenía precisamente un cuerpo atlético con el cual compararse, sin embargo, aun así, lo escogieron como la mejor opción. "Quién dijo que cara no mata físico musculoso de gimnasio" con esa frase terminó su relato.
Pronto se estacionaron en el parqueo del hospital, su padrastro entraría de turno así que no fue mayor esfuerzo desviarse un poco para llevarlo a donde él también se dirigía. Owen sin perder más tiempo salió del auto agradeciendo al hombre por traerlo dirigiéndose al nivel de las habitaciones. Era conocido por ser hijo de dos doctores, así que durante sus años de niñez y actual adolescencia se acostumbró a estar en el hospital. Saludando algunos encargados del personal de enfermería que se cruzaban en su camino. Llegó a la puerta de la habitación del rubio, y tocó dos veces esperando una respuesta, hasta que escucho un adelante desde dentro. Estaba casi listo para irse sentado en uno de los sillones de la habitación con su equipaje al lado.
—Pensé que ya no vendrías. Hubiera disfrutado de hacerte una broma con las enfermeras diciendo que había muerto.
—No es momento de hacer chistes, te crees que se pondrán de tu lado ellas, a mí me conocen de más tiempo.
—Por favor he pasado más tiempo metido aquí durante los últimos meses, ya me conocen, convivimos a diario – la discusión le parecía graciosa, más sabiendo que el humor de su amigo estaba mejorando, posiblemente por la salida del lugar – como ves que hoy logré convencer a Doris que pusieron queso extra en mis macarrones de esta tarde.
—Impresionante esa mujer es dura de convencer – el sarcasmo en su tono hacia relucir que el logro de su amigo no era nada. La mujer era de las más consentidora de todas las enfermeras del área – tus padres ya están haciendo el papeleo para sacarte de aquí.
—Afirmativo, ya llevo mi dotación de drogas legales en la mochila, las cuales prometen mantenerme con vida – la sonrisa falsa en el rubio era la clara imagen que le hacia la menor de las gracias – tu madre dijo que otra crisis y me metería a otra lista para trasplantes.
—¿Hablas de otro hospital?
—Sí, puede que muera mañana o que pasen años hasta que eso suceda, no se sabe.
—Por eso tienes que tomar tus medicamentos y seguir con la receta al pie de la letra para controlar la situación – interrumpió su madre entrando a la habitación. Escuchar que su hijo hablara así de la muerte no era algo que le agradara, la simple idea le creaba un nudo en la garganta. La idea de perderlo no tenía cabida en sus pensamientos hasta hace unos meses y se aseveró cuando vivió el peor episodio de angustia – Hola Owen.
—Un gusto verle señora Lynn.
—Lo mismo digo – le brindo una sonrisa ladeada, antes de dirigir su vista al rubio quien ya se encontraba de pie tomando sus cosas – Iham vamos cariño tu padre espera en recepción para irnos ¿Vienes con nosotros Owen?
—Sí.
—Bien entonces quédate a dormir esta noche, así tus padres no tienen que pasar tan de noche.
—Es muy considerado de su parte, gracias.
—No hay de que agradecer, tu madre le salvó la vida a mi hijo, porque no he de cuidar al suyo.
—Debes tener la cara más dura para hablar tan descaradamente – frunció el ceño Iham, era impresionante el nivel de diplomacia que podía manejar el pelinegro con su madre – el plan era quedarte en mi casa y aun así te haces el cortés frente a mi madre.
—La educación no pelea con nadie – se encogió de hombros sonriendo de forma victoriosa – además, fue idea de ella al final.
El rubio negó tomando sus cosas para por fin salir de aquella prisión de blancas paredes con olor a medicamentos, tendría que tomar una larga ducha para quitarse esa esencia a hospital. Con la invitación hecha y la desesperación del rubio por salir del lugar se dirigieron a la recepción, donde ya los esperaba el padre del rubio. Pudo observar la sala de espera con el ambiente de siempre, familiares esperando noticias de los pacientes ingresados, algunos más perturbados que otros. Se escuchó la puerta de una de las salas de intervención dejando a la vista a su padrastro.
—Familiares de la paciente Dachs – alzó la voz, barriendo con su vista la sala de espera, atendiendo a su llamado un hombre que se notaba desesperado por la forma en la que se levantó de la silla.
—¿Cómo está mi hija doctor? – preguntó angustiado, su voz sonaba ronca, posiblemente por tanto contener las lágrimas que seguían amenazando con rodar en cualquier momento – ella... ella esta...
—Se encuentra estable es lo que puedo decirle en estos momentos. Tenemos que esperar para ver cómo evoluciona con las horas.
—¿Eso significa que estará bien? – una mujer se acercó a él con un semblante neutro.
—Todo dependerá de ella. Es una chica joven se repondrá. No es el primer caso que llega a nuestras manos, les aconsejo buscar ayuda, es usual que los adolescentes tengan problemas que los lleven a estas instancias.
—Eso quiere decir que trata de llamar la atención ¿cierto?
—Yo no dije eso... - alzó las manos tratando de librarse de la tergiversación de palabras a la que se veía sometido en esos momentos, la mujer parecía desinteresada por el bienestar de su paciente – puede ser un caso de problemáticas por la etapa en la que está atravesando ahora.
—Dulzura tranquila – por la forma en que la trató, era fácil asumir que se trataba de la pareja del padre de su paciente – tenemos que esperar, así como lo dijo el doctor...
Estaba tan absorto por la discusión de esos dos que no se había percatado de la presencia de Owen en el lugar. Este solamente asintió como despedida, ya que solo esperaba que los padres de su amigo terminaran de hablar entre ellos. Una vez todo listo con la salida podían dirigirse por fin a su casa. El camino hacia la casa se sintió ligero, rodeados de un silencio cómodo, Owen observaba a su amigo quien se encontraba ensimismado en su propio mundo del lado derecho, con la ventana abajo, haciendo que su cabello se revolviera con la ráfaga de aire. Sostenía su barbilla con su mano mientras se perdía en la vista del camino, algo llamó la atención del pelinegro, la manía de su amigo de tocar notas de piano sobre su barbilla, sus dedos se movieron una vez más copiando el movimiento del otro. Entonces todo fue claro nuevamente, era difícil ponerse al corriente con la situación, más con el dolor de cabeza que le causaba la reacomodación de todo. Ahora la pregunta era ¿Qué tenía que hacer exactamente? Esto estaba siendo más difícil de lo que pensó "tonto" le susurro otra voz, molestándolo y colmando su poca paciencia. Al menos tenía la certeza que su botón daba resultado.
Al llegar a la casa de los Sorni, no hubo mucho tiempo para idear cuál sería la mejor opción para alejar a Iham de ese accidente, el hostigarlo con que sea más cuidadoso en cuanto a su condición no lo veía como una buena opción. Podía convertirse en el encargado de sus medicamentos como un dealer de drogas legales para mantenerlo vivo, no sonaba tan descabellado, pasaban mucho tiempo juntos y él podría preguntar a su madre cómo llevar el tratamiento del rubio de la mejor manera posible.
La comida de la tarde no tardó en servirse, era una costumbre en esa casa tener un momento en familia, no una cena como tal parecía más una merienda que tenían a eso de las 05:30 de la tarde, algo no muy pesado; podía ser una simple taza de café con algunos sándwiches con queso y rodajas de pepino, galletas o pasteles caseros, todo era con queso ¿Qué trauma tenía esa familia con el queso? Tenía más que asegurado que en el momento que abriera el refrigerador encontraría de todo tipo de quesos y verduras para combinar, incluso mantenían jamones extraños que se combinaban con quesos que disfrutaban los señores de la casa con una copa de vino. Le impresionaba que no tuvieran un ratón de alacena con las cantidades que compraban en esa casa; él no era fanático del lácteo, pero disfrutaba las tardes ahí.
—Cielo ¿Por qué hay yogurt de fresa en el refrigerador? – la voz del padre de Iham se escuchaba desde la cocina – a ninguno nos gusta este sabor.
—¿En serio? – se sorprendió ante lo mencionado, esa semana cuando hizo el supermercado lo tomó, teniendo en cuenta que alguien en casa disfrutaba de aquel sabor – No lo sé solamente lo tomé mientras hacia las compras, estaba segura que lo necesitábamos.
—Odio ese sabor, me gusta más el de melocotón o mango mamá – la confusión en el rostro de ambos hombres no era para menos, sin embargo, para Lynn Sorni su subconsciente le decía que debía tomar ese sabor, sin darle más vueltas al pasar por el estante de yogurt lo tomó junto con el resto de la compra – ¿Owen a ti te gusta ese sabor?
—Bromeas, yo no soporto el yogurt desde que nos conocemos.
—Debí confundirlo con otro sabor.
—¿Cómo confundes la fresa con el melocotón mamá?
—Bueno vamos a relajarnos un momento quieren, habrá que comerlo primero eso es todo, asunto solucionado – culminó la discusión del sabor equivocado el padre del rubio – Iham has pensado lo que hablamos.
—Papá no es el momento – murmuró entre dientes, dando una mordida a su sándwich – estoy cansado en estos momentos y no creo que sea lo mejor.
—¿De qué me perdí? – indagó el pelinegro viendo con extrañeza al rubio.
—Iham fue aceptado para estudiar música en una Universidad prestigiosa, pero el testarudo, cabeza de dura de mi hijo no quiere aceptar – la madre de Iham contestó con cierto tono cauteloso, no quería incomodar a su hijo y menos después de las últimas semanas, pero el rubio se empeñaba en no cooperar – no me hagas esas muecas Iham Sorni, es la verdad.
—Eso es genial, podrías estudiar para mejorar en el piano, ser compositor y...
—Me tendría que mudar fuera de la ciudad y no quiero eso.
—Si me lo preguntas a mí, sería el primero en salir corriendo por esa puerta tomando la oportunidad que me ofrecen.
—Pero no pedí tu opinión en esto – su humor era más ácido que de costumbre tenía que bajarle a sus defensas, no le molestaba su actitud, pero nada costaba que su amigo pusiera un poco de su parte – Soy un maldito antisocial Owen, pasaría encerrado en la habitación del lugar sin interactuar con nadie. No soy como tú que le hablas a cualquier persona, prefiero mi espacio – era verdad que el rubio no tenía la gran vida social, la mayoría del tiempo se la pasaban juntos en casa del contrario – y tú saldrías corriendo de aquí porque eres un individualista de mierda que saldría huyendo de su familia a la primera oportunidad.
—Y quién no lo haría en mi situación.
—Muchachos lenguaje por favor, controlemos el tono de voz, sin insultos eso va para ti Iham – sentenció la madre del rubio.
—Owen pensé que tu relación con tus padres había mejorado en los últimos años – preguntó el padre con preocupación, estaba enterado de la situación muy a grandes rasgos.
—Sí, pero no es lo mismo tener una dinámica familiar "normal" a la que yo tengo – entonces la luz vino a su mente, eso era lo que tenía que cambiar, si Iham se iba de la ciudad posiblemente no pasaría aquí el tiempo en el que suceda todo, un escape perfecto.
—Es por esa razón que tú si lo harías, yo no dejaría a mi familia por una estúpida universidad, no es como si fuera a morir por no cumplir un sueño musical.
—Iham... no es necesario tocar ese tema y menos en la mesa – la voz autoritaria de su padre lo sobresaltó; no habían estado del todo tranquilos durante semanas y el tema seguía siendo sensible – no nos estarás abandonando, sabes que será tomar unos cursos durante las vacaciones para nivelar algunos aspectos y luego regresarás no te iras por mucho tiempo.
—Míralo como un respiro de todo lo que te está envolviendo en estos momentos – volteo a ver al rubio con mucha más confianza, era más que perfecto, Iham se iba a esos cursos y al finalizar su carrera media, se iría directo por cuatro años a la universidad – créate otra identidad, vive una doble vida, que se yo. Te la vives quejándote de querer alejarte de lo que te rodea y rechazas esto – el rubio le lanzó una mirada amenazante, al mismo tiempo que le propinaba una patada por debajo de la mesa - ¡Auch! ¡qué dije, es cierto!
—¡Que les pasa a todos! Les digo que me quiero quedar por no dejarlos atrás y se ponen en mi contra – se cruzó de brazos recostándose sobre la silla, lo estaban haciendo quedar mal, cuando lo único que buscaba era no abandonar su hogar. Se la estaban dejando muy fácil para irse, llegando a la conclusión que, la idea no parecería tan descabellada – Bueno me gustaría mejorar en la composición musical... - era el primer paso ya se lo estaba pensando, Owen lo sabía de solo ver hacer el gesto con los dedos – de acuerdo prometo pensarlo estos días, miraré de nuevo el folleto de los cursos – no era que fuera sencillo de convencer, sino más bien la idea de estar alejado un tiempo de todo lo que lo conectaba a su patética realidad con un cuerpo moribundo sería un aire fresco por probar.
De forma inconsciente y con una sonrisa en su rostro Owen veía satisfecho el hecho que ahora estaría a salvo su amigo, haciendo lo que más le gusta en vez de atrasarlo como lo había hecho antes, definitivamente él era ese empujón para que el rubio cumpliera desde antes su sueño en la música. Sus dedos copiaron la manía de su amigo, haciendo que poco a poco su mente y él se devolvieran a una realidad diferente de la que partió.
En nuestra mente siempre resonará una voz que nos gritará "no, no lo hagas" algunos lo llaman la voz de la razón; sin embargo, cuando te ciegas por los sentimientos estos se sobreponen a la lógica haciendo más difícil el análisis verdadero de la situación.
—No entiendo por qué me molesto en hacer la advertencia de algo si nadie me escucha.
—O vamos Mascara sabíamos que algo así podía pasar.
—Hablas como si esto no fuera malo Ello
—Salvó a su amigo, eso era lo que nos importaba, dijiste que lo vigilara para que arreglara las cosas.
—Exacto, te dije vigilar no que lo estropearas todo.
—A todo esto ¿Cuál es la diferencia?
—Arreglar significa que se diera cuenta de las situaciones olvidadas, no que cambiara las cosas. Quería darle una lección de vida no que tirara todas las piezas del juego.
—Da igual, no es como si hayamos cambiado mucho ¿cierto?
—Quieres apostar solo observa.
Sus ojos pesaban tanto que se le dificultaba el abrirlos, sentía como si su cuerpo hubiera sido aplastado por un camión de diez toneladas, incluso sus extremidades pesaban. Con el pasar de los minutos fue haciéndose consciente del entorno, no podía moverse porque un cuerpo se aferraba a su torso, era cálido, suave y voluptuoso. Sorprendido abrió los ojos dándose un susto de muerte cuando notó que una cabellera rubia descansaba sobre él, no estaba en su habitación o en un lugar conocido. El sonido de su teléfono interrumpió el ambiente silencioso del lugar, con la vista buscó el aparato, encontrando su ropa esparcida por el suelo, así como la ajena. La chica se removió ante el sonido insistente.
—Es tu teléfono – balbuceo la chica dándose la vuelta, haciendo que le fuera imposible reconocerla. No la conocía, ni siquiera entendía en qué momento terminó en una habitación de hotel.
Una vez liberado del agarre del otro cuerpo, salió de debajo de las sábanas; se sentó en la orilla de la cama para colocarse su bóxer, se sentía cohibido por estar desnudo frente a una desconocida. Se estiró haciendo tronar los huesos de su columna y cuello. Una vez desperezado se dirigió hacia una mesita donde se encontraba el teléfono, el cual ya había terminado de sonar. Al revisarlo notó que eran las 03:00 pm ¿tanto había dormido? Desbloqueo la pantalla y se metió entre las llamadas, era Iham. Sin pensarlo mucho regresó la llamada, con una sonrisa de saber sobre su amigo, tenía meses sin verle desde las últimas vacaciones que lo fue a visitar.
—¡Hey...! levanta tu trasero de la cama de quien estés imbécil – estaba molesto como para recibirlo de esa forma tan amorosa – olvidas que día es hoy.
—Sinceramente, difícilmente entiendo quién soy en estos momentos o quién está en mi cama – rio mientras volteaba a ver a la rubia que estaba desnuda medio envuelta en las sábanas, tenía un cuerpo exquisito para sus gustos, inconscientemente mordió su labio maldiciendo a su mente por no recordar exactamente lo que habían hecho - ¿Por qué estas molesto?
—Maldita sea Owen en serio eres el peor amigo de toda la historia, te dije que hoy llegaría a la ciudad.
—No recuerdo haber prometido ir a recogerte a ningún lugar si eso es lo que insinúas.
—Tienes media hora para estar aquí.
—Rayos ni siquiera eres mi novio como para exigirme ¿Qué me darás si voy por ti? – insinuó mientras se colocaba su pantalón – la rubia que tengo en la cama me dio mucha diversión.
—Quieres dejar de ser un imbécil por una vez y cumplir con tu palabra de venir por mí al aeropuerto.
—Bien, tranquilo voy en camino – tomó su camiseta dándole la vuelta para colocársela - ¡mierda!
—Ahora ¿Qué?
—Tengo un tatuaje en el hombro.
—Se le llaman chupones, maldito descarado, con qué clase de chica vampiro sales para que te haga esas cosas.
—No, hablo en serio, tengo un maldito tatuaje en el hombro.
—¿Hablas de la manga que empezaste en enero? – sus ojos no podían dar crédito a la tinta que manchaba su piel no poniendo cuidado en las palabras del contrario, ¿en qué momento sucedió todo eso? – ¿Cómo olvidas que te hiciste un tatuaje desde hace meses?
—Juro que yo no lo hice.
—Claro, si no te acuerdas no pasó ¿cierto? Deja de perder el tiempo quieres, te estaré esperando.
El rubio colgó la llamada mientras Owen tenía una crisis existencial en esos momentos, estaba seguro que no se había hecho eso. Se colocó su camisa, sus calcetines, buscó sus llaves, billetera y zapatos para salir corriendo de ese lugar.
—¿Ya te vas? – la voz adormitada de la chica le interrumpió sus pensamientos.
—Sí, lo siento, enserio lo disfrute, pero tengo que recoger a una persona en el aeropuerto – estaba nervioso incluso sus movimientos eran torpes al colocarse los zapatos.
—Lo sé tienes que ir por Iham – la chica salió del calor de las sábanas para estirar su cuerpo dándole la espalda, su piel era tersa con algunos lunares, tenía un cabello largo con ondas en color rubio, piernas largas y sus pechos redondos justo a su gusto. Desvió la vista rápidamente, se estaba devorando a la chica con la mirada como un depravado sexual – bien déjame vestirme para salir de aquí.
—¿Tú irás conmigo? – se volteo para verlo de nuevo, ya se encontraba medio vestida solo le faltaba la blusa y zapatos.
—Claro, lo hablamos anoche antes de dormir, iríamos por Iham y luego pasarías a dejarme lo olvidas, por eso estuvimos anoche – sonrió divertida al ver la cara de confusión del chico – andando estoy lista, Iham te torturará si no llegas por él y vamos retrasados.
—¿Cómo conoces a Iham? – de todas las preguntas que una persona en su lugar podía hacer esa tenía que salir, pudo haber preguntado su nombre, quién era, dónde se habían conocido, si este encuentro era habitual, pero no, le perturbaba más el hecho que conociera a su amigo – es que casi no le presento a mis amigos a otras personas.
—Owen venimos saliendo desde hace dos semanas ¿Qué sucede contigo? Te afectó el cerebro el frío de la madrugada.
—¿Dos semanas? ¿Vamos en serio?
—Pues no lo sé tú dímelo señor de una noche.
—Ahora entiendo por qué hemos durado tanto... - se quedó callado porque el momento temido llegó más rápido de lo que esperó, no sabía el nombre de la mujer que tenía enfrente – Emmm, ¿bonita? – soltó el primer apodo que se le ocurrió, para evitar la vergüenza de preguntar por su nombre.
—Reah idiota, odio los apodos melosos de parejas. Ahora avanza o Iham te colgara de las pelotas.
La chica tenía su carácter, pero eso no era lo que más llamaba su atención sino su aspecto físico esos ojos color azul su esencia brillaba, le recordaba a alguien, aunque no tenía muy claro a quien. Sin darle más importancia a la situación salió de la habitación detrás de la chica con dirección al estacionamiento. Lo normal sería buscar su camioneta la cual no veía por ninguna parte; la rubia paró su andar frente a un carro pequeño color negro observándolo con impaciencia.
—Te quedarás prendido viéndome o vas abrir la puerta para que podamos irnos.
—¿Dónde está mi camioneta? – la chica le volvió a mirar de forma confusa, estaba siendo el día más extraño que había pasado con el pelinegro, y eso que llevaban mucho tiempo conociéndose. Claro no era lo mismo solo ser compañeros de universidad a estar saliendo, pero el hecho que estuviera siendo tan raro en su actuar no le hacía ni puta gracia. Su nivel de rareza tenía un límite y él lo estaba comenzando a alcanzar – ese no es mi auto, el mío es una camioneta negra, espaciosa, cuatro por cuatro, con asientos de cuero y un hermoso sistema de sonido.
—Suenas como un maldito loco recién salido de terapia psiquiátrica. Deja tus estupideces de lado y abre el maldito auto Owen, o te juro que me iré de aquí caminando.
Esto no podía ser cierto todo estaba siendo una pesadilla de la cual no salía, primero su tatuaje y ahora el cambió de vehículo, qué seguía tendría un perro llamado Rufos, no entendía qué pasaba. La chica rubia le veía enfadada, su paciencia se estaba agotando; pensando en las palabras que mencionó anteriormente sacó las llaves de su bolsillo, percatándose que no eran las de su camioneta. Quitó el seguro con el botón dándose cuenta de que sí era su carro, la rubia no perdió más tiempo y se metió dentro.
Rumbo al aeropuerto no paraba de darle vueltas a la situación, ¿en qué año estaba? ¿por qué tenía una rubia hermosa con carácter fuerte al lado? que por cierto conocía a Iham, ¿cuándo se hizo un tatuaje? ¿En qué momento decidió que un carro de ciudad estilo deportivo le vendría mejor que su camioneta? y ¿Por qué su cabeza dolía cuando quería recordar? Tanto le abrumaron los pensamientos en su mente que no se dio cuenta en el momento en el que llegó a su destino. Estacionó rápidamente y antes de mencionarle a la chica que se quedara dentro, está ya le había dicho que lo esperaría en el auto. Entró al aeropuerto de forma apresurada en la zona de espera y no tardó en reconocer una cabellera rubia revuelta, aunque un poco más larga de lo que recordaba; su amigo se encontraba sentado en una de las sillas con todo su equipaje, tal como lo recordaba de la vez que fue al hospital, ese recuerdo hizo un click pequeño en su cerebro para conectar muchas otras cosas.
Iham al notar su presencia se levantó de su asiento para encaminarse a su encuentro, unas pocas palabras como un "tardaste demasiado" y un "te lo compensare" fueron las únicas frases que se cruzaron entre ambos quedando en un silencio cómodo al dirigirse al estacionamiento. Owen abrió el baúl para así acomodar las maletas del rubio, aunque de un momento a otro desapareció de su vista, hacia un segundo lo tenía al lado y ahora ya no estaba, volteo a ver a todas partes hasta que escuchó las quejas provenientes desde el frente del auto.
—Me quieres explicar ¿Quién eres? Y ¿Por qué estás en mi asiento?
—Disculpa – la voz ofendida de la chica hizo eco en el estacionamiento – en primera a ti que carajos te importa quién sea y segundo no veo que tu nombre esté escrito en el asiento.
—Reah ¿cierto?
—El rubio con cara de póker me temo.
—Tenías que traerla – ahora el irritado era Iham por no querer aceptar que la chica le caía bien, habían tenido una conversación mínima con ella, pero su rostro no estaba identificado en su cerebro hasta que abrió su boca.
—Relájate, me he colado solo para no ir a casa en taxi – la sonrisa de la rubia irradiaba cierto descaro – ahora sube atrás que no tenemos mucho tiempo y aún debe irme a dejar.
—Me agrada – soltó en un murmuro el rubio – a la próxima no la traigas.
Owen apenas podía con su existencia como para que Iham y la rubia se atacaran mutuamente. El silencio volvió a invadir el camino hasta que estuvieron sobre la ruta, una pequeña advertencia atravesó su mente, si se suponía que la llevaría algún lugar por qué no había preguntado por la dirección, entendió que, para su mente abrumada le era imposible encontrar aquel dato o simplemente no conocía la casa de la chica.
—Reah en ¿Dónde vives?
—No es necesario que me lleves hasta ahí, déjame en el trabajo.
—Ok, entonces ¿Dónde queda tu trabajo?
—Eres un maldito desastre Owen, tienes a la chica desde hace dos semanas y no sabes por lo menos ¿Dónde trabaja? – el tono seco y sarcástico de Iham retumbó en el espacio trasero del auto.
—Descuida Iham hoy ha estado muy raro de hecho. Es en la cafetería que queda a dos cuadras de la universidad genio, siempre nos encontramos ahí después de clases – ese lugar le sonaba, sí, lo conocía. A su mente venían imágenes borrosas y algunas risas lejanas, una sensación de calidez que se instalaba en su pecho, pero recordaba no haber visto ahí en el café a la rubia, más bien existía una silueta de cabello pelirrojo la cual trabajaba en el lugar – por si no lo recuerdas queda a....
—Sí lo recuerdo, no tienes que decirme en dónde estudio para saber.
Ambos rubios le observaron como si le hubiera nacido un tercer ojo o si le hubiese salido una segunda cabeza. Sabía que estaba actuando de forma impulsiva, pero se le estaba saliendo de las manos toda la situación, esa no era su realidad estaba seguro de eso. No hubo más comentarios por parte de los tripulantes, solamente se dedicaron a ver a través de la ventana el camino hasta llegar a su último destino. Sin más la chica bajó del auto, no hubo despedida, ni comentarios al respecto.
—Chica ruda la que escogiste Owen – el rubio mencionó mientras tomaba asiento en el lado del copiloto y se colocaba el cinturón de seguridad – la última vez que me visitaste no hablaste de ninguna chica y ahora la encuentro en tu auto reclamando su lugar ¿Quién eres tú y qué hiciste con mi mejor amigo?
—Creo que no soy yo, Iham.
—Está claro que no lo eres.
—No entiendes, me refiero a que este no soy yo – se quedó un momento en silencio mientras veía al rubio a su lado – siento como si esta mañana me hubiera levantado con un lavado de cerebro incluido. Ni siquiera recuerdo ¿Por qué te visite? O ¿Por qué no estabas aquí en la ciudad? Menos tengo sabido qué día es hoy.
—Owen respira y cálmate ¿sí? – tantas preguntas le hostigaban, podía ser mayor, tener más problemas actualmente, pero seguía siendo el mismo niño hablador que no se callaba haciendo mil preguntas a la vez, ¿acaso no necesitaba respirar cuando hablaba así? – relájate y respira profundo porque siento que lo que quieres hacer es una carrera como rapero cuando empiezas a hablar de ese modo. Ahora en cuanto a lo que preguntas me visitaste en vacaciones porque estaba en la residencia de la universidad en mi último semestre de música y para que te ubiques hoy estamos... - hizo una breve pausa para sacar su teléfono y verificar la fecha – es justo, sábado 20 de junio, el día que regresaba a la ciudad y tú habías prometido venir por mí.
—¿Qué fecha dijiste?
—¿20 de junio? Para ser más exactos son las 06:00 de la tarde del sábado 20 de junio de 2020.
Sus ojos se abrieron en sorpresa, él no debía estar en un deportivo con su amigo que regresaba del extranjero. Tenía que estar fuera en su camioneta andando a toda velocidad, con la música a tope por la carretera, mientras los chicos cantaban canciones a todo pulmón. ¡Los chicos! A todas estas en dónde estaban, solo eran él y el rubio. Estaba cayendo en cuenta que todo se encontraba mal cuando tenía que haber mejorado, los recuerdos de él convenciendo a Iham de ir al extranjero para la carrera de música, todos esos viajes de visita en vacaciones, estar solo y de fiesta por las noches durante la universidad; esa no era su vida, esa era una realidad vacía. Se le dificultaba recordar los nombres de sus propios amigos.
Sin pensarlo más puso en marcha el auto ignorando las preguntas de Iham de hacia el interrogatorio era un bucle por saber dónde iban o qué estaba pasando, ni él entendía qué sucedía, no podía darle una respuesta en esos momentos. Estacionó frente a la escuela de baile sabiendo que ahí se encontrarían a Sander y Amaia, ahora recordaba, esa era la respuesta estar en los espacios de los chicos le evocaba recuerdos, esperó pacientemente, la hora marcaba la salida de las últimas clases así que no tardaría en verlos. Aunque lo que vio no le agradó para nada, observó una silueta con cabello castaño salir corriendo del lugar con dirección a una camioneta blanca, de donde salían dos personas discutiendo. Parecían ser los padres de Amaia, no estaba muy seguro de ello pues nunca los pudo conocer, aunque le quedó claro que, no tenían la mejor de las relaciones al ver como la mujer tomaba a la chica del brazo lastimándola mientras gritaba algo y la empujaba dentro del auto. Eso significaba que Amaia sufría con sus padres porque nunca los tuvo de amigos.
—Algunos padres pueden ser el peor monstruo para un niño o cualquier chico no lo crees – comentó seco Iham mientras observaba la escena, en su interior se removieron algunos sentimientos, un cosquilleo que invadió su pecho – siento pena por la chica, siento que la conozco de algún lado.
—Iham es nuestra amiga, es Amaia, siempre estás provocándola y diciéndole que es una princesa consentida – el rubio le observó con una ceja levantada, listo su amigo había perdido un tornillo, le hacía falta sus horas de sueño o se había intoxicado con alguna sustancia extraña la noche anterior.
—Amigo ¿estás bien?
—No, no estoy bien. Escúchame por una maldita vez. Esa chica de ahí es nuestra amiga, junto con Sander, Rayan, Pia y... y Aiden – estaba exasperado por la situación, tenían que estar jugándole la mejor de las bromas – no puedes haber olvidado a Aiden de la noche a la mañana son inseparables ustedes dos.
—No conozco a nadie con ese nombre, ni a ninguno de los que mencionaste.
Revolvió su cabello en muestra de la desesperación que estaba viviendo en esos momentos, algo había sucedido y no tenía muy en claro el qué. Solo necesitaba salir de ahí, despertar de esa pesadilla donde no tenía a sus amigos, su familia elegida de aventuras. Golpeaba el volante una y otra vez, torturándose la mente para saber cómo salir de esa situación. Pegó su rostro hacia el frente y cerró los ojos con fuerza, su cabeza dolía, escuchaba un pitido insoportable en sus oídos, todo era abrumador hasta que el sonido de una gota de agua lo relajó, dejándose llevar solamente por ese relajante eco.
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Hola a todos, gracias por leer el capítulo de hoy. Hay muchos pequeños detalles mencionados a través de los capitulos y uno que otro extre dentro de este mismo para los próximos.
El Easteregg de esta semana es que con el nombre de los chico se puede formar una palabra la cual fue mencionada en los primeros capitulos.
Pia
Aiden
Rayan
Amaia
Iham
Sander
Owen
El orden del mismo representa la cercanía que tienen algunos de los personajes, como este hay varios más. Pero se los iré revelando en los otros capítulos.
Hasta la próxima semana
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