Hay heridas que arden, que están abiertas, pero son transparentes, no cicatrizan fácil. Y no existen pastillas para el dormir sin dolor, no hay droga para nublar su dolor.

Hay heridas que no se cosen, que no se le puede poner pomada para que no se infecte, porque esa herida no es tan sencilla.

Hay heridas que con palabras no se calma su secreción, no se logra hacer que pare la hemorragia aguda con un perdón o un lo siento.

Y es que, hay heridas que están irresueltas, que no han sido tratadas como se debe. Que no la han limpiado, no la han cosido bien, por eso todavía duelen.

Esas heridas son las que el corazón carga, las que en el alma se siente. Esas heridas, esas son las que parten el corazón, las que duran tiempos en cicatrizar.

Hay heridas que son irresueltas, que ni con años se curan, ni con meses sanan ni con días dejan de escocer.

Hay heridas que no se curan fácil.

Hay heridas que se ignoran sencillamente, porque no son un raspón, una cortada de papel; no son simples heridas.

Y es que, hay heridas que son como de batallas, que son profundas, que necesitan ser frecuentemente tratadas.

Esas heridas son las que en el corazón se carga, que quitan el sueño con dolor, que no hay forma de tratarlas con rapidez; solo el tiempo las trata.

Hay heridas que son difíciles de olvidar, porque dejan marcas en el tiempo. Heridas imborrables, heridas invisibles, para otros, pero visibles para uno.  

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