Una capa especial
¿ACEPTAS?
Autora: Clumsykitty
Fandom: Marvel MCUoso/Omegaverse
Pareja: Magicshield (StrangexSteve)
Derechos: a ser libreeee.
Advertencias: esto es un Omegaverse, así que hay cosas del Omegaverse, combinado con la trama de la película "La Propuesta", por lo que hay incidental comedia romántica para el fluff de nuestras vidas. Dicho esto, pues entonces a disfrutar de esta locura. Una historia de encargo.
Gracias por leerme.
*****
Una capa especial.
El recuerdo de su hermana vino a la mente de Strange, esa sonrisa inocente al animarlo a pensar que podría ser muy feliz si era un buen Alfa. Pero ella había muerto, antes que sus padres, dejando a Stephen con una tristeza que más tarde se convirtió en amargura al encontrarse solo frente a un mundo que le exigió cosas para las que no se sintió listo. Mientras pedaleaba la bicicleta que se encontró fuera de la mansión hacia el corazón del bosque, el doctor luchó con lo que su corazón estaba sintiendo de la misma forma que con lo empedrado del camino cada vez más abrupto, descendiendo de forma brusca hasta que perdió el control de la bicicleta. Strange terminó rodando entre arbustos, tronco, musgo y demasiadas hojas secas para su gusto, con la bicicleta quedándose atorada entre raíces.
Permaneció ahí por unos largos minutos, mirando los trozos de cielo que las ramas entrelazadas de los altos pinos de aquel bosque permitían ver. Desde la muerte de Donna, su hermana menor, Stephen sintió que no era un buen Alfa, ¿qué clase de hermano permitía que su hermanita perdiera la vida ahogándose? Con la muerte de sus padres solo sintió que estaba siendo castigado por no esforzarse lo suficiente, desde entonces se prometió no depender de nada ni de nadie o de nuevo echaría a perder las cosas. Aprendió a defenderse, a imponerse como el Alfa que Donna quiso que fuera o esos fueron sus pensamientos desde entonces, hasta que se topó con un Beta llamado Steven Grant Rogers y su loca familia.
Su Manada.
Strange cerró sus ojos por unos momentos, buscando la concentración que le estaba haciendo falta para no perder los estribos cuando escuchó algo a lo lejos. Era como una suerte de cántico nativo en una dulce voz que se le hizo familiar. Dejó sus angustias para otra ocasión, poniéndose de pie y caminando lento hacia la dirección en donde se encontraba ese canto. Halló a Lita envuelta en una suerte de capa gruesa pintada con símbolos nativos y algo que pretendía ser un penacho, bailando y alzando las manos al cielo cantando lo que se le antojó una muy mala mezcla de inglés con el idioma de la tribu a la que estuviera honrando. La matriarca Rogers se percató de su presencia, no se había ocultado bien tras ese grueso árbol, sonriéndole como siempre le hacía, llamándolo para que se uniera.
—¡Oh, guapísimo Stephen! ¡Ven aquí! ¡Ven! ¡Ven!
—Am... no quería interrumpir su... ceremonia.
—Pero si es para ustedes dos, con un carajo —resopló la anciana— Estoy pidiéndole a los ancestros que bendigan su matrimonio para que haya paz en esta Manada y yo me pueda morir sabiendo que mis descendientes son felices.
—Lita...
—Pero no te quedes parado como si fueses un palo seco ¡estás vivo, joder! Baila conmigo, pidamos juntos por un futuro próspero.
—Yo no sé...
—¡Claro que sabes! ¡Sólo deja que tu cuerpo se mueva! ¡Llevas la canción dentro de ti!
"Eso explica muchas cosas", pensó Strange al caminar hacia la fogata alrededor de la cual danzaba Lita, la matriarca esperando a que él también bailara junto al fuego. Se talló sus manos contra su pantalón, mirando la fogata y luego a la dulce anciana antes de tomar aire un par de veces e intentar imitarla. En cuanto se movió, la sonrisa de Lita creció de oreja a oreja, continuando con ese canto mezclado que animó al propio Alfa a cantar el suyo. Fuese por el ritmo similar o por algún extraño mecanismo de su estresado cerebro, la letra que inicialmente esperaba seguir el idioma nativo cambió a otro más conocido para el doctor, esa música que a él le gustaba y que sí, llevaba en el corazón.
I look and stare so deep in your eyes
I touch on you more and more every time
When you leave, I'm begging you not to go
Call your name two, three times in a row
Such a funny thing for me to try to explain
How I'm feeling and my pride is the one to blame
(Yeah, yeah) 'cause I know I don't understand
Just how your love can do what no one else can
Got me looking so crazy right now, your love's
Got me looking so crazy right now (your love)
Got me looking so crazy right now, your touch
Got me looking so crazy right now (your touch)
Got me hoping you'll page me right now, your kiss
Got me hoping you'll save me right now
Looking so crazy, your love's
Got me looking, got me looking so crazy in love
La matriarca Rogers se detuvo unos segundos no por escucharlo cantar esa melodía moderna que nada tenía que ver con sus ancestros, sino por su forma de bailar. Aquel buen cuerpo que sus expertos ojos detectaran por debajo de las apretadas ropas formales ahora se movía como si sus caderas de pronto hubieran sido poseídas por algún remolino o cosa parecida. Lita rio, aplaudiendo y cantando con él, después de todo también era un poco fan de Beyoncé.
When I talk to my friends so quietly
Who he think he is? Look at what you did to me
Tennis shoes, don't even need to buy a new dress
If you ain't there, ain't nobody else to impress
It's the way that you know what I thought I knew
It's the beat that my heart skips when I'm with you
But I still don't understand
Just how your love can do what no one else can
Got me looking so crazy right now, your love's
Got me looking so crazy right now (so crazy)
Got me looking so crazy right now, your touch (your love)
Got me looking so crazy right now (love)
Got me hoping you'll page me right now, your kiss (hey)
Got me hoping you'll save me right now (hey)
Looking so crazy, your love's (hey)
Got me looking, got me looking so crazy in love
I'm looking so crazy in love's
Got me looking, got me looking so crazy in love (I'm warmed up now, let's go)
Así es como los encontraría Steve cuando saliera del baño para darse cuenta de que estaba solo con un par de cafés enfriándose. Luego de rondar por la mansión, notar que todos los botes estaban en su lugar, optó por buscar en el bosque casi imaginando que su jefe estuviera atorado en algún hoyo del suelo peleando con una ardilla. El rubio se quedó boquiabierto al ver bailar al Alfa siempre tan serio de forma alocada, o mejor dicho, como el buen fan que era imitando esos movimientos sensuales de baile que lo hicieron revivir las emociones sentidas la noche anterior. Pero lo que más le impactó fue la expresión de Strange, estaba feliz cantando ahí en el corazón de un bosque canadiense junto a una anciana que le seguía en sus locuras, honrando a unos ancestros quienes seguramente estaban preguntándose en qué momento cambiaron las costumbres.
Steve se reclinó contra el tronco del árbol más cercano, cruzándose de brazos sin interrumpirlos, dejando que su abuela y Strange tuvieran su danza ritual a gusto, sus ojos siguieron los movimientos de caderas del Alfa, que ya tenía buen conocimiento de lo fuertes que eran, esa sonrisa tan encantadora como nueva a sus ojos, su voz melodiosa tratando de alcanzar esos agudos que le fueron imposibles mientras bailaba alrededor de la fogata. Nunca había visto al doctor tan... feliz o tan abierto para hacer esas locuras. Era como ver otra cara que jamás le hubiera mostrado y el rubio se encontró encantado con esa faceta tan desconocida que terminó en cuanto Strange notó que estaba ahí observándolos, deteniéndose de golpe y casi sonrojándose. Casi.
—Oh, lo siento, no quería interrumpir —se disculpó Steve, alzando sus manos— Es solo que tu teléfono ya llegó.
Strange miró a Lita y luego de vuelta al Beta. —Vamos... gracias por el baile, Lita.
Ella sonrió apenas, observando a la pareja perderse entre los árboles, uno preguntando cómo había terminado en medio del bosque y el otro evadiendo la penosa respuesta. Los dos fueron al bote, sin hablar en el viaje hasta que tocaron el muelle.
—Cantas muy bien —halagó el rubio.
—Por supuesto que no.
—Sí que lo haces, yo he escuchado a otros y créeme que son fatales con Beyoncé.
—No te burles, Steve.
—Jamás lo haría contigo.
El doctor lo miró de forma extraña como si estuviera a punto de decirle algo, arrepintiéndose enseguida cuando estuvieron frente a la tienda principal. Steve abrió la puerta, cediéndole el paso con una sonrisa algo traviesa pues los estantes estaban llenos de tantas cosas que uno bien podía perderse ahí, hasta dar con la caja donde esperaba nada más y nada menos que Wade Wilson. El rubio miró de reojo a su jefe quien no dio crédito al ver que ese descarado Alfa estaba ahí como gerente de la tienda, así decía su placa en su uniforme.
—Saludos, caballeros, me supongo que vinieron aquí a iluminar mi mañana con su presencia al recoger un paquete.
—Sí, Wade —asintió Steve divertido— El teléfono si es posible.
—Claro que por supuesto que sí, ¿no quieren algo más? Quizá un baile privado para el Doctor Raro.
—Strange.
—Es lo mismo —replicó Wade ignorando la mirada asesina del otro— Voy por el celular.
—¿Qué acaso no existe más gente en Sitka? —demando Strange cuando Wade desapareció tras una puerta, haciendo reír a Steve.
—Wade es muy querido en este lugar.
—No lo comprendo.
—A veces se trata de solo aceptar —el rubio se encogió de hombros.
—¡Aquí está! Solo hay que firmar aquí y acá... ah, no, esos son papeles de adopción, esperen. ¡Estos sí son los buenos! Como se trata de un aparato tecnológico costoso que reúne varios sueldos de gente respetable en Sitka, es necesario todo este papeleo. Disculpe, doctor Raro.
—Strange —repitió, firmando los documentos y aceptando la caja.
—Gracias por comprar en Rogers', vuelva pronto.
Steve solo negó, saliendo de la tienda junto con su jefe quien pronto activó el teléfono, esperando por la señal en aquel pueblo perdido de Alaska, bufando al leer de todo lo que se había perdido, sus dedos cual cirujano especialista comenzando a moverse con esa eficiencia que le conociera en Nueva York hasta que el Alfa se detuvo, mirándole extrañado.
—¿Qué sucede?
—Nada —el rubio negó, desviando su mirada— ¿No quieres sentarte mientras pones a prueba la resistencia de esa pantalla? Podemos tomar un café mientras tanto, yo invito.
—De acuerdo.
—Te advierto que este café no es como el de...
—Me gustará.
La respuesta confundió a Steve, pero lo dejó pasar, él dirigiéndose a la barra para solicitar la orden mientras Strange buscaba el mejor lugar para tener señal y comenzar a responder todos los correos, dictando mensajes de voz y escribiendo otros. Una bandeja con dos cafés y panes fue puesta en el medio de la mesita con el Beta sentándose frente al doctor, quien no paró en su labor, tomando uno de los largos vasos para beber distraído, mordiendo un croissant de paso.
—Gracias.
—¿Ah?
—Por todo este esfuerzo.
—Bueno, es un acuerdo ¿no?
El doctor se detuvo, su mirada fija en Steve con una mano que buscó de nuevo su café en ese barato vaso desechable que meció un poco.
—Puedes arrepentirte.
—Qué va.
—Debemos ensayar el cuestionario.
—Sé muchas cosas sobre ti, recuerda, tengo tu perfil memorizado o no podría con tus redes sociales —bromeó Steve, mordiendo su croissant.
—... tienes una linda familia, Steve.
—Más o menos, papá no precisamente tiene bien manejado el concepto de unión familiar.
—Eres su único hijo —murmuró Strange, mirando su celular— Claro que va a protegerte.
—Pero eso no significa que... ¡Sharon! ¡Hola!
La hermosa joven cruzó la calle para saludarlos, parecía ir rumbo a su trabajo de fin de semana o algo parecido. Steve correspondió a su cálido abrazo bajo la mirada recelosa de Strange, quien sacudió su cabeza al darse cuenta de que estaba poniéndose en ese modo de Alfa territorial.
—Los vi y quería saludarlos, doctor Strange, buenos días.
—Buenos días, Señorita Carter.
—Sharon, por favor —sonrió ella, acomodándose un mechón de cabello— Lita me envió una invitación para su boda... ¡wow! Es decir, me alegra y me sorprende que decidieran casarse aquí en Sitka.
—Ya sabes, nada mejor que el Nido donde uno nació para formar un Vínculo.
—Sí, Steve, me alegro por ti, por ustedes. Bueno, tengo que irme o llegaré tarde, ¡los veré en la boda!
—¿Toda Sitka asistirá a la boda? —preguntó Strange cuando volvieron a quedarse solos, terminando su café igual que sus mensajes.
—Tal vez, Lita está emocionada y si ella está contenta...
—Mm.
—No tienes que preocuparte por nada, las escuchaste.
—Y creo que volveré a escucharlas si son ellas las que vienen por ese lado de la avenida.
Efectivamente, tanto Sarah como Lita llegaban al pueblo, traían unas bolsas consigo como una mirada determinada. Luego de saludarlos, Sarah alcanzó el brazo del doctor, apretándolo suavemente.
—Queremos que vengan con nosotros.
—¿Para qué?
—¿Cómo que para qué? ¡Los trajes de boda! —exclamó la anciana— Tengo que dejarlos tan guapos que toda Sitka quiera pelear por ustedes.
—Yo no...
—Oh, vamos, Stephen, ven conmigo. Hay mucho por hacer, luego los invitaremos a un almuerzo.
No hubo forma de disuadirlas, ambos fueron arrastrados hasta una sastrería que por supuesto era propiedad de los Rogers. Sarah les mostró el par de trajes de boda para ambos que tenían pensado que usaran, elegantes a su manera aunque al no ser de diseñador no tenían la forma correcta para sus cuerpos, así que las habilidades de costura de Lita vinieron al rescate.
—Los tendré listos para la ceremonia, no se angustien. Ahora, no respiren o puedo picarles un...
—Te ayudaré, Lita —cortó Sarah, riendo un poco.
Tanto Steve como Strange intercambiaron una mirada, el primero riéndose, un gesto que el Alfa imitó si bien no estaba del todo cómodo. Las manos de la matriarca Rogers parecían ser las de una hechicera de las telas y los hilos porque pronto había tomado medidas y ajustado los trajes una vez que se los probaron frente a dos enormes espejos antiguos. Sarah y Lita también se miraron, la segunda corriendo por un pasillo en el cual se perdió con algunos sonidos de cosas cayéndose. Trajo consigo una caja grande que dejó sobre la mesa de costura, abriéndolo con calma, sus manos temblando. Los dos hombres observaron por los espejos asombrados cuando ella extrajo lo que parecía una suerte de capa que estaba abierta por los flancos para dejar asomar los brazos.
Con ojos húmedos, Lita se acercó a Strange, indicándole con un gesto que se la colocara sobre el traje. El doctor iba a negarse porque notó que esa prenda era importante para ella, solo que esos tiernos ojos fueron demasiado para él, aceptando usarla para Lita. Era de color rojo vivo, con bordados en las orillas en dorado y al frente con el blasón de los Rogers. Cuando el Alfa se giró al espejo, la anciana quedó detrás casi llorando al verlo.
—Esta capa es de la familia Rogers, para los nuevos Alfas que habrán de proteger nuestro legado. Hoy tú vas a proteger lo más precioso para nosotros: a Steve.
—Lita, yo no puedo...
—Te va muy bien, ¿sabes algo? Mi abuela me dijo que la capa se ajusta sola a la persona que la usará, cuando la usó mi esposo, él era más bajo que tú y le quedó pese a que mi abuelo era tan alto como tú. Ahora vuelve a crecer y se ajusta a ti. Te ha aceptado, como parte de nuestra Manada.
Hubo un silencio en la habitación, Steve conteniendo su aliento al admirar el porte de Strange con esa capa que sin duda le iba muy bien, parecía que en verdad había sido confeccionada para él. El doctor se miró en el espejo con Lita abrazándolo por la espalda y Sarah más atrás conteniendo sus lágrimas. Ninguno de los dos quiso romper el encanto, sobre todo Strange cuya mano derecha que pasó por encima de la capa para sentir lo suave de su tela, como seda pero siendo más gruesa, temblando al rozar esos blasones de oro bordados a la altura de su pecho, observándolos con detenimiento.
—Bueno, luego soltaremos los mocos —la anciana fue quien habló primero— Ya pueden marcharse, Sarah se quedará para ayudarme. No hagan travesuras.
—No, Lita —respondió Steve, todavía conmocionado.
Salieron de la tienda, mirándose y luego buscando algo en el pueblo que se convirtiera súbitamente en algo de interés para ellos. Así fueron al muelle para tomar el bote, solo que cuando Steve lo encendió fue Strange quien tomó el mando, casi aventando al rubio al hacerlo.
—¿S-Stephen?
El bote casi salió despedido, rebotando un poco sobre el bajísimo oleaje que atravesaron rumbo a la mansión Rogers con el Alfa mirando fijamente el horizonte como si algo de repente le hubiera molestado, sus ojos algo rojizos y temblorosos al mismo tiempo. Steve se levantó, acercándose con cautela al olfatear ese dominio que gritaba peligro.
—¿Qué pasa? —inquirió en voz alta sin tener respuesta— ¡Stephen!... ¡STEPHEN!
Por nada estuvieron a punto de estrellarse contra una boya, Steve recuperando el control a tiempo, disminuyendo la velocidad que deseó ocurriera igual con su alocado corazón.
—Maldita sea, Stephen, no vuelvas a hacer eso, pudiste habernos matado o peor aún, botarnos en el mar que no es precisamente cálido. ¿Qué estabas pensando, eh? Dime, ¿qué...? ¿Stephen? —ya no había nadie con él, por lo que el rubio miró atrás, notando un punto de agua alborotándose— ¡STEPHEN! ¡ESPERA! ¡ESPERA! ¡YA VOY!
Dio vuelta bruscamente, regresando hacia la boya que señaló al doctor para que fuera a ella. Sabía que Strange podía nadar, solo que lo notó pálido de muerte, como si estuviera teniendo una pesadilla despierto. Steve se acercó una vez que el Alfa quedó prendido de la escalerilla de la boya como si fuese un cachorro aterrado, temblando en buena medida por el agua fría.
—¿Stephen? Dame tu mano.
Le extendió su brazo, solo tenía que girarse y alcanzar su mano que no estaba más que a un metro de distancia, nada más, solo que Strange no parecía reaccionar, su mirada estaba perdida en un recuerdo no muy grato, lo que lo hacía temblar más. El rubio pudo olfatear un miedo súbito, preocupándolo más, quedando casi colgado de la orilla del bote al tratar de estar más cerca del otro al que llamó con la voz más suave que pudo lograr.
—Está bien, Stephen, estoy aquí. Dame tu mano, por favor.
Tuvo que repetir sus palabras un par de veces más antes de que los ojos del doctor se posaran al fin en su persona, reconociéndolo al salir de esa pesadilla o lo que fuere, aceptando su mano que casi estrujó al soltar la boya y subir al bote. Steve se quitó su suéter para quitarle sus ropas superiores a Strange y vestirlo con ellas, tallando sus brazos.
—Son aguas heladas, ese es su peligro. ¿Stephen?
Strange lo miró, tragando saliva al abrazarse a sí mismo, todavía temblando un poco.
—Tengo fobia al agua.
—¿Qué? Pero sabes nadar y...
—No quería que se burlaran de mí, un Alfa miedoso por...
—Sshh, tranquilo. Ya pasó.
—Tuve una hermana —el doctor musitó entre temblores— Se llamaba Donna, ella... ella murió ahogada. Le encantaba leerme historias, novelas. Amaba escribir también. Por eso me hice editor, por ella, por Donna. Porque no pude salvarla, no fui suficientemente Alfa para salvarla.
—Stephen, no...
—Yo era el hermano mayor, el protector. El Alfa. Fallé.
—Stephen...
—Odio el agua —Strange susurró con la voz quebrada.
El rubio ya no dudó en abrazarlo con fuerza, como si con ello pudiera borrar ese dolor que estaba brotando en los ojos del doctor. Se quedaron así, hasta que el siseo por el frío hizo que Steve lo soltara.
—Volvamos a casa, ahí te calentarás.
—De acuerdo.
—¿Stephen? —Steve alcanzó la mano del Alfa.
—¿Qué?
—No fue tu culpa. Eras un cachorro.
Steve ya estaba algo enterado del asunto, en los archivos que consiguiera del perfil de su jefe para completar formularios burocráticos había leído sobre sus familiares. De esa hermana muerta de niña, solo que siempre había ignorado las causas. No se dijeron más, alcanzando la mansión con Strange más tranquilo para cuando tocaron el jardín principal, subiendo por los escalones. Joseph los espera con una cara de pocos amigos en lo alto, dedicándole una mirada asesina al doctor antes de volverse a su hijo.
—Los dos vengan conmigo. Ahora.
—Papá, ¿qué...?
—Que tu madre no se entere de esto ¿entendido?
Joseph se dio media vuelta, sin esperar respuesta. Los dos más que confundidos, uno empapado y otro extrañado, lo siguieron hasta el taller de herramientas donde los esperaba una sorpresa. Ahí estaba el agente de migración, comiendo una dona con mucha calma.
—¿Acaso no soy bueno en mi trabajo? —así los saludó, dando un fuerte mordisco al pan— ¿Cómo es que la familia Rogers no sabía nada de su relación?
—¡Papá! —Steve enfureció al acto, apretando sus puños.
—Yo lo llamé —aclaró el agente con una sonrisa perversa al mirar a Strange a quien apuntó con un dedo— Tú te vas a largar de vuelta a Canadá. ¿O quizá deba decir Inglaterra? Porque resulta que tampoco eres canadiense sino inglés.
—¿Qué?
—¿No lo sabías, Steve? —la voz de Joseph sonó gruesa, ronca— Entonces sí es cierto que este hombre solamente estaba usando para sacarte provecho con...
—¡Claro que no!
—¡Es un estafador!
—¡Stephen no es un estafador!
—¡Oh, claro que no! ¡Solamente es un Alfa abusivo que te utiliza para quedarse en el país! ¡Y cogerte de paso! ¿Acaso ganaste tu puesto revolcándote en tu cama?
—¡¿Qué si lo hice?! ¡¿Tú en qué eres mejor?!
—Steve... —el doctor quiso calmarlo sin éxito.
El joven Beta se plantó firme frente a su padre. —Yo sé que nunca estaré a tu altura porque te avergüenza tener un hijo de mi casta, porque dejé este pueblo para buscar la felicidad que tú nunca quisiste entender me hacía falta. Puedes decirme todo lo que quieras, yo sé que no me amas igual, pero no te atrevas a ofender a mi pareja porque entonces olvidaré que eres mi padre.
Con un rugido, Steve se volvió al sorprendido agente de migración quien tampoco esperó semejante respuesta. Strange estaba mudo, de ojos abiertos.
—Usted, mañana Stephen y yo nos casaremos e iremos a su maldita entrevista. Ya se lo dije, nos conocimos, nos hicimos pareja y no voy a dejarlo solo ¿entendido? No va a dañar a Stephen mientras yo esté vivo.
Con eso, el rubio salió disparado del taller, perdiéndose en el bosque. El doctor solo miró a ambos hombres en silencio antes de retirarse, queriendo alcanzar a Steve sin lograrlo. No tuvo más remedio que volver a la mansión porque el frío en su cuerpo fue superior. Luego del baño, esperó que el otro hubiera regresado, sintiendo una punzada de remordimiento cuando no lo vio. En su lugar, lo que estaba era su traje de bodas con la capa que Lita había terminado de limpiar y arreglar. Strange se acercó para acariciarla, un nudo en su garganta formándose al pensar en la manera en que Steve lo había protegido, con tanta ferocidad, tan seguro como si no dudara de lo que estaba haciendo. Había incluso desafiado a su propio padre por él. La mano del Alfa se quedó sobre ese hermoso blasón en hilos de oro.
—Steve...
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