Haciendo lo correcto

¿ACEPTAS?

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel MCUoso/Omegaverse

Pareja: Magicshield (StrangexSteve)

Derechos: a ser libreeee.

Advertencias: esto es un Omegaverse, así que hay cosas del Omegaverse, combinado con la trama de la película "La Propuesta", por lo que hay incidental comedia romántica para el fluff de nuestras vidas. Dicho esto, pues entonces a disfrutar de esta locura. Una historia de encargo.

Gracias por leerme.


*****


Haciendo lo correcto.


—Te llamaré cuando todo esté listo.

Sarah se despidió momentáneamente de su hijo, cerrando la puerta tras ella en un esplendoroso vestido de esos que le iban tan bien. Steve se miró en el espejo, perdiendo su sonrisa que había mantenido mientras su madre terminaba de arreglarlo, listo para la boda. Habían decorado uno de los jardines laterales para la ocasión como solo los Rogers sabían hacerlo, sillas estaban listas en fila para la ceremonia que prescindiría por supuesto Wade Wilson como representante de la ley además de todas las demás profesiones que ejercía en Sitka para confusión de Strange.

Pensó en el Alfa, desde que entrara por primera vez a su oficina con las piernas temblándole porque el aroma gritaba muerte si decía una mala palabra. Todavía recordaba cuando le tendió su currículum mientras le sonreía nervioso hablando de un editor en un periódico que lo había recomendado sin que el doctor Strange pareciera prestarle atención. Esos duros ojos lo observaron, barriéndolo con la mirada antes de devolverle la carpeta con sus documentos y comenzar a enlistar todos los deberes que iba a cumplir de forma cabal si no quería despedirse de ese empleo. Steve entró de golpe en esa prestigiosa editorial siendo el asistente ejecutivo del más fiero editor en jefe que alguien hubiera conocido.

Y no dejaba de pensar en algo curioso, porque en las primeras charlas que tuviera con Strange, le había quedado claro que solía contratar dos asistentes debido a la carga de trabajo, pero jamás hubo un segundo ayudante en la oficina. Tal como se lo había dicho Wong una vez, le había pasado muchos errores que en otra persona hubiera sido motivo suficiente para despedirlo sin goce de sueldo y hasta con demandas si era mucha la ofensa del doctor. Strange siempre le tuvo paciencia, y se atrevería a decir que incluso le agradaba la forma en cómo trabajaba, de ahí que también Steve tuviera los ánimos más adelante para presentarle su boceto de novela, esperando por su opinión que no escuchó ni tampoco si lo publicaría o no, algo que lo dejó inquieto.

Como también el que en el piso donde estaban no hubiera nadie más, solo ellos dos. Strange siempre fue así con el rubio, si lo veía desde otra perspectiva, como la de Wong, podía afirmar que sí estaba siendo algo territorial y posesivo con él. Steve miró su reflejo, con el ceño ligeramente fruncido. Ese Alfa no lanzó una propuesta de matrimonio por mero trámite ¿o sí? Esas últimas ajetreadas horas le habían dado otra impresión distinta del frío y calculador editor en jefe. Solo era otro Alfa que tenía demasiado peso en los hombros sin que hubiera encontrado con quien compartirlo. ¿Acaso su cinismo podía llegar tan lejos que podría fingir un drama sobre su hermana fallecida con tal de ganar su simpatía? Eso le pareció muy horrendo además de atípico del doctor quien se caracterizaba por ser dolorosamente honesto.

—¿Steve? —tocó la matriarca Rogers en la puerta— Ya llegaron todos.

—Ya salgo, Lita.

Ella sería quien condujera a su nieto al altar a paso calmado, esperando por la aparición de Strange en la entrada del bellísimo arco decorado con flores y listones blancos rodeando el blasón de los Rogers. Steve llegó hasta al altar bajo la mirada de los invitados, saludando a Wade quien terminaba de acomodarse una túnica que intentaba ser blanca.

—No es una ceremonia religiosa, me temo.

—Pero le da elegancia. Y ni quien se entere —Wade le guiñó un ojo— A menos que los lectores vayan a decirle a los sacerdotes católicos que nos robamos sus atuendos donde esconden las limosnas que no declaran en sus impuestos.

—¿Qué?

—Por cierto, ¿escribiste tus votos?

—Oh, sí, aunque creo que son breves.

—Los mejores.

Sintió una mirada pesada, girando su rostro hacia donde estaba sentado su padre con una cara que más parecía que estaba en un funeral que en la boda de su único hijo. Filas atrás se encontraba el agente de migración observando todo como si esperara que cayera un rayo, arruinando la ceremonia. Todos estaban expectantes a la entrada del famoso Alfa del que ya se hablaba en Sitka, mirando sus relojes o celulares antes de volverse al arco en espera de que Strange rodeara el granero adjunto y pasara al altar. Steve sonrió a todos, un poco nervioso. No iba a dejarlo plantado ¿verdad? Estiró su traje, tomando aire para relajarse, faltaban minutos y su jefe era de puntualidad inglesa.

La música de Pachebel se dejó oír al fondo, todos levantándose para ver entrar a Stephen Strange en su traje de boda con una capa roja encima que le calzaba perfecto. Steve contuvo su aliento. Su Alfa. Una sonrisa asomó por sus labios sin poderlo evitar, olvidando los nervios y dándose el lujo de reír cuando Lita apareció para ofrecer su brazo al doctor y escoltarlo como lo hizo con él hasta el altar. Todos estaba boquiabiertos por una variedad de razones que fueron desde el asombro de ver a un ejemplar tan bien parecido y elegante dominar la escena, otros porque no creían que lo estuviera haciendo como Joseph detrás de una llorosa Sarah.

—Sí que te sacaste la lotería —murmuró Wade.

Steve no pudo estar más de acuerdo, tendiendo su mano a Strange quien la sujetó con firmeza luego de que la matriarca le diera un fuerte abrazo, volviendo a su lugar con el resto de la familia, ambos en el altar mirando al oficial Wade quien alzó sus brazos en alto con una amplia sonrisa para que todos se sentaran y comenzara la ceremonia.

—Queridos presentes, hoy estamos reunidos en esta hermosa mansión y en este hermosísimo jardín junto al enorme granero que les recomiendo pasen a ver porque está completísimo... ¿qué decía? Ah, sí. Estamos aquí reunidos todos nosotros, espero que no falte nadie, para unir en sagrado matrimonio civil a estos dos guapos hombres, un Beta y un Alfa por si tienen dudas, con el poder que me confiere el estado de Alaska como representante de Sitka...

—Esperen —Strange detuvo aquella cascada de palabras.

—¿Stephen?

Este miró al rubio, alcanzando una mano que apretó con lo que le pareció un ligero tembor y una sonrisa resignada que no le gustó para nada porque vio dolor en esos ojos antes de que bajara y se volviera hacia el inquieto público.

—No...

—No te puedo hacer esto, Steve.

—Pero...

—¡Escuchen todos! —el comando de un Alfa no se hizo esperar, todos callando y abriendo sus ojos ante la interrupción, el agente de migración sonriendo macabro— Deben saber la verdad, porque son gente amable sin malas intenciones que yo no puedo insultar. Simplemente no puedo porque... lo siento mucho, Lita, Sarah, Joseph, todos los que están aquí. La verdad es que...

—¡Stephen, no!

—Yo obligué a Steve a casarse conmigo para que no me deportaran a Canadá, mi residencia oficial aunque en realidad soy inglés como el amable caballero de migración que está sentado por allá puede confirmar. Lo hice porque no quería perder mi empleo en Marvel, quería continuar siendo uno de los Alfas más respetados de Nueva York y del mundo editorial. Pero me trajo aquí con todo y que lo estaba haciendo porque lo amenacé con despedirlo y no publicar su libro si no lo hacía... me trajo aquí, con su hermosa familia. Me hizo recordar lo que era tener una Manada, lo que era tener algo por lo cual esforzarse, un hogar al que regresar todos los días, una familia que siempre estará ahí cuando lo necesites.

El doctor se giró por completo hacia Steve, sonriéndole todavía aunque su voz ya no era tan segura ni firme.

—La verdad es que eres alguien increíble, Steve. No necesitas de mí para brillar, por eso no quise publicar nunca tu libro, temía que te marcharas al convertirte en ese increíble escritor que eres. Eres libre, Steve, haz lo que más te gusta, que nadie te detenga, es mi deseo para ti.

—Pero, Stephen...

—Gracias por todo, y perdóname por todo.

—¡Stephen!

Se armó una conmoción cuando Strange dejó el jardín en zancadas, apenas si mirando al agente de migración quien asintió, levantándose victorioso para salir detrás de él. La ola de murmullos y expresiones de inquietud dominaron la escena, sin saber qué hacer o decir, todos levantándose de sus asientos para confirmar que, efectivamente, habían escuchado lo que habían escuchado en esa boda que ahora se interrumpía. Joseph dejó a Sarah con una angustiada Lita y fue hasta donde su estupefacto hijo, a quien sujetó por un brazo, sacudiéndolo.

—¡Te lo dije! ¡Mira lo que hizo!

—¡Joseph, no! —Sarah los separó— ¡No es momento de pelear!

—Debes estar feliz —gruñó Steve— Querías verme derrotado ¿no es así?

—¿Qué están haciendo? —Lita quiso llamar su atención.

Joseph gruñó. —Así no es como se hacen las cosas, Steve.

—¡Pues tampoco como tú quieres! ¡Arruinaste mi vida!

—¡No querías casarte con ese mentiroso!

—¡Deténganse! —la anciana intentó por segunda vez, Sarah estaba llorando.

—¡¿A ti en qué te afectaba?! ¡Dilo, papá! ¡Siempre has estado avergonzado de mí por ser un Beta y no el hijo Alfa que esperabas heredara tus esfuerzos!

—¡Joseph!

—¡Dejen de pelear! —lloró Lita.

—¡Estaba protegiéndote!

—¡¿Ahuyentando a Stephen de mi vida?!

—¡Era una mentira!

—¡Al menos le importaba así! ¡Tú nunca me miraste con orgullo! ¡Jamás...!

—¡OH, POR TODOS LOS CIELOS, LA ABUELA SE MUERE! —aulló Wade.

—¡LITA! ¡LITA!

—¡Llamen a los paramédicos! ¡AHORA!

—¡Lita!

Que Strange estuviera abordando una avioneta junto al agente de migración pasó a segundo término, todos estaban vueltos locos buscando sus celulares para llamar al 911 y que los paramédicos llegaran en otra avioneta por la matriarca rodeada de su familia. En la breve pausa que supuso la espera, Steve fue corriendo a la recámara en busca del doctor o alguna nota, solo encontrando el traje de boda junto con la capa y un papelito que decía "Gracias" en el puño y letra de Strange. Con un nudo en la garganta, el rubio tomó esa notita que estrujó en su mano antes de bajar cuando su madre lo llamó porque los paramédicos arribaron, subiendo a la anciana a una camilla para llevarla de inmediato al hospital.

—¡Vamos! —apuró Sarah, tirando del brazo de Steve para que subiera con todos ellos.

Sentados alrededor de la camilla con los paramédicos revisando los signos de Lita, Sarah miró a su esposo y luego a su hijo por turnos, cada uno en un costado suyo sin perder de vista a la anciana que yacía frente a ellos. Una mano de la matriarca alcanzó la de Joseph, dándole un suave apretón.

—Jos...

—Mamá, no hables, vas a estar bien ¿sí?

—Mi hora ha llegado, quiero irme con los Ancestros sabiendo que las cosas están en paz entre ustedes.

Joseph levantó la vista hacia Steve, quien dejó caer sus hombros, Lita también lo miró, usando su otra mano para señalarlo apenas.

—Steve... mi niño... dime que apoyarás a tu padre, es algo tonto, pero tiene un buen corazón. Dime que no dejarás sola a tu madre.

—Así lo haré, Lita.

—Jos, dime que aceptarás que Steve haga su vida como él desea hacerla, no como tú quieres. Dile que estás orgulloso de él, dile que lo amas y lo amarás siempre.

—Mamá...

—¡Ah! Los Ancestros me llaman.

—¡No, mamá! —Joseph resopló, girándose hacia su hijo— Steve, lo siento ¿de acuerdo? Lo único que deseo es verte feliz, me importa un cuerno tu casta, yo lo que quiero es verte haciendo lo que te gusta y que todo el mundo sepa... que tengo al mejor hijo.

—Papá...

Sarah alcanzó la mano de Steve, poniéndola sobre la de Joseph que sujetaba Lita. La anciana asintió con una media sonrisa, cerrando sus ojos al dejar caer su cabeza contra la almohadilla de la camilla.

—Ancestros, estoy lista.

—¡Lita!

—¡Mamá!

Uno de los paramédicos revisó los monitores, quitándose el estetoscopio. —Tiene signos estables, solo fue un pequeño desajuste por una fuerte impresión.

—¿Qué? —tres rostros atónitos corearon al mismo tiempo.

—Bueno, creo que aún no es mi tiempo para marcharme —sonrió Lita, sentándose en la camilla.

—¡Mamá! ¿Qué es todo esto?

—¡Estaban peleando! Debía detenerlos con algo y con dos necios es imposible sino es viéndome morir.

—Lita...

—Además, hay que alcanzar al doctor.

—¿De qué hablas?

—Joseph, Sarah, Steve ¿qué no lo notaron?

—¿Notar qué? —Steve frunció su ceño tan confundido como los paramédicos.

—¡Stephen te ama! ¿Por qué crees que hizo todo eso? Si fuese el aprovechado Alfa sin sentimientos que mi hijo creía que era, se hubiera casado así contigo. Pero no lo hizo, hasta se sinceró frente a un grupo de gente a la que no le debe nada y eso solamente para defenderte porque te ama tanto que no puede casarse contigo habiendo mentiras de por medio.

—Yo...

—Ahora, vamos al aeropuerto, debemos alcanzarlos.

—Pero no somos... —el aviador quiso reclamar.

—Albert, no me hagas llamar a tu madre. Al aeropuerto.

—Sí, matriarca Rogers.

La avioneta de paramédicos dio vuelta, tomando rumbo hacia el aeropuerto de Sitka en donde ya abordaban los pasajeros para el vuelo de escala que luego los llevaría hacia Nueva York. Strange miró por última vez el paisaje de ese lugar que ahora quería tanto, deseando a Steve buena suerte en su mente cuando los motores del avión arrancaron, justo en el momento en que la avioneta entró en el espacio del aeropuerto, solicitando permiso para aterrizar. El avión tomaba su pista, elevándose en el cielo al tiempo en que Steve bajaba a toda prisa buscando detener el vuelo, llamando a la torre de control para que lo ayudara, pero siendo demasiado tarde pues ya estaba en el aire.

—Oh, hijo —Sarah miró a este con tristeza.

—Un Rogers no se da por vencido ¿o sí?

Steve se volvió a su padre, quien le sonrió asintiendo, gesto que imitó, aflojando el cuello de su camisa.

—Por supuesto que no.

—¡Ve por él! —animó Lita.

Una vez que estuvieran en Nueva York, Strange solo tenía 24 horas para abandonar el país, así que ese lunes temprano por la mañana se dispuso a guardar sus cosas, había varias cajas que se llevaría y otras se las dejaría a Wong, a quien llamó para que le ayudara con la mudanza. Su viejo amigo parecía tener una lentitud marcada ese día, porque no se movía tan rápido como acostumbraba, como si con ello estuviera diciéndole al doctor que no debía marcharse. La mano de este se detuvo cuando encontró el manuscrito de Steve dentro de una caja elegante bien guardado. Strange la tomó, acariciando la tapa al saber que había adentro, girándose a Wong.

—Que lo publiquen, tiene mi visto bueno. Será mi último libro aquí en Estados Unidos.

—Stephen...

—Gracias, Wong.

Tomando una caja con los objetos personajes que tuviera en su oficina, el Alfa salió a buen paso, bajando al piso donde se encontraban todos los demás aparentemente muy ocupados para mirarlo aunque Strange sabía que más de la mitad de ellos estaban festejando por dentro que prácticamente lo patearan fuera del país. Buscó con la mirada a Samuel Wilson, este aparentemente hablando por teléfono, evadiendo su mirada. Strange tomó aire, sintiendo un extraño vacío en su pecho que dolía, caminando hacia el escritorio de aquel Beta para entregarle una caja más pequeña con algunos documentos.

—Esto debe...

—Stephen.

Todos, incluyendo al nombrado, se giraron en dirección a la voz de Steve Rogers recién llegado de Alaska, jadeando al haber corrido por la avenida por no encontrar un taxi y el tráfico de un lunes por la mañana. Docenas de miradas se cruzaron, algunas agazapándose ante la expectativa cuando el rubio se acercó a un asombrado Strange, quien dejó su caja sobre la mesa de Sam.

—¿Qué haces aquí?

—Creo que todavía trabajo aquí —replicó Steve con una sonrisa torcida— Y necesitaba verte, decirte que eres un completo imbécil.

Varios "oh" "wow" se dejaron escuchar entre los escritorios, muy pendientes de lo que sucedía, olvidando sus deberes con varios grabando con su celular el momento, incluyendo a Wilson quien no pudo marcharse porque el doctor le impedía el paso. Steve se aproximó un par de pasos más, hablando más calmado ahora que respiraba con normalidad.

—Sí, eres un idiota, yo sé que no quieres azúcar en tu café, que te molesta que alteren tu espacio personal porque estás demasiado concentrado en tus lecturas y pierdes la magia que posee tu mente al leer un nuevo libro que puede ser un éxito. Aquí todos te odian o te temen, los otros editores te evaden, salvo por Wong.

—Cierto —asintió este.

—Pero... yo amo tu dedicación a los nuevos escritores, como buscas que alcancen sus sueños. Amo que seas tan estúpidamente orgulloso que prefieras morir de miedo al aprender a nadar que aceptar que tienes una debilidad completamente normal, porque tú prefieres desaparecer que ser alguien común y corriente y yo... amo eso de ti. Tus tonterías por ser un Alfa perfecto, tus canciones de Beyoncé que guardas en tu celular, como... no pruebas un bocado hasta que yo no esté contigo o hayas ordenado un piso solo para nosotros dos porque eres tan posesivo que no deseas compartirme con nadie.

Strange iba a replicar pero las palabras no le salieron, apenas si encogiéndose de un hombro al verse descubierto en eso último con una risita de Wong de por medio a sus espaldas.

—Amo que hayas bailado con Lita sin preocuparte si estabas siendo un buen Alfa o no, amo que soportaras todas las tonterías de mi familia solamente por verme sonreír, y cuando huiste de la ceremonia yo quería matarte en serio. Porque no quiero perderte.

—Steve...

—Stephen Strange, quiero que te cases conmigo. No por conveniencia o un chantaje, sino porque realmente te quiero en mi vida.

—Steve, yo...

—¿Aceptas?

Hubo un silencio sincronizado de todos los presentes conteniendo la respiración cuando vino la gran pregunta, no moviéndose para no alterar el momento. Los celulares se alzaron por completo indiscretos, con esos ojos clavados en la pareja esperando por la respuesta. Strange abrió sus ojos, luego sonriendo lentamente con sus manos subiendo al rostro del rubio para sujetarlo, acariciando esas mejillas que se habían puesto ligeramente rosadas por la propuesta tan pública y seria.

—Acepto.

Los aplausos vinieron de todos emocionados al beso entre ese Alfa y aquel Beta, Sam levantando sus brazos en señal de victoria que hizo reír al resto quienes también celebraron, algunas rechiflas y aullidos se unieron a las ovaciones en lo que duró aquel beso. Todavía quedaba un asunto pendiente, luego de que Steve impidiera que Strange fuese a renunciar, quedaban horas de plazo, las suficientes para que concertaran una cita con el agente de migración quien casi se tiró de los cabellos al verlos de nuevo sentados detrás de su escritorio con la misma petición.

—¿Están diciéndome que van a casarse? ¿En serio?

—Sí —afirmó Steve, entrelazando su mano con la del doctor quien levantó su mentón.

—Haga su prueba.

—Oh, ¿qué más da?

Por supuesto que pasarían la prueba, recibiendo la felicitación del agente ya más que resignado a no poder enviar a un extranjero fuera del país. Steve llevó a Strange a su departamento para descansar pues no había pegado un ojo desde el vuelo desde Sitka, el Alfa le siguió hacia la recámara pensando en algo para que tuviera un largo y reparador sueño. Un plan que los involucraba desnudos, enredados y ambos gimiendo sus nombres mientras alcanzaban el orgasmo. Fue la primera vez luego de muchos años de disciplina profesional que el doctor Stephen Strange se tomaba un lunes libre, de lo cual no se arrepintió cuando amaneció abrazando al que le pareció el más perfecto de todos los Betas en el mundo, con un hilito de baba seca en una mejilla.

—Esto te proporciona encanto.

—¡Calla!

Luego de arreglar el pequeño desastre que había provocado la casi renuncia de Strange además de la propuesta pública de Steve, los dos volvieron a Sitka para realizar la boda que se interrumpiera. La familia de Steve por supuesto que estaba más que dispuesta a que se celebrara, sobre todo Lita quien estaba confiada en que ahora sí ambos estaban seguros de sus sentimientos. Esta vez fue más familiar sin tantos invitados, con Wade más que emocionado de repetir la ceremonia y el doctor usando la capa que Lita volviera a colocarle una vez que hizo las paces con Joseph.

—Siempre te ha pertenecido —asintió la matriarca al prepararlo— Ella no se equivoca como la cobija mágica.

—Pero nadie está gestando —Strange arqueó una ceja.

—No necesariamente tiene que ser así. Hay cosas que siguen otros caminos y eso está bien.

—Sí, eso está bien.

Su luna de miel sería en Inglaterra, en la ciudad natal del Alfa quien le presentó su casa como la tumba de sus padres y hermanas ahora que podía hablar de ellos más abiertamente con Steve, este encantado de conocer más, bromeando del regalo que recibieron del agente de migración quien de pronto ya era un buen amigo de ambos. Hicieron una escala a Italia, porque Strange recibió una invitación de un amigo de la infancia que tenía una enorme campiña herencia de familia.

—Jamás me habías dicho de este amigo. Nunca lo mencionaste.

—Porque está loco.

—Oh, vamos, Stephen. Ya conozco a Wong.

—Pero no a Tony.

Anthony Edward Stark era otro de esos millonarios excéntricos que gustaba esconderse en su preciosa madriguera, la Villa Carbonell, donde se pasaba las horas inventando cosas, algunas las llegaba a patentar para vender o bien simplemente por el gusto de tener algo que hacer ya que los vinos de la villa eran de los más codiciados en Europa. Estaba casado con un exmilitar retirado que fungía de protector de la Villa Carbonell, un Omega algo gruñón para el gusto de Steve. Ya tenían un par de cachorros, igual de desastrosos que Tony, y tan bromistas como este, haciendo reír de buena gana al rubio, quien pasó unos días agradables en un paisaje digno de un cuadro artístico. Fue ahí donde recibieron la noticia de la publicación del libro del rubio, que volvería siendo una estrella del mundo literario.

—Te lo debo, Stephen.

—No, Steve, es un mérito que solo es para ti.

—Pero quiero compartirlo contigo.

—Desde que nos casamos te da por contrariarme.

—Es divertido.

—Ja.

Llenos de cajas de vino, algunos objetos que hicieron pensar a Steve que Tony Stark estaba realmente demente y otros suvenires europeos, volvieron a Nueva York para la presentación formal del libro con todo y su autor, claro, con su editor en jefe a su lado controlando la situación o mejor dicho poniendo un alto a todas esas manos, ojos y malas intenciones para su esposo. Steve solo rio a los celos de su Alfa, mientras firmaba libro tras libro con dedicatorias en un momento que jamás creyó llegar, menos portando un anillo de bodas en su mano igual que Strange quien andaba cerca, siempre dando órdenes con sus manos moviéndose aprisa entre su tableta o el teléfono celular.

—¿Será posible que reciba un autógrafo de Steve Rogers?

—¡Sam! Claro que sí. ¿Alguna dedicatoria especial?

—Quizá un "te debo cien dólares por todos los dólares acumulados cuando me dijiste que un día estaría firmando mi novela en una costosa librería de la Quinta Avenida". Algo así.

—Es demasiado largo.

—Solo escribe cuánto me amas y listo.

—Oh, lo siento, estoy casado.

—Demonios.

Steve miró a su Alfa, el doctor sintiendo su mirada y girándose para guiñarle un ojo, continuando con las órdenes a un grupo de temblorosos nuevos asistentes. Sonrió para sí, pensando en que si un día alguien le hubiera dicho que una propuesta de matrimonio falsa iba a terminar en un proyecto de vida tan dichoso, nunca le hubiera creído, menos si el nombre de Stephen Strange estaba de por medio. Como alguna vez se lo dijera su sabia Lita, los Ancestros sabían que era lo que uno necesitaba, no lo que uno deseaba. Y él ahora era feliz, con su sueño cumplido en la forma menos esperada. La mejor propuesta que alguien deseara jamás.

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