Compromiso de manada

¿ACEPTAS?

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel MCUoso/Omegaverse

Pareja: Magicshield (StrangexSteve)

Derechos: a ser libreeee.

Advertencias: esto es un Omegaverse, así que hay cosas del Omegaverse, combinado con la trama de la película "La Propuesta", por lo que hay incidental comedia romántica para el fluff de nuestras vidas. Dicho esto, pues entonces a disfrutar de esta locura. Una historia de encargo.

Gracias por leerme.


*****


Compromiso de manada.


Estar en una posición ventajosa fue una nueva sensación para Steve, sonriendo para sí mismo al ver el reloj en la sala de espera del aeropuerto, pensando en cómo rayos iban a memorizar el bendito cuestionario que les había enviado ese agente de migración, una suerte de guía para su cita del lunes. De momento, iba a disfrutar mucho el viaje porque ese engreído de Strange no tenía ni idea de la jornada que debían emprender. Pensando en eso, es que su olfato detectó entre todos los aromas el del Alfa caminando con su maleta, quitándose sus lentes y señalando hacia donde los boletos. Steve asintió, ya conociendo lo que iba a pedir.

—Dos boletos en primera clase.

—¿A dónde, doctor? —al parecer, lo conocían bien en esa aerolínea.

Strange miró al rubio para que respondiera el nombre. —Ah... sí, para Alaska.

Mientras daba los datos completos, el doctor se ocupó de su maleta, la de Steve era pequeña, pues solamente era un fin de semana, Strange parecía que iba de viaje por un mes. Con los boletos en mano, fueron a la sala a esperar por la llamada para abordar.

—Tengo una pregunta.

—¿Sobre el cuestionario?

—De eso no, hay muchas cosas que sé.

—No veo qué puedas preguntar.

—¿Cómo supiste que viajaría este fin de semana?

La mirada del doctor fue extraña, como si le hubiera sugerido que usara unos jeans en lugar de sus preciosos pantalones con corte de diseñador.

—Me dijiste que Wilson estaría al pendiente de cualquier asunto en tu ausencia. ¿No lo recuerdas?

—La verdad es que no —Steve hizo memoria de ello, no recordando el momento exacto en que se lo mencionara a su jefe, quien rodó sus ojos mirando su reloj.

—Espero no se retrase, entre más pronto lleguemos, más pronto podemos comenzar a trabajar en ese bendito cuestionario.

Igual que si fuera magia, en esos momentos los llamaron, Steve cayendo en la cuenta de que había hecho aquel comentario hacía casi un mes. Y en su experiencia trabajando para Strange, era la clase de cosas que este no solía recordar porque no estaban en sus prioridades. Se le hizo muy raro, sintiendo una ligera cosquilla en el pecho de saber que el buen hombre lo tuviera tan presente, mientras abordaban el avión en sus asientos de primera clase.

—¿Qué tanto presumes saber de mí? —inquirió el Alfa cuando estuvieron sentados con sus cinturones puestos.

—Bueno, que le gusta el café sin azúcar, bien caliente y sin leche.

—Como a millones de personas.

—Detesta los sabores mezclados igual que el espectro de emociones humanas.

—¿Pretendes que me ofenda?

—Conoció a Wong en un viaje a Oriente donde lo robó de la casa editorial en la que trabajaba.

—Y siempre me lo ha agradecido.

—Tienes un tatuaje.

Strange arqueó una ceja, apenas si mirándolo por el rabillo del ojo, Steve asintió muy seguro.

—Hubo una cita, con un experto en remover tatuajes, la cancelaste.

—¿Cómo sabías que era esa clase de experto?

—Google.

—Hm.

—¿Qué es? El tatuaje.

—Debo terminar este manuscrito. ¿Alguien nos espera en el aeropuerto de Alaska?

—Tal vez.

—Es un sí o un no, Steve.

—Sí.

El viaje fue silencioso porque en cuanto Strange entró en modo lectura ya no prestó atención a sus alrededores. Steve sonrió al ver el paisaje conocido de aquella ciudad de Juneau que fue anunciada en altavoz y llamó la atención del Alfa, dejando el manuscrito para mirar por la ventanilla con el ceño fruncido antes de volverse al rubio.

—Esto no es Sitka.

—Claro que no.

—¿Cómo vamos a llegar ahí?

—Volando —Steve sonrió, la diversión apenas iba a comenzar.

Mientras que ese vuelo había sido todo lujos con atención personalizada, su siguiente escala fue en un avión mucho más pequeño donde lo aromas de todos se convirtieron en una mezcolanza que hizo gruñir a Strange arrugando su nariz tanto por aquel olor tan peculiar como la proximidad de los asientos, había otra cosa que detestaba con todo su ser y era la invasión de su espacio personal. Steve aguantó una risa, disfrutando de esos apuros en su jefe que trató en vano de sentirse cómodo con la turbulencia, la gente masticando, uno que otro ronquido o la incomodidad de los asientos pequeños. No había estado tan cerca del Alfa como en ese entonces, sus brazos se tallaban al menor movimiento, no que le molestara, solo se le hizo un poco raro, en un buen sentido.

—Llegamos —anunció el rubio para alivio del doctor que casi bajó corriendo aunque no supiera a dónde iba.

Steve, por su parte, se tomó su tiempo para descender pues vio a lo lejos dos figuras que lo hicieron sonreír de oreja a oreja. Una de ellas era su madre, Sarah Rogers, una Omega siempre tan elegante con su cabello rubio suelto, pero sin ser ostentosa, saludándolo desde lejos. La otra figura, que levantaba una cartulina que tenía pintado un "¡STEVE!" era nada menos que su dulce abuelita, la matriarca Rogers, a quien llamaba en cariño Lita. Dejando que Strange tomara aire fresco, el rubio atravesó la pequeña pista para alcanzar a su madre y abuela que ya se habían acercado a la entrada por donde estaban pasando todos los demás.

—¡Steve! —Sarah lo abrazó entre lágrimas— Hijo mío, ¿cómo estás?

—Mamá, bien gracias —Steve correspondió su abrazo, besando luego su mejilla—¿Todo bien?

—No me puedo quejar.

—Lita —se giró a su abuela, quien parecía una niña pequeña en lugar de una anciana.

—¡Por Dios, Steve! ¡Mira qué guapo te has puesto! Ya decía yo que estos aires provincianos estaban robándote altura. Si te quedabas ibas a ser un renacuajo mal parido.

—¡Lita! —Sarah negó, mirando detrás de él— ¿Y dónde está...?

—Oh —el joven tomó aire, ofreciendo su mejor sonrisa al señalar a lo lejos la figura que se limpiaba insistente su costoso traje sastre— Les presento a Stephen Strange.

—¡¿Es un jodido Alfa?!

—¡LITA! —Sarah se avergonzó, riendo nerviosa— Perdona, ella...

—¡Trajo un Alfa a la casa! ¿Por qué un Alfa?

—Es toda una historia —fue todo lo que respondió Steve, invitando con un gesto de su mano al doctor para que aproximara.

—Señoras —se presentó el susodicho Alfa— Soy el Doctor Stephen Strange.

—¿El demonio parido del culo del Diablo? —la abuela Rogers miró a su nieto— ¿Qué no es el Alfa que me decías orabas para que un rayo le cayera encima y te librara de su tormento?

Strange arqueó una ceja, Sarah dio un manotazo en el aire, alcanzando la mano del doctor que estrechó con firmeza.

—No haga caso, doctor, Lita siempre es así.

—¿Lita?

—Abuelita, Lita —explicó Steve algo tenso— Tenemos que ir por las maletas.

—Pues será un malnacido, pero es muy guapo —sonrió la matriarca, echando un vistazo a la figura del Alfa quien resistió bien la inspección sin hacer alguna grosería conocida— ¿Tu padre aún vive y está viudo?

—Vamos —insistió el rubio.

Los cuatro dejaron la pista para ir por las maletas siempre con Lita olfateando y sonriendo a la pulcra figura del doctor, quien se forzó a sonreír ante esos ojos curiosos mientras recogían las maletas, caminando al estacionamiento en donde esperaba una camioneta un tanto rural para los gustos de Strange, tan acostumbrado a autos de lujos o limusinas según el caso. Steve tomó aire, porque recorrieron Sitka en esa única avenida principal que tenía, y donde claramente gran parte de los anuncios de los locales comerciales llevaban el apellido Rogers, detalle que no pasó desapercibido para el Alfa, girándose al rubio.

—No me habías dicho que tu familia tenía negocios aquí.

—Sitka fue fundada por los Rogers —proclamó orgullosa la matriarca.

—¿Por qué no me lo dijiste, Steve?

—Jamás te interesó —fue la seca respuesta.

Strange juntó sus cejas al notar lo tenso que se había puesto el Beta con ello, como si el tema de la riqueza familiar fuese incómodo para él, dejándolo pasar porque notó que se acercaban a un muelle.

—Steve —tiró de su brazo para casi susurrarle— ¿A dónde vamos?

—A casa.

—¿Qué no vivían aquí?

—Esta es una parte de Sitka, no todo Sitka.

—Te encantará la vista —comentó Lita, suspirando emocionada— Nos alegra tanto tenerlos, hacía tres años que no veíamos a Steve ¿cierto, Sarah?

—Mucho tiempo —sonrió esta, bajando de la camioneta.

El camino al muelle era empedrado, un obstáculo a las ruedas de la maleta de Strange cuando la bajó entre ligeros gruñidos, peleando por moverla.

—Por mis jodidos ancestros, ¿para qué trajo semejante maleta? ¿Venderá ropa?

—No, Lita —rio Steve— Así es él.

—Hijo, ¿no piensas ayudarlo? Es tu pareja.

—Oh, no, mami, es de los Alfas de la vieja escuela.

—Sí que te sacaste la lotería con él —la anciana se acomodó su corto cabello blanco— Me sorprende que hayas elegido un Alfa, y uno de esos. ¿Duele si te anuda?

—¡LITA! —Sarah se sonrojó, empujándola suavemente— Vamos al bote.

Dejaron que Strange lidiara con sus cosas, bajando por la escalerilla de madera que daba a donde el bote que encendieron. La anciana no despegó su vista del doctor, entre curiosa y divertida de verlo sudar.

—Steve, creo que tu Alfa no sabe bajar estas escaleras.

—¿Ah?

Efectivamente, el fiero editor de Marvel Enterprise acababa de encontrar a su némesis, unas escaleras burdas de madera amarradas a unos maderos que se movían junto con el agua. El rubio se aguantó la risa, acercándose.

—Vamos... Stephen, no te morderá.

—No voy a bajar por aquí, esto se romperá.

—Mi abuela bajó por aquí.

La airada mirada de Strange casi lo hizo reírse, extendiendo sus brazos para recibir la maleta que aventó sin más al bote, sonriendo como si nada pasara al doctor.

—Un pie y luego el otro, no es tan difícil.

—Tú...

—Mi abuela ha bajado por aquí muchas veces.

No había mejor truco que picar el orgullo del Alfa para que hiciera las cosas, Steve saboreó su victoria al verlo descender tentando la seguridad de los maderos. Sarah y la abuela Rogers solo intercambiaron una mirada confundida, para ser el famoso jefe que hiciera temblar media ciudad ahora parecía un niño que jamás en su vida había bajado por unas escaleras que además eran cortas. Steve se acercó en el penúltimo escalón, apoyando su mano en el trasero de Strange para ayudarlo a tener apoyo, escuchando un gruñido de advertencia.

—Quita tu mano de encima.

—No quiero que te caigas.

—Quita tu mano.

—De acuerdo, pero date prisa, me salen canas de esperarte.

Al fin el doctor descendió, estirando su traje que ya tenía una que otra arruga por el viaje y el descenso por la escalera.

—Anda, sube.

—¿Sin chalecos salvavidas?

—Oh, por favor...

Lita lo alcanzó a escuchar, ofreciéndole el chaleco a un perturbado Alfa mientras Steve se trepaba para conducir el bote rumbo a la mansión Rogers, aguantando la risa por la expresión en Strange al divisar su humilde hogar. Era una enorme mansión a decir verdad, porque sus padres habían planeado tener muchos hijos, desafortunadamente Sarah había contraído una enfermedad durante su embarazo, lo que impidió que luego del nacimiento de Steve pudiera tener más hijos si acaso apreciaba su vida. Su abuelo había muerto mucho antes de que él naciera, por lo que había pasado su infancia y adolescencia con ambos padres y su amada Lita, quien llenó de alegría esos días.

—Creo que hubiera sido un buen detalle decirme que eres millonario.

—¿Celoso? —Steve torció una sonrisa a Strange, ellos dos siendo los últimos en bajar del bote.

—Es un dato importante.

—Mis padres son los millonarios, no yo. Apúrate, Lita camina más rápido que tú.

—¿Qué tanto saben de nosotros? Además de que soy el Diablo para ti.

—Pues eso y que somos novios.

—¿No les dijiste que vamos a casarnos?

—Lo haré en su debido momento. Mi familia está contenta de verme, deja que se pase la emoción para que pueda anunciarles de nuestro compromiso, será algo discreto.

—¿Llamas discreto a eso?

El dedo índice del doctor señaló hacia la entrada principal de la mansión en desnivel al estar sobre una colina con un bosque detrás. Steve abrió sus ojos, buscando con la mirada a su madre porque había visitas, los conocía a todos, amigos y vecinos de sus padres.

—¿Mamá?

—Ay, hijo, tenías tres años sin venir —se defendió Sarah— Todos querían verte, conocer a tu pareja.

—¡Se están tardando! —llamó Lita.

Steve intercambió una mirada con Strange, una cosa era fingir con sus padres y otra frente a la mitad de la población de Sitka. Siguieron el camino de piedra, subiendo las escaleras a la entrada donde esperaba una figura que los hizo detenerse. La tensión se hizo presente de inmediato y Steve estuvo bien seguro de que a su jefe no le pasó desapercibido el cambio cuando tuvieron de frente nada menos que a Joseph Rogers, su padre y Alfa, uno que apenas si les ofreció una sonrisa, mirando al doctor como si este llegara para decomisarle toda su mansión.

—¿Stephen?

—Doctor Stephen Strange.

—Doctor —masculló apenas, ofreciendo una mano que Strange estrechó, dos Alfas midiéndose— Bienvenido.

—Gracias por el recibimiento —asintió el doctor, todavía apretando esa fuerte mano.

—¡Wade! Ayuda a mi hijo y su invitado con las maletas.

"Invitado", eso hizo que Steve apretara los labios, pero sin reclamar, solo aguantando cuando una figura salió de la mansión.

—¡Claro! ¡Seguro! Hey, amito Rogers, ya no eres tan pequeñito, estiraste.

—Wade, me alegra verte.

—¿Este es el novio? ¿Y esa maleta? ¿Trae un cuerpo en ella? Tenemos un bosque entero por si desea enterrarlo, aquí no viene la policía.

—Wade —llamó Joseph.

—Uf, ya voy, ya voy, dame tu bolsita, Steve, usted señor doctor raro...

—Strange —corrigió este.

—Es lo mismo, ¡whoa! ¿Son dos cuerpos? Me llevo la maleta.

—Gracias, Wade.

—¡Bienvenidos a casa! —canturreó el ayudante, un Alfa por demás excéntrico.

—¿Pero qué hacen ahí paradotes como tarados? ¡Vengan! —ordenó la matriarca, tirando de las manos de ambos para que entraran a la casa.

Fue todo un shock el ver tanta gente reunida ahí en la sala principal, tanto Steve como Strange mirándose al ser envueltos en abrazos no pedidos o felicitaciones, sobre todo para el rubio quien fue prácticamente raptado por esos invitados para saber más de él siendo el hijo único de la pareja Rogers. El doctor se paseó por los alrededores, observando los bocadillos, la mesa llena de copas de vino entre otras cosas que la familia de Steve había preparado para recibirlos, notando como estaba demasiado formal para la ocasión, todos ahí parecían más vestidos como si fueran a hacer una caminata mientras que él desencajaba con su traje algo ya maltratado como sus finos zapatos.

—¡Hey! Qué vivan los novios —saludó Wade, apareciendo vestido como mesero y ofreciéndole al doctor un bocadillo— ¿Gusta probar?

—Am, gracias, no. Soy vegetariano.

—Pues esto tiene vegetales.

—No como carne.

—Pero si se anda comiendo a Steve, eso es mucha carne.

Strange gruñó, Wade tomó uno de los bocadillos sin alterarse.

—No quiero.

—¿Cómo dijo que se llamaba usted?

—Mi nombre es...

Wade empujó ese rollito de verduras en su boca, que estaba picante por cierto, además de tener unos trozos de pollo que Strange escupió justo cuando unas voces comenzaron a llamarlo.

—¿Dónde está ese novio?

—¡STEPHEN! —gritó la abuela Rogers.

—Creo que lo buscan señor doctor raro.

Este solo se limpió de mala gana la boca antes de ofrecer su mejor sonrisa al ir a donde estaban la gran mayoría rodeando a un nervioso Steve quien extendió su brazo para que tomara su mano, el Alfa la tomó, acomodándose un poco su corbata.

—Bueno, helo aquí.

—Les digo que está bien dotado —insistió Lita.

—Mamá —Joseph Rogers gruñó, no muy convencido de ellos.

—Hacen linda pareja —apoyó Sarah, con una mirada ensoñadora.

—Vamos a casarnos —soltó Steve por los nervios, casi estrujando la mano de Strange quien se controló bien al escucharlo.

—¡¿QUÉ?! —corearon Sarah y Lita al mismo tiempo.

—¡Matrimonio!

—¡Felicidades!

—¡Aww!

—¡Vivan los novios! —canturreó Wade, destapando la champaña que hizo respingar a varios.

—Pero ¿cuándo fue la propuesta? —preguntó uno de los invitados.

—¡Sí, que nos cuenten como fue eso! —Wade fue sirviendo las copas.

—Am... —Steve se aclaró la garganta, sonriendo al doctor— Dejaré que Stephen lo cuente, le encanta este tipo de historias.

—¡Sí, queremos escuchar!

Steve ignoró la mirada asesina de su jefe, sentándose en el brazo del sillón donde se acomodó su madre y su abuelita para escuchar la historia de la propuesta por parte de aquel airado Alfa, este mostrando un dominio excelente de su persona al sonreír, juntando sus manos que masajeó un poco sin apartar sus ojos de un divertido asistente.

—Bien, sucede que íbamos a celebrar nuestro aniversario de estar juntos —comenzó Strange con varios "aw" por ahí— Yo sabía que Steve quería que le pidiera matrimonio, no es muy sutil en cuanto a indirectas se refiere. De hecho las referencias no son lo suyo cuando trata de darse a entender, pobrecillo, he tenido días duros buscando que comprenda algo de cultura general para no quedar en mal en sus conversaciones.

Varias risas y esta vez fue el turno de Steve para entrecerrar sus ojos, dejándolo continuar.

—Así que hice una reservación en su restaurante favorito, él creía que solamente era una cena por nuestro aniversario, como dije, es muy despistado...

—Pero sí me había dado cuenta —Steve lo interrumpió no queriendo que lo retratara como un idiota frente a su familia— Strange es alguien de rutinas precisas, se vuelve loco si la azucarera no está al lado del café —risitas discretas lo animaron— Cuando vi que estaba nervioso jugando con una cajita, me imaginé de inmediato qué haría. Ya me había hecho una escena de celos días antes solamente porque le dije que la chica de la cafetería donde solemos comprar me regaló un bísquet, ya saben cómo es eso de un Alfa celoso.

—¿Lo apestaste todo? —Lita abrió sus ojos muy emocionada.

—Steve no suele darse cuenta de cuando alguien le está coqueteando, tampoco es una referencia que domine —contraatacó Strange, haciendo reír al resto— Yo sabía que se había dado cuenta de la cajita que traía conmigo, así que cuando se la puse en la mesa, me sentí un poco mal por las lágrimas que derramó.

—¿Te pusiste a llorar? —Wade interrumpió su andar con las charolas de copas.

—No fueron lágrimas como tal, la cena tenía picante —atajó Steve— Estaba distraído y él aprovechó ese momento para darme la cajita donde...

—No había nada —Strange siguió— Quería sorprenderlo en verdad, con algo mejor. Lo único que había en la cajita era una invitación para una exposición de cuadros que conseguí, como adora eso de pintar y echar a perder mis alfombras con sus experimentos artísticos, lo llevé a esa galería. En el centro estaba un cuadro sin revelar, yo le dije que lo descubriera. Ahí estaba, mi propuesta pintada en el cuadro.

Esta vez fue una marea de "aw" y "oh" con aplausos que rodearon a la pareja que se miraba retadora. Steve manteniendo su sonrisa, Strange disfrutando de la suya al quedar como ese Alfa considerado. Wade terminó de entregar las copas, tomando una para brincar.

—¡Por los futuros esposos! ¡Los nuevos Rogers! ¡Bienvenidos a la manada!

Joseph Rogers apenas si levantó su copa, observándolos muy serio bajo un arco de división en la sala, girándose para desaparecer en la cocina. La abuela Rogers no dejó pasar el momento para hacer una petición.

—¡Un beso! Esto merece un beso.

—¡Sí! ¡Un beso!

—¡Beso! ¡Beso! ¡Beso!

Los dos se quedaron quietos, riendo algo nerviosos. Strange alcanzó una mano de Steve que acarició por su dorso antes de besarlo.

—¡Ah, con un carajo! ¡En la boca, maldita sea!

—Lita, tu lenguaje —calmó Sarah.

—¡La abuela tiene razón! ¡Un beso! —Wade comenzó a aplaudir para animar a los demás.

El corazón de Steve comenzó a latir aprisa, tragando saliva con la sonrisa congelada en su rostro. Teniendo su mano capturada por la de Strange, fue jalado por este para acercarse lo suficiente y poder hablarle sin que los demás alcanzaran a escuchar.

—Vamos, no es el fin del mundo.

Fue un contacto rápido, que no dejó satisfechos a los invitados, menos a la matriarca quien se puso de pie para ir con ellos.

—¡Eso no! ¡Que sea un beso de verdad! ¿Qué mierdas fue eso?

—Lita...

—De acuerdo —asintió Strange, esta vez soltando la mano de Steve para sujetarlo por la cintura y darle un beso más largo, sus labios estampados contra los del doctor entre los aplausos de los demás.

—¡Vivan los novios! —repitió Wade, brindando con los demás.

Una vez satisfecha la audiencia, pudieron abandonar la sala, Strange tirando del brazo de Steve para ir a la cocina donde atacó, cambiando esa sonrisa por una expresión de indignación.

—¿Qué fue eso, Steve? Dijiste que sería discreto.

—Me ganaron los nervios.

—Bien, no hay nada qué hacer. La siguiente vez procura recordar el preguntarme primero.

—Lo haré.

—¿Steve?

Ambos se giraron al escuchar una voz llamar al Beta, era una chica de su misma casta, muy hermosa de cabellos rubios más oscuros de curvilínea figura que se acercó tímidamente. Strange miró a Steve, quien pareció quedar asombrado, ofreciendo una sonrisa completamente diferente al acercarse para saludar con un beso algo efusivo en la mejilla de la chica, quien se acomodó un mechón de cabello detrás de la oreja, sus manos jugando con su copa.

—Perdona que no te saludé antes, ustedes...

—¡Ah! Disculpa —Steve tomó aire— Am... Sharon, te presento a Stephen Strange, mi pareja. Stephen, ella es Sharon Carter.

—Mucho gusto, Stephen.

—El gusto es mío —replicó el doctor más en automático que con sinceridad.

Steve se juró que vio algo raro en los ojos del Alfa cuando saludó a la chica, solo que lo dejó pasar por la sorpresa de que ella estuviera ahí.

—Creí que te habías mudado, Sharon.

—No, no podría abandonar Sitka, es mi hogar. Aunque veo que Nueva York te ha sentado muy bien.

—Gracias.

—Felicidades, de nuevo, por su compromiso —Sharon se volvió a Strange con una mano en uno de los hombros de Steve— Te llevas a un chico increíble.

El doctor solo asintió, apenas si sonriendo cuando Sharon se despidió para volver con los demás, llevando sus ojos hacia Steve.

—¿Es una exnovia?

—¿Cómo lo supiste?

—Hay que volver a la reunión, es "nuestra" bienvenida.

Hubo más felicitaciones y algunas bromas muy locales hasta que llegó la noche, cuando al fin despidieron a los invitados. Sarah los guió a una habitación amplia, decorado rústico como el resto de la mansión, con una amplia ventana que miraba al mar y el enorme jardín con un sol vespertino que no se ocultaría en esa parte de Alaska.

—Es una recámara muy acogedora —halagó Strange.

—Qué bueno te guste, querido.

—¿Dónde dormirá Steve?

—Por mis ancestros, estaríamos taradas si creyéramos que no han fo...

—Lita y yo sabemos que prefieren dormir juntos —cortó Sarah— La cama tiene frazadas, pero si no es suficiente hay más en esta repisa.

—También les dejamos esto —Lita entregó a Steve una cobija de patrones de colores muy al estilo nativo de Sitka— Es especial.

—¿Por qué? —quiso saber Strange.

—Es la cobija "creadora de bebés" —sonrió la abuela con orgullo— Es la responsable de todos los cachorros Rogers desde mis abuelos. Claro... ustedes no... pero eso no quiere decir que no los pueda ayudar cuando...

—Qué descansen —Sarah tiró de la anciana— Nos vemos mañana.

—Gracias, mamá.

—Buenas noches, Señora Rogers.

—Sarah, si me haces el favor, Stephen. Y buenas noches.

—Muy bueeenas —sonrió maliciosa la matriarca, cerrando la puerta tras ella.

Pareció que a ambos les quitaron un peso sobre los hombros, relajándose y dejando escapar suspiros de alivio. Strange se aflojó su corbata, casi aventando su saco mientras buscaba sus cosas en su maleta.

—No dormiré con esa cosa —apuntó a la cobija creadora de bebés.

—Claro que no —Steve la abrazó, tomando unas almohadas de la cama para hacerse una en la alfombra— Es algo sagrado de mi familia.

El doctor se quedó quieto al escuchar eso, negando para sí. —Supongo que nunca anochece.

—Así es —Steve buscó el control que cerraba las ventanas para cortar la luz del sol— Buenas noches.

Dando media vuelta sobre sus talones, el rubio entró al baño a lavarse la cara, mirando su reflejo con una mano tocándose los labios. Se había sentido muy bien ese beso. El aroma como la calidez de ese Alfa no eran despreciables, de no ser porque estaban fingiendo y entre el rechazo de su padre como la emoción de su madre y abuela, ya no resultaba tan sencillo mentir. Steve negó, cambiándose para ir a acostarse en el suelo, cerrando sus ojos e ignorando la mirada que sintió desde la cama donde Strange se quedó, quizá algo ofendido de que hubiera tomado la decisión de quien dormía en dónde, sabiendo que el doctor en la vida aceptaría tumbarse en el suelo. O estar en la misma cama con él. Recordó que no le dio las buenas noches, pero ya estaban a oscuras, solo tiró de la cobija de bebés, dejando que el cansancio hiciera su labor y se quedara dormido.

Solo era un fin de semana.

Y una gran mentira.

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