Boda inesperada

¿ACEPTAS?

Autora: Clumsykitty

Fandom: Marvel MCUoso/Omegaverse

Pareja: Magicshield (StrangexSteve)

Derechos: a ser libreeee.

Advertencias: esto es un Omegaverse, así que hay cosas del Omegaverse, combinado con la trama de la película "La Propuesta", por lo que hay incidental comedia romántica para el fluff de nuestras vidas. Dicho esto, pues entonces a disfrutar de esta locura. Una historia de encargo.

Gracias por leerme.


*****


Boda inesperada.


Steve gruñó un poco por lo duro de la cama sobre la que estaba dormido, abriendo sus ojos para darse cuenta de su actual posición. Bufó apenas, estirándose ahí en el suelo, luego sentándose para olfatear por si Strange estaba despierto. Al no escuchar ni detectar nada, dio por sentado que el doctor aún seguía dormido, asomando su cabeza con una ligera sonrisa al encontrar al siempre perfecto jamás desorganizado Alfa desperdigado en la cama como cualquier cachorro de brazos, sus cabellos despeinados con una expresión de paz imposible de ver cuando estuviera despierto. Miró la hora, notando que era temprano, si bien el sol en Sitka ya parecía de mediodía. Se levantó, para hacer una carrera matutina mientras su jefe terminaba su siesta, saliendo de puntillas luego de acomodar todo de vuelta, incluyendo esa cobija tan apreciada por su Lita.

Le encantaba desde que tenía uso de memoria el aroma del bosque y el mar combinados mientras recorría una parte del camino alrededor de la mansión, recordando sus tiempos cuando pequeño, aprendiendo a cazar en el bosque porque todos los Rogers siempre hacían eso. O ayudando a la matriarca con esos ritos locos que de vez en cuando realizaba en el corazón del bosque, para honrar a sus ancestros. Cuando volvió a la mansión, se dio cuenta desde lejos de una silueta haciendo desfiguros igual que Lita cuando bailaba para los espíritus del bosque. Steve se detuvo, frunciendo su ceño y luego riendo hasta carcajearse al notar que era nada menos que Strange quien estaba haciendo eso.

¿Qué rayos había pasado?

Al aproximarse, entendió que estaba pasando. Se trataba del águila que rondaba por ahí, ellos se habían acostumbrado a ella, quien tenía un humor muy curioso para ser ese tipo de ave porque amaba por sobre todas las cosas el coleccionar objetos metálicos que sus ojos detectaran, de ahí que esa parte del jardín estuviera libre de ellas pues más de una vez todos habían perdido algo cuando el águila se lo había llevado quien sabe a dónde. Strange estaba peleando porque le devolviera algo, vestido en su pijama todavía con el cabello algo revuelto, desesperado porque el ave simplemente planeó alrededor de él como burlándose de sus gritos de Alfa antes de desaparecer con un largo chillido.

—¿Sucedió algo? —preguntó el rubio al llegar con el doctor.

—¡Esa estúpida águila me robó mi celular! ¡Estaba hablando con Danvers! —bufó el otro buscando al ave que ya se había marchado— Me llamó temprano para hablar lo de la entrevista cuando esa cosa apareció.

—¿Por qué saliste para hablar?

—¿Será porque no tienen una buena recepción aquí?

Steve no dijo nada, mirando hacia ese minúsculo punto que era el águila coleccionista de metales, queriendo reír más resistiendo por la mirada airada del Alfa.

—Me temo que no podremos recuperar el teléfono.

—¡Lo necesito, Steve!

—Pediremos otro en el pueblo, tranquilo.

—No puedo perder comunicación con Danvers.

—Y no lo harás, créeme que...

En ese momento, sintió que alguien los observaba, al girar su cabeza hacia la mansión, encontró a su madre como a su abuela sonriéndoles, saludándolos muy emocionadas. Steve alzó su mano, hablando entre dientes al sonreír.

—Ellas nos están viendo, debemos parecer una pareja amorosa recién levantada.

—¿Qué? —Strange se giró a las mujeres, forzando una sonrisa— Tienes que estar bromeando.

—Es mi familia.

—No soy idiota.

—Pues entonces coopera.

—¿Haciendo qué?

Steve se acercó al Alfa, aspirando un poco de su aroma y abrazándolo por su cintura. El doctor de inmediato se tensó, gruñendo primero y luego solo quedándose tieso hasta que el rubio le dio un suave tirón para que también lo abrazara. A regañadientes, Strange pasó sus brazos por encima de los hombros del Beta, mirando por el rabillo del ojo a las dos Rogers que parecían brincar de emoción.

—No querrás que se den cuenta de la mentira ¿verdad?

—Steve ¿qué haces?

Este apoyó su mentón en uno de los hombros de Strange, meciéndolo un poco al apretar su abrazo, una de sus manos haciendo círculos en su espalda y la otra bajando a terreno peligroso.

—Steve... —gruñó el Alfa.

—Se supone que vamos a casarnos, debemos tocarnos como una pareja de amantes.

—Ah, bien, supongo que no te molestaré lo que haga.

—¿Eh?

Se juró que Strange sonrió perverso antes de quitarse sus brazos de los hombros y abrazarlo mejor, acercando su boca a su cuello, provocando que tuviera un escalofrío al roce de unos colmillos mientras las manos del Alfa recorrían su cuerpo con una familiaridad que pusieron en aprietos al rubio.

—Stephen...

—Haz tu parte, Steve.

Mirando por encima de su hombro, este notó las sonrisas y gestos de aquellas dos mujeres al verlos aparentemente tan acaramelados, forzándose a otro abrazo no tan seguro como la primera vez. El contacto tan cercano con ese Alfa, su aroma y la forma en cómo estaba tocándolo iba a despertar algo en él que no sería bien visto. Alejándose discreto antes de meterse en problemas, sonrió al doctor quien asintió al notar que ellas se alejaban, perdiéndose dentro de la mansión con ellos dos separándose de inmediato, cada uno dirigiendo la vista a otro punto que no fuera el contrario.

—Hay que ir a desayunar.

—Sí —respondió apenas Steve, caminando primero de vuelta al interior.

En la mesa del desayuno estaba Joseph Rogers, quien no perdía esa seriedad con la que los recibiera, solamente echando un vistazo a Strange en alguna pausa de su desayuno mientras Sarah y Lita estaban comentando sobre las actividades del día que iban a incluir al buen doctor, quien dejó su tostada al escuchar que lo llevarían a ver un espectáculo muy famoso en Sitka.

—Tenemos una sorpresa para ti, guapo —sonrió la matriarca muy contenta.

—¿Steve no irá?

—Ya lo ha visto —respondió Sarah, volviéndose a su esposo— ¿Quieres unirte, cariño?

—Vayan ustedes, sin duda el doctor apreciará mucho conocer las tradiciones Rogers.

Steve se mordió un labio para no responderle a su padre, ese comentario tenía una intención grosera con su jefe. Afortunadamente, Strange estaba demasiado ocupado con eso de la sorpresa para darle importancia a las palabras de su padre, dirigiéndose a la recámara para cambiarse e ir con las dos mujeres al pueblo. En un lugar tan tranquilo era difícil imaginar que hubiera algo que fuese realmente interesante, por lo menos para un neoyorkino como ese Alfa.

—Te encantará —aseguró Lita, colgándose del brazo de Strange al andar por las calles— ¿Siempre vistes como si vendieras seguros de vida?

—... me gusta verme así.

—Estás impresionante, pero es algo incómodo para un lugar como este.

—Incómodo es la palabra clave —musitó Strange para sí, notando que mucha gente entraba a una suerte de bar junto al muelle— ¿Qué es eso?

—A donde vamos —sonrió Sarah, colgándose de su otro brazo— Una experiencia que no olvidarás.

El Alfa hubiera salido huyendo de haber podido en cuanto entraron y vio que era un bar de mala muerte con muchas mesas y sillas alrededor de un pequeño escenario. Buena parte de la audiencia eran mujeres, pero había de todas las castas ahí. Una de esas mesitas estaba reservada para ellos tres, sentándose en unas sillas con una precaria hechura. Strange no pudo reprimir un gesto de desagrado, apenas si arrugando la nariz por tantos aromas no muy agradables cuando la música comenzó y las pocas luces chillantes desaparecieron para iluminar por encima de la barra del bar, unas cortinas floridas por donde apareció ese camarero que viera en la mansión Rogers, el tal Wade.

—¿Qué...?

—¡Es genial! —aplaudió Sarah con Lita a su lado.

Para horror del doctor, ese hombre de piel marcada por quemaduras y algo de lo que parecía viruela comenzó a desnudarse, ganándose los gritos de toda la audiencia mientras él buscaba con qué cubrir sus ojos y no ver semejantes desfiguros. Ni siquiera bailaba tan bien como para prestarle atención, no se diga ese cuerpo que estaba muy lejos de provocarle más que lástima. Strange buscó la salida de emergencia por si acaso la necesitaba, mientras todos alrededor lanzaban billetes, incluyendo a la matriarca Rogers quien se levantó para darle a Wade unos dólares.

Estando así distraído, el Alfa no vio cuando Sarah llamó a un camarero, quien le trajo una corona de flores y hojas de olivo que puso en la cabeza de Strange para espanto de este, abriendo sus ojos de par en par.

—¿Por qué...?

—¡Bienvenido a la manada Rogers!

Lita silbó, señalando a incrédulo Strange quien vio aproximarse a Wade. Al levantarse para echarse a correr, su mano fue presa por aquel intento de bailarín exótico, siendo arrastrado al pequeño escenario entre aullidos de los demás. Lita estaba desatada, aplaudiendo y diciendo cosas que el doctor no creyó una linda anciana pudiera decir, con Sarah riendo divertida sin quitarle la vista de encima. Strange fue sentado en una silla de plástico para que Wade le hiciera un baile aparentemente sensual.

—¡NALGUÉALO! —animó Lita con Sarah asintiendo e indicándole con un gesto al doctor como lo hiciera.

A ojos cerrados fue que el Alfa lo hizo, casi queriendo buscar una toalla con alcohol para lavarse la mano mientras Wade seguía con ese absurdo baile, tirándose a sus pies para una pose escandalosa que ganó más aplausos y billetes cayendo del aire. Strange se levantó de nuevo, apenas si dando gracias, alcanzando una cerveza que vio recién destapada para beberla casi de golpe, arrepintiéndose después porque sabía mal, no era de las finas de las que él gustaba, por obvias razones. Mientras los demás estaban embobados con Wade y sus caderas moviéndose como si tuviera convulsiones, salió a tomar aire.

—Espero que no haya sido mucho, Wade tiene talento —le saludó una voz.

Se trataba de Sharon Carter, la ex de Steve si recordaba bien.

—Señorita Carter.

—Sharon, por favor. Veo que te han mostrado una de las tantas diversiones de los Rogers, entonces sí que va en serio. Te envidio.

—¿Envidiarme? —Strange frunció su ceño.

—Creí que iban a despreciarte, ya sabes, Steve es hijo único y...

—Ah, comprendo —el doctor se quitó la corona que observó algo serio— He tenido suerte.

—Mucha.

—¿Tú pasaste por lo mismo?

—Sí —rio Sharon observándolo— Necesito decirte que me sorprendes, Stephen. Jamás creería que Steve fuese a elegir por pareja a alguien como tú.

—¿Alguien como yo?

—No lo tomes a mal, eres... muy diferente.

—Me lo han dicho muchas veces, no te preocupes —Strange la inspeccionó— ¿Ustedes por qué no terminaron juntos? Espero que no te moleste la pregunta.

—Para nada —la joven negó mirando su cerveza— Steve quería casarse, yo no. Él quería irse a Nueva York, yo quería quedarme en Sitka. Eso fue lo que nos separó. Después dejamos de saber de él por tres años, hasta ahora que vuelve contigo como su prometido, sí que el mundo cambia en un parpadeo. Yo pensé que volvería cuando la ciudad lo lastimara ¿sabes? Steve es... alguien con un corazón noble, como de oro, y por acá nos llegan muy malos comentarios sobre la gente de Nueva York. No me gustaría que estuvieras jugando con él, no se lo merece.

El doctor entrecerró sus ojos, acomodando su camisa. —Puedo asegurarte de que Steve estará bien en mis manos.

—No lo lastimes, Stephen. A él no —Sharon terminó su cerveza, escuchándose unos gritos desde adentro— Oh, Wade debe estar haciendo su baile final, no quiero perdérmelo. Nos vemos, Stephen.

—Sharon.

Steve sabía que tenía una charla pendiente con su padre, a quien encontró partiendo leños, algo que Joseph solía hacer cada vez que se sentía molesto por algo.

—¿Necesitas ayuda?

—Ya termino.

Joseph apenas si lo miró, partiendo un grueso madero en un solo movimiento firme de su hacha, lanzando las dos partes junto al resto.

—Nunca entendí a qué te largabas a Nueva York.

—Papá...

—Tu madre dijo que estabas feliz, te di la oportunidad. Ahora vuelves con ese Alfa que a todas luces parece buscar una oportunidad para huir de aquí.

—Es la primera vez que Stephen está...

—¿Estás casándote con él porque quieres o porque él te está usando?

—¿De qué hablas? —Steve frunció su ceño, apretando sus puños en los bolsillos de su pantalón.

—Es tu jefe, y según entendí por tus mensajes, no es el más amigable de los Alfas por allá. No me extrañaría que te chantajeara para sacarte provecho.

—No, claro que no, Stephen no es así.

—Solo digo —Joseph clavó sus ojos en él— Bien puedes tener una vida plena aquí, dirigiendo los negocios de la familia, en lugar de ser el juguete de ese tipo pretencioso.

—Cuida como hablas de mi pareja.

—Siempre has sido ingenuo para ver la maldad en otros, Steve, sé que es importante para ti demostrar que puedes hacer las cosas solo, que no eres un Beta que se contenta con servir a los demás, pero ese tal doctor tiene pinta de estar engañándote.

—Él no quiere tu dinero ni tus herencias si es lo que tanto te preocupa —siseó Steve, herido.

—Tan solo va a aprovecharse de ti y luego botarte. Así son por allá.

—No, él no.

—Sé que llegará el día en que te diré: "Te lo dije".

Antes de ofender a su padre, Steve se alejó furioso, tomando unas herramientas para concentrarse en esa vieja barca que nunca terminó, con sus audífonos puestos a todo volumen. De esa manera lo encontraría su familia y Strange cuando volvieran del pueblo, luego de pedir el teléfono robado por el águila. Sarah se detuvo al verlo así, intercambiando una mirada con Lita quien sonrió a Strange, invitándolo casi a la fuerza a que entrara aprisa a la mansión.

—Cuando está así es porque algo lo ha lastimado. Déjalo, se le pasará solo.

Sarah fue directo a donde Joseph en la sala de televisión para una discusión que escuchó el doctor, prefiriendo subir a la recámara pues su nombre estuvo mencionado. Steve tuvo los mismos pensamientos luego de descargar su frustración contra la barca por todo ese tiempo en que su padre jamás lo comprendió, siempre deseando que siguiera sus pasos cuando él tenía otros sueños que jamás apoyó. Entre pasos cansados, subió a la recámara, directo al balcón para ver esa águila ladrona pasearse en busca de más botines, algo que lo hizo sonreír desganado.

Luego de un rato mirando hacia el mar, escuchando la música que lo relajó al menos lo suficiente para querer darse un baño. Creyéndose solo, Steve se quitó sus ropas al girarse de vuelta a la recámara canturreando al desnudarse por completo, tomando una toalla del estante cuando se giró de golpe a la puerta en el preciso instante en que Strange salía igual casi aprisa al haber olvidado tomar su toalla pues estaba dándose un baño. Los dos chocaron así, desnudos, uno con la piel empapada y el otro aferrándose a ella porque el golpe lo desequilibró al no esperar que hubiera alguien ahí.

Ambos cayeron fuera del baño, uno con un quejido al sentir el peso de Strange sobre su cuerpo, este gruñendo por la inesperada caída en esas cosas que odiaba no tener control. El Alfa se apoyó en sus codos, alzando la vista para reclamarle por su estupidez, quedando a pocos centímetros del rostro del rubio quien lo miraba atónito. Estaban desnudos, sus cuerpos estampados sintiendo perfectamente las formas del otro. Steve tragó saliva, sin quitarle vista de encima al doctor, quien tampoco se movió, quedándose muy quieto al percatarse en la situación en la que estaban.

—Y-Yo... —Steve jaló aire, impregnándose de ese aroma Alfa que desprendió Strange.

Las pupilas de este se dilataron al hacer lo mismo, esos ojos tornándose rojizos antes de que los labios del rubio fueran atacados. Cuando era cachorro, un día Steve observó como Lita hacía una fogata, recordaba perfectamente la forma en que una chispita se convirtió en un fuego sobre todos esos palitos secos en un parpadeo. Así fue como pasó entre ellos, un incendio súbito sin control que los tomó por sorpresa, de estar a punto de pelearse a puñetazos por la ofensa, de pronto se encontraron en la cama con sus manos tocándose, restregándose entre sí. El aroma Alfa fue más fuerte, igual que las caricias del doctor que fueron más posesivas, arrancando gemidos que Steve no sabía podía emitir.

El cuerpo de Steve ya no le perteneció más, entendiendo eso del dominio Alfa en una lección que nunca creyó iba a pasarle. Tampoco que le molestara. Los besos, mordidas y una lengua dejando sobre su piel un aroma que llevó su mente a otro sitio muy lejano de Sitka hizo que perdiera noción del tiempo, solamente disfrutando, incluso cuando hubo un poco de dolor, apenas si preguntándose en qué momento Strange lo había preparado tan bien que pronto comenzó a sentirse como si fuese algo que siempre hubiera hecho toda su vida. Las piernas del rubio se cerraron en un candado alrededor de aquellas caderas comenzando a martillearlo cada vez con más fuerza hasta que la cabecera de la cama golpeteó la pared.

—Stephen...

Un gruñido en su oído erizó su piel, aferrándose a la espalda sudada al sentir que estaba por terminar, gritando el nombre del doctor sin mucho recato en un gemido ronco. Strange siguió embistiéndolo hasta que su cuerpo se tensó, el interior de Steve llenándose de algo tibio con una curiosa sensación, jadeando un poco porque el Alfa se dejó caer de lleno contra su pecho, recibiendo todo ese peso mientras ambos buscaban tranquilizar su respiración. Toda la recámara apestaba ya a sexo, y a un Alfa advirtiendo que no deseaba interrupciones o alguien perdería la vida. Steve parpadeó un poco, luego juntando sus cejas un poco porque ese miembro en su cuerpo volvía a endurecerse.

Terminarían agotados hasta más tarde, los dos mirándose de frente, recostados de lado con los cabellos despeinados y húmedos, sus frentes perladas de sudor con una sonrisa mitad travesura mitad asombro.

—¿Adolorido?

—Tu orgullo Alfa necesita escucharlo ¿no es así?

—Lo sé, lo huelo.

Steve bufó apenas, una de sus manos acariciando esa barba tan pulcra que ya mostraba que necesitaba ir con el elegante peluquero de la ciudad. Strange bajó la mirada a esa mano, levantando la vista hacia el rubio.

—Prefiero el helado al café —murmuró de pronto, trayendo de vuelta el tema del cuestionario.

—¿Entonces por qué tomas más café?

—Tardan mucho en los helados.

—Eso tiene sentido —Steve suspiró— Prefiero las series documentales, no soy muy fan de la fantasía.

—Me gusta Beyoncé.

—¿Lo dices en serio? ¿Realmente en serio?

El doctor rio a la cara de asombro del rubio. —Es cierto. ¿Qué? ¿No tengo cara de que me pueda gustar la música contemporánea?

—Bueno... siempre escuchas música clásica.

—Si les muestro lo que realmente me agrada, buscarán favores a través de eso.

—Oh...

—¿Por qué fuiste realmente a Nueva York?

—Quería un cambio... quería ser libre. No es que... no es que no me guste lo que hace mi padre, pero no lo veo en mi futuro.

—Pero sientes el peso por ser el hijo único. Uno que parece terminar con la línea Rogers.

—... papá luchó mucho por lo que tenemos. ¿Qué significa el tatuaje?

La mano de Steve bajó al pecho del Alfa, tocando ese curioso tatuaje a la altura de su corazón. Strange respiró hondo.

—Es un símbolo budista, es el Ojo del Tiempo. Me lo hice cuando mis padres murieron, esa ocasión en que te pedí la cita deseaba removerlo, lo consideraba una tontería porque no funcionó según mi parecer.

—¿Funcionar?

—Así es, el Ojo del Tiempo te permite "ver" el futuro. Quería saber si habría algo lindo para mí hasta que me di cuenta de que solamente yo podía crear mi propio futuro, forjarlo con mi esfuerzo y disciplina. No depender de los demás ni de nada.

—No es tan malo tener alguien en quien apoyarte.

—Desde que quedé huérfano siempre tuve gente a mi alrededor que solamente buscaba o mi dinero o las ventajas que traía el apellido Strange en un Alfa.

—Debe ser cansado estar siempre a la defensiva.

Strange miró largo tiempo en silencio a Steve quien le resistió la mirada, luego negando al tirar de una sábana y la cobija de colores para abrigarlos a ambos.

—Tu libro es bueno, merece ser publicado.

—Gracias, Stephen —Steve se acomodó, arqueando una ceja con media sonrisa— ¿Beyoncé?

—Cállate.

Canturreando Crazy in Love, el rubio cerró sus ojos igual que Strange, quien observó el rostro del Beta por unos segundos, luego acomodándose para dormir. Despertarían cuando escucharan unos cuantos golpes en la puerta de una cantarina matriarca Rogers anunciando que entraría, apenas si dándoles tiempo a que se acomodaran, buscando cubrir su desnudez con el doctor buscando el control para ventilar porque todavía estaba ese aroma delator en la recámara.

—¡A-Adelante, Lita! —respondió Steve, recostándose en el hombro del Alfa, este pasando un brazo por su hombro, descansando su mano en su pecho.

Hasta entonces fue que el joven cayó en la cuenta sobre lo que había pasado y que en realidad no dijeron nada del asunto después. Por la tensión en el cuerpo de Strange tras de él, le fue claro que estaba incómodo con que los tomaran así por sorpresa. Sarah apareció por la puerta trayendo una bandeja, con la anciana sonriendo de oreja a oreja y un amargado Joseph detrás de las mujeres.

—Buenos días, tortolitos —saludó Sarah.

—¡Oh! ¡La cobija está haciendo lo suyo! —Lita olfateó alrededor, haciendo que las mejillas de Steve se tiñeran de un rojo oscuro.

—Gracias por el desayuno —Strange mantuvo la calma pese a todo.

—Es un desayuno para la afortunada pareja, y un pretexto porque deseamos pedirles algo. Bueno, es una petición regalo por decirlo de alguna manera.

Sarah miró a su esposo, quien forzó una sonrisa al ver a la pareja.

—Queremos que se casen aquí, en la mansión. Mañana.

—¿M-Ma...? —Steve soltó su mandíbula.

—¡Tenemos ya un plan! —se unió la abuela, tan emocionada como Sarah— Lo pondremos todo y no se preocupen por sus trajes de boda, los tendremos listos para la ceremonia. ¿Qué dicen? Así no tienen que pelear por dónde será la boda ni ponernos estúpidos con viajes y eso.

—Bueno... —Strange carraspeó un poco— Yo creo que no habrá problema...

—Sí, está bien —Steve tampoco estaba seguro, aceptando más por esos dos rostros jubilosos al aceptar— ¿Por qué no?

—Siempre he querido una boda familiar —el doctor comentó por quedar bien.

—¡Joder! —Lita aplaudió— ¡Sabía que eras de los míos! ¡Debemos apurarnos!

—Pues hay que irnos —Joseph alcanzó un brazo de Sarah, tirando de ella.

—Los vemos luego.

—Sí, mamá.

—Adiós, doctor.

—Lita.

Cuando la puerta se cerró, Strange se levantó como si lo hubieran electrocutado. Steve también lo hizo, más lento, mirando la bandeja que su madre le había dejado a un lado, sirviendo el café con un panecillo que puso en un platito y extendió hacia el doctor.

—Es un pan local, te gustará el sabor.

—Steve, escucha, sobre lo que pasó...

—No hay problema —sonrió el rubio— Soy un adulto, entiendo que solo fue algo del momento. No me siento ultrajado o cosas así.

Esas palabras le dolieron, inesperadamente, desviando su mirada al decirlas bebiendo de su taza de café, buscando su pijama con que vestirse, pasando una mano por las marcas en su cuerpo que Strange había dejado y que estaba mortalmente serio. Steve se vistió, terminando su pan y sirviéndose otro poco de café antes de mirarlo.

—Iré a darme un baño.

Se miraron en silencio, una incomodidad apareciendo entre ellos y no era de la clase a la que Steve estuviera acostumbrado, más bien se sintió como si los dos quisieran decirse algo que no se atrevieron. El joven optó por ir lo más pronto posible al baño, sin mencionar nada de la boda. Strange lo siguió con la mirada, quedándose ahí quieto en su lugar, recordando su estado. Al bajar la mirada buscando también qué ponerse, vio ese café con el pan, recordando todas las mañanas en la oficina cuando el rubio estaba ahí con una sonrisa ofreciéndole su desayuno. No dejaba de hacerlo, incluso ahí en casa de sus padres pese a que estaban mintiéndoles, luego de haber tenido sexo que no le pareció que hubiera sido una simple cosquilla, algo casual que olvidar.

El Alfa buscó aprisa ropas más cómodas, vistiéndose lo más rápido que pudo antes de salir huyendo por el balcón lejos de la mansión en un súbito ataque de pánico.

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