Capítulo 4°

Thomas se mira en el espejo, desde las oscuras ojeras hasta el pelo rubio revuelto. Lleva tres días en el hospital y no hay cambios significativos en el estado de Dylan. Su familia no puede viajar así que Wes y él están haciendo turnos a pesar de la insistencia de resto del cast por relevarlos.

Sale del baño secándose las manos y se dirige de nuevo a la planta donde han trasladado a Dylan una vez que aseguraron su estabilidad. Toca el hombro de Wes para despertarlo, el mayor pega un brinco en el sitio y se da la vuelta.

- Buenos días, grandullón - saluda, intentando aligerar el ambiente.

- Ojalá lo fueran de verdad - observa el cuerpo dormido del actor para después levantarse.

- Deberías ir al hotel, darte una ducha y comer. Lo necesitas.

- No eres el más indicado para darme órdenes, Sangster, tú estás peor que yo.

El rubio se encoge de hombros y lo echa suavemente del lugar para luego ocupar su sitio al lado de Dylan.

Estrecha la mano del moreno entre las suyas y la besa, rezando en silencio porque hoy sí despierte. Como cada día desde que comenzó la infernal espera.

Las horas pasan, pero ensimismado como está no se da cuenta hasta que alguien toca suavemente su hombro.

- ¿Thomas? - levanta la cabeza para encontrarse con Will que le sonríe un poco, tanteando el terreno para ver qué tal está hoy.- He traído café - le ofrece un vaso.

Thomas lo mira, resignado ante la compasión de su amigo, y se levanta para ir con Will hasta el pasillo desde donde pueden hablar con tranquilidad y controlar a Dylan.

- ¿Qué tal estás?

- Muerto por dentro - contesta con sinceridad, dejando que Will vea cómo se siente realmente.- Pobre Will, siempre recogiendo lo peor de mí... - se pasa la mano por las sienes, que le duelen, y enfrenta la mirada del otro por fin.

- Despertará, Thom.

- Ya - la pregunta es cuándo.- Ni siquiera... No he podido... - se muerde la lengua, no necesita explicarse porque Will lo sabe aunque nunca hayan hablado de ello.

Poulter se va tiempo más tarde y él vuelve con Dylan. Apoya la cabeza en la cama y estira el brazo para acariciar su mejilla algo que siempre ha deseado hacer, algo que solo se atreve porque está profundamente dormido... y sabe que no lo va a despertar.

Le echa tanto de menos.

Continuará...

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