Capitulo XXX
El dolor que me consumía no podía ser sanado, la pérdida de mi hermana quemaba mis sentidos y en lo único que pensaba era en traerla de regreso.
Mis pasos seguían a aquellos horribles seres. Sabía que Morgan me odiaría por lo que haría, pero ella era mi otra mitad y no la perdería.
Con tal de volverla a ver y tenerla a mi lado, cargaría con las consecuencias de desatar el infierno.
—Falta poco para que lleguemos—pronunció uno de los demonios deteniéndose —. Además antes de que hables con nuestra señora esperamos que te comportes.
—Hicimos un trato y mientras ella cumpla con su palabra, yo cumpliré con la mía.
Los cuatro se voltearon y siguieron caminando. Podía reconocer el rostro de uno de ellos desde que lo vi en el libro rojo, allí salían los clanes más poderosos de demonios y el líder de ellos era parte de uno de éstos.
Cimeries, conocido también como el caballero negro, quien comandaba un gran ejército en busca de poder bajo el mandato de Lilith.
No tenía idea de como había hecho para llegar aquí, pero mi plan consistía en traer de vuelta a Morgan y ya después buscaríamos como mandar de vuelta a la reina de los demonios.
—Ahora tendrás que conseguirnos primero la armadura del rey de las bestias—dijo el líder mirándome con sus oscuros ojos.
Miré en dirección a donde señalaba, había una cueva muy oscura y podía observar una luz al final de ella. A mi lado, Chaos me seguía pero no me dirigía ni una mirada.
Sin pensarlo dos veces me encaminé hacia ese lugar y lo atravesé. Al otro lado, se encontraba los seres que creí extintos hace siglos, un gran dragón se encontraba en la entrada.
Su piel era de un marrón acorazado, sus ojos dorados me observaron durante un momento antes de inclinar su cabeza a mi altura.
—Soy el príncipe de Jenovia, mi nombre es Neall y he venido por la antigua armadura del rey—dije con firmeza.
El gran lugar repleto de aquellos bestiales seres quedó en total silencio. A lo lejos dos pares de unicornios detuvieron lo que hacían y se acercaron. Podía ver como desde dragones hasta bestias espirituales se me acercaban.
Pero tan pronto observaron al felino que me acompañaba, sus miradas se suavizaron.
—Principe de Jenovia, ¿para que quieres la armadura? Tengo entendido no hay necesidad de revivir los libros—dijo el gran dragón observándome, su aliento se sentía caliente al caer sobre mí.
—A las afueras hay cuatro demonios esperándome y uno de ellos es Cimeries. Sí no llevo esa armadura, los atacarán a todos ustedes y además de eso, Lilith podrá ser invocada porque yo soy el descendiente de la luna y si ella toma control sobre mi no habrá nada de que puedan hacer.
—Para detener al descendiente de la luna fue creada la del sol. No tenemos necesidad de entregartela—afirmó uno de los unicornios.
—Ella está muerta—pronuncié apretando fuertemente la mandíbula.
Todos volvieron a quedarse en silencio, así como a ellos les parecía increíble éste hecho para mí también era algo imposible de creer.
—Ella tiene la sangre del fénix por su pacto con él, no puede morir—murmuraron varios a la vez.
—Está muerta—pronuncié con dolor—. La legión creo un arma para matarla; ella era mi hermana.
—¿Cómo podemos confiar en ti?— preguntó el dragón.
—No puedo hacer que confíen en mí pero tan pronto recupere a mi hermana, será mejor para todos. Eso puedo asegurarlo.
Las bestias formaron un círculo, podía escuchar sus balbuceos sobre el tema. Minutos después el gran dragón me miró y antes de caminar me hizo una seña de que lo siguiera.
—Será mejor que te subas—dijo él señalando el gran abismo que había al otro lado.
De un salto me monté sobre su espaldar y después de que él se impulsara, tomamos vuelo sobre el azul océano hasta llegar a una pequeña isla.
Descendimos a ésta y junto a una gran roca había una huella gigante en la que aquél majestuoso ser posó su mano y una de las rocas se levantó
Bajo ésta había una pequeña caja plateada, varias piedras de color azul la rodeaban. Sin pensarlo dos veces me incliné a tomar el objeto y tan pronto lo tomé, las rocas volvieron a caer.
—Gracias —dije mirándolo.
—Espero que la utilices para bien, ésta armadura pertenece a mis antepasados.
Asentí y emprendimos el viaje de regreso al reino oculto de las bestias. Chaos me esperaba en la entrada, el felino mantenía su sería mirada y no había accedido a hablar conmigo desde que partí de aquél manantial.
—Toma éste cuerno, cuando necesites nuestra ayuda sólo debes soplarlo y allí estaremos—dijo el gran dragón entregandome aquel objeto.
Lo tomé y después de agradecerle nuevamente, salí de allí. Los cuatro seres me esperaban y tan pronto me acerqué a ellos observaron la caja con deseo.
—Ahora debemos ir por nuestra señora—pronunció Cimeries.
Seguímos caminamos durante horas, y a pesar de que era de noche ellos seguían sin parar.
Un día y medio pasó, llegamos a un bosque del que no tenía conocimiento. Éste era oscuro, con un ambiente pesado y húmedo.
En el fondo había un árbol totalmente negro, sus ramas eran secas y todo lo que había a más de un metro de su alrededor estaba muerto.
—Debes acercarte al árbol —dijo una voz femenina en un tono malicioso.
Sin pensarlo dos veces hice lo que dijo y tan pronto me acerqué al árbol un pedazo de su corteza se torno transparente. Como si de un espejo se tratase, pude ver una mujer de cabello oscuro y largo, sus ojos eran de un verde limón anormal.
En su boca una sonrisa apareció. Como si estuviese siendo tentado introduje una de mis manos en aquel supuesto espejo.
Tan pronto hice ésto unas líneas de color negro comenzaron a brotar de mi mano. Con rapidez la saqué de allí y me alejé.
—¿Qué haces? —grité.
—Así que tu hermana está muerta—pronunció ella riendo—. Nunca podría haber estado más feliz en mis años de vida.
Volteé a ver a los demonios, ellos se reían de mí. Sus asquerosas sonrisas estaban impregnadas con engaño pero ¿cómo iba a notarlo con la desesperación de recuperar a Morgan?
Intenté alejarme de allí pero los cuatro demonios me atraparon, me arrastraron nuevamente frente al árbol y introducieron mi cabeza en el espejo.
Podía sentir como unas frías manos tocaban mi rostro, pero por más que intentará soltarme no podía. Algo raro me pasaba, porque lo único en lo que podía pensar era en conseguir el libro y traer a la reina de los demonios a nuestro mundo.
Otra vez había hecho las cosas mal.
Ella quería despertar la maldición que me haría destruir nuestro mundo y por más que intentaba rechazar esos impulsos; una sonrisa se apareció en mi rostro al recordar como mi hermana moría.
Todo a mi alrededor se nubló cayendo en un profundo y oscuro color negro.
Hola hola😁
¿Qué les pareció éste capitulo?
No se les olvide entrar al grupo ❤️
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