Capitulo XXVII

Desperté y no podía mover mi cuerpo, mi vista estaba confusa y solo podía escuchar unas voces de fondo.

Tan pronto mis sentidos volvieron a la normalidad, observé lo que tenía a mi alrededor. Estaba atado con cadenas de hierro reforzado a una silla del mismo material.

Frente a mí podía ver a Chaos encerrado en una jaula algo oxidada. Sus ojos me transmitían su preocupación.

Miré hacia el suelo y éste era de madera muy antigua, estábamos en una casa abandonada, además no tenía ni idea de nuestro paradero actual.

«Amo, debemos buscar la manera de salir de aquí en cuanto antes» comentó el felino en mi cabeza.

«Pero, ¿cómo? Mis manos están atadas y no puedo sentir la magia» respondí.

«Puedes usar tu don vampirico aún, ésas cadenas anulan la parte mágica de tu sangre pero no la otra»

De inmediato intenté darle concentración a mi mente y después de varios minutos lo logré.

«Morgan, ¿Estás ahí?» pregunté con algo de preocupación.

«¡Si! Aquí estoy, ¿tú dónde estás?
¿Te encuentras bien?» respondió ella con algo de desesperación.

«No se donde estoy, es como una cabaña, debo irme. Ten cuidado y no te preocupes por mí, ellos me quieren vivo; debes buscar los tesoros sagrados. Presiento que iremos hacia allá» respondí con rapidez.

«Neall» gritó ella antes de que apagara nuestra conexión.

No quería preocuparla, ella debía buscar los tesoros que faltaban y aparte de eso luchar contra quienes querían verla muerta.

Sabía que ella sería capaz de soportar todo ésto, mi hermana es fuerte y yo también haré lo posible para salir de ésta.

La noción del tiempo era nula, la luz pasaba a través de los agujeros de los pequeños ventanales. Un ruido interrumpió mis pensamientos, la puerta se abrió y a su lado uno de aquellos demonios apareció.

El que consideraba el líder de los tres se acercó en mi dirección, una sonrisa siniestra se asomó en su rostro; la dentadura de éste era de un color negro que  sobrepasaba lo horrible.

—¿Qué quieren de mi? —pregunté con tranquilidad.

El demonio sonrió nuevamente y me respondió antes de partir.

—Tú eres la clave para traer a nuestra señora. Por eso espero que nos acompañes sin poner resistencia.

—¿La clave? —pregunté pero no hubo respuesta.

Suspiré, no entendía el motivo por el cual creían que yo era la clave pero me hacía una idea.

Morgan es una descendiente del sol y es muy probable que yo sea un descendiente de la luna. Todo ésto encajaba y sí era así, yo tenía el poder de traer a quien destruiría nuestro mundo. Yo sería la perdición de todo lo que amaba.

La noche tocó las puertas del lugar pero no podía parar de pensar, el siguiente día llegó con rapidez y con ella los demonios.

El líder desprendió las cadenas, la magia volvió a fluir a través de mi cuerpo y sin pensarlo lo ataqué. Una esfera de energía chocó contra su cabeza y salió disparado hacia la pared.

Los otros dos seres entraron con rapidez, estuve a punto de sacar mi grimorio pero ésta vez uno de ellos me tomó del cuello y me empujó contra la pared. No podía moverme y sus oscuros ojos me mirababan sin emitir alguna emoción.

Eran una oscura laguna, por un instante sentí la necesidad de ayudarlos pero repentinamente ésta desapareció.

Un humo negro fue expulsado de su boca, tan pronto lo aspire caí en la inconsciencia.

Desperté nuevamente y el cielo se encontraba oscuro, los minutos pasaron y la luz del sol comenzó a colarse por las ventanas.

Mi cuerpo tenía cadenas alrededor al igual que en las manos. Suspiré un poco exasperado por la situación, odiaba sentirme inútil e indefenso en éste tipo de situaciones; Chaos se encontraba durmiendo y reí un poco ante ésto.

Los demonios entraron nuevamente pero ésta vez, me levantaron de la silla quitando las cadenas que ataban mis piernas pero no las que encadenaban mis manos.

Los tres comenzaron a guiarme hacia la salida, uno de ellos tomó la jaula de Chaos antes de cerrar la puerta.

A travesamos el bosque con lentitud, ellos se negaban a hablarme y yo no me atrevía a decirles algo. No por miedo, sino más bien porque no me apetecía; mi cabeza solo pensaba en como le estaría yendo a mi hermana pero no debía preocuparla.

Hallaría la manera de escapar de ellos.

Las horas pasaban y seguíamos caminando en el silencioso bosque, pero de repente visualicé algo inusual. A lo lejos pude observar un animal, éste nos seguía a mediada que avanzábamos.

Su pelaje era blanco y después de verlo bien me dí cuenta que era un lobo.

—Sabemos que estás ahí Katia, muéstrate Reina de los licantropos—pronunció uno de los demonios.

Un fuerte gruñido se escuchó detrás de los árboles. Minutos después una chica apareció, su cabello era castaño al igual que sus ojos. Su piel era diferente a lo que acostumbraba a ver. Era varios tonos más oscura y un poco rojiza, muy vivaz.

Ella con tenacidad se acercó al demonio y sonrió con valentía antes de responderle.

—Sabía que vendrían. Primero que todo, yo impongo las reglas sí quieren las garras de mi padre.

—Como quieras —respondieron al unísono los tres seres.

—Segundo—comentó ella—. Quiero que mi gente quede fuera de todo ésto y tercero quiero que lo liberen.

Ella me señaló, una pequeña sonrisa salió de sus labios. Los demonios me soltaron pero no podía irme, no sin antes obtener aquellas garras. No podía dejarselas a ellos.

—Será mejor que nos guíes pronto hacia el tesoro sagrado.

La chica suspiró y comenzó a caminar, los cuatro la seguimos hasta la parte trasera de un gran árbol. Allí se encontraba el hogar de los desconocidos hombres lobos; aquél lugar estaba repleto de cabañas.

—Siganme y dejen a los míos en paz. Un trato es un trato— pronunció ella bajando por unas escaleras subterráneas.

Los tres demonios la siguieron y tan pronto entraron escuché un estruendo acompañado de gruñidos, corrí al interior pero  al entrar me llevé una sorpresa; aquella chica tenía a los tres demonios decapitados en el suelo.

Su mano sostenía una cuchilla que brotaba una luz dorada bajo la oscura sangre negra.

—¿Podrías hacer algún hechizo y quemarlos? Por favor —preguntó ella con amabilidad.

Asentí rápidamente e invoque el grimorio, busqué un hechizo elemental y comencé a recitarlo.

«Igne ardenti, et comedent eam, igne ardenti, et comedent eam »

Al terminar, no quedaba nada de aquellos seres. Sólo sus cenizas.

—¿Cómo sabías que eso los destruiría? —pregunté con admiración.

—Ésta es una cuchilla celestial y mi padre me enseñó que los demonios mueren al destruir sus huesos. También me habló de tu familia, él conoció a tu padre.

—Gracias por ayudarme—dije con gratitud.

—No es nada, sí está en mis manos ayudar, con gusto lo haré y aparte de eso mi padre me dejó claro que mi deber sería entregarte ésto. Él quería hacerlo pero como ves, los licantropos tenemos menos años de vida.

Su mano se dirigió a uno de sus bolsillos y sacó una pequeña bolsa de tela marrón, la tomé y al abrirla logré ver las alargadas y filosas garras.

—Necesitarás ayuda para encontrar a Morgan, yo seré tu guia—pronunció aquella chica con vivacidad —. Por cierto mi nombre es Katia.

—Se que ya sabes mi nombre pero igual me presentaré, soy Neall—respondí con una sonrisa tomando la mano de ella.

Ahora sólo debíamos encontrar a mi hermana.

Capitulo dedicado a Panditalatina

Hola❤️

¿ Qué les pareció el capitulo?
Gracias a Panditalatina por su bella idea sobre Katia 😁

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