Capitulo XXV
—No hagas ésto Noah, lee mi mente y busca bien lo que hemos averiguado—comenté con desesperación.
—No me interesa Morgan, desde pequeño me enseñaron lo que debía hacer si me encontraba con una descendiente. Además no tengo opción.
—No quiero herirte —advertí.
—Yo tampoco —respondió él pero sus palabras se quedaron en el aire porque con rapidez sacó dos dagas.
Comencé a retroceder y miré en dirección a Neall, mi hermano y su familiar se me acercaron; usando su poder encerró a Noah y a los guardias de su padre en un domo de energía.
—¿Cuánto tiempo puedes contenerlos ahí? —preguntó Damaeth acercándose.
—No tengo idea—contestó Neall mientras sus manos se mantenían firmes.
—¿A dónde debemos ir ahora? —pregunté mirando al rey de los elfos.
—Al reino de los duendes pero no se donde se encuentra. También podemos ir donde los licantropos pero dudo que los quieran cerca.
Un estruendo nos obligó a mirar en dirección al domo, Noah se encontraba golpeándolo con su elemento. La energía de éste comenzaba a congelarse.
—Creo que no aguantaré mucho más ésto—comentó Neall algo preocupado.
—Está bien —dije mirando a mi hermano—. Déjalo salir.
Neall frunció el ceño pero no me cuestionó, tan pronto la energía se disipó me lancé sobre Noah, mis manos emanaban fuego.
Los guardias se dirigieron a enfrentar a mis tres acompañantes. Noah era muy fuerte, debía admitirlo. Mi puño chocó contra su rostro enviándolo lejos pero él antes de caer me golpeó con una barra puntiaguda de hielo.
Ésta se enterró en mi vientre, el frío me quemaba la piel. Una bestia en mi interior se descontroló a causa de la rabia, el fuego se apoderó de mí cubriendome todo el cuerpo con el.
Con rapidez me acerqué a Noah y comencé a rostizar sus manos, el olor contaminaba el aire; podía sentir como ésta se regeneraba y volvía a quemarse.
De repente escuché un alarido a lo lejos, volteé a ver y al otro lado se encontraba Nicholás con una niebla oscura sobre varios guardias.
—Rindete Noah—grité mirandolo fijamente.
Pero tan pronto terminé de decir aquellas palabras, su cuerpo comenzó a emanar aire helado. Éste se condenso a mí alrededor, me sentía asfixiada, mi cuerpo por inercia lo soltó.
Mis manos comenzaron a congelarse, Noah me observaba pero algo no estaba bien; sus oscuros ojos se veían de un azul cristalino.
No podía sentir mis brazos y el pánico me invadió, miré hacia atrás, Damaeth al verme corrió en mi dirección. Me sentía muy mal, casi no podía respirar, me estaba convirtiendo en una estatua de hielo.
—Morgan—dijo el rey elfico al acercarse a mi lado.
Intenté responderle pero no podía.
—Ella no será una molestia, morirá —comentó Noah mirando a Damaeth.
Él sabía que la sangre de fénix no actuaría en mí cuerpo si éste se congelaba. Estaba entrenado para deshacerse de una descendiente.
De un momento a otro, Noah fue lanzado a lo lejos. A mi lado llegó Neall, su rostro estaba marcado por la preocupación.
El hielo ya cubría la mayor parte de mi cuerpo, mi hermano se alejó en dirección a Noah; su brazo impacto con el rostro del príncipe de Masedonia.
Neall estaba furioso, podía notarlo por la manera agresiva en la que actuaba, además de que Chaos no lo estaba apoyando en la acción que ejercía; levantó a Noah del suelo y volvió a golpearlo. Sus puños se encontraban cubiertos por energía.
Miré a Damaeth pidiéndole que lo hiciera parar.
—Neall, eso no está ayudando a tu hermana—gritó el rey de los elfos—. Intentaré descongelarla.
Él posicionó su mano sobre mi brazo y comenzó a absorber el hielo. Damaeth era un elfo del invierno, el frío que sentía comenzó a disiparse a medida que el hielo era absorbido de mi cuerpo.
—Gracias —pronuncié tan pronto pude hablar.
—Creo que deberías pararlo a él —comentó Damaeth señalando en dirección a mi hermano.
Me levanté algo entumecida y adolorida, corrí hasta donde Neall para pararle pero tan pronto me vio se detuvo. Noah mantenía su mirada helada, su ropa estaba cubierta de sangre aunque no tenía ninguna herida visible.
Los guardias se encontraban en el suelo, todos inconscientes o muertos. Nicholas se acercó a Damaeth y ambos se unieron a nuestro lado.
—Dile a tu padre que no intente detenernos, no somos el enemigo—advertí mirando a Noah.
Su rostro estaba muy serio, sus ojos se tornaron oscuros nuevamente.
—Eso ni lo pienses— pronunció él con rabia—. Eres una abominación y yo te mataré.
Suspiré al escuchar aquello, él podía ser muy irritante pero lo último que quería era ser su enemiga. Recurrí a mi única opción disponible.
Comencé a recitar un hechizo para mantenerlo dormido a él y a los guardias que quedaban vivos.
« Involve arma Morpheus. Tolle quod tuum habe horas et ab altissimis usque ad somnia excitare »
Tan pronto lo terminé, Noah cayó en el suelo, las flores amortiguaron su caída.
Miré a mis acompañantes, mi hermano tenía la mirada algo perdida así que le regalé una corta sonrisa. Damaeth comenzó a guiarnos al bosque más cercano para alejarnos de aquél lugar y planear nuestra próxima búsqueda.
Tan pronto llegamos allí, todos nos sentamos sobre unas rocas. Estábamos exhaustos, Damaeth se encontraba muy pensativo antes de hablar.
—Falta encontrar el tesoro sagrado de los licantropos, de los duendes, de los vampiros y de las bestias.
Suspiré al escuchar la cantidad de cosas que faltaban, según mis cálculos, quedaban menos de dos semanas para el solsticio lunar.
—Yo sé donde está la copa del primer rey vampiro — comentó Nicholás.
—¿En dónde está? —pregunté con curiosidad.
—La tiene mi padre — respondió él con una mueca.
Damaeth iba a comentar algo pero se calló tan pronto escuchó unas pisadas algo lejanas. Con su mano hizo un gesto de silencio y sacó su espada.
Segundos después frente a nosotros aparecieron aquellos demonios que habíamos aniquilado.
—¡Pero los matamos! —exclamé con sorpresa.
Aquél que tenía unos cuernos gigantes sonrió al verme y con suficiencia hizo sonar su horripilante voz.
—Somos completamente inmortales y nada nos detendrá de traer a nuestra senora.
Iba a atacarlos cuando un humo de color negro comenzó a emanar de ellos, tan pronto lo olfateamos comenzamos a vomitar sangre negra.
Con debilidad caí al suelo al igual que Nicholás y Dameth. No podía moverme, el dolor era agonizante.
Uno de los demonios se acercó a mí hermano y lanzó sobre él una especie de polvo rojo. Neall cayó sobre los brazos de aquél ser de inmediato.
Intenté levantarme con todas mis fuerzas y recuperar a mi hermano pero mi cuerpo estaba muy débil.
Tuve que observar como se lo llevaban. Ellos habían ganado y no pude hacer nada para salvar a la persona más importante para mi.
Con rabia caí en la inconsciencia.
Espero les haya gustado el capitulo❤️
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