Capitulo XIX

La nefasta oscuridad abundaba en el lugar, vagos recuerdos de cuando llegamos al consejo vampirico permanecían en mi cabeza pero no conocía cuanto tiempo había trascurrido desde ese momento.

Traté de levantarme pero mi cuerpo se encontraba algo mareado y frente a mí podía sentir la fría presencia de alguien así que me mantuve en silencio.

No sabía cuales eran los planes de La Legión pero debía esperar lo peor pues ellos nos querían fuera de su camino, a pesar de que Morgan y yo éramos los herederos al trono de Jenovia parecía no importarles dañarnos.

El sonido de una puerta abrirse resonó en mis oídos y segundos después una fuerte luz iluminó el espacio en donde me encontraba.

Con lentitud levanté mis párpados mientras mis ojos se acostumbraban al fuerte color blanco.

—Neall Dakworth, príncipe de Jenovia y descendiente de la luna, por fin tengo el placer de hablar contigo —una carrasposa voz sonó frente a mí.

Al mirar en aquélla dirección, un anciano al que nunca había visto me observaba con una maliciosa sonrisa plasmada en su rostro.

—¿Qué es lo que planean hacer con nosotros? —pregunté a la defensiva.

No confiaba en ellos y menos les dejaría decidir sobre mí vida o la de los demás.

—No debes preocuparte, sólo queremos detalles de lo que Raizel te encomendó —habló el anciano con rabia.

Podía ver en su mirada el odio que éste sentía, los hombres que el ángel manipulaba parecían querer destruirlo y quedar libres de su control pero ¿por qué?

Se suponía que quienes trabajaban para él lo hacían por voluntad propia a excepción de los que elegía para recibir la gracia de un ángel, así que eso significaba que estaba cansados de servirle y no hallaban como escapar de ello.

—No tengo porqué hablar del pedido de Raizel —respondí con firmeza.

Aquél hombre de inmediato golpeó la mesa con fuerza dividiendola en dos, se veía furioso pero a los segundos su aura volvió a normalidad.

—Si no quieres hablar, tendré que pasar al castigo—pronunció con rencor—. Sé de tu poder oscuro, además de que rompiste las reglas al entrar al infierno.

—Eso no le da poder sobre mí o los demás para manipularnos —dije mirándole fijamente.

No hablaría sobre la orden del príncipe angelical, no cuando sabía que la vida de mi hermana dependía de ello. Él tenía el poder de regresarla en cualquier momento al infierno y encerrarla allí por toda la eternidad si era posible.

Pero había algo que la guardiana nos contó antes de marcharse, nos advirtió que destruir la puerta del infierno traería graves consecuencias a Transilvania y tal vez al mismísimo cielo.

La octava guardiana despareció del castillo junto a su esposo sin dejar rastro de ella además de que el consejo vampirico no tenía idea de su existencia o del hecho de que habíamos liberado a los sacrificios que fueron usados para encerrar a Lilith.

«Morgan, ¿Estás bien?» pregunté en mi cabeza pero no hubo una respuesta.

Debía asegurarme que los demás se encontraban bien pero tampoco podía salir de aquí mientras el anciano seguía observándome con rabia.

—No intentes usar tus poderes, en ésta habitación no puedes usar magia y menos tus dones—dijo él con burla.

Una ola de frustración me invadió pero debía mantener mi convicción firme porque no dudaría en darles pelea así tuviese que usar sólo la fuerza de mis puños.

—¿Qué es lo que buscan? —pregunté con curiosidad.

Si ellos pensaban destruir a Raizel, estaban equivocados pues eso se encontraba fuera de los parámetros hasta para mi hermana y yo. A Lilith podíamos vencerla con el poder de la luz pero a un ángel quien estaba compuesto por ella sería imposible dañarlo, era un oponente demasiado fuerte y casi invencible.

En nuestro estado actual estaba seguro que no podríamos durar peleando contra él ni siquiera unos minutos pues su poder nos superaba.

—Queremos el don que posee el ángel, desde que tenemos memoria ellos han decidido sobre nuestra raza pero es hora de que nosotros mandemos sobre todo incluso en el cielo.

La respuesta del anciano me hizo irritar de inmediato, poder. Lo único que buscaban era más poder del que ya poseían, a los vampiros no les bastaba con casi extinguir a las hadas, a los elfos o duendes. Ellos querían obtener el premio mayor, no imaginaba lo que el consejo podía llegar a realizar si obtenían tal fuerza pero sabía muy bien que era lo que harían primero.

Ellos exterminarían a las demás razas o las esclavizarían para cumplir sus extravagantes caprichos.

—Eso es imposible, Raizel es demasiado fuerte para ser vencido —respondí con una sonrisa.

—Todo ser poderoso tiene una debilidad y la de él es la inmensa oscuridad —habló el anciano con devoción mientras se levantaba del asiento.

—No hay un ser con poder oscuro que ustedes puedan controlar o que pueda vencerlo sin atacarlos a ustedes —grité con rabia pero al verlo sonreír comprendí todo de inmediato.

El motivo por el que nos habían llamado aquí no era para interrogarnos sino algo mucho más siniestro, una ola de rabia y arrepentimiento se instaló de inmediato en mí al no haberme percatado antes.

—Tú sabes muy bien quién tiene su alma conectada a un ser maligno y acceso a su poder —comentó aquél hombre saliendo de la habitación.

—Deja a mi hermana en paz—grité.

Lleno de furia me levanté a golpear la puerta pero ésta se encontraba cubierta en el exterior por una gran cantidad de magia y mi fuerza no era suficiente para quebrantarla.

Estaba atrapado en una jaula sin poder hacer nada mientras mi hermana estaba siendo usada para sus experimentos e incluso para perderse nuevamente a sí misma. Ella poseía la sangre de Lilith tras la unión que habían hecho para enviarla al infierno y mediante ésto podían despertar el poder oscuro de aquélla reina en Morgan, aunque si ésto fallaba la matarían en el proceso.

Pero a ellos éso no les importaba, su intención era sacrificar cualquier cosa a cambio del poder de un ángel. Otra vez no había podido cumplir mi  promesa, Morgan estaba a punto de ser herida y no tenía como protegerla.

Hola :3
¿Qué les parece la nueva hermosa portada?

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