Capitulo V
—Ahora ya no te convertirás en un demonio—dijo ella con gran satisfacción.
—¿Qué me hiciste? —pregunté con preocupación.
Había visto y sentido una cadena envolverse alrededor de mi corazón. Eso no era algo normal, y menos el poder que ella había usado.
Los vampiros no podían usar magia a excepción de quienes poseían sangre de brujas. Ellos sólo podían controlar o realizar un elemento, además de tener un don.
Pero ella había usado magia de luz, o eso parecía.
—Te lo explicaré, he sellado la magia oscura que llevas en tu interior. Esa cadena te protege de ti mismo, pero también retiene algo de tu poder—comentó ella antes de tomar una copa de sangre.
Suspiré reflexionando lo que ella había dicho, ésto no se hallaba en libros y era algo que me dejaba sin respuesta.
El silencio llenó la sala, pero sabía que en éstos momentos Noah y los demás tenían la cabeza llena de pensamientos.
—Neall, será mejor que hablemos—dijo Noah mirándome con preocupación.
Sabía que debíamos hablar pero no en este lugar, no podía revelar mis verdaderas intenciones a esa mujer así que ignoré las palabras de Noah.
—Entiendo, así que iré a destruir la llave del infierno—pronuncié con firmeza.
Intentaba sonar lo más crédulo posible, ella se acercó y me observó fijamente. Quería que apartará la mirada pero la sostuve, mi idea no fallaría.
—Neall ¿Qué estás diciendo? —preguntó Alaska con horror.
—Debemos destruir esa llave, Morgan ya no puede ser salvada—dije con sequedad.
A pesar de que intentaba sonar neutro, el dolor se instaló en mi pecho con sólo pensarlo.
—Que buen niño eres, Raizel estará contento y te dará una buena recompensa—dijo Eva con una sonrisa.
Nicholás me miró confundido al igual que Saori, no podía decirles nada. Suponía que aquélla mujer no nos creería si ellos actuaran de buena forma.
Alaska me gritaba a medida que salíamos del castillo, mis padres fueron enviados a través de una limusina a Jenovia nuevamente sin poder despedirme de ellos.
Todos llegamos a la Academia junto al director quien mantenía una terrible expresión, suponía que mi abuelo sabía algo y no quería hablar sobre ello.
—Mañana hablaré con todos ustedes— dije alejándome.
Caminé en dirección a las habitaciones, por alguna razón me encontraba muy cansado. Tan pronto mi cuerpo tocó la cama, caí en un sueño profundo.
Aunque no fue tan placentero como esperaba.
—Neall—susurró Morgan. Mi hermana se encontraba allí, su cuerpo estaba atado a una cadena y a su alrededor varias llamas de fuego la atacaban.
—¡Morgan! —exclamé.
Corrí hasta llegar a ella, pero su cabello se tornó blanco y una copia exacta de mí apareció en su lugar.
Sus ojos se convirtieron en dos faros oscuros y una sonrisa cínica apareció en su rostro.
—Duerme Neall—pronunció él golpeando mi rostro con su mano.
En ese momento desperté de un salto.
Nicholás se levantó y me observó inquisitivamente, no era raro despertarlo a éstas horas por una pesadilla. Los últimos meses había tenido cientas de ellas y él al ser mi compañero de cuarto debía soportar mis gritos.
—¿La viste? —preguntó él sin mirarme.
—Por un momento creí verla—respondí recordando.
—Todos la extrañamos —dijo Nicholás con seríedad.
Después de eso no pude dormir más, duré repasando varias horas en mi cabeza todo lo que había aprendido.
El día siguiente llegó junto a la luz del sol, sin pensarlo dos veces me dirigí a la oficina del director. Debía hablar con él las dudas que permanecían en mi cabeza y las preocupaciones que me llenaban.
Toqué dos veces la puerta antes de entrar, al otro lado una montaña de hojas invadían el escritorio. Mi abuelo se encontraba organizando pero tan pronto me vio, se detuvo.
—Sé a lo que vienes—dijo él pasándose una mano por la frente.
—¿Quién es esa mujer y qué es lo que busca? —pregunté en voz baja.
El antiguo rey de Jenovia se levantó de la silla y tomó un libro de los estantes, de inmediato pude reconocerlo. Aquél era el libro rojo y poseía información sobre todas las razas que vivían en Transilvania.
—No sabemos mucho sobre ellos, pero hay un poco de información aquí —dijo pasándome el libro.
Éste se encontraba abierto y en una de las últimas páginas. En grandes letras se encontraba una palabra que cualquiera podía descifrar.
La marca del ángel.
Según el libro, eran controlados por el poder angelical, ellos realizaban cualquier tarea en nombre de ellos sin importar que horrible sea.
También especificaba que no sólo sucedía en vampiros sino también en las otras razas y existían siete marcas distintas.
Aquello llamó mucho más mi atención, ellas se dividian en: Verdad, control, dolor, castigo, libertad, crear y felicidad. Eran la gracia que el cielo les había otorgado para vigilar la tierra.
Tras leer ésto una mueca se asomó en mi rostro, ¿Por qué se empeñaban tanto en no salvar a Morgan?
Ella había cumplido su deber, y merecía poder vivir su vida. Estuve a punto de preguntarle algo al director pero mi cuerpo se quedó inmóvil.
De su cuello una luz resplandecia en forma de estrella, sin pensarlo desate mi energía y tal como nos había enseñado el maestro de control, la transforme.
Una espada azul apuntaba la cabeza del antiguo rey. Por mi mente pasaron explicaciones pero ninguna resolvía lo que estaba viendo.
—¿Quién eres?—pregunté con rabia.
—Arion Dankworth, décimo quinto rey de Jenovia—dijo él mirándome fijamente.
—No te creo nada, tienes una de esas marcas—refuté.
Él suspiró e hizo una mueca antes de responder.
—Puedes confiar en mí, yo te ayudaré a salvar a Morgan. Además ustedes son mi familia, jamás le haría daño.
Sus palabras eran convincentes así que bajé la espada y la hice
desvanecerse.
—¿Eres parte de ellos? —pregunté.
—No tengo idea, sólo se que días después de que ustedes me encontraran, me apareció una marca—respondió él con duda.
Tal vez debía creerle, algo en el fondo me decía que podía confiar en sus palabras. O tal vez sólo mi mente me jugaba una mala pasada por el parecido entre él y Morgan.
El timbre sonó interrumpiendo mis pensamientos, de inmediato me dirigí a la puerta y la abrí.
—Será mejor que busques a tus amigos, debemos buscar las ruinas pronto—comentó él antes de que saliera.
Con rapidez llegué a la clase de agilidad, podía observar como diferentes estudiantes llegaban al campus pero uno de ellos me sorprendió.
Unos metros más allá se hallaba Arael, él me regaló un saludo y una sonrisa. Su cabellera azulada delataba su origen y eso causaba que los estudiantes observaran con curiosidad.
Pero no era el único de una especie diferente. Desde mi posición podía observar varios licantropos, elfos y hadas.
La Academia había decidido aceptar a todos aquellos de diferentes razas que quisieran entrar en ella y tuvieran sangre noble.
—¿Partiremos ésta noche? —preguntó Noah a mis espaldas.
—Sólo iremos a observar, primero debemos recuperar la flor del Drya —dije apretando la mandíbula.
Aquélla mujer aún la tenía, pero algo me hacía no creer en ella y su información.
—Mi madre ha conseguido una audiencia con el rey de los duendes—comentó Arael llegando a nuestro lado.
Un alivio se instaló en mí. Lo mejor sería partir a la tierra de Dryadalis ésta noche.
¿Qué les pareció? 😁
Espero les haya gustado✨
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