Capítulo 12

Zoro observó cómo la chica dejaba ver levemente una marca tras su oreja. Ahora varias cosas cobraban sentido, ahora entendia por qué siempre se movia cuando él le acariciaba la cabeza y pasaba cerca de esa zona. Por qué no dejaba que sus amigas le peinaran. O por qué jamás habia querido tener el pelo corto a melena.

- Yuki...- murmuró él con intención de acercarse y pasar sus dedos por aquella horrible marca, pero la chica solo soltó su cabello de inmediato y se mantuvo alejada.

Zoro se detuvo y la observó. Ella miraba el suelo, lo habia mirado desde que su historia habia empezado hacia ya más de una hora. El chico tomó aire y suspiró, no podia creer todo lo que le estaba contando.

Siempre se veia tan feliz, cómo si su mayor preocupación en toda la vida no hubiera sido más que vigilar a Luffy. Sonrió de lado al pensar que de ahi venia si fuerte caracter. Con una infancia asi, cualquiera tendria ese tipo de caracter. La volvió a mirar, y luego miró sus manos, tiritaban de forma leve y las apretaba en forma se puño sobre sus rodillas. Eso solo le daba a Zoro una señal.

La historia aún no terminaba.

Se quedaron asi, varios minutos en silencio. Ella mirando el suelo intentando normalizar la respiración, y él mirandola a ella, intentando reprimir las ganas de abrazarla. Yuki tomó mucho aire antes de proseguir:

A pesar de que ya no debería dolerme, cada vez que la rosaba con mi mano, me ardia, y un grito salía de mi garganta. Me volvieron a aplicar los sueros, pero logré recordar cuales eran los que me nublaban los sentidos, y de alguna forma logre evitar que me los pusieran.

Empecé a releer los libros que me había dado mi tio, para evitar que mi padre me los quitara los escondia, nunca los encontró. Durante ese año aprendí artes marciales, y empecé a estudiar algunas cosas sobre como funcionaba el mundo.

Antes de cumplir los 5 años ya sabia todo lo que un adulto aprenderia hasta los 50 años. Faltaba menos de un mes para mi cumpleaños, y ya lo tenia todo planeado, durante la noche de este, escaparia.

Aún no sabia a donde iria, pero cualquier lugar seria mejor, y me había armado de valor el día que oi a mi padre hablar sobre que ya me había elegido un marido, y que me casaria cuando cumpliera los 17.

Llegó el día de mi cumpleaños, como siempre, mi padre no dejó a nadie asistir, y lo único que tuve fue una costosa pulsera con varios diamantes incrustados, un pastel y un abrazo de parte de mi padre. Pasee por el jardin con mis sirvientas, mirando disimuladamente las paredes que separan el amplio jardin de la calle.

La noche se hizo presente, era verano y por suerte no hacia frio, en una pequeña mochila puse algo de comida y la pulsera, talves podría venderla y así obtener algo de dinero, guarde un chaleco y fui a cambiarme de ropa. Me puse un jeans, zapatillas y una polera manga larga, no quería que las marcas de mis brazos fueran visibles.

Tome la mochila y escapé por mi ventana, por suerte mi habitación estaba en el primer piso. Evadi a los guardias que vigilaban en la noche, trepe un arbol, y por primera vez en mi vida le agradeci a mi padre los dotes que me había obligado a obtener.

Solo recuerdo que corrí, no recuerdo hacia donde, solo que corri. Corri toda la noche, sin voltear en ningún momento, corri y corri. Ya no volveria, encontraia un nuevo comienzo, aunque eso me costara la vida...

Llegué a un barrio oscuro, no parecía ser muy seguro, y menos para una niña de 5 años, pero no me importo. Había estado corriendo toda la noche y ya se empezaban a ver los primeros rayos de sol, lo que me indicó que estaba lejos de mi antigua prisión.

Me detuve por primera vez en toda la noche, había gente durmiendo en la calle, y recordé todo lo que me contaba mi tio. Que en el mundo había tanto alegría como tristeza, odio y amor, riqueza y pobres6a, pero a mi padre solo le importaba el poder.

Empecé a caminar desconfiada, estaba cansada y con hambre, pero no sabia en donde podría cambiar la pulsera por dinero, así que solo caminé. Mis sentidos estaban adormecidos, pero no por culpa de un suero, si no por la incertidumbre, no sabia lo que me esperaba, ni lo que debía hacer ahora.

Doblé en un callejón y me senté en el suelo pegada a una pared, abrace mi mochila y me acurruque como pude. Empece a mirar desde ahí, la basura, la calle, los pequeños negocios sucios, las personas...

Ví un pequeño negocio de frutas, mi estomago empezó a gruñir, pero entonces, un niño llamó mi atención, dos para ser precisa. Un chico rubio y con un sobrero de copa azul empezó a conversar con la anciana que atendia, mientras que otro de cabello negro y pecas comenzó a poner multiples manzanas en un saco.

La señora lo vio y sujetó de la polera, también agarro al chico rubio, para ser anciana tenia bastante energia y fuerza, no sé por qué lo hice, solo sé que fue por instinto. Abrí mi mochila con mucha rapidez, y de la pulsera saqué uno de los diamantes, me paré y me acerque a la mujer.

- Yo pagaré las manzanas- dije para llamar su atención, la señora me miró de arriba a bajo.

-¿Y con que planeas pagar mocosa?- me miró con indiferencia y asco, nunca antes me habían mirado así, y para ser sincera no me molestó. Le mostré el diamante y ella dejó caer a los dos chicos, abrió la boca y me quedó mirando impresionada- ¿De donde lo has robado?

- Yo no he robado nada, y no creo que usted esté en el derecho de acusarme de ladrona- le hablé despectiva y con autoridad, otra cosas que le agradeci a mi padre por enseñarme- Solo acepte el diamante y deje ir a los dos chicos con las manzanas.

La señora me volvió a mirar de arriba a bajo, me quitó el diamante de las manos y nos echó junto a algunas groserias.

-¿Por qué nos ayudaste?- me preguntó el pelinegro cuando ya estuvimos lejos del negocio.

- No sé...- respondí con la mirada en el suelo.

-¿De donde sacaste ese diamante?- me volvió a preguntar de mala gana.

- De ninguna parte...- dije sin levantar mi mirada del suelo.

- Oye Ace, no seas tan cruel, nos acaba de sacar de un buen lio- habló el chico rubio- ¿Qué edad tienes?

- Ayer cumpli 5 años...- ambos jóvenes me miraron incredulos, de seguro les sorprendió la capacidad que tuve para manejar la situación con solo 5 años, sentí como mis mejillas empezaban a tornarse rojas por culpa de la atención extra que estaba recibiendo de los chicos.

Mi estomago rugio y solo logré ponerme mas roja, el pelinegro abrió el saco con manzanas y saco dos, me las tendió y me miró serio, yo observé atenta las manzanas y luego a él.

-¿Qué esperas? Tomalas o te moriras de hambre- me habló el chico, yo las tomé con cautela.

- Gracias...-murmuré, el rubio me sonrío y comenzó a caminar, mientras que el pecoso me echó una última mirada de pies a cabeza antes de seguirle.

Me quedé mirando como ambos chicos se alejaban, estaban bastante sucios y con algunas vendas, me pregunté si vivirian en la calle. Y recién en ese momento, me di cuenta de que no les había preguntado sus nombres.

Esa noche dormí en la calle, me envolví en mi chaleco e hice una cama improvisada en el mismo callejón desde el que había divisado a los dos jóvenes, a pesar de estar en esa situcion, me sentia feliz. Me sent6ia libre.

Había guardado una de las manzanas que me había dado el chico. Cuando amaneció empecé a caminar por ese nuevo barrio, necesitaba cambiar los diamantes por dinero, necesitaba encontrar una nueva forma de empezar.

De seguro mi padre ya debía estar buscándome, pero no me importó. Mientras caminaba escuché mucha bulla venir desde una calle, las personas pasaban de forma rápida y sin mirar, la curiosidad me ganó y me acerqué.

Me asomé con cuidado y ví a los mismos chicos del día anterior, habían también otros 4 hombres grandes, se veian molestos.

-¡Devuelvannos nuestro dinero antes de que los molamos a golpes!- habló uno de los hombres.

- Me gustaria verte intentandolo- el pelinegro le habló burlón, a pesar de que el hombre podría fácilmente triplicar su altura.

-¡Malditos mocosos!- otro de los hombres se acercó al rubio y fue a darle una patada, pero el chico se le adelanto dandole con un fierro en la entrepierna, el hombre soltó una sonora palabrota antes de retroceder un paso.

-¡Hasta aquí llegaron mocosos!- el hombre más grande y musculoso de todos se acercó a ellos seguido de otros dos.

De alguna forma lograron esquivarlos y darles con los fierros en un brazo y una pierna cada uno, los chicos tenian una expresión calmada y fanfarrona en el rostro, pero sus cuerpos temblaban levemente. "Una señal de duda" recordé las palabras de mi maestro de artes marciales.

-¿¡Por qué no solo nos devuelven el dinero malditos mocoso!? Quizás hasta los perdone- rió el hombre más grande, quien tenia pinta de ser el jefe.

-¿El por qué? Simple - habló el rubio mintras sonreía.

- Es porque nosotros vivimos libremente- completó el pelinegro con la misma sonrisa fanfarrona.

Me quedé maravillada mirando a esos dos chicos, sentí una gran admiración por ellos, pero con esa admiración, me invadio una sensación de querer protegerlos.

Miré a mi alrededor y traté de pedir ayuda a alguna persona que fuera pasando, pero solo conseguí una que otra palabrota y/o empujon. Volví a asomame y ví que los niños estaban rodeados, algo se encendió en mi, no sé exactamente que fue, pero corrí hacia un poste que había y lo trepe.

Caminé por arriba de el y logré quedar justo sobre el hombre mas grande, mi padre siempre había dicho: "Si cortas la cabeza, el cuerpo caera."

En el ser humano hay unos puntos que si se golpean con la fuerza exacta provoca que la persona quede inconciente, como yo no tenia mucha fuerza me habían enseñado todos esos puntos en el cuerpo.

Miré hacia abajo y estaba a bastante altura, el chico rubio ya me había visto de reojo, y parecía bastante alarmado de lo que fuera que yo tuviera en mente. No sé cómo lo hice, solo sé que lo logré.

Salté y golpee en el hombro del jefe con mi pie, este cayó al suelo inconsciente y yo rodé sobre él, cayendo sentada justo delante de los dos chicos.

-¿Pero qué...?- hablaron los dos al mismo tiempo mientras me miraban incredulos y yo les sonreía de forma inocente y divertida.

-¡Jefe!- gritaron los otros tres hombres, nos miraron por unos segundos y murmuraron algo que no alcancé a escuchar, tomaron entre todos al hombre inconciente y se fueron.

- Gracias, es la segunda vez que nos sacas de un lio- me habló el rubio mientras me ayudaba a levantarme.

- Yo podía solo contra ellos- reclamó el pecoso.

-Pues eso no era lo que yo veía-hablé con una sonrisa burlona.

-¿Quién te crees que eres mocosa?- me preguntó mientras amenazaba con golpearme, instintivamente me protegi la cabeza, de seguro me asusté mucho, porque él me miró arrepentido.

- Oye Ace, no seas tan malo, la chica nos ha sacado de un buen lio- habló el rubio.

- Eh...Disculpen...-hablé mientras los miraba sonriente, los dos chicos me volvieron a mirar- eso que dijeron...de...de vivir libremente...- me sonrieron orgullosos.

- Así es, nosotros hacemos lo que queremos sin arrepentimientos- habló el pelinegro que al parecer se llamaba Ace.

Miraba a esos dos jovenes con emoción, era la segunda vez que los veia, pero algo en ellos me hacia sentir feliz y llena de esperanzas.

- ¿Cómo te llamas? - el chico rubio me sonrió con dulzura, y por un momento, dudé.

- Yuki - respondí finalmente.

- ¿Apellido? - cuestionó Ace.

Por un segundo quise huir, sentí que ya no estaba segura. Bajé la vista, sin saber que hacer. La gente no iba por la vida sin un apellido, y a mi no se me ocurría que decir. Y ahí estaba de nuevo ese sentimiento. Ahí estaba de nuevo el miedo.

- Ace, dejala, eso da igual - a pesar de que habia sido defendida mantenia mi mirada en el suelo - yo soy Sabo.

- Un gusto - murmuró con con una reverencia. Ambos me miraron, y yo no entendí su sorpresa, asi me habian enseñado que se saludaba. Ace carraspeo antes de empezar a hablar.

- Creo que ya es tarde - se dieron una mirada cómplice.

- Si, tienes razón - el rubio me sonrió - gracias de nuevo por salvarnos. Ojala nos veamos de nuevo otro dia.

El otro se despidió con una señal de la cabeza, y ambos se fueron del callejón. Me quedé ahi, sin saber que hacer ahora. La verdad, ni si quiera estaba segura de dónde estaba. No tardé mucho en decidir que hacer.

Los seguí.

Yuki se quedó en silencio, con una sonrisa nostálgica y mirando al suelo. Zoro se preguntó si en algún momento lo veria a los ojos de nuevo.

- ¿Y qué pasó? - rompió el silencio, con ansias de saber más. Era como conocerla por primera vez, y aún asi, la veia tan hermosa como ese primer dia.

- A veces pienso en ese momento - murmuró - cuando tomé la decisión de entrar en la vida de aquellos dos niños. Y dejar que ellos entraran en mis problemas...

Zoro se acercó de forma lenta a ella, y de la misma forma tomó su mano. Ella no se movió, ni para retirarla, ni para mirarlo.

Un silencio los volvió a invadir. Bajo el tacto del chico ella aún temblaba, Zoro se preguntó si habia estado temblando durante todo este tiempo. Solo pudo apretar más fuerte su mano, intentando darle fuerza, fuerza para seguir contandole esa historia.

Fuerza para seguir.

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Hola!

Asi es, subí otro capitulo jeje. ¿Opiniones? ¿Que creen que pasara en los proximos capitulos?

Les cuento brevemente. De mañana a domingo estaré trabajando a full en mi universidad. Despues tengo una celebración por mi cumple, asi que desde el martes ya podre decir que spy oficialmente libre. Asi que ahi me pondre a escribir a full para tener varios capitulos.

Muchas gracias a todos lo que no borraron está historia de su biblioteca. Tienen un lugar muy especial en mi corazón ♡

Nos leemos pronto.

Besos ♡

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