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- ¿Mm...? ¿Flores nuevas? ¿Tienes un jardín ahí dentro? - preguntó bromeando mientras iba a su cama a coger la diadema y la foto, pues aunque se fiaba totalmente de Bell, no lo hacía de los celadores.- Perdón por romper el jarrón... Estaba demasiado furioso.

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-Está bien... lo entiendo... también he destruido cosas que me importaban en mis peores momentos... - mi tono sonaba comprensivo para que no de sintiera mal.- Sí, bueno... solo estas rosas han soportado vivir dentro de mis sombras. Las demás flores se marchitan o ni siquiera crecen... por eso... hice un pequeño jardín de flores para siempre tenerlas conmigo... siento que son como yo... pueden vivir en las sombras sin problemas...

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- Hay muchas flores que soportan la oscuridad y la presión... Hay flora hasta en los lugares más recónditos del planeta... Seguro que hay más que puedan vivir en tus sombras.- dijo sonriendo y sentándose en la cama cruzando las piernas.- Ya puedes llamar... No me moveré de aquí, quizás así entren con menos miedo.

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-Vale, pero yo tendré que irme. Dejé tu comida sobre la mesita. Está cubierta, así que no creo que puedas olerla, pero ten cuidado de no tirarla.- me acerqué a él sonriendo y le dejé un beso en la mejilla.- Buenas noches, Travis.

Salí de su celda y pulsé un botón fuera de esta para llamar a los celadores. Les dejé instrucciones de que no lo molestaran y solo arreglaran el desastre. También les pedí que ubicaran todo como mismo estaba antes, no quería que Travis tuviera percances. Luego de ello, fui a mi habitación a darme un baño. Aún tenía el rostro lleno de sangre de las manos de Travis, solo que no contaba que al llegar Alice me viera.

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Alice al verla abrió mucho los ojos, corriendo hacia ella como si la vida le fuera en ello.

- ¿Qué diablos te pasó? ¿Estás herida? ¿Quieres ir a ver al médico? ¿Te encuentras bien?

Alice la abrazó entre tantas preguntas, sin importarle en absoluto si se manchaba o no, estaba más que acostumbrada a la sangre después de todo.

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-Tranquila, terremoto de fuego...- dije sonriendo apenada, aunque estaba conmovida por la preocupación, pero era Alice, todo lo exageraba.- No es mi sangre, es de Travis...- dije al separarme de ella.- Tuvo un... Uhm... accidente por su ceguera y terminó herido...

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- Pobrecito... Son cosas que pasan... Por suerte te tiene a ti para preocuparte por él.- dijo la mayor sonriendo suavemente.- Me alegra que estés en el comité... Ahora ve a darte un baño, creo que yo también necesitaré uno, jeje

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Como dijo Alice, me di un largo baño que resultó realmente reconfortante. Luego fui a mi cama y me acosté un rato mirando al techo. Me preguntaba sobre todo... ¿por qué Duncan había venido a mi mente cuando perdí el control? ¿Por qué estaba pidiéndole que no me dejara sola...? Con estos pensamientos rondando mi mente y sin comprenderlos aún, me quedé profundamente dormida.

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Alice fue a ducharse también y al salir encontrándose con Bell dormida sólo pudo mirarla con ternura y arroparla suavemente.

Tras asegurarse de que estaría cómoda, se fue a su cama y se tomó sus pastillas antes de irse a dormir profunda y felizmente.

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A la mañana siguiente desperté un poco más descansada. Tenía la mente más en paz que lo normal. Alice, como siempre, aún roncaba en su cama hecha toda un desbarajuste. Escribí en una libreta una nota de que le diera a Orión la petición de seguimiento al comportamiento de Travis para autorizar su salida.

Luego fui a la cocina a preparar el desayuno de Travis. Estaba de buen humor, tanto que me dio por ir caminando hasta el ala C, al fin y al cabo, era bastante temprano. Sin embargo, me detuve cuando me pareció escuchar la voz de Duncan cerca de donde yo estaba.

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En la mañana siguiente agarré mi bastón y salí, estaba mucho mejor, al menos en lo que una persona normal lo está. Quería estar con Bell, era mi único deseo en ese día, quería permanecer con ella en este día en el que mejor me sentía.

Me encaminé hacia el ala C sabiendo que pronto era la hora del desayuno y que ella iría a darle su parte a Travis.

Por el camino me encontré con el que, sin duda era la persona a la que menos esperaba, no era ningún amigo mío, nadie a quien me apeteciera encontrarme en ese momento. Simple y llanamente me encontré con el padre de Orión.

- Duncan... Me alegra verte entero. Parece que estás mejor, me preocupé por ti cuando me llamaron.- dijo el señor presidente.

- Estoy bien, señor... Estaré aun mejor para esta noche.- dije guardando en todo momento la compostura.

- Sé que no me fallarás, me han dicho que vendrás con una dama... Me gustaría conocerla.

- Tendrá que esperar a esta noche, señor.

- También he oído que hay alguien nuevo en el comité que se encarga de Travis.

- Sí, señor, es una chica capaz y realmente creo que hay posibilidad de que Travis sea reinsertado en la academia.- dije totalmente serio.

- Si tienes fe en ella, entonces también la tendré. ¿Orión y Alice? ¿Cómo están?

- Eso tendrá que preguntárselo usted, señor, está noche, en la cena.

- Ya sabes que no se fían de mí de la misma forma que tú...

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Cuando me acerqué al lugar donde escuchaba las voces, me hice sombra para no ser descubierta. ¿Ese era el padre de Orión? Pero ya voy conociendo a Duncan de cierta forma, y creo que lo noto extraño frente a ese hombre.

Me quedé allí escuchando atentamente, habían cosas que hablaban que me interesaba saber. Duncan hablaba de mí, eso me hizo sonrojar. Pero mencionaban mucho la cena. ¿Por qué el presidente contaba tanto con la ayuda de Duncan y esperaba que estuviera disponible para él?

Esperaba que dijeran algo más que me ilustrara y aclarará mis dudas. A pesar de todo lo que aprecio a Duncan, cada vez me aparecían más secretos sobre él.

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