30
Sonreí con un leve sonrojo coloreando mis mejillas. Asentí sabiendo que se percataba de mi movimiento y fui en busca de la celda de Rose.
Di varios pasos buscando la ubicación de la chica y pasando por varias celdas que algunas dolían de solo ver cómo estaban sus prisioneros. Hasta que al fin, me detuve frente a la celda de la chica.
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La chica parecía ser apenas más alta que Bell y un poco demasiado delgada. Muchas partes de ella estaban cubiertas por vendas y no parecía moverse de la cama.
El pelo, castaño claro y enmarañado que poseía estaba demasiado largo y poco cuidado. Enormes ojeras decoraban sus delicados ojos azules que atravesaban el cristal en dirección a Bell.
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Abrí la puerta de la celda con mucho cuidado y la cerré tras entrar. Me acerqué a paso lento a ella, pero, como mismo había hecho con Travis, no le demostré miedo.
-Hola, Rose. Soy Bell, una estudiante de primer año que se unió al comité disciplinario hace poco. Me han dicho que debo ayudarte. ¿Quieres darte un baño?
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- ¿Una chica de primero en el comité? Eso sí que es nuevo... Al menos ya no tengo que depender solo de Alice.- dijo ella con una voz tan dulce como el azúcar.- Zí, por favor, me gustaría al menos poder bañarme y quizás, si es posible, también lavarme el pelo.
Aparentaba ser tremendamente educada para estar en el ala C... Pero como bien había dicho Duncan, era la más racional de todos.
- Supongo que no te han dicho mi problema...- dijo sonriendo antes de señalar una silla de ruedas en un rincón de la habitación.- Si tienes prisa o algo que hacer, con darme una ducha rápida estoy bien.
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Al ver la silla de ruedas, recordé las palabras de Duncan. Todos tenían algo, al parecer Rose no podía caminar. Tomé la silla y la acerqué a su cama.
-No tengo ninguna prisa, vine aquí ayudarte. Toma tu tiempo para lo que necesites hacer.- le tendí la mano.- Vamos, apóyate en mí, te ayudaré a sentarte.
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Rose no se movió de su sitio, ni hizo ademán de tocarla. Quizás Bell no se hubiera dado cuenta, pero en el caso de que Duncan la viera la regañaría por ser tan temeraria.
- Dijiste que te llamas Bell, ¿no?- dijo ella señalando un traje blanco que cubría prácticamente todo el cuerpo.- Tienes que ponerte eso para tocarme.- Mi poder es matar todo lo que entra en contacto directo con mi piel.
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Tragué saliva al escucharla y rápidamente me puse aquel traje. Era un poco caluroso, incómodo y me quedaba bastante grande, pero era lo que había.
-¿Así está mejor?- pregunté regresando con ella.- Tu poder es bastante peculiar...- le sonreí apenada y volví a ofrecerme para ayudarla a sentarse en la silla.
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- Los poderes se manifiestan de formas diferentes dependiendo de la personalidad y vivencias de la vida de cada persona.- dijo Rose antes de apoyarse en ella y logrando sentarse en su silla.- Pero tranquila, normalmente hay un margen de 5 o 7 segundos antes de que mi poder haga efecto, a no ser que esté enfadada.
Tras eso, con calma, ella misma comenzó a llevar las ruedas de su silla para moverse.
- ¿Puedes abrirme la puerta? Y gracias de nuevo, eres muy amable.
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Me parecía demasiado educada para alguien que estaba encerrado en el ala C. Me adelanté un poco a ella y le abrí la puerta como me lo pidió.
-No tienes que agradecer, vine para ayudarte.- dije con una sonrisa cordial, aunque el cristal del traje casi no me dejaba ver.
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- Debes estar confusa... Después de todo, te han dicho que en el ala C todos somos peligrosos... Y no se equivocan.- dijo Rose con calma mientras salía de la celda.- Pero no todos estamos necesariamente locos, salvo cuando nos dan ataques, son gajes del oficio.
Rose llegó hasta afuera con la ayuda de su silla, esperando a que Bell terminara de cerrar la celda y llegara hasta donde ella aguardaba.
Rose iba algo despacio por culpa de que la fuerza en sus manos no era la mayor precisamente, pero al menos estaba relajada y disfrutando de la escasa compañía.
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-Todos tienen su forma de lidiar con sus poderes. Admito que hay muchos que son complicados de controlar, pero quiero pensar que hay una alternativa para cada uno.
Al notar que mi paso era tan lento por mantenerme a la velocidad de la silla de ruedas, me ofrecí a empujarla con un gesto de mi mano y sonriendo.
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- Gracias... Lamento hacerte caminar tan lento.- dijo ella muy calmada y dejando que Bell la ayudase.
Parecía tan serena y tranquila que hasta era extraño que estuviera en el ala C, pero al contrario que con los demás, Rose quería estar allí.
- La alternativa que te da la academia para eso son las medicinas... Pero no quiero ser esclava de mi propio poder. Prefiero morir siendo como soy que obligarme a tomar algo que no es natural.- dijo sonriendo ampliamente.- Aunque no lo parezca fui campeona de atletismo en la secundaria.
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-¿En serio?- dije desde detrás de ella mientras empujaba la silla con dirección al baño.- Pero... ¿por qué entonces no puedes caminar...?
Recordé que Duncan había mencionado que los del ala C habían resultado tener alguna consecuencia por el mal uso de su poder, ya fuera física o mental. Aunque, pensando en la historia de Travis, su ceguera no fue por ello.
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- Porque en su momento usé demasiado mis habilidades... No solo mato todo lo que toco, también soy capaz de revivir cualquier ser vivo que lleve menos de 6 horas muerto.- dijo encogiéndose de hombros.- Incluido personas.
Rose se acomodó ligeramente en la silla a la vez que suspiraba profundamente.
- Mi límite eran 3 en un día...pero en menos de dos días reviví a 400 personas, al principio sólo me sentía cansada, así que me fui a dormir como siempre. No era la primera vez que pasaba mi límite, pero sí que lo hacía por tanto. Cuando desperté a la mañana siguiente no podía mover las piernas y... Cuando intenté revivir un girasol del jardín... No pude hacerlo.
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