Capítulo XLVII. Planes y Sorpresas (Parte 1)
Al día siguiente...
A primera hora de la mañana los autobuses estaban preparados para llevar a los estudiantes y profesores fuera de los terrenos de la Academia Carmesí. Eran doce autobuses tipo autocar para viajes largos. Todo el mundo se encontraba en la entrada con su equipaje, todos se despedían de sus amigos y se felicitaban por las fiestas por adelantado. Ningún estudiante llevaba ya el uniforme, todo el mundo iba con su ropa personal, su propio estilo. También los profesores iban de casual.
―¿Me creéis si os digo que ya echo de menos este lugar sin haberme ido? ―preguntó Edu.
―Pues la verdad es que no ―dijo su hermano Sebas a su lado.
―Eres un insensible.
―Y tú un aspirante a sentimental.
―Vamos, chicos. No discutáis ahora ―pidió Gina, disfrutando del humor de los gemelos―. Estas semanas pasarán volando; además, que tendréis muchos regalos que enseñarme cuando volváis.
―¡Eso es verdad! ―dijeron los dos a la vez, ahora más animados a irse.
Ellos no lo decían en voz alta, pero Gina sabía de sobra que ambos quisieran quedarse con ella o que ella se fuera a su casa en vez de quedarse en la academia. Por desgracia la conocían muy bien y sabían que rechazaría la invitación sin dudarlo. Aun así, no cesaron en intentarlo:
―¿Seguro que no te quieres venir? ―preguntó Edu―. A nuestros padres les encantará tener a una chica tan guapa como tú en estas fiestas. Venga, anímate.
Gina le dio un abrazo a cada uno con cariño antes de responder.
―Darles un beso de mi parte y dejad de preocuparos por mí, estaré bien. Os lo prometo.
―Lo dices por Ángela, ¿no es así? ―dijo Sebas viendo la sonrisa radiante de su amiga. Ella algo sonrojada asintió―. En ese caso me quedo más tranquilo.
―Gracias, Sebas.
―Por cierto, ¿sabéis dónde está Sarah? ―preguntó Edu buscándola con la vista. No la veía por ningún lado―. Me ha sorprendido saber que también se iba a casa por vacaciones cuando siempre suele quedarse aquí en la academia contigo, Gina.
―Eso es verdad ―coincidió su hermano extrañado. Entonces miró a Gina―. ¿Tú sabes por qué se marcha este año? ¿Le ha pasado algo a su familia o algo parecido?
Gina ladeó una cabeza de un lado a otro, sin mirarlo a la cara.
―No me ha comentado nada.
«¿Esperas que acepte que te hayas convertido en su puta particular, como Michelle y Anastasia? Esperaba más de ti, Gina. Ya no te reconozco. ¡Te odio!».
Gina tenía esas palabras en la mente; las últimas palabras que le dijo Sarah antes de marcharse. Con lo ocurrido anoche Gina estaba segura de que Sarah no pensaba quedarse más en la academia, no tenía motivos para ello.
Aquella mañana temprano salió de su habitación para buscarla, preocupada, pero no la encontró por ningún lado. Temía que Sarah hiciera alguna locura y esperaba poder arreglar las cosas... aunque tal vez ya no hubiera nada que arreglar; había elegido a Ángela y no a Sarah. Gina temía que ya no podría recuperar nunca más a su mejor amiga de infancia, eso le dolía.
―¿Gina?
Ella alzó la cabeza y vio que Sebas y Edu la miraban preocupados al verla tan ensimismada.
―Ah, perdonad ―dijo ella avergonzada. Entonces decidió contarles lo que realmente ocurrido con ella―. La verdad es que Sarah...
―Anda, mira ―dijo Edu de repente―. Ahí viene ella. ¿Eh? Pero... no lleva maletas.
Gina y Sebas miraron en la dirección que indicaba Edu. Y se llevaron una buena sorpresa.
Sarah no solo no llevaba maletas consigo, sino que en lugar de ellas iba acompañada de un chico de más o menos su edad. Gina lo conocía muy bien para su desgracia; era James.
―Atención ―dijo una voz por los altavoces―. Que los pasajeros vayan metiendo las maletas en los autocares. Salida en diez minutos.
―Vaya, justo a tiempo para que se despida de nosotros ―dijo Edu―. Está claro que tiene motivos para quedarse la señorita.
―Sí, eso parece ―coincidió su hermano sorprendido―. ¿Quién será?
―James Martínez ―respondió Gina―, el hermano menor de Ángela.
―¡¿Qué?! ―exclamaron los gemelos al oírla.
Durante el período de diez minutos que tuvieron, los gemelos se despidieron de Sarah con pena pero con buena onda. La chica se la veía feliz y contenta junto al inesperado hermano menor de la Reina Carmesí, quien se mostró también simpático y social con ellos.
Durante ese tiempo Gina disimuló, pero en todo momento vigiló de cerca a James. Desde lo ocurrido hacia una semana no se fiaba de él.
«¿Qué significa esto? ¿Acaso Ángela no le ordenó permanecer en su habitación sin salir?» pensó Gina antes de que finalmente sus amigos fueran a su autocar con el resto de pasajeros. Todo el mundo se despidió de sus amigos hasta después de las vacaciones, y cuando finalmente el último autocar entró en el túnel que daba acceso a los terrenos de la academia, todo el mundo que estuvo allí para despedirse se fue marchando en diferentes direcciones.
Todo el mundo... menos Gina y la pareja sospechosamente feliz a su lado. Gina miró alrededor para asegurarse de que estaban solos en la entrada de la academia, eso antes de enfrentarse a la pareja para que le dieran una explicación a esa presentación en público. Cuando se volvió hacia ellos, vio que Sarah no la miraba a la cara, estaba con los brazos cruzados al pecho mientras que James la miraba con una sonrisa que pilló en su cara mientras rodeaba a Sarah por la cintura con el brazo.
―¿Qué significa esto, Sarah? ―preguntó Gina seriamente―. ¿Por qué estás con James?
―¿No es evidente? ―preguntó Sarah como respuesta, sonando a la defensiva―. Estamos juntos. Antes lo estábamos por sentencia de su amada Ángela y ahora es por voluntad propia.
―¿Cómo es posible eso? ¿A qué se debe esa decisión? Sarah, tú no eres así.
―¿De verdad? ―finalmente Sarah la miró arrogante y fría―. ¿Y cómo soy, según tú? ¿Una amiga que debe callar y resignarse a que mi mejor amiga se encame con un monstruo?
―Sarah...
―Ella ha decidido por sí misma, cuñada ―dijo James, pasando el brazo ahora por los hombros de Sarah―. Y yo estoy satisfecho con ello. Necesitaba un poco de compañía.
Gina pasó de mirar a Sarah a mirar directamente a James, quien no dejaba de sonreír. Ella nunca ha sido de guardar rencor a nadie, pero en ese momento sentía enfado hacia él, por aprovecharse de la situación en la que estaba Sarah, siendo ella totalmente vulnerable. No le perdonaría nunca.
―¿Compañía?, tú no quieres compañía... quieres un juguete para divertirte con libertad.
―Puede ser ―afirmó él sin reparos―. Y ella necesita alguien que te sustituya a ti ―apretó a Sarah contra sí, apoyando sus labios contra su cabeza. Sarah no se resistió―. Tal vez puedas unirte a nosotros, lo pasarías muy bien, casi tanto o más que con mi hermana.
Gina apretó los dientes enfadada al igual que los puños.
―Tú...
―Gina ―intervino Sarah―, es mi decisión, no tuya. Tú has elegido a Ángela, yo a James.
Con eso dicho, Sarah se apartó de James para marcharse, él no tardó en seguirla, no sin antes dedicarle una última mirada picara a Gina que siguió mirando con rencor al vampiro hasta que esos dos desaparecieron en una esquina dejándola allí sola.
―¿Por qué James no sigue aislado en su habitación como le ordenaste?
Gina pudo sentir que Ángela había estado todo ese tiempo cerca, pero sin ser vista. Podía sentirla en todo momento, no sabía cómo y le daba igual. Ahora solo quería respuesta de inmediato.
Ángela bajó de un saltó del edificio principal hasta aterrizar suavemente al suelo como si flotara y se acercó a Gina hasta estar a su lado, mirando también en la dirección por donde se habían ido aquellos dos.
―James estuvo aislado desde aquella noche hasta ayer por la noche. Imagino que nada más salir fue a buscar a Sarah y esta no dudó en juntarse con él.
―¿Por qué haría eso?
―¿No lo adivinas? ―preguntó Ángela volviéndose a mirarla. Gina también la miró. Entonces vio que sí lo adivinaba para su espanto―. Exacto; para que vayas a por ella y te emparejes con ella en vez de conmigo ―Ángela tuvo la mirada perdida en el horizonte―. Cree que así te sentirás culpable y no dudarás en ir a por ella.
―No puede ser... Ella nunca...
―Ya sabes lo que dicen; los celos son las hermanas del amor. Es posible que Sarah realmente te ame, pero eso no justifica sus actos.
―No puede ser... ―gimió Gina―. Sarah no...
La vampira volvió a mirar a la rubia y vio que ella lloraba de dolor por Sarah, a quien obviamente la consideraba su amiga. A Ángela no le gustaba verla así y quería consolarla. Intentó acercarse y tocarla, pero entonces Gina se apartó y empezó a alejarse sin mirarla a ella.
―¿Gina?
―Lo siento. Quiero estar sola, por favor.
Y así fue como Ángela vio a su amada alejarse de ella debido al dolor de la culpa.
* * *
―Enhorabuena. Tu plan parece que funciona ―dijo James.
Desde la esquina por donde se habían marchado, Sarah podía ver como Gina se alejaba de Ángela llorando, obviamente por remordimientos de verla a ella emparejada con James. En efecto su plan de separarla de Ángela parecía ir bien, pero eso no significaba que le gustara verla triste.
―¿Qué pasa? ―preguntó James detrás de ella muy pegado a su espalda―. ¿Te arrepientes de engañarla? ¿Tienes remordimientos?
―Claro que no ―dijo ella apartándose y yéndose de allí. James la siguió de cerca―. Es lo que quiero, separarla de tu hermana para siempre. Es lo mejor para ella.
―¿Lo mejor para ella... o para ti?
Sarah se detuvo en seco y lo miró enfurecida. Él la miró sonriendo arrogante y continuó diciendo:
―A mí no tienes que convencerme de nada. Yo también salgo ganando con este plan.
―Ya lo creo que sí. Te hartaste de follarme y beber mi sangre a placer.
A Sarah no le gustaba para nada ser el juguete sexual de nadie, mucho menos de un vampiro, pero era la única manera de que James la ayudara en su plan, era la única forma de hacer que Gina se separe definitivamente de Ángela, o eso esperaba, y si el precio por su colaboración era dejar que la follara a placer y bebiera su sangre cada noche, ella feliz le dejaría.
―Reconozco que tienes un cuerpo precioso y una sangre deliciosa, mucho mejor que la de aquellas dos putitas baratas.
―No te acostumbres. Este trato tiene fecha de caducidad ―le recordó Sarah.
―Lo sé muy bien ―dijo James, entonces la agarró y la apretó contra su cuerpo―. Por ello pienso aprovechar cada momento.
Sarah vio que el vampiro la aprisionaba contra su pecho para luego inclinarse sobre su cuello y empezar a besuquearlo. Ella quiso resistirse, temiendo que alguien los viera. Entonces notó en su piel el roce de los colmillos de James.
―¡Espera, aquí no...!
Pero James no le hizo caso y la mordió en el hombro, provocando que Sarah gimiera de placer sin poder resistirlo y agarrarse a él para no derrumbarse hasta caer al suelo. Él la sujetó mientras bebía un poco de su sangre. En un momento dado, Sarah se desmayó de éxtasis y él la cargó para llevársela de allí y poder disfrutar de ella en privado.
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