Capítulo X. Repaso y Confesión

Ya era medio día, el ambiente era soleado y cálido. Gina ya se sentía mejor gracias a los medicamentos y consejos del médico de la academia y ahora estaba animada para dar clases de repaso con Ángela. Tras la deliciosa comida de Jon, Ángela y Gina fueron a la biblioteca a repasar todo lo estudiado en la última semana.

Ángela observó la gran mejoría de Gina, la resaca que había adquirido y los vómitos que había tenido debido al alcohol ya habían desaparecido, la rubia finalmente estaba mejor. Ángela solo pensaba en si Gina podía recordar algo y se decía a si misma: «El alcohol que le he dado ha sido uno especial que solo beben los vampiros, en una humana, unas gotas simplemente; causan una severa amnesia, aunque Jon se pasó un poco, casi la mata con esa dosis, es un milagro que aun sepa su nombre, es imposible que recuerde algo... vamos, de que te preocupas Ángela, no recordará nada» se encontraba de igual manera muy nerviosa, solo esperaba que Gina no descubriera la verdad. Quitándose eso de la cabeza se concentró en lo que Gina le explicaba de Matemáticas, lo que mejor se le daba a la rubia.

-¿Y bien? ¿Lo vas entendiendo? ¿Tienes alguna duda? -preguntaba la rubia insegura de que lo explicara bien.

-No, todo lo contrario, lo explicas muy bien. mejor que nuestros profesores. Se te dan muy bien las Mates.

Ella rio tontamente por el halago. Ángela la miró con una sonrisa.

-Es una de mis asignaturas favoritas.

-¿Has pensando en ser profesora? -preguntó Ángela con ganas de saber más de ella.

-Pues... todavía no he decidido a que dedicarme -dijo Gina reconociendo que no lo había pensado-. Ahora lo único que hago es estudiar y aprobar.

-¿Solo eso? -preguntó Ángela incrédula. Gina la miró-. ¿No estas interesadas... en ningún chico?

-¿Qué...? ¿Qué quieres decir?

-Pues lo de siempre. -contestó Ángela con naturalidad-. A tu edad las chicas siempre piensan en el chico más guapo con que salir. O al menos eso era cuando tenía dieciséis años.

-Bueno... hay chicas de mi clase que no dejan de decir lo guapo que está ese chico o que su novio es el más guapo, pero yo...

-¿Qué pasa? ¿No hay ningún chico interesante?

-Hay chicos guapos y simpáticos, incluso algunos que me han pedido salir, pero... no.

-¿No eran interesantes o.... no estabas buscando ninguno?

Ante esa pregunta la rubia miró a la morena viendo cierta ironía. Ya sabía el motivo de los rechazos de antemano y eso la dejó muy sorprendida pero no molesta. Por otro lado, a Gina le encantó saber que se iban conociendo e interesándose en la otra poco a poco gracias al tiempo que empezaban a estar juntas, Gina se preguntaba si tal vez después de que le enseñara todo lo que había perdido en la semana, las cosas volverían a ser igual, ella por su lado y Ángela por el suyo, o si quizás empezaban a desarrollar un vínculo. Ángela estaba la mar de contenta con lo que estaba descubriendo, viendo que a la rubia le gustaba que la fuera conociendo tan bien. Por suerte ella no salía con nadie, de ser así, no dudaría en acabar con su vida o torturarlo hasta hacer que la dejara para poder consolarla del todo.

-¿Hay algo más... que tenga que estudiar o qué? -preguntó la morena.

-¿Eh? Ah, no. Con lo de Mates es todo. -dijo ella recordando que estaban repasando lecciones de clase-. Hemos estado un buen rato, pero creo que podrás incorporarte de nuevo a las clases sin problemas el lunes.

-Si.

La forma en que la morena afirmó, eso llamó la atención de Gina. Al mirarla pudo ver cierta tristeza y pena repentina. No sabía por qué, pero deseaba saberlo e intentar levantarle el ánimo a la amiga que tanto amaba. Cerrando los libros y guardándolos en su mochila, se acercó más a Ángela y se puso de cara a ella. La morena no tardó en verla ante su persona con suma atención.

-¿Qué ocurre?

-Eso quisiera saber yo -dijo Gina mostrando preocupación en su mirada. La morena no la entendió-. ¿Por qué estas triste?

-¿Eh?

-No disimules -pidió la rubia-. Hace un momento he visto una mirada triste y apenada, y quisiera saber el porqué.

La morena no dijo nada, solo la miró sorprendida y asombrada. Sin duda alguna, esa humana era muy deseable para alguien como ella. No dudaba en que Gina había adivinado el motivo de esa expresión de tristeza en ella; lamentaba su marcha. Ahora que estaba curada y ya le había dicho todo lo que se dijo en clase, ya no había motivos para que estuviera en su casa. En el fondo, estaba apenada por ello a pesar de ser una criatura de la noche. Entonces, Ángela mostró una sonrisa baja.

-Eres una persona muy especial, Gina -halagó la morena de repente dejando sorprendida a Gina que se ruborizó-. No te puedo ocultar nada por lo que veo. -dijo con resignación-. Es cierto, estoy triste.

-¿Porqué?

-Creía que ya lo imaginabas -dijo Ángela con humor-. Lamento que tengas que irte para las clases.

-¿Eh?

-Ya estas recuperada de anoche y ya hemos terminado con el repaso de la última semana que no fui. -le explicó con la cabeza baja ocultando su rostro con su melena negra. Gina la miró con tristeza-. No veo más razones para que estés en mi casa después de esto.

-Ángela...

-Lo siento, debo parecer una egoísta -se disculpó ella-, pero es que estar en una casa tan grande y sola, me pone triste.

-No estás sola. -le corrigió Gina-. Está contigo Jon ¿no?

-No es lo mismo, Gina. -insistió Ángela-. Él está aquí como un sirviente y apenas puedo hablar con él de cosas íntimas. Tengo hermanos, sí, pero es lo mismo que con Jon... hay cosas que no se pueden hablar con ellos por ser chicos, ¿entiendes?

-Sí, claro. -dijo Gina dándole la razón.

-No te preocupes, estoy acostumbrada.

-¿No hay ninguna chica más a quién puedas acudir? ¿Una madre o hermana?

-No, aquí no. -contestó ella sin mirarla todavía-. Mi madre, vive muy lejos, y apenas la he visto por años. Y no tengo ninguna hermana, solo dos hermanos. Uno vive aquí conmigo, pero apenas se asoma cuando hay invitados.

-¡Ah! Por eso no le he visto. -dijo Gina al enterarse de eso.

-Y otro viaja mucho por ahí, pero suele verme a menudo. Es el hermano a quién más quiero en este mundo.

Al decir eso, Gina pudo observar el rostro de Ángela, y en ella pudo ver cierta nostalgia y felicidad al mencionar a ese hermano. Esa forma de pensar en él era muy parecida al de Gina cuando pensaba en Ángela, y eso a la rubia la petrifico. ¿Era posible... que Ángela amara a su propio hermano? No, no era posible... Gina no quería que fuera así, no solo porqué era antinatural como lo de amar a un mismo sexo, pero era peor si amabas a alguien de tu misma sangre, o al menos eso pensaba ella.

Gina amaba loca y profundamente a Ángela, y deseaba desde lo más hondo que fuera correspondido.

Esos pensamientos eran altamente escuchados por Ángela, quien al tener el rostro girado mostraba una endemoniada sonrisa. Le encantaba ver que Gina empezaba a tener celos de un pariente con solo escucharla decir que le quería mucho. A pesar de no conocerlo en persona podía sentir la sangre de la rubia hervir un poco, y eso la excitaba enormemente.

En ese momento, alguien picaba a la puerta. Al darse la vuelta, las dos, vieron que quien entraba era Jon haciendo una reverencia.

-¿Qué ocurre, Jon? -preguntó la morena sería y autoritaria.

-Disculpen la interrupción, lady Ángela -se disculpó él con una inclinación de cabeza-. Ha llegado una nota para usted.

-¿Una nota? ¿De quién?

-Del director, mi lady.

Tanto Ángela como Gina quedaron de piedra al oír nombrar al director. Con un gesto indicó al mayordomo de negro que entrará y le diera esa nota. Jon entró, dio unos pasos largos y con una reverencia extendió los dos brazos para entregar la nota a su señora con ambas manos.

Gina entendió que nunca vería a Jon sin sus reverencias. Aguantó la risa delante de él.

Al tener la nota en las manos, Ángela ordenó que se retirara, Jon hizo una reverencia con la mano en el pecho, y se retiró cerrando la puerta. Ángela no tardó en desdoblar la pequeña nota para leer lo que ponía, Gina no quiso ser curiosa y espero con paciencia.

-Esto es...

-¿Qué pasa? -preguntó Gina al instante. Deseaba saber que pasaba-. ¿Es algo malo?

-¡No, todo lo contrario! -exclamó la morena mientras se ponía en pie mostrando una sonrisa emocionada e incrédula. Gina no entendía que pasaba y deseaba saberlo ya. Sin dejar de mirarla se puso en pie inquieta. Entonces la morena la miró contenta como nunca-. ¡Mi madre y mi hermano vienen a verme esta misma tarde, aquí, en la Academia Carmesí!

-¡¿Qué?! ¡¿Esta tarde, los dos?! -preguntó Gina igual de sorprendida. Ángela asintió con ganas.

Verlo para creerlo, justo cuando hablaban de ellos dos, va y llega una simple nota que cambia el ambiente anunciando la presencia de madre y hermano. Gina se alegraba por Ángela, pero no podía evitar estar inquieta. Quizás tendría ocasión de ver a ese hermano tan querido por Ángela, y a la madre que apenas veía a su hija. En el fondo, Gina se sentía un poco celosa de ese hermano.

-¡Tengo que decirle a Jon que lo prepare todo para cuando lleguen! -dijo Ángela nerviosa y emocionada.

-Me alegro por ti... Ángela -dijo Gina disimulando una sonrisa. La morena la miró-. Bueno, creo que será mejor... que vaya a recoger mis cosas e irme de regreso a los dormitorios.

-¡Espera, por favor...! -pidió Ángela corriendo hacia ella para cogerla de las manos. Gina se estremeció un poco ante eso-. ¡Quédate para que les conozcas, por favor!

-¿Qué?

-¡Si, por favor! -suplicó la morena mostrando una mirada piadosa-. ¡Eres mi mejor amiga, y quiero que conozcas a mi familia, al menos a los que más quiero, por favor! Solo... quédate una noche más, por favor.

-¿Quieres que me quede una noche más? ¿De verdad? -preguntó Gina sorprendida.

-¡Por supuesto...!

Al decir eso, la morena no tardó en darle un fuerte abrazo a la rubia, firme con cariño. Gina quedó de piedra ante ese abrazo, teniendo la barbilla sobre el hombro de la morena, oliendo su perfume.

-Á-Ángela...

-Ahora no son solo ellos dos... tú también... eres alguien muy importante para mí. -confesó la morena, susurrando en su oído.

Gina abrió los ojos tiernamente por la sorpresa. Ángela se apartó un momento de ella para mirarla a la cara, con una mano sobre su mejilla blanca.

-Nunca te lo he dicho directamente, pero ya debes haberte dado cuenta, ¿no es así? -dijo Ángela de forma enigmática para Gina. Entonces, la vampira la volvió a abrazar entera por debajo de los hombros, apoyándose en la rubia-. Yo te amo.

Gina no dio crédito a lo que oyó su oído, pensó que oía cosas, pero luego miró el rostro de Ángela, y vio en ella que decía la verdad. No podía hablar, estaba petrificada de la emoción y felicidad que sentía en el cuerpo y el alma. Al final, las lágrimas salieron contra su voluntad mientras su boca temblaba intentando decir algo pero no le salía nada. Entonces, Ángela mostró una mirada irónica, y eso confundió a Gina. Vio como la morena la soltaba y se separaba de ella unos pasos.

-Lo siento... -se disculpó la morena cabizbaja-. Debes pensar que estoy loca o... enferma. Seguro que no esperabas esto de mi... la Reina Carmesí le gusta una chica en lugar de a un chico. Menuda noticia ¿verdad?

-Ángela... yo...

-Debes estar en shock, es normal... no es algo fácil de digerir -dijo Ángela comprensiva-. No te preocupes, estoy bien. No tienes porqué creer lo que he dicho si te ha disgustado.

A Gina se le encogía el corazón con solo ver derrumbada a Ángela, y todo por su culpa, ya que no le salía la voz de la sorpresa recibida. Odiaba ver a su amada Ángela así, y más sabiendo que sentía lo mismo por ella. Los celos por su hermano habían desaparecido por completo, y ahora solo pensaba en que le saliera la voz para confesar sus sentimientos y corresponderle como se merecía ella.

-Bueno, supongo que... ahora no querrás estar aquí, después de lo que has escuchado de mi boca. -insinuó la morena sonando apenada y triste, pero aguantando el dolor-. Lo entenderé si deseas irte ahora mismo de esta casa.

Con eso estaba todo dicho, al menos eso entendió Gina. Vio como la morena camina hacia ella, para luego de pasar de largo sin alzar la mirada. Esos segundos se hicieron eternos para la rubia, los sonidos de los pasos eran como ecos, nada más se oían allí. A paso lento, Gina oía como Ángela se alejaba de ella sin decirle nada más, triste por pensar que no le correspondía y la consideraba loca.

No tardó en dejar de oír los pasos y dejar de oír nada. Se giró bruscamente y no estaba nadie, Ángela ya se había ido dejándola allí sola, culpable por no haberle correspondido a tiempo quiso seguirla, pero al estar en el pasillo no la vio por ningún lado, ni tampoco encontró a Jon. No sabía dónde estaba la habitación de Ángela. Ante esa situación, Gina apretó los dientes impotente y culpable.

«Ángela... No estás loca ni enferma» pensó Gina a punto de llorar. «Y si la gente piensa lo contrario, entonces... yo también estoy loca y enferma, porqué... ¡Yo siento lo mismo por ti, Ángela!»

Dolida como nunca, Gina se echó a correr hacía su habitación, llorando con el brazo, ocultando sus ojos. No supo cómo ni cuándo, pero ella llegó a su habitación y se tiró en la cama llorando por doquier y gimiendo de dolor sobre el colchón.

-Eres una chica muy cruel, ¿lo sabes, hermanita? -confesó James con una risa sarcástica-. Incluso eres peor que yo.

-Tampoco exageres... que tú no te has confesado ante nadie, que yo sepa. -dijo Ángela cansada de esos comentarios.

Los dos vampiros estaban en la habitación de Ángela con la puerta cerrada con llave. Estaban solos, James estaba sentado cómodamente en la cama, con las piernas bien abiertas y curvadas, el típico chico chulo sin vergüenza. Completaba algo que para él era una verdadera obra de arte en todo el mundo; Ángela Martínez, solamente con su camisa blanca que llevaba hasta la mitad de los muslos y abierto hasta el escote, dando una imagen bastante sexy por su parte.

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