Capítulo LX. Una Retirada es una Victoria
Cabreada como nunca en siglos, Ángela entró en su habitación dando un fuerte portazo.
Vio que Dorian estaba sentado cómodamente en una de las butacas de terciopelo rojo, cruzado de brazos y piernas, esperándola tranquilamente.
A pesar de la entrada de su hermana, Dorian ni se inmutó. Más bien no le extraño.
―James ha vuelto a sacar tu lado oscuro, eh.
―No estoy para bromas, Dorian ―dijo ella mientras andaba hasta quedar frente a la ventana, con un tic nervioso en el pie de la rabia que tenía dentro―. James me esta pidiendo a gritos que le arranque la cabeza, y su nueva novia también.
―Debiste castigarle de forma más severa la primera vez ―dijo Dorian―. Ahora no sé si es bueno que vayas contra él y esa humana.
Ángela se giró de cara a su hermano, mirándolo ceñuda.
―¿Estás aquí para darme un sermón... o es por algo más?
Dorian sabía que era mejor calmar a Ángela antes de que ocurriera una desgracia que luego acabaría lamentando. En respuesta a su pregunta, Dorian mostró un sobre blanco sellado. Con su vista aguda, Ángela reconoció el sello de cera que cerrada el sobre.
―¿Una carta de Lisa? ―preguntó ella sorprendida, apresurándose a cogerlo.
―Jon la ha recibido esta mañana. Le dije que la dejará aquí por que antes...
Ángela entendió lo que quería decir, y se lo agradeció en gordo. Bajo la atención de su hermano, Ángela cogió su abrecartas para abrir el sobre y sacar la carta para leerla. Cuando lo hizo unos minutos después se la veía sorprendida y eufórica por igual.
―¿Y bien? ―preguntó Dorian.
Ángela se giró a mirarle.
―Lisa viene hacia aquí. ¡Va a asistir a la Academia como alumna!
―¿En serio?
―Sí. Es muy... curioso ―confesó ella―. Ella nunca me comentó que quisiera venir aquí. Su cuerpo esta delicado desde siempre. Pero según ella esta mucho mejor y quiere estudiar aquí e intentar convivir con los humanos, como nosotros.
―¿Y es seguro que ella venga aquí? ―preguntó Dorian preocupado―. No esta acostumbrada a estar cerca de humanos sin... alimentarse de ellos.
―Ella asegura de que sí. Y que ya ha mandado una solicitud de ingreso.
Esa información no pilló de sorpresa a Dorian, ya que antes había ido a ver a su padre y él mismo le comunico sobre dicha solicitud. No quería decirle nada a Ángela hasta que hubo leído la carta. La misma Lisa le informaba de ello así que no tenía sentido decirle nada.
―Estás contenta ¿no? ―dijo él en cambio―. Lisa es casi la única amiga vampira que aún tienes tras lo que ocurrió con... Karmila.
―Más que contenta. Lisa no es solo una amiga. Es como una hermana para mí.
Dorian se quedó mudo. El rostro de Ángela reflejaba nostalgia y alegría. Hacía tiempo que no veía eso en ella. Y estaba contento por ello. Esperaba que la presencia de Lisa ayudará un poco con todo lo que estaba pasando actualmente.
Vio que Ángela guardaba la carta en uno de los cajones de la mesilla. Después ella avanzó hacia la puerta de su habitación.
―¿A dónde vas?
―A ver a Gina ―respondió ella―. Voy a contarle esto. Quizás así se le pase el disgusto.
Ángela estaba abriendo la puerta, pero Dorian la detuvo cerrándola de nuevo.
―Ángela, estás protegiendo demasiado a Gina. Y James se aprovecha de eso.
―Lo sé muy bien, Dorian ―aseguró ella―. Sé lo que está planeando. Y no lo permitiré.
―¿Estás segura de lograrlo?
―Por supuesto.
Ángela dio por terminada la charla, pero Dorian no la dejo irse.
Sin que ella lo viera venir, Dorian la volteó de cara a él y la beso. Ángela se sorprendió por ese repentino gesto. Intentó apartarse pero Dorian la abrazó con fuerza sin dejar de besarla.
―¡Mgh! ¡Deten-! ¡Dori-! ―intentó hablar ella sin éxito. Él metió la lengua en su boca.
Tras un momento, él finalmente se apartó, jadeando al igual que ella.
―¿Porqué te resistes? ―preguntó él confundido―. Antes no lo hacías. Nunca.
―Las cosas han cambiado.
―¿Por Gina? ―preguntó él, algo molesto por ello―. No tiene que cambiar nada.
Ángela quiso calmarlo, pero en ese momento alguien llamó a la puerta tras ella.
―¿Quién es?
―Soy yo.
A Ángela le sorprendió oír la voz de Gina tras la puerta, fuera de su habitación. A Dorian le fastidio un poco que los interrumpiera en ese momento. A regañadientes tuvo que apartarse de Ángela para dejarla abrir la puerta y dejar pasar a Gina.
Ángela miró a la humana preocupada; la chica entraba cabizbaja y con ropa de chandal.
―¿Gina? ¿Estás bien?
Ella asintió. ―Siento haberme ido antes de esa forma ―al mirar a Dorian lo vio con cara de malhumor―. ¿Interrumpo algo?
―En absoluto ―dijo Ángela, luego miró a su hermano―. ¿Verdad?
Dorian suspiró resignado, asintiendo en acuerdo con ella.
―Os dejo solas.
Dorian pasó por delante de Gina sin mirarla. Estaba a punto de salir por la puerta.
―Lo siento mucho... ―dijo Gina de repente―. Solo provocó discusiones.
Los dos vampiros se sorprendieron de sus palabras, pero Dorian no mostró compasión.
―Te equivocas, Gina ―dijo Ángela acercándose a ella―. No es culpa tuya.
―Deja de defenderla ―gruñó Dorian―. Has oído lo que hemos dicho, ¿verdad?
Mientras Ángela miraba a su hermano enfadada, Gina asentía cabizbaja.
―Así es. Y tienes toda la razón. Estoy protegida todo el tiempo. Y no soy de ayuda.
Esas palabras sorprendió mucho a Dorian, ya que no las esperaba por su parte. Pudo ver que la humana había cambiado desde que la conocía. La había subestimado.
Gina se apartó de Ángela y caminó hasta estar ante la ventana, donde apoyó la frente, rendida. Ángela le preocupaba verla así, e intentó acercarse de nuevo. Vio que temblaba de pies a cabeza.
―¿Gina?
―Estoy... harta ―confesó la rubia― ¡Ya no lo soportó más!
Tanto Ángela como Dorian pudieron sentir que dentro de Gina hervía una mezcla de odio y rabia que hasta ahora no habían sentido en ella. Gina era bondad y ternura, pero ahora todo eso había desaparecido para dar paso a una energía negativa y vengativa hasta ahora ocultas.
Ángela vio como cerraba las manos en puños con todas sus fuerzas, hasta hacerse sangre. Antes de que pudiera detenerla, Gina se giro de cara a ella y la miró a los ojos. Los ojos azules de Gina estaban cubiertos de lágrimas, pero su expresión no era de tristeza y dolor, sino de rabia y rencor.
―Ese cabrón de James cree que no veo lo que está tramando con Sarah... ¡No me conoce en absoluto! ―gritó ella enloquecida de rabia―. Se piensa que puede jugar conmigo y con Sarah sin sufrir las consecuencias. Pues no sabe con quien se ha metido. Le haré pagar por todo lo que ha hecho. Lo juro.
―Gina, por favor calmate ―le pidió Ángela con cautela.
―Estoy cansada de bromas, de humillaciones... No pienso permitir que ese cabrón utilice a Sarah así para conseguir lo que quiere. No pienso permitirlo. Se lo haré pagar caro.
Ángela podía escuchar el latido acelerado de Gina bajo el pecho. Iba a un ritmo peligrosamente acelerado. Si no la calmaba pronto, quitándole era rabia, podría sufrir un shock. Todas esas emociones negativas tan poco propias de ella no podían ser buenas.
Así pues, Ángela agarró a Gina por el rostro con ambas manos, mirándola fijamente.
―Tú no eres así, Gina. Calmate, por favor. Vuelve en ti.
Ángela vio que Gina poco a poco se calmaba, pero no lo suficientemente rápido. Así que no dudo en abrazarla con fuerza, con un brazo pasando por su espalda, y la otra agarrando su cabeza.
―Te quiero, Gina ―confesó Ángela junto a su oído―. No permitiré que sigas sufriendo así.
Esas palabras hicieron reaccionar a Gina, y está se sorprendió de haber reaccionado de esa forma de los actos de James con Sarah. Paso de temblar de rabia a temblar de miedo. Miedo hacia sí misma. Asustada como nunca rodeó a Ángela, correspondiendo a su abrazo.
―¿Cómo...? ¿Por qué he dicho esas cosas? ―preguntó ella, tartamudeando―. Lo... siento. Lo siento, Ángela.
La vampira acarició la cabeza de su amada para consolarla, calmarla.
―Está bien, ya paso.
―¡Lo siento mucho!
Gina finalmente se derrumbo contra el pecho de Ángela, aferrándose a ella con fuerza.
―Tranquila, Gina. Estoy aquí contigo ―la tranquilizó Ángela―. Siempre estaré contigo.
―Yo... no soy así ―dijo Gina, temblando asustada―. No quiero ser así.
Gina de golpe se sentía mareada y débil. De no ser por Ángela se habría caído al suelo. Cogiéndola en brazos, Ángela la llevó hasta la cama donde la sentó apoyada en su hombro.
Mientras, Dorian lo observaba todo en silencio, viendo por fin una verdad irrefutable.
Él amaba a Ángela, pero él nunca podría ser correspondido, no como lo era Gina. Pudo comprobar que una necesitaba a la otra para no caer en la absoluta oscuridad. Él entendió que jamás podría reconfortar a Ángela como lo hacía Gina si alguna vez caía en el abismo más oscuro.
Le dolía entender eso, pero era mejor retirarse ahora que más tarde, cuando fuera más doloroso. Puede que en el futuro él tuviera hijos con ella para continuar la descendencia, pero nada más. Nunca tuvo el amor verdadero de su hermana, y nunca lo tendría. Había perdido.
―Ahora lo entiendo ―susurró él para si mismo―. Siempre fue ella.
Ángela le escuchó vagamente y lo miró ceñuda. Vio que él sonreía resignado, como derrotado. Ella quiso levantarse, pero él la detuvo con un gesto de la mano.
―Será mejor que me retire ―dijo él, dándose la vuelta―. Iré a picar algo por ahí.
―¡Dorian!
Al vampiro le sorprendió que Gina lo llamara tan apurada. La miró y vio pesar en su mirada.
―Y-Yo...
―Lo sé ―dijo él―. Cuida de ella por mí ¿de acuerdo?
Él no espero respuesta alguna. Simplemente se marchó de la habitación sin mirar atrás.
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