Capítulo I. Ser su amiga

En la Academia Carmesí, asistían los chicos y chicas más populares del mundo entero, de cualquier rincón del mundo. Los alumnos asistían desde los 13 años hasta los 20. Una de las normas de ese lugar era llevar siempre un uniforme escolar de color rojo oscuro para que hubiese más igualdad y respeto.

Los chicos llevaban chaqueta, corbata y pantalón rojo con camisa blanca, pero a veces no llevaban la chaqueta por el calor o por su estilo de vestir. Las chicas igual, solo que falda de cuadros combinando tonos oscuros de rojo con negro. Los más populares de ese centro solían ser lo de 4to curso, no solo por su aspecto físico, sino por sus notas distinguidas.

En pocos días, sería la semana de exámenes del primer trimestre, y todos estaban estudiando al máximo para sacar buena nota. Una de las estudiantes era una chica llamada Gina, quien por su aspecto mostraba ser una chica dulce y delicada, pero también lista e inteligente. Muchos chicos estaban locos por ella, pero para su desgracia, Gina era la más tímida de las chicas de su curso.

Ella caminaba por un pasillo con algunos estudiantes, leyendo un libro mientras iba de camino a clase.

—¡Eh, Gina! —llamó una voz a sus espaldas.

Al girarse, vio que se trataba de su mejor amiga Sarah. Esta chica tenía el pelo marrón, suelto y ondulado. Solía tener la corbata floja dejando ver su escote sin vergüenza alguna. Gina envidiaba esa valentía; ella siempre tenía el uniforme bien puesto y arreglado, sin apenas arrugas. A diferencia de Gina, Sarah no era tímida, más bien divertida y amistosa con todos. Desde que empezaron su carrera en esa academia hace ya tres años, ambas eran amigas inseparables.

—¿Cómo tienes los estudios de mates? —preguntó Sarah animada como siempre.

—Pues bien, esa asignatura la domino muy bien. —contestó la rubia con unos libros en mano.

—¡Qué suerte! ¡Eres increíble Gina! —felicitó Sarah asombrada—. Lo único que se me da bien es el arte artístico.

—Cada uno tiene su suerte, ¿no? —animó ella con una sonrisa—. ¿Acaso quieres que te ayude con ello?

—Me ayudarías mucho, de verdad. —pidió ella con las manos juntas ante ella. Gina sonrió sin ningún problema—. ¡Ah, mira!

La rubia se giró, y al igual que ella y el resto de los presentes en ese pasillo, quedaron de piedra por lo que vieron caminando hacia ella, iba caminando elegantemente la chica más popular de la Academia Carmesí; Ángela Martínez Blasco. Todos los chicos y chicas de esa academia la admiraban por todo; su belleza, su elegancia, sus notas, sus habilidades, todo.

Ángela era una chica delgada con un hermoso pelo negro escalado que siempre tenía suelto, largo hasta medía espalda con mucho volumen. Ese pelo negro combinada con el uniforme rojo oscuro, por ello la llamaban la Reina Carmesí. Al igual que Sarah, Ángela tenía la corbata aflojada con la camisa abierta hasta el escote dejando ver su colgante de plata.

A cada lado suyo la custodiaban como siempre un par de alumnas, una pelirroja llamada Michelle, y otra castaña rojiza llamada Anastasia. Ambas eran unas chicas muy presumidas y desagradables por el simple hecho de seguir a Ángela, quien, por rumores, se decía que era amable y angelical con los demás.

Gina quedó de piedra por tenerla cada vez más cerca, justo al frente. A cada paso que Ángela daba, Gina sentía que su corazón le saldría disparado del pecho. Nadie excepto Sarah lo sabía, pero Gina, sentía algo muy especial por Ángela, y no era amistad.

—¡Eh tú! ¡Estúpida! —llamó Michelle bordemente—. ¡Apártate del camino!

Gina se sobresaltó, pero entonces, vio como los ojos de Ángela se abrían para cruzarse con los de Gina. Esta vio esos ojos azules que tanto hechizaban. Unos ojos tan profundos como el mar. Entonces, Ángela paró a unos metros de Gina al verla ahí. Gina no dijo nada, no sabía que decirle. No se dio cuenta de que Michelle y Anastasia, de mala manera, se acercaron a ella molestas.

—¿Hasta cuándo piensas seguir ahí parada mirando a nuestra Reina? —preguntó Anastasia llamando la atención de Gina. Entonces la castaña la cogió de la ropa por el pecho alzándola amenazante—. ¡Muestra un poco de respeto, zorra de mierda!

—Anastasia —llamó una voz a espaldas de ella, una que heló a la chica—, no seas tan grosera con Gina. No ha hecho nada malo.

—Pero, Su Majestad, ella estaba...

—Suéltala. —ordenó Ángela sonando sería. La chica soltó a Gina al instante sin decir palabra. Pasando por el lado de Gina se detuvo para apoyar la mano en su hombro—. Discúlpala, ella es así. Espero que la perdones Gina.

—Eh... sí, tranquila. No pasa nada. —dijo Gina tímida al tenerla tan cerca y tocándola.

—Si te soy sincera —dijo Ángela sonando sincera de verdad—, me gustaría que fuésemos amigas, ¿puede ser?

Tanto Gina, como el resto de los presentes, quedaron de piedra ante esa petición de la mismísima Reina Carmesí. La rubia no podía creerlo, la chica que tanto le gustaba desde que llegó a la academia y oyó hablar de ella y verla en persona, le estaba pidiendo ser su amiga y no al revés. En el fondo desearía ser algo más, pero para empezar no estaba nada mal, y no pensaba rechazarlo.

—Claro, por supuesto. —aceptó Gina con una sonrisa sincera. Ángela le devuelve ese gesto antes de seguir con su camino—. Ha sido un placer, señorita Ángela.

—El placer es mío, Gina. Por favor, llámame solo Ángela. —pidió la morena despidiéndose con la mano sin girarse—. Nos vemos.

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