Capítulo 2

Intento aprovecharme de mis dotes para la interpretación y miro a mi padre con total desconcierto. La calidad del video es más bien pésima, podría ser yo, al igual que podría ser mi vecina del quinto.

—No entiendo qué quieres que te explique, ¿quién es? —Le devuelvo el teléfono.

Advierto que su mandíbula se tensa.

—Leona, eres tú, deja de hacerte la tonta.

—Esa no soy yo.

—Llevas puesta la camisa que te compré en nuestras últimas vacaciones a Berlín.

Mierda.

—Vale, sí, soy yo... —Miro hacia el suelo, ahora es momento de mostrarme avergonzada, aunque no me sienta así en absoluto.

—¿Por qué lo has hecho? ¿En qué estabas pensando?

—No podía no hacer nada, llevo semanas escuchando cómo escupes su nombre con rabia. —Levanto la vista—. ¡Se lo merecía!

—Tu actitud es la de una cría —me reprende. Esta vez sí que consigue hacerme sentir mal—. No voy a pagar la multa que te pongan, y no porque no quiera, sino porque en este momento no puedo.

—Yo la pagaré, no te preocupes.

—¿Que no me preocupe? —Suelta una carcajada irónica—. No sé cómo hacerte entender que así no se solucionan los problemas.

—Lo siento. —Me acerco y lo rodeo con mis pequeños brazos—. Creí que no conseguiría pruebas contra mí.

Escucho que suspira.

—Hija, no puedes destrozar algo ajeno, da igual si te pillan o no.

—Ya... No lo volveré a hacer...

Recibo un beso en la frente que alivia el nudo que siento en el estómago por estar peleando con la persona que más quiero en el mundo. Y todo por culpa del maldito Alex Calvo. Se equivoca si piensa que ha ganado la guerra que le declaré en su despacho, ¡esto solo acaba de empezar!

Subo a mi habitación en cuanto mi padre me lo permite y comienzo a desvestirme. Me he puesto ropa limpia después de ducharme en el gimnasio, pero mi intención entonces era quedarme en casa viendo alguna serie. Agarro un top verde, unos vaqueros cortos y mis Air Jordan del vestidor, , luego me siento en el tocador para maquillarme.

Una vez lista, salgo de mi edificio y me subo a mi coche. Conduzco hasta la casa de ese desgraciado, dispuesta a encontrarlo en dicho lugar. Es sábado, por eso no voy a buscarlo a su empresa.

Llamo al timbre y espero, paciente, cualidad de la que carezco. La puerta se abre un par de minutos después, pero el rubio, en cuanto me ve, hace el amago de cerrarla. Cuelo una de mis piernas para impedírselo. Cruza los brazos en respuesta, y a mí me es inevitable fijarme en ellos y en sus venas. Está fuerte, podría cogerme en volandas y... Uf, no debo seguir por ahí...

—¿Qué quieres?

—No deberías haberme denunciado.

—Ni tú deberías haberte acercado a mi coche.

—A la chica del video no se le ve muy bien la cara, es tu palabra contra la mía.

Suelta una carcajada que me enfada más de lo que estoy, ¿qué le hace tanta gracia?

—No te preocupes, las cámaras de la empresa tienen mejor calidad y llevas puesta la misma ropa.

Sin pensar en las consecuencias, me cuelo en su casa y tiro al suelo un jarrón que adornaba el mueble de la entrada. Lo escucho maldecir y empiezo a correr hacia el interior, en busca de otra cosa que destrozar, sin embargo, apenas he avanzado cuando me alcanza y me agarra del brazo.

Me retuerzo con fuerza y, en lugar de soltarme, consigo que me acorrale contra la pared. Su pierna izquierda entre medio de las mías y su aliento en mi cuello. ¿Mi juicio? Ni siquiera creo que yo tenga de eso.

—Ya basta, fiera.

Humedezco mis labios, quizás haya otras formas de negociar esto, ¿no?

—Soy más dócil de lo que te piensas —susurro en su oído.

—No tengo intención de comprobarlo.

—Pero te has tomado muy en serio lo de cazarme.

—Tranquila, voy a dejarte en libertad en lugar de comerte a bocados.

Aprieto los muslos, pero me es insuficiente para calmar el maldito cosquilleo que siento por culpa de este desgraciado.

—¿Y a qué esperas? ¿Tienes miedo de que me escape antes de llegar a la puerta? —Levanto una ceja.

—No voy a soltarte.

—Te estás contradiciendo, ¿no?

—Me aseguro de que no me sorprendas con ningún movimiento.

—¿Te sorprendería si me agacho un poco para restregarme contra tu pierna?

Su expresión cambia por una de asombro, parece que nadie ha sido tan directo con él en la vida. Me es inevitable sonreír. Él está a punto de decir algo, sin embargo, un ruido llama la atención de ambos.

Hay una chica rubia en la puerta con unas llaves en la mano que no ha tenido que utilizar porque se la ha encontrado abierta, al igual que a su "pareja" sobre una mujer. Alex se aparta de inmediato.

—¿Me puedes explicar qué está pasando?

Parece que alguien se ha enfadado. Reprimo las ganas de reírme.

—Es la hija de Leonardo Navarro —le contesta con calma—. No tuvo suficiente ayer, se ha presentado aquí y ha empezado a romper cosas. —Apunta hacia el jarrón roto con su dedo índice.

Ella se percata del destrozo en ese momento, pero no parece importarle demasiado.

—Sigo sin entender qué hacías prácticamente encima de ella. —Me dedica una mirada de desprecio que no me agrada en absoluto, ¿acaso soy la culpable de que su novio tuviera ganas de domarme?

—¡La estaba reteniendo!

—Alex, no le mientas, intentabas negociar de una forma inadecuada —intervengo—. Me ha garantizado que me quita la denuncia a cambio de una mamada —le aseguro a la chica.

—Pero ¿qué estás diciendo? —me reclama—. Marice, no le creas una sola palabra, ¡está loca!

—Estoy flipando...

Alex se acerca a su novia, agarra sus manos y la mira con aparente sinceridad. Que las cosas no hayan pasado de la manera en que las he contado no significa que este desgraciado no estuviera tan cachondo como yo hace unos minutos.

—Tranquila, le he dicho que no, soy una mujer con principios —vuelvo a intervenir.

—Leona, sal de mi casa antes de que llame a la policía.

Hipócrita.

—¡Pero si eras tú el que no quería que me fuera! —Camino hacia la puerta y cuando llego hasta ella digo—: Un placer conocerte, Marice.

Mientras me dirijo al coche, los escucho discutir. Vaya, se me han quitado las ganas de destruir más objetos, ahora quiero destruir una pareja.

Ansiosa por hablar de esto con Barbi, me detengo en la tercera planta y llamo a su puerta. Es su padre quien me abre y me invita a pasar. Voy directa al cuarto de mi rubia y entro en este sin llamar. Está tumbada en la cama con su teléfono.

—¿No habíamos quedado más tarde? —me pregunta.

Cierro la puerta antes de sentarme a su lado.

—¡Me ha pasado algo muy fuerte!

—¿Se te han acabado las pilas del vibrador?

—No, idiota.

—¿Entonces?

—Alex Calvo me ha denunciado por lo de ayer, y tiene un video como prueba.

—No me jodas. —Se lleva las manos a la boca.

—¡Y eso no es todo!

Le cuento con lujo de detalles lo que ha pasado en casa del señor Calvo mientras ella me escucha con atención.

—Olvídate de que te quite la denuncia —opina cuando termino.

—Me da igual, voy a joderle de otra forma.

—¿Qué quieres hacer ahora?

—Pienso acostarme con él.

Y no solo porque así destruyo su relación, también porque el malnacido me pone muchísimo. Buena forma de matar dos pájaros de un tiro.

—Leona, que tiene novia.

—Por eso mismo, voy a hacer que rompan. —Sonrío.

Me mira con desaprobación. Ella y su maldito concepto del amor romántico. Espero que algún día se dé cuenta de que no va a llegar ningún príncipe azul a su vida.

—Marice va a sufrir por tu culpa.

—¿Tu prima no lo hizo cuando te acostaste con su marido? —Parece que hay que refrescarle la memoria.

—¡Eso fue distinto!

—Ah, ¿sí?

—Me enamoré de él, fui otra víctima.

Pongo los ojos en blanco.

—Alex merece un castigo por lo que nos ha hecho a mi padre y a mí, y me da igual que alguien más vaya a sufrir las consecuencias de sus actos.

—Mira, haz lo que te dé la gana, pero dudo mucho que lo consigas después de destrozar su coche y la que has liado en su casa.

—Puedo conseguirlo —aseguro.

Cuando regreso de salir a tomar unas copas con Barbi, me doy una ducha y me meto en la cama desnuda. Busco el Instagram de Alex Calvo y doy con él enseguida. Al parecer, el rollo de joven empresario exitoso le ha dado un poco de fama y tiene bastantes seguidores, aunque he de señalar que su feed es algo caótico. Muchas fotos de ascensores y con Marice. También alguna de él, ¡y una en bañador! Madre mía, cómo está el condenado. El recuerdo de su cuerpo sobre el mío invade mi mente y termino masturbándome, imaginando qué habría pasado si nos hubieran dejado un rato más solos.


NOTA DE AUTORA: Sí, lo sé, que esté actualizando es lo más raro del mundo. Yo tampoco lo entiendo, pero necesitaba escribir y necesitaba a Leona. Son casi las 6 de la mañana en España, ¿cuánto hacía que no pasaba la noche escribiendo? 

En fin, considerémoslo un milagro navideño que ojalá se repita más a menudo. 

No sé cuándo volveremos a vernos, pero gracias por leer el capítulo y por seguir aquí, realmente me sorprende que alguien lo haga. 


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top