7
Thais
Me despierto cuando mi estómago pide comida.
Mi estómago vuelve a gruñir, recordándome que no he comido desde que cené con Aang. Respirando profundamente, abro la puerta y salgo al pasillo vacío. El suelo de madera está frío bajo mis pies descalzos mientras me dirijo a la sala de estar, cada paso es tan cuidadoso como un disparo en el silencio del departamento.
Cuando llego al final del pasillo, me quedo allí como un gato callejero, asegurándome que no haya nadie antes de salir por las sobras. La única iluminación del lugar procede de unas tiras de luz en la cocina y del resplandor perpetuo de la ciudad de abajo.
Quizá Elliot haya regresado.
Aunque seguramente tiene cosas mejores que hacer que cuidarme cuando hay muchos haciendo lo mismo. Miro la puerta principal, el negro brillante tan poco llamativo. Sé que estará cerrada, pero no puedo evitarlo.
Pruebo con el ascensor pero no tengo acceso. Está cerrada y sin ninguna cerradura obvia, solo hay botones y lo que parece un escáner para una tarjeta llave. Bien, parece que se ha ido y estoy sola.
Me pregunto dónde está la libertad que me prometieron.
Mi estómago se aprieta de nuevo. Primero la comida. Luego, buscar trabajo para escapar de mi mente, pero primero debe hacer que Elliot me dé el acceso para poder salir.
Veo que el contenido de la nevera es mucho pero no tengo ni idea de cómo preparar nada. En realidad, los cereales son el límite de mis habilidades. Primero papá se encargaba de todo, después llegó Emaline, mi niñera, en la casa de los padres de David no hacía nada porque tenían quien les cocinara y al mudarme con Verónica ella se ocupaba de la comida y yo de la limpieza. Aang y Anton me malcriaron con sus deliciosos platos. Luego que escapé de la casa de Aang, comía sándwich, sopa china o Anjoly me invitaba a comer. Nunca hubo necesidad de aprender.
Dios, vaya que soy vaga.
Decido intentar hacer un sándwich de queso a la parrilla porque, ¿qué tan difícil puede ser? De seguro que una niña de quince puede hacer uno.
Meto mi sándwich de queso en el horno, luego descorcho una botella de vino que está en la nevera y la vierto en una taza porque no puedo alcanzar las copas, saco un poco de fruto de las que alguien había comprado ya preparado.
Cuando entro en el salón, las luces parpadean en el suelo. Un sofá esquinero está colocado frente a un fuego que parpadea detrás de un cristal, y una araña de cristal refleja pequeños puntos de luz a través de la oscuridad como si fuera purpurina. Todo el apartamento es precioso, da la sensación de no haber sido habitado. Cómo si lo hubiera elegido yo misma. Me acerco a las enormes ventanas y aprieto la palma de la mano contra el frío cristal, contemplando la ciudad que se extiende más allá de mí como un espejismo que no puedo tocar. Desde aquí, París es un mar de estrellas bailando en un océano negro.
Siempre me ha gustado la inmensidad de este país, la forma en que se extiende hasta el horizonte sin fin. Aquí casi puedo fingir que no existe un alma en el mundo excepto yo. Me hipnotiza su naturaleza caótica y me olvido de todo.
El agudo chillido de la alarma de incendios interrumpe mis pensamientos.
Mierda. Se me olvidó el sándwich.
Me apresuro en ir a la cocina para ver el humo que sale del horno, y me entra el pánico. Va a haber un incendio, estoy encerrada en este maldito lugar y no tengo ni idea de qué hacer. Me debato en arrojar agua al horno cuando el chillido se corta. La repentina presencia de Elliot me sobresalta en el ensordecedor silencio. Pasa junto a mí y apaga el horno, antes de abrir una puerta corredera que da a un balcón.
Sí, claro. Probablemente debí haberlo apagado, al menos.
El humo sale al aire nocturno antes que se dé la vuelta, con los gruesos brazos cruzados sobre el pecho y el ceño fruncido. Al menos ahora lleva una camisa negra, —no sus sacos habituales—, aunque el material está pegado a sus bíceps de una forma realmente molesta.
—Tu rabieta no tiene por qué llegar hasta el límite de quemar tu propio apartamento –informa.
—Ojalá lo hubiera pensado antes. Preferiblemente conmigo dentro.
Vuelve a tener ese movimiento de labios. Abre el horno y aparta la enorme nube de humo que sale, y luego se queda mirando los restos carbonizados de mi sándwich. Las llamas bajas siguen parpadeando lastimosamente en la sartén de la parrilla, y un pequeño sonido sale de sus labios que casi pueden tomarse por una risa.
—¿Eso es un sándwich? —parece incrédulo. —¿Cómo has quemado un sándwich?
—Por si aún no te has dado cuenta no sé cocinar. Nunca lo había intentado y tengo la mente distraída, ¿de acuerdo? —Mi estómago deja escapar otro gruñido y lo callo con un fuerte trago de vino y más frutas.
A este paso, voy a estar despechada, borracha y hambrienta.
—Eso no es cocinar. Hasta una niña de catorce lo sabe.
Yo lo miro mal. —No me digas. ¿Tú sí sabes cocinar Mister chef?
Él arquea una ceja. —Bueno, sí. Desde que tengo diez años.
—Te odio —suelto y él sonríe.
—Tus derechos de cocina están revocados desde el día de hoy.
—Oh, mira eso. Junto con mis derechos humanos. Supongo que tengo que ser una niña buena y quedarme encerrada todos los malditos días en esta celda hasta que a Aang le dé la gana de dejarme salir, ¿de casualidad no quiere ponerme una correa? —Le ofrezco una sonrisa sacarina y abro la nevera, cogiendo la botella de vino por puro principio. Luego me dirijo a mi habitación/celda para cerrarlo con fuerza y por puro berrinche; porque se suponía que Aang me dejaría libre y he pasado de una celda con compañía a otro sin ella.
Más tarde Elliot entra en la habitación con una bandeja de comida que él mismo preparó, para mi propia humillación es mejor de lo que he preparado en mi vida. Llamo a David para que pueda venir, pero está ocupado, así que llamo a Verónica quien viene enseguida al saber que no tiene que venir a casa de Aang.
—Me alegra que al final podamos pasar tiempo juntas, Vero. Me da la sensación de que, aunque vivimos en la misma ciudad, apenas te veo. Ni siquiera te he podido preguntar qué tal te fue con lo que ya sabes.
Cuando estaba en el hospital ella había prometido dejar de ver a Theodore.
—No pude —suelta y paro en seco. Me olvido de pintarme las uñas y de todo.
—¿Qué?
—Ni siquiera ha vuelto a llamarme —confiesa, y su mirada corre nerviosa de aquí para allí.
—¿Qué quieres decir, Verónica? Estuviste fuera todo el fin de semana y dijiste que era para hablar con él. ¿Dónde estuviste?
—Con Theodore —dice con aire despreocupado, como si sus palabras no estuvieran llenas de toxicidad.
Entrecierro los ojos.
¿Cómo pudo estar con él y no poder hablar de eso? ¿Qué mierda estaban haciendo para no tener tiempo de hablar?
—Perdona, ¿puedes repetirlo?
—Hace un tiempo volvió a hablarme después de aquel desplante en su casa y acepté quedar con él. Llevamos unas semanas hablando para resolver nuestro asunto. Así que estamos bien.
«Estamos bien. ¿Qué mierda?».
Thais, calma. No le pegues aún. —Te he dicho que lo repitas no porque no lo había escuchado sino para darte tiempo de rectificar y evitar pegarte para ver si tus neuronas van a despertar.
—Te has enfadado —dice con una mueca.
—Me has engañado. ¡Claro que estoy enfadada! ¿Desde cuándo nos engañamos?
—Sabía que no aprobarías que quedara con él, pero quería hablar conmigo sobre cosas.
—¿Hablar sobre cosas? —repito enfadada—. ¿De qué puñetas querría hablar? —Baja la cabeza y se pone a dibujar líneas en el suelo con el zapato—. No me fastidies, quería hablar sobre volver a estar juntos, ¿no?
—Es complicado —dice.
—¿Complicado? —repito. —¿Por qué? Te abandonó desnuda en su bañera y ahora quiere volver solo para seguir jugando contigo.
—Es mi jefe.
—Ex jefe, no tu puto amo.
Agacha la cabeza. —Nunca firmé los papeles. Además, jamás podría encontrar otra oportunidad como esa.
Se me hace añicos el corazón.
—Me dijiste que...
—¡Ya lo sé! —grita; se pasa las manos por el pelo y camina de aquí para allí—. Sé que te dije que se había acabado y se acabó. Mentalmente, mi trabajo se había acabado para mí y estaba buscando otro, pero físicamente... Nunca firmé los papeles y él les había dicho a los demás que me había enviado a entrevistar a alguien importante fuera del país.
—Me tienes que estar vacilando, Vero. Te usa.
—Ya, pero...
—No. Nada de peros. ¡Él no tiene perdón y tú me has engañado sobre tu renuncia, sobre no seguir viéndolo! ¡A mí! Tu hermana de corazón. A tu mejor amiga.
»Se supone que nunca nos mentiríamos, Vero. Se supone que nunca nos engañaríamos por nada ni por nadie. Se supone que podemos contárnoslo todo y todo este tiempo has estado viviendo una mentira conmigo. Desde que lo conoces me estás mintiendo. Ni siquiera te reconozco. ¿Sabes lo que siempre decía tu mamá sobre las mentiras? Si tienes que mentir sobre ello, probablemente no deberías hacerlo. Sabes que la dulce mentira con el tiempo rompe más que la verdad al desnudo.
—Por favor, Thais, no me cites a mamá ahora mismo.
—Tienes que dejarlo, Vero. Física, emocional y mentalmente. Es tóxico para ti. No te va a traer nada bueno. Theodore Alexander es venenoso y no te va a traer nada bueno.
—¡No tienes ni idea de lo que pasa! —alza la voz y Verónica nunca levanta la voz.
—¡Pero sí tengo idea de lo que es que no te respeten! Por Dios, ¿crees que no me he dado cuenta que ahora usas muchas ropas con manga larga y cuello? ¿Qué tus ojos han perdido ese brillo de inocencia y dulzura? —pregunta enojada y con ganas de llorar por la amiga que estoy perdiendo—. No puedo creer en esa persona que tengo delante de mí, no me puedo creer que me hayas mentido todo este tiempo.
—Siento haberte mentido, pero si somos sinceras, tú tampoco has sido la persona más sincera estos últimos días.
—¿Qué?
—Esto —dice señalando mi habitación—. Todo el tema de Aang es raro. ¿Por qué tienes tantas personas cuidándote? Ya eres mayorcita para cuidarte sola, maldita sea, puedes incluso denunciarlo por secuestro y violación pero no lo haces. Dime la verdad, ¿por qué sigues con él después de todo lo que te hizo?
Se me encoge el estómago.
—Vero, no es lo mismo...
Mierda, estoy siendo hipócrita.
—¡Es exactamente lo mismo! Dices que estoy en una relación sin amor, algo tóxico, que soy débil y te cabrea que te haya engañado, pero tú me has estado engañando a mí y a ti misma. Estás con él porque te has enamorado de él y Aang no parece sentir lo mismo por ti. ¿Quién dice que no te está usando?
—Para.
—Te has enamorado y él usa ese amor para hacer contigo lo que quiere.
Me quedo boquiabierta.
—Vero... Esto, ahora mismo, no tiene que ver conmigo ni con Aang, sino solo contigo. Estás cometiendo un grave error al hablar con él. Ya te ha hecho daño una vez. No es sano y es peligr...
—Me voy a vivir con él —me corta.
—¡¿Qué dices?! —exclamo y la conmoción me recorre el cuerpo. Me enderezo—. Esa no es tu casa. Podrías vivir conmigo o incluso yo puedo mudarme contigo si te molesta que Aang lo haya comprado.
—Theodore piensa que lo mejor para nosotros es trabajar en nuestra relación.
—Pero ¿qué relación? —pregunto furiosa—. Te ha estado maltratando —tomo su mano y ella lucha por quitarme su mano mientras subo su manga, pero soy más fuerte que ella, he practicado un poco con Aang y a veces con Elliot, sé cómo hacerle frente a alguien más grande que yo. Dejo ver las marcas de dedos que tiene en su brazo derecho—. ¿Qué crees que te hará cuando vivas con él? Nunca cometas el error del ser comprensiva como para ignorar el hecho de que te está faltando el respeto, Vero. Los hombres adultos son completamente conscientes de sus acciones cuando lo hacen. Te lástima a consciencia.
—Es algo que no te importa —quita su mano, volviendo a bajar su manga—. Y para que lo sepas, no me lo hizo a propósito, solo me agarra porque casi caigo y mi piel es escandalosa.
Veo que nada lo hará cambian de opinión, así que opto por otro punto. —¿Vero, no te parece extraño que te eligiera a ti para trabajar con él? ¿No es sospechoso que hayan ido precisamente a tu casa a ofrecerte ese trato? Todo acerca de tu llegada a París y su creciente interés en ti. Es una serpiente.
—¡Basta! —grita y agita las manos de un lado a otro, enfadada—. ¡Basta ya! Es el hombre al que he elegido, Thais, y me voy a mudar a su casa. —Baja la cabeza y se le resquebraja la voz—. No quiero acabar como ella.
—¿Cómo quién?
—Mi mamá. Murió sola porque nunca dejó que ningún hombre se le acercara lo suficiente para quererla. No quiero morir sin que me quieran.
—Él no te quiere, Vero...
—Pero puede quererme.
—Estás deseando algo imposible... —susurro—... Yo sí te quiero, puedo quererte por los dos. Puedo amarte mejor que él.
Las lágrimas le caen de los ojos.
—Creo que si hago todo lo que me dice...
Una cruel realidad pasa por mi mente.
—Él te pidió que llamarás a la policía.
—Lo hice por tu bien —confiesa. —Sé que te ha hecho cosas horribles.
Me atraganto con una carcajada parecida a un sollozo. Está tan en lo cierto y a la vez tan equivocada.
No tiene ni idea.
—Pero aún así te gusta —habla grave y temblorosa—. Todos estos años has sido miserable. Intenté consolarte una y otra vez, pero no funcionaba nada, creí que si te empujaba a los abrazos de David las cosas iban a mejor, hasta que al final creí que te había perdido.
»Me sentí tan inútil por no poder curarte, pero cuando llamaste y te vi feliz con él sin saber gran parte de la historia estaba feliz por ti. Ahora creo que jamás nosotros hubiéramos podido ayudarte. Porque en realidad lo único que necesitabas era besar al asesino de tu hermana y convertirte en la furcia de un demonio...
La abofeteo.
—No te atrevas a insultarme.
Ella no parece sentir la bofetada porque continúa hablando. —Así que si tu puedes ser feliz con tu violador, ¿por qué yo no lo puede ser con Theodore? La vida me está dando otra oportunidad y esta vez lo haré mejor.
Es una locura lo rápido que sucedió, lo rápido que mi enfado se transforma en auténtica tristeza por mi mejor amiga.
—No. Eso no es verdad. No vale la pena, Vero. ¿Por qué confiarías en alguien así para reconstruir cuando usa el poder que le diste y tu vulnerabilidad para destruirte?
»Si se te acerca una bala y tienes tiempo suficiente para moverte, no te quedas sin hacer nada esperando a que te dé. Te apartas, Vero. Esquivas la bala. Theodore es una bala con silenciador, te hará sangrar antes de que te des cuenta.
—Mi relación con Theodore no es una bala. No es una herida. No es mi muerte. Es mi vida, Thais y yo decido cómo quiero vivirla.
—Estás cometiendo un grave error —susurro; las lágrimas me caen por las mejillas.
Ella asiente. —Quizás, pero ese error lo tengo que cometer yo, igual que tú el de Aang. —Se cruza de brazos y tiembla como si tuviera un escalofrío—. Mira... podemos seguir saliendo si quieres, para despejarnos la cabeza. Y así puedas conocerlo. Él es diferente cuando está conmigo.
—¿Sabes qué, Vero? —Hago una mueca y niego con la cabeza—. Preferiría que no. No quiero estar cerca de ese hombre.
Lo más difícil de la vida es ver a un ser querido caminar directo hacia el fuego y no poder hacer más que quedarte sentado para ver cómo se quema.
—Has lo que quieras, igual yo haré lo mismo —dice, dándose la vuelta para irse.
—Verónica no seas absurda...
Sigo sus pasos hasta la sala, pero ella no se detiene.
Se encienden las luces que hay encima del ascensor.
En el sofá está Anjoly en vaqueros oscuros y con una camiseta negra. Es un atuendo que jamás le había visto puesto fuera de casa. Tiene un aspecto casual, real. Es obvio que aquella noche no le apetece causar impresión.
Verónica aprovecha para meterse dentro, intento detenerla pero Anjoly me detiene.
—Déjala ir —me dice. —No puedes hacer nada para hacerla cambiar de opinión, te lo digo por experiencia.
Tragando mis lágrimas veo como se cierra el ascensor.
―¿Qué haces aquí?
―Vine a ver cómo estás.
Me ofrece una sonrisa.
―¿Te apetece algo de beber?
―No, estoy bien ―traga mientras me siento a su lado. ―Perdón por haberlos escuchado y meterme donde no me llaman pero sé cómo se siente estar obsesionada con Theodore —suspira. —Los hombres como Theodore tienen una forma de... —Hace una pausa como si tratara de encontrar mejores palabras—. Tienen una forma de hacernos ir en contra de nuestro parecer. Pero al final, todo es una elección.
Cruza las piernas y mantiene la espalda perfectamente erguida. Hasta en sus momentos de mayor debilidad se comporta con gran fortaleza. Contempla el suelo durante varios segundos antes de mirarme. Contengo la lengua, permitiendo que empiece cuando estuviera preparada.
―Yo... ―aclara la garganta. ―Cuando nos conocimos todo era normal. Nos enamoramos, nos fuimos a vivir juntos y se volvió increíblemente celoso y posesivo, invadido por la ira. Quería lo mismo que tenía Aang, así que un día mientras estaba en una fiesta conocí a la personas que tanto odia.
»Yo quería ayudarlo con su venganza y creí tontamente que eso nos haría feliz, fue cuando me propuso seducir a su supuesto amigo. Aang no sabía de mí pero yo sí lo conocía. Me volví su sombra tratando de saber todo lo que le gustaba y planeando nuestros encuentros supuestamente casuales. Sin embargo, me comenzó a gustó Aang al darme cuenta que no era como él me lo pintaba. Y entonces los celos de Theodore se hicieron más amargos y dañinos...
Observo cómo se mueven sus labios mientras habla.
―En cierto punto, la relación se volvió abusiva. No voy a entrar en detalles, porque de todos modos no importan. Pero me hacía daño... y mucho ―Anjoly habla como si estuviera en medio de una reunión de negocios, como si lo que está diciendo no tuviera absolutamente ningún efecto sobre ella. Tiene una sólida coraza imposible de penetrar―. Llamé muchas veces a la policía y presenté órdenes de alejamiento.
»El juez nunca consideró que tuviera pruebas suficientes y declaraba que mis lesiones podían ser autoinfligidas, mi padre tenía demasiado miedo para ayudar y mamá no hacía más que decirme que ya me había advertido sobre él y no le hice caso, así que tenía que tener el mismo valor que tuve cuando dejé mi casa para ir con él y usar eso para acabar con todo. Cada vez que iba a la policía, solo conseguía que me hiciera más daño y que los policías se hicieron los ciegos porque al final borraban mis denuncias. Él me golpeaba hasta que me desmayaba...
Mierda, tengo ganas de vomitar; porque sé que posiblemente le esta haciendo lo mismo a Vero.
Nunca me había sentido tan enfadado y tan asqueado al mismo tiempo. Anjoly había pedido ayuda, pero la policía le había dado la espalda porque la otra persona tenía poder. No estaba segura en su propio hogar y sus propios padres le habían dado la espalda. Vero no me pedirá ayuda, si Theodore le hace lo mismo y no tiene a nadie más aquí, la policía tampoco la va a ayudar.
Que mundo de mierda.
Me pone tan enferma que tengo ganas de llorar.
―Así que un día me propuso que me dejaría libre si lograba hacer que Aang me propusiera salir juntos y luego me pidiera matrimonio...
Mis ojos buscan los suyos, necesitando escuchar el final de aquella historia.
―Eso hice, tengo pesadillas horribles producto de sus golpes. A veces son muy frecuentes y otras veces parecen desaparecer.
»Por lo cual nunca podía dormir en la misma habitación que Aang, teníamos sexo pero ambos dormíamos en habitaciones diferentes, lo cual era perfecto para ambos porque a Aang tampoco le gustaba que durmieran con él después del sexo. Todo parecía ir bien, Theodore no se me había acercado más y pensé que nuestro trato ya estaba cerrado —suspira. —Qué tonta fui.
Yo voy imaginándome la historia, viendo todo pasar tras mis párpados.
―Un día llegó a mi casa y me dijo que tuvieras sexo por última vez, que sería el último favor que me pediría. Acepté acostarme con él porque deseaba acabar con todo, pero justo en pleno acto Aang apareció y todo se hizo pedazo.
»No hubo boda, Aang me odiaba. Lo único bueno de todo esto fue que después de todo lo que pasó Theodore se deshizo de mí, ya no le era útil. Sigo sin poder dormir con alguien en mi cama, odio todo lo relacionado con Theodore pero aún estoy amarrada a él, bueno, solo tengo que aguantar un año más y luego seré libre. Legalmente está involucrado con la editorial. No es por desanimarte ni nada, pero no creo que Verónica pueda dar marcha atrás mucho menos si ya ha matado por él o lo ha visto matar a alguien.
―Ella no sería capaz de llegar tan lejos ―digo e intento convencerme.
―Esperamos que al menos no sepa nada de sus negocios.
Tomo su mano y le doy un apretón.
―Gracias por contármelo.
―No se lo había contado nunca a nadie... excepto a Aang la noche que te conocí y me emborraché.
Ahora me siento más especial incluso, sabiendo que lo que hay entre nosotros es cualquier cosa menos un intento de ser amigas. Tiro de ella hacia mí y la abrazo dándole consuelo.
De pronto ella salta. —Tú. Levanta tu culo, báñate, y vístete. Tenemos mierda que hacer.
—¿En serio?
Asiente.
—Tú y yo, en un club, mezclando bebidas. Puede que terminemos muy ebrias esta noche, pero hey —lanza un ligero encogimiento de hombros y luego sonríe perversamente—, es un riesgo que estoy dispuesta a tomar.
Muerdo el interior de mi labio.
—No tengo ganas de ir de fiesta. Aang me acaba de dejar.
Silencio, después Anjoly habla.
—Oh, wah wah wah. La pobre Thais está teniendo un momento difícil porque está soltera. Que alguien saque el violín de una vez.
—Oye —respondo con irritación.
Anjoly frunce el ceño.
—¿No piensas seguir con tu vida? ¿Te la vas a pasar llorando en cada rincón?
—No puedo salir de fiesta ahora si voy a llorar a izquierda, derecha, y centro —explico, mi voz rogándole que me entendiese.
Anjoly sacude la cabeza, pareciendo ligeramente decepcionada.
—Nunca te tomé por una de esas chicas que se deprimen sintiendo lástima por ellas mismas.
—¡No lo soy! —disparo.
—Entonces malditamente prepárate, preciosa —pronuncia en completa calma—. ¿Quieres caerte del caballo y dejar que te pisotee? ¿O vas a montarte de nuevo y demostrarle al caballo quién es su maldito jefe? —Rabie en silencio, y por la expresión presumida de Anjoly, disfruta cada momento de ello. Sonríe—. Haz de ese caballo tu perra, Thais. Hazlo.
Me levanto deprisa para ir a cambiarme, pero al final terminamos haciendo la mezcla de bebida en mi departamento porque hay órdenes de no dejarme salir por hoy.
A eso de las doce de la noche ella se va borracha, siendo cargada por Elliot. Yo tomo mi laptop y comienzo a escribir. A las diez de la mañana por fin termino el borrador. A pesar de que me falta el epílogo se lo envío a Aang, David y Anjoly—bueno, a esos dos últimos solo les falta por enviar mis últimos capítulos—. Luego me voy a la cama.
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