39

Thais

Me tira del pelo mientras me hace retroceder poco a poco, dirigiéndome hacia el sofá. Desplaza los dedos hasta mi espalda y tira de mi camiseta hacia arriba, y se deshace de mi sujetador. Interrumpe nuestro beso para bajarme el pantalón y las bragas por mis largas piernas y disemina algunos besos por mis muslos mientras desciende. Cuando se incorpora cuan alto es, se quita la camiseta de un tirón y la lanza encima de mi ropa interior. Sus ojos recorren mi cuerpo desnudo y contemplan fijamente la turgencia de mis pechos, el hueco de mi garganta y mi esbelta cintura, me observa como si fuera un hombre hambriento que acaba de pedir todo lo que había en la carta. Yo dejo mis ojos vagar en su físico esculpido, es tan sensual como lo recordaba. Su pecho está cubierto de unos enormes pectorales, y su figura es ancha por arriba y estrecha a la altura de las caderas. Es el triángulo invertido perfecto, el símbolo puro de la masculinidad. Es lo bastante hombre como para hacerme sentir toda una mujer. Su piel bronceada no tiene ni rastro de vello y su vientre hace sombras por los surcos de sus abdominales. Es perfecto: todo músculo, piel y tendones.

¿Realmente quiero alejarme de lo que él provoca en mí? No.

¿Necesito esa distancia? Sí.

Mis labios se separan automáticamente para poder inhalar más aire y mi lengua se arrastra por mi labio inferior. Lo último en lo que pienso es en que me voy de viaje, el tiempo que le pedí y lo duro que va a ser estar sin él. Solo pienso en una lujuria sin filtros y desatada que se filtra en mis venas.

Se afloja el cinturón y se desabrocha los pantalones, que le caen por los fuertes muslos hasta aterrizar en el suelo con el resto de nuestra ropa. Se quita los zapatos de una patada y se deshace de los calcetines. Una vez que esta completamente desnudo, su aspecto es el de la estatua de un soldado romano. Es poderoso, clásico y hermoso. A pesar de lo fuerte que es todo su cuerpo, su mandíbula cincelada y sus ojos verdes encierran una dureza aún mayor. Nada se puede compararse a aquella expresión enérgica, a aquella mirada que hace que innumerables mujeres se postren de rodillas ante él.

Ahora yo deseo estar de rodillas.

Y tengo la certeza de que los chicos no van a salir, apenas escucharon que nuestra conversación terminó debieron haberse imaginado lo que esta sucediendo.

Bajo hacia el suelo y me arrodillo sobre la pila formada por la ropa de ambos. Me sujeto con las manos a sus fuertes muslos para mantener el equilibrio y pego los labios a la base de su miembro, aquella erección que ya rezuma semen en la punta para mí. Le doy un beso delicado y lo acaricio con la lengua.

La penetrante expresión de Aang no cambia mientras su mano se hunde en mi pelo y se aferra a mi nuca.

Noto la gruesa vena de su miembro a medida que asciendo, avanzando centímetro a centímetro hacia la punta, que rezuma por mí. Sigo adelante hasta llegar al glande.

Aang contiene la respiración mientras espera a que lo saboree.

Paso la lengua por la piel lubricada y me llevo el sabor a la boca: es exactamente como yo recordaba. Me introduce la punta en la boca y succiono para obtener tanto de él como pueda.

Baja los párpados mientras gime.

Yo me meto su erección hasta el fondo y noto cómo me estira la garganta y las mejillas. La boca se me empieza a llenar de saliva mientras le empapo la piel y resbala hacia mis labios. Aplano la lengua para acomodarlo y empiezo a moverme hacia atrás y hacia delante lentamente, dejando que su sexo me folle la boca.

Él me agarra el cuello con más fuerza y se coloca más cerca de mí, introduciéndome más su erección aunque jamás va a caber entera en mi boca.

―Te he echado de menos, ¿y tú a mí, pequeña?

Tengo la boca llena, así que no puedo hablar. Lo miro a los ojos mientras boqueo y asiento ligeramente.

Él me clava los dedos con más fuerza y empieza a sacudir las caderas. Me folla la boca con su sexo y el resto de mí con los ojos. Se le acelera la respiración y empieza a tomar aire con esfuerzo, algo absolutamente sensual.

Puedo pasar todo el día chupándosela, pero quiero sentirlo entre mis piernas, notar cómo me estira, al igual que hacía antes.

Y sé que mi vuelo no esperaría todo el día.

Saca su sexo goteante de mi boca y me pone en pie sosteniéndome por el cuello. En lugar de lanzarme sobre el sofá, me agarra el trasero con sus enormes manos y me eleva hasta su cintura. Con un brazo alrededor de mí, se coge el miembro con la mano y lo apunta hacia mi abertura. Me deja caer lentamente sobre su sexo, permitiendo que su enorme glande dilate la entrada y el resto del canal. Se hunde más en mí y empuja hasta que queda totalmente enterrado en mi interior. Me sostiene contra su cuerpo con facilidad y yo le rodeo el cuello mientras nuestros rostros permanecen unidos.

Le clavo las uñas en los hombros y gimo directamente en su cara, echando de menos el gran placer que siento con aquello. Sus musculosos brazos sostienen todo mi peso sin esfuerzo mientras aprieta los bíceps y tensa los tríceps. Esta completamente erguido en el centro de la sala, manteniéndome elevada a una altura a la que no estoy acostumbrada ni siquiera con los tacones.

Su sexo palpita en mi interior al saborear la sensación de mi estrecha humedad. Roza mi nariz con la suya y un gemido masculino surge de lo más profundo de su garganta.

—Joder.

Tiene los brazos enganchados bajo mis piernas abiertas y me agarra las nalgas. No se le acelera la respiración y tampoco muestra ningún signo de agotamiento. Me sostiene como si no pesara nada en absoluto. Como si no estuviera haciendo ningún esfuerzo.

No hay nada más erótico que verlo allí de pie a través del reflejo del espejo de la pared contraria. Tiene el trasero prieto, los músculos de la espalda en constante movimiento y los muslos firmes y gruesos. Es el ejemplo perfecto de poder y fuerza. No había visto una imagen más genuinamente masculina en mi vida y en este momento deseo ser fotógrafa y captar el momento. Nunca un hombre me había llenado tanto. Nunca me habían hecho volar con el sexo... literalmente.

Empieza a moverme de arriba abajo, arrastrando mi sexo desde la base de su erección hasta la punta. Estoy tan resbaladiza que oigo los sonidos que producen nuestros cuerpos al moverse al unísono. Él es grueso y yo estrecha: la combinación perfecta.

Observa mi expresión mientras se desliza en mi interior sin apartar los ojos de los míos. Alguna vez echa una ojeada a mis labios y otras me roza la nariz con la suya. Me folla y me hace el amor al mismo tiempo, permitiéndome clavarle las uñas todo lo que desee. No me besa, probablemente porque prefiere ver cómo reacciono a él. Tal vez quiere grabar mi rostro.

Me proporciona un placer exquisito. Nunca me había gustado tanto sus brazos. Me sirvo de sus hombros para impulsarme de arriba abajo, pese a que él no necesita ayuda alguna. Me sostiene en brazos como si fuera una muñequita que no pesa nada, y enfunda su sexo en mí.

Noto que cada vez me pongo más húmeda, más prieta mientras mi minúsculo sexo lo monta con ímpetu. Cada embestida es más placentera que la anterior. Podría continuar así eternamente, en volandas como si fuera absolutamente liviana. Me penetra hasta el fondo y con cada envite llega un poco más lejos. Tiene acceso completo a mí y se aprovecha de ello con cada empujón.

Mis labios tiemblan queriendo decir tanto, pero nada sale.

Yo no quiero correrme tan pronto porque va a ser un claro indicio de que lo había echado de menos, de que había echado en falta que me follara así. No había estado con ningún otro, ni siquiera me había tocado. Había pasado más de tres semanas sin sexo de ninguna clase. Mi cuerpo prácticamente llora de alegría.

Roza mis labios con los suyos.

Yo muerdo su boca, intentando contener la ola de calor que amenaza con quebrarme.

―Córrete, pequeña.

En lugar de sentir pudor por que Aang me conozca tan bien, siento otra oleada de excitación. Lo sabe todo de mi cuerpo, sabe perfectamente cómo complacer a una mujer y nota el deseo entre mis piernas. Me aferro a él con más fuerza mientras el calor se propaga por mi cuerpo como un incendio descontrolado. Noto un ardor candente y abrasador por todas partes. Mis profundos jadeos se convierten en gritos aunque no quiera.

―Aang... ―le hundo más los dedos en el pelo.

Él tira de mí hacia su sexo cada vez a mayor velocidad, golpeándome con fuerza y profundidad una y otra vez. Se hunde en mi cuerpo, dándomelo todo. Sus actos hacen que mi orgasmo dure eternamente, prolongándolo en el tiempo.

No recordaba la última vez que me había corrido con tanta intensidad. Es el tipo de orgasmo que me da ganas de llorar. Las lágrimas se acumulan en mis ojos y los labios me tiemblan por el éxtasis. Es tan placentero, tan culposo, tan satisfactorio a la vez... Aang observa mi expresión de principio a fin con la comisura de la boca elevada en una sonrisa ligeramente arrogante. Sus ojos exhiben la misma aguda intensidad, el mismo deseo acalorado que casi me quema el rostro.

El orgasmo se desvanece poco a poco, abandonando mi cuerpo y dejándome sensible por todas partes. Mi cuerpo libera otra oleada de humedad, dejando a Aang completamente empapado. Presiono la frente contra la suya y siento la inquebrantable conexión que nos une, el vínculo del que no logro despojarme. Se supone que no debía significar nada para mí, pero desde el día en que lo había conocido, había cambiado mi mundo. Me había hecho enamorarme de él y sé llevó mi corazón.

Se hunde en mí hasta el fondo y me lleva al sofá. Me sujeta con un solo brazo sin esfuerzo alguno mientras apoya mi cabeza sobre el cojín al tiempo que permanece en el fondo de mi cuerpo. Su sexo late, palpita. Me inmoviliza las piernas con los brazos y se coloca encima de mí, enterrando su erección en mi entrepierna.

Suelto un gemido.

Ahora tengo ganas de correrme otra vez.

Me besa con suavidad en la boca, moviendo los labios sobre los míos con una pasión abrasadora. No se mueve en mi interior, permitiendo que su grueso sexo descanse en el fondo del mío. Cuando me mete un poco la lengua, se aparta.

―Así es como siempre quiero correrme dentro de ti. ―Echa su peso hacia delante, haciendo que me hunda. El cojín se curva en torno a mi cabeza. Estoy inmóvil y doblegada, con el cuerpo abierto para que Aang lo tome. Yo soy prisionera y él es mi captor, pero no quiero escapar―. Recuerda eso, siempre serás mi hogar, pequeña. La distancia y el tiempo nunca me harán cambiar de opinión porque, Thais, moriría por ti... Pequeña, moriría por ti, solo basta hacer una llamada para salga corriendo a ti. Ahora, agárrame el culo.

Desplazo las manos hasta sus musculosas nalgas.

Él empieza a embestirme, introduciendo su gruesa erección todo lo que mi cuerpo le permita.

Yo tiro de su trasero al mismo tiempo, atrayéndolo más hacia mí. Con cada empujón siento cómo me roza el clítoris. Mi entrepierna esta lista para su semilla y esperar su orgasmo hace que me corra otra vez.

―Aang... ―hundo las uñas en su piel y abro más las piernas.

―Ábrete más.

Separo las piernas todo lo que puedo. Él gime mientras continúa empujando con mi sexo a su completa disposición. No aumenta el ritmo, manteniendo sus embestidas pausadas y regulares. Sus ojos se oscurecen perceptiblemente fijando su atención en los míos. Entonces, su sexo empieza a aumentar de tamaño en mi interior, palpitando expectante.

Contiene la respiración mientras deja de moverse con su miembro entero dentro de mí. Eyacula con un gemido, derramando todo su deseo en el fondo de mi entrepierna. Cierra los ojos por un instante mientras disfruta, sobrepasado por una ráfaga de placer.

Yo continúo agarrándole el trasero, sintiendo el peso de todo su semen, cálido y contundente. Es una sensación increíble, una experiencia que antes daba por sentada. Siento cómo su semilla se resbala por mi abertura y gotea entre mis nalgas hasta el sofá. Me ha dado tanto que no me cabe todo dentro.

Engancho los tobillos al final de su espalda y le rodeo el cuello con los brazos. Pego la frente a la suya mientras noto cómo su sexo se vuelve flácido en mi interior. Su semen sigue goteando de mi cuerpo, pero yo no tengo prisa por moverme.

Quiero quedarme así y nada más. Todo el caos de mi corazón desaparece y el mundo deja de parecer tan disparatado. Aang me había hecho daño y yo a él. Pero cuando estamos juntos, no pienso en las dudas ni en el dolor. Solo pienso en aquel hombre que amo y me ama.

Me abrazo a él una vez más hasta que me obligo a soltarlo para que así podamos cambiarnos.

Ninguno de los dos dice nada mientras nos ponemos la ropa.

—Te esperaré —me toma de la cara y me roba un beso. —Mi corazón es tuyo. Buen viaje, pequeña ―Me inclino y lo beso en los labios.

Me envuelve en sus brazos y me besa con más pasión, rozándome con la lengua.

Para acabar de desearme un buen viaje, no parece querer que me fuera a ningún sitio.

Finalmente interrumpo el beso y retrocedo para abrirle el ascensor.

―Adiós, Aang.

Las puertas del ascensor se abren, invitándole a pasar.

Me lo quedo mirando varios segundos, confundida por aquel hombre. Es el amante más apasionada que había tenido nunca, pero es capaz de apagar aquella lujuria al instante.

Se da la vuelta y entra. Contemplo su cabello negro oscuro, sus ojos verdes y su precioso rostro cuando vuelve a mirarme. Es una dictador implacable, pero tiene un toque sumamente tierno. Es tan guapo que a veces duele mirarlo. Pero aquellos increíbles rasgos y aquella piel suave no muestran lo que hay realmente bajo la superficie.

―Adiós, Thais.

Me sonríe y yo le devuelvo la sonrisa.

Aquel hombre que llevo en el fondo del corazón se está yendo y yo solo puedo mirar cómo sucede.

Él es y será el amor de mi vida, porque ha sido la persona que la ha marcado, es la persona que ha tocado mi corazón y se ha fundido en su calidez. No podré arrancarlo, aunque no lo vuelva a ver por un tiempo.

Sé que lo amo y que me ama, y que nos seguiremos amando, ese es el mejor consuelo que puedo tener.

No tengo idea de lo que va a pasar, pero me emociona comenzar esta nueva etapa.

De descubrirme. De poder amarme.

¿Esto es madurar y curarse?

¿Tomar las oportunidades y sacar algo bueno de ellas?

¿Aceptar las posibilidades y esperar que sucedan?

¿Descubrir que el mundo es una mierda más grande de lo que pensabas pero saber que siempre te tendrás para continuar adelante?

Entonces... quizá sí me agrada crecer.

Yo quiero ser yo misma en diferentes situaciones, no perder mi esencia en las tempestades, quiero creer que es parte del proceso de madurar; entender que no puedes quedarte quieto, es alcanzar la mejor versión de ti mismo a pesar de lo difícil y doloroso que esto pueda ser.

Quiero ser mejor persona de lo que fui una vez.

Aunque en este momento duela la simple idea de crecer y tropezar, sin tenerlo a mi lado. Pero necesito luchar por mí, por lo que siempre quise, luego volver y recuperar lo que siempre amaré; no me lo perdonaría si fuera de otra manera.

Y sé que él tampoco lo haría.

El ascensor se va cerrando y tengo un fuerte impulso de correr hacia él, pero no lo hago. Me controlo y evito derramar las lagrimas que flotan bajo mis párpados.

No puedo detener ese ascensor.

¿Después de todo, qué voy a decir?

¿Quédate?

¿Vete?

¿Te odio?

¿Te amo?

No puedo negar un sentimiento sin afirmar el otro, porque todos son ciertos.

Y es por lo cual necesito tiempo para aclarar todo.

Tengo que averiguar quién soy sin él. Sin su protección. Tengo que buscar mis emociones y asegurarme de que lo que siento por Aang no es el síndrome de Estocolmo. Tengo que lidiar con el dolor y la culpa.

Tengo que hacer esto por mí misma.

Estamos en la meta final, ¿cuáles son sus teorías del final de Abyss?

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