34
Thais
El insomnio es un hijo de puta.
Pase la noche en vela en el hospital. No he parado de llorar desde esta mañana.
Quiero que Verónica abra los ojos, quiero que me observe, quiero que siga luchando. Ella ha pasado por demasiado en la vida, y me cuesta creer que una puñalada ha acabara con ella.
Finalmente, en la tarde, los médicos nos avisan que ella está en cuidados intensivos y que no podrá recibir más visitas por hoy, y que por ahora está estable. Luego Aang me obliga ir a casa, ya que no hay nada que hacer.
Yo confío en que estará bien, pero igual me estoy ahogando en un río de emociones, y lo único que hago es sollozar. La bilis quema mi garganta, mi interior, y siento que estoy ardiendo. Mi pecho colapsa hasta que no queda nada de mí. Me está costando mantenerme de pie. Aang al notar mi estado se precipita hacia mí y me lleva cargada hasta la habitación. Minutos después Anton me trae un té, una vez que lo tomo me siento muy agotada, por más que lucho por mantener despierta no puedo como si todo hubiera caído encima de mí de golpe, así que me imagino que Aang ordenó que me pusieran un calmante.
Me despierto sintiendo mucho dolor, pero afortunadamente menos que ayer. Aang no está en la cama. No me puedo creer que haya salido.
Salgo de la cama y veo una nota doblada apoyada en mi libro.
La abro: No dejes que nadie o nada nunca te arrebate tu preciosa sonrisa. Tú eres mucho más fuerte que los que ya la han perdido, pequeña.
No salgas, trataré de llegar lo más rápido que pueda.
Aang
Leo la nota varias veces. Su letra me encanta. Estar con él es mágico. A pesar del dolor.
Me obligo a darme una ducha. Me pongo una pomada en los moretones y me pongo ropa de manga larga para estar en mi habitación. Ya es de noche, no pensaba salir de todos modos. Debo estar lo mejor posible para Verónica.
Elliot no tarda en venir a verme al escuchar mis pasos, ve los moretones una vez que estoy en la sala.
—¿Te sientes mejor?
—Estaré mejor en unos días. No es nada importante.
—No tienes buena cara.
—He dormido mal.
—¿Han vuelto las pesadillas? —me recorre un escalofrío.
Hace años que sufro de pesadillas. Son horribles, tanto que trato de evitar pensar en ellas y hacer como si no existieran. Mi psiquiatra siempre me pregunta por ellas en cada sesión y se las cuento para tratar de entender por qué sueño con azotes, demonios y sangre...
Noto que la respiración se me acelera.
—Olvida que he hablado de ellas —se sienta a mi lado y coge mis manos. —Mejor pensar que tal vez se han ido para siempre.
—Ojalá. Desde que entreno contigo estoy tan agotada que no tengo fuerzas ni de soñar. Eres un entrenador muy gruñón, ¿sabes?
—Algo bueno debía salir de esta locura. Ahora te dejo que descanses. Enviaré a que te lleven tu cena.
—Gracias —le digo, dándole un beso en la mejilla.
—¿Y eso por qué? —me mira entre sorprendido y extrañado.
—Sé que fuiste tú quien me salvó del accidente cuando tenía nueve años, si no hubieras llegado de seguro hubiera muerto con Thalia.
Hay breve destello de tristeza, pero igual me sonríe.
—Descansa y no me debes las gracias, lo hago con gusto —me da un abrazo y se marcha.
Me quedo en el sofá y veo algo en la tele. Nada me llama la atención, ni la serie que estoy siguiendo. Estoy distraída. Me siento débil y me cuesta concebir tanta maldad. Vuelvo a la habitación intentando seguir el consejo de Elliot, pero no logro nada.
Aang no regresa al dormitorio a su hora habitual, y para cuando me sirven la cena todavía no había aparecido. Sabía que tenía mucho trabajo que poner al día, pero me sorprende que no apareciese al menos para hacerme una visita. O aunque fuera una llamada.
Empiezo a preocuparme.
No había salido de la habitación porque Anton me dijo que no era necesario y, que cuando cosa que necesite solo debo hacerle saber y se encargarían de traérmela a la habitación. He escuchado algunos ruidos extraños, pero no le he prestado mucho atención.
Cuanto más tarde se hace, más preocupada estoy.
Salto de la cama y salgo de la habitación. La primera persona que encuentro es Dixon, el hombre que había sustituido a Elliot de vez en cuando. Éste me mira con el ceño fruncido, seguro porque lo golpeé y amarré, pero no dice nada. Tiene las manos sobre la cintura y la pistola le cuelga de la cadera. No saca el arma ni me insulta, pero sus ojos dicen lo suficiente.
No entiendo que hace aquí arriba. Entro al despacho que Aang tiene en el último piso, pero esta vacío. El portátil esta apagado y todo se encuentra ordenado y limpio, como si Aang no hubiera pasado por allí. Echo un vistazo para ver si había dejado alguna pista de su paradero, pero no hay nada.
Vuelvo a salir y veo a otro guardia en el pasillo. Dixon mantiene los brazos cruzados sobre el pecho, mientras me mira intensamente.
―Estoy buscando a Aang. ¿Sabes dónde está?
Me mira en silencio.
Sé que no voy a sacarle una respuesta.
Dios, que rencoroso es. Si solo fue un golpecito.
―Cuando lo vea, le haré saber lo servicial que has sido ―me doy la vuelta y empiezo a marcharme, sabiendo que Aang aparecera tarde o temprano.
―Se marchó hace unas horas.
Vuelvo a girarme.
―¿Sabes a dónde ha ido?
―Cogió un auto y se marchó a solas. No estoy seguro de a dónde. Deberías llamarlo o enviarle un mensaje.
¿Por qué no lo pensé antes? —Gracias.
Vuelvo a la habitación.
A mí me educaron para elegir mi camino y para no hacer nada que no quisiera. Pero creo que a veces eso no siempre es posible, de alguna manera terminas haciendo lo que otros quieren.
[¿Dónde estás?], le escribo, pensé en llamarlo, pero si está en una reunión de negocios sería algo tedioso que lo interrumpiera.
Nada.
Suspiro y tomo mi libro para leer, pero de reojo miro el teléfono.
Miro el móvil quinta vez y por fin veo un mensaje de Aang. Mi loco corazón da volteretas y la sonrisa se pinta en mi cara dolida.
Lo leo:
[¿Cómo va mi pequeña Afrodita?]
¿Cómo hago para enojarme de nuevo con él?
Thais: Bien, reuniendo fuerzas para cuando llegues y así darte en los morros cuando te vea. Sobre todo por ser un idiota que no avisa.
Aang: Si tienes fuerza para dar palizas significa que estas bien.
Thais: Supongo, al menos me hubieras llamado.
Aang: Te deje una nota.
Thais: No es suficiente.
Aang: ¿Me extrañas?
Thais: Claro que no.
Aang: Mentirosa, te va a crecer la nariz. Yo también te extraño, pero la sorpresa que te tengo va a reemplazar el por qué te dejé sola.
Thais: Cuando miento me crece otra cosa, y al parecer te gustan mucho por como lo chupas y muerdes.
Aang: Pervertida.
Thais: Así te gusta. ¿Tienes una sorpresa para mí?
Aang: Sí.
Thais: ¿Estás en camino?
Aang: En media hora estaré contigo.
Thais: Al menos dame una pista. Prometo no decir nada.
Aang: Sería un buen argumento si la sorpresa no fuera para ti, pequeña.
Thais: ¿Hay alguna forma de sobornarte?
Aang: No lo creo.
Thais: ¿Un baile erótico?
Aang: Mñn. Tentador, pero no.
Thais: Te lo chuparé como te gusta.
Aang: Quisiera, pero no puedo decirte. Pero puedes hacer lo que has dicho, si quieres.
Thais: Al menos lo intenté. Me debes muchos besos y abrazos cuando regreses.
Aang: Cuenta con ellos.
Thais: Nunca dejes de mirarme en la forma en el que lo haces, ¿de acuerdo?
Aang: ¿Y cómo te miro?
Thais: Como si quisieras atarme y follarme. Y a la vez como si fuera la cosas más hermosas que hayas visto.
Aang: Quiero atarte y follarte. Y sí, eres la chica más hermosa que haya visto, eres la reencarnación de Afrodita.
Mi corazón se descontrola.
¿En serio me ve como Afrodita?
Thais: ¿Quieres atarme y follarme todo el tiempo?
Aang: No puedo evitarlo.
Thais: ¿Me amas por qué soy buena en el sexo y me gusta que me ates todo el tiempo?
Aang: El sexo forma parte de lo que somos, y me encanta cómo te sometes a mi dominio y como yo lo hago contigo, pero no es la razón por la que llevo tanto tiempo contigo.
Thais: ¿Qué es entonces?
Aang: Tú.
Thais: ¿Solo yo?
Aang: Podría decir que eres muy bella, pero eso sería interés. Podría decir que tu físico, pero dirías que es atracción, si te digo que amo tus ojos, por la forma que me miras, me dirías mentiroso. Si te digo tu pelo o tu voz, seguirás sin creerme. Hay muchas cosas que me gustan de ti, pero si lo resumo en tres palabras es; tú nada más.
Trago saliva, sintiendo que la humedad brilla en mis ojos. Un extraño torrente de emociones me abruma hasta que me cuesta respirar, por no hablar de pensar. Son tres palabras. Tú nada más. Pero es como si hubiera metido la mano en su interior, hubiera arrancado una parte y me la hubiera ofrecido en la palma de la mano.
Thais: No cambies nunca, ¿de acuerdo?
Aang: No lo haré.
Thais: Me tendré que comprar un vibrador para cuando no te encuentro.
Aang: Pequeña, eres una experta matando los momentos íntimos.
Thais: Oops. ¿Significa eso que me vas a castigar cuando vuelves?
Aang: Oh, haré más que castigarte.
Aang abre la puerta con una sonrisa y se acerca a mí, haciéndome saber que mientras hablábamos ya estaba en casa. Respiro profundamente, con el corazón martilleando en mis oídos. Ahora que se está acercando, estoy atrapada en ese trance que es exclusivo de él. Ese en el que él es lo único que puedo respirar o sentir.
Esto no es saludable, ¿verdad?
No debería aferrarme a cada aliento que sale de su boca pecaminosamente proporcionada. No debería estar ardiendo por dentro por el simple hecho de que se acerque a mí.
Es el tipo de noche que adormece a todo el mundo.
Para mí, tiene el efecto contrario. La energía zumba como un cable vivo bajo mi piel, agudizando todos mis sentidos y poniéndome al límite.
¿Por qué tuve que ir y enamorarme de él? Habría sido más fácil si no sintiera nada por él.
O si, al menos, todo lo que sintiera hacia él fuera miedo y no deseo ni amor.
Cuando se detiene a mi lado, solo quiero arrojarme a sus brazos y enterrar mi cara en su pecho.
Bajo de la cama, abandonando mi teléfono.
Su gran palma envuelve mi esbelto hombro y me quedo congelada en el sitio, con el corazón latiendo tan violentamente en mi pecho que me sorprende que no se desprenda de mi caja torácica.
Su mano sigue en su sitio y desliza sus dedos por mi cuello, sin prisa, deliberadamente, hasta que mi respiración agitada es más fuerte que el pitido de una máquina.
—¿Sabías que solo me miras así cuando estás emocionada? —Se inclina, su voz gotea de seducción—. O cuando te excitas.
—Aang... —quiero regañarlo, pero su nombre sale como un susurro.
—Tu sorpresa está lista —me roba un beso.
Aang dominante y posesivo es increíble, pero e Aang dulce y cariñoso es la cereza del pastel. Amo ambos lado de igual manera.
Luego me hace dar la vuelta y con su corbata tapa mis ojos. No me quejo y dejo que me guíe.
—¿Falta mucho? —pregunto cuando me doy cuenta que hemos bajado las escaleras, estoy segura que ahora estamos en el segundo piso.
—Ya casi llegamos —dice con la voz relajada.
—¿Qué es?
—Tres de las cosas que más te gustan.
—¿Y según tú esas cosas son?
—Libros, planetarios —Desliza su dedo sobre el punto de pulso en mi cuello—... y el más importante, yo obviamente.
Creído.
—¿Disfrutas sacarme de mi elemento?
—Sí.
—¿Por qué?
—Porque soy el único que lo hace.
—Eres tan arrogante.
—Y tú eres tan aficionada a mentir acerca de tus sentimientos y lo que eres.
—Si te refieres a tus castigos, no soy masoquista —tengo hipo y suelto una risita, ocultando el sonido con el dorso de la mano. —Bueno. Quizá un poco.
—¿Un poco?
—Bien, mucho. Demasiado, y eso a ti te encanta ya que puedes satisfacer tu lado sádico.
Escucho una canción y sé que es de Indila, ya que me encanta su voz.
Oh ma douce souffrance
Pourquoi s'acharner? Tu recommences
Je ne suis qu'un être sans importance
Sans lui, je suis un peu paro
Je déambule seule dans le métro
Une dernière danse
Pour oublier ma peine immense
Je veux m'enfuir que tout recommence
Oh ma douce souffrance
Je remue le ciel, le jour, la nuit
Je danse avec le vent, la pluie
Un peu d'amour, un brin de miel
Et je danse, danse, danse, danse, danse, danse, danse
Et dans le bruit, je cours et j'ai peur
Est-ce mon tour? Vient la douleur
Dans tout Paris, je m'abandonne
Et je m'envole, vole, vole, vole, vole, vole, vole
Que d'espérance
Sur ce chemin en ton absence
J'ai beau trimer
Sans toi ma vie n'est qu'un décor qui brille, vide de sens
Je remue le ciel, le jour, la nuit
Je danse avec le vent, la pluie
Un peu d'amour, un brin de miel
Et je danse, danse, danse, danse, danse, danse, danse
—Hemos llegado.
Aang quita la venda de mis ojos.
El corazón me da un vuelco cuando lo miro.
Oh, Dios mío.
Aspiro con fuerza.
Cuando había dicho que me tenía una sorpresa, jamás podría haberme preparado para la visión que tengo ante mí.
Ha convertido una de las habitaciones del segundo piso en una biblioteca planetaria.
No, no un planetario.
Una galaxia virtual.
Las estrellas brillantes salpican las altas paredes y el techo y se arremolinan bajo nuestros pies. El "cielo" está salpicado de constelaciones, entre ellas Andrómeda, Perseo, Orión, Can Mayor y Can Menor.
Y mi favorito. Los estantes de libros clasificados por géneros. Aquí siempre estarás fascinada, sino es porque estás perdida en un libro, es porque estás perdida mirando el cielo, solo debes apagar las luces y disfrutar. Y no solo eso, en un rincón del lugar hay una cama con esposas?
Solo a Aang se le ocurre darle a una chica una biblioteca planetaria con una cama llena esposas.
—No puedo bajarte las estrellas del cielo —dice Aang. —Así que te he traído las estrellas a una habitación para cada vez que quieres verlo y los libros son la cereza del pastel.
Una bola de emoción se forma en mi garganta. —¿Tú lo has hecho...?
El rostro de Aang se suaviza con un inusual toque de incertidumbre. —¿Te gusta?
Uno mis dedos con los suyos, mi pecho indescriptiblemente apretado. —Me encanta. Todo lo que haces me encanta.
Veo que hay una manta en el suelo y supongo que es para los dos, así que lo jalo hacia ella y ambos nos tumbamos para poder ver mejor. No sé que decir, solo puedo admirar todo y estar agradecida de que haya hecho eso por mí.
—¿Estás feliz? —pregunta.
La luz de tenue de la habitación besa las curvas del rostro de Aang, acentuando los huecos de sus pómulos y la sensualidad de sus labios. Sus ojos brillan oscuros y luminosos, como piedras preciosas que resplandecen en la noche.
—Sí —susurro. Nuestras piernas se rozan y mis músculos se tensan ante el breve contacto. —¿Has hecho todo esto por qué estaba triste?
Al ver mis piernas no hacer ningún intento por alejarse o acercarse más, él termina por acercarnos.
—Sí.
Pongo mi pierna derecha sobre la suya. —¿Por qué?
—Cuando te veo llorar algo dentro de mí se rompe... y me duele, Thais.
—¿De verdad?
—Sí, prometo nunca hacerte llorar de nuevo.
—No puedes prometer algo que no se puede controlar.
—Entonces, prometo no hacerlo intencionalmente —susurra trazando pequeños círculos en la piel desnuda de mi vientre.
—¿Dónde estabas?
—Fui a ver a mis padres, tenía algo que hablar con mi madre.
—Ajá...
—Eso del amor es nuevo para mí —confiesa. —Necesitaba consejo —continúa sin dejar de acariciarme—. Mamá dice que amar a una persona es entregarte al cien por ciento, abrir tu pecho para que esa persona pueda entrar, dar a esa persona el poder de destruirte, pero esa persona elija no hacerte daño, así que elijo eso.
—¿Qué cosa?
—No hacerte daño.
—Dijiste que no eras romántico.
Frunce el ceño. —No lo soy y no estoy tratando de serlo. Pero haría cuando cosa con tal de verte sonreír.
—¿Incluso dejarme ir si te lo pidiera?
Aang se levanta de golpe y me mira con el ceño fruncido. —¿Te quieres ir?
—No, solo quiero saber qué pasaría si de casualidad un día decido cruzar esa puerta sin mirar atrás.
—Me partirías el corazón.
—Pero seguirías respirando, ¿verdad?
—Respirar no es vivir, Thais.
Me rodea el hombro con un brazo y me atrae hacia sí.
—Tú eres el fuerte de esta relación, vivirás.
—No, pequeña. Tú eres la fuerte, es tu fuerza el que me motiva, sin ti no podré vivir —siento las lágrimas formarse, pero no dejo que salgan. —Perderte significa perder todo para mí.
Me coge las dos piernas y se las pone en el regazo, girándome el cuerpo para que quede mirándolo a él en lugar de las constelaciones. Enrosca el brazo alrededor de mi cuello, sin apartar los ojos de mí en ningún momento.
—Te amo, pequeña.
Me pone una mano en la nuca y me besa con fuerza en la boca, aumentando la pasión de nuestro beso en cuanto entramos en contacto.
Le pongo la mano en la muñeca y le devuelvo el beso, abriendo la boca con la suya y volviendo a cerrarla. Me da su lengua y yo la acepto con avidez. Puedo saborear el champán en ella, además de un claro toque de bourbon.
Aparta la boca de la mía y va sembrando besos a lo largo de mi mandíbula hasta llegar al cuello. Hunde la cara en mi piel y me mima con besos intensos, agarrándome y estrujándome con las manos.
A mí besar no me parece tan erótico como otras cosas, pero nada me he excitado tanto en mi vida como liarme con Aang.
Leemos durante una hora, disfrutando de nuestras copas de vino sin intercambiar más que unas pocas palabras. Es uno de esos momentos tranquilos en los que hacemos algo que no sea follar.
Como si fuéramos una pareja que llevaba años juntos, disfrutamos del silencio que surge de nuestra mutua compañía.
Cuando pasa la medianoche, salimos de la habitación y nos metemos a la cama. Aang se quita los pantalones y camisa, y se mete bajo las sábanas. Yo cojo una de sus camisetas de algodón del cajón y me la pongo, cubriéndome el cuerpo y dejando que cuelgue hasta la mitad de mis muslos.
Me pongo de costado y lo miro, sorprendida de que no este haciendo ningún avance sexual.
—¿Esta noche no hay acción?
—Pensé que estarías cansada. Esta no ha sido uno de los mejores días de nuestra vida.
—Es verdad ―estoy un poco cansada. Había sido horrible tanto estrés e incertidumbre.
—De todas formas, estoy cansado... He bebido demasiado.
Me acerca más a su cuerpo.
―¿Aang? —susurro contra su pecho.
―¿Sí, pequeña?
―Eres muy bueno, ¿lo sabías?
Me observa con una expresión confundida.
―Solo soy así contigo.
Sonrío acercándome más a él y dejo caer mi cabeza sobre su pecho para al fin poder dormir.
Esto es perfecto, es más que perfecto.
Creo que después de tanto estrés ambos merecían un momento así. ¿Ustedes qué opinan?
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