22
Aang
No quería salir aquella noche, pero no tengo elección. Ya había dado plantón a Terrence demasiadas veces.
—El espectáculo comienza en diez minutos, señor.
—Organiza una sesión de visualización privada —le ordeno.
—Sí, señor. —La niña se inclina y cierra la puerta detrás de ella.
Ver porno no me impresiona. Algunas escenas parecen escenificado y falso y todos los sonidos que hacen me desaniman.
Aquí es diferente.
Esto no es porno. Esto es... humanos en su forma más verdadera, cruda y real. Sin tapujos ni vergüenza.
Me siento al lado de Terrence en una de las lujosas sillas.
—¿No es hermoso? —pregunta divertido.
La mayoría de la gente nos llamaría enfermos por tener tales tendencias voyeuristas, pero ellos quedan cautivados por escenas como esas. Así que, quiénes son los hipócritas.
Yo no le respondo a Terrence.
—¿A la gente le gusta eso? —pregunta Elliot a mi lado.
—Te sorprendería.
Veo que agarra la manija.
—Espera. —Traga—. No quiero mirar otras personas.
—¿Por qué? ¿Eres tímido?
—Simplemente no quiero. Eso es como ver pornografía.
—La pornografía no se siente así, no lo ves delante de ti ni sientes la misma euforia. Esto sí sé siente real. Además, normalmente miro solo de todos modos. Ventajas de tener dinero.
Deja escapar un suspiro.
—Ah, ya han comenzado.
Estoy tratando de adaptarme a la oscuridad de esta habitación. Es casi como una sala de cine, pero los asientos son sofás, más grandes y menos numerosos.
En lugar de una pantalla, hay una ventana grande que da una vista de otra habitación. Tiene el mismo papel tapiz negro. Hay una mesa en el medio en la que una pequeña morena está atada, con los brazos abiertos, y un hombre más grande se la folla.
El sonido de sus gemidos y quejidos resuena a nuestro alrededor como una sinfonía.
Ella grita con el poder de sus embestidas. Parece como si la estuviera lastimando con su tamaño y, sin embargo, ella grita: —¡Más... más rápido... más fuerte, por favor, más!
En lo único que puedo pensar es en Thais. En como me encantaría tenerla debajo de mí en este momento y fuera ella quien gritara pidiendo más. Esto es una tradición entre Terrence y yo, Elliot siempre se negaba a entrar hasta el día de hoy que lo convencí. Sin embargo, deseo estar en otro lugar que estar aquí.
—Entonces, ¿cómo está tu pequeña?
No tengo idea de lo que está haciendo esta noche, porque me había ido muy temprano a trabajar solo para evitar que mi madre fuera allá y Thais supiera lo de mi cumpleaños.
—Probablemente esté en la editorial —digo.
Terrence asiente.
—¿Por qué no la has traído contigo? —se interesa.
—Porque teme ser castrado —interviene Elliot.
—Igual lo van a castrar si ella descubre que está aquí, con chicas sexys que llevan pulseras de sadomasoquismo —dice, bueno, aquí la regla es simple, yo tengo la verde porque solo quiero mirar, Terrence tiene la transparente porque quiere hacer de todo, pero hay personas que tienen el rojo, porque les interesa el sadomasoquismo—, yo en tu lugar estaría follando con ella Ahora en vez de estar aquí. Cualquier pieza de culo que recojas aquí no se podrá comparar.
Entrecierro los ojos en su dirección. —¿Y me lo dices ahora?
—Es que me gusta verte retorcerte al estar aquí, en lugar de decir que quieres irte donde la mujer que te vuelve loco.
—Pendejo.
Suelta una carcajada antes de prestarle atención a la morena que están follado en la otra habitación.
Como si supiera que es el tema de conversación de la noche, me envía un mensaje.
[¿Estás en camino?]
[No.]
[Ven a casa y fóllame. Ahora.]
Por Dios. Aquella mujer consigue empalmarme en tiempo récord. Tengo la erección apretada contra la cremallera de los pantalones de vestir y siento un dolor en el pecho de lo hondo que ha respirado.
[Estoy de fiesta con los chicos ahora mismo. ]
[Me importa un carajo lo que estés haciendo. Te deseo.]
[Te azotare el trasero por hablarme así.]
[Tienes pase libre para hacerlo, Monsieur.]
Me está matando.
[Pequeña...]
[Ven aquí ahora. No me hagas pedírtelo otra vez, Aang].
Quiero que me lo pida otra vez.
[Estaré allí en una hora más o menos.]
[Si no llegas dentro de veinte minutos te voy a dar un bofetón y no va haber nada de sexo.]
Me arde la mejilla en el punto en donde me golpearía cuando llegue. Me encanta sentir aquella pequeña mano contra la cara. Puede dar buenos golpes cuando se lo propone.
Mi cuerpo cobra vida al imaginármela abofeteándome. Me excita de una forma inexplicable; yo soy el hombre más ambicioso del mundo y me siento atraído por el poder. Y Thais la mujer más poderosa que haya conocido nunca. Es la única mujer que me ha tenido de rodillas. No me extraña que la desee tanto.
[Entonces estarás igual de frustrada que yo.]
[Por algo Dios hizo los dedos.]
Pequeña traviesa.
[No sería lo mismo y lo sabes.]
[Entonces, ven.]
[Estoy de camino.]
Me responde de inmediato.
[Eso me imaginaba.]
Veo que sigue escribiendo.
[Ah, no dejes que Elliot suba. Mándalo a tu casa o que haga lo que quiera por está noche.]
—Chicos...
—Tu dueña te llama —se burla Terrence.
Lo ignoro y me voy a casa, emocionado por la acción que me espera.
En cuanto cruzo las puertas del ascensor, mi excitación su cuadriplica.
Está de pie solo lleva una pieza de lencería negra a juego con el sujetador que transparenta las bragas de encaje con el lazo de seda que tiene a cada lado. El conjunto se completa con ligas y medias de red con una costura que sube por la parte de atrás de las piernas, el complemento perfecto para los stilettos de color rojo brillante, con un aspecto endiabladamente erótico con el pelo ondulado y los ojos muy maquillados. Está deslumbrante, como si fuera una modelo de un catálogo de lencería. Tiene la cintura esbelta y se le marcan los abdominales en el vientre. No solo está delgada, sino también tonificada. Su entrenamiento está dando buenos frutos. La excitación se apodera de mí y me abalanzo hacia ella, acorralándola contra la pared del salón hasta que le golpea con la espalda. La alzo en volandas con mis fuertes brazos y la beso, chocando los dientes con los suyos porque estoy siendo más agresivo de lo normal.
Me hunde las uñas en la espalda y respira contra mi boca; sus gemidos quedan silenciados por mis labios. Los tacones se me clavan en el trasero mientras hace fuerza para sostenerse. Sé que debería dejarla ir en lugar de seguir con ese juego enfermizo, pero no puedo, porque soy así de egoísta, porque las cartas que me tocaron apestan.
Tras unos minutos de caricias apasionadas, me rodea el cuello con los brazos y se aparta.
—Feliz cumpleaños, Aang.
No entiendo tantas cosas.
¿Cómo supo que era mi cumpleaños?
Me quedo sin habla por un momento, mi pene tan duro que comienza a doler dentro de mis jeans.
—¿Cómo supiste que era mi cumpleaños?
—¿Qué tal si dejas de hacer un millón de preguntas y solo abres tu regalo?
—¿Y ese regalo es?
Se agarra a mi cuerpo mientras desciende hasta el suelo. Detiene nuestro sensual encuentro a propósito, alejándose de mí con aquellos tacones infinitos. Me quedo mirando aquel delicioso trasero que me muero de ganas de poder azotar. Se detiene a un par de metros de mí, manteniendo la distancia entre nosotros intencionadamente.
Se pone ambas manos en las caderas mientras me observa con el pelo cayéndole por los hombros. Lleva un collar de oro blanco con un diamante colgando en el centro. Tiene la piel adictiva y suave, pidiendo de ser besada por mi boca anhelante.
―He intentado pensar en que regalarte.
Hace una pausa.
―Pero eres un hombre que ya tiene todo lo que podría desear en su vida. Así que, ¿qué podía ofrecerte?
A ti. Contigo es más que suficiente.
―Por tanto, he decidido hacer algo especial para ti ―vuelve hacia mí caminando lentamente, produciendo un golpeteo en el suelo de parqué con los tacones.
Siento calor con aquella ropa, que ya debería estar amontonada en el suelo. Mi sexo debería estar libre y desbocado, listo para follársela.
―¿De qué se trata?
―Cumpliré cualquier fantasía que tengas. Dime lo que quieras y lo haré por ti.
―¿Puedo elegir lo que sea?
―Sí. Tengo algunos juguetes que quizá quieras usar. He aprendido un baile solo para ti―Cubre la distancia que nos separa y me sube las manos por el pecho.
Poco a poco va quitándome el saco. Sus manos pasan al cinturón y a la cremallera, desabrochándolos.
―Así que, ¿qué es lo que quieres, Aang?
Cada vez que estamos juntos es igual de buena que la anterior. Folla bien. Para ella es algo natural; nunca había conocido a una mujer que fuera tan capaz de complacerse a sí misma... y de complacer. Ha aprendido mucho que me sorprende cada día más.
Me baja la camisa por los hombros sin apartar los ojos de mis labios.
―¿Cómo quieres que te folle, Aang?
Tengo una lista demasiado larga para repetirla.
―Quiero que bailes para mí.
Su boca se detiene contra la mía.
―¿Que baile para ti?
―Sí. ―Me alejo de ella y aparto una silla de la mesa. La arrastro hasta que quedó en mitad del suelo―. Quiero que bailes lentamente para mí, sobre mí, alrededor de mí. ―Tomo asiento y mi gran cuerpo cubre toda la silla.
Me la quedo mirando y espero a que pasara a la acción. Mientras me desabotono la camisa.
―Muy bien.
Coge un mando a distancia, apunta hacia el sistema de sonido y pulsa un botón. Empieza a sonar una música lenta a través de los altavoces, una melodía sin palabras que sería idónea para un suave contoneo. La mayoría de las mujeres se habrían sentido cohibidas ante una petición semejante, pero ella se deja llevar por la música de inmediato. Se inclina hacia delante y se toca la punta de los zapatos antes de pasarse las yemas de los dedos por el muslo de arriba abajo con lentitud. Sigue acariciándose el cuerpo con los dedos, tocándose los pechos y hundiéndose las manos en el pelo.
Baila como si yo no estuviese allí.
Debe de estar familiarizada con aquella canción porque conoce hasta la última nota, hasta el último cambio de ritmo. Se echa el pelo hacia atrás, balancea las caderas y sacude el cuerpo en los momentos justos. Dirige la mirada hacia mis ojos sin asomo de incertidumbre. Se deja caer al suelo y levanta las piernas hacia el techo. Luego las separa formando una V antes de volver a juntarlas y apretarlas contra el pecho. A continuación rueda sobre sí misma.
Con una seductora sonrisa, se sienta sobre los talones mientras se pasa las manos por los pechos como si quisiera exprimirlos, con los ojos cerrados.
Mierda, si hasta parece que lo tenía todo muy planeado.
Ahora, se encuentra en la posesión del perrito, arquea su espalda, abre sus rodillas, lleva sus caderas hacia abajo. Cierra sus rodillas, y arquea sus rodillas de nuevo.
Estoy tratando con todas mis fuerzas de no levantarme y sujetarla, de mantener las manos apretadas mientras ella continúa sonriéndome y moviéndose por el suelo.
Tengo una contradicción; quiero verla bailar y que me vuelva loco con sus curvas, pero quiero saltar encima de ella por provocarme así.
—¿Te pasa algo, Aang? —Se levanta con una sonrisa traviesa. —¿Es difícil para ti dejarme a mí el control?
—Tú no tienes el control hoy, pequeña —repongo sonriendo.
Se posa la mano en la cadera, pavoneándose hacia mí, y se inclina.
—Sin embargo, pareces perderlo —me susurra al oído—. ¿Necesitas un diccionario para que consultes lo que significa esa palabra?
Antes de que me dé cuenta, se ha arrastrado hacia mi regazo.
Le acaricio las caderas con las manos, pero ella me las coge y las mueve con el mismo ritmo con el que comienza a hacer ondular la pelvis contra mí, estimulando mi pene a propósito.
—He pensado en esto hoy, en la universidad, en el trabajo... —Me susurra al oído.
Estoy perdiendo el control, a Thais esto se le da jodidamente bien.
Se echa hacia atrás para separar más las piernas.
—Me imaginaba cómo me ibas a coger cuando te lo dijera. No sabía si lo haríamos contigo encima de mí. —Gime mientras se contonea con más fuerza—. ¿Contra la pared? ¿Yo en tu regazo? ¿O usarías alguna esposa?
Acerca los labios a los míos como si fuera a besarme, pero se aparta con rapidez y se incorpora para acercarse a la pared. Aprieta la espalda contra ella al tiempo que estira los brazos hacia arriba, retorciendo y girando las caderas con el ritmo de la música, consciente de lo que sus movimientos provocan en mí.
Tiene un aspecto erótico y ella lo sabe. Disfruto del espectáculo mientras quiero saltar encima de ella.
Da un golpe de cadera, y siento como si hubiera convertido en cenizas y surgido de ella.
Dios mío, cuánto la deseo.
Cuando la canción llega a su fin, viene andando hacia mí, tomándose su tiempo y golpeando el suelo con los tacones al ritmo de cada nota. Se agarra al respaldo de mi silla, se inclina hacia abajo y me da un beso en la boca. Es delicado, pero tan sensual que me provoca un gemido.
Siento la corbata de seda entre las yemas de los dedos y pienso en cómo voy a utilizarla. Puedo hacerle cualquier cosa que quisiera y la infinita cantidad de posibilidades me la pone tan dura que creo que me va a estallar. Me enrosco la corbata sobre los nudillos antes de levantarme y luego retroceder.
―Date la vuelta. ―No levanto la voz, pero mi orden queda muy clara únicamente con mi tono. Ante todo, un hombre de verdad no tiene que alzar la voz.
Separa ligeramente los labios como si hubiera estado esperando otro beso, pero oculta su desilusión y obedece. Como si se imaginara lo que iba a pedirle, se lleva las manos a la espalda y espera a que se las ate. Enrosco la corbata sobre sus muñecas y se las ato con más fuerza de la necesaria. Quiero que la seda se le clave en las manos. Compruebo el nudo a pesar de que saber que esta bien apretado. Después la guío hacia delante por el pasillo en dirección al dormitorio.
Oh, sí que me va a pagar por provocarme así.
La coloco a los pies de la cama antes de desvestirme detrás de ella, tomándome mi tiempo mientras observo su espalda. Lanzo la camisa sobre el respaldo de una silla, me deshago de los pantalones con los pies y dejo los zapatos y los calcetines en el suelo a mi lado. Me desnudo por completo y pego mi pecho duro a su espalda. Mis testículos chocan contra sus manos, pegadas a sus nalgas. En cuanto sus dedos me rozan, empieza a masajearme el escroto despacio.
Yo le rodeo la cintura con los brazos y poso la boca sobre su cuello. Beso la piel suave, primero con besos tiernos y después con mordiscos agresivos. Subo la lengua por su cuello y respiro en su oído, sintiendo que su cuerpo se relaja y se tensa al mismo tiempo. Sus dedos empiezan a acariciarme con más intensidad y ella gira el rostro hacia el mío, prácticamente suplicándome un beso. Pero no recibira ninguno hasta que se lo gane. La provoco pasando mi boca sobre la suya, pero en ningún momento dejo que se rocen. Ella gruñe.
Agarro el tejido de su braga con las manos y se lo bajo despacio, arrastrándolo por sus muslos hasta que queda a la altura de su tobillo. Su trasero respingón sobresale. Su espalda se eleva cada vez que respira hondo, dejando clara su excitación con su respiración.
La agarro por la nuca y la empujo poco a poco hacia la cama, manteniéndole la espalda arqueada mientras se mueve. Su trasero está sobresaliendo y ella apoya la barbilla contra el edredón. Todavía tengo los pies en el suelo, pero estoy apoyado en las punteras. Yo me encuentro detrás de ella con una erección ansiosa, admirando las curvas de aquella hermosa mujer. Me coloco sobre ella y le doy un beso en la parte alta de la columna. De inmediato, la piel se le pone de gallina a medida que yo desciendo por su columna, besando la curva de su espalda y a continuación el comienzo de sus nalgas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top