14

Thais

—¿Thais?

—Hola, David.

—Son las tres de la mañana, ¿estás bien? —Suena tan preocupado que de inmediato me siento culpable. No debería haber marcado su número a estás horas de la madrugada.

—Lo siento...

—¿Por qué me has llamado?

Obligo a mi cerebro a trabajar. —¿Eh?

—La llamada telefónica, Thais.

—Eh... nada.

—La gente no llama por teléfono para nada.

Me devano los sesos para encontrar algo porque realmente no quiero decirle que estuve a punto de hiperventilar debido a una pesadilla visceral que tuve con Aang. Sé que Elliot tuvo que ir a Haití supuestamente por orden de Aang, pero siento que me ocultan algo, Theodore no se sorprendió cuando dije que estaba fuera del país y siento que si Elliot tuvo que irse sin despedirse tiene que estar ocurriendo algo grave, o simplemente decidió alejarse también de mí como lo hizo Aang y esa última no me agrada para nada.

—Thais... —Es una sola palabra, pero el tono es claro.

—Iba a preguntar si podríamos almorzar juntos mañana —digo.

—Has estado llorando —dice con seguridad. —¿Te encuentras bien?

—Sí, es solo que no dejo de pensar en Aang.

—Oh, Thais.

—No es lo que crees. En realidad, no puedo parar de darle vueltas a la idea del amor. ¿Crees que algún día volveré a enamorarme de otra persona como lo hago de él? Porque si existe eso de las almas gemelas, alguien con quien encajes a la perfección como dos piezas de un puzle hechas a medida, entonces..., entonces nunca más... podré, no podré volver a sentir. O, es que Aang no era mi alma gemela, sino lo que quise creer. No lo sé.

—Te enamorarás, Thais. Pero será diferente. No mejor ni peor, tan solo eso, diferente a lo demás. Y puede ocurrir el día menos pensado. Siempre está bien extrañar lo sabes, ¿no?

Noto las lágrimas deslizarse.

—Sí —susurro. —No sé qué es lo que provoca que todas las personas que quiero se alejen de mí —sollozo.

—No tienes la culpa de eso, enana. Existen personas que solamente llegan a nuestra vida para darnos alguna enseñanza, no para compartir su vida con nosotros.

—Te quiero mucho, David.

—Yo también te quiero a ti, enana.

—Buenas noches.

—Descansa, Thais.

Me levanto cuando cuelgo.

Cojo la camiseta de Aang y me la llevo a la nariz. Ya no sé si huele a él o mi subconsciente quiere creerlo.

El parqué cruje bajo mis pies descalzos cuando voy al salón. Saco el teléfono por fin tragando mi orgullo decido escribirle a Aang y espero a que me devuelva el mensaje.

Y espero.

Y espero.

Pasan las horas, y mi mente empieza a llenarse de pensamientos oscuros. Sigue sin escribirme.

Yo: ¿Qué ha pasado con Lou?

Tengo el estómago lleno de nervios mientras espero el sonido de mi teléfono que no llega.

Yo: Por favor, no me ignores.

Nada.

Yo: No hagas esto... Aang.

Le estoy suplicando que me conteste, que me dé una respuesta de su silencio.

Yo: Al menos dime si ya puedo estar sin vigilancia. Me siento sofocada por estar vigilada todo el día.

Nada.

No hay respuesta.

Incluso muestra que su teléfono no está en servicio. Tiene semanas apagado.

Yo: Sabes ¿qué? Ni te molestes en contestar. Me gustas, sé querer, sé amar, pero no te voy a rogar. Al fin y al cabo eres un gusto, no una necesidad.

Tiro el teléfono en el sofá y me llevo las manos a la cara.

Aang

Estoy asustado.

No puedo negármelo a mí mismo.

La vida de mi mejor hombre, de mis dos amigos están en peligro. Thais nunca estaría segura si Elliot y yo morimos. Lou la volvería su prisionera. Tirarían mi cadáver en medio del mar para que mis restos no sean encontrados nunca.

Mi vida se había convertido en un auténtico caos desde que Elliot me había pedido que lo ayudara a salvar a Thais y Lou me convenció que era una maravillosa idea.

¿Y si me hubiera limitado a decirle que no?

¿Y si la hubiera ignorado en el bar?

¿Habrían salido mejor las cosas? ¿O habrían empeorado?

¿Era posible que hubiera algo peor que aquello?

Hay dos guardias de pie a ambos lados de la puerta en la entrada del almacén. El lugar es frío porque el sistema de ventilación debió de haber dejado de funcionar hace más de diez años. El cemento va agrietándose en algunos sitios a medida que el tiempo y la naturaleza deja su huella. Lo único que puedo hacer es quedarme allí sentado y continuar esperando. El dolor es agonizante, pero no es nada en comparación con el miedo que siento en el pecho.

Elliot había aceptado el intercambio, pero sé que es mentira, jamás haría algo así, lo que significa que planea una emboscada. Lou lo sospecha y se fue dejando solo a Lars. Lo que me hace pensar que no le importa si su fiel hombre leal muera, o, es que nos tiene una sorpresa.

Entonces oigo una explosión.

Ha llegado Elliot.

La predicción de Lou había dado justo en el clavo. Sabe que Elliot vendría, pero lo superan en número. Incluso reuniendo todos los recursos de los que disponíamos, Elliot no contaría con hombres suficientes para generar la potencia de disparo necesaria. Es imposible que haya venía con todos hasta aquí porque levantaría sospecha y nuestra misión siempre consistió en ser sigilosos.

Con suerte, Elliot lograría escapar y salir de allí con vida. Necesito que cuide de Thais, ya que yo no estaría a su lado para hacerlo. Él no tardaría en darse cuenta de que no tiene ninguna posibilidad de ganar aquella guerra.

Empiezan los disparos.

Se oyeron gritos.

Se dan órdenes.

Los dos hombres que hay a ambos lados de la puerta salen corriendo para unirse a la lucha, dado que yo no voy a ir a ninguna parte. Me da la impresión de estar sentado en medio de una zona de guerra. Escuchar cómo se desarrolla la carnicería en el exterior es peor que verla.

Mi imaginación la hace mucho peor. Siempre lo hace.

El tiempo parece ir más despacio mientras continúo escuchando la matanza. Me sorprende que todavía no hubiese finalizado el combate.

Tendría que haber acabado hace unos dos minutos.

Elliot y nuestros hombres no tienen nada que hacer contra todas las fuerzas de una organización tan poderosa como Escorpión, es como luchar con tres mafiosos a la vez.

No hay ninguna esperanza.

La puerta se abre de golpe y, por ella entran Elliot y Terrence a la carrera.

¿Pero qué coño pasa?

¿Terrence no se había lastimado en el accidente?

Lou me había dicho que sería imposible que mi amigo despertará ahora sino en dos meses en adelante, así que su organización no podría ayudarme. Me mintió.

―Vigila la puerta ―Elliot acude a toda prisa a mi lado, me echa un rápido vistazo mientras comprueba mis heridas y después saca un cuchillo.

―Lou te está tendiendo una emboscada ―le digo a toda prisa―. Tiene a un centenar de hombres apostados por todo el complejo.

―No te preocupes por eso. Ya nos encargamos de la mayoría ―Elliot corta la cuerda que me mantenía juntas las muñecas y se pone a trabajar en las cadenas que me rodean los tobillos.

Terrence se queda junto a la puerta, protegido con un chaleco antibalas y un casco. Esgrima una ametralladora de gran tamaño, preparado para cargarse a cualquiera que se acerque por el pasillo de entrada.

Elliot no consigue forzar la cerradura, así que saca la pistola y dispara a la cadena justo junto a mi pie. Se parte por la mitad como una ramita.

―¿Puedes andar?

―Sí. ¿Qué pasa con Lars?

―Los hombres se encargarán de él. Yo tengo que sacarte de aquí.

Me quito la cuerda de las manos de un tirón y me pongo de pie. Me tambaleo antes de conseguir enderezarme del todo, ladeándome hacia la derecha. No me había dado cuenta de lo débil que estaba, de cuánta sangre había perdido y de lo que me había afectado la deshidratación.

―Te tengo. ―Elliot pasa el hombro por debajo del mío y me mantiene en pie con el brazo―. El helicóptero aterrizará en cinco minutos. Te sacarán de aquí. ―Me sostiene mientras nos dirigimos a la puerta trasera, que esta cerrada a cal y canto.

―No. ―Dejo de avanzar, rechinando los dientes hasta sentir un dolor que me sube como un rayo por la pierna. Lars me había dado una patada allí esa misma mañana y algo se había desgarrado. Además, cada vez que respiro me duelen espantosamente las costillas―. No pienso marcharme hasta que haya capturado a ese bastardo para hacerlo sufrir.

―Confía en mí, tendrás el placer de matarlo más tarde. Ahora mismo tenemos que preocuparnos por ti y tus heridas.

Me aparto de él, pero apenas soy capaz de mantenerme en pie por mi cuenta. Me siento aturdido, mareado y abrumadoramente débil.

―Ese cabrón ha amenazado con violar a mi pequeña. No pienso marcharme hasta que le haya metido por lo menos diez balas en la cabeza luego de torturarlo como lo hizo conmigo ―siento temblar la pierna mientras me esfuerzo por mantenerme en pie.

Elliot se pasa mi brazo alrededor del hombro.

―¿Qué es más importante, Aang? ¿Volver con Thais antes que Lou llegue a París o conseguir tu venganza de un hombre que solo sigue órdenes? —me pregunta seriamente.

Mi furia exige satisfacción, pero sé que Thais estaría en peligro porque Lou es incluso peor que Theodore. Quiero escuchar su voz. Aprieto la mandíbula mientras otra ráfaga de dolor me asciende por el cuerpo.

―Te prometo que lo atraparé, Aang. ―Elliot vuelve a escoltarme hasta la puerta, con Terrence todavía apostado en el camino de entrada.

―Ella lo sabía ―digo mientras siento gritar a mis costillas.

―Sí, ya lo sé. Terrence me dijo que seguramente se habría olido nuestro plan. Así que había pagado en el hospital por si alguien preguntará por él dijeran que seguía sin reaccionar, por suerte había sufrido pocos daños en el accidente y desde que despertó me avisó de tu desaparición.

―Chico listo. ¿Thais sabe algo de esto?

―No. La inscribí en la Universidad tal como pediste y ahora trabaja en la editorial de Anjoly, así evitamos que siguiera haciendo preguntas demás ―Elliot llega a la entrada y dispara a las bisagras para poder derribar la puerta de una patada—. Pero está muy enojado conmigo.

—Me lo imagino —sonrío. ―¿Está trabajando?

―Idea suya, dice que no le gusta estar todo el día sin hacer nada porque le hace sentir como una mantenida ―añade. ―Te lo contaré todo cuando estemos en el helicóptero. ―La puerta se abre violentamente con un fuerte golpe y el sonido de los disparos suben de volumen.

Hay otro almacén bloqueándonos el camino y hombres apostados en medio de la salida, agazapados detrás de los coches y los edificios.

Elliot hace un barrido de la zona antes de cruzar para llevarme hasta el otro lado del generador, que tiene aspecto de llevar diez años abandonado.

Me apoyo contra la pared esforzándome por respirar a pesar del dolor.

Elliot recorre constantemente el espacio que nos rodea con la mirada y tiene el arma lista para abrir fuego. Terrence también, así que le quite uno listo para la acción. Se da unos golpecitos en el oído.

―Envía el helicóptero. Aproxime por el oeste. Suelta una escalerilla y no aterrices ―Elliot permanece profundamente concentrado y ya no me mira porque está ocupado vigilando a nuestro alrededor.

Veo el helicóptero a lo lejos, a prueba de balas y de color negro azabache.

―Vas a tener que sujetarte a la escalerilla para que puedan sacarte más rápidamente de aquí. Es probable que intenten derribarlo a tiros en cuanto adviertan tu presencia ―me informa Terrence. —¿Tienes fuerza suficiente?

Asiento. ―¿Y qué hay de ustedes?

―Terrence se irá contigo. Yo me quedaré atrás y te cubriré la espalda ―me informa Elliot.

―No.

Elliot no me mira.

―Nos vamos a ir los tres juntos —informo.

―No voy a abandonar a mis hombres, Aang ―Me mira brevemente antes de darse la vuelta―. Tengo que asegurarme de recolectar toda la información necesaria y luego destruir este complejo. Sé que te quieres quedar a ayudar, pero tienes demasiadas lesiones. No lo estoy haciendo solo por ti, sino por Thalia y Thais.

―El helicóptero puede llevarnos a los tres.

―No me voy a marchar contigo. Estoy seguro que han dejado algunas pruebas de los lugares donde se esconden, se han ido tan rápido que no han destruido ningún tipo de prueba ―dice con firmeza―. Saldré vivo de esta, no te preocupes por mí. Ve a atenderte y luego busca a Thais.

El helicóptero se aproxima a gran velocidad y deja caer a tierra la escalerilla de cuerda. Las hélices hacen un ruido ensordecedor que anuncia la presencia del helicóptero a todo el que se encuentra en un radio de kilómetro y medio.

―No tenemos tiempo, Aang. Vete ―Elliot se aparta de mi lado y vuelve a sumergirse a toda prisa en aquel torbellino. Corre pegado a la pared, manteniéndose a cubierto mientras se reincorpora al combate que está teniendo lugar al otro lado del almacén.

Si hubiera sido físicamente capaz de hacer algo, me habría ido con él, pero soy demasiado débil como para contribuir al ataque. Solo conseguiré que me maten o tener más heridas de balas. Dado que tengo más cosas que solucionar, aquella no es una opción. Utilizo mis últimas fuerzas para correr y saltar hacia la escalerilla de cuerda. Me balanceo hacia delante, ascendiendo hacia el cielo por debajo del helicóptero. Terrence hace lo mismo.

Elevan el vuelo al instante, alejándome de los disparos que aún podemos escucharse mientras ganamos altura. Me duelen muchísimo las costillas y tengo las extremidades tan débiles que me cuesta trabajo mantenerme sujeto a la cuerda, pero paso el brazo alrededor de ella y lo bloqueo en esa posición.

Si me suelto, me quedaría suspendido en el vacío.

Empiezan a alzarnos, tirando de nosotros para introducirme en el helicóptero mientras sobrevolamos Puerto Príncipe rumbo a un lugar seguro. Cuando llego a los patines de aterrizaje del helicóptero, uno de los hombres me mete en la cabina y cierra la puerta. El ruido es aún más fuerte allí, directamente debajo de las hélices.

―Te vamos a llevar al hospital primero ―Me tiende un casco con radio para que pueda entender lo que me está diciendo.

Me deslizo en el asiento y me abrocho el cinturón de seguridad, empezando a sentir la mente algo confusa.

―Tengo que hablar con Dixon.

Terrence niega. ―Hay que conseguirte atención médica. Puedes llamarla más tarde.

―Dame tu teléfono, hombre y ya está —digo—. Tengo que saber si Thais está bien.

―Aquí no podemos usarlo, eso ya lo sabes —responde—. Ya has estado unas semanas sin ella puedes esperar unas horas.

Aprieto los dientes y miro por la ventana, sintiendo desvanecerse mis últimas energías.

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