verborrea

Mis manos tiemblan
y el dolor en mi cuello aumenta
cuando me arrecuesto a la pared
y no puedo
seguir durmiendo.

Las pesadillas arrebatan constantemente
el sabor agridulce de mis sueños.
Por eso prefiero soñar despierto
y naufragar entre los verbos
que nunca diré.

Aquellas amistades, aquella época de infancia
donde mis pantalones se llenaban de arena
y era dueño efímero de inquietas miradas
se han disipado como el polvo
al ser espantado a manotazos.
De aquellos días sólo me quedan
recuerdos que sangran.

El sabor de las paletas,
de los pleitos, de las carreras
me sumergen en nostalgia.
Siento que mi pecho ya no aguanta
y mis latidos se han aliado con mi rostro,
porque desde mis mejillas
se están suicidando las lágrimas.

No sé en qué momento perdí el rumbo,
en qué momento me volví taciturno.
Ahora la gravedad hace presencia maléfica
cada vez que me acuesto.
Mi almohada ha sido manchada
y las palabras se atascan en mi garganta.

Los labios que antes sonreían
han sido jalados por un imán.
Este es el magnetismo de la soledad.
He quedado solo
y mis recuerdos
son los únicos acompañantes que me quedan.

Las risas se han transformado en fantasmas,
los veo por las calles, rodeando las manzanas.
Los niños van dando saltos
y solo deseo
que el pavimento se los trague.

¿Cómo osan caminar
por esas aceras y calles
que antes me pertenecían?
Solía reír, solía jugar,
solía disfrutar con ellos,
pero...

Las palabras se han adherido a mi garganta,
no quieren salir.
Y los sollozos son los únicos
que logran penetrar los labios.

Y voy
dando vueltas en la cama,
recordando lo que ya ha pasado.
La almohada se ha vuelto a manchar
con gotas saladas.

En medio de esta pasarela intermitente,
los pedazos de romance se colaron en mi mente.
Esos hombres que supuestamente amé,
esos «te amo» que desperdicié.
Y el chico que realmente quise,
congeló las flores que le regalé.

Tantos años vividos
y no he aprendido nada.
Tantos momentos desperdiciados
que ahora gasto entre metáforas.

¿Cómo hacer que mi corazón ya no lata?
No quiero sufrir lo mismo.
No, ya no quiero ser abandonado
por amantes temporales,
ni ser ahogado entre dolores perpetuos.

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