gardenias
La aguja con el hilo
es tomada con calma
y marcha a su ritmo,
abriendo de la tela las entrañas.
Poco a poco,
se va cosiendo el vestido;
se van formando gardenias
en donde solo habitaba
el monocromático mar.
El joven rasca su frente
con la vista clavada en la pantalla,
sacude sus rodillas
y se acomoda en el sillón.
«¿En qué piensa?»
Se pregunta sin verla,
aún molesto por la ruidosa decisión.
Con sus manos ásperas,
dibuja círculos entre las cobijas
lamentando brevemente
su tosca figura exterior.
La aguja acelera su pulso,
a la tela se le detiene el corazón.
El vestido está listo,
es hora de la función.
Las gardenias tragan su cuerpo
sin piedad, la tela se acomoda
y el notorio esqueleto
intentan ocultar.
Luego viene el vino
y los pasos de valz,
mientras él da giros y giros
sin la alegría ocultar.
Pero ella, la triste doncella,
si el vestido está listo,
¿qué mas le queda?
En silencio contempla
la ajena felicidad.
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