errático
Tibios dedos se acercaron lentamente,
colocaron las manos en su cuello
y empezaron a presionar.
La asfixia llegó rugiendo
como un incontenible animal.
Su mirada examinaba todo lentamente
pero nunca pudo ver el rostro agresor.
Sus ojos se vaciaron
y la cabeza se independizó
del resto del cuerpo.
Aquellos tibios dedos
fueron lo último que sintió.
El delirio llegó antes que la muerte.
Hubo una fiesta en su mente,
estaban casi todos los recuerdos
pero uno se encontraba ausente.
«¿Qué le pasó?».
Su cuerpo,
su frío cuerpo,
escuchó una voz.
Y luego pisadas,
y luego un sermón.
La emociones lo abandonaron
y la inquietud lo perturbó.
¿Qué había pasado.
«¿Qué me pasó?»
pero sus labios,
sus golpeados labios,
no se movieron.
Su garganta soltó un gruñido.
El hombre a su lado gritó.
«¿Qué me pasó?».
Cinco disparos.
«¡Corran! Parece que despertó».
Había calidez en su cuello
y de rojo se manchó su cabello.
¿Qué había pasado? ¿Qué le ocurrió?
Las palabras se habían desvanecido
de su incoherente vocabulario.
La calidez lo había enloquecido
y su humanidad descansa en el armario.
Su cuerpo se caía a pedazos,
un trozo de carne se desprendía
con cada paso.
Su mirada milimétrica
se perdía con la distancia.
Era capaz de sentir el viento
y su triste mirada.
Al borde del abismo...
Sí, justo en la punta del risco.
Debía morir pero no sabía cómo.
Llevaba el rostro colgando
en una bolsa de cartón.
Y saltó.
Fue abrazado tiernamente por el vacío,
pero nada era tan infinito
como su desazón.
La tierra manchó sus pies,
su cabeza rodó y rodó.
No podía morir,
¡era un delirio!
Sus ojos se perdieron a la distancia
y nunca mas los encontró.
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