Amado mío,
dime qué he hecho para merecer esos ojos.
Dime qué te he hecho para no ver en tus ojos
la dicha de la vida. Junto a ti
está mi futuro y mi pasado
fue borrado por la brisa fresca del arcoíris.

Dime porqué tus dedos
ya no recorren este cuerpo.
Dime porqué...
Somos fuego,
luz viviente
a metros de distancia.
No podemos tocarnos,
ya no.

Eres todo lo que tengo y sé
que sin tus sonrisas yo moriré.
Amado mío, dime porqué
tus ojos ya no me ven.

Dime porqué las estrellas ya no envidian
el brillo de tus ojos, reflejando sobre el mar
aquellos sentimientos que solías odiar.
Cielo mío, por favor, respóndeme.

Tú eres todo lo que tengo y sé
que la brisa se calienta con tu ausencia,
ya no nos envidian las estrellas.
Estamos a millas
de distancia. ¿Por qué ellas
no se pueden tocar?
¿Por qué nosotros
ya nos cansamos de amar?

Cielo mío, mi príncipe,
¿quién acapara ahora tu mirada?
¿Quién se acobija entre tus palabras?
Dime quién
para clavar mi ansiedad en su piel.

Amado mío,
dime porqué tus ojos ya no me ven
cuando estoy a tu lado, hablándote despacio,
describiéndote el atardecer.
¡Mira! Las nubes se ven suaves hoy,
como pinceladas finas sobre el papel.

Oh, mi cielo,
tu atardecer ahora es opaco.
¿Por qué ya no me ves?
Como antes,
cuando las canciones de amor
sabían a miel y azúcar. Tu y yo
nos hemos distanciado como las estrellas,
ya no somos los mismos
y ahora tus labios quieren
recorrer otro camino.

Eres un garabato más en medio del paisaje,
un transeúnte descalzo
sin destino qué recorrer.
¡Dime, dime, dime!
¡Dime porqué tus ojos ya no me miran!
Dime porqué tus piernas ya no
se pueden mover.

Oh, querido.
¿Te asusté?
Te ves opaco.
Te ves...

Eres otro garabato en la pintura,
eres otro espectro en mi locura.
Dime quién.
Dime quién te hizo esto.
Dime quién ha urtado lo nuestro.

Dime quién robó tus ojos.
Quiero saberlo...