Catalizador
Construí castillos de arena
a la orilla de la playa
y el mar se lo llevó todos,
pieza por pieza.
Toqué la tierra
y nuevamente
traté de construir la imagen
del templo en mi mente.
Pero la tierra era demasiado dura
y lentamente
se cayó a trozos.
Construí castillos de arena
con el polvo acumulado en las gradas
mientras el pequeño colibrí
pasó volando por el lugar seguro
que antes destruí.
El señor sin barba
ya no nos contaba cuentos,
ya no pasábamos las tardes
sumergidos en relatos eternos.
El pequeño colibrí
ya no tenía razón para venir.
Y los castillos de arena
se desmoronaron como la tierra
cuando los recuerdos vinieron a mi.
Pero ya no había mar
al cual culpar.
Diría que las horas acumuladas
se hicieron sombrías
de repente, de la nada,
tan solo todo se oscureció.
Los castillos de tierra
no pueden volverse a formar,
los colibríes pequeños
no se deben acercar.
Pero las horas eternas,
esas que en el recuerdo quedan,
esas que los cuentos mantienen cuerdas,
sí se van a quedar,
esas sí serán
una razón para avanzar.
El señor sin barba
ya no invita a mi abuelo a ir al bar.
El señor sin barba
ya no llena de historias mi cabeza
y es confuso, a decir verdad,
porque no lo recuerdo bien
pero en realidad
no lo puedo olvidar.
Porque me quedan sus pinturas,
anécdotas sobre tortugas
y la risa de Lucero del Alba.
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