Blur
Aún me pregunto:
¿por qué nadie me rescata?
¿por qué nadie se da cuenta
de las torturas dentro de mi cabeza,
de la corrupción y anarquía en mi alma?
Pero la verdad es que nadie lo mira
y se me acaban los segundos.
La bestia me persigue
en los rincones sin sombra.
Me persigue durante el día,
cuando la tristeza danza intacta
de cualquier azúcar morena
que endulce su vacía permanencia.
Es irresistible como la fiebre se vuelve imán,
volviendo indescriptible las ansías de acabar
con tanta palabrería en boca de charlatán
que expulsa mi cuerpo sin poder parar.
Y la bestia, erguida en sus dos blancas patas,
me observa desde la distancia,
esperando, precavida,
de algún desvío para cortar la cinta
que nos separa.
De niño creía en los fantasmas,
de niño jugaba por las madrugadas.
Ahora temo a la bestia
porque si se acerca mucho, mata.
Porque si abre su hocico
se tragará mis palabras,
me dejará mudo y se irá
sonriendo. Le saben dulce las alas
robadas de los sueños, donde viajan
personajes y héroes del cuaderno,
en el que todo escribo,
es el que todo lo ve.
Pero la bestia lo rasga
con sus feroces garras,
destrozando mi vida
resumida con tinta.
Cálidamente,
las abraza,
se asfixia sin oxígeno
y por eso mas rápido mata,
estrangula y mata.
Se come todo a su paso
y vomita finas canas blancas
cuando ya está harta.
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