11- "Tu no eres mi hermano"
El oficial de policía le comentó al abuelo Fausto que su hermano había dicho que lo llamaran, que él sabría cómo sacarlo de allí sin hacer escándalo. El hombre mayor nunca despegó la vista de su tan cambiado hermano Paul, o al menos ese era el nombre por lo cual lo conocía.
También le dijo que unas cámaras lo habían captado horas antes en la alcantarilla, pero parecía estar solamente observando sin tener ningún plan en mente.
Fausto interrumpió al policía, que no debía tener más de treinta años, para decirle lo siguiente:
—No creo que mi hermano sea el culpable de estos secuestros y asesinatos. Tampoco creo que haya sido tan listo para que no lo hubiesen descubierto antes.
En vez de tomárselo a mal, el hermano supuso que Fausto lo decía para poder sacarlo de allí.
Paul no había sido el culpable, porque tal como lo había dicho el anciano, no podría ser capaz de ello. Él estaba en la alcantarilla porque tenía cosas que hacer ahí, cosas personales que no se las podía contar a nadie en el mundo. Aun así, esas "cosas personales" no eran totalmente ilegales...
Estuvieron un gran rato en la comisaría, pero solo Fausto tuvo que hablar. Mientras tanto, Nicole y Fabián hojeaban los libros nuevos que se había comprado este último.
— ¿Qué vas a hacer con tanto libros? —Fue la tonta pregunta de Nicole.
El joven se encogió de hombros.
—No sé... tal vez leerlos.
La chica captó la broma y largó una carcajada. Nunca se daba cuenta de sus preguntas tontas, solo lo hacía una vez que le respondían sarcásticamente.
Luego de unos cuantos interminables minutos, Fausto y su hermano salieron del cuarto y se encontraron con Nicole y Fabián. Este último, abrió tan grandes sus ojos que parecían salirse de sus órbitas. No podía creer que fuera él.
— ¡Que grata sorpresa, conductor!
Paul manejaba el micro escolar, en el cual pocos alumnos subían porque todos los demás tenían la posibilidad de que sus padres los llevaran a clases. Desafortunadamente, Fabián no gozaba de ello, y por esa razón debía tomar el micro escolar que no se encontraba en exitosas condiciones.
El hombre lo saludó y luego dejó que el policía que se encontraba más adelante le quitara las esposas, pues ya se había probado que él no era el culpable. Aun así, la próxima vez que tuviera una actitud sospechosa lo encerrarían sin más.
Los cuatro fueron hasta la camioneta del abuelo y una vez allí se subieron. Por suerte, estaba calefaccionada y no se sentí el helado frío que había afuera. Al ver que ya estaba atardeciendo y que habían tardado mucho en la comisaría, fueron a una cafetería para tomar algo.
Mientras tanto, Alba tejía sin parar. No tenía noción del tiempo, y la bufanda que estaba haciendo ya iba tomando forma, aunque era algo fácil de hacer. Tenía planeado regalársela a su nieta, quien parecía no haberse traído una a pesar de que sabía que siempre hacía mucho frío. Pobrecita, pensó la abuela, sus padres no la mantienen como debería. Era consciente de que su nieta no era totalmente feliz por la culpa de su hija y de su yerno, pero ya nada se podía hacer; la "nena" así había crecido y así se mantendría, fría y callada la mayor parte del tiempo.
Ya habían pasado horas desde que Fausto y Nicole se habían ido de la casa, y no sabía hacia dónde era el lugar al que habían partido, ¡no le habían dicho nada! Era cierto que estaba concentrada en su labor, pero aun así podía ver y escuchar lo que sucedía en su alrededor.
Paró unos segundos para prender la radio y no estar en el aburrido silencio. Luego, nuevamente siguió tejiendo.
Una media hora después, cuando se abrió la puerta de entrada y se asomó para ver si eran su esposo y nieta, que era lo más probable, se sorprendió al ver al chico de la otra vez. Y ahogó un grito cuando vio a Paul, el hermano de Fausto. No, no podía ser verdad...
Para evitar verlo de más cerca, fue corriendo a la cocina y una vez allí, gritó que estaba preparando la cena.
Fausto sabía que Alba se sentía incómoda con la presencia de su hermano, pero nada se podía hacer. A él mismo, incluso, le desagradaba la idea de que Paul durmiera en su casa, y mucho más estando su nieta en ella; tal vez, invitaría a Fabián para que se quedara a dormir, así Nicole se distraía. No podía creer la confianza que ya les tenía el chico en tan poco tiempo, pero se notaba que mucho no le gustaba estar en su casa.
— ¿Y si invitas a Fabián a quedarse a dormir, querida? —Le preguntó, cuando el chico subió las escaleras para ir al baño.
—Voy a preguntarle si quiere, así de paso leemos uno de sus libros o vemos una película.
Cuando el chico volvió, Nicole le preguntó y este aceptó. No tenía necesidad de llamar a su madre para avisarle, puesto que no se encontraba en su casa y a su padre ni siquiera lo conocía.
La cena estuvo lista y todos fueron hacia la cocina, la cual estaba inundada de un sabroso olor que hacía que las barrigas de los comensales rugieran. Como pocas veces sucedía, esta vez no apareció el incómodo silencio de siempre, sino que gracias a Fabián, surgieron unos cuantos temas de conversaciones interesantes.
Terminada la comida, cada uno levantó su plato, sus cubiertos y su vaso y lo depositó en el fregadero de la cocina.
Fausto y Paul se dirigieron al despacho del primero. Nicole y Fabián se acomodaron en la sala de estar y la abuela se puso a lavar los platos.
Los dos adolescentes estaban pensando qué libro leer, ya que había varios que les llamaban la atención. Al ver que no se decidían por ninguno, propusieron que mejor era ver una película de terror, porque era un día especial para eso pues llovía a cántaros y el fuego de la chimenea creaba un ambiente tenebroso.
—Yo creo que "El resplandor" y "Psicosis" son las mejores, pero ya las he visto miles de veces—comentó Fabián, sacándose los anteojos ya que se le resbalaban por tener la cabeza agachada.
— ¿Y "Viernes 13"? —Preguntó, mostrándole el sobre donde estaba el cd.
—También la vi, pero la noche es larga así que podemos ver varias...
Agarraron las que más les interesaban y dejaron las demás en el suelo. Se acomodaron en el sillón y le pidieron a la abuela que trajese una manta.
La película ya estaba comenzando cuando escucharon un grito proveniente del despacho del abuelo:
— ¡Tú no eres mi hermano!
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