0- "Llegada"


La casa de los abuelos de Nicole se situaba en el medio de un pequeño bosque. Antiguamente, ellos vivían en un campo cercano, pero debido a la invasión de ratas, se tuvieron que mudar a esa casa que también les pertenecía. Era bastante grande y con dos plantas, por eso a Nicole le gustaba tanto, además de que la vegetación allí no escaseaba como en la ciudad. Cuando era más pequeña e iba en verano, solía caminar por allí y siempre se encontraba con un puente que pasaba por encima de una especie de río que no era ni más ni menos que solo un pequeño hilito de agua.

Sus padres le habían dado el permiso para pasar las dos semanas en la casa de sus abuelos. Ahora mismo estaba viajando en el bus, leyendo su libro preferido de misterio. Le apasionaban las novelas policiales porque siempre se metía en la mente del asesino y eso le fascinaba; se había propuesto que cuando tuviera que elegir una carrera, elegiría la criminología.

Ya estaba por llegar así que guardó su libro en el bolso y se puso a ver el paisaje. Pensaba en Dagan, quien estaría solito por unas semanas; pero por suerte sus padres le darían de comer y le renovarían el agua. Por lo menos, no iba a morir por deshidratación o de hambre.

El autobús se detuvo y ella logró bajar. La calefacción que antes había en el bus no había favorecido ya que cuando un viento pasó por su lado, ella tiritó del frío y se le puso la nariz roja. Se sentó en un banquito pero no sin antes sacar la nieve que había allí. Su abuelo le dijo que la iba a ir a recoger alrededor de las diez de la mañana, y ya eran las diez y cinco minutos; por lo general, su abuelo era puntual.

Pasaron unos cinco minutos, luego unos diez y por último unos quince cuando por fin llegaron sus abuelos. Ella lo llamaba "abuelo" porque no se acordaba de su verdadero nombre, ni siquiera el de su abuela. Este par de ancianos, eran los padres de su mamá, y se dio cuenta que si los veías en la calle te darías cuenta de que eran familiares por el tal parecido que tenían.

Cuando vio la camioneta, no pensó que eran ellos. Hacía dos años que no los veía, y ese vehículo había cambiado mucho desde la última vez; ahora le faltaba pintura en algunas partes y tenía una puerta abollada, seguramente habían chocado o les chocaron a ellos. De más está decir, que tenía alguna que otra telaraña en el interior, pero lo bueno era que la calefacción por lo menos funcionaba.

—Bienvenida, Nicole — La saludó su abuela y su abuelo volteándose hacia el asiento trasero y sonriéndole. Ella era una mujer de pelo ya blanco, aunque se lo había teñido. Sus ojos eran celestes y llevaba puestos unos anteojos plateados. Era muy delgada y se le notaban los huesos, aunque le encantaba cocinar.

No había cambiado mucho desde la última vez que la había visto, pero Nicole se convenció que estas dos semanas recibiría todo el cariño que no había tenido durante sus catorce años de vida. También volvería a casa con unos kilos de más, porque conocía las delicias que su abuela preparaba.

—Ya tengo muchas ganas de llegar. Me estoy congelando— rió nerviosamente.

— ¿Quieres que prenda más la calefacción, querida? Si quieres la pongo más alta— ofreció el abuelo. Este era un hombre alto y cuando era más joven era mucho más atractivo, al igual que su abuela. También tenía el pelo y la barba blanca y unos anteojos plateados también. Era un hombre muy inteligente y de más joven era profesor de medicina, por lo que su casa estaba llena de libros, además de que le encantaba leer.

—No, abue. Estoy bien así, no hace falta— sonrió Nicole.

Costó bastante llegar. Había un camino para ir a la casa en el bosque, pero estaba completamente cubierto de nieve y eso dificultaba el paso, ¡mucho más el de esa camioneta vieja! Pero una vez dentro de la calentita casa, ella fue a dejar el bolso que había llevado a su propio cuarto. Su abuela lo había limpiado, ya que hacía mucho que no iba a esa casa y mucho menos dormía en esa habitación. En un pequeño mueble estaban todas esas horribles muñecas ordenadas y le daban mucho miedo, pero se consoló pensando que todo lo que sucedíaen las películas de terror era mentira y que esas muñecas no la matarían... hoy. 

Luego de sacarse el abrigo y acomodar sus cosas, baó por las escaleras de caracol que había fabricado su abuelo hacía más de diez años y fue hacia la cocina, que su abuela la estaba llamando a comer. Luego de almorzar un rico pollo al horno con verduras y ravioles, fue a la sala de estar y decidió tomar una siesta en el cómodo sillón. No pudo dormir ni diez minutos, porque su abuelo le tocó el hombro.

— ¿No quieres ir a jugar con la nieve, nena? — le preguntó.

—Hace mucho frío, no tengo ganas...

El abuelo se sentó a su lado. El sofá era bastante grande y también lo había hecho el anciano cuando era más joven. En realidad, la mayoría de los muebles los había hecho él.

— ¿Quieres que te cuenta alguna historia de mi juventud o algo así? Los jóvenes siempre quieren saber sobre la juventud de sus abuelos— Era una voz suave la que empleaba para hablar con su nieta.

—Abuelo—Nicole lo miró con una pizca de suspicacia—, cuéntame historias de asesinatos.

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