Absorción

Creo firmemente en que existe un momento en que todo se ve y se siente mucho más grande de lo que en realidad es. Las emociones, buenas o malas, tienden a tener una intensidad sumamente grande aunque en realidad no sean nada. No te agrada algo e inmediatamente sientes odio, repulsión e ira hacia eso. O tal vez te gusta alguien y cada vez que estás cerca de esa persona tiemblas y no puedes evitar hablar tonteras, así como la canción dice trato de mantenerme listo pero el tonto sale.

¿Y sabes? Eso no es lo peor. Lo peor es que como todos a tu alrededor parecen estar pasando por esa misma etapa también el sentimiento de superioridad crece en ellos y tu estima baja, así que cuando ellos te ven sienten la necesidad de juzgarte y piensan que tienen el poder de etiquetarte. Pero no, no he llegado a lo peor. Lo peor es que no puedes quedarte callado y te vuelves un bocazas para demostrar que no eres nada de lo que ellos dicen y terminas metiéndote en líos, terminas cayendo en sus redes y terminas pensando que el túnel en el que te metiste no tiene salida.

Y sí, todo esto es como un túnel. Es como ese pequeño túnel al final del barranco donde solías ir con tus amigos a retarlos a ver quién podía llegar al otro lado, pero como eran pequeños y miedosos ninguno llegaba más allá de la mitad, aunque este era pequeño. El único problema es que estaba lleno de baches, así como este período de tiempo de vida. Lleno de baches que no te dejan avanzar y sientes que nunca llegarás al final, pero lo cierto es que ya estás cerca y eso mismo que sientes que es una ilusión no lo es y lo que ves es nada más y nada menos que la luz del sol que llega desde la salida hacia ti, dándote la esperanza que necesitabas para poder seguir adelante.

***

Tal vez era el frío que había podido congelar literalmente mi cerebro o tal vez fueron los golpes y el dolor que estos me causaban, que me hicieron alucinar. O tal vez no alucinar sino revivir todo lo malo, todo aquello que me había llevado hasta allí.

Cerré los ojos por un momento y cuando los volví a abrir unos ojos café oscuro me devolvieron la mirada. Grité. Grité tan fuerte que el dolor que me envolvía me logró consumir. Grité tan fuerte que hasta las sombras del pasado logré espantar. Pero sin importar que tan fuerte gritara nadie parecía poder encontrarme. Es más, estaba segura que nadie había notado mi ausencia porque ¿quién notaría que la chica que nunca habla no está en el salón de clases? ¿Quién notaría que la hija que nunca sale de su habitación no se encuentra en casa? ¿Quién notaría la ausencia de aquella chica rara que solo toca la acera cuando desesperadamente necesita algo y nadie se encuentra en casa?

Exacto, nadie notaría su ausencia.

Cuando mi garganta no aguantó más dejé de gritar y me abracé a mi misma y lloré. Lloré por lo tonta que fui, por lo débil que fui al ceder y lloré porque gracias a esas dos anteriores mi futuro no estaba muy lejos y terminaba en muerte.

Así nada más. Sin haber logrado todo lo que anhelaba y con un solo mérito. Y ese único mérito fue haber logrado que la persona que más me importaba caminara hacia su destrucción.

¿Por qué cuando todo parece ir bien piensas que saltar en un hoyo no es malo?

Recuerdo que ese día, antes de ir a dormir, ella me mandó un mensaje avisándome que aquel muchacho a tres casas de la mía la había invitado a salir, y también recuerdo haberme emocionado y haber gritado de felicidad. Grité tan fuerte ese día que mi mamá se dignó a aparecer por primera vez en mi habitación después de semanas y preguntar lo que ocurría, pero no pude responder coherentemente. Solo dije que Margarte me había dado la mejor noticia en el mundo. En ese momento lo era. Ambas habíamos soñado con eso desde lo que parecían siglos. El problema fue que ese sueño realizado fue en realidad el comienzo de mi pesadilla.

Margaret dejó de juntarse conmigo y solo me di cuenta cuando me encontré sola en mi lugar regular sin tener la necesidad de hablar con ella. Cuando finalmente caí en la cuenta de lo que había sucedido empecé a fijarme en qué había sido de ella en los últimos tres meses. Recuerdo que su piel estaba grisácea y que se encontraba más delgada. Su pelo carecía del brillo que solía envidiar, pero aún así ella lograba destacar de buena manera en su círculo social.

Claro que nadie se había dado cuenta del cambio que había tenido y eso era por el simple hecho de que a ninguno de ellos le importaba ella. Y eso me molestó, pero el problema era que ya no podía hacer nada porque la conocía muy bien y sabía que ella no escucharía nada que proviniera de alguien que no se dio cuenta de cómo ella poco a poco se iba alejando y marchitando.

Un día, cuando ya había aceptado lo que había pasado y había decidido no hacer nada, Margaret llegó a mi casa con los ojos hinchados y llenos de lágrimas. Cuando abrí la puerta ella se abalanzó sobre mí y me abrazó fuertemente mientras su llanto se intensificaba y susurraba lo siento lo que logró destrozarme y no pude más que llorar y lamentarme también porque de alguna manera había dejado que todo eso le pasara a ella.

Así que sí, luego de eso todo pareció volver a la normalidad. Sin embargo, ahora se sentía raro. Cada vez que invitaba a Margaret a mi casa ella siempre estaba ocupada, cada vez que estaba con ella sentía una mala presencia cerca de nosotras y por momentos ella lanzaba miradas a donde sus viejos amigos se encontraban. Y puede que creas que esas miradas eran de odio, pero lo único que yo percibía era nerviosismo y desesperación.

Finalmente un día ella volvió con ellos, no me sentí mal, la verdad fue lo que esperaba. Lo raro fue que luego volvió a mí y me arrastro junto a ella, hacia ellos.

Todos eran lo que te podrías esperar de un grupo de muchachos que se creen más grandes y mejores que todos. Aunque había uno, y era el que movía el grupo, que era diferente. Él era el tipo que parece darte su amistad, que parece confiarte todo y el que parecer ser un ejemplo a seguir, pero en realidad solo te utiliza y siempre oculta algo de ti; era esa persona que no confía sus más grandes secretos a nadie. Él era ese muchacho que te hace creer que lo malo debe ser normal y que lo bueno hay que descartarlo de cualquier forma. Él era ese muchacho que solo te lleva a tu destrucción.

Había algo en su mirada que solo percibía cuando se fijaba en mí. La manera en que lo hacía era diferente a como veía a los demás. Daba miedo y cada vez que lo hacía un escalofrío me recorría completamente, erizándome la piel de una manera espeluznante.

Finalmente, un día luego de clases, Margaret estaba con este muchacho que se hacía llamar Dylan. Ya que me encontraba afuera me acerqué a ellos. Una muchacha mayor, morena clara y con el pelo teñido de rojo se encontraba escuchando su conversación. Cuando me acerqué me brindó una mirada que no podemos clasificar como de bienvenida.

Apenas me devolvieron el saludo, continuaron con lo que segundos atrás se encontraban hablando. No entendía nada, mientras que la pelirroja los veía de una manera desaprobatoria. Antes de que pudiera preguntar a qué se referían con toda esa conversación Dylan se volteó a mí.

-Vendrás ¿Cierto?- Esa fue la primera y probablemente la única vez que me habló como si fuera su amiga. Como si estuviera emocionado de tenerme ahí.

- ¿A dónde?- pregunté porque mi mente no había procesado nada de lo que ellos habían dicho.

-Dylan, dudo que esta niña vaya a querer ir con ustedes. Ella...- la pelirroja habló, pero por alguna razón el solo sonido de su voz no me agradaba y menos que utilizara el término "niña".

-Claro que voy- dije. Mi voz fuerte y concisa. Las tres personas frente a mí se quedaron sin palabras, pero pude leer un poco de sus expresiones.

Dylan estaba satisfecho con mi respuesta. Margaret parecía estar aliviada y la pelirroja no estaba contenta.

- ¿Segura?- preguntó Margaret para que no quedara ninguna duda.

-Sí.

Si en ese momento hubiera sabido lo mucho que mis palabras significaban seguramente no hubiera abierto la boca. En ese momento firmé mi condena.

Días después, luego de que Margaret me explicara todo, salí de mi casa habiendo dicho que iría a quedarme con Margaret -lo cual no era una mentira porque sí estaría con ella- y me dirigí al punto de reunión que era un árbol plantado en el medio de un redondel.

Solo Margaret y Dylan se encontraban conmigo, pues por lo que me habían dicho nos reuniríamos con los demás al llegar a nuestro destino.

Me inquietaba no saber mucho de lo que pasaría, y aunque me habían explicado ciertas cosas, sentía que no era tan bueno como ellos lo hacían ver. Dylan pagó un taxi que nos llevó hasta una de las favelas apartadas de la ciudad. No se solían escuchar muchas cosas, cualquiera diría que era de las más tranquilas, pero eso no era cierto. Cada vez que hablaban de ese lugar lo que contaban eran probablemente las historias más escalofriantes de todas.

Al bajar del taxi caminamos hasta algún lugar desierto para poder bajar el barranco. Yo no era del tipo de persona que saliera mucho en una comunidad tranquila, así que estar ahí era espeluznante. Él sol se había ocultado como cuatro horas atrás y los grillos emitían sonidos. Entre todo el silencio se escuchaba como pisábamos y como algo a nuestro costado se arrastraba. La misma extraña presencia que aparecía cada vez que Margaret se acercaba había vuelto pero de una manera incrementada.

Caminamos, quien sabe cuánto, y en ningún momento aquel animal nos abandonó. No podía verlo, pero sabía exactamente que era. Poco a poco nos fuimos acercando hasta un claro. Podía ver la luz de una fogata, y al mismo tiempo en que avanzábamos podía escuchar como voces y otros sonidos se intensificaban.

El recuerdo de una de las muchas noticias que salían en el periódico llegó a mi mente, advirtiéndome de lo que podría pasar si seguía hacia ese lugar. Sin embargo, parecía que me encontraba en un trance porque aunque en algún lugar de mi subconsciente sabía del posible peligro que me esperaba, todo mi cuerpo no respondía a ninguna de las órdenes que esa parte despierta mandaba.

Vi el rostro de Dylan y en este había satisfacción. Miré a Margaret y ella susurraba cosas. Repentinamente pude escuchar lo que decía, justamente como si alguien me hablara al oído, pero ella se encontraba a más de un metro de mí. No recuerdo exactamente lo que dijo, pero escuchar su voz me hizo entrar en un estado de obediencia absoluta.

Cuando llegamos al claro vi a muchas personas aunque a ninguna conocida. De los matorrales salió el animal que nos había acompañado todo el camino, y tal vez fue por la impresión que este causó en mí pero en ese momento comencé a salir de mi trance.

Era una serpiente grande y robusta, probablemente de unos cinco metros. Mi corazón se aceleró y aunque quise dar un paso hacia atrás, mis piernas no obedecieron y dieron dos para el frente.

Todo se volvió silencio.

La serpiente se arrastró hasta quedar a menos de un metro de mí. Pensé que me atacaría, sin embargo, lo que sucedió fue algo que sobrepasaba mi entendimiento.

El animal se apoyó en sí mismo para poder elevarse y quedar a mi altura. Luego empezó a deformarse de la manera más extraña posible. Desde dentro de la serpiente salían gritos de distintos tipos y mientras esto sucedía diferentes sombras que seguramente solo yo veía salían de ella. Veía rostros totalmente desfigurados, personas descuartizadas, monstruos que ni en mis más horribles pesadillas había visto. El clima cambió de un momento para otro haciendo que soplaran fuertes vientos y que rayos cayeran para avisar de los truenos que los seguían. Las personas ahí comenzaron a gritar y vitorear, algo que yo no entendía pues todo eso era horrible para mí.

Cuando finalmente ese espectáculo terminó, eso -que no encuentro una mejor manera de cómo llamarlo- era ya lo que podríamos llamar una figura humana. Los rayos, el viento y el estruendo cesaron siendo reemplazados por un silencio espectral.

Observé lo que tenía frente a mí y me di cuenta que si lo veías fijamente verías a un hombre apuesto con una mirada que hacía sentir que tu alma salía de ti; pero si desviabas la mirada captarías pequeñas partes de lo que podría ser el ser más horrible en cualquier mundo.

Dio un paso hacia mí y mi corazón se aceleró. Él sonrió, parecía que sabía exactamente lo que estaba sintiendo y eso le complacía. Llevó su mano hasta mi mejilla y la acarició mientras sus ojos se clavaban en los míos y por ellos rebuscaba en mi alma algo que necesitaba. Sentí cuando encontró ese algo, fue como si alguien estuviera tocando literalmente mi corazón. Él sonrío nuevamente pero se dio cuenta que lo que quería no lo podía tener, al menos no todavía.

Dejó de acariciar y rostro y me dio una cacheta ¡Diablos! Eso dolió, pero aún así no pude moverme de mi lugar. Él alzó los brazos y se volteó hacia todos los espectadores.

-Eh aquí la ofrenda de nuestra iniciada. - Su voz fue clara y fuerte y hacía que un escalofrío me recorriera, aunque también pudo haber sido su elección de palabras.

Ofrenda de nuestra iniciada.

En un momento de lucidez volteé a ver a Margaret. Sus ojos se encontraron con los míos y una sombra pasó por ellos. Lo siento moduló, pero esas palabras ya no significaban nada pues mi alma ya estaba condenada.

El ser frente a mí comenzó a hablar, sin embargo, yo no comprendía nada y solo logré captar una cosa.

-Y un alma inocente traída por medio de engaños será arrebatada de este mundo.

"Arrebatada", susurré.

La muerte nunca se había sentido tan cercana hasta ese momento. De alguna manera, sus palabras me sacaron del trance en que me encontraba y finalmente mi mente se puso a trabajar.

¡Diablos! ¿En qué me había metido?

Un par de encapuchados me sostuvieron por ambos brazos. Su toque era tan frío que quemaba. Dejé salir un gemido.

- ¡Traigan a los perros!- ordenaron y otros encapuchados a patadas llevaron a cuatro caninos en medio del semicírculo de personas que se encontraban ahí. -Maggie- dijo con una voz dulce le extendió su brazo a Margaret.

Ella se acercó a paso lento, sin quitar sus ojos de los perros. Le dieron una navaja y a uno de los perros lo sostuvieron contra una piedra. Este no dejaba de aullar. Cuando me fijé bien en el canino me percaté de que este era el mismo perro que el muchacho con el que ella salió le había regalado. Yo, tanto como ella, había ganado un gran cariño hacia el animal, sin embargo, aunque le gritara ella no me haría caso.

- ¡Margaret!- grité y traté de zafarme de los dos hombres pero solo conseguía que mi piel ardiera más.

Se escuchó un último aullido y luego toda la navaja estaba enterrada en el cuello del animal. De esta forma Margaret abrió al perro y lo descuartizó. Vi como la sangre salía del animal y como Margaret bebió de ella; no aguanté más y vomité, y tal parecía que eso era lo que tenía que hacer pues los dos hombres a mis costados rieron y una anciana se acercó a recoger el vómito.

Margaret hizo lo mismo con los tres perros restantes y cada vez que lo hacía yo vomitaba. Vi como su rostro iba cambiando, pero no era por el disgusto que le causaba lo que se encontraba haciendo, la verdad ni siquiera sé que fue lo que le pasó en ese momento, aunque sí entendí que todo lo que estaba haciendo servía para dividir su alma. La estaba destruyendo.

Estaba terminando de vomitar cuando los dos encapuchados me tiraron al piso hacia el lugar donde estaba mi vómito. Vomité otra vez. Dylan se acercó a mí y yo retrocedí en un vano intento por escapar de él. Me tomó por el cuello y me hizo besarlo. Pensé que eso sería la cosa más asquerosa que viviría pero luego él, el ser ese que no tenía ni la menor idea de que era y cuatro de los encapuchados que se encontraban ahí se acercaron a mí.

Me tomaron por los brazos y piernas y me llevaron hasta un gran baño con agua y me sumergieron en él quitando todo el vómito que me cubría. Me hubiera preocupado por cachar una gripe de no ser porque sabía que de esa noche no pasaría. La noche era helada y gracias al agua que me cubría me encontraba en el piso temblando.

Margaret se acercó con un hierro y traté de pararme pero logró pegarme antes de si quiera moverme. No sé cuantos golpes me dio pero en cada uno de ellos traté de defenderme aunque esto era en vano. Grité varias veces para que parara pero eso tampoco servía, y cuando finalmente terminó yo estaba hecha un ovillo. Lloraba y escupía sangre al mismo tiempo.

Creo que pensé por un instante en que sí ella dejaba de pegarme todo el sufrimiento terminaría pero no sabía que cuando ella parara estaba dándole lugar a un sufrimiento mayor. Los seis hombres que me habían sumergido en el agua me tomaron nuevamente haciéndome gritar de dolor. Quedé en los brazos del hombre serpiente y este me vio directamente a los ojos. Los suyos eran café oscuro y volvían a rebuscar entre mi alma algo que yo no sabía que era, y me volví a dar cuenta que lo que quería no lo podía tener, cosa que lo puso extremadamente furioso. Me tiró al suelo y empezó a desvestirse. Me paré e intenté correr pero Dylan me atrapó y con la ayuda de uno de los encapuchados me desvistió dejándome desnuda en frente de todos mientras lloraba y rogaba por mi vida.

Lo siguiente que pasó es algo que no le deseo a nadie, pues ser humillado y destruido de tal manera te dejará marcas de por vida.

Me violaron.

La palabra es tan sencilla y corta, pero significa tanto y es tan dolorosa que algo así te deja traumado y estancado en un momento de tu vida y solo puedes seguir adelante con mucha ayuda, pero aún así el recuerdo perdura y el dolor nunca te deja.

Yo ya no valía nada en ese punto. Mi cuerpo estaba machacado, estaba llena de sangre, vómito y lodo. Gritaba una y otra vez que pararan pero de nada servía. Yo ya no era nada y a ellos no les importaba la vida de los demás. El dolor me consumía y cuando finalmente me dejaron lo único que faltaba era matarme y la persona por la cual estaba ahí lo iba a hacer.

Margaret tomo nuevamente la navaja y caminaba con paso decido hacia mí, pero antes de que pudiera hacerme daño algo increíble, tal vez lo podría clasificar como un milagro, sucedió.

Una lluvia extremadamente fuerte comenzó. El agua te cegaba y el viento movía de manera amenazadora las ramas de los árboles. De un momento a otro también una manada de perros rabiosos llegó al lugar, abalanzándose a todo aquel que tuvieran en frente, Margaret incluida.

El fuego se apagó y la oscuridad cayó sobre nosotros. Escuché como alguien me susurraba corre y sin hesitar me levanté y comencé a escapar a ciegas. Llena de heridas abiertas y probablemente con el cuerpo desfigurado corrí aún con todo el dolor que sentía.

- ¡Atrápenla!- escuché que alguien gritó y fue esa palabra que me dio el impulso para correr aún más rápido.

Tal vez fue adrenalina, o tal vez había alguien invisible tomándome de la mano haciéndome correr, sea como fuese, llegué hasta un túnel con aroma a aguas sucias y me escondí en ese lugar. Tal vez llegué hasta el medio y me dejé caer al suelo. Escuché pasos que provenían de afuera y unas voces. Eran seguramente los que me perseguían.

-El lugar está custodiado- dijo uno y pensé que era extraño que dijera aquello.

-Por eso el jefe se encontraba furioso, la están cuidando. Su alma está protegida hasta que deje de creer- dijo el otro y seguía sin entender a que se referían.

-Por eso era tan necesario ganarla a ella, así ella traería a su amiga y el jefe tendría el alma que quería.

-Vámonos de aquí. No podemos luchar contra ellos.

Escuché como sus pasos se alejaban y el palpitar de mi corazón se fue normalizando. De igual manera toda la adrenalina que tenía se fue para abajo y caí en la cuenta que me encontraba en un lugar desolado, herida y sin salida alguna porque me encontrarían. El dolor me carcomía y las heridas no dejaban de sangrar. No importaba que hubiera escapado, de todas maneras iba a morir.

No sé como superé la noche, no sé como superé el dolor que me causaron todos esos gritos, no sé como superé el frío que me rodeaba y ciertamente no sé como superé estar con heridas abiertas en un lugar tan sucio como aquel. Si alguien llegaba a encontrarme de todas formas aún tendría que superar cualquier enfermedad que haya cachado en ese lugar. Mi futuro era incierto, al menos yo creía que fallecería en aquel lugar, que si alguien encontraba mi cuerpo este estaría más desfigurado de lo que ya se hallaba porque seguramente habría servido de alimento para los roedores.

Cerré los ojos y tuve tanto miedo de abrirlos y volverme a encontrar con esos ojos café oscuro, que mejor los dejé así y dejé que mi cuerpo y mente descansaran, de todas formas yo no tenía fuerzas para hacer nada.

Desperté por el sonido de pisadas y varios gritos lejanos. Algunos rayos del sol llegaban hasta donde me encontraba y no me dejaban ver bien. Cuando finalmente me acostumbré a la luz lo que vi me sorprendió tanto que di un pequeño brinco en mi lugar.

Frente a mí se encontraba la misma chica pelirroja que estuvo con Dylan y Margaret días antes de que todo eso pasara. Aún no me había visto y parecía buscar algo, y cuando finalmente me vio su rostro palideció. Salió corriendo del lugar y pensé que me dejaría ahí, pero no fue así.

- ¡Chicos! ¡La encontré! ¡Ayúdenme!- escuché que gritó y sentí algo cálido dentro de mí.

Volví a escuchar pisadas que se dirigían hacia el túnel en el que me encontraba y segundos después seis personas se encontraban frente a mí. Estaba la pelirroja y una muchacha más que estoy segura había visto en el colegio. Aparte de ellas había cuatro muchachos. Los conocía a todos. Julio, al que todos llamaban cerebrito; Andrés, quién era un líder nato en cualquier cosa; Mario, que siempre lograba animar a todos; y finalmente Oscar, que nunca te abandonaba.

Se acercaron a mí la muchacha pelirroja y la otra chica para limpiar mis heridas. Luego Julio les extendió una manta a ellas para envolverme y Mario después me tomó en sus brazos para sacarme de aquel lugar. Oscar tomó su teléfono y llamó a alguien. Y Andrés por su lado sacó una botellita de agua que estaba dentro del botiquín que llevaban con ellos, me hizo beber de ella y tocó mi frente.

-No te preocupes, estarás bien- me dijo Mario en un susurro y le creí porque en ese momento estaba tan perdida que creería cualquier cosa aunque no fuese cierta.

Caminaron casi el mismo trayecto hasta que llegamos a la favela. Recuerdo que a lo lejos vi el lugar donde la noche anterior había sufrido un infierno y por un momento Margaret vino a mi mente. Deseaba que se encontrara bien.

Salimos de aquel lugar y aún en los brazos de Mario llegamos a una ambulancia. Me dijeron que tenía hipotermia. Me llevaron al hospital y recibí peores noticias. Vi a mis padres y rompieron en llanto al verme tan desfigurada. Mi hermano quiso abrazarme pero no se lo permitieron, estaba demasiado herida, no solo físicamente sino también psicológicamente. Siendo sincera no sé como dejé que me tocaran en primer lugar aquellas personas luego de que una noche atrás me habían tocado de manera tan repulsiva reduciéndome a nada.

Pasé tanto tiempo en el hospital que hasta olvidé como era afuera. Ya nada pasaba por mi mente que no fueran las imágenes de esa terrible noche. Ya nada me preocupaba.

Uno de esos días, las mismas seis personas que me encontraron fueron a visitarme. No me inmuté y eso era raro. Tal vez era el hecho de que ellos habían sido mis salvadores lo que me hacía sentir paz cerca de ellos. Me preguntaron varias cosas y me dijeron muchas otras. Aprendí que la pelirroja se llamaba Alejandra y que la otra muchacha se llamaba Marisel.

Antes de que se fueran les hice una pregunta.

- ¿Saben qué pasó con Margaret?- todos sabían ya lo que había sucedido esa noche, y aunque algunos no lo creían, también estaban los que sí. Así como ellos.

Se vieron entre sí y luego Oscar habló: -Encontraron su cuerpo a dos kilómetros de donde tú estabas. Lo siento.

Tragué saliva y asentí. Luego fijé mi vista en algún lugar de mi sábana y todos ellos salieron. Fue raro, estoy segura que ellos no tenían permitido decirme eso por el estado en que estaba, pero aún así lo hicieron. Sentía nostalgia pero al mismo tiempo sentí alivio y no sabía si eso me hacía mala persona.

Ese día comprendí algo. Hay seis cosas que necesitamos en la vida para seguir adelante y no dejarnos absorber por los demás.

Uno. Inteligencia, así como Julio que razona antes de actuar y siempre busca respuestas.

Dos. Fuerza de voluntad, de esa manera no dejarás que alguien más lidere tu vida, así como Andrés que sabe qué hacer y cómo hacerlo y no deja que nadie lo detenga. Y no solo eso, él es un líder y de esa manera ayuda a los demás.

Tres. Felicidad, no necesitas que alguien te haga feliz, tú puedes encontrar felicidad por ti mismo, justamente como Mario lo hace.

Cuatro. Necesitas amor, pero no como el que Margaret pensó recibir de aquel muchacho que la invitó a salir, sino el amor que tu familia te brinda y el amor que tú mismo te das. Así como Oscar que se quiere tanto a sí mismo que puede dar de ese sentimiento a todos.

Cinco. Amabilidad, de la misma forma en que Marisel lo fue conmigo. Aún sin conocerme estuvo buscando por mí y me trató mejor que cualquier otra persona que me conocía lo hubiera hecho.

Y seis. Un factor sorpresa. Así como Alejandra, que parecía no ser una buena persona el día en que la conocí, pero fue quien me encontró y fue quien organizó mi búsqueda. Necesitas sorprenderte a ti mismo probando cosas diferentes, pero debes ser listo para saber qué cosas probar.

Ese día me enteré que Alejandra estaba con Dylan y Margaret porque sabía que yo iría con ellos y necesitaba protegerme, pero no hizo las cosas bien y me llevó hasta donde ella no quería que fuera. Ella organizó mi búsqueda y fue quien me salvó, y estaré eternamente agradecida con ella, aunque cualquier otra persona piense que no sea lógico.

Luego de pensar tanto me di cuenta que Margaret no tenía ninguna de las seis cosas que yo pensaba eran necesarias en la vida. Ella no se amaba a sí misma, ella no era amable con nadie que no lo fuera con ella, ella se dejaba llevar por los demás, ella no valoraba el conocimiento, ella pensaba que poder reír era ser feliz y ella no fue lo suficientemente inteligente como para darse cuenta que el factor sorpresa que había escogido la llevaría hacia su destrucción.

Y eso es lo que pasa en la adolescencia, aunque puede suceder en cualquier etapa de la vida pero yo creo que pasa más en los años de juventud porque es en ese momento en que todo parece ser más grande de lo que en realidad es, pero si tienes los seis factores que necesitas en tu vida o personas como esas seis que me encontraron a mí puedes seguir adelante, así no serás absorbido por la sociedad y todo lo que esta te brinda.

O al menos, eso pienso yo.


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