xxix. las pruebas temporales
RUINAS,
capítulo veintinueve: las pruebas temporales!
A LA MAÑANA SIGUIENTE, Irina soltó un gruñido al escuchar la alarma a su lado. Había momentos en los que ella disfrutaba aquel plácido sueño y estar acurrucada contra el cuerpo caliente de Steve. En invierno, amaba estar acurrucada entre sus mantas y el cuerpo de Steve – algunas veces era un oso de peluche gigante – también el hecho de ver cómo el calor empañaba las ventanas de la casa junto al frío que se acumulaba afuera. En verano, también para su propio infortunio, Steve literalmente era un horno y la rubia podía jurar que, en varias ocasiones, lo tiró fuera de la cama porque no soportaba más su calor corporal. Steve también la tiró de su cama en repetidas ocasiones, algunas de forma involuntaria y otras de forma completamente voluntaria – recibiendo una suave carcajada por parte de él. O había días en los que ambos se sentían demasiado cansados y no despertaban a sus hijos temprano – ese era uno de esos días.
De alguna forma, ambos debían ponerse manos a la obra.
Y la alarma no dejaba de sonar.
Irina levantó una mano para apagar el aparato de un golpe y no se le ocurrió la mejor idea que alzarlo en el aire, pero Steve agarró su mano rápidamente, apartándola y tomándola entre sus dedos.
—No compraré otro despertador, livvy—gruñó Steve contra su cuello y se acurrucó aún más contra la rubia—. Así que ni se te ocurra.
—Lo siento, capitán—murmuró Irina antes de posar su mano en el cabello rubio de Rogers.
En cuanto la alarma se detuvo, reinó el silencio. Esa fue la señal para que el matrimonio Rogers continuase con su sueño plácido. Ambos estaban llegando al punto de dormirse en los brazos del otro, recuperando el sueño y el descanso – no hasta que el teléfono de Steve vibró sobre su mesa de luz. Ahora era el turno del rubio de soltar un gruñido y alargó su brazo para buscar el teléfono, intentando de cortar lo que sea que estaba vibrando. Al tocar la pantalla, la vibración se detuvo y se formó silencio, al menos hasta que Natasha Romanoff soltó un bufido.
—Buen día, tórtolos. ¿Interrumpí algo?
—Ty prerval moyu mechtu, Romanoff (Mi sueño interrumpiste, Romanoff)—declaró la muchacha de cabellos rubios en ruso.
—Ty idiot (Eres una idiota)—respondió la pelirroja al otro lado—. Bruce traerá equipo a la base y necesitaremos una mano.
—Diablos, ¿qué hora es?—murmuró Steve antes de levantarse levemente y mirar el reloj.
—Ustedes sí que dormían plácidamente—recalcó Romanoff con aire divertido—. Quiero verlos a las diez en punto.
Irina soltó un bufido antes de pasarse las manos por el rostro—Dalo por hecho, Nat. Ahora corta.
La risa de Natasha Romanoff fue lo último que escucharon antes de que ella cortase. Irina se levantó pesadamente y caminó desnuda por la habitación antes de entrar al baño. Bostezó frente al espejo antes de frotarse los ojos, agarrando su cepillo de dientes mientras que su esposo se sentaba en la cama – frotándose la nuca. Luego de una larga ducha, Irina y Steve prepararon un pequeño desayuno antes de partir hacia la base. Ambos se sentaron en el auto y salieron rápidamente del pequeño y tranquilo espacio, encontrándose las figuras de los rascacielos antes de entrar en Nueva York. Irina mantuvo su mirada al frente y se metió en su propio trance, moviendo su mirada a su alianza dorada que posaba sobre su dedo. Repentinamente, ella recordó lo que Natasha le había dicho sobre Carol y la rubia miró a su esposo.
—La otra vez, cuando estuvimos con Natasha y recibimos la llamada de Scott—comenzó ella antes de mirar a Steve—. Estuvimos hablando con el resto del equipo: Rhodey, Nébula, Rocket, Okoye y Carol.
—Sí, algo escuché—respondió Steve mirando al frente—. ¿Qué sucedió?
—Carol Danvers tiene un crush conmigo.
Steve abrió la boca para responder y luego la cerró, mostrándose confundido—¿Ella qué?
—Le gusto a Carol Danvers—declaró la rubia ladeando la cabeza.
—No me sorprendería, porque eres una mujer hermosa—añadió el capitán sonriendo de lado—. Si piensas que eso me molestará, cielo...No me molesta. Sé que tuviste relaciones con hombres y mujeres antes de conocerme, así que deja de darle vueltas al asunto. Lo único que tienes que saber es que eres mi esposa y que yo soy la pareja que elegiste pasar el resto de la vida que nos queda.
Irina sonrió—De eso estoy segura.
—Además—Steve prosiguió—. Te vi primero.
—Ajá, claro—suspiró la rubia antes de mirar al capitán de forma divertida—. ¿Sabes? La única relación de la cual me arrepiento es con Rumlow—Steve frenó de golpe el auto en una esquina e Irina apretó los labios—. Mierda. No tendría que haber dicho eso.
—De todas las personas que podías tener una relación...—dijo Steve mirándola con el ceño fruncido—. ¿Tuviste una con Rumlow?
Irina soltó una carcajada—Natasha y tú son los peores—besó sus labios rápidamente—. Sigue conduciendo o tu amiga nos enviará una bala de saludo por llegar tarde.
Steve negó lentamente con la cabeza y apretó levemente el acelerador, moviendo el auto otra vez. Al cruzar Nueva York, él tomó una avenida que dirigió a una salida – la cual los llevaría a la base donde los miembros restantes del equipo estarían. Irina se encargó de abrir el portón y ambos entraron con el vehículo al gran complejo. Natasha, quien cargaba varias cajas, observó llegar a la pareja y Steve tocó la bocina antes de apagar el motor. Bruce les saludó con su gran mano y continuó su trayecto hacia dentro con un par de cables. Scott salía del gran pabellón de entrenamientos y miró a la pareja recién llegada.
—¿Dónde diablos estaban?
—Estaban ocupados—respondió Natasha dirigiéndose a la entrada y miró hacia atrás—. Teniendo sexo, claro.
—Zatknis', Romanoff (Cierra la maldita boca, Romanoff)—exclamó Irina antes de rodar los ojos.
Lo único que recibió fue el dedo medio de la pelirroja.
El matrimonio se puso manos a la obra y ayudó a llevar todo el equipo que Bruce Banner necesitaba para realizar el experimento que tenía ideado – algo que no contó a nadie, pero le darían un intento. Scott metió la van de Luis – Irina aún no sabía si era realmente de él o era de Scott, se mostró confundida por un momento – dentro del pabellón de entrenamientos. Bruce colocó la maquinaria y Lang le ayudó a conectar los cables. Irina miró la posición del sol por las ventanas y aún no podía creer que ya era el medio día. Estuvo a punto de sacar su teléfono para llamar a Tony pero Bruce la distrajo por un segundo.
—Bueno, aquí vamos—anunció el gigante verde—. Primera prueba de viaje en el tiempo. Scott, enciende...la cosa de la camioneta.
Scott, luciendo un traje algo suelto, caminó hacia la camioneta y abrió sus puertas traseras, revelando un artefacto con poca profundidad – el cual se encendió detrás de él. Steve se acercó—Disyuntores listos. Generadores de emergencia preparados.
—Bien, por que si sobrecargamos la red...—declaró Bruce y señaló a Scott antes de hablar en un murmullo—. No quiero perder a Chiquito en la década de los cincuenta.
—¿Disculpa?
—Estaba bromeando, Scotty—declaró Irina mirando la tableta de Natasha y miró de forma asesina a Banner—. No puedes decir cosas así.
—Fue una broma de mal gusto—se excusó él dándose la vuelta y Scott simplemente se encogió de hombros.
Natasha le envió la misma mirada asesina que Irina le dio antes—Bromeabas, ¿no?
—No tengo idea, chicas—exclamó él en voz baja enfrentando a las dos ex-asesinas—. Hablamos de viajar en el tiempo. O todo es una broma o nada lo es. Ahora finjan optimismo—se giró hacia Scott y levantó su pulgar—. ¡Vamos bien! Ponte el casco.
—Scotty, lo harás de maravilla—declaró Irina sonriéndole abiertamente.
—De acuerdo, Scott, te enviaré una semana al pasado—anunció el científico verde—. Te dejaré pasear una hora, y te traeré en diez segundos. ¿Tiene sentido?
Scott sonrió con nerviosismo—No es para nada confuso.
Irina realmente sentía que algo saldría mal, para su propio optimismo.
(Y cuando decía que saldría mal, realmente salía mal.)
—Buena suerte, Scott—dijo Steve mirándolo—. Tú puedes.
Banner tocó el botón y la figura de Scott se redujo, desapareciendo frente a ellos. Irina sentía su corazón desbocado, respiró hondo, buscando aquella tranquilidad que sintió esa misma mañana y se mordió el labio involuntariamente. Natasha tomó su mano, dándole un fuerte apretón, no uno cualquiera, si no uno de: "Tranquilízate, todo saldrá bien". Banner se puso en posición y contó hacia atrás, apretando otro botón y Scott apareció. Pero ese...no era el verdadero Scott.
—Huh...¿chicos?—preguntó la persona que estaba dentro del traje, un adolescente—. Esto no se ve bien.
—¿Qué diablos...?—preguntó Irina alarmada.
Steve miró a Bruce—¿Qué pasa?
—¿Quién es ese?—inquirió Natasha—. ¿Es Scott?
—Sí, ¡soy Scott!
Banner sacó un cable y Scott volvió a encogerse, luego escuchó un golpe desde la zona de la consola y la figura de Scott emergió de ella, ahora mostrando un rostro completamente arrugado—¡Mi espalda!
—Espera un segundo—balbuceó Bruce buscando entre los botones.
Irina alzó una ceja—Scott ahora es...¿un anciano?
—¿Disculpa?—preguntó Scott ofendido.
—Necesito un poco de espacio—anunció Bruce mirando entre los botones.
Steve se apartó y se movió al lado de su esposa—¿Puedes hacerlo volver?
—Estoy en eso.
El científico volvió a apretar botones y golpeó su material por un segundo, mientras que Scott volvía a encogerse, desapareciendo frente a ellos para volver a aparecer de una forma más pequeña. Steve y Morgan se miraron entre ellos antes de mirar a Scott—Es un bebé.
—Es Scott—anunció Bruce.
—¡De bebé!
—Crecerá—se excusó el científico.
—Bruce, trae a Scott de vuelta—exclamó la rubia al gigante.
Entre todo el caos que se había originado en un principio, Irina realmente pensaba que Scott no volvería y Bruce tocó un par de botones más. Él miró a Natasha—Apaga la energía cuando te diga.
—¡Dios mío!—balbuceó la pelirroja antes de correr a la palanca de electricidad.
El tocó un botón—Y...—golpeó la consola—. ¡Apágalo!
Scott volvió a aparecer de forma normal, vistiendo y luciendo como antes de entrar al reino cuántico. Irina soltó un suspiro de alivio, sintiendo la mano de Steve en su espalda, mientras que Scott se quedó quieto, mirando al resto—Alguien me mojó los pantalones.
—Oh, gracias a Dios—murmuró Natasha.
—Pero no se si fui yo de bebé o de anciano—prosiguió con incomodidad—. O...simplemente fui yo.
Bruce extendió sus brazos—¡Viaje en el tiempo!
Irina se palmeó la cara mientras que Steve negaba con la cabeza.
La rubia observó como su esposo salía caminando de allí, hacia la entrada, donde podía buscar tiempo solo. Irina apretó sus labios y pudo ver decepción en la mente de Steve – ella sabía que esta misión no podía ser sencilla, pero ambos no debían rendirse. La muchacha de cabellos cortos se acercó a Scott, antes de quitarle el casco. Scott no tardó en vomitar en sus pies, provocando que Irina hiciese una mueca de asco en silencio. Natasha también la hizo y se acercó a ambos para ayudarlo. Repentinamente, sintió que su teléfono vibraba y al sacarlo, se encontró con un mensaje de Tony: "Tus niños y yo estamos entrando al complejo".
Irina miró a sus compañeros—Ustedes sigan, yo iré a ver cómo está Steve.
Al salir, Irina se encontró con Steve y Tony, junto con James y Roman, quienes abrazaron a su madre al verla. Ella los abrazó con fuerza y les dijo que Bruce estaba dentro, dejando que los niños corriesen a verlo para luego acercarse a los dos hombres.
—Quiero que estemos en paz—dijo Tony levantando dos dedos—. Resulta que el rencor es corrosivo y detesto eso—caminó al baúl del auto y miró a Irina—. También por que tu mujer es una gran influencia para mi y lo sabes.
—Vaya que lo es—murmuró Steve mirando a Irina.
—Tenemos una oportunidad de conseguir las gemas—declaró el millonario alternando su mirada en ambos—. Pero debo decirles mis prioridades.
—Te escuchamos.
—Recuperar lo que perdimos, ojalá, sí—continuó él—. Conservar lo que hallé, sí, a toda costa. Sé que ustedes quieren lo mismo.
Steve le tomó la mano a su esposa—Claro que sí.
—Y quizá no morir en el intento. Sería estupendo.
El capitán le tendió la mano, después de un breve silencio—Parece que tenemos un trato.
Tony abrió el baúl del auto y sacó algo que estaba cubierto con mantas y peluches – probablemente de su hija – revelando el escudo que caracterizaba a Steve. El rubio miró el escudo y Morgan sabía que era una gran decisión para él: ya que luego de lo ocurrido en Alemania, el juró dejar esa personalidad atrás, dejar a ese héroe para convertirse en otro. Irina apretó su mano, buscando alguna respuesta en la mente de Steve.
—Tony, no sé.
—¿Por qué? Lo hizo para ti—Irina sonrió al ver que se trataba de Howard, quien le hizo el escudo—. Y debo sacarlo del garaje antes de que Morgan lo use de trineo.
El millonario se lo colocó y Steve lo sostuvo, sintiendo el peso entre su brazo e Irina no podía sentirse más contenta que antes. La última condición que Stark propuso para esta misión fue la siguiente: traer todo el equipo.
A pesar de tener a un equipo dividido, todos volverían a estar juntos otra vez.
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editado ✓
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