xiii. familia imperfecta


EL HIMNO DE LOS CAÍDOS,
capítulo trece: familia imperfecta!



          STEVE ROGERS MIRÓ ATENTAMENTE A IRINA MORGAN, quien hablaba con Shuri Udaku para anunciarle que necesitaban ayuda y sus ojos bajaron un poco más al sur, observando que Roman Rogers intentaba atraer su atención para que la cargue. Irina le miró a modo de advertencia e hizo una mueca para luego señalar a Steve con su cabeza – la niña se cruzó de brazos, con una cara larga y se alejó de ella. Steve soltó una carcajada al ver que esa era una de las tantas actitudes que su esposa tenía y se sentó en el suelo, abriendo sus brazos para la pequeña rubia. Ella se detuvo y miró curiosamente cómo su padre se había sentado en el suelo, cruzado de piernas y abriendo sus brazos. Steve sonrió, de alguna forma maravillado por su pura inocencia y confusión, terminando por mover sus manos en ademán para que su hija logre ir hacia él.

          —Ven aquí, Roman—exclamó él con entusiasmo y la pequeña chilló de alegría, corriendo hacia su padre para lanzarse sobre él.

          Irina sonrió ante aquel momento, para luego despedirse de Shuri y cortando la llamada para caminar hacia la habitación y cerrar la puerta de vidrio sobre ella. Wanda frunció el ceño al ver que su amiga estaba encerrándose junto a su esposo pero Erika le tocó el hombro, mirándola a los ojos—Déjalos. Tienen que aclarar un par de asuntos primero.

          Steve corrió un mechón rubio del rostro de su hija y sus dedos acariciaron sus mejillas, mientras que la niña sonreía a través de su chupete. Irina tomó asiento frente a Steve y sacó los cubos para que Roman pudiese jugar. La rubia realmente detestaba estar en diferentes términos con Steve, lo odiaba pero de alguna forma no sería sencillo hacer las paces con Steve – diablos, ella lo ama, nunca dejó de hacerlo y teniendo en cuenta todas las situaciones que pasaron entre ellos, allí estaban, aún unidos. Eso era algo que no muchas parejas logran afrontar, no obstante, Irina estaba realmente agradecida por eso. 'Todo estará bien', hubiese dicho la doctora Krostov, 'Todo estará bien'. Irina asintió a sí misma: todo saldría bien.

          Morgan suspiró—Normalmente eres tú el que comienza con esto—apretó sus labios—. Pero esta vez lo haré yo—Steve asintió—. ¡¿Por qué diablos no has vuelto a aparecer, huh?!—exclamó ella y Roman le miró fijamente, su madre hizo contacto visual con ella—. No te atrevas a repetir esa palabra, es mía—replicó ella con completa seriedad—. De verdad, intento comprender qué querías lograr con esto pero...¿por qué?—negó lentamente—. No leeré tu mente para averiguarlo y si mientes, lo sabré.

          Steve simplemente se había quedado sin palabras, realmente no era un desafío complicado pero no era sencillo decirlo. Él no se equivocaba en una cosa: proteger a su familia y eso era lo único que tenía en su cabeza. Rogers se relamió los labios y sacó algo de su cinturón para colocarlo en el suelo – de allí salió un holograma de una mujer de cabello oscuro, piel pálida y ojos verdes. Vestía un atuendo verde muy oscuro junto con negro y en su cinturón se encontraba el emblema de HYDRA. Irina soltó un suspiro al reconocerla: Ophelia Sarkissian.

          Steve miró a Irina—¿La conoces?

          Irina asintió—Ella es Ophelia Sarkissian, ex-comandante superior de HYDRA. Fuimos compañeras de equipo en varias cruzadas. Las bases de HYDRA la dan como muerta—luego miró a Steve, sabiendo que ya no existían las mentiras entre ellos y dejó salir las palabras sin ningún filtro—. Tú la mataste, ¿verdad?

          El Capitán América no respondió e Irina ya sabía cuál era la respuesta, sin embargo, ella siempre supo que habían razones por el modo de actuar de su esposo: ella pasó por lo mismo hace años y lo comprendía completamente. La rubia tocó la mano de su esposo, de alguna forma comprendiéndolo, comprendiendo su confusión, comprendiendo su deber. Asesinar no es algo fácil y no lo es para un enemigo que no deja otra opción. Irina nunca trajo a colación el tema de Ophelia, ya que solamente fue una ex-colega de la agente antes de que Irina dejase HYDRA pero con el paso de los años, ella misma se había ganado un enemigo junto a Steve y ella era una de ellos.

          —Madame Hydra sabía sobre nosotros—Steve asintió y agarró la mano de la rubia—. Sabía tu paradero y el de Roman. Estaba dispuesta a revelar todo a Ross y a HYDRA.

          —Ella realizó varios ataques para atraer tu atención, tiene sentido—añadió Irina y presionó sus labios antes de continuar—. Quería alejarte de mí, ver que estaba indefensa allí en Wakanda. Así que lo hiciste—un ruido de un disparo resonó en su mente—. Acabaste con ella.

          —Debí haberla entregado a las autoridades—replicó Rogers y miró a Roman—. Pero si la entregaba...también me estaría entregando. No había otra opción.

          Morgan dejó caer una lágrima por su mejilla—Por eso cortaste tu transmisor. Para protegernos a ambas.

          —Sé qué piensas que soy un monstruo...

          —Tú eres todo menos un monstruo, Steve—acotó Irina con voz firme, mirándolo fijamente a los ojos—. Antes asesinaba por órdenes, pero tú...asesinaste porque tu corazón te lo dijo, porque tú amas a tu familia. Yo no tenía un corazón cuando asesinaba para HYDRA. Eso, Steve, es ser un monstruo. Tú no eres eso.

          Steve bajó la cabeza—Debía hacerlo, Irina—sintió un par de manos en sus mejillas y miró los orbes verdes de la rubia, su voz tembló por un momento—. Perdóname...

          Irina juntó su frente contra la de Steve y ambos permanecieron así, juntos. La rubia sabía que en un mundo podría haber personas perfectas, como Steve – pero con el correr de los años, ella supo que debía amarlo no solo por las cosas buenas, sino también por las malas. Ella había asesinado por Steve y ahora él había asesinado a alguien por ella: por su familia. Una pareja tan imperfecta, pero pura y tenaz al mismo tiempo. Fue lo que el destino decidió para ella e Irina no podía estar más agradecida por ello.




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          Morgan observó cómo se alejaban rápidamente de la base, Roman tocaba los cierres de su traje y por un momento tocó un botón que dejó caer un cuchillo – Irina se lo quitó antes de que ella tuviese la oportunidad de agarrarlo. Roman le miró con aquellos ojos bien abiertos, extendiendo sus brazos para agarrar lo que su madre tenía.

          La rubia soltó una risotada—Dentro de unos años te enseñaré como usarlo.

          Erika le tendió una flecha a la niña, claramente sin una punta real, y Roman la tomó entre sus dedos agitándola levemente. La pequeña rubia soltó una pequeña risita y agitó la flecha. Erika se sentó a su lado y dejó el arco a un costado—¿Cómo terminaron las cosas con Steve?

          Morgan sonrió y miró a Steve, quien tenía una charla muy animada con Natasha. La rubia miró la alianza dorada en el dedo de su esposo y tocó la suya inconscientemente—Creo que todo está aclarado.

          —Lo sabía—dijo Erika fascinada—. La familia Rogers-Morgan está unida otra vez.

          La rubia asintió—Es verdad. Seremos imperfectos, pero juntos, nunca caeremos.

          Erika esbozó una sonrisa, para luego abrazar a su amiga con fuerza. Irina sintió eso de manera desesperada, pero también reconfortante al mismo tiempo. La rubia sabía perfectamente que la joven arquera tenía miedo sobre lo que pasaría en las siguientes horas, Irina también tenía miedo – miedo a perderlo todo, miedo a dejar que Thanos gane esta guerra y miedo por cada alma en el universo que sufriría las consecuencias si las gemas se encontraban reunidas. Debían detenerlo, debían detener a Thanos, a cualquier costo.




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