ii. dos mujeres contra el mundo
EL HIMNO DE LOS CAÍDOS,
capítulo dos: dos mujeres contra el mundo!
Dos años después.
ROMAN ROGERS INTENTABA LEVANTARSE DE MANERA LENTA, encontrando su equilibro en sus dos pies. Irina, alejada un par de metros de ella, le miraba de pie y con gran paciencia. Roman ya había caminado antes, había comenzado a caminar con solo doce meses de vida. Eso fue toda una novedad, ya que Steve estaba maravillado y esperaba poder encontrar el momento en el que Roman soltara una palabra. Esa niña tenía al capitán enredado en su dedo, estaba enamoradísimo de su hija – y cada cosa que ella hacía lo maravillaba. Roman se levantó y por un momento se tambaleó, pero logró un balance en sus pies gracias a sus brazos.
Irina aplaudió—¡Muy bien, Roman!—le hizo señas para que se acercarse—. Intenta caminar hacia mí, ¿de acuerdo, cielo?
Roman rio con entusiasmo y comenzó a caminar paso a paso, tambaleándose por el camino pero persistiendo en él, la niña de cabellos rubios miraba atentamente a su madre, quien comenzaba a alejarse de ella. Irina tomó eso como un reto, quería ver por cuanto tiempo Roman lograba caminar y hasta donde llegaría. La rubia caminó cuidadosamente hacia atrás, llevando a la niña hacia uno de los pasillos. Algunas guerreras del Dora Milaje observaron con ternura a la pequeña y aplaudieron a su progreso, la pequeña rubia soltó una pequeña risita y estiró sus brazos a Irina, balbuceando algo que Irina no comprendía pero al ver cómo la pequeña quería acercarse a ella supo que debía estar diciendo "mamá" y volvió a alejarse.
Irina miró hacia atrás—Ven aquí, Roman. Atrápame.
Irina corrió hacia el final del pasillo y Roman intentó correr, ella llamaba a su madre mediante balbuceos sin sentido para luego tambalearse y caer de bruces al suelo. Morgan se mordió el labio, al ver que estaba exigiendo mucho a su hija pero al ver como la pequeña volvía a levantarse, le hizo sentir muy orgullosa.
—¡Vamos, Roman!—replicó ella y le hizo señas—. ¡Corre, pequeña pulga, corre!
Roman soltó otra risita y comenzó a correr hacia Irina con sus pequeñas piernas, algunas veces tambaleándose pero retomando el ritmo. Siguió a Irina hasta el laboratorio de Shuri, donde sería su control rutinario. La pequeña rubia siguió a su madre corriendo hacia ella con mejor ritmo, tambaleándose y cayendo al suelo pero volviéndose a levantar. En cuanto llegó al laboratorio de Shuri, Irina la recibió con los brazos abiertos y la cargó para sentarse en la mesa holográfica.
—Bien hecho, bebé—murmuró Irina besando sus mejillas repetidamente.
—Es bueno ver que ya corre—declaró Shuri entrando en el laboratorio. Ella se acercó a Irina junto con Roman, tocando levemente su mejilla—. ¿Cómo te encuentras, pequeña?
—¡U...Uri!—Roman arrulló con alegría.
Ambas mujeres se detuvieron al escuchar esa palabra. Shuri se acercó de nuevo a la bebé y preguntó—¿Acabas de decir mi nombre?
—U...U-Uri—repitió ella.
—No es justo—Irina rodó los ojos y miró a la pequeña—. Tu primera palabra debía ser "mamá", no "Shuri".
Roman rebotó en su regazo—¡Uri!
—Supongo que al capitán no le molestará—dijo Shuri caminando hacia una de las mesas.
Irina bajó la cabeza y Roman sintió un decaimiento en el humor de su madre, ella se giró (con poca habilidad) y abrazó a su madre. Morgan no veía a su esposo desde hace un año, o al menos hoy era el día que se había cumplido el año. Todo había cambiado en dos años: Roman había crecido y demostrado un gran grado de eficiencia mental – lo cual impresionó a Irina – pero de algún modo se sentía afectada al no tener la presencia de su padre. Irina también estaba afectada pero debía permanecer firme junto a su hija. Ella recordó la última vez que vio a Steve, dejando a ambas jóvenes para ir a ayudar a Nat junto a Sam.
Muchas cosas pasaron en dos años. Irina y Steve desaparecieron de la vista de los más buscados, Wakanda estuvo bajo ataque, la aparición del vigilante de Queens: Spider-Man – ella lo había conocido como Peter Parker, un joven bastante inteligente, a su parecer –, Wanda se desvaneció por completo del mapa, Thor y Banner no aparecían por ningún lado, el casamiento de Tony y Pepper. Todo había cambiado. Todo era diferente. Irina se había dejado crecer el cabello, mostrando mechones que se cortaban justo a sus hombros. Su cuerpo había vuelto a la normalidad – gracias a los entrenamientos con Okoye – y sus poderes seguían avanzando. En algunos momentos, llevó a Roman fuera de Wakanda, por dos cosas: no podía mantener a la joven encerrada por siempre en ese lugar y, además, Irina quería cambiar sus aires.
Gracias a que las aguas se calmaron en esos dos años, Irina se tomó la libertad de ir en cubierto a lugares como Florencia, Moscú y muchos otros lugares. Steve se permitió eso, también, dejar que Roman vea con sus propios ojos al mundo, ya que ella, de alguna u otra forma, formaría parte de él. Sin embargo, cuando Steve dejó Wakanda para ayudar a Natasha Romanoff, Irina y ella permanecieron allí. La presencia de los Vengadores era muy diminuta, pero Irina tenía ojos y oídos en todo el mundo, sabía que existía la presencia de los Vengadores Secretos y para ella era una pena no poder estar allí.
Y allí estaban. Dos mujeres contra el mundo.
Irina Morgan sabía que su esposo podría cuidarse solo, sin embargo, le preocupaba muchísimo no tener noticias de él – ni siquiera un mensaje. A pesar de que él la acompañó durante todo su embarazo y el primer año de Roman, no entendía el propósito de dejarla sola en Wakanda cuando el problema que tenía Natasha era algo más. Irina se sentía enojada, ya que la misión había escalado de manera considerable a ser otra misión furtiva: ella sabía que tenía un deber pero ahora su lucha era otra, no defender al mundo – sino a su legado: a Roman. Irina estaba dispuesta a tomar ese rol y pelear en el campo de batalla si algo amenazaba a su hija.
—¿Alguna noticia sobre Steve?—preguntó Irina meciendo a Roman en su regazo.
Shuri negó—No, nada. Su rastreador dejó de funcionar en Uruguay.
Irina apretó los labios—No quiere que nadie interfiera con su trabajo. Típico.
Roman miró de reojo a su madre, tocando su pecho y mirándola con curiosidad. Irina no podía creer cuan idénticas eran: la curiosidad era el factor sorpresa, pero mantenía las mismas expresiones faciales de Steve. La pequeña sonrió parándose sobre el regazo de su madre, tomando ambas mejillas con sus manos pequeñas. Morgan le sonrió, para luego besar su frente.
—Mami—dijo Morgan entonando cada letra—. ¿Puedes decir eso, cielo?
Roman llevó su vista hacia Shuri, quien le sonrió de manera genuina, expectante ante las acciones de la niña. La pequeña rubia miró a su madre y soltó un par de balbuceos, de los cuales ninguna comprendió. Irina volvió a pronunciar las letras de manera lenta y pausada, intentando comprobar que su hija las repitiera.
—Ma...mi—replicó Roman tocando sus ojos.
'Repítelo una vez más, cielo' La voz de Irina resonó en la cabeza de la niña.
—¡Mami!
Irina sonrió—Lo has dicho muy bien, livvy.
Shuri se acercó y colocó una jeringa en el brazo de Roman, presionando un botón para proporcionarle una vacuna. La pequeña se estremeció y luego comenzó a llorar por el dolor. Irina la abrazó con fuerza, intentando calmarla de alguna forma – ya que a ella no le gustaban las vacunas. Shuri se retiró un momento para volver con una paleta y se la entregó a la rubia, quien se secó las lágrimas lentamente.
Irina la miró—¡Mira! Shuri tiene algo para ti—Roman la aceptó haciendo un puchero y e Irina le sacudió un poco—. ¿Recuerdas cómo agradecer, pequeña?—Roman asintió y se inclinó para besar la mejilla de Shuri—. Esa es mi chica.
La princesa de Wakanda sonrió—¿Sabes? T'Challa lo ha pensado y me ha dicho esta mañana que pueden llevarse a una de las naves para salir de Wakanda.
—Estás bromeando, ¿verdad?
—Las aguas se han calmado, Irina, y Steve no está aquí—replicó la muchacha de piel morena—. Ustedes necesitan salir de aquí por un par de días. Roman lo necesitará, necesitará esa libertad que no puede tener ahora por completo. Nadie se dará cuenta de que ya no están.
Irina alzó una ceja—¿Y que ocurra lo mismo que hace dos años?—acomodó a la pequeña rubia en su regazo—. No creo que sea una buena idea.
—Ahora todo es diferente, Irina—declaró la princesa de Wakanda—. Muchas cosas cambiaron en dos años, Steve y tú ya no están en la lista de los más buscados, no has tenido contacto alguno con los vengadores que quedan. Roman y tú necesitan esto.
Irina Morgan se levantó rápidamente, cargando a Roman en brazos, para luego retirarse por la puerta del laboratorio en silencio. Resignada a irse, en exponer a Roman a tal peligro. Sin embargo, en lo más profundo de su mente, sabía que Shuri Udaku tenía razón. Ambas deberían salir a tantear terreno, con o sin Steve.
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