Día 4 (Romance)

Sus sentimientos de furia, mezcladas con tristeza y decepción la volvían loca. No lo podía creer. Siempre había confiado ciegamente en él, en sus palabras. Le había entregado su amistad más sincera y su amor más puro. Creyó que no le fallaría. Sin embargo, ahí estaba de nuevo, sufriendo como muchas veces, sollozando con el corazón hecho trizas ¿Por qué continuaba aferrada a un amor que, en vez de hacerla sonreír, solo traía tristezas a su vida? Las lágrimas se esparcían líberamente por su pálido rostro amenazando con asfixiarla de dolor, o quizás, cólera. Apretó el barandal con ímpetu mirando aquel verdor frente a sus ojos penosos, recordando cada palabra falsa que él le había dicho ¿Por qué había mentido? Suspiró, jamás lo entendería.

Ya cansada, se limpió apresuradamente con su mano, llena de rabia, dolor. Ya no lloraría más, él no valía la pena. Giró sobre sus talones todavía dolida, decidida a enterrar el pasado, dispuesta a curar las heridas causadas por ese amor no correspondido.

Fue hasta su dormitorio, se tumbó en su cama. Necesitaba pensar, anhelaba encontrar la manera de cómo olvidar todo aquello que había sufrido. Una idea se cruzó por su cabeza: Debía viajar, huir a otro lugar donde no recordara nada de su nefasta vida.

Decidida a hacerlo, abrió sus cajones, buscó algo de ropa, empacó todo lo necesario para el viaje que emprendería esa misma noche. No se detuvo a pensar si esa idea era la más adecuada para ella. No había tiempo. Alguien tocó su puerta repentinamente interrumpiéndola. Desganada, abrió el portón sin deseos de atender a quién sea que estaba ahí. Su semblante cambió cuando vio a Orlando, su fiel amigo desde la infancia, esbozándole una tierna sonrisa, de ésas que algunas veces la derretían.

—¿Puedo pasar?

—Adelante… —susurró Rocío—. ¿A qué viniste, Orlando?

—Me acabo de enterar de lo que pasó con Ricardo. Lo lamento mucho —musitó—. Vine a decirte que si necesitas a alguien para hablar, no dudes en avisarme, tú sabes, siempre estuve y estaré para ti… —dijo encogiéndose de hombros. Observó la maleta sobre su cama—. Ehm… ¿Rocío, y esa maleta? —cuestionó sintiendo que el corazón quería salírsele.

La chica bajó la cabeza y entonces le explicó sobre aquel viaje. Expresó que se sentía agotada de sufrir, cansada de sollozar por alguien que ni siquiera se preocupaba por ella, que no la veía como una verdadera mujer. Orlando escuchó con atención su agonía. Estaba empático, pues de algún modo él tampoco tenía ningún espacio en la mujer que amaba. Rocío parecía verlo solo como amigo.

—Gracias por todo, en verdad —Lo abrazó después como si fuera una niña—.  Gracias por entenderme, no sabes cuánto desearía que tú… —titubeó descubriendo repentinamente que ese chico le había gustado desde siempre, solo que nunca lo había sabido correctamente—, bueno… que fueras… mi chico ideal, pero…

Fue entonces cuando Orlando sonrió sorpresivamente regalándole un beso dulce, casto. Rocío no se apartó, sino lo disfrutó. Siempre había pensado en “el chico equivocado”.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top