Dia 14: Perfiles (Faith)
La vida no era nada más que el eufemismo de un pecado capital. Vivir era la sensación de pecar en nombre de Dios y ser feliz por ello, estar vivo era una blasfemia cuando lo que más amas dejó este sátiro lugar en un trágico accidente ferroviario.
Nadie desearía acabar en la azotea de un edificio de cinco pisos, viendo hacia abajo, mientras la gente a trece o catorce metros parecían absortos en su propio mundo.
Una risa era un disfemismo muy cruel de la más profunda y agonizante tristeza. Hace días ella pudo haber estado entre ese grupo de gente que esparcían disfemismos por las pobladas calles de Londres, ahora, se hallaba odiando este descarado patrón social.
Tan fuera de tono como súbito fue el suceso, una voz interrumpió su hilo de ideas, cuestionando su posición en el mundo, ¿Qué sabía él de cómo se sentía?
— Sabes que tengo que hacerlo...
— No, yo no lo sé —. Dejó escapar un lindo disfemismo muy sublime como el sonido de un ave en cautiverio, asfixiada, jamás lo sabrá.
— Aún así, este es mi destino —. Sonrió y esa sonrisa en su rostro era la muestra más obvia de cuán rota estaba por dentro.
Las lágrimas caían por su rostro siendo arrebatadas por el viento y marchándose lejos, dejando solamente el sentimiento de miseria. El dolor quemaba, dejando llagas en su alma, cicatrices que jamás cambiarían, no curarían ni desaparecerían como pudo desaparecer toda una vida en pocos minutos. Y todo lo que dijo fue <<No me importa>>
El problema era que importaba, y mucho.
Si la vida era una blasfemia, ella no sería nunca más una pecadora. No volvería a decir que no importaba, no jugaría a ser fuerte ni usaría disfemismos para hacer sentir mejor a otros consigo mismos cuando ella se moría por dentro.
¿Acaso nadie sabía que un disfemismo era más que retórica?
Nadie lo sabia excepto el sujeto que juzgaba su posición en el mundo.
Allí de pie a orillas del edificio, respirando hondo y recolectando todo el valor que su cuerpo contenía para dar un salto de fe al vacío frente sus ojos.
— Dicen que la fe es lo ultimo que se pierde —. Giró en su lugar y vio al chico que pulsó el pedal, el chico que debió morir al ser impactado por el tren mientras estaba en su auto, el chico que logró hacer frenar a una bestia de metal hasta descarrilarla. Lo peor de todo es que ella estuvo al lado de ese chico todo el tiempo —. En mi caso, fue lo primero que perdí.
— ¿En verdad lo harás? Abandonar todo.
— Yo no tengo nada ya —. Dió un paso atrás y vió al joven a los ojos —. Dicen que la gente da saltos de fe en momentos desesperados.
— ¡Solo es una maldita metáfora! —. Gritó desesperado por la escena ante sus ojos.
— Cuando ya no tienen nada que perder.
— ¡No! Detente...
— Ahora tendré fe —. Susurró mientras sonreía y giró, saltando del edificio.
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