❀ Abre Mis Ojos. ❀
¡Hola a todos! ¿Me extrañaron? Admítanlo, me extrañaron (inserte voz de Bill). Durante estas semanas se me ocurrió esta pequeña historia que involucra el "Blind AU", que es básicamente un AU en dónde Dipper es ciego. ¡Espero que lo disfruten!:D
Sentía los reflectores de luz sobre su cuerpo entero, dejando que su piel se erizase con una rapidez que él mismo desconocía. El bullicio se expandía a lo largo de la gran habitación en las que se había adentrado, dejando que sus oídos ardieran de lo fuerte que era el escándalo. Estaría en su hogar acostado sobre su cama leyendo un libro braille de no ser porque cierto tipo lo hubiera arrastrado al baile escolar.
Ni siquiera sabía porque alguien se molestaría en llevar a un ciego como pareja de baile, ¿cómo quieren que disfruten de la fiesta si no pueden ver nada? Dipper seguía maldiciendo en sus adentros un centenar de cosas sobre que la idea de ir a un salón de baile era pésima. Pero ya estaba ahí y era muy tarde para retroceder. No podía dejar plantado al chico que le había invitado, quien, por cierto, estaba a su lado.
Bill Cipher, ese era su nombre. Lo conocía desde hace un par de meses, desde que aquel chico entró a su salón de clases, siendo un nuevo alumno, y se sentó junto a él. Era de esperarse que ni pasando un minuto desde su primer encuentro el nuevo alumno le empezara a hablar. También que lo acompañara a todos los sitios a los que iba, obviamente poniendo la excusa que un ciego necesitaría ayuda para orientarse. Aunque Dipper conociera la universidad a su totalidad, no le negó su compañía.
Bill siempre le contaba sobre las cosas que vivía en su antiguo hogar, describiendo las cosas de una manera tan específica que irritaban un poco a Dipper, pero él sabía que lo hacía para que imaginara el objeto del que hablaba. El castaño no nació ciego, perdió la vista a la edad de diez años de un día para otro, una larga historia que no quiere recordar, ya que gracias a su ceguera su vida se tornó amarga. Por fortuna, cuando Bill le describía algo, él sabía a lo que se refería por recuerdos previos.
Era increíble el gran carisma que portaba, había logrado que su familia se encariñara por completo de él en tan solo la primera visita a su hogar. Hasta lo invitaban a cenar, cosa que incomodaba a Dipper un poco ya que, aunque no pudiera ver, podía notar su mirada.
A veces se solía preguntar cómo era físicamente Bill, pero la vergüenza siempre terminaba por dominarlo. Para él era fácil saber cómo lucía una persona con tan solo sentir su rostro con ambas manos, le llevó un poco de tiempo de práctica y lo logró gracias a la ayuda de su melliza Mabel. Ella ya le había mencionado incontables veces que tan radiante era el Cipher; siempre luciendo una encantadora sonrisa cada vez que le veía, la vestimenta elegante y moderna que portaba, y hasta la manera en que sus ojos miel brillaban de un color precioso ante el reflejo del Sol. Dipper de cierta manera envidiaba a su hermana, ser ciego solo aumentaba su estrés y melancolía de querer imaginar algo que simplemente no podía con tanta facilidad.
Con el paso del tiempo, Bill fue quien notó la inconformidad del castaño y se lo ofreció de una manera juguetona. Dipper aún no olvidaba sus palabras;
—Es una pena que estés saliendo conmigo sin saber que tan hermoso soy —bromeó a su lado—, te daré el privilegio de tocarme para que no te pierdas tanto gozo. Sólo te pido que no te sobrepases —dio un guiño al aire aunque Dipper no pudiese verlo.
La propuesta no fue pasada de alto; Dipper accedió a conocer aquel misterioso hombre que entró a su vida sin previo aviso. Fue realmente incómodo al principio tener que alzar sus manos para empezar a tocar su rostro, pero desde que inició ya no pudo detenerse. Con cada roce y caricia que realizaba, podía confirmar que la descripción de Mabel no era del todo verdadera. Bill era mucho más resplandeciente que cualquier dato que ella le comentó. Desde sus pómulos pronunciados, su nariz respingada, lo largo de sus pestañas y sin duda la forma de sus labios. El momento se volvió íntimo entre ambos, dejándose llevar por el momento sin emitir palabra o sonido alguno. Dipper llegó a la conclusión de que Bill era atractivo, más nunca se lo mencionó por obvia timidez.
Todos deseaban que el día del baile llegara, más el castaño se sentía nervioso por cada día que pasaba. Bill pasaba todos los días sin falta por su casa para llevarlo a pie hasta la universidad, pero el día actual fue completamente diferente. Cuando salió de su hogar, sintió el ambiente completamente distinto. Una extraña sensación se encontraba presente en su estómago, al igual que sus nervios estaban al tope. Lo primero de lo que se percató fue que Bill ya no usaba de costumbre sus playeras de manga corta, si no que un saco. Lo notó al tomar su brazo para caminar a su lado. La tela del saco acariciaba con fragilidad la yema de sus dedos, volviéndolo un tacto amortiguador y tranquilizante.
Lo que le sorprendió fue que no lo saludó como de costumbre, con sus típicos saludos en otros idiomas o una palmada en el hombro, sino que pronunció en un tono bajo;
—Te ves apuesto, Dipper.
El camino al baile escolar fue abrumador para Dipper al no tener idea de lo que podría encontrarse. Los únicos lugares que conocía eran su hogar y la universidad. Su mano jugaba nerviosa con la manga de su saco, escuchando a través de la ventana el motor del automóvil y el derrapar de llantas sobre el pavimento, al igual que algunos cláxones sonando en frenesí. Un brazo se posicionó sobre sus hombros en un acto gentil y un tanto protector, permitiendo que su cuerpo se relajara un poco de lo tan tensionado que estaba. El auto frenó y Dipper escuchó como la puerta de su lado se abría al mismo tiempo que el calor del cuerpo de Bill desaparecía. Empezó a hacerse un manojo de nervios al estar más de diez segundos en el interior del automóvil sin señal de su acompañante.
Tocaba con sus manos todo lo que le rodeaba, desde el asiento delantero, hasta accidentalmente el hombro del conductor. Con el paso de los segundos su ansiedad incrementaba. Limpió el sudor de su frente con el dorso de su mano, despeinando un tanto sus rizos.
—Oye, ¿estás bien?
La voz que ansiaba por escuchar se hizo presente y volteó instintivamente a aquel sonido. El aire fresco del exterior invadió el estrecho espacio del automóvil, dejando que su cuerpo se relajara y más con la presencia de Bill. Bill tomó su mano y lo sacó del vehículo, sorprendiéndose del hecho que Dipper se aferró a su brazo derecho. Ante eso no pudo evitar dejar salir una ligera risa.
—¿En serio creíste que te dejaría abandonado? Pasó menos de un minuto y ya me necesitabas, que encantador —bromeó, dándole un ligero codazo con el brazo que tenía sujetado.
—¡No seas tonto! Jamás te extrañaría si te fueras —respondió con una sonrisa de autosuficiencia.
—Deja de engañarte a ti mismo, Pino. Si yo no estuviera a tu lado, tendrías a un perro guía. Admítelo, adoras la compañía.
El castaño lanzó un resoplido, intentando negar que lo que escuchó era mentira.
—Debería de considerar tener un perro, ahora que lo mencionas. Él podría ladrar para que nunca te acercaras, eso es una ventaja. ¡Gracias por la idea!
Un puchero se formó en los labios del rubio, quien empezó a despeinar aquellos rizos chocolate, ignorando de sus reproches.
Entre risas siguieron caminando hasta la entrada del instituto. Y ahí es donde la valentía de Dipper se desbordaba de sus pensamientos, haciéndolo sentir vulnerable ante la presencia de tantas personas a su alrededor. La duda fue lo siguiente que se le presentó, no sabía si realmente quería estar ahí o no. Después de todo sabía que no disfrutaría nada de ese día. Sus ánimos se fueron hasta el suelo.
Cipher, por otro lado, disfrutaba del entorno de la fiesta. La pista de baile estaba repleta de parejas que bailaban de acuerdo a la música, otras personas estaban junto a la mesa de bocadillos simplemente conversando, de las cuales reconoció a sus amigos, y no podían faltar las parejas ocultas en los sitios más desolados para demostrar su amor.
Bill observó la inconformidad del adorable castaño de a su lado y tomó con gentileza sus manos, un toque que logró estremecerlo.
—¿Me concedes esta pieza?
El menor, al no mirar a un punto en fijo, simplemente atinó a alzar sus ojos un tanto sorpresivos hacía donde creía que estaba el rostro del rubio, con una mirada que podría parecer muda para cualquiera pero en su interior estaba expresando una y mil palabras.
Logró estremecerse de nuevo ante la idea de que todos podrían estarlos mirando ahora mismo, por lo que optó esconder su rostro en el cuello de Bill. Solo escuchó una ligera risa al lado de su oído seguido de un suspiro. Una mano se dirigió a su espalda baja, acercándolo más hacía aquella calidez con la que llevaba tiempo sin enlazarse. Las memorias de los tantos lazos que formaba con su familia lo hacían sentir así, con una gran calidez en su interior, aquel ardor que ahora mismo estaba recordando entre los brazos de aquel hombre que le regresó la vida una vez más. Dipper tenía ambos de sus brazos recargados sobre el torso de Bill, dejando que sus dedos jugaran nerviosos en su saco, ya que no sabía dónde estabilizarlos realmente. Bill, al notar su pequeño conflicto, alzó su mano libre y tomó entre sus dedos la mano del castaño, ignorando el hecho que estaba sudando.
—No sé si podré con esto.
—¿A bailar? Ya te dije que nadie te juzgara, ya hemos hablado sobre esto antes.
—No me refiero a eso —murmuró—. Hablo sobre ti.
—Mason —pronunció su nombre con un tono tan ligero que su voz se perdió entre la música.
Bill pegó su frente junto a la de Dipper.
—Sinceramente, tengo miedo —se silencia por unos momentos buscando las palabras correctas para lo que trata de explicar, y sus manos se aferran en los hombros de Bill con fuerza—... No sabes el temor que estoy sintiendo en estos momentos. Tú me has hecho recordar cosas que cuando tenía la vista no eran de tanta importancia, pero haces que vea todo de otro modo —murmuró con un hilo de voz—. Lo que quiero decir es que no quiero apartarme de tu lado nunca.
Bill no intercambia palabras con él, simplemente se separa un poco de la posición en que están, dejando que Dipper dejara de esconder su rostro en su cuello y encuentra que sus ojos escasos de color están lagrimosos.
—Gracias a ti puedo volver a sentir la emoción de vivir más aventuras aunque no tenga mis ojos para disfrutarlo —la primera lágrima se derramó por su mejilla—. Mentía al decir que no te extrañaría si te fueras. Desde que te conocí no creía volver a recobrar las esperanzas, hasta que tu persistencia cambio mi perspectiva de las cosas. Yo...
Bill desvió la mirada hacia su alrededor, notando que algunas personas estaban volteando a la dirección de ambos.
—Ven conmigo.
Sin más preámbulos, tomó la mano del castaño y empezó a llevarlo a un lugar apartado de la multitud. Dipper, unos pasos por detrás, movía su mano libre por el aire para darse el lujo de atinar por cuáles rumbos estaban yendo, o también para intentar no golpearse con algo que atravesase su camino.
La luna estaba en el punto más alto del cielo nocturno, alzándose entre millones de estrellas, dando un aspecto tranquilo al gran jardín situado detrás del instituto, el cual se abría camino ante ellos. Bill hacía caso omiso a las tantas preguntas que decía Dipper, ya que, como ha sido desde que se conocieron, le gustaba la mirada del castaño al ser sorprendido.
Se detuvieron frente a una fuente situada en el centro del jardín, el único sonido en el ambiente eran los grillos al cantar y el agua cayendo en picada de la fuente. El silencio se seguía expandiendo entre los dos, Dipper notaba que su mano empezaba a sudar una vez más ante las gentiles caricias que el rubio le daba con su pulgar en el dorso de su mano. Antes de que pudiera producir una palabra más de su boca, Bill le dio sin previo aviso una vuelta.
Dipper sintió como su cuerpo se movía con sutileza sobre su alrededor, sintiendo la brisa apegándose a su cuerpo. Su mano no dejaba de sujetar la de Bill en el transcurso de la vuelta. Cuando ésta finalizó, el castaño sintió como aterrizaban sobre sus labios lo que parecía ser la cosa más dulce del planeta.
Aunque no pudiera verlo, sabía que Bill lo estaba besando, y de tan solo pensar en que eso estaba pasando el calor se acumulaba sobre su rostro, desde la nariz hasta las orejas.
—¿Crees que haría esto por lástima o para pasar el rato? —Susurró sobre sus labios—. Lo hago porque estoy perdidamente enamorado de ti.
Bill alcanzó a limpiar las pocas lágrimas que se asomaron sobre los ojos de su amado acompañante, perdiéndose por un instante con la preciosa vista que sus ojos deleitaban; Dipper tenía su rostro completamente sonrojado, dejando que su piel blanquecina resaltara de un bello rosado entre sus pecas. Además, el reflejo de la luna hacía que sus orbes grisáceos brillaran con un esplendor nunca antes visto.
—Y con gusto quisiera pasar el resto de mis días a tu lado.
—Tú has logrado hacer algo que nadie pudo desde que perdí mi vista —dijo por primera vez desde que llegaron al jardín, dejando a la luz una sonrisa que lucía suave a la vista de cualquiera—. Abrir mis ojos.
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