No llores

Sus palabras me dan vueltas en la cabeza, rompiendo cada fibra de enojo dentro de mí.  Mi ceño se relaja, mis músculos ya no están contraídos y mi rostro se suaviza. ¿Por qué él es capaz de hacerme cambiar de estado de animo tan rápido? Sitúo mi índice en mi sien izquierdo y froto, como sí por arte de magia el dolor de cabeza que estoy teniendo ahora fuera a desaparecer con ese breve toque.

-No te estreses- murmura acercándose a mí-. Te entiendo  sé que es mi culpa de todos modos. Perdón por avergonzarte ayer.

-No me avergonzaste. Me dolió que hayas tomado alcohol por mí. El alcohol hace mal, Mike. Soy muy delicada con esas cosas...

Me interrumpe capturando mis labios entre los suyos. Me gusta besar a Michael en estos momentos de discusión, es la única forma  en la que... no lo sé, en la que se me despeja la mente. Puedo pensar aún mejor. Tengo más claridad de las cosas. Mientras su boca encierra mi labio inferior y lo muerde suavemente, una gota de agua salada me moja la mejilla. Pero no es mía. Es de él. Es de Mike. Y eso es lo único que faltaba para que mi corazón se vuelva a romper en mil pedazos. Una de las cosas que más odio y que más me duele en la vida es ver llorar a Michael. En cómo sus ojos toman un color más rojizo, sus mejillas enrojecidas, porque a Michael no le gusta llorar. Cree que le hace ver débil. Pero entiendo que no se aguanta y el llanto es la única escapatoria de poder sacarse todo ese peso del pecho.

-No, no llores- le susurro al oído y siento como se estremece. No escucho sollozos, simplemente más lágrimas ruedan por su cara una por una, en silencio.

-Perdóname- dice sin aliento, ahogándose con las incontables palabras que tiene atoradas en su garganta. Pero está bien, sabe que me enojo rápido y no quiero más peleas por hoy.

-Te quiero- digo. Y esta es  la primera vez que siento que en mi pecho se presiona hacia adentro cuando lo digo. ¿Por qué?

Él se queda mudo. Se limpia la cara con las mangas de su chaleco y me abraza. Me escondo en su cuello y respiro el perfume que desprende de su piel. Planto un tierno beso en donde está su traquea y otro en su mejilla. Le dedico una media sonrisa y él me toma de la mano.

Abril ya ha bajado las escaleras y estamos en el auto de Fred, camino a la clínica. Ahora no me quedaré más en la casa de mi mejor amiga, por supuesto, pues volveré a mi hogar junto a mamá, mi padrastro y Araceli. Sé que no me dolerá ni tampoco me sentiré extraña al estar en mi casa, ya que, ya estoy acostumbrada a mudarme y para mí las casas no significan mucho, pues nunca le he tomado cariño a ninguna, así que me da lo mismo.  Con decir que ni en mi habitación puedo sentirme segura, así que me da lo mismo -y me imagino que así será para siempre-.

-Por favor, bajen con cuidado del auto, yo iré a buscar estacionamiento y a acomodar un poco las cosas para que quepan Lucas, tu mamá y la peque. Colóquense las capuchas para que la lluvia no les moje la cara- nos advierte Fred cuando ya estamos todos en medio de la calle. En menos de un segundo, una larga fila de autos están tocando sus bocinas.

Ruedo los ojos por su impaciencia.

-Hija, cualquier cosas llámame- agrega Fred refiriéndose a Abril y desaparece por la avenida para bajar al estacionamiento subterráneo.

Nosotros nos apresuramos en entrar a la clínica ya que mi mejor amiga no dejó de chillar diciendo que se había echado un nuevo tratamiento para el cabello y que con la humedad se esponja y le da frizz. Limpio mis zapatillas en la alfombra y  los tres nos dirigimos al pasillo que se encuentra la oficina del doctor, en el quinto piso. Tenemos que subir las escaleras porque por desgracia el elevador esté fuera de servicio. La única que se quejo fue Abril, porque la desgraciada estaba con tacones.

Cuando estamos dentro de la acogedora oficina que tiene un singular olor a limón, sentados en unas sillas cómodas de color gris, la puerta a nuestras espaldas se desliza hacia adentro, dejando entrar a doctor... Me fijo en su delantal blanco y en la parte izquierda, donde en pequeñas letras cursivas se lee Billy Widerman. Es alto, muy delgado, con un cabello cobre algo desordenado y puede representar unos treinta y cinco años.

Los azules ojos del señor Widerman se incrustan en los míos y me regala una sonrisa tranquilizadora. Su mirada me transmite tranquilidad. Evito pestañar porque temo que las lágrimas que tengo acumuladas en mis ojos, se salgan sin mi permiso.

-Buenos días, señorita Zenere y compañia. ¿Abril se llamaba usted...?- dice apuntando a mi amiga. Ella asiente con la cabeza con las mejillas sonrojadas. Ahogo una carcajada. -¿Y usted?

-Michael- responde con una sonrisa cortés. No es una sonrisa amable como las típicas de Mike y eso me da algo raro en el estómago.










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Siento la tardanza del capítulo, pero la verdad es que wattpad no me deja entrar a escribir un nuevo capítulo, ni me deja ver mis notificaciones, y tampoco me deja ver los nuevos capítulos de las historias que yo leo!!

Según WATTPAD están arreglando algunos inconvenientes y que intente más tarde...

Vete a la verga!!!

Siento mucho mi enfado, pero enserio no me deja hacer nada en mi celular... pero ayer en la noche antes de irme a dormir me acorde que tenía laptop así que quise intentar escribir y pos sí.

Si me dejo escribir, por eso aquí está su capítulo.

Cuando termine de ver el cap. de hoy puede que vuelva a escribir otro cap más.

Las trato de leer y las amo.

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