Los Ronda

Odio que mi mamá haga eso. En serio, me molesta.

Suelto una carcajada sin humor e intento olvidarme de que el color rojo se apodera de mi cara. Miro a Michael y él sonríe, moviendo la pierna con incomodidad.

-Voy a ir a bañarme, mamá. Él es Michael, un amigo.

Subo las escaleras y me doy prisa. Tomo una ducha, me visto y me maquillo un poco. Centenares de nubes cubren el cielo y empieza a correr viento frío. Hago una mueca y busco un jersey en mi closet. Me coloco uno negro y que es polar, pues estoy segura que en pocos minutos el clima se pondrá más frío de lo que ya está. Bajo las escalera y escucho la voz de Michael y la de mi mamá, conversando. Ojalá que a mi mamá le agrade Michael, la mayoría de veces, de los pocos amigos que he tenido, mamá me prohibía hablar con ellos porque les daba mala espina. Nunca entendí el porqué de su repentino odio con las personas que me juntaba.

Los veo a ambos sentados en el sillón conversando animadamente. Se ve bastante extraño, mi mamá nunca hablaba con mis antiguos amigos. Le hago una seña a Michael, haciéndole entender que quiero irme de aquí. Él sonríe y se levanta del sofá, se despide de mi mamá y salimos juntos por la puerta de calle, con la menor idea de donde iríamos.

-¿Qué hablabas tanto con mi mamá?- le pregunto. Él se encoje de hombros, y se humedece los labios.

-Me preguntó algunas cosas y yo las respondí, nada importante- responde. OK, eso es malo. Tal vez las preguntas de mi mamá fueron incómodas. Frunzo el ceño y me meto las manos en los bolsillos.

-¿Preguntas incómodas?

-No. Las que son normales. Pero no te preocupes, está bien.

No volvemos a cruzar ninguna palabra mientras le sigo el pasl a Michael. No sé a donde vamos, ni por cuál calle estamos caminando. Los pies de Michael empiezan a dar pasos lentos, pero seguros,  y yo no sé sí hacer lo que él está haciendo o caminando. Él queda detrás de mí y pasa sus brazos por mi cintura, depositando un beso en mi mejilla. Sonrió, y esta vez, no siento un intenso calor en mi cara.

-¿A dónde vamos?

-Sí ayer conocí tu casa y hoy conocí a tu mamá, hoy quiero que tú hagas lo mismo- las comisuras de sus labios se curvan y siento un hormigueo en el estómago.

¿Yo?

¿Conocer su casa y su familia?

Dios mío... ¿estaré presentable? Ya ni me acuerdo como me vestí hoy. Bajo la mirada y me analizo: son unos jeans rasgados, converse negras y el jersey que tengo encima. ¿Mi rostro estará bien? ¿Se me habrá corrido el maquillaje? Que incómodo es esto.

-Valentina, deja de mirarte, estás preciosa. Nadie te dirá nada.

Saca la mano de mi bolsillo y la junta con la suya. Inmediatamente, el frío que inundaba mis dedos hasta llegar al punto de no sentirlos, desaparece cuando el cálido tacto de su mano entrezalada con la mía. Con el pulgar acaricia suavemente mi palma y la oiel se me eriza. Sonrió a la bonita sensación. Caminamos dejando atrás otros dos condominios. Entramos a un vecindario con unas hermosas casas; seguramente son mas grandes que la mía. El césped está perfectamente cortado, de un verde vivo y se ven algunas gotas de rocío que no se han secado todavía. Entramos y Michael saluda con una hermosa sonrisa al viejo guardia que está parado con un celular en la mano y tomando café. El anciano sonríe y nos da la bienvenida. Me llama la atención, pues el guardia de mi condominio es muy serio, creo que la única vez que lo ví sonreír fue ayer, cuando Michael lo saludó. Tal vez la gente de mi condominio es más reservada y no lo saluda al llegar. Por aquello debe tener un rostro tan sereno todos los días que lo veo.

-¿Por dónde es?- digo algo aturdida por la cantidad de casas. Debe ser el doble de grande que mi condominio.

-¿Ves la plaza?- asiento con la cabeza fijando mi mirada en la gran plaza que está repleta de niños jugando en los columpios y balancines. -Por la calle que está a la izquierda.

Presiono con más fuerza la mano de Michael al sentir una ráfaga de viento congelado que me entuerce el rostro y me alborota el cabello. Él suelta una risita y me atrae más a él rodeando mi cintura con su brazo. Se me viene a la cabeza una pregunta curiosa. ¿Michael será así de cariñoso con sus amigas? Solo lo he visto con Louis, con un chico llamado Chris, Chaz, Danielle, una tal Allie y yo .Con nadie más lo he visto tan cercano . Me dan ganas de preguntarle... pero creo que es una pregunta muy embarazosa. Mejor cierro la boca hasta que lleguemos allá. Lo que más deseo en estos momentos es que le caiga bien a su familia.

Pasamos por la plaza y Michael saluda a unos niños y carga en brazos a una pequeña. La niña es preciosa, de piel pálida, el pelo liso y recogido en una cola de caballo, con un chaleco rosado y medias blancas. Ella me sonríe y yo le devuelvo la sonrisa. Michael se acerca a mí con la nena en brazos y él le da un beso en la mejilla.

-Ale, saluda a Valentina.

¿Ella es la hermana de Michael?
¿Alessandra?

La pequeña se acerca a mí y yo me agacho para que me de un tierno beso en la mejilla. Me saluda con un "hola Valentina". Nunca creí que mi nombre pronunciado por ella, sonara tan bonito.

-¿Vamos a casa, Ale? Mamá debe estar preparando la cena junto a Kev.

-Sí, tengo hambre- responde la hermanita de Michael. Es realmente adorable.

Alessandra se coloca en medio de nosotros y nos coge de las manos a los dos. Ella posa su mano con la mía y la aprieta con suavidad, haciéndome sonreír. Me dice que mi pulsera (una que me había regalado mi ex mejor amiga) es muy linda. Con seguridad, me la saco y se la coloco a ella en su muñeca. Ella me da las gracias y empieza a dar pequeños saltitos y me coge de nuevo de la mano. Miro a Michael, me está sonriendo. Bajo la mirada de inmediato esperando que mis mejilla no ardan.

Caminamos un poquito más y llegamos a la casa de los Ronda. Es hermosa, de un color crema y el jardín está lleno de flores de tonos pasteles. El pasto es abundante y de un verde brillante. Michael me invita a pasar y la puerta de entrada está abierta. El suelo es de cerámica color blanco perla, sillones marrones, una mesa de centro que tiene un pequeño florero y conchitas de mar, veladores de madera, un mueble que cuelga de la pared que contiene un equipo de música y cuadros de pintura que combinan con los diseños del living. Hay una escalera que conduce al segundo piso y un baño al lado de la cocina. Asomo mi cabeza al comedor, que posee una gran mesa de madera oscura que tiene un mantel y encima tiene cinco platos, alrededor ensaladas, cubiertos y vasos. Admiro las fotos que descansan sobre un pequeño mueble al lado del comedor, donde también hay un florero con rosas blancas y rojas. En las fotos se enmarcan imágenes de Michael y Alessandra, Alessandra sola con un perro de raza beagle, Michael con un bebé y una imagen de todos juntos con una mujer de algunos treinta y ocho años wue me imagino que es su mamá. Al frente del comedor hay un ventanal de vidrio que da la vista al jardín trasero, que tiene un juego de seis sillones, una mesa de cristal y algunas pelotas de fútbol desparramadas en el césped. Está rodeado de rosas de todos los colores. Es precioso.

Me volteo y veo a Michael, quien está apoyado en la pared, con las manos en los bolsillos y sonriendo.

-Quiero presentarte a mi mamá. Acompáñame a la cocina.

Él me extiende su manl y la tomo sin pensarlo dos veces. Me guía hasta la cocina, que desprende un exquisito olor a spaguetti. Una mujer está de espaldas cortando unas matas de lechuga con gran velocidad y luego dejándolas en un recipiente de plata. Está con un delantal de cocina y eso raramente me produce ternura. Por ejemplo ni mi mamá, ni mi abuela, o alguna tía usaba delantal al cocinar.

-Mamá, quiero presentarte a alguien.

La mujer voltea y toma una toalla para secarse las manos. Es bellísima. Piel blanca y sin imperfecciones, pómulos bien marcados, cabellera negra azabache y unos preciosos ojos cafés que brillan con intensidad. Sonríe al verme y se acerca a mí.

-Ella es Valentina, mamá.

-Hola Valu, un placer. Soy Vicky.

Me da un beso en la mejilla y me abraza por unos sdgundos. Un niño de unos dos años entra por la puerta del patio hacía la cocina y corre hasta donde está Vicky. Ella ríe y toma al niño en brazos.

-Kevin, con cuidado.

El niño es precioso y me recuerda a Michael. Tiene cabello marrón y unos grandes ojos como el chocolate. Sonríe y me mira fijamente, algo divertido.

-Ojalá que te guste mk spaguetti, Valentina.

Miro a Michael y me apega más a él presionando su mano a mi cintura y entiendo perfectamente que también es una invitación a quedarme a almlrzar.

El fin de semana se me pasó volando. Sali esos dos días con Michael. Después de invitarme a almorzar, fuimls al cine y el domingo fuimos a una pizzería cerca de la estación del metro, para luego ir otra vez a su casa y quedarme jugando con Alessa. Su familia es asombrosa. Me trataron como sí fuera parte de ella, nunca me había sentido tan querida en mi vida. Me asombra la cantidad de nuevas sensaciones que he estado sintiendo estos días. Siempre esos pequeños hormigueos que me recorren la columna vertebral, los cosquilleos en el cuello, la piel erizada, las mariposas en el estómago y el (ya soportable) calor en las mejillas... me toma por sorpresa cada vez que transitan por mi cuerpo. Y es lindo. Realmente agradable.

Me estoy alistando para ir al colegio. Con Michael quedamos en ir después del instituto al parque. Termino de maquillarme los ojos y sacudo mi cabello frente al espejo. Me despido de Lucas y de Ara, pues mamá no está en casa.

Cuando llego al instituto, todos tienen la mirada puesta en mí. Como si fuera una chica nueva o algo que nunca hubieran visto. Cruzo rápidamente al pasillo y saco de mi casillero los libros de álgebra. Todavía tengo diez minutos para entrar a clases, que los desperdicio en la cafetería comprándome un alfajor de chocolate. Escucho el molesto sonido de la campana y me encamino al aula veintidós para entrar a mi clase. Los corredore están llenísimos, con toda la gente corriendo hacía sus respectivos salones. Suspiro y camino hasta llegar al aula, con algo de dificultad por la cantidad de personas, pero lo consigo. Me siento en el último asiento y dejo caer mi cabeza entre mis brazos, tapando mi rostro con mi rubio cabello, con la ganas de dormir comiéndome los parpados. Escucho la silla del pupitre que está a mi lado deslizarse, pero el sueño me derrota y no levanto la cabeza. Seguramente es Stephanie, pues huelo el fuerte olor a perfume caro flotando en la atmósfera de la sala.

Los párpados me pesan demasiado y siento los ojos hundidos por la falta de sueño de la otra noche. Creo que sigue siendo mala idea llegar tan tarde a mi casa luego de salir con Michael.

-¡Señorita Zenere!- escucho a la profesora gritar, pero mis oídos sólo emiten una voz incomprensible y lejana. Como sé que me van a regañar, levanto la cabeza con lentitud y me froto los ojos con mis manos.

-¿Uhm?- le respondo. Mis compañeros ahogan una carcajada.

-¿Ha escuchado algo de lo que he dicho?

Niego con la cabeza, con inocencia. ¡No es mi culpa tener sueño! La profesora Clarck con rostro amenazante levanta el dedo índice, señalando la puerta de salida. Ya entiendo. Tomo mi mochila oprimiendo un bostezo y camino hasta abrir la puerta. Doy una mirada fugaz hacía mi puesto y veo a Michael con una sonrisa burlona y unos ojos brillantes. Hago una media sonrisa sin mostrar los dientes y me dirijo a la oficina del director.

Agradezco que el director Wright no sea tan severo conmigo. Sabe que he estado pasando por momentos difíciles, además me conoce desde pequeña y casi siempre cuando me mandan a dirección me regala unas cuantas golosinas, me deja usar la computadora, me invita un té o simplemente hablamos de la vida. No es aburrido estar con él, no ha perdido el ritmo de su simpatía a través de los años. A sus cincuenta y cinco se encuentra bastante bien

Cuando pongo un pie sobre el tallado piso de madera de la oficina del director Wright, me doy cuenta que en su gran silla de cuero negro no está su rechoncha silueta. Las luces están encendidas y una taza de té se posa sobre el escritorio, exhanlando un poco de vapor de lo caliente que está. Camino los pocos metros que me separan del escritorio y me siento en una silla. Suspiro de aburrimiento, puede que el señor Wright éste en una reunión y se tarde mucho. Descanso mi cabeza sobre mi manl, esperando que algo suceda. Pero solo escucho el sonido de los autos al pasar por la calle de afuera. En eso la puerta se abre y veo a Michael entrar. Se nota que lo han echado también de clase, ¿pero por qué?

Él se da cuenta de mi cara de interrogatorio y por sus labios pasa una sonrisa traviesa.

-La profesora Clarck está media mal del coco ¿eh?- Arrastra una silla haciendo un rechinido sordo y se sienta junto a mí. -La dejaste echa una furia. Y bueno, me reí un poco por su expresión cuando te echó y me dijo que te podría acompañar a dirección. Así que... acepté- suelto una carcajada. -No la conozco y ya me odia con todo su ser.

-Qué va. Me da lo misml que te odie a ti o a mí, ella odia a todo el mundl. No es novedad- le respondo escogiéndome de hombros. La puerta produce un crujido al abrirse nuevamente, y ahora escucho como el elegante calzado italiano del director Wright, resuena en la habitación. Él me mira con asombro, guardando su Iphone en el bolsillo de su terno y me sonríe. Le devuelvo la sonrisa al sentir sus ásperos labios dando una rápido beso en mi cabeza.

-Hace tiempo que no venía aquí, usted, señorita Valentina- dice cruzando las manos sobre su escritorio. -¡Y me sorprende ahora que vengas con visitas!

Miro a Michael y él observa al director Wright.

-¿Y bueno...? ¿Me contarás que te sucedió esta vez?

-La profesora de álgebra, señor- suspiro cansada. Ya es pan de cada día oír ese nombre todas las veces que vengo acá. Es frustante, aburrido, agotador y me disgusta demasiado. El director Wright se acaricia la barba gris e inhala una gran cantidad de aire para luego votarla con exageración.

-¿No quieres que vuelva a hablar con ella?

-No se preocupe. Está vez sí fue mi culpa. Me quedé dormida...

El señor Wright se echa a reír. Los ojos se le cierra, unos tiernos hoyuelos se le marcan en las mejillas y su grave risa inunda la sala. Me río con él y Michael también lo hace.

-Ok, eso es nuevo- dice pasándose una mano por su canoso cabello. -¿Y usted, jovencito? ¿Qué le ha pasado?- pregunta el director dirigiéndose a Michael mientras se lleva la taza de té a los labios.

-Me reí porque Valentina se quedó dormida en clases, la profesora lo interpretó mal y me mando acá. Además no es divertido si Valu no está al lado mío.

Levanto la cabeza y me fijo en la pícara sonrisa que esboza la boca del director Wright. Me sonrojo levemente y lo disimulo un poco soltando una sonrisa y bajando la mirada.

~•~

Voten y comenten para que pueda subir capítulos más rápido.

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