Capítulo 4 - Parte 1


La lluvia no dejaba de cesar en toda la noche ni en todo el día siguiente. El agua azotaba y resbalaba por fuera del cristal de la ventana. Era lo único que podía ver Hestia del exterior de la casa. El ruido de la lluvia iba mezclado con aquellos gritos de Deméter que había escuchado casi un día atrás cuando descubrió el asesinato de Iasión. Habían sido tan desgarradores que para Hestia eran difíciles de borrar de su mente.

¿Por qué Zeus hizo aquella atrocidad?

Que hayan sido por celos era demasiado exagerado, ya que ahora parecía burlarse de los sentimientos de Deméter al no parar la lluvia.

Por más que quisiera, entender a Zeus era incierto y claramente una pérdida de tiempo que no merecía su atención ahora cuando Deméter no estaba nada bien.

Le dolió tanto ver a su hermana en ese estado, y le dolía más verla ahora en pleno shock. Deméter no reaccionaba desde que, con gran esfuerzo, Hestia la llevó de regreso a la casa para tranquilizarla. Desde que dejó de gritar, no volvió a decir nada. No dormía ni comía nada. Sólo había estado sentada en la esquina del lecho sin moverse y con la mirada totalmente perdida. Hestia respetaba su proceso y la seguiría esperando hasta que su hermana fuera quien diera el primer paso para saber cómo ayudarle. La diosa de cabellos rojos agradeció que Deméter, a pesar de su gran dolor, no la apartara de su lado. Igual y podría ser por que no tenía fuerzas para hacerlo.

Lo sabría en cuanto Deméter dijera algo.

Tras el sonido de un trueno, Hestia se alarmó. Zeus ahora parecía estar enojado. Miró a Deméter para notar alguna reacción, pero no ocurrió nada. Hestia apretó la quijada de solo suponer que había aquel trueno era una burla más de parte de Zeus. Antes de que aumentara su furia hacia él, sintió la presencia de alguien fuera de la casa. Hestia no demoró ni un poco para levantarse y abrir la puerta. Si se trataba de Zeus, juraba que defendería a Deméter con todo su poder. A Zeus le faltaría coraje para pasar sobre ella.

Mejor de lo que había pensado, la visita no se trataba de Zeus sino de Hera.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Hestia, mirando el cielo gris de la misma manera en que vería a Zeus si lo tuviese enfrente.

—Vine a ver a nuestra hermana —respondió Hera, tratando de ver el interior de la casa—. Quiero verla.

—¿Has venido oculta o Zeus ya sabe que has venido?

—Lo sabe, ¿por qué crees que fue aquel trueno?

Tenía sentido. A Zeus le debió enfadar que Hera quisiera venir a ver a Deméter.

—Debe estar enfurecido porque has venido —comentó Hestia con indiferencia.

—Me importa un comino cómo se sienta y no necesito pedirle permiso para venir a ver a mi hermana —dijo Hera con su respetivo carácter.

Esa misma opinión compartía Hestia y le permitió pasar a la casa, al menos hasta que Deméter se negase. De todas maneras, ni la presencia de Hera hizo reaccionar a la diosa.

—¿Ha estado así por mucho tiempo? —preguntó Hera, manteniendo una distancia prudente por cualquier reacción.

—Sí. Parece como si su alma haya abandonado su cuerpo. Nunca creí verla así —dijo Hestia, queriendo llorar.

Hera nunca fue tan sentimental y no solía demostrarlo, pero por dentro se sentía destruida de ver a Deméter así. Quería ir a abrazarla.

—Maldito infeliz —expresó Hera en susurros.

La diosa no sólo llevaba oculto el dolor que sentía de ver a Deméter tan vulnerable, sino que también llevaba consigo el de sentirse herida por el dios del que se había enamorado. El que Zeus haya asesinado a Iasión por celos la lastimó. Significaba que él sentía algo por Deméter tan fuerte para llegar a ese punto.

No era amor, por supuesto que no. Era obsesión y posesión.

No fueron celos de hermano, estaba claro para ella.

Hera había notado en varias ocasiones cómo Zeus miraba a Deméter y fue testigo de cómo cambió su actitud solemne a irritable con ella desde que Deméter se fue del Olimpo. Había querido ignorar aquella situación para no sentirse más herida.

***

Tártaro

El juicio de Thanatos demoraba demasiado y estaba siento extremadamente meticuloso, especialmente por Nyx quien, tras enterarse de lo sucedido con Dolos, no dudó en creer que se trataba de una conspiración muy metódica. Habría que averiguarlo y mediarlo, mientras tanto, la tensión podía cortarse hasta con el mismo dedo.

Nyx miraba a los presentes y escuchaba las versiones con mucha asiduidad con la intención de encontrar un error en la versión que limpiara la reputación de Thanatos. Hasta ahora, era muy complicado por ser un hecho impecable. La diosa se negaba a creer que Thanatos haya matado a Dolos, pero en casos extremos debían existir pruebas que eliminar su culpabilidad. Desafortunadamente, pruebas eran las que faltaban.

La única testigo de los hechos era Ápate y estaba de más decir que no confiaba en ella. Por otro lado, el silencio de Thanatos no hacía más que hundirlo.

¿Por qué no hablaba?

Lo observaba fijamente. Thanatos sólo permanecía parado con la vista al suelo, permitiendo que los demás dieran las versiones de los hechos siendo que no estuvieron presentes para confirmar lo sucedido.

No tenía sentido.

No se defendía ni aceptaba nada. Ese no parecía ser Thanatos.

Al parecer, la única versión que dio Thanatos acerca de los hechos fue que Dolos le propuso ser su cómplice para acabar con Hades, pero que la única razón por la que accedió fue porque quería protegerlo. Aunque corta la versión, resultaba mucho más certera.

Pero ahora no volvía a decir nada ni siquiera porque ella estaba presente y podía mediar la ira de Hades para que pudiera hablar.

Nyx miró de reojo a Némesis quien se encontraba a su lado mirando fijamente a los presentes. Sus pensamientos eran aún más misteriosos que los suyos ante esa frialdad, lo que sí podía asegurar era que tampoco creía en lo que escuchaba. Nyx volvió a mirar hacia enfrente en cuanto escuchó a Hades volver a bramar.

—¡Es una infamia! ¡Es intolerable! Ha muerto un dios que quería matarme a manos de otro que me ha traicionado —expresaba Hades caminando en línea recta una y otra vez, con las manos en la espalda para retener más gestos de ira.

—Hades...baja el tono de tu voz —dijo Nyx, serena.

Por supuesto que Hades estaba enfadado, no era para menos. Estaba esforzándose por administrar y controlar su imperio, y salían este tipo de sucesos. Las traiciones le ofendían mucho y tuvo a Thanatos cerca de él todo este tiempo.

—Hades... —dijo Nyx, tratando de hablar y contener su impaciencia.

—Tú me ofreciste a Thanatos como un dios en el que pudiera confiar para ayudarme con el Inframundo. ¿Y con qué me pagan? Pareciera que todo esto ha sido una rotunda burla.

—¡Hades! —exclamó Nyx poniéndose de pie. Todos al verla enojada, guardaron silencio—. Ya van varias veces que intento hablar y no me lo permites, todos sabemos que te gusta el sonido de tu voz, pero en serio me estás cansando —volvió a sentarse en su trono.

Un tic de frustración apareció en el ojo de Hades.

—¿Y cómo crees que estoy yo? Confié en lo que me dijiste y ahora tengo un repleto desorden...

—El desorden en el Inframundo ya lo tenías, no me hagas recordártelo —dijo Nyx.

Hades giró los ojos y al hacerlo miró a Thanatos sin querer y su rabia incrementó de nuevo.

—Sólo quiero que me des una solución —decía Hades mientras se sobaba el ojo tembloroso—. No es un insulto cualquiera, estamos hablando en un asesinato y un intento de agresión contra mí. No son actitudes que pretendo pasar por alto, y sé que tú tampoco lo harías.

—Por supuesto que no, pero por eso se hará un juicio. Para eso estamos presentes Némesis y yo, para delimitar la solución —dijo Nyx, repasando a los presentes en la gran sala—. ¿Y Ápate? Apenas dio su testimonio y se fue.

Mientras tanto, Ápate estaba fuera de la sala consumida por el miedo a Nyx y por la furia hacia Thanatos. La muerte de Dolos le había afectado mucho y lo que más deseaba era que incriminaran a Thanatos por lo que hizo. Si Nyx apoya a que Thanatos no vaya al Tártaro, sería una perdición para ella y una injusticia para Dolos. Se mordía el dedo de sólo pensar cómo movería la balanza a su favor.

Hypnos salió de la gran sala y vio a Ápate lastimándose el dedo.

—Nyx quiere verte...ahora —dijo Hypnos secamente.

Ápate tenía los labios ligeramente manchados de sangre y los limpio al mismo tiempo que iba a ingresar a la sala. Entrar ahí nuevamente resultaba aterrador. Su reputación siempre fue puesta en duda por su madre desde que nació y después de que fue liberada de la caja de Pandora, aún más.

Nyx no le tenía estima ni porque fuera hija suya.

Lo único que disipaba su miedo era el odio de sólo ver a Thanatos e imaginar cómo mató a Dolos.

***

Olimpo

Hera colocaba una botellita con ambrosía dentro de una canasta, además de algunos frutos que crecieron en el Olimpo gracias a los poderes de Deméter. Ahora le llevaría dichos obsequios a ella en su visita. Hera no se consideraba la hermana más cariñosa ni atenta, pero le preocupaba Deméter y después de haberla visto en su casa, sintió desdicha.

La diosa que había visto en esa humilde casa en la Tierra no era la misma Deméter que había peleado contra los titanes. Verla en ese estado tan deplorable no creyó verlo ni siquiera en la fantasía.

—¿A dónde vas a ir? —preguntó Zeus casi sorprendido y al mismo tiempo algo molesto.

Hera cerró los ojos y tomó la cesta. Cubrió su cabeza con una capa.

—Veré a Deméter de nuevo. Eso ya deberías saberlo —contestó indiferente.

—Ordené a todos que no visitaran a Deméter. Ella decidió irse de aquí, ya no pertenece entre nosotros —dijo Zeus cansado de tanto repetirlo.

—Ya te respondí de todas las maneras posibles...yo iré a verla porque es mi hermana y lo que hiciste fue demasiado.

—Era necesario —justificó vacíamente—. Deméter es una diosa, Iasión no lo era por completo.

Hera rio sarcástica.

—Simplemente, no te entiendo.

—Hera, Hera —llamaba Hestia mientras corría hacia su hermana, ignorando que Zeus estaba de pie frente a ella. Otro poco más y lo empujaba—. ¿Irás a ver a Deméter?

—Así es. ¿Vendrás conmigo?

—Por supuesto. Ya estaba preparada.

Zeus estaba incrédulo. Una vez más desairaban sus órdenes. Si algo podía reconocer de tal imprudencia era que ambas diosas se veían realmente preocupadas por Deméter.

—¿Tal mal está? —preguntó Zeus un tanto serio antes de recuperar un poco la compostura—. Exageran. Deméter es fuerte y ese muchacho era sólo un capricho. Se repondrá rápido.

No insistieron más y se fueron. No tenía caso decir algo que ya habían expresado.

Sin más tiempo que perder, ambas llegaron de nuevo a casa de Deméter. Habían estado con ella la noche anterior, realmente no esperaban que estuviera mejor porque es algo casi imposible, pero pretendían que la realidad superara su poco optimismo.

Tras un suspiro, Hestia estaba por tocar la puerta para poner sobre aviso de su presencia a Deméter, hasta que ella abrió la puerta.

Deméter observó a ambas diosas y la ilusión en ese rostro cansado se vio limitada como si se hubiera decepcionado de verlas.

—¿Qué fue eso? —preguntó Hestia consternada.

—No tengo idea, pero se ve mejor —comentó Hera antes de abrir más la puerta e ingresar.

Por un instante, ambas creyeron que Deméter estaba mejorando porque al menos ya reaccionaba y lucía normal, pero rápidamente desmoronaron esos pensamientos en cuanto entraron a la casa. Anteriormente, el interior lucía humilde pero acomodado, ahora estaba todo desordenado.

Y eso no era lo peor del caso.

—Si van a pasar, háganlo. Tengo que terminar de preparar todo —comentó Deméter mientras pasaba sus largos cabellos detrás de las orejas con descuido. Tomó una mesilla para levantarla y enseguida la tiró como si de un movimiento torpe se tratara.

—¿Cómo te sientes, hermana? —preguntó Hestia.

—Bien, muy bien —dijo Deméter rápidamente. Tomó las telas que cubrían el lecho y las desparramó por el suelo—. Listo, sólo falto yo para arreglarme —ignorando a las diosas, se puso a buscar algo entre las cosas regadas del suelo hasta que tomó flor marchita y se la colocó en el cabello justo arriba de la oreja—. ¿Luzco bien? Tengo que estar hermosa para cuando venga.

Hera y Hestia se miraron entre sí, ambas sintiendo un nudo en la garganta y en el estómago. Deméter hablaba y caminaba, pero algo estaba extraño.

—¿Quién va a venir? —preguntó Hera con desconfianza.

—¿Cómo que quien? Pues Iasión. Él siempre viene antes del atardecer...así que no debe tardar.

Esa respuesta acabó con toda esperanza de mejoría en Deméter.

—¿Iasión? Hermana...¿no recuerdas lo que pasó? —preguntó Hestia con labios temblorosos.

—No sé de qué hablas —respondió Deméter enajenada con la razón de la pregunta—. Ambas lucen extrañas. Pareciera que están tristes —El semblante de Deméter pareció concordar con el de sus hermanas, pero inmediatamente, sus ojos volvieron a brillar—. No quiero ser grosero, pero cuéntenme la razón de su visita. No tengo mucho tiempo antes de que llegue Iasión.

Hestia se llevó una mano a la boca. Hera no comprendía nada. Cuando la vio en ese estado catatónico no creyó que podría empeorar su condición y ahora parecía que había perdido la cordura.

¿Cómo no sentirse triste ante esa situación?

—Te traje ambrosía y un poco de fruta del Olimpo. Uvas, manzanas y castañas que tú misma cultivaste antes de irte —extendió la canasta hacia Deméter y ella la tomó sin dudarlo.

—Gracias. Iasión nunca ha probado algo divino, supongo que no está mal que comparta con él algo de fruta —dijo Deméter colocando la canasta sobre la mesa tirada, haciendo que la canasta también cayera al suelo y el contenido se esparciera por el suelo.

Las diosas miraban como la fruta rodaba por el suelo. En seguida, Deméter fue a recostarse sobre la cama sin decir nada más. Su vista permaneció inmovible.

—Deméter...—llamó Hestia sin lograr que la diosa se moviera. Verla así, le dieron ganas de llorar de nuevo.

—Vámonos —susurró Hera.

Hera puso su mano sobre el brazo de Hestia y la haló hacia el exterior, cerrando la puerta delicadamente.

—Hera...Deméter está muy mal —dijo Hestia entre sollozos—. Ha perdido la razón.

Hera mordió sus labios, evitando sollozar de la misma manera.

—No, me niego a dar por hecho esto. Sé que no es la manera más afectuosa ni atenta, pero regresemos en unos días a ver cómo está. Esperemos que mejore.

—¿Y si no lo hace? Ayer dijimos lo mismo y ahora está peor. ¿Qué haremos si no se recupera?

Hera miró a Hestia fijamente con la misma aflicción.

—Buscaremos la manera de ayudarla.

***

Inframundo

El estrés estaba a la orden del día. Hades no tenía cabeza para andar discutiendo sobre asuntos del Inframundo, no después de lo ocurrido con Thanatos. De nuevo sentía que no podía confiar en nadie y eso lo tensaba más de lo que solía estar acostumbrado. Habían salido del Tártaro sin una respuesta concreta sobre el castigo de Thanatos. De acuerdo con lo que había dicho Nyx acerca de ese asunto, necesitaba recabar más pruebas antes de tomar una decisión.

Lógicamente, Nyx estaba retrasando el juicio para salvar a su hijo.

Por un lado lo entendía, por otro lo ofendía.

Cansado por no ser escuchado, Hades decidió regresar al Inframundo y encerrarse en su despacho. Estar en ese lugar lo hacía sentirse más cómodo y en armonía, sin nadie que lo interrumpiera. Ahora mismo estaba sentado frente a su escritorio mientras se desahogaba con la escritura. Le gustaba mucho hacerlo. Podía parecer burlesco y ridículo, pero escribir le ayudaba a desaparecer de su propia realidad y transportarse a sus anhelos más profundos, aquellos que nadie conocía más que él. Entre más escribía, más se daba cuenta de la afición que tenía por plasmar sus pensamientos en bellos escritos breves. Pensó que podía hilar tantos escritos y conservar su esencia para crear una obra solo para él.

Pero, ¿por dónde empezar?

Después de hacerse esa pregunta, se le vino a la mente una mujer. Una mujer que no conocía, pero era hermosa. Tenía largos cabellos claros sostenidos en una coleta alta y ojos azules. Entre más la mirada, se percataba que sus ojos no eran totalmente azules. Alrededor de la pupila se esparcía un color ámbar que se mezclaba con el resto del iris azul. Perderse en esos ojos le quitaba el aliento.

Era extraño, estaba imaginándose a una mujer que no conocía. No tenía duda de ello porque Hades no conocía a muchos, sólo a los más cercanos y ninguno se parecía a esa mujer. Hades sonrió para sí solo. Si alguien pudiera leer sus pensamientos, se burlaría de él sin pensarlo. Ya se imaginaba a Zeus y Poseidón reírse a más no poder. Menos mal que jamás se enterarían de eso.

Tratando de borrar aquella creatividad de su mente, quiso centrarse en su escritura nuevamente. Sin embargo, otro pensamiento acaparó su atención cuando miró las semillas que Deméter le había regalado.

Deméter.

Había quedado en ir a visitarlo y no lo había hecho.

¿Estaría bien?

Inmediatamente, respondió un <<No>>.

Más extraño aún el delimitar algo que no sabía realmente.

—Señor Hades —llamó Pyrena del otro lado de la puerta.

Hades presionó los párpados, lamentándose por perder sus momentos de paz. Así lo presentía.

—¿Qué sucede? —respondió Hades con más paciencia.

—La señora Nyx me ha enviado a decirle que desea hablar con usted.

Hades se sentía más paciente que hace unas horas, pero no lo suficiente como para hablar con Nyx. Se apresuró a suponer el motivo de su visita después de haberla visto.

—Infórmale que la recibiré más adelante —indicó Hades—. Por ahora estoy ocupado.

—¿Demasiado ocupado para recibirme?

Hades hizo para atrás el cuerpo junto con la silla sólo para comprobar que Nyx estaba junto a Pyrena. La chica tenía semblante confundido y no la culpaba porque por mucho tiempo le había servido a Nyx y ahora a él. Es lógico que no sabía a quién hacerle caso.

—Déjanos solos Pyrena, por favor —indicó Hades después de suspirar con pesadez.

El dios se puso de pie y recibió a Nyx en su despacho. No tenía otra opción. Lo primero que hizo la diosa cuando entró al despacho no fue mirarlo a él sino el entorno, especialmente el techo.

—¿Corro el riesgo de que esto se nos caiga encima? —preguntó Nyx seria.

—No —respondió Hades tomando aire suficiente—. ¿Qué se te ofrece? No creo que sólo hayas venido a burlarte de mí castillo.

Nyx esbozó media sonrisa y cruzó los brazos.

—Por supuesto que no. Vengo a hablar sobre el caso de Thanatos.

—No esperaba otra cosa, lo que sí esperaba era una decisión definitiva —comentó Hades notando que el rostro de Nyx seguía intacto.

Era una diosa muy complicada de predecir.

—Eso no lo tengo aún.

—¿No? —preguntó Hades con cierta exasperación—. Entonces, ¿a qué has venido?

—Ya te dije, a hablar sobre el caso de Thanatos. Quiero indagar más en las circunstancias antes de dictar una sentencia. Es un asunto muy delicado —Nyx sobó su mentón—. Sé que a diferencia de Hypnos, no confiaste plenamente en Thanatos y desde cierto punto de vista te entiendo. Cuando se enteró sobre su personificación, cambió su actitud. No le agrado para nada saber su destino.

—Si vienes a buscar algún tipo de indulgencia sólo por tratarse de tu hijo, reo que te estás equivocando. Contándome de Thanatos no vas a hacer que cambie mi intención de que él reciba un castigo —dijo Hades con total muestra de disgusto.

Nyx tomó asiento en la silla junto a ella y Hades hizo lo mismo enseguida.

—No busco persuadirte, sólo busco la verdad. Todo hecho debe ser analizado, Hades. No debes tomar una decisión a la ligera sólo porque te ha ofendido —comentó Nyx con calma y Hades comenzó a prestarle más atención, aunque seguía con su postura—. Tú eres dios del Inframundo y debes poseer más sabiduría para gobernar tu reino. No estoy diciendo que no lo seas, pero en cuanto supiste de la posible la traición cometida por Thanatos olvidaste tu cabalidad e inmediatamente exigiste un castigo. De no ser mi hijo, ya lo habrías castigado sin siquiera llevar a cabo un juicio. A ese ritmo llevarás el dominio de tu reino a partir de tu egocentrismo, igual que como lo está haciendo Zeus.

La explicación profunda de Nyx no molestó a Hades, aunque así lo intentara porque al menos eso lo estaba reconociendo. Muy a pesar de todo, sí aceptaba que hubiera castigado a Thanatos de no ser por su parentesco con Nyx. En todo lo que había dicho la diosa le daba la razón, pero eso no iba a cambiar su postura actual.

—No lo niego...estoy frustrado con tantas cosas que tengo que resolver. No confío en nadie y lo hice con tus hijos, y en ti más que nada. No puedo pasar por alto la primera ofensa que me hacen —pasó una mano por su cara—. Dependo de las decisiones de Némesis y las tuyas...no soy muy paciente, pero no tengo elección.

—Tampoco he pasado cosas por alto, pero siempre analizo la situación en todos los planos —respondió Nyx mirando sin querer los escritos de Hades—. ¿Piensas que salvaré a Thanatos de este asunto?

Hades no dijo nada en algunos segundos y no era necesario hacerlo porque era lo que pensaba. Si la observaba mejor, la mirada de Nyx reflejaba un punto de preocupación, tal vez y lo que alcanzaba a mostrar no se comparaba con lo que realmente sentía, pero se sintió sorprendido de encontrar en aquella fría diosa un rastro de incertidumbre por otros.

Nyx estaba preocupada por el destino de Thanatos, ¿por qué lo estaba si ella podía ver el futuro? Al menos era lo que él había escuchado de Pyrena e Hypnos en una conversación.

—Sí lo pensé —respondió Hades.

—No —intervino Nyx enseguida—. Si Thanatos es culpable, no tendré contemplación con él sólo por ser mi hijo...pero si es inocente, no existirá nadie que me impida defenderlo.

Escuchar eso, llenó a Hades de tranquilidad. Esperaba que actuara con la misma determinación con la que había hablado cuando se terminara el juicio de Thanatos.

—Gracias —dijo Hades—. ¿Puedo preguntarte algo? —Nyx asintió y sólo entonces Hades se atrevió a preguntar—. ¿Puedes mirar el futuro? Porque de ser así, no entiendo porque te esfuerzas en buscar la inocencia de Thanatos. ¿O es quizás que ya sabes que sucederá y quieres evitarlo?

La pregunta sorprendió a Nyx por ser tan directa. Hades no le mostraba miedo y eso le agradaba, por esa razón es que sentía tanta empatía por él. Antes de responderle, Nyx rio levemente dejando a Hades sobrecogido.

—Puedo ver algunas cosas, pero no todo. Sólo distingo el punto en que se unen los destinos de los demás y de qué manera, pero nada más. Eso sólo lo sabe Moro.

—¿De verdad? —expresó Hades poco convencido o tal vez prudente.

La diosa respiró hondo y se levantó dispuesta a irse ya.

—Debo irme ya, quería tener una charla breve contigo y ya la tuve —indicó Nyx. Hades comenzó a sentir más comodidad hablando con ella y por un instante quiso ampliar la conversación, pero no fue capaz de decir nada más—. Por cierto Hades...¿ya buscaste tus jueces?

—Ah...no, aún no —respondió consternado.

—Comienza a hacerlo. En cuanto los tengas, tus jueces y tú podrán intervenir en las sentencias de las almas que ingresen al Inframundo. Como bien debes saber, Némesis tendrá que venir aquí a intervenir cuando sea necesario y ni yo puedo evitar eso, pero por mi parte, dejaré de intervenir en tus decisiones cuando tu reino esté listo para regir por completo.

—Estoy de acuerdo.

—Bien —Nyx suspiró nuevamente y tras sonreír delicadamente y señalar el escritorio de Hades, dijo algo que se quedaría impregnado en la mente del dios por muchos años, cuestionándose si sería verdad o no—. En cuanto escribas o que verdaderamente sientes y deseas, tu destino se verá unido al de alguien más.

—¿De qué hablas?

—De una mujer de cabellos claros y ojos azules muy curiosos. Será una mujer muy hermosa —dijo Nyx sin dejar de sonreír—. Me preguntaste sobre si sé del futuro y yo te respondí. Ahora te quedará la duda de si me crees o no, para ello tendrás que aprender a ser muy paciente.

Hades enarcó una ceja y miró hacia los trozos de papiro sobre su escritorio.

—¿Alcanzaste a leer...? —preguntó Hades, pero Nyx ya no estaba ahí.

El dios del Inframundo resopló largamente y leyó todo lo que había escrito antes de que Nyx llegara. Entre más llegaba al final, más se fruncía el ceño. Al acabar, dejó caer los papiros al escritorio mientras él se hundía en una extraña confusión.

—Yo no escribí nada de esa mujer...—dijo Hades para sí mismo, preguntándose unas horas más sobre la coincidencia de sus pensamientos con las palabras de Nyx.

***

Días después

Olimpo

Zeus observaba de reojo como Hestia y Hera hablaban en voz baja a varios metros lejos de él. No se necesitaba pensar mucho sobre qué estarían conversando con tanto misterio. Sabía y ellas le habían dejado claro que ni siquiera él podía impedir que ayudaran a Deméter con su depresión, y a él ya le aburría querer impedírselo. Por su parte, no le había querido contar a nadie que le generó curiosidad saber la condición actual de Deméter y que fue a verla transformado en un ave. Se detuvo en la ventana varios minutos y Deméter nunca se movió. Al alejarse de esa casa y regresar al Olimpo, no sabía cómo sentirse al respecto. No estaba arrepentido por lo que hizo, pero tampoco creyó que Deméter se destruiría de esa manera siendo una diosa fuerte en poder y en carácter. Verla hundida no lo soportó. Él no la iba a poder ayudar directamente, pero sí podía hacer algo al respecto para animarla.

Hestia y Hera se acercaron mirando a Zeus, esperando que intentara detenerlas, aunque no fue así, o eso llegaron a creer.

—¿Ya se van? —preguntó Zeus, deslindando su mirada de ellas.

—Sí —respondió cortante Hera—. ¿Vas a seguir diciendo que no podemos ir a ver a Deméter?

—No, no iba a decir eso —Zeus se defendió muy calmado—. Sólo les iba a decir que no se preocuparan tanto por Deméter, ella ya está mejor.

Hestia y Hera se miraron entre sí con perplejidad.

—¿Te estás burlando? —preguntó Hera molesta. Hestia posó su mano sobre su hombro.

—Explícate Zeus, ¿por qué lo dices?

—Porque Deméter ha pasado tiempo con algunas ninfas desde la última vez que fueron a visitarla.

—¿Qué dices? —preguntó Hestia sorprendida—. Pero ella no estaba bien...¿y por qué estaría Deméter con unas ninfas?

—Ya lo está, y yo fui quien las envió. O mejor dicho, solicité que algunas ninfas le hicieran compañía. Como bien saben, ellas están vinculadas a la naturaleza y han presentido que Deméter no estaba bien, así que no dudaron en acercarse a ella —indicó Zeus—. Pueden averiguarlo cuando quieran, pero les repito que las ninfas han estado con ella por las mañanas y ha mejorado.

Con los brazos atrás de su espalda, caminó hacia su trono.

Hestia se mostró más insegura con lo que Zeus dijo.

—No puedo creer lo que dice —Hestia se sinceró—. Esto no esta bien, Deméter no estaba bien. ¿Cómo es que con las ninfas pudo relacionarse sin mayores conflictos?

—Igual y es cierto. Tal vez debimos quedarnos con ella más tiempo —respondió Hera con mayor optimismo—. Yo de verdad espero que Deméter se encuentre mejor y si las ninfas han sido un aporte a esa mejoría, no estoy en contra.

—Pero Zeus propició todo esto, no entiendo por qué ahora quiso ayudar. Siento que algo trama —dijo Hestia muy desconfiada.

—Eso ya lo sabremos, mientras tanto me gustaría asegurarme que Deméter en verdad está bien —indicó Hera.

Sicilia, Italia

No tardaron en llegar a la casa de Deméter y por fuera, todo parecía tranquilo. No había nadie cerca y no lograba escucharse nadie dentro de la casa, pero Hera al estar ahí, abandonó su optimismo misteriosamente.

—No sé si soy yo, pero se siente igual a la última vez que vinimos —dijo Hestia poniendo su puño sobre el pecho—. ¿Y si no está mejor? No hemos sabido de ella en seis días.

Hera no mostraba sus emociones al exterior y esta no era la excepción. Seguía muy angustiada por Deméter, pero mostrarse vulnerable no mejoraría su condición, fuese como fuese después de días de espera.

—Sólo te puedo decir que no estoy tan paciente con este asunto porque no sé cómo poder ayudarla —confesó Hera y suspiró antes de tocar la puerta.

Con solo hacer eso, la puerta se abrió lentamente porque no estaba trancada, solo emparejada. El interior seguía igual a la última vez que fueron y buscar a Deméter no iba a ser difícil. Ella estaba entada frente a la chimenea apagada, sin moverse y completamente desnuda. Su largo cabello castaño que alguna vez fue tan hermoso por brillo y suavidad era un desastre y su piel estaba manchada de hollín.

Hestia fue la primera en entrar a la casa, quitándose la capa y poniéndola sobre los hombros de Deméter. Al sentir el tacto suave de la capa sobre su piel, Deméter miró a Hestia con ojos húmedos por la retención de las lágrimas.

—¿Qué pasó, hermana? —preguntó Hestia con mucho dolor. Acarició el rostro de Deméter. Estaba frío y sucio.

—Hacía mucho calor y quise apagar el fuego. No sé cómo lo hice, pero lo logré —respondió Deméter con un tono extrañamente normal. Su comportamiento carecía de eso—. Estoy lista.

Hestia tragó saliva por temor a la anomalía que podría escuchar.

—¿Lista? ¿Para qué? —preguntó Hestia no queriendo escucharla realmente.

—Para decorar el Olimpo, acordamos que eso haríamos cuando destruyéramos a los titanes. ¿O es que acaso no lo hemos hecho? —preguntó Deméter y no parecía fingir con lo que cuestionaba.

Hera cerró los ojos y negó con la cabeza.

Deméter estaba en completa locura.

—Ya hermana, ya lo vencimos —dijo Hestia llorando en el momento y sosteniendo el rostro de Deméter.

—¿Por qué lloras? ¿Alguien te lastimó? —Hestia negó con movimientos paulatinos de su cabeza. Había perdido a su hermana y no hizo nada por evitarle tal sufrimiento—. Iasión vendrá pronto, él estará de acuerdo en que bebamos té juntas —Hestia abrió los labios sin saber qué decir, sumida por la sorpresa.

—No puede ser —dijo Hera para sí y entró a la casa—. Deméter, entendemos por lo que estás pasando, pero está siendo demasiado.

Eso de que Deméter ya estaba mejor con la presencia de las ninfas, no era verdad.

Todo lo contrario.

Hestia observó a Hera, persuadiéndola con la mirada para que no continuara con esa actitud. Deméter frunció el ceño.

—No comprendo de qué están hablando —dijo la diosa antes de mirar a su otra hermana de nuevo—. ¿De qué está hablando ella?

—Tranquila Deméter, todo está bien —dijo Hestia evitando tocar un tema delicado que quizás sólo empeoraría el comportamiento de Deméter en lugar de hacerla entrar en razón.

—¿Bien? Nada está bien aquí —dijo Hera impaciente y dolida por ver a Deméter en ese estado. Cada vez que pasaba más el tiempo, resultaba ser peor—. ¿No recuerdas lo que pasó con Iasión? —Hera se puso de cuclillas frente a Deméter.

Deméter arrugó la frente de nuevo, intercambiando miradas entre sus dos hermanas.

—Fue a los campos de cebada a hablar con los campesinos. No tardará en llegar —contestó Deméter.

Hera no concebía lo que escuchaba, apretó su puño.

—No, Deméter. Él no va a regresar —dijo Hera.

—Hera, no sigas —dijo Hestia tratando de persuadirla para que cambiara la dirección de su confrontación.

Deméter puso un semblante angustiado.

—¿Por qué dices eso? Iasión va a venir pronto, él siempre cumple sus promesas. Dijo que no tardaría —Deméter insistía, pero esta vez su tensión fue incrementando y sus ojos comenzaron a lagrimear.

—Deméter, escúchame —dijo Hera, tomando la mano de la diosa para darle confort. Decirle aquello era rudo, pero no quería seguir viéndola así de inestable. Hera quería ver a Deméter como solía serlo y tenía la idea de que enfrentando la realidad y aceptarla, sería lo mejor para que vuelva a ser la misma de antes—. Sé que es doloroso lo que pasaste, pero no estas sola. Nosotras estamos aquí contigo y te vamos a dar el soporte que necesitas.

—No estoy sola, Iasión está conmigo...—dijo Deméter.

Hera apretó los labios antes de soltar las palabras más duras que podría decirle a su hermana en ese estado.

—¡Iasión está muerto! No volverá nunca —exclamó Hera.

Deméter se puso pálida de inmediato y sus ojos soltaron las lágrimas que contenían.

—Hera, basta ya —Hestia presionaba a su hermana para que dejara de hablar.

—Eso no es cierto...él no está muerto —pronunciaba Deméter con labios nerviosos.

—Es la realidad, hermana. Él no regresará de nuevo, aunque te lo haya prometido —dijo Hera insistente en que Deméter reaccionara.

Hestia apretó los párpados con fuerza, observando cómo el rostro de Deméter iba cambiando. Deméter vio a Hera fijamente antes de estallar en llanto como si se hubiera contenido por mucho tiempo. Las palabras de Hera le quemaban intensamente y se repetían una y otra vez al mismo tiempo en que las escenas del suceso trágico resurgían en su mente como ácido. Rememoró rápidamente cada escena en la que fue feliz con Iasión y la última vez que lo vio antes de que el rayo impactara contra ellos. Incluso la escena de ella llorando desgarradoramente mientras la lluvia cubría su cuerpo.

Todo eso se juntó y entonces estalló.

Deméter aventó a las diosas y se apartó de ellas con desdén.

—Deméter, no...—Hestia intentó decirle algo, pero fue inútil. Aunque hubiera podido pronunciar algo, Deméter ya no estaba en disposición de escucharlas.

—¡Lárguense! —Deméter vociferó con fuerza.

—Tranquilízate. Nosotras no venimos con la intención de molestarte —indicó Hera—. Eres nuestra hermana y queremos apoyarte en esto.

—¿Apoyarme? —preguntó Deméter con sarcasmo. Tomó la capa de Hestia y se las arrojó salvajemente. Sus ojos azules se abrieron demasiado con rabia y dolor—. ¡Sólo han venido a burlarse de mí!

—No, vinimos porque nos preocupas —interceptó Hestia tratando de mediar la situación—. ¿Han venido a visitarte las ninfas? —preguntó para aclarar sus dudas, aunque no era el mejor momento.

—¡Esas malditas no me dejan en paz! ¡Vienen todas las mañanas sólo a molestar! —explotó Deméter.

—Nadie se burla de ti, sólo queremos ayudar. Ya te lo dijimos —mencionó Hestia.

—Ajá, ¿y dónde estaban ustedes cuando Iasión fue asesinado por esa bestia?! —exclamó Deméter señalando hacia arriba—. Seguramente ustedes estaban de acuerdo con el infeliz de Zeus.

—Estás delirando de nuevo —respondió Hera en defensa a las acusaciones.

—Lo dices tú, que estás del lado de ese desgraciado desde que te prendaste de él —escupía Deméter con los nervios al tope. Hestia lamentaba todo lo sucedido. Esa desventaja llamó la atención de Deméter—. ¿Y tú? ¿Estabas escondida tras las faldas de Zeus mientras él asesinaba a Iasión?

—Ya basta. Venimos a estar contigo, no para que nos ofendas con tu ira. Nosotras no tenemos la culpa de lo sucedido —Hera se interpuso entre Deméter y Hestia.

Deméter rio forzosamente por la rabia. De alguna manera tenía que drenarse todo lo que guardaba por dentro.

—Se te hace tarde para ir a complacer a tu amado. Dime, ¿desde cuándo te escondes tú dentro de las faldas de Zeus? —Hera respiró profundo ante las provocaciones de Deméter. A pesar de eso, no va a reaccionar de la misma manera—. Si no les gusta escuchar verdades, váyanse —indicó Deméter.

Hera miró por unos segundos más a Deméter antes de dar media vuelta e irse. Hestia dudaba si irse o quedarse, pero por cómo la veía Deméter, optó por salir de la casa junto a Hera de vuelta al Olimpo.

—¿No vamos a regresar?

—¿Pretendes regresar con ella en esas condiciones? —preguntó Hera con frustración—. Ni nosotras ni las ninfas debemos acercarnos por un tiempo, sería perjudicial para ellas.

—No tenías por qué decirle las cosas de esa manera. Fuiste cruel —reprochó Hestia.

Hera se detuvo en seco.

—Creí que decirle la verdad serviría para sacarla de sus alucinaciones y delirios. No tomé en cuenta que reaccionaría agresivamente —confesó Hera—. Su recuperación no será de días...necesitará más tiempo, pero ahora dudo si es mejor estar con ella o dejarla sola. Ahora mismo tiene mucho dolor y no querrá a nadie cerca.

Dejarla sola podría ser perjudicial, al menos era lo que Hestia pensaba. Sí, tal vez darle algo de tiempo y espacio funcionaría para que Deméter se calmara, pero hacerlo definitivamente podría ser contraproducente. Hestia valoraba mucho la familia y lo que menos deseaba era que los lazos se rompieran. Desafortunadamente, eso estaba pasando desde que Zeus mató a Iasión por celos.

Eso no era justificación.

Entonces, Hestia recordó que además de ellas, Deméter se llevaba muy bien con Hades, incluso le tenía más confianza a él que a nadie más. Hades podría ser un apoyo emocional para ella.

—¿Y si le contamos a Hades lo sucedido? Sabes que él no se entera de este tipo de cosas por su cuenta.

—Sí, podría ser. No ahora, por supuesto —Hera sobó su mano, pues no se había dado cuenta hasta ahora que Deméter le había apretado la mano cuando le hizo recordar la verdad—. Dejemos que Deméter tenga un momento sola y que Hades continúe con la administración de su reino. Después se lo diremos.

***

Tártaro

Ápate intentaba controlar su odio para no explotar ahí mismo mientras le contaba lo sucedido a Érebo. No omitió ningún detalle y entre más contaba, más quería vengarse. A diferencia de ella, Érebo no mostró ningún gesto expresivo, como si ya estuviera al tanto de lo que pasó. Este hecho, lo ignoró Ápate por completo.

—Si no fuera por Hades...si no fuera por el imbécil de Thanatos...Dolos seguiría vivo —decía apretando los dientes y sangrándose la lengua—. No entiendo cómo fue que se le ocurrió ir por su cuenta. Me dejó de lado.

Érebo fingió no saberlo.

—Quizás quiso demostrarse a sí mismo.

Ápate lo miró fijo.

—Señor, ¿puedo saber qué fue lo que hablaron mientras yo no estaba?

—Aún no eres quién para pedirme algo —dijo con severidad. Ápate agachó la cabeza—, pero...sólo puedo decirte que quería zafarse de ti. No esperé que intentara algo estúpido y descuidado como esto. Thanatos lo mató justamente.

—¿Cómo que justamente? ¡Fue un maldito monstruo!

Érebo sonrió con malicia, satisfecho por la manera efusiva en la que se expresaba.

—¿Tú viste cómo lo mató?

—No, pero él estaba ahí y su espada fue la que atravesó el cuerpo de Dolos. Lo habría detenido de haber estado ahí antes.

—Entonces, también fue tu responsabilidad —La culpó—. Sin embargo, eso es cosa del pasado. Cuéntame, cómo convenciste a Hades y a Nyx de que eres inocente.

—Le dije la verdad, que yo no tuve nada qué ver y les insistí que yo podía serle leal a Hades si lo desea, pero que yo le sirvo a usted.

Érebo se levantó enfurecido y la tomó salvajemente del vestido.

—¡¿Qué hiciste?! ¡¿Cómo te atreviste a involucrarme?! ¡Acabas de delatarme, maldita!

Ápate vio cómo Érebo expandía parte de su poder, cerca de su rostro, a punto de querer destruirla.

—No señor...no lo involucré, nadie sabe que usted nos ordenó deshacernos de Hades —explicó con aceleración.

—¡Pero Nyx no es estúpida! ¡Desconfía de ti y de mí y va a hacer lo posible por salvar a Thanatos! —Érebo estaba furioso.

Si Ápate hubiera dicho eso sólo a Hades no estaría tan enfadado porque subestimaba al dios, pero con Nyx era otra cosa.

—Sólo yo fui testigo de lo sucedido, nadie lo relacionará con esto —decía Ápate muy nerviosa, llena de miedo.

—¡Eres la diosa del engaño! ¡¿Quién mierda va a creerte?!

—Lo sé, pero Thanatos no ha dicho nada...ni siquiera se ha defendido a pesar de las acusaciones. Es el completo culpable.

Érebo desapareció su poder sin soltar aún a Ápate.

—¿Qué quieres decir? —demandó saber al mismo tiempo que fingía con una sospechosa y asombrosa calma.

—Que todos creen que Dolos fue quien planeó todo esto junto a Thanatos. No sospechan de usted ni de mí.

Al escucharla, Érebo la soltó con un empujón y volvió a sonreír. De verdad que se mostró muy calmado para estar furioso unos segundos antes.

¿Por qué estaría feliz ahora?

Era algo que Ápate no lograba entender.

—Bien pudiste delatarme...—cambió un poco la dirección del tema.

—Pero no lo haría nunca, señor. Yo le serviré siempre a usted y si sigue confiando en mí, juro que concluiré el plan. Me desharé de Hades, sólo deme tiempo.

—Ja, ¿y cómo piensas hacerlo?

—Ganándome su confianza. Déjemelo a mí, Hades confiará en mí tarde o temprano y en cuanto a Thanatos, me encargaré después de él por haber matado a Dolos —decía con rabia—. Sé que usted también está enojado por su muerte y desea que Thanatos pague por ello.

Érebo no respondió enseguida, aunque hubiera dicho algo para acabar con esa seguridad de Ápate. Tampoco podía fingir demasiado y sentir empatía por Dolos, era imposible.

—Sí. Por supuesto. La venganza por la muerte de Dolos no puede pasarse por alto...pero lo de Hades es prioridad —dijo Érebo con completa frialdad.

—S-Sí, señor. Lo es y me encargaré.

Justo después de que hablaron al respecto, Érebo volvió los ojos con hastío. Sentía la presencia de Nyx.

—Será mejor que te vayas, tu madre estará aquí muy pronto —No fue necesario que se le insistiera para irse, Ápate desapareció enseguida, en el momento oportuno antes de que Nyx se apareciera en los aposentos de su hermano. Al verla, vio su enfado. No fue difícil saber por qué—. Nyx, ¿a qué se debe tanta tu ira?

Nyx se fue acercando sin pensárselo dos veces con su distinguida postura y mirada profunda.

—Ambos sabemos que estás al corriente de lo que pasó. Me sorprendería que no lo supieras —dijo Nyx sin detenerse.

Érebo resopló con hastío.

—Bien, es difícil no enterarse de esto. Es una pena que haya muerto uno de tus hijos y más que haya sido otro quien es el responsable.

El silencio fue muy pronunciado y cuando Nyx volvió a hablar, tomó por sorpresa a Érebo.

—Lo voy a preguntar una vez y espero que me respondas con claridad. ¿Tú tuviste algo que ver con esto?

—¿Qué? —preguntó Érebo ofendido y asombrado por la pregunta—. Claro que no. Tengo cosas más importantes qué hacer. ¿Por qué me preguntas esto? —preguntó molesto.

—Porque me has dejado muy en claro que no aprecias a ningún dios, mucho menos a Hades.

—Eso no te da derecho a dudar de mí. He sido sincero con mi modo de pensar y aunque no he cambiado de parecer, tampoco tengo nada qué ver. Si quisiera deshacerme de alguien, lo haría de inmediato.

Nyx pretendió que le creía. Alzó una de sus oscuras cejas y se cruzó de brazos con más serenidad.

—Bien...aun así, quiero que te vayas del Tártaro.

La furia de Érebo surgió de repente.

—¡¿Cómo te atreves a hablarme así?! ¡No voy a permitir que...!

—¡No necesito tu autorización para tomar decisiones! —Lo enfrentó, interrumpiéndolo—. Busca otro lugar donde reinar, hay tierras despejadas cerca del Inframundo. Conviértelo en tu dominio y has lo que quieras ahí, pero no quiero que te metas en el Inframundo ni tampoco quiero verte por aquí. Si no estás de acuerdo en lo que digo, podemos solucionarlo de otra manera.

Érebo bufaba sin control.

—¡¿Todo esto porque defiendes a Hades?!

—No, todo esto porque voy a limpiar la imagen de Thanatos. Sé que él no tuvo nada que ver con lo de Dolos y lo voy a demostrar antes de que sea juzgado. Y te juro Érebo, si descubro que estás detrás de esto, no habrás conocido a una peor enemiga que yo —Nyx amenazó. Su autoridad se hizo presente y aunque Érebo estaba furioso y en desacuerdo, no dijo nada más sobre eso. Nyx levantó el mentón y dio media vuelta—. Decídelo rápido y hazme saber tu decisión en cinco minutos.

Nyx desapareció de la vista de Érebo. Él inmediatamente estalló de ira.

***

Hera avisó a las ninfas que Zeus había reclutado sobre el asunto de Deméter para indicarles que mantuvieran su distancia con la diosa, ya que no se encontraba bien y podría ser peligroso. Las ninfas no objetaron nada, ya sabían que Deméter se comportaba extraño, pero no habían querido llevarle la contraria para no hacerla enojar ni tampoco quisieron decir nada de eso a nadie más por considerarlo un atrevimiento muy irrespetuoso.

Sin embargo y a pesar de esto, una de las ninfas hizo caso omiso de la situación sólo por preocupación. Solía ir junto a las demás ninfas por las mañanas para ver a Deméter, pero en esta ocasión, la ninfa fue a verla recién anocheció.

¿Estaba nerviosa? Sí, y mucho, pero su buen corazón e intenciones eran aún más grandes al igual que su valor.

La ninfa podía sentir la tristeza de Deméter desde que la conoció y trataba de alegrarle en cada oportunidad, sin éxito. Eso no le impedía rendirse.

Leuce tuvo el atrevimiento de asomarse a través de la ventana para observar si Deméter estaba ahí. No logró verla, pero sentía su dolor. Era uno de sus dones.

—Dios Deméter, permítame acompañarla, por favor —dijo Leuce, esperando que la diosa no reaccionara mal. No recibió ninguna respuesta—. Sé que no debería decirle esto, pero puedo sentir su sufrimiento...nadie merece pasar por esto.

Deméter no respondió nada, sus emociones no cambiaron. Seguía en catatonía, no había otra explicación para la ninfa.

Leuce suspiró melancólica y aunque esperó varios minutos afuera esperando que la diosa le abriera, pero esto no sucedió.

Desilucionada por su visita fallida, se marchó al océano con la esperanza de regresar por la mañana para intentar apoyar nuevamente a Deméter.

Mientras tanto, el interior de la casa era más atroz de lo que otros podían pensar.

Las penumbras en el interior de Deméter continuaban espesas y no parecía haber ninguna mejoría desde que Hestia y Hera fueron a verla. A partir de ese momento, Deméter seguía permaneciendo inmóvil por horas o por ratos andaba de un lado a otro sin una razón aparente, pero la mayoría de las veces se quedaba delante de la puerta con una esperanza débil por ver aparecer a Iasión, justo como ahora, por eso Leuce no la visualizó.

Cada suspiro y lágrimas caían como sus anhelos con cada recuerdo que alguna vez creyó como una felicidad interminable.

"—No sabes lo que haría por estar contigo.

Iasión giró el cuerpo también para ver a Deméter.

—Y yo por ti. Créeme que voy a cuidar de ti más que a mi propia vida. Eso tenlo por seguro"

Deméter recordó las últimas palabras que cruzaría con Iasión antes de que él desapareciera.

¿Cómo pudo haber subestimado a Zeus?

Fácil, jamás pensó que se atrevería a matar a Iasión por celos y envidia. Si su intención era sólo destruir a Iasión para que Deméter quedara sola y disponible para él, no tenía ni la menor idea de que con su decisión acababa también con ella. Lo que sea que hiciera con ella, no le importaba.

No por ahora.

Las lágrimas llenaron sus ojos hasta nublar su visión.

—No llores más, sabes que no me gusta verte así.

Deméter alzó lentamente la mirada para mirar a quien le estaba hablando. No fue fácil identificarlo por su mirada borrosa.

—He regresado, Deméter.

La diosa abrió más sus ojos, permitiendo que las lágrimas se desparramaran por sus mejillas. Las limpió torpemente de su cara.

—¿Iasión? —preguntó con duda y al mismo tiempo felicidad.

Frente a Deméter apareció Iasión con su misma vestimenta de viaje y su morral de algodón que ella mismo hizo y le regaló.

Creía despertar de una pesadilla.

—Sí, soy yo. He vuelto. ¿Me extrañaste? —preguntó Iasión mientras acariciaba el rostro de Deméter. Ella puso sus manos sobre las de él.

Todo parecía ser una hermosa escena de reencuentro que acababa con una pesadilla. Sin embargo, no era más que sólo irrealidad.

Nadie estaba frente a Deméter, sólo era ella hablando con una alucinación, hincada y tocando su propio rostro. Aquella alucinación la habían animado, incluso logró olvidar por un instante lo que Zeus hizo. Nada le importaría a cambio de estar con Iasión siempre.

—Creí que no volvería a verte...mi existencia no tiene sentido si tú no estás —decía Deméter con voz sumamente quebrada. Temblaba por las emociones acumuladas.

—La mía tampoco —dijo Iasión con una sonrisa precipitada y que pronto desaparecería con la misma rapidez con la que surgió—, pero no podré estar siempre contigo. Sólo vine a despedirme.

—¿Despedirte? No...¿por qué? Estás de nuevo conmigo, no tienes que irte otra vez —decía Deméter con desesperación, sujetando sus manos.

—Entonces, encuéntrame pronto —Iasión se fue encorvando hasta terminar en el suelo, apenas sujeto por Deméter.

—¡Iasión! ¡¿Qué te ocurre?! —preguntaba Deméter con exasperación.

Iasión temblaba y le costaba mucho hablar. Su piel blanca fue oscureciéndose como su estuviera pudriéndose. La imagen fue cada vez más perturbadora.

—Está...horrible aquí...Deméter...por favor, ayúdame —suplicaba Iasión con complicación. Pronto, empezó a llorar, aunque intentaba retenerlo.

—¡No, Iasión! ¿De qué hablas?

—Ayúdame, está oscuro...intentan castigarme...por estar contigo —decía Iasión cada vez con menos fuerzas—. Ven a buscarme —dijo antes de desaparecer abruptamente como si el suelo se lo tragase.

Deméter se encontraba al borde de la desesperación. Golpeaba el suelo con sus puños intentando abrir el suelo en busca de Iasión. Dejó de escuchar su voz y volvió a sumergirse en el silencio. Su mente repetía una y otra vez las súplicas de su amante.

Otra vez la amargura por no haber podido salvar a Iasión la iba sumergiendo cada vez más en la locura. Ni siquiera contemplaba que el reencuentro que tuvo con Iasión hace unos minutos era falso.

La diosa se arrastró fuera de sí hasta una esquina, ocultando su rostro con sus manos y sin poder dejar de llorar. No tenía ni idea de cuanto tiempo estuvo de esa manera. Su mente dejó de atormentarse por unos segundos.

—Hades...él puede ayudarme...—dijo Deméter para sí, dibujando una sonrisa fina. Después de un momento depresivo, veía una luz de esperanza.

Si Iasión había desaparecido de la Tierra, sólo podía significar que su alma sólo puede llegar a un solo lugar...

El Inframundo, el reino de Hades.

Siempre había mantenido una buena relación con Hades y si él tenía el poder de ayudarla como ningún otro podría para revivir a Iasión, Deméter volvería a ser la de antes y su felicidad regresaría.

No quería nada más.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top