Capítulo 3
Muchos años después...
Sicilia, Italia.
El color dorado brillaba en todo su esplendor. Una dulce ola de viento acariciaba los trigales con espesura. Los campos eran grandes y no existía otro color entre el dorado...pero sí había alguien. Una hermosa diosa de cabellos castaños arrancaba los trigos delicadamente y los acunaba sobre su brazo. Alzó su rostro y secó el sudor de su frente con su muñeca. Aunque fuera cansado, disfrutaba hacer su trabajo de esa manera: le hacía sentir que su existencia tenía mayor propósito.
—¡Deméter!
Deméter abrió más sus párpados y volteó en la dirección donde la habían llamado. Sostuvo los cabellos rebeldes con sus dedos para que no rozaran su rostro. Su sonrisa fue más evidente y el brillo de sus ojos era maravilloso. Soltó los trigos y corrió hacia el hombre que la había llamado. Al poco tiempo, sus cuerpos se fusionaron en un largo abrazo.
—Iasión...no creí que te vería tan pronto —dijo Deméter con cierta incredulidad mientras acunaba su rostro entre sus manos.
Iasión sonrió con ternura y también tomó el rostro de Deméter.
—¿No querías verme?
—Por supuesto...no bromees con algo así —dijo Deméter sin dejar de sonreír—. Es sólo que no puedo creer que estés de regreso. Me has hecho muy feliz.
—Y yo lo estoy de volver a verte...de volver a abrazarte —añadió Iasión inclinando su rostro hacia los labios de Deméter. El tierno beso que le brindó, aceleró el corazón de la diosa.
Unos segundos después, caminaron por el campo de trigal hasta llegar a un árbol que brindaba una sombra complaciente. Iasión ayudó a que Deméter se sentara y enseguida lo hizo él, recargándose en el tronco.
La diosa no dejaba de mirar a Iasión y sentir cómo su corazón palpitaba fuertemente. Sentía ardor en sus ojos porque quería llorar de felicidad. Así era desde que había conocido a Iasión. Después de ese primer encuentro, la ansiedad se apoderó de Deméter y abandonaba el Olimpo más tiempo. Literalmente llegaba sólo a descansar...y ni eso podía concretarlo bien por la emoción. Desde ese momento, Deméter comenzó a ser feliz. Se había enamorado completamente y lo que llenaba su amor era saber y sentir que era correspondido.
Iasión la amaba realmente y su vida también cambió en el momento en que la conoció. Era y seguía siendo una diosa tan hermosa. Y lo amaba. ¡Qué gran dicha!
Habían sido unidos desde entonces a excepción de cuando ella tenía que irse al Olimpo o cuando él tenía que realizar viajes largos para compartir misterios sagrados en varias regiones de la Tierra.
Ahora volvían a estar juntos.
—Presiento que me quieres decir algo —dijo Deméter curiosa, provocando el buen humor de Iasión.
—Te tengo buenas noticias —Le dijo Iasión emocionado.
—¿Buenas noticias? ¿Cómo cuáles?
—Primero, tienes que cerrar los ojos —propuso. Deméter comenzó a reír con cierto nerviosismo e intriga.
—¿Qué vas a hacer?
—Confía en mí. Cierra los ojos —Deméter no se resistió más y cerró los ojos. Iasión aprovechó para tomarle la mano de Deméter y colocar algo en ella. Fue deslizando los dedos apartarlos de la mano—. Puedes abrirlos.
Deméter abrió sus ojos y sintió lo que estaba entre su mano. Extendió sus dedos para ver aquel objeto. Quedó asombrada y confundida. No tenía muchas palabras.
—¿Un trigo de oro?
—Sí, es para ti.
Deméter suspiró lentamente sin dejar de mirarlo.
—Sabes que no me gusta el oro. No debiste haber gastado en algo así —dijo Deméter cohibida.
El oro le recordaba mucho a los demás dioses. En Olimpo abundaba en adornos así.
—No lo compré. Yo lo hice —La diosa alzó las cejas con desconcierto. Desconocía que Iasión tuviera conocimientos sobre la forja—. Mientras estuve en Creta, un campesino que se dedica también a la joyería fue quien me enseñó a hacer esto. Pensé sólo en ti y quise hacerte un detalle.
El semblante de Deméter cambió. Se sintió sumamente enternecida por el gesto de Iasión y lo besó sin pensarlo. En cada caricia y beso dejaba una marca del inmenso amor que sentía por él.
—Entonces, al ser así, lo usaré —Alzó sus manos y colocó el trigo sobre su cabello.
—Luces hermosa —Le dijo con un brillo en la mirada—. Tengo otra sorpresa.
—¿Otra? ¡Estoy emocionada!
—Yo lo estoy aún más.
Iasión y Deméter se levantaron y caminaron en una dirección distinta a la que Deméter acostumbraba. No tomó en cuenta el tiempo que les llevó llegar hasta las orillas del bosque y no importaba porque estaba con Iasión. No obstante, cuando Deméter vio una colina, no pudo evitar preguntar a dónde la llevaba.
—Debe ser una sorpresa muy interesante como para que me lleves lejos de los campos.
—Eso lo decidirás tú y será más pronto de lo que crees. Ya llegamos, sólo hay que subir la colina.
Ese misterio le provocaba ansiedad y excitación. Iasión ayudó a Deméter a escalar la colina. Cuando llegaron arriba, Deméter frunció el ceño.
—¿De quién es la casa?
Iasión sonrió con ternura.
—Es tuya —Deméter se quedó sin palabras. Lo que veía fue más sorprendente que el trigo de oro. Iasión rio por la sorpresa de Deméter—. En una ocasión me dijiste que no te sentías cómoda viviendo en el Olimpo y que deseabas vivir aquí.
Y así era. Deméter no disfrutaba estar en el Olimpo y se lo confesó a Iasión hace tiempo. Cuando lo conoció, tuvo mayor interés por vivir en la Tierra.
—Iasión...no sé qué decirte. Es hermosa —respondió Deméter—, pero...¿cuándo la construiste si acabas de llegar? No me di cuenta porque no exploraba por acá.
—Te mentí. Regresé a Sicilia hace unas semanas y me arriesgué a que me descubrieras mientras estabas trabajando en los cultivos y no en el Olimpo donde podrías darte cuenta fácilmente. Es otra sorpresa que planee para ti.
Deméter sentía un nudo en la garganta por las constantes sorpresas que recibía.
La casa ante sus ojos era pequeña, pero maravillosa. Mucho más de lo que podría ser el Olimpo. Era la casa que habría deseado para vivir en la Tierra...y fue construida por Iasión. No podía creer que no se percatara de que Iasión estaba muy cerca de ella y que estaba construyendo una casa para ella.
—Sobre la casa, aún no digas nada. Sin embargo, este obsequio incluye una propuesta —tomó ambas manos de la diosa y besó sus nudillos—. Deméter, desde que te conocí, supe que serías especial en mi vida y estaba en lo correcto porque me enamoré de ti y no he pensado en otra cosa que estar contigo por el resto de mi vida. No importa si ésta es corta, larga o eterna. Es por eso que quiero que te cases conmigo.
El pecho de Deméter saltaba agitado. Creyó que se desmayaría. Seguía sin poder creer lo que sucedía. De un momento a otro, comenzó a llorar sin darse cuenta. Estaba muy feliz.
—No podría negarme ante la felicidad que siento. Te amo Iasión, no podría amar a nadie más.
Iasión secaba las lágrimas de Deméter con sus dedos.
—¿Eso es un sí?
Deméter rio y asintió haciendo gestos debido al llanto.
—Sí. Quiero estar contigo por siempre.
Iasión sonrió en extrema felicidad y besó a Deméter sin prisas. Tanto él como ella se imaginaban un futuro juntos, el futuro que había ideado desde que descubrieron que ambos estaban enamorados.
No obstante, no era felicidad en todos lados. Alguien que miraba atento la escena desde la distancia, incendió su mirada y su estómago ardía de rabia ante el desacuerdo que sentía.
***
Inframundo.
Habían pasado muchos años desde que Nyx se presentó en el Inframundo. Hades tuvo problemas al inicio de la ejecución de las funciones de los súbditos que Nyx le envió, aunque se fueron disipando poco a poco y fue del agrado de Hades. Ya no le había parecido tan mala idea la ayuda que le ofreció Nyx. Después de algún tiempo, logró encontrar otros súbditos que le ayudarían con la seguridad del Inframundo y de su castillo y otros que le servirían en todo momento.
Esos días de trabajo fueron más intensos que los anteriores. No había ni cerrado los ojos para descansar. Encima, había tenido muchas más responsabilidades que cuando empezó porque estaría a cargo de muchos más seres. Sin embargo, ahora esa parte de la administración de funciones estaba estabilizada. Existía otra que aún no estaba lo suficientemente estructurada: los territorios. Era claro que toda la extensión del Inframundo le pertenecía, pero cada rincón debía tener un propósito para su funcionamiento y eso era lo que Hades debía seguir organizando.
Ahora mismo, Hades permanecía recostado en el sofá de su despacho. Era la única habitación que estaba amueblada con algo decente. La decoración era lo de menos importancia y su despecho era lo más acomodado posible porque era donde trabaja a solas y porque se había convertido en su dormitorio por no despegarse de ahí. Hades pensaba en una manera estratégica para seguir diseñando el Inframundo y relacionarlo con las funciones correspondientes. Tenía su antebrazo sobre su frente. Esperaba poder relajarse al menos cinco minutos. La cabeza le punzaba fuertemente. Sin embargo, no podía descansar como quisiera por dos razones: en diez minutos debía reunirse con los demás y porque debía estar atento de su tormento.
El tormento de Hades se seguía llamando Cerbero.
Todo el tiempo quería jugar y cada vez que lo veía, Cerbero se le abalanzaba encima. No importaba cuántos años habían pasado. El comportamiento de Cerbero era lo único que no había cambiado más que físicamente había crecido un metro y seguía siendo un bebé. Eso era lo que le decían todos. Hades ya había perdido la cuenta de los azotes que se daba contra el suelo desde entonces. Su espalda estaba tan adolorida como su cabeza.
Mientras permanecía acostado, Hades le lanzaba a Cerbero una esfera de caucho que Caronte elaboró como juguete para el can en lugar de corretearlo a él o de molestar a Hades.
¿Dónde lo consiguió?
No tenía idea y era lo que menos le importaba. Hades creyó que con ese juguete, se quitaría de encima a Cerbero.
Si tan sólo hubiera imaginado que no habría mucha diferencia.
El dios del Inframundo se sentía muy engañado con ese juguete, pero lo estaba aún más por Nyx. Según ella, Cerbero le sería útil y hasta el día de hoy, eso no era claro. Cerbero sólo quería jugar y que le hicieran mimos, especialmente si provenían de Hades. Él no tenía el mayor interés en jugar con Cerbero ni de perder tantas horas acariciándolo cuando tenía mucho trabajo, pero el can insistía todo el tiempo siempre con esas lenguas colgando con notoria felicidad.
A pesar de lo frustrante que era todo eso...a pesar de todo...Hades debía reconocer que le había tomado cariño, pero seguía sin entenderlo ni a él ni su propósito en el Inframundo.
Hades lazó más lejos el juguete, disfrutando los segundos de paz. Una de las bocas de Cerbero tomó la esfera y la llevó nuevamente con Hades. La colocó en el suelo, se sentó y movió con su hocico la mano del dios. Era increíble como Cerbero se las había ingeniado para seguir corriendo entre los pasillos y habitaciones con su tamaño. Pronto ya no cabría dentro del castillo, ¿o sí?
Hades suspiró.
—Ya me cansé. Estoy por regresar al trabajo y tú no me dejas descansar. ¿Es que no te cansas nunca?
Cerbero seguía mostrando mucho entusiasmo. No dejaba de mover su larga cola. Hades giró levemente la cabeza, dejando al descubierto uno de sus ojos. El can amenazaba con lanzarse encima. Actuó rápidamente y se levantó para luego caminar por el pasillo. Ni tiempo tuvo para dejar encerrado a Cerbero porque él avanzó rápidamente para ponerse a su lado. El dios suspiró y siguió caminando con postura resignada. Puso sus manos hacia atrás y siguió avanzando hasta llegar a una habitación solitaria donde se pensaba guardar futuros documentos y libros importantes del Inframundo. Por el momento estaba vacía. Sin embargo, Hades se percató por el rabillo del ojo que había alguien ahí dentro. Retrocedió y confirmó quién era.
Thanatos estaba sentado con la espalda encorvada y los hombros sobre sus muslos, su mirada estaba atenta hacia una espada recargada sobre la pared a unos metros de distancia. Hades permaneció observándolo curioso porque no se movía ni hacía ningún ruido, ni siquiera parecía saber que Hades estaba debajo del marco de la entrada. Él no pretendía hablarle pero Cerbero entró a la habitación moviendo la cola y olfateando el suelo hasta llegar a Thanatos, volviéndolo a la realidad. Thanatos miró a Cerbero y acarició una de las cabezas. Más pronto que tarde, volteó hacia Hades quien mantenía su mirada fija en él pero por dentro estaba frustrado por la intromisión de Cerbero.
—Señor Hades, ¿puedo ayudarlo en algo? —Thanatos se piso de pie y se reverenció ante Hades.
No esperaba verlo pronto.
—No, al menos que sepas cómo quitarle esa energía a Cerbero y que esté tranquilo —dijo Hades apacible.
—Lo lamento, pero no —respondió Thanatos—. Mi madre puede saber cómo dominarlo y como le recomendó Hypnos, usted podría pedirle un consejo a ella.
Hades lo miró como si Thanatos estuviera loco. Todos le habían recomendado lo mismo y él no aceptaba que fuera la única idea posible para tranquilizar a Cerbero. Ya había perdido algo de orgullo frente Nyx desde el principio y no perdería más.
—Empiezo a creer que su regalo sólo fue para burlarse de mí —comentó Hades mirando a Cerbero mientras éste se ponía panza arriba.
—Mi madre no es así —rectificó Thanatos con seriedad—. Siempre ayuda a los demás bajo un propósito.
Las cejas de Hades se arquearon.
—¿Altruismo?
—Puede decirse así.
Hades asentía lentamente sin poder creerse por completo que Nyx quisiera ayudarlo de manera sincera y sin intereses ocultos, mientras tanto, volvió a mirar la espada que Thanatos observaba tan fijamente.
—¿Es tuya? —preguntó Hades, señalando con su rostro hacia el objeto filoso.
—Sí. Fue un regalo de mi madre hace años —respondió Thanatos mirando levemente hacia arriba, recordando.
—A Nyx le gusta hacer regalos, ¿no? —Hades suspiró y reconoció que estaba descargando su estrés en una conversación grácil—. ¿Y reconoces el motivo de su obsequio?
Thanatos miraba a Hades por la esquina del ojo. En los últimos años, Hades y Thanatos se habían llevado de manera tolerable. Thanatos había creído que Hades fingía amabilidad con los demás para no hacer enojar a Nyx, pero ahora lo dudaba. Parecía sincero y Thanatos comenzaba a acostumbrarse a su personalidad. Incluso se sentía más cómodo.
Las conversaciones entre ellos no eran muchas pero ninguna de esas había sido informal, siempre fue de trabajo.
—No. Aún no lo sé —confesó Thanatos entre resoplos.
Era verdad. No tenía idea de por qué Nyx le había regalado una espada si siempre le decía que él no era un dios de la muerte violenta.
Entonces, ¿para qué dársela?
—Bueno...si lo que dices de Nyx es cierto, entonces no tienes de qué angustiarte. Ya encontrarás un propósito para esa espada.
Thanatos frunció el ceño y miró a Hades una vez más. Notó que en el rostro del dios del Inframundo no había gestos toscos como los que hacía cuando estaba estresado. Era raro porque hace unos minutos lo estaba, pero ahora sonaba hasta comprensivo.
—¿En serio lo cree?
—Por supuesto. Aunque podría suponer que te la ha regalo para que puedas defenderte en algún momento. Todos los dioses deberían poseer un arma que represente un emblema propio —Se cruzó de brazos.
—Usted no tiene ninguno, ¿o sí?
—Tengo mi casco, forjado por los mismos cíclopes...pero igual podría conseguirme otra arma —dijo de manera despreocupada—. No está de más tener una ante enemigos.
Thanatos se interesó por su actitud. A veces envidiaba su seguridad y se sentía curioso por lo centrado que estaba respecto a los enemigos.
—¿Tiene muchos enemigos? —fingió no saber nada.
—¿Qué si tengo muchos? Demasiados. Los humanos detestan la idea de imaginar que en algún momento vendrán al Inframundo, aunque eso no cambia mucho sus acciones. Saben de mi existencia y me temen...me odian. Soy un dios con muchos enemigos —confesó Hades.
Extrañamente, Thanatos se sintió identificado por la expresión realista de Hades. Su divinidad tampoco era apreciada a pesar de no ser de índole violenta. Le temían y lo odiaban también.
Detestaba esa sensación.
—Ya somos dos...si no contamos a mis hermanas.
—Sí —Hades veía a Thanatos fijamente. Cuando lo conoció era un adolescente inmaduro, ahora era un adulto más equilibrado. Puso la mano sobre el hombro de Thanatos, sorprendiéndolo—. Me equivoqué al juzgarte cuando te conocí. No eres mal muchacho y nunca te avergüences por lo que eres. Sé lo que se siente estar y sentirse solo, pero eso no es malo. Al contrario, te ayuda a ser más fuerte y a conocerte mejor. Sólo cree en ti.
Thanatos no supo qué responder. No creía escuchar en ningún momento tales palabras de aliento de parte de Hades. Increíblemente, le habían reconfortado de la misma manera que Nyx lo hacía para motivarlo.
Una vez más, Cerbero abandonó esa pasividad que tuvo brevemente para intentar jugar de nuevo con Hades muy insistentemente. Corrió alrededor de Hades y de Thanatos y los golpeaba con la cola, al mismo tiempo que amenazaba con aventarse de nuevo.
—Ay no...otra vez —dijo Hades con agobio.
—Señor Hades, lo estábamos buscando en su despacho —dijo Hypnos en compañía de Pyrena.
A Hypnos estuvo buscando a Thanatos desde hace rato y no lo encontró hasta ahora. Fue una sorpresa para él verlo platicando con Hades después de tantas veces que deseaba evadirlo con arrogancia.
Cerbero prestó atención a los recién llegados y aunque seguía mostrándose muy feliz, no se abalanzaba contra nadie que no fuera Hades.
—Ahí estaba y mejor vayamos allá —ordenó Hades saliendo de la habitación, siendo seguido por los demás.
Al llegar al despacho, Hypnos fue el primero en hablar al ver el desorden que había ahí.
—¿Cómo se lleva con Cerbero? —preguntó Hypnos aún conociendo la respuesta.
—No deja de seguirme —dijo Hades cansado.
—Creo que es necesaria una puerta.
—¿Estás seguro? —preguntó Hades sarcástico—. A Cerbero nadie lo detiene. Ni yo mismo puedo hacer que él se detenga...mucho menos lo hará una simple puerta —Hades se sentó en el sofá antes de ponerse completamente de pie—. Además, le gusta estar aquí en esta habitación —comentaba Hades, resignado.
—O quizás, usted le agrada demasiado y por eso quiere estar a su lado —comentó Pyrena.
El dios suspiró largamente. No tenía ni idea de cuando sería el día en que se acostumbraría ese giro radical en su vida.
—Ya es hora de volver a discutir sobre los ríos, ¿no es así? —Hades cambió de tema.
—Sí y no. Ha llegado una carta de Hermes —dijo Hypnos.
Hades no podía creer que siendo apenas un niño de cinco años, Zeus le diera a Hermes una gran cantidad de trabajo y lo mandara a repartir los mensajes que los demás dioses requerían. En esos años, el Olimpo había presentado mayor movimiento en cuanto a inquilinos se trataba.
—No quiero recibir cartas de Zeus. Si lo hago, me volveré loco —Hypnos y Pyrena se miraron entre sí. ¿Cómo supo que eran de Zeus? Hades notó sus expresiones y pareció leer su mente—. Sé que es mi hermano Zeus porque nadie más me envía cartas —aclaró al suponer lo que pensaban.
—Comprendo, señor Hades. Sin embargo, le sugiero que lo reconsidere. Parece ser algo muy importante —explicaba Hypnos.
Hades dibujó una sonrisa falsa.
—Para Zeus supongo. Él puede considerar importante y de alta urgencia comentar que ha perdido un cabello cuando a mí me parece ridículo. En fin, así es Zeus —A pesar de no tomarse en serio lo que su hermano le haya escrito en esa carta, tomó el rollo y lo abrió para leerlo.
No era nada absurdo, pero tampoco consideraba que fuera realmente una urgencia.
—¿Se encuentra todo bien, señor? —preguntó Pyrena.
—Quiere que vaya al Olimpo. Al parecer, tiene algo que decirme sólo a mí y que no puede esperar —Enrolló de nuevo el pergamino y sobó su frente.
—¿Se habrá enterado que el Inframundo sigue sin estar del todo estable? —Se cuestionaba Pyrena.
—Aunque así fuera, los dominios son del señor Hades. El señor Zeus no puede interferir —dijo Hypnos con determinación.
Hades esbozó media sonrisa en agradecimiento por las palabras de Hypnos que reflejaban respeto hacia él.
—Será mejor ir con él. Si me molesta más tarde cuando tenga más trabajo, perderé la cabeza —indicó Hades.
Hypnos mostró su apoyó con un movimiento con su cabeza. En cuanto Hades se marchó, Pyrena se llevó a Cerbero con ayuda de uno de sus juguetes de caucho. Al cerrar la puerta, Thanatos se sentó en la silla de manera preocupada y silenciosa. En los primeros días que llegaron al Inframundo, Thanatos presentó varios cambios. De una actitud arrogante había cambiado a una más seria. Hypnos siempre notaba que Thanatos se quedaba pensativo y con semblante de agobio que rápido deshacía cuando alguien se acercaba.
—Te había dicho que era mejor que cambiaras tu actitud, pero no me refería a esta manera —comentó Hypnos, tomando de sorpresa a Thanatos.
—Y cambié, ¿no? —protestó seriamente.
—Sí, pero no así. Algo tienes desde hace años que no has querido revelar —dijo Hypnos y Thanatos rodó la mirada plateada.
—A Hypnos no se le escapa nada —comentó Thanatos con sarcasmo.
—Lo digo en serio. Hay ocasiones en las que desapareces sin decir a dónde vas y ya me cansé de justificarte con Hades, o más bien de mentirle acerca de dónde estás cuando claramente no estás en el Inframundo. Si no me dices ahora a dónde vas, tendré que preguntárselo a nuestra madre —advirtió Hypnos.
—Me sorprende que no lo hayas hecho desde la primera vez que tenías esa duda —dijo Thanatos cansado.
—Si no lo hago es porque no quiero meterte en problemas...pero eres tú el que me mete en problemas a mí. ¿En qué andas metido?
Thanatos empezaba a frustrarse. Cuando Hypnos quería ser molesto, de verdad lo era y a ese punto, dudaba de que fuera a quitárselo de encima. Eso era un problema. Trató y creía que engañaría a todos al mostrarse como lo conocían por al menos un tiempo y lo había logrado menos con Hypnos.
—No puedo estar metido en el castillo todo el tiempo. Necesito de mi espacio, recuerda que estoy aquí por obligación —suspiró hondo, esperando encontrar una excusa rápida para quitarse a Hypnos de encima—. Han pasado años y ambos hemos crecido. Sigo descubriendo mi verdadera personificación y no estoy cómodo con lo que me tocó. Me gusta estar solo y quiero seguir conociéndome —dijo Thanatos con una mezcla de verdad.
Thanatos aún no se aceptaba como dios de la muerte y eso que ya había llevado a cabo su labor en la Tierra al cumplir con el fin del destino marcado por su hermano Moro. Lo único que lo reconfortaba, si es que podría decirse así, es que al menos no era violento como su hermana Ker. De haberlo sido, la historia sería muy diferente.
—Eso no justifica que descuides tu responsabilidad —resopló Hypnos—. ¿Crees que puedas llevarle esto a Caronte, ya que te gusta estar solo? Es para que esté enterado de unas indicaciones que el señor Hades dictó por la mañana con respecto al río Aqueronte.
Hypnos le entregó un pergamino para Caronte escrito por el mismo Hades.
—¿Algo más? —preguntó Thanatos con calma. Le convenía salir del castillo porque quería despejarse de nuevo.
—Esperarás ahí hasta que el señor Hades y yo vayamos, ya que tendremos que ver un asunto relacionado con el río Aqueronte. No tiene caso que vengas aquí —explicaba Hypnos, notando el hastío de Thanatos—. También sirve que despejas tu mente y te enfocas en lo que debes hacer.
<<Enfocarme en lo que debo hacer...>>, pensó brevemente Thanatos con sarcasmo.
Era exactamente lo que no sabía.
***
El Erebo
Érebo estaba furioso. Desde hace días que no podía sentirse de otra manera. Después de que Ápate y Dolos salieran de esa caja, se presentaron ante él para buscar de su apoyo en caso de que Nyx quisiera castigarlos por las ofensas que cometieron antes de ser encerrados por Zeus en esa caja. Érebo no había desperdiciado la oportunidad de aprovecharse de ellos para deshacerse de Hades sin que él tuviera que meter las manos. Los convirtió en sus súbditos pero manteniendo siempre sus intenciones ocultas ante todos, especialmente de Nyx. Lo haría de la misma manera en que ella ayudó a Hades sin contárselo. Le ocultó los apoyos y consideraciones que tuvo con Hades y no se habría enterado tan pronto de no ser por Ápate y Dolos. Fuera de eso, sus sobrinos no habían logrado nada más.
Hades seguía intacto. Eso lo enfurecía.
A diferencia de Nyx, él nunca mostraría cordialidad con ningún otro dios, irónicamente menos con su familia directa. Sus sobrinos eran para él sólo instrumentos para lograr su cometido. Para él, eso era un signo de debilidad del que podrían aprovecharse para traicionarlos.
Los dioses inferiores debían conocer su lugar. Todos.
Buscar la manera de cómo deshacerse de Hades sin que Nyx interfiriera ni que lo relacionaran con su pronta ruina, era su objetivo. Y hasta ahora no tenía avances. El inconveniente para sus planes era la falta de acción por parte de sus súbditos.. Seguía sin conocer algún tipo de punto débil de Hades.
—Han pasado años...y no han logrado hacer nada en contra de Hades, ¿será que deba esperar otros años más?—preguntaba con aire irónico y conteniendo su ira.
Ápate y Dolos se encontraban arrodillados ante él.
—Nos hemos mantenido atentos y a la vez, sigilosos. No es fácil actuar contra Hades porque otros más están cerca de él —explicaba Dolos sin tapaduras.
Érebo torció la boca, inconforme.
—¿Estás diciendo que no pueden hacer algo tan sencillo?
—Lo que digo es que necesitamos más tiempo. Si no es Hypnos el que está con Hades, es algún otro que puede informarle a nuestra madre de movimientos raros —dijo Dolos sin chistar—. En todo caso, Thanatos es el que menos ha trabajado. Supuestamente decidió estar cerca de Hades para indagar en alguna debilidad y ni siquiera ha venido a informarle nada. Nunca puede...así que debería reclamarle a él en lugar de a nosotros.
Era lo mismo que Ápate opinaba pero a diferencia de su hermano, ella era un poco más precavida. No se atrevería a hablarle de esa manera. Se quedó observando a Dolos, transmitiéndole con una sola mirada que se retractara.
Érebo permaneció rígido ante ese atrevimiento de Dolos. Había sido demasiado lo que hizo. No toleraba comentarios imprudentes ni irrespetuosos. No obstante, Érebo sólo esbozó media sonrisa, conteniendo aún más la ira que sentía.
—Sí, tienes razón —respondió Érebo con voz muy ronca—. Ápate...
—Sí, señor —fijó su atención en el dios.
—Hay algunas ninfas en el Inframundo, cerca de Cocitos y los ríos de lava. ¿Por qué no me traes algunas? Me encuentro un poco aburrido últimamente y tener siervas a mi lado para complacerme, sería lo mejor. Tú sabes elegirlas muy bien —comentó Érebo—. Sé que sabrás elegir las mejores para mí.
Ápate no estaba de acuerdo con tal orden, pero no era capaz de negarse delante de él. Estaba cansada que sus principales órdenes a seguir, sin contar la de deshacerse de Hades, sea sólo conseguir mujeres para él. Tampoco iba a quejarse abiertamente.
—Sí, señor, lo que usted diga. Le buscaremos las mejores —indicó Ápate, dando media vuelta.
—Creí haber sido específico. Dije que tú fueras por ellas, Dolos no —mencionó Érebo con palabras ácidas. Ápate frunció el ceño y miró a Dolos en complicidad—. Dolos me compartirá más de sus opiniones sinceras. Él te mantendrá al tanto en cuanto regreses.
Dolos ignoró rápidamente a Ápate. Ella asintió de nuevo y se marchó de allí, con cierto grado de desconfianza. Siempre que Érebo los llamaba, hablaba con ambos, no con uno. Una vez que Ápate atravesó la enorme puerta, las órbitas amarillas de Érebo se fijaron en el joven.
—No quise ser imprudente —confesó Dolos tras analizar la mirada que Ápate le dedicó antes de irse. Sabía qué quería decir—. Perdóneme, por favor.
—No te disculpes. Has sido sincero y eso me agrada. Deberías tomar esa misma convicción en lo que te pido hacer sin justificarte por las acciones de otros.
—Lo hago y se me han ocurrido varias ideas desde que le juré lealtad, pero Ápate siempre me decía que era mejor sólo hacerle caso a usted y no expresarle nada —indicó Dolos.
—Por eso quería hablar contigo a solas, es por eso que quería que Ápate se fuera —dijo Érebo con calma—. Ella te limita demasiado. Si no fuera por Ápate, te habría escuchado desde el inicio y tal vez...una de tus ideas habría tenido resultados.
Dolos frunció el ceño con extrañeza.
—Eso...lo entiendo. Sin embargo, mi hermana va a enterarse. No tenía por qué enviarla con una excusa para estar a solas. Va a terminar enterándose porque ambos trabajamos juntos.
Érebo se inclinó hacia enfrente, posando su codo sobre su pierna.
—¿Sigues sin entender? —Érebo se levantó de donde estaba sentado y fue bajando los escalones, imponiendo con su postura y cruel mirada que lo caracterizaban—. Ustedes dos son muy cercanos y aunque posean la misma personificación, no son iguales. Tú eres más ingenioso y Ápate es una cobarde. Así son las cosas.
—¿Por qué me dice esto? —preguntó Dolos confundido.
—Porque eres más fuerte que Ápate y no quieres reconocerlo.
Dolos lo negó enseguida.
—Lo somos ambos. Trabajamos juntos —insistió.
—Es lo que quieres ver, pero no es así. Te lo digo yo y es cierto —Érebo puso la mano contra su hombro. Dolos observó el contacto; otra acción más que lo dejó confundido—. Puedes ser más fuerte de lo que ya eres. No necesitas a Ápate para demostrarlo. Tú vales por cuenta propia.
Érebo observaba muy atento como Dolos parecía acceder más a sus afirmaciones. Se notaba desconfiado pero más accesible.
—¿De verdad usted lo cree? No creí que fuera de los que reconocen los atributos de los demás...a excepción de Thanatos. Ha tenido más consideraciones con él desde siempre.
—Con los años me voy dando cuenta quienes son leales y quienes no —comentó Érebo imaginándose a Thanatos. Lo que Dolos le había reclamado respecto a él era cierto. Se notaba cómo Thanatos había cambiado desde que conversó con él y le hizo decidir entre ser leal a Nyx o a él—. Por su bien espero que cumpla con su lealtad...en cuanto a ti, te tengo confianza. Con lo que están haciendo, a ojos de tu madre, sería una acción indebida e incorrecta, pero para mí no. Yo tengo tanto poder como Nyx y si obtengo lo que quiero, puedo darte mayores poderes. Un mayor status. Serás reconocido y te temerán si yo lo deseo. No necesitarás estar más tiempo entre las sombras.
La propuesta de Érebo fue tentadora incluso ante la desconfianza de Dolos. Eso que recientemente había dicho era completamente verdad. Siempre habían vivido entre sombras, y después de que Zeus los encerró en esa caja, perdieron el poco prestigio que tenían. Sus otros hermanos eran más reconocidos y respetados que ellos dos.
—Ápate también merece lo que propone.
Érebo apartó la mano e hizo muecas de repudio.
—Es una inútil. Si considerara lo contrario, sería a ti a quien mandaría a buscarme diversión —Se cruzó de brazos—. Es la última vez que te lo preguntaré...¿deseas poder y reconocimiento? Si tu respuesta es sí, sólo tienes que compartirme una de tus brillantes ideas y llevarla a cabo. Es lo único.
Dolos lo pensó seriamente. Ya no quería seguir siendo el lacayo de nadie. Quería una posición, un respeto y un miedo. Se había imaginado en distintas ocasiones ser como su madre, que los mismos dioses le temieran. Viendo de otra manera las circunstancias, lo que Érebo pedía a cambio, no era tan complicado. Incluso podría utilizar el arte del engaño para lograr acercarse a Hades sin levantar sospechas o hacer que otros lo hicieran por él. Así se manejaba Ápate y él.
—De acuerdo. Tengo una idea que será sencilla y que hará que Thanatos le compruebe su lealtad de una vez —dijo Dolos sonriendo maliciosamente.
—¿Y eso qué es? —demandó saber Érebo.
—Que sea el mismo dios de la muerte el que acabe con Hades —dijo Dolos con satisfacción—. Yo seré el que se asegure de que eso se cumpla. Si Thanatos de verdad está de su lado, esto será más sencillo.
Al fin Érebo sonrió con malicia y alzó el mentón con arrogancia. La idea no estaba del todo mal.
—Excelente idea. Eres brillante —Lo halagó—. Te darémi total confianza para que cumplas con tu propósito...sólo voy a pedirte una cosa más.
—Lo que usted me ordene —dijo Dolos complacido.
—Ápate no puede enterarse.
Dolos asintió lentamente. Le habría gustado que Ápate lo ayudara en su labor, pero eso le generaría conflictos con ella. Haría caso de Érebo por fin. No le diría nada a Ápate para que no controlara como siempre. Iba a brillar por cuenta propia. Lo haría por fin.
—No se preocupe, voy a hacerlo. Esta misma noche, cuando mi madre cubra el cielo con su manto...comenzaré a persuadir a Thanatos para que cumpla con lo que nos ha pedido.
—Muy bien. Andando...comienza ahora y tráeme buenos resultados.
Dolos asintió y se fue completamente orgulloso de su conversación con Érebo. Ya se imaginaba todos los beneficios que tendría en cuanto pudiera cumplirle a Érebo. Sin embargo, no era el único con sus propios planes. Érebo tenía los suyos propios, creados por la ira, cansancio y ofensa que sentía por la inutilidad de sus sobrinos, principalmente de Thanatos. De verdad esperaba que él le respondiera a su lealtad como le había indicado en alguna ocasión y que no se le ocurriera traicionarlo.
Eso no se lo perdonaría.
***
Olimpo.
Hades recién había llegado y se presentó inmediatamente en el palacio de Zeus. Tenía mucho tiempo que no visitaba el Olimpo y se veía muy diferente. Perfectamente decorado con plantas, flores y adornos de oro puro sobre el mármol de cada palacio. Además de que en esos años transcurridos surgieron otros dioses que comenzaron a habitar el Olimpo. Se trataban de los hijos de Zeus con Hera. Hace un par de años que habían contraído matrimonio y habían tenido dos hijos. De acuerdo con la versión de Hera, uno de ellos no logró sobrevivir y el otro permanecía a su lado. Se trataba de Ares, un niño de al menos ocho años y del que Hera estaba orgullosa. Una emoción que Zeus no compartió desde que nació. También se encontraba en el Olimpo otro hijo de Zeus, menor a Ares y que había sido producto de un desliz de Zeus con una ninfa con la que se había metido tras la decepción del dios por tener hijos varones.
Tras repasar aquellas noticias de años, Hades por fin logró llegar al palacio de Zeus y Hera. Ingresó a él y fue raro no ver a Hera ahí, sólo a Zeus y para variar, no se veía contento.
Algo no estaba bien.
—Llegas tarde —dijo Zeus como reclamo. Él estaba enfadado, algo poco inusual en el dios.
—Tenía cosas que hacer. Tengo mucho trabajo por hacer —respondió Hades.
—Ya lo creo —contestó Zeus con indiferencia.
—Vaya, y creí que yo era el de mal humor. Espero que no me hayas llamado para pedirme ayuda sobre tus problemas maritales como la última vez porque te recuerdo que yo no comparto la misma situación.
Zeus respiró hondo y resopló con irritación. Hades estaba en lo cierto, ese día no tenía sentido del humor.
—No voy a pedirte ayuda, pero sí quiero discutir un asunto contigo que sí comprenderás, ya que estás involucrado.
—¿Ah, sí? —Hades se cruzó de brazos—. Lo que sea, será mejor que me lo digas cuanto antes. Como te dije, estoy ocupado. Estoy construyendo el Inframundo todavía.
—Sí, sí. Esto será rápido —dijo Zeus haciendo un ademán con la mano—. Supongo el trabajo no ha impedido que te enteres quién es Pandora y lo que hizo en el pasado.
—Si hablas sobre los males liberados en la Tierra, sí. Estoy enterado —dijo con cierta inconformidad—. Gracias a su existencia es que surgieron los humanos y por fin el Inframundo ejerció actividades hace algunos años. ¿O debería darte las gracias a ti? —preguntó irónico.
—Ay Hades, no quiero sermones. Escucha primero lo que tengo que decirte —pidió Zeus mientras se sobaba las sienes.
—Di de una vez de qué se trata —pidió Hades con menos paciencia.
—Se trata de Pandora —respondió Zeus.
Hades mostró fastidio.
—Ya lo dijiste. ¿Qué hay con ella?
Zeus recargó toda la espalda en el respaldo del trono. Consideraba si lo que iba a hacer era correcto, pero no se le ocurría otra razón. Además, era lo justo.
—Se ha convertido en una mujer mayor y su función en la Tierra ha terminado. Los males que se esparcieron por la Tierra cuando ella abrió la caja fueron más peligrosos de lo que pensé. Los humanos se han vuelto malvados, al menos la mayoría y estoy cansado de eso.
—Hasta donde yo me quedé, eso era lo que tú querías —mencionó Hades sin tapujos—. En fin, ¿qué decisión tomaste? —preguntó con la mirada arriba.
—Con los humanos...voy a deshacerse de todos ellos —respondió inmediatamente. Hades frunció el ceño—. Eso significa que tendrás mucho trabajo pero será e último. No tiene caso que continúes construyendo el Inframundo si en un tiempo ya no habrá humanos —dijo Zeus indiferente.
—Espera...¿me estás...? —Hades sobó su nariz, tratando de controlar sus emociones—. ¿Lo dices en serio?
—Sí. Creo que será lo mejor —resopló—. En fin, en cuanto a Pandora, quiero pedirte que reciba el castigo que le corresponde.
Una sorpresa más para Hades.
—¿Cómo? ¿Qué castigo?
—¿Cómo que cuál? Ella abrió la caja que desató todos los males...merece un castigo.
El dios del Inframundo estaba a punto de tener otro de sus tics.
—¿Primero la usas de marioneta y ahora te quieres deshacer de ella? ¿Y encima quieres que se le castigue por algo que tú hiciste?
—No lo había hecho si Prometeo y Epimeteo no me hubieran traicionado. Ellos tienen la culpa inicial —Zeus se justificó—. Hace tiempo me mandaste un itinerario sobre algunas divisiones que habías hecho en el Inframundo para cada alma humana, de acuerdo a sus crímenes en la Tierra. Pandora debe estar en un lugar de ellos, haya tenido la culpa o no.
—Es increíble —comentó Hades con sarcasmo y frustración. A quien deseaba mandar al Tártaro era a Zeus, pero sería algo imposible—. ¿Se te ocurre algo más?
—De hecho sí —respondió Zeus de pronto y Hades puso semblante de dolor—. Ordénale a Thanatos que vaya por ella inmediatamente y la lleve contigo al Inframundo. Ahí tú decidirás qué castigo otorgarle.
Los ojos de Hades irradiaron rabia. Le molestaba mucho la indiferencia con la que Zeus hablaba y resolvía los problemas que él mismo creaba. Sobre todo, que lo involucrada sin avisarle siquiera.
—¡¿Qué pasa por tu cabeza?! Me lanzas tus problemas en el mismo momento en que me ordenas lo que debo hacer —exclamó Hades.
—Espera, Hades. Yo no te estoy ordenando. Te estoy proponiendo que lo hagas. Ahora eres el dios del Inframundo y en tu reino se decidirán los castigos a quienes osan contra otros en la Tierra. Por eso te lo digo a ti —parafraseó sus propias palabras.
—Es insulso lo que quieres —dijo Hades con severidad.
—Es lo que tiene qué hacerse. Si no deseas hacerte cargo de ella, igual puedo destruirla.
Hades rodó la mirada. A Zeus le resultaba tan sencillo resolver los problemas de la manera menos responsable posible. A pesar de que era su trabajo cumplir los castigos de las almas en el Inframundo, le gustaba basarse en la justicia y lo que quería Zeus no lo era al cien por ciento. Para él fue mejor encargarse de Pandora a que Zeus la eliminara cruelmente.
—Está bien —dijo Hades. Pandora incluso alzó la mirada hacia el dios, impresionada con su respuesta—. Le diré a Thanatos que vaya por ella.
Zeus asintió y pronto añadió algo más.
—Hay alguien más de quien debo hablarte y que probablemente vaya al Inframundo en poco tiempo.
Hades volteó el rostro para ver de nuevo a Zeus.
—¿Quién?
—Iasión, es alguien desagradable para mí —confesó sin más—. Pienso deshacerme de él y me gustaría que recibiera un castigo cruel.
—¿Ah, sí? —Hades ya no se tomaba en serio a Zeus después del asunto de Pandora y el supuesto diluvio que pretendía hacer—. ¿Y cuáles se suponen que son sus perjurios?
—Traición. Se fijó en alguien que no debía —respondió con rabia contenida.
Hades no ocultó su desaprobación y hastío.
—¿Bromeas? Ese perjurio no nada grave en comparación a otros. Me resulta absurdo que me pidas esto, pero aún más que pienses que también voy a hacerte caso.
—Si no lo haces tú, ya veré yo qué haré con él, pero no permanecerá ileso en vida ni en muerte. Eso te lo aseguro.
—Tus problemas personales no tendrías por qué enfrascármelos a mí. Si decides lastimarlo y va al Inframundo, será juzgado con forme a sus acciones en la Tierra, no a tus peticiones.
Zeus no estuvo contento con la respuesta de Hades. Si bien era cierto lo que su hermano le recordaba, sus celos no permitían ser justo. Quería que Iasión sufriera por estar con Deméter, mientras que también quería que la diosa sufriera y entendiera que no debía estar con él, que su destino era que regresara al Olimpo.
—¿Y no podrías hacerlo como un intercambio? —preguntó Zeus con un último intento de convencer a Hades.
—¿Disculpa? —preguntó Hades con sorna—. ¿Intercambio por qué?
—Si me ayudas a darle el castigo merecido por traición a Iasión, a cambio yo te apoyaré en lo que sea que me pidas sin excepción alguna.
La oferta que presentaba Zeus, a su propia percepción, parecía ser única y fantástica. Para Hades, era sólo un capricho de su hermano que en nada beneficiaría a él.
—Tienes mucha convicción al ofrecerme ese intercambio y creer que voy a aceptarlo.
—¿Y por qué no lo harías? No des por hecho nada, Hades. En algún momento podrías requerir de mi apoyo, y eso conlleva a tener el apoyo de los demás dioses. Sea lo que sea, yo voy a estar de tu lado.
—Debes tener mucho resentimiento —comentó Hades.
—Piénsalo si quieres, pero no tienes mucho tiempo —insistía Zeus—. Te estoy ofreciendo un buen trato. Tampoco es nada perverso, sólo justo. —Al notar que Hades seguía sin considerar el trato, Zeus optó por revelarme más detalles aunque no fueran tan certeros—. Si quieres saber mejor por qué te estoy pidiendo esto, es porque Deméter está involucrada.
Hades alzó las cejas mostrando interés por la situación.
—¿Qué tiene que ver Iasión con Deméter?
—Mucho. Él la ha manipulado a su conveniencia, lo ha hecho desde hace años y es por esa razón que Deméter quiere dejar el Olimpo definitivamente. La enamoró y ella cayó ciegamente. Él sólo desea utilizarla.
El dios del Inframundo no podía creer eso. ¿Deméter enamorada? Eso sí que lo tomó por sorpresa.
—No he hablado con ella desde hace tiempo, me cuesta creerlo.
—Créelo. Está cegada por él. Yo se lo advertí, pero no ha querido escucharme. Lo ideal es que ambos estén separados para que Iasión no la lastime, pero no puedo enviarlo a él a ningún otro lado en la Tierra porque Deméter lo buscaría sin parar y estaría de nuevo con él —suspiró pesadamente—. Sé lo mucho que quieres a Deméter, no te lo quise decir en un inicio para que no te enojaras, sin embargo, no me dejaste otra opción.
No quería aceptarlo abiertamente, pero Hades sí se había enojado de sólo imaginar que alguien intentaba utilizar y hacer daño a Deméter o a quien sea que él estimara. Le parecía algo osado e imperdonable.
—¿Todo eso que me dices es verdad? —preguntó Hades, conteniéndose.
—Sí —respondió Zeus—. ¿Ahora entiendes por qué quiero que lo castigues? Es ofensivo e intolerable que cualquiera desafíe a un dios y se crea superior a nosotros. Deméter no lo entenderá por ahora, y aunque no quiera de nuestra ayuda, yo quiero hacerlo. No puede estar cerca de él.
Hades meditó seriamente lo que Zeus le proponía con lo que le había contado de Deméter. No tenía idea de que las cosas fueran tan delicadas. Por supuesto que no quería que nadie dañara a Deméter, al mismo tiempo que aceptaba que ella era resiliente y obstinada, si Iasión la había manipulado, Deméter se negaría a reconocerlo.
—¿Un castigo por traición? —preguntó Hades. Zeus asintió.
—Sí, es lo menos que merece.
El dios del Inframundo tardó en responder porque aún meditaba muy bien sus decisiones.
—Tengo que pensarlo, tampoco quiero faltar a lo justo —respondió Hades.
No era lo que Zeus esperaba, pero ahora notaba duda en el veredicto de Hades.
—Lo dejo en tus manos, sólo te pido que sea rápido.
Hades ya estaba cansado y pensativo con todo eso y no creía aguantar más tiempo. Se despidió y salió del palacio, dejándolo solo. Zeus se expandió en su trono para buscar una relajación que fue inútil conseguir. Entre más intentaba olvidar lo que vio hace unas horas, su orgullo le hacía aferrarse a lo sucedido. Eso y porque Zeus estaba encaprichado con una mujer que hasta ahora, lo había rechazado incontables veces con el pretexto de que no deseaba estar con nadie.
Si eso era así, ¿cómo es posible que se estuviera besando con alguien?
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando escuchó voces femeninas fuera de su palacio compartido con Hera y cuando se dio cuenta que Hades no se había marchado aún. Hades no tuvo mucha elección ya que saliendo del palacio de Zeus se encontró con sus hermanas y Hestia fue la primera en saludarlo e invitarlo a reunirse con ellas. Se levantó y fue a asomarse para averiguar qué hablaban y quiénes más se encontraban ahí.
—No puedo quedarme. Sólo vine a hablar con Zeus brevemente y ya debo irme —decía Hades ante la insistencia de Hestia.
—¿Hay mucho trabajo? —preguntó Hestia.
—Siempre lo hay —indicó Hades con precisión. Deslizó su mirada oscura en cada una de sus hermanas y notó que estaban ansiosas. El brillo de los ojos de Deméter era más intenso de lo que recordaba. Al verla, no pudo creer que esté manipulada por Iasión—. ¿Traman algo? —trató de mostrarse más relajado.
—No, no es eso hermano. Lo que sucede es que...—Hestia fue interrumpida por Deméter y señaló con su mirada el palacio de Zeus.
Todos entendieron que sea lo que sea que fuera a contar Deméter, Zeus no merecía saberlo. Sin embargo, Hades no pasó por alto el semblante de preocupación de Hestia y Hera. Con lo que Zeus le dijo, era inevitable no ser meticuloso con las reacciones.
—En mi palacio mejor —dijo Deméter.
Los dioses comenzaron a caminar hasta que llegaron al palacio de Deméter. Primero ingresaron Hera y Hestia, esperaban que Hades entrara también, pero él se quedó afuera. No era intencional, pero Hades tenía muchas cosas en la cabeza que debía analizar.
El Inframundo tenía que estar completamente organizado lo antes posible y tenía que considerar el trato de Zeus en caso de ser necesario.
—¿No entrarás? —preguntó Deméter al verlo de pie sin caminar.
—En serio debo irme, Deméter. Quisiera quedarme un momento más, pero tengo mucho trabajo —dijo Hades.
—Lo entiendo. Tampoco esperaba encontrarte aquí...aunque quiero que sepas que pretendía ir a buscarte para contarte personalmente lo que voy a contarles a ellas.
Hades alzó ambas cejas.
—¿En serio? Debe ser muy importante.
—Lo es.
Deméter lucía muy distinta. Hades podía estar completamente seguro de que era la primera vez que la veía de esa manera y se sentía bien por ella. Percibía que explotaría en cualquier momento para contar su noticia.
—Entremos, puedo tomarme algunos minutos más —indicó Hades sorprendiendo a Deméter.
—¿Lo dices en serio? —Deméter se mostró contenta.
—Sí, no tengo a quién rendirle cuentas.
Deméter agradeció con un gesto y ambos se reunieron con sus hermanas.
—Ya no podemos esperar más, hermana. Te vemos tan feliz Deméter. No cabe duda que, desde que pasas más tiempo con los humanos, eres diferente —comentaba Hestia con cierta inseguridad, sentándose en un diván hecho de mármol.
Deméter se sentó a su lado y Hades se quedó de pie.
—No lo niego...—alzó la mirada mientras recordaba a Iasión—. Ha sido de las mejores decisiones que he tomado. Aunque sigo descansando aquí cada noche, he convertido a la Tierra en mi hogar —Deméter se sinceró.
—¿Y se le debe a alguien tal dicha? —preguntó Hestia sonriente.
Hades frunció el ceño, esperando que no se refiriera a Iasión.
Deméter no pudo evitar sonreír y ruborizarse. Así no se ponía cuando estaba en el Olimpo, sólo en esta ocasión.
—Vengo a compartirles una decisión definitiva. La que debí haber tomado rígidamente ante Zeus —indicaba Deméter e hizo pausa para contener su emoción—. Viviré en la Tierra totalmente y lo haré con el hombre que amo.
Lo que Zeus le contó de Iasión y Deméter, con lo que la diosa contaba, comenzaba a tejerse y tener sentido y temía por el resto.
—¿Estás enamorada? —preguntó Hades aún desconcertado.
—Sí. No es algo tan imposible —respondió Deméter bromeando.
—No quise decir eso...es sólo que no lo imaginé. No estaba enterado —mintió.
—No es de sorprender hermano, estás demasiado ocupado como para haberte enterado. Pero la realidad es que Deméter vivirá con él de ahora en adelante —indicaba Hera con su ya conocido semblante rígido.
Hestia casi saltó de felicidad, pero Hera se mantenía más en límite. No era porque no se alegrara totalmente de Deméter, sino que verla tan feliz por Iasión la hacía recordar las carencias que tenía en su propia relación con Zeus, la cual había comenzado a tener problemas desde que nació Ares. La traición de Zeus con la ninfa Maya trató de ignorarla lo mejor que pudo por mantener su matrimonio prospero, pero era muy difícil no acordarse cuando Zeus llevó a Hermes al Olimpo para que viviera con ellos. La relación de Zeus con Hermes era totalmente diferente a la que tenía con Ares.
¿Por qué se había comportado así? ¿Por qué Zeus había cambiado tanto?
—Hera...Hera...—Hestia comenzó a llamarla hasta que la hizo reacción.
—¿Qué sucede? —preguntó Hera.
—Te preguntaba qué opinabas acerca de la decisión que tomó Deméter, ¿en qué andas pensando? —preguntó Hestia.
—En nada...bueno, sólo en la felicidad de Deméter. Mereces ser feliz y me alegro de que lo hayas conseguido —indicaba Hera, sonriendo sutilmente.
Deméter miró detalladamente a Hera, comprendiendo una parte de su actitud. Su hermana no era feliz a lado de Zeus, por mucho que se esforzara por demostrárselo a todos.
—Gracias. Creo que pronto requeriré de tu ayuda —Le decía Deméter a Hera, desconcertándola.
—¿Por qué?
—Porque...Iasión me ha pedido que me case con él —respondió Deméter.
Una sorpresa más para Hades que seguía esperando que fuera mentira. Desafortunadamente, la verdad empezaba a aclararse.
—¿No vas a decir nada? —preguntó Hestia a Hades. Él la miró fijamente.
—Me doy cuenta de que no he estado al corriente con algunos asuntos —respondió Hades con cierta vergüenza mientras pasaba una mano detrás de su cuello, conteniendo también sus pensamientos—. Y a todo esto...¿Zeus qué dijo al respecto? —Deméter torció los labios y se cruzó de brazos con molestia—. ¿No vas a decírselo?
—Preferiría que no hacerlo. Después de todo, yo tomó la dirección de mi destino y él no es quien para intervenir en él —añadió Deméter con total seguridad.
Hestia volvió a mostrar inquietud por el asunto.
—Aunque me alegro de que seas feliz, no sé. Presiento que la decisión que tomas no tendrá un buen rumbo si no limas asperezas con Zeus —confesaba Hestia—. Si se entera de lo que quieres hacer sin su consentimiento, se sentirá ofendido.
—¿Por qué él debería sentirse ofendido? —preguntó Deméter antes de resoplar con frustración—. Siempre hablas como si le tuvieras miedo —indicó Deméter con una ceja arqueada.
—¿Yo? No, no...nada de eso. Sólo no me gusta que nosotros estemos envueltos en algún conflicto —respondió Hestia evitando mencionar la fraternidad.
—Casarte...eso sería demasiado —confesó Hera—. Ni siquiera lo conoces bien. No es un dios y si lo fuera, uno nunca sabe las intenciones que tiene. ¿Cómo estás tan segura de que siente lo mismo por ti?
Hera hablaba desde su propia perspectiva y experiencia, alimentando inconscientemente las dudas de Hades, quien ya comenzaba a darle la razón a Zeus.
—¿Qué les pasa ahora? No recuerdo que estuvieran tan en desacuerdo con mi relación con Iasión. Y para mayor seguridad, sé que me ama. Antes yo no tenía un motivo fuerte para desprenderme del Olimpo por completo...ahora lo tengo y se llama Iasión —dijo Deméter con mucha firmeza.
Hades tragó saliva, sintiendo un enojo indescifrable por ver a Deméter tan feliz, como nunca la ha visto y considerar que Iasión sólo jugaba con ella. También había comprobado que Deméter no estaba dispuesta a escuchar opiniones contradictorias para ella.
—Deberías pensarlo bien, uno nunca termina de conocer a la pareja. Podrías sufrir —insistía Hera.
Deméter volcó la mirada.
—Es hora de irme, Iasión fue por carbón mientras yo venía a contarles mi decisión. Pronto volveré a visitarlas...quizás en unos días más.
Deméter se despidió de sus hermanas y salió junto a Hades de su palacio, él también ya debía marcharse con más preocupaciones sobre la espalda.
—¿Cómo sigue el Inframundo? —preguntó Deméter.
—Mucho mejor que como estaba la primera vez que fuiste —respondió el dios y miró a su hermana con el cuerpo levemente inclinado—. No esperaba esta noticia. Me he perdido de demasiadas cosas.
—Créeme que te entiendo respecto a tu trabajo. No te había vuelto a ver hasta hoy. Lamento no haberte ayudado a cultivar las semillas que te di. A partir de mañana podré hacerlo —sonrió.
—No te preocupes, el Inframundo aún puede sostenerse sin tierras fértiles —dijo Hades con un ligero tono divertido—. Eres bienvenida cuando quieras ir.
—Gracias...entonces, en estos días te visitaré y podremos conversar con más calma. Claro, si no estás tan ocupado.
Hades se puso pensativo.
—Si puedes y lo deseas, mañana puedo disponer de un tiempo y si aún está entre tus planes, podrías ayudarme a averiguar que surge de esas semillas que me diste —propuso Hades con la intención de tener un espacio para hablar con Deméter sobre Iasión.
—Eso me parece bien, pero debo consultar algunas cosas con Iasión —dijo Deméter, ladeando un poco la cabeza y se marchó.
Hades quedó pasmado, sobrecogido con lo que se acaba de enterar y con la actitud de Deméter. Que fuera feliz no era el problema, sino que Iasión resultaba ser ahora un pilar prioritario para Deméter.
—¿Ya se fue? —preguntó Hera saliendo de la habitación.
—Sí.
Hera suspiró pesadamente.
—Ha cambiado mucho desde que conoció a Iasión. No me quejo de que sea feliz, pero soy realista y sé que ella va a sufrir mucho de ahora en adelante.
—¿Por qué estás tan segura? —preguntó Hades curioso.
—Porque está enamorada —agacho la mirada, hablando nuevamente desde su experiencia—. No importa el daño que le pueda hacer Iasión, ella siempre va a defender su relación con él.
Hera también se marchó y Hades se quedó de pie con mil sensaciones incómodas recorriendo su interior. Sólo podía imaginarse lo peor, y eso le dolía. No quería ver sufrir a Deméter.
—Pensé que ya te habías ido —dijo Zeus tras salir de su templo y sorprendido de ver a Hades en el Olimpo.
Hades tenía la mirada perdida y reaccionó en cuanto Zeus pasó una mano por delante de su rostro.
—Voy a hacerlo.
Zeus pestañeó con incredulidad.
—¿Lo harás? Cambiaste rápido de opinión.
—No quiero ver sufrir a Deméter. Sólo lo hago por ella.
***
Inframundo
Río Aqueronte
Las aguas del río estaban calmadas cuando la barca de Caronte no estaba cerca. Él ya llevaba varios minutos de haberse alejado de la orilla para recibir el pergamino que Hades le envió y Thanatos le entregó. Éste no se enteró qué decía exactamente el pergamino pero por el rostro de Caronte supuso que era algo bueno para él. Caronte disfrutaba de sus respectivas funciones al igual que todos los demás. Thanatos era el único que se sentía insatisfecho e intranquilo. Mientras él observaba a cómo Caronte iba alejándose más y más por el río, se sentó en las orillas del mismo y pensar en silencio, como era su costumbre.
Thanatos debatía entre la advertencia y orden de Érebo con la conversación que había tenido con Hades hace un rato. Si las comparaba, eran totalmente diferentes y si analizaba mejor cada postura, se daba cuenta que la sinceridad se balanceaba más de un lado que de otro. Thanatos no quería reconocer por entero que las intenciones de Érebo fueran dañinas. Él siempre se había mostrado comprensivo y atento desde antes que Hades se convirtiera en dios del Inframundo y ahora parecía que ese agrado y apoyo que Érebo sentía por él se habían destruido por la ambición y odio hacia Hades.
¿Habría manera de poder regresar a como era antes?
A este punto, Thanatos ya comenzaba a verlo imposible. Se sentía presionado por él a pesar de que ya no había visto a Érebo en los últimos años Sus advertencias y amenazas acerca de su traición le resonaban en la cabeza.
—¿Estás molesto, hermano?
Thanatos miró de lado y vio fijo a su hermano. Erala primera vez que Dolos se presentaba en el Inframundo de esa manera. Thanatos podía apreciar un brillo en su mirada; un brillo de excesiva arrogancia y confianza.
—¿Qué haces aquí? —demandó Thanatos.
—Vine a buscarte —confesó Dolos mientras se acercaba.
Thanatos buscó discretamente con la mirada a alguien más.
—¿Y Ápate dónde está?
Dolos bufó con fastidio. Lo que le dijo Érebo ahora tenía más significado.
—¿Qué sé yo? Estoy solo y vine a buscarte —repitió.
Thanatos no ocultó su indiferencia.
—No entiendo para qué.
—Aunque no lo creas, vine a saber cómo estabas. Hace tiempo que no te apareces en el Erebo —Dolos sonrió de una manera muy malvada—. ¿Cómo te va siendo el sirviente de Hades?
El gesto estático de Thanatos al fin tuvo una reacción porque no le agradó la sensación desconfiada que tuvo al ver a Dolos y el supuesto propósito de ir a verlo.
—Si vienes a jugar, no tengo tiempo —recalcó con molestia.
—No creo que esa sea la respuesta que le agrade a Érebo —Dolos sonrió nuevamente al percibir una reacción distinta en su hermano. Una de hostilidad.
—¿Qué quieres que diga? Las labores son de mayor cantidad y mi madre sigue insistiendo que debo permanecer aquí. ¿Por qué estás tan interesado en esto? —miró fijamente a Dolos.
—Porque Érebo me ha puesto a cargo con lo que te pidió. Estoy enterado de eso y yo no tengo oposición a nada.
Thanatos enderezó la espalda y miró alrededor por si había alguien que los viera juntos.
—Supongo que sabes todo y estás aquí por una orden de él —supuso.
Dolos colocó ambas manos detrás de la cabeza, con una severa arrogancia.
—Sí, Érebo me dio autorización para vigilar que cumplas con ti deber y lealtad —Thanatos enarcó una ceja—. Él tiene la solución perfecta para acabar con Hades.
Thanatos alzó las cejas, atando cabos sobre lo que Dolos le decía y sobre los posibles intereses que lo rodeaban.
Tenía un mal presentimiento.
—Te ha prometido algo a cambio como a mí, ¿no? —afirmó Thanatos rápidamente.
—¿Y qué si lo hizo? —preguntó con molestia—. Yo tengo más decisión que tú y no voy a fallarle.
—¿Qué quieres? —preguntó Thanatos con fastidio.
—Ya te lo dije, he venido a cerciorarme de que cumplas con tu lealtad de una vez por todas porque si no...Érebo se desquitará contigo —Dolos le advirtió con malicia.
Lo que menos quería creer Thanatos, se estaba cumpliendo. Podría dudar de Dolos pero si él había mencionado que Érebo le prometió algo, debía hablar en serio porque lo mismo hizo con él.
—Tal parece que el que no sabe con quién se mete, eres tú.
—Yo estoy de lado de Érebo y sólo eso me importa. Yo quiero ver destruido también a Hades.
—¿Y qué sucederá si me niego a apoyar en esto?
Thanatos quiso analizar la situación más a fondo a través de lo que Dolos le diría.
—Mejor para mí. Yo mismo me encargaré de acabar con Hades y tendré mejor gratificación —Dolos miró hacia la nada, centrándose en sus intereses y cegándose ante las consecuencias graves que podría traerle. Recién le habían prometido poder y no demoró en analizar todo lo que se vendría—. Hoy mismo me encargaré de acabar con Hades y no me iré sin haberlo logrado. Lo haré con o sin tu ayuda. Tú deberías ser el que debe temer de Érebo si lo traicionas.
Dolos hablaba muy en serio, podía resplandecer las perversas intenciones planeadas en sus ojos y eso no era buena señal, muy a pesar de que Dolos no fuera tan fuerte como Hades o como Thanatos. Sin embargo, si podría ser peligroso y sería capaz de hacer lo que fuera con tal de obtener lo que Érebo le prometió. Tenía una clara convicción y eso no le gustaba nada a Thanatos.
—Voy a ayudarte —dijo Thanatos con sus propios intereses.
—Eso me agrada —dijo Dolos orgulloso por la respuesta de Thanatos. Era lo que quería—. Ya que eres el dios de la muerte...¿por qué no le das un buen uso al regalo que te dio nuestra madre? Si es que aún lo tienes...
Thanatos casi quería cerrar los ojos por la idea de Dolos. No iba a negar que cuando conoció a Hades lo despreciaba tanto que llegó a imaginarse que lo atravesaba con su espada, pero ahora...todo era distinto.
Ya no era el mismo.
—Lo haré —mintió—. Ocúltate por aquí porque en un momento más, Hades vendrá y podremos llevar a cabo tu plan.
***
Sicilia, Italia.
Cerca de la casa que Iasión construyó, Ápate llevaba tiempo observando a la diosa con detalle. Exactamente desde que Deméter regresaba del Olimpo. La razón por la que ella estaba ahí era porque le había llamado la atención la cercanía que tenía Deméter con Hades. Ápate aprovecharía la oportunidad que le dio Érebo para buscarle una mujer nueva e investigar a Deméter, de hecho, ya llevaba años haciendo lo mismo. Tal vez y podría atacar a Hades por medio de Deméter. Podría afectarle de alguna manera que la relación con Deméter se rompiera pero, ¿cómo?
Ápate debía ser cautelosa y buscar una manera para que Deméter se pusiera de su lado por su propia cuenta. Con Iasión a su lado eso se complicaba mucho hasta volverlo algo imposible, pero no del todo. Ápate seguía considerando esa idea como una opción. La joven diosa deslizó la mirada hacia el horizonte, notando la puesta del Sol.
<<Será mejor que me vaya o mi madre sospechará...debo buscar a Dolos y pedirle que me ayude con mi idea>>, pensaba Ápate, alejándose con calma para que Deméter no notara su presencia.
Iasión colocaba unos trozos de madera vieja a lado de una pequeña chimenea mientras Deméter bordaba algunas flores en un trozo de tela. Miraba de vez en cuando a Iasión, dedicándole una mirada encantadora. Iasión puso las manos en su cintura y resopló por el cansancio. Se dio cuenta de que Deméter lo observaba.
—Estás demasiado feliz —dijo Iasión y fue acercándose al lecho donde Deméter estaba recostada.
—Claro que lo soy —respondió y le mostró lo que estaba bordando—. ¿Te gusta?
Iasión apreció lo que había bordado y pasó los dedos sobre los hilos.
—Es hermoso. El lino es perfecto —No le sorprendía que Deméter utilizara lino en lugar de oro para bordar: ella lo detestaba—. Podrías hacer un vestido con esto.
Deméter suspiró lentamente y continuó atravesó el lino en la tela.
—No. No me gustan los vestidos con adornos. Sólo hago esto por entretenimiento —confesó.
Iasión le sonrió con picardía y miró nuevamente la tela.
—Pero quizás debas hacer algunos más pequeños en un futuro cercano.
Deméter se detuvo y miró a Iasión con desconcierto, hasta que comenzó a entender su indirecta. El corazón le brincaba emocionado.
—¿Estás hablando en serio?
—Por supuesto —Iasión acarició el rostro de Deméter—, Yo deseo tener hijos contigo y me encantaría tener una niña que se parezca mucho a ti. Sé que tú también quieres ser madre, ¿o me equivoco?
Iasión conocía muy bien a Deméter, pero en eso, él se equivocó. Deméter no había pensado en tener hijos, por lo tanto, sus deseos no eran los mismos. Ella sólo quería estar junto a Iasión.
—No creo que pueda ser una buena madre.
—Yo no creo eso —Iasión se inclinó hacia ella—. Sé que serás una buena madre —Le besó la sien.
En ese momento, Deméter se perdió en sus pensamientos.
¿Cómo sería tener un hijo?
Aunque no fuera parte de sus anhelos, sabía que lo amaría demasiado por ser fruto del amor que sentía por Iasión. Aun así, estaba dudosa.
Deméter notó que Iasión se preparaba para salir.
—¿Saldrás?
—De hecho...quiero que vayamos juntos a caminar —dijo Iasión y extendió su brazo hacia Deméter. Ella no tardó en tomarlo de la mano y salir junto a él.
Ambos caminaron cerca del bosque tomados de la mano y siguieron haciéndolo hasta llegar a los cultivos: fue una distancia larga pero amena por la conversación que mantenían.
—Más tarde iré a ver a algunos campesinos al campo de cebada.
Deméter dejó a un lado la tela.
—No vayas hoy. Mañana será lo mejor.
Iasión le tomó ambas manos y las besó.
—Sólo será un momento. Debo agradecerles por estar al pendiente de los campos —explicó brevemente.
—Pero...eso ya lo he hecho. Lo hago todos los días —indicó Deméter, provocando una risa sutil en Iasión.
—Sé que lo haces, pero estoy seguro que también les has dicho que no te ayuden. Eres orgullosa —refutó—. Iré a saludarlos, agradecerles e indicarles que a partir de mañana, estaré de nuevo en los campos. Vendré enseguida y estaré a tu disposición para siempre —Iasión le dio un beso rápido a Deméter en los labios antes de marcharse.
—Iasión —Lo llamó. Iasión se giró y vio a Deméter quitarse el detalle de oro que él le había regalo—. Llévatelo. Quiero que me lo regreses en cuanto vuelvas.
Iasión sintió un dolor en el pecho, producto de la confusión.
—Me hablas como si no fuera a regresar.
Podría sonar absurdo, pero era un miedo que Deméter sentía.
—Llévalo contigo, por favor. No importa si mañana despertamos juntos, quiero que lo lleves contigo cada vez que tengas que irte.
Iasión lo tomó y lo besó.
—Te haré caso y lo llevaré conmigo —Deméter sonrió y recibió un beso en la frente—. ¿Recuerdas cuando nos acostábamos en los campos a mirar las estrellas?
—Cómo olvidarlo —respondió la diosa con agrado—. Las estrellas no se habían visto más hermosas desde aquí...ni siquiera en el Olimpo.
Deméter se sentó sobre el verde suelo, secundada por Iasión. Se acostaron y miraron hacia arriba sin dejar de mirar el cielo que oscurecía y dejaba ver las estrellas.
—¿Cómo te fue en el Olimpo?
—Bien. Mejor de lo que esperaba...les conté a mis hermanos mis planes de quedarme aquí contigo.
—¿Y cómo se lo tomaron? —preguntó Iasión con mucha curiosidad.
—Me apoyaron.
—Vaya...creí que al menos Zeus se opondría —mencionó Iasión y Deméter se quedó en silencio—. Si se lo dijiste, ¿cierto?
—No, preferí no hacerlo. No es obligación y no vayas a hablar como Hestia. Me molesta cada vez que ella habla como si le tuviera consideración a Zeus sobre mí —confesó.
—Cierto, pero se enterará y tal vez no le agrade.
—Ya sé. No me importa...no le tengo miedo —Deméter ladeó el rostro para ver a Iasión y luego giró el cuerpo—. No sabes lo que haría por estar contigo.
Iasión giró el cuerpo también para ver a Deméter.
—Y yo por ti. Créeme que voy a cuidar de ti más que a mi propia vida. Eso tenlo por seguro.
—Siempre voy a amarte Iasión...siempre...
Deméter se acercó a Iasión y ambos se besaron como la primera vez que lo hicieron, se tocaron de la misma manera, irradiando el amor que sentían el uno hacia el otro. Fue un acercamiento tan cálido y tan maravilloso que difícilmente algo podría arruinarlo. Así creían ambos y no podían estar más equivocados. Mientras se besaban, el cielo comenzó a tronar de repente. Iasión se detuvo y levantó la vista. El cielo había oscurecido por completo y no precisamente por la noche, sino por las espesas nubes grises que todavía se divisaban y a través de las cuáles podían verse rayos atravesándolas. Al mismo tiempo que las gotas de lluvia comenzaron a caer, el ruido estruendoso de los truenos surgió.
La diosa miró hacia arriba y se separó de Iasión para ver el cielo anormal. Sus rostros fueron cubriéndose más con la lluvia y fueron incapaces de moverse por la confusión. Los ojos de Deméter se dilataron en cuanto vio que un rayo iba cayendo hacia ellos. Parecía mentira, pero ella vivía esos segundos lentamente. No tuvo tiempo de reaccionar y sólo sintió como la fuerza del rayo la empujaba a varios metros de distancia. La fuerza del rayo la dejó inconsciente bajo la lluvia.
***
Inframundo
Caminar por las montañas era molesto, pero el mejor lugar para no ser descubierto por algún lacayo del Inframundo. A Ápate no le agradaba divagar por el Inframundo de no ser por dos razones: investigar sobre Hades y conseguir ninfas para Érebo. Las ninfas más complacientes para su tío las encontraba en el Inframundo y por fortuna, sabían callar lo que él les hacía. Claro, tampoco tenían la opción de salir del Erebo para regresar a sus antiguos hogares.
Eran simples esclavas.
Ápate caminaba entre las rocas con la espalda encorvada. Ahora mismo estaba muy cerca del río Aqueronte y en las orillas solían aparecer las ninfas. O al menos eso sucedía en otros ríos de menor auge del Inframundo. Esperaba tener suerte en el río Aqueronte.
<<Si estuviera Dolos aquí, sería más sencillo>>, pensaba Ápate con cierta nostalgia. Dolos era y siempre fue su compañero. No le había gustado que la desplazara para acceder a tener una conversación con Érebo.
¿De qué hablarían?
Suspiró con resignación y siguió buscando a alguna ninfa. Tenía que llevar a alguna o Érebo se enfadaría con ella.
Ápate puso las manos sobre unas rocas altar y puntiagudas de la montaña para tomar impulso y subir todavía más alto para ver mejor. Se apoyó también con la fuerza de sus piernas hasta lograrlo. No obstante, lo que vio la dejó estupefacta por al menos unos minutos antes de que le importara poco que descubrieran su presencia y se desapareciera del punto al que había llegado.
En la misma zona pero a unos metros de distancia se encontraba Hades e Hypnos, caminando a orillas del río Aqueronte, conversando sobre las nuevas funciones que tendría Caronte y cómo sería representado el río en los planos únicos del Inframundo, o especialmente, en los planos que poseería Hades exclusivamente para estudiar sus dominios.
—Me ha parecido buena la idea de Caronte acerca de conducir las recientes almas al Inframundo a cambió de óbolos —comentaba Hypnos mientras anotaba unos detalles en un papiro.
—Sí, habría que estipular quién será el encargado de esparcir cómo será la ofrenda...—decía Hades tratando de no ser distraído con temas muy importantes.
—Podría ser Thanatos quien lo haga —propuso Hypnos, sin embargo, Hades no respondió—. ¿Se encuentra bien?
Hades reaccionó.
—Sí...no. Zeus tiene la habilidad de echar a perder el tiempo de los demás.
—¿Tan mal estuvo la reunión?
—¿Mal? Yo diría inútil. Se cree con derecho de pedirme cómo voy a castigar a seres específicos —Hades notó la perplejidad de Hypnos—. Me ha pedido que castigue a Pandora y a alguien más que no me mencionó.
—Oh...¿y por qué castigarlos?
—Respecto a Pandora, por egoísta...y sobre el otro ser...no tengo idea. No quiso decirme quién era. Incluso me pidió que enviara a Thanatos por él o Zeus iría a matarlo por su cuenta.
Un grito de lamento desgarrador se escuchó de repente. Los dioses se alarmaron y corrieron hacia donde eran los gritos, aunque tardaron algunos minutos en llegar y los gritos no dejaban de escucharse. Cuando por fin llegaron al lugar de los hechos, vieron a Thanatos con su espada cubierta de sangre entre su mano y a Ápate a lado del cuerpo de Dolos, lamentando su muerte.
Hypnos fue quien reaccionó primero, acercándose a Thanatos y quitándole la espada.
—¿Por qué lo has hecho? —preguntó en voz baja. Thanatos no se movió.
Hades no podía creer lo que veía. No conocía ni a la mujer delante de él ni al hombre que estaba muerto, pero eso había sido demasiado y no pudo tolerarlo más.
—¡Thanatos! ¡Explica lo que acaba de suceder! —Hades exigió saber, con ira. Thanatos miró a Hades con dificultad pero no respondió—. ¡Dímelo!
Ápate apartó las manos del cuerpo de Dolos y fulminó a Thanatos con su mirada. Le costó un mundo no lastimarlo enfrente de Hades e Hypnos.
—Mató a nuestro hermano...y sin razón aparente —dijo Ápate con voz entrecortada por la rabia.
Hades observó a Dolos y podía apreciar la enorme abertura del cuerpo.
—Thanatos, te exijo que me digas por qué has asesinado a tu hermano —dijo Hades con voz más ronca.
Thanatos alzó la barbilla y dejó caer la espada.
—Él quería hacer lo mismo con usted —respondió Thanatos.
—¿Qué dices? —preguntó Hades confundido.
Hypnos tampoco podía comprenderlo. Thanatos tuvo que ser más preciso.
—Dolos me confesó que pretendía acabar con usted...y me propuso que lo ayudara.
Hades contenía su ira ante lo que escuchaba. Era una de las cosas principales que no podía pasar por alto. Antes de hacer acusaciones apresuradas, demandó que Thanatos siguiera explicándole lo sucedido.
—Sé más concreto, sólo te daré una oportunidad de hablar o yo mismo llegaré a una conclusión —advirtió Hades.
Hypnos se acercó a Thanatos.
—¿Lo que dices es verdad, Thanatos?
Thanatos comenzaba a mostrarse impaciente y frustrado.
—Lo fue —Miró fijamente a Ápate con sospecha—. Dolos quería matarlo y me propuso ser su cómplice en esto.
—¿Y accediste? —Hades estaba realmente enojado, a punto de explotar.
—Sí, pero no por las razones que usted se imagina. Yo acepté, pero lo hice para protegerlo a usted...y lo cumplí.
Ápate cerró los ojos con fuerza, evitando ver a Dolos. El dolor que sentía se fue formando en un odio cada vez más profundo. Dolos cometió el error de confiar en Thanatos y ahora estaba muerto por su culpa.
Hades se acercó a Thanatos y lo vio con la misma ira en la mirada.
—Hablaremos de esto en el castillo —dijo Hades a modo de orden. Luego, se dirigió a Ápate—. ¿Tú también estás involucrada en esto?
Ápate se levantó de donde estaba y se puso frente al dios.
—No. Estaba buscando a Dolos...sólo hacía eso...hasta que vi que él lo mató —señaló a Thanatos.
—Si Dolos intentó matar al señor Hades, no merece que lo defiendas —repuso Hypnos frente a su hermana—. Será mejor que tú también vengas.
—¿Qué? Yo no hice nada —Se defendió Ápate.
—No tienes otra opción —dijo Hypnos con determinación.
Ápate bufó con mayor disimulo, así como lo hizo cuando le hizo ver a Thanatos la ira que sentía hacia él con la mirada. Evitó mirar nuevamente a Dolos, incluso después de que Hades mandó llamar a algunos guardias para que se encargaran de él.
***
Sicilia, Italia.
La lluvia no paraba al igual que el sonido de los truenos. La luz que irradiaba en segundos atravesaba la ventaba de la casa. Los párpados de Deméter se movían inquietos y esta reacción fue incrementando hasta que el ceño fue moviéndose abruptamente. Después de esta dificultad para despertar, Deméter abrió los ojos lentamente, viendo de frente la chimenea con fuego vivo. Inmediatamente, su mente fue despertando y su corazón dolía al palpitar. La diosa se sentó sobre el lecho poniendo una mano sobre su pecho y buscando a Iasión con la mirada.
Quizás se había quedado dormida en algún momento y lo último que recordaba de Iasión y ella recostados en el campo con el rayo cayendo sobre ellos, había sido meramente una pesadilla.
—¿Iasión? —Lo llamó sin recibir una respuesta. Puso una mano sobre su cabeza y sintió el cabello húmedo. Sus ojos se abrieron aún más y el temor comenzó a invadirla—. ¿Iasión? —Lo llamó una vez más pero con un tono desesperado.
Pronto alguien se acercó a Deméter pero no era precisamente quien deseaba ver. No obstante, su asombro se hizo presente.
—Llegué a pensar que ibas a tardar más en reaccionar —Hestia puso una mano sobre la frente de Deméter—. Cielos...estás fría todavía. Avivaré más el fuego —movió su brazo en dirección a la chimenea para incrementar la intensidad del fuego.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Deméter como exigencia y con perplejidad.
—Vine a pasar un momento a tu lado —dijo Hestia y se sentó al borde del lecho—. Al menos estás bien...eso me ha tranquilizado —sonrió débilmente.
El rostro de Hestia se esforzaba por mostrar alegría, pero algo no estaba bien. Era completamente visible cuando Hestia no era sincera. Al poco tiempo, relacionó la visita de Hestia con el hecho de que ella pareciera acostada sobre el lecho con el cabello y ropa húmeda, además de que Iasión no estaba presente.
Deméter no había soñado.
—Iré a buscar a Iasión —dijo Deméter con voz temblorosa mientras se intentaba levantar.
Hestia la tomaba de los hombros, deteniéndola.
—Debes descansar, Deméter. Afuera no es agradable —comentó Hestia para hacer recapacitar a Deméter.
—¿Dónde está Iasión? —preguntó Deméter con desesperación—. Si no me dices, entonces iré a buscarlo —Se puso de pie, alejando a Hestia de su lado y evitar que siguiera deteniéndola.
—Por favor...debes calmarte. Es inútil que vayas...
Deméter no quiso seguir escuchando a Hestia y salió de la casa corriendo. Gritaba el nombre de Iasión mientras se dirigía a los campos: el último lugar donde estuvo con él. No recibió ninguna respuesta de él. El único sonido existente era el de la lluvia caer, los truenos y su misma voz desesperada. El pecho le dolía por aferrarse a la esperanza de encontrar a Iasión y no pensar lo peor.
Esos malos pensamientos los bloqueaba de inmediato.
La diosa ya había llegado a los campos, precisamente a donde se había acostado con Iasión. Giraba el rostro para encontrarlo con la mirada.
—¡Iasión! —gritaba fuertemente. Pasó sus manos por la frente e hizo haxcia atrás sus largos cabellos castaños impregnados de lluvia.
Su garganta estaba irritada de tanto gritar y carraspear, pero ese era el mínimo dolor que sentía en esos momentos. Deméter cerró los ojos y veía a Iasión frente a ella, cuando los abría no estaba nadie y eso lo hacía peor. Recordó el último suceso ocurrido cuando estuvo con Iasión. Vio de nuevo ese rayo cayendo sobre ellos.
Deméter abrió los ojos de golpe y bajó lentamente el rostro hasta llegar al suelo. Había un espacio sin la verde hierba, pudo notarlo a pesar de ya ser de noche. Se puso de rodillas, ensuciándose el vestido de lodo. Deméter tanteó el suelo y sintió algo duro y frío, el cual tomó y lo acercó a su rostro para contemplarlo lo mejor que podía.
Se trataba del adorno de trigo de oro que Iasión le regalo y ella se lo dio de vuelta.
"—Llévatelo. Quiero que me lo regreses en cuanto vuelvas".
Recordaba las palabras que le dijo a Iasión mientras le entrega el trigo de oro.
"—Me hablas como si no fuera a regresar.
—Llévalo contigo, por favor. No importa si mañana despertamos juntos, quiero que lo lleves contigo cada vez que tengas que irte".
Deméter arrugó la frente y bajó el rostro por el dolor que la invadía. Respiraba con fuerza y entrecortadamente como si buscara algún tipo de control sobre sí misma, el cual no consiguió. Su llanto no se hizo esperar y pronto dejó de poner fuerzas para dejarse abrazar por lo que estaba sintiendo. Lloraba sin consuelo, dando por hecho que Iasión ya no estaba más con ella. Su presencia no la sentía. La diosa apoyó los antebrazos en el suelo, justo en donde Iasión había estado acostado y acariciaba la zona como si aún pudiera sentir algún rastro de Iasión. Cuando la desesperación la consumió de nuevo, Deméter golpeó el suelo con fuerza hasta hacerle grietas. Miró hacia arriba con ira sin siquiera sentir ya las gotas de lluvia caerle sobre el rostro.
—¡No! —gritó desgarradoramente sin dejar de ver el cielo oscuro con una mirada de dolor, desesperación y odio, sabiendo que alguien la estaba observando.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top